CAPÍTULO 6
Jasper vio el
destello de cautela mezclado con el deseo en la mirada de Alice. No le
importaba si ella se sentía un poco nerviosa acerca de sus pretensiones para
con ella. Esta vez no iba a dejar que se fuera.
Mientras el mozo
se hacía cargo de la factura, Jasper puso su mano sobre el muslo desnudo de
Alice debajo de la mesa. Él levantó el dobladillo de su vestido más alto, hasta
que apenas cubría su pubis.
—Jasper, para—,
dijo entre dientes y puso su mano sobre la suya, tratando de evitar que fuera
más lejos.
—Recuerda lo que
te dije. —Metió la mano un poco más, hasta que sus dedos tocaron la banda de la
pierna de su ropa interior. Bikini, si no se había equivocado. —Cuestionar todo
lo que hago te dará un castigo.
Incluso en la
luz tenue podía ver sus mejillas rosadas y contuvo una sonrisa mientras frotaba
el paño húmedo entre sus muslos y encendía el mando a distancia. Alice se
sorprendió una vez más, sacudiéndose contra su mano. Se mordió el labio
inferior, como si tratara de contener una queja o un grito, no estaba seguro de
qué.
El camarero
regresó y Alice parecía positivamente mortificada mientras dejaba al vibrador
continuar y le acariciaba las bragas sobre sus pliegues. Jasper no creía que el
camarero pudiera ver, y le gustaba ver a Alice retorcerse.
Cuando estaban
listos para salir, apagó el vibrador y quitó la mano, y ella prácticamente se
desplomó en su asiento.
—Eres tan malo—, se las arregló para decirle sin
aliento.
—No has visto
nada todavía—, le dijo y ella le lanzó una mirada sensual que le dijo que
estaba lista para cualquier cosa que hubiera reservado para ella.
La película que
la llevó a ver era una de acción y aventura. Ninguno de ellos habría disfrutado
viendo películas de chicas o algo cursi. Eran adictos a la acción y Alice
estaba definitivamente satisfecha con su elección.
—Me siento como
una adolescente—, dijo mientras tomaba un bocado delicado de la bolsa de
palomitas de maíz que le entregó. —No he ido a cenar y al cine desde hace
tanto.
—Debemos probar
el autocine. —Caminó cerca de ella mientras llevaban sus palomitas, refrescos y
regaliz rojo. Lo miró sorprendida. —Muchos viejos recuerdos, dijo él.
—¿Todavía esta abierto?
—Ya lo creo. Tal
vez vayamos ahí en nuestra próxima cita y rememoremos más viejos recuerdos.
Las mejillas de
Alice se sonrojaron de nuevo. La llevó a la fila en lo más alto del cine, en
los asientos de la esquina, igual a como hacían cuando eran adolescentes.
Maldita sea, se veía tan caliente esta noche en su sexy, corto vestido negro y
zapatos de tacón. Su aroma de rosas y flores silvestres lo volvía loco, y tuvo
que luchar para evitar tener una constante erección.
Todo el tiempo
que miraron la película, tuvo el brazo envuelto alrededor de sus hombros y ella
se retorció mientras dejó el vibrador encendido.
—Recuerda—, murmuró en su oído. —Ningún clímax sin mi permiso.
—Sí, oficial—, dijo con los dientes apretados y Jasper rió entre
dientes.
Cuando la
película hubo terminado, Jasper le cogió la mano, salieron del cine a la noche
fría y la ayudó a poner su abrigo sobre los hombros.
Su polla ya
estaba dolorida cuando llegaron al apartamento de Alice. Quería estar dentro de
ella más que la vida misma, pero tenía la intención de hacerla esperar.
Usó la llave de
Alice para entrar al condominio, cerró la puerta y echó la llave. Antes de que
pudiera alejarse de él, la agarró y la besó con toda la pasión que había estado
creciendo entre ellos toda la noche. Sus labios eran suaves, su boca tan
flexible por debajo de la suya.
Hizo gemidos
dulces, suaves lamentos y la aplastó contra él, presionando su erección potente
contra su vientre. Puso sus brazos alrededor de su cuello y jugueteó con el
pelo corto de su nuca. Gimió y la besó antes de llegar a tirar del clip de su
cabello. Echó el clip a un lado y deslizó los dedos por su pelo suelto.
Cuando se
apartó, estaba casi mareado de necesidad por ella y quiso desvestirla
directamente en su vestíbulo.
—Champagne—, dijo, su voz ronca de deseo.—Para celebrar.
Alice asintió
con la cabeza a pesar de que no se movió por un momento. Sus ojos azules
estaban oscuros, sus labios húmedos estaban separados y su cabello rubio caía
salvaje alrededor de sus hombros. Dios, cómo quería clavarla contra la pared y
tomarla con fuerza y rápido.
Mientras
caminaba hacia la cocina, miró su dulce, pequeño culo balancearse, sus piernas
tonificadas flexionarse bajo el dobladillo de su vestido corto, mientras
caminaba en sus zapatos de tacón alto. Las imágenes de los dos desnudos en la
cama, se hicieron más intensas y apretó los dientes. Para distraerse a sí mismo
-y distraerla- hizo girar el control remoto justo cuando abría la nevera.
Con un pequeño
grito, dio un paso atrás, pero se aferró a la manija del refrigerador para
mantener el equilibrio. Alice lanzó una mirada de pura sensualidad mientras
dejaba el vibrador continuar, metió la mano en la nevera y sacó la botella de
champagne.
Jasper tomó la
botella mientras ella buscaba en sus armarios y sacaba un par de copas. Las
imágenes pasaron por su mente, de ella en su cocina, en su cama, siempre.
Jasper negó con
la cabeza. Veinticuatro horas y ya estaba pensando en ella mudándose con él.
El pop del
corcho fue fuerte y Alice se rió cuando la espuma se derramó por los lados de
la botella. Llenó cada copa y dejó la botella antes de que cada uno tomara una
de las copas de champagne.
Durante un largo
momento se miraron el uno al otro, sus copas listas para hacer un brindis.
—Por finalmente
encontrarnos de nuevo—, dijo Alice con suavidad, haciéndose eco en sus palabras
de sus sentimientos.
—Por nosotros—,
dijo antes de tocar la copa de ella y tomar un largo trago.
Ella se rió, mientras bebía toda
la copa.
—Se supone que es para disfrutar.
Tomó la copa de
ella y la dejó en el mostrador antes de tomarla en sus brazos. —Tengo la intención
de disfrutar. —La besó de nuevo, con la intención de hacer precisamente eso. Su
aliento era cálido contra su boca mientras murmuraba:
—¿En dónde está tu habitación?
Ella llevó las
copas mientras él cogió el champán y una de las rosas rojas del florero sobre
la mesa. La siguió escaleras arriba, disfrutando de la vista de su culo bien
formado y sus piernas largas. Cuando llegó al rellano, siguieron por un corto
pasillo a una habitación que era únicamente Alice. Estaba llena de muebles
antiguos de madera de caoba, desde el tocador hasta los vestidores, un asiento
encantador y un par de sillas. Pinturas impresionistas al óleo en las paredes,
botellas de cristal de todo tipo, tamaños y formas en su tocador, fotos de
familia y otras personas dispersas en todas las superficies disponibles y
jarrones de flores de colores en su escritorio. Y para su placer extremo, había
una cama con dosel, de cuatro postes.
Perfecta.
En el momento en que llegaron a su cama, Alice era un manojo de nervios.
Ellos estaban en su territorio, pero él todavía tenía el control.
Jasper puso la
botella de champán y la rosa roja en la mesilla de noche junto a la cama. Tomó
su copa vacía de ella, coronó su medio llena copa de champagne y volvió a
llenar su propia copa. Una vez que puso la botella de champagne abajo, levantó
su copa de nuevo.
—Por hacer
nuevos recuerdos—, dijo con voz áspera, y Alice chocó su copa contra la suya.
Esta vez ella
bebió el champagne mientras lo observaba por encima del borde de la copa. Sus
miradas se sostuvieron hasta que ambos vaciaron sus copas.
Jasper tomó la suya y dejó las dos a un lado.
—¿Tienes algún pañuelo?
Alice levantó
las cejas. Tenía la sensación de que sabía exactamente para qué quería usar los
pañuelos, y la idea hizo que su cuerpo se volviera loco.
De un cajón inferior
de su tocador, sacó un paquete de pañuelos de todos los tamaños, formas,
texturas y colores, y los entregó a Jasper. Los tiró en la cama y se acercó a
ella.
—Date la
vuelta—, dijo mientras la tomaba por los hombros y giraba, de modo que su
espalda estuvo hacia él. Se estremeció al sentir el contacto de sus dedos
cepillar su columna vertebral mientras bajaba la cremallera hasta donde
terminaba en la parte superior de sus nalgas.
Con las manos
suaves, empujó el material de sus hombros y dejó caer el vestido al suelo,
dejándola sólo en los tacones, la ropa interior de encaje y el sujetador nuevo
que había comprado para esta noche. Salió del vestido y se alegró cuando Jasper
lo recogió y lo puso cuidadosamente en una de las sillas antiguas de su
habitación.
El champagne
estaba empezando a surtir efecto y se sintió un poco mareada mientras regresaba
a ella. Le frotó los hombros y lentamente la miró de pies a cabeza.
—Eres tan hermosa.
Llegó hasta él y
no la detuvo cuando le desabrochó la camisa. El champagne la hacía un poco
torpe, pero la abrió todo el camino hasta la cintura. Se sacó la camisa fuera
del pantalón y se la quitó antes de tirarla a un lado. Alice quería correr las
palmas de sus manos sobre los músculos de su pecho, el abdomen y bíceps. Quería
explorar cada parte de él.
Pero él estaba
ocupado quitándose los zapatos, los calcetines y dejando caer sus pantalones
como si no pudiera esperar más. Cuando estuvo desnudo, lo alcanzó y pasó los
dedos sobre su erección que parecía imposiblemente más grande de lo que había
estado ayer por la noche.
Alice jadeó
cuando él deslizó los dedos en su ropa interior y en sus pliegues. Llegó a su
núcleo, retiró el vibrador que estaba resbaloso con sus jugos y lo puso en la
mesita de noche.
Agarró su polla
más fuerte, esperando que la deslizara en su interior, donde sus dedos y el
vibrador habían estado. Pero le dio un gruñido bajo, la recogió en sus brazos y
la llevó la corta distancia hasta su antigua cama con dosel. Se rió por el
movimiento rápido y el efecto que el champagne estaba teniendo en ella.
Jasper la
instaló en el centro de la cama y la besó suavemente antes de alcanzar uno de
sus pañuelos de seda. Temblores sacudieron su cuerpo mientras le rozaba los
labios con la parte interna de su muñeca antes de atarla firmemente a la pata
de la cama. Tomó otro pañuelo y se fue al otro lado de la cama, besó el
interior de su muñeca y luego restringió ese brazo. Ella no se cansaba de ver
su cuerpo desnudo mientras la ataba. Cada músculo flexionándose con sus
movimientos y su polla arqueada contra su vientre, diciéndole lo mucho que la
deseaba.
Alice estaba tan
concentrada en mirarlo que apenas se fijó en él besando el interior de cada
tobillo y fijándolo a la pata de la cama. Era tan puramente masculino, tan
fluido en sus movimientos que ella no se cansaba de mirarlo.
Cuando terminó y
ella estuvo despatarrada en la cama, se sentó en el borde del colchón con la
rosa en una mano. Le tocó la nariz con el pimpollo y luego, lentamente, lo
deslizó sobre sus labios y barbilla, hasta el hueco de su garganta. Sus atenciones sensuales causaron que
una parte de ella cayera enamorada de él un poco más.
Sabía que estaba
cayendo rápidamente hacia ese punto, y se preguntó si la había perdonado y se
interesaba por ella otra vez en la misma forma en que ella estaba empezando a
interesar por él.
Comenzando a amarlo otra vez.
Jasper puso la
rosa en su vientre luego bajó su sostén de delicado encaje por debajo de los
pechos por lo que se alzaron, los pezones doloridos por su boca.
—Estás más bella
que nunca—, murmuró mientras se inclinaba hacia adelante, luego chasqueó su
lengua en uno de sus pezones.
Alice gimió y
arqueó la espalda, empujando sus pechos en su cara. Dio una risa suave y lamió
el otro pezón. En lugar de chuparlos, levantó la cabeza y rozó la rosa sobre
cada uno de los picos húmedos, lo que la hizo gemir por las sensaciones
exquisitas.
Continuó sus
movimientos lentos y sensuales con la rosa, arrastrándola hacia abajo por el
vientre, en el interior de cada uno de sus muslos. Rozó el capullo sobre la
tela que cubría su coño y ella gritó y tiró contra las satinadas restricciones.
—Jasper, por favor.
—¿Qué quieres,
ángel? —Arrastró la rosa por encima de uno de sus muslos hasta la rodilla.
—Cuéntame.
—Quiero tu boca
en mi coño—. Alice no tenía ningún problema diciéndole exactamente lo que
quería. —Luego quiero tu polla dentro de mí.
—Mmmmm...
—Deslizó la rosa hasta el interior de su tobillo y le hizo cosquillas, haciendo
que luchara contra sus ataduras de nuevo. —No siempre se puede tener lo que
quieres—, dijo y ella gimió.
Continuó su
lenta tortura sensual, deslizando la rosa por la parte inferior de un pie,
haciéndole cosquillas, y luego fue al otro pie e hizo lo mismo. Los ojos de
Alice se humedecieron por ser incapaz de moverse, mientras bromeaba con cada
terminación nerviosa hasta que su cuerpo se sintió vivo.
Jasper tomó la
rosa y la dirigió hasta el interior de la otra pierna, y pensó que iba a morir.
La suavidad de los pétalos acariciando su piel la hizo sentir dolorida, le hizo
querer venirse con una ferocidad que tuvo que aplacar.
Una vez más,
barrió la rosa sobre el paño húmedo que cubría su sexo, y otra vez tiró contra
sus ataduras. Trajo su nariz a la ropa interior e inhaló audiblemente.
—Maldita sea,
hueles bien—, dijo mientras se aferraba al borde de sus bragas y tiraba a un
lado el material.
Alice se hubiera
salido de la cama al primer golpe de la lengua de Jasper si no hubiera estado
restringida. Su grito resonó en la habitación y arqueó sus caderas, rogando por
más. Hizo un sonido bajo, como un gruñido mientras insertaba la lengua en su
canal y luego bañaba sus pliegues.
—Déjame venirme,
déjame venirme, déjame venirme—, suplicó, con lágrimas de necesidad y
frustración fugándose hacia debajo de las comisuras de sus ojos.
En lugar de
contestarle, le mordió el clítoris y gritó de nuevo. Apretados torbellinos de
sensaciones se construyeron en su cuerpo, intensificando lo que había sentido
durante toda la noche con el vibrador en su interior. Su cuerpo se ruborizó con
el calor mientras él introducía sus dedos en su canal sin dejar de lavar su
clítoris.
El calor en su
cuerpo causó que el sudor la cubriera con un suave brillo y ella se sintió como
si estuviera en llamas. Sacudió la cabeza de lado a lado.
—Jaaaaasper! ¡Por favor!
Se levantó, una
mirada intensa en sus hermosos rasgos mientras su polla dio un golpecito a su
canal. Apoyó las manos sobre la cama, a ambos lados de su pecho.
Sí, sí, sí, sí, sí, sí!
Con una mirada salvaje en sus ojos, Jasper golpeó su polla directo en
ella.
Alice gritó y
luchó contra el dominio que los pañuelos tenían en sus muñecas y tobillos. Todo
se sentía tan correcto con él dentro de ella. Como si fueran dos mitades que
finalmente se juntaran de nuevo.
Se metió dentro
y fuera con movimientos lentos, medidos, y se mordió el labio para no gritar y
rogarle de nuevo que la dejara venirse.
Sus labios se
encontraron con los suyos en un beso con fuerza dominante.
Un beso de propiedad.
La sensación de
tenerlo dentro de ella, su cuerpo en movimiento contra el suyo, su olor
masculino y picante, todo eso se combinó para intoxicarla mucho más que los
efectos del champagne.
Lo miró a los ojos y su expresión era feroz e intensa.
—Tú me perteneces a mí de nuevo, ángel. Dilo.
—Yo soy tuya y
tú sabes muy bien que eres mío, Jasper Cullen—, dijo ella sin vacilar.
Sonrió, con una
chispa en sus ojos y comenzó a empujar más y más rápido. Tan duro que la
cabecera golpeaba contra la pared y ella lo sentía profundo, tan profundo.
Quería abrazarlo, para envolver sus piernas alrededor de él. Pero la sensación
de estar atada se añadía a la creciente necesidad de llegar al orgasmo.
Su necesidad
debió haber estado en sus ojos porque se acercó y le susurró al oído: —Córrete,
cariño.
Esas dos
palabras suaves, desataron una reacción en cadena que la tuvo llorando y
gritando. El fuego que había estado creciendo ferozmente en su cuerpo estaba
tan caliente que pensó que los pañuelos podrían arder en sus tobillos y
muñecas.
Espasmos tras
espasmos, salían de su núcleo mientras Jasper continuaba impulsándose dentro y
fuera de ella. Luego gruñó su clímax mientras su cuerpo se estremecía entre sus
muslos y su polla latía en su centro. Después de unos cuantos golpes más,
mantuvo sus caderas apretadas a la de ella y tomó su boca con otro beso,
reclamando.
Estaba
respirando fuerte mientras Jasper se apartaba de ella y desataba cada uno de
los pañuelos en cuestión de segundos. Tan pronto como estuvo libre, la envolvió
en sus brazos, la cabeza bajo su barbilla, su muslo fijando sus caderas hacia
abajo, y su mejilla presionada contra el pecho. Olía a sudor y sexo y ella
nunca se había sentido tan querida, tan protegida... no desde...
—Quería decir lo
que dije—. La abrazó con más fuerza a medida que hablaba.
—Esta vez no voy a dejarte ir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario