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miércoles, 6 de junio de 2018

Un Alma Compartida Capítulo 9

Capitulo 9
Edward

¿Por qué estaban tardando tanto? 

Revisé mi reloj. Decía que eran las tres y treinta y seis de la tarde. No era sorprendente, sólo habían pasado cinco minutos desde la última vez que miré.

Sacando mi teléfono, toqué sobre el número de Alice y presioné marcar justo en el mismo momento en que su Mercedez Benz E44 Cabriolet estaba estacionándoseen la entrada. El coche era un regalo reciente de mi parte por su treintavo cumpleaños. Por la manera en la que lo conducía, podría pensar que lo odiaba. 


Mi mano estaba en la manija de la puerta antes de que cualquiera de las chicas hubiera abierto una de las suyas. Dudé, no queriendo que pareciera como si hubieraestado ansioso. Alice abrió su puerta primero, y mis cejas se levantaron con el sonido de su risa. Mi hermana solo tenía una amiga, Rosalie. A Alice no le gustaban las mujeres. Verla riéndose abiertamente con otra mujer me confundía. 

Salió Isabella, y todo mi aliento me dejó rápidamente. Se veía hermosa. Usando unos jeans azules ajustados y una blusa blanca y suelta, desabotonada un poco demasiado, haciendo que mi mente actuara erráticamente. 

Su largo y ondulado cabello acababa de ser cortado y alisado, brillantemente cayendo en cascada por su espalda. Se había aplicado rímel ligeramente en sus pestañas, enmarcando sus grandes ojos verdes. Sus labios brillaron con la luz del sol.

Seguía estando demasiado delgada, pero como le había dicho la noche anterior, no se podría esconder de mí. Retrocedí mientras la puerta voló abierta. Alice sonrió. 

—Hola, hermanito. 

Ella se movió a un lado, sus brazos extendidos hacia Isabella. 

—¡Ta Da! —Esperó. Y esperó. Pero todo lo que yo podía hacer era mirar fijamente. 

Finalmente, mi hermana cedió a la irritación. 

—¿Y bien? ¿Simplemente te vas a quedar ahí parado? —resopló—. ¿Cómo se ve, Edward? 

Mina me miró a través de pestañas bajas, mordiendo el interior de su labio. 

Estrujó sus dedos, y me pregunté cómo se sentiría tener esos dedos pasándome por el cabello.

¿Cómo se veía? 

—Como una obra de arte —le respondí sinceramente. 

Isabella parpadeó, liberando el interior de su labio. Su boca se abrió ligeramente. 
Esos labios llenos llamándome a probarlos. 

Ella dejó escapar:

Alice me llevó a un salón de belleza elegante. Me maquillaron y me peinaron. —Sacó sus manos para mostrarme sus uñas pintadas—. Me hice la manicura y la pedicura,también. Luego me delinearon las cejas y me depilaron las pier…

Dándose cuenta de que estaba divagando, sus mejillas se volvieron rosadas y terminó rápidamente con un:

—Pero tú no quieres saber nada de eso.

Y todavía, yo la miraba fijamente. 

Tomando un montón de bolsas, caminó más allá de mí, la parte superior de su brazo pasando contra mi pecho. 

—Llevaré estas arriba. —La miré caminar por las escaleras en sus tacones.

Caminaba como un becerro recién nacido. 

Alice susurró:

—Estamos trabajando en eso. Dale tiempo. Esto es todo muy nuevo para ella. 

—No he dicho nada. 

Mi hermana se rió. 

—No hubo necesidad, Edward. Contigo nunca hay necesidad. —Sacudió una mano delante de mi cara—. Está todo escrito ahí, plano y simple, para que el mundo lo vea. 

La seguí a la habitación familiar, donde Nessa estaba jugando con sus muñecas. 

—Deduzco que las cosas fueron bien hoy. 

—Al principio no, pero —me sonrió—, me divertí. Fue divertido. Fuimos de compras, hicimos cosas de chicas, paramos para comer algo, y luego… —Hizo una pausa—. Está bien, entonces terminamos lo que estábamos haciendo, y le pedí a Isabella que me mostrara dónde vivía. —Su cara se oscureció—. No sé cómo alguien pudo haber vivido así durante siete años. 

¿Siete años? ¿Había vivido así por siete malditos años? 

Eché humo en silencio, queriendo matar a golpes a la persona que la puso en esta posición, e iba a descubrir quién era. 

—Estábamos por la zona, y de repente gritó “¡Detente!” así que, por supuesto, me asustó como el demonio y me detuve. Ella salió del coche con su almuerzo y persiguió a este pequeño ladrón adolescente. Él era solo un niño, Edward. —Sacudió su cabeza—. Entonces estaba observando y, finalmente, el niño se detuvo. Se veía casi dispuesto a aplastar cabezas. Pero entonces, la reconoció. Hablaron. Ella le pasó su sándwich. Él le sonrió. Ella saludó con la mano, volvió al coche, se subió, y actuó como si nada hubiera pasado. 

—Ya veo. —Lo vi desde el principio. La chica no era una ladrona. Tenía razón sobre ella. 

Alice me miró fijamente a los ojos. 

—Me gusta, Edward. Es una buena persona, ¿sabes?

—No. No lo sé. No todavía. 

Pero pretendo averiguarlo.
************
Isabella

—¿Isabella? —Oí vagamente.

No estaba interesada. Sin embargo, me removí más entre las mantas, desesperadamente esperando que se fundieran conmigo, así no tendría que irme.

—Es hora de despertar, Ratón.

Sacando mi barbilla del edredón, gemí larga y dolorosamente.

—Cinco minutos más.

—Debes recordar que dijiste lo mismo las últimas tres veces que traté de despertarte.

Oh. Era cierto.

Todo regresó a mí.

Edward había estado tratando de levantarme por unos veinte minutos, pero cada vez que juraba que estaba despierta y bien para que se fuera, caía dormida otra vez.

Espié hacia él. Estaba de pie junto a la cama, luciendo y oliendo frescamente a limpio. Su mandíbula era oscura por la barba de tres días, y su ligera colonia olía comestible. Mi respuesta fue apagada contra la cama.

—Está bien, estoy despierta. Dame cinco minutos.

—Te los daría, pero has probado ser bastante embustera en ese frente —acusó ligeramente.

Traté de fruncir el ceño, pero mis ojos somnolientos seguían parpadeando, arruinando el efecto. Sus ojos, del color de la miel caliente, se contrajeron en las comisuras mientras me miraba.

Sabía que había una sola cosa que hacer. De un solo golpe, las mantas volaron fuera de mí y me senté, sacudiendo mi cabeza para aclararla del sueño.

—Está bien. —Me puse en pie—. Síp. Eso lo consiguió. Estoy despierta. —Pero mientras, mis ojos empezaron a cerrarse otra vez. Murmuré—: Estoy despierta de alguna forma.

—¿Qué llevas puesto? —preguntó, su disgusto era claro.

—Mi nuevo pijama. —Miré hacia abajo al pijama amarillo canario y de vuelta a él un poco a la defensiva.

Me miró de arriba abajo y no en buena forma.

—Es horrible.

Mi nariz se arrugó.

—No lo elegí porque fuera bonito. Es cómodo.

No me atrevía a decirle que estaban en oferta a cuatro dólares.

—Nueva, debo añadir.

Mis ojos se habían cerrado otra vez, maldición.

Edward obviamente nunca había tenido un problema en su vida, porque su larga y cálida mano estaba repentinamente en mi frente.

—¿Estás segura de que estás bien? Pareces letárgica.

Levantando mi mano, empujé la suya gentilmente y me burlé.

—Estoy bien. Es esta cama. Es mágica. No quiero dejarla nunca. Si pudiera, comería en esta cama. Es la cama mágica.

Sonreí somnolienta hacia él, pero todo lo que podía enfocar era su duro ceño.

Sacudió su cabeza.

—No, no creo que estés bien para trabajar esta noche. Quizás la próxima semana.

Me quedé quieta.

—Espera, ¿qué?

Bien, eso tenía el efecto esperado. Me disparé fuera de la cama.

—Estoy bien. Me siento bien. Sólo necesito…

Mi cerebro aún no se había despertado con mi cuerpo.

—No lo sé. Necesito algo.

—Café —aportó.

Podría haberlo besado.

—Sí. —Esto vino en un largo suspiro.

—Ya está haciéndose. Quizás una ducha podría ayudar.

Estaba en lo cierto, por supuesto.

Abriendo mis ojos tan amplios como podía, arrastré mis pies hacia el baño. 

Habló tras de mí.

—Estaré escaleras abajo.

Mientras cerraba la puerta, me recordó:

—No trabes la puerta, Ratón. Odiaría que te durmieras y te cayeras ahí.

Fruncí el ceño pero no me molesté en remarcar su descaro. En vez de ello, rodé mis ojos, até mi nuevo cabello alisado hacia arriba y salté bajo el cálido rocío, con cuidado de no mojar mi rostro. Una vez despierta, me enjaboné, me enjuagué y salí.

Esta casa era como un enorme y cálido abrazo.

La cama era cómoda y caliente. La ducha era calentita. Las luces del baño calentaban mi cuerpo desnudo, secándome mientras estaba parada ahí, empapándome de pies a cabeza como la luz del sol. Era como un hotel de cinco estrellas. O así imaginaba que debía ser. Nunca realmente me quedé en un hotel antes, mucho menos uno que fuera de cinco estrellas.

Mientras estaba parada ahí, desnuda, pensé en Edward por qué me había traído 
aquí. Aún tenía que entenderlo. Parecía genuino en su gesto pero mi historia me había dicho que nunca conseguías nada por nada.

Estaba mentalmente lista para cuando el balón cayera.

Habiendo colocado mis ropas en el baño aquella tarde antes de mi siesta, me vestí con lo que llevaba cuando regresé de mi expedición de compras con Alice. 

Quitando el clip de mi cabello, lo cepillé suavemente siguiendo las instrucciones de la estilista; de otra forma, estaba destinada a tener frizz. Aparentemente. Lo que sea que significara esa mierda.

Mi maquillaje aún lucía bien. Estaba sorprendida por cuánto maquillaje habían aplicado a mi rostro para conseguir ese look “natural”. 

Me reí de mí misma. Esto era absurdo.

Mientras dejábamos el salón de belleza y regresábamos al coche, Alice me había dado una pequeña bolsa. Con mi ceño fruncido, espié dentro.

Era todo el caro maquillaje que había sido usado en mi rostro por la especialista en belleza.

—¿Qué…? —boqueé hacia ella—. ¿Por qué?

Se encogió de hombros.

—Se ve bien en ti, y no vas a ser capaz de conseguir el mismo efecto con las cosas baratas que compramos antes.

Vio mi obvia incomodidad y trató de calmarme.

—No tienes que usarlo, pero no puedo devolverlo. Me gustaría que lo usaras.

Aún estaba insegura.

Lo intentó por otra ruta y una tentativa mirada aburrida.

—Además, el club tiene una reputación de tener a algunos de los rostros más hermosos del país. —Me miró de lado—. Traerás abajo ese estándar con tu maquillaje de mierda.

Sonreí entonces.

—Gracias, Alice

Ella respondió.

—De nada, Isabella.

Sosteniendo mis tacones en una mano, bajé las escaleras y encontré a Edward sosteniendo a Vanessa en su regazo mientras servía dos tazas de café.

Ella balbuceó, agarrando su solapa en su diminuto puño, y él besó la cima de su cabeza.

Aclaré mi garganta en la puerta, no queriendo interrumpir.

—Perdón.

—No te disculpes. Esme estará aquí en unos minutos.

Respondió a mi pregunta no formulada.

—La nana de Vanessa. La verás mucho por aquí.

Me entregó una de las tazas de café.

—Lo siento, no sabía cómo lo tomabas.

—Negro y directo de la cafetera —pronuncié, tomando la taza con una sonrisa de agradecimiento. Lo probé lentamente y estaba maravilloso. 

No podía evitar mirar a la regordeta pequeña niña de largas pestañas. Mi pecho se apretó con admiración.

—Es adorable, Edward.

Él retrocedió para mirar hacia abajo a su hija. Su suave respuesta casi me hace desmayarme de debilidad.

—Es mi vida.

La calidez me inundó, dejándome en una neblina de maravilla. ¿Qué había hecho tan bien en mi vida que tenía que venir a cruzarme con Edward Cullen? Sea lo que fuere, estaba agradecida por ello.

La pequeña niña se giró y, finalmente mirándome, parloteó.

—Zhena. Zhena. Zhena.

Mi nariz se arrugó con mi sonrisa.

—¿Qué está diciendo?

Edward me miró de cerca.

—Ella no sabe tu nombre. Está llamándote en su versión de “señora” en ruso.

—Oh, ¿entonces eres ruso? —pregunté, estúpidamente.

Pacientemente, Edward respondió y me elogió no llamándome tonta.

—Sí, por mi padre y mi madre.

—Oh, genial —dije. Y lo que siguió fue un incómodo silencio.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Edward preguntó:

—¿Dónde está tu familia, Isabella?

Mi respuesta fue corta.

—Muerta. Soy huérfana. No conocí a mi padre y mi madre murió cuando tenía doce. Mi abuela no me quería, así que fui a parar a familias adoptivas. Me escapé cuando tenía diecisiete.

Afectado por mi repentino cambio de humor, Edward susurró.

—Está bien.

Y sonó apagado. Casi infantil.

La puerta se abrió repentinamente, y una manada de gente entró a través de ella, conversando audiblemente y abiertamente.

Alice entró primero, rostro rojo, labios apretados, discutiendo con el hombre junto a ella.

—No doy una mierda por quién era, Jaz.

El hombre, quien adivinaba fácilmente que era Jasper, venía tras ella, sonriendo como el gato de Cheshire.

—Seguro que lo haces, nena.

Alice se giró y su labio se curvó.

—Era de alguna forma bonita en esa forma de “Espero que no te importen las enfermedades de transmisión sexual”.

Jasper era alto, musculoso, y llevaba pantalones de vestir, una camisa blanca enrollada en las mangas para revelar un manojo de coloridos tatuajes, y tenía un palillo de dientes saliendo por la comisura de su boca. Sus ojos azules resaltaban en una forma que me hizo desear mirarlos por días, y no estaba perturbado para nada por la ira de Alice.

—Ya me conoces. Sin barreta, no hay pañuelo.

Una hermosa pelirroja entró tras Jasper. Inmediatamente noté que tenía los mismos ojos que Jasper. En la forma en que sonreía, solo tenía ojos para Edward, y cuando me vio, su sonrisa cayó rápidamente.

Edward le guiñó un ojo, con una mirada tierna.

—Rosalie.

Mi estómago se apretó violentamente con la forma en que Edward la miró. No entendía. Quiero decir, entendía. Era bonita en una forma en la que yo simplemente no podía competir.

—Bien, ahí estás, princesa. —Rosalie tendió sus manos, sonriendo una vez más, y Edwardle entregó a Vanessa como si fuera un suceso regular.

Mi estómago se apretó. Otra vez.

¿Qué demonios pasaba aquí? ¡Quieto, estómago!

Meció a Vanessa en su cadera, besando su mejilla. Nessa no mostraba signos de incomodidad con la mujer.

Me miró y habló suavemente, con voz melódica.

—Hola. Soy Rosalie.

Abrí mi boca para responder, ya tendiendo mi mano cuando Edward se enderezó.

—Esta es Isabella. La nueva chica del bar.
Le sonreí.

—Sí, lo que él dijo.

Ante su explicación, la tensión decayó visiblemente de Rosalie, y se dirigió más cálidamente hacia mí.

Sacudió mi mano ligeramente.

—Oh. Eso es genial. Estaremos trabajando juntas.

Jasper me miró entonces, parecía sorprendido, como si acabara de notar otra persona en la habitación.

—¿Qué hay? Soy Jasper.

Me miró de arriba abajo apreciativamente antes de girarse hacia Edward y sonreír ligeramente.

—¿Dónde la encontraste?

Con sus ojos sobre mí, Edward respondió sin emoción.

—Robando la billetera de Emmett.

Mi corazón vaciló antes de empezar a acelerarse. Todos se quedaron en silencio hasta que Jasper parpadeó hacia mí diez segundos completos antes de estallar en risas.

Mis mejillas se calentaron, pero mi cuerpo se congeló. Sentía las miradas de  todos en la habitación y la tensión se volvió demasiado.

Lo entendía. Robé la billetera de su hermano. Era un movimiento de mierda. Si no estuviera desesperada, no lo habría hecho. ¿Sería castigada por siempre por eso?

Murmuré bajo:

—Imbécil. —Antes de girarme sobre mis talones y salir taconeando por la puerta de la cocina.

Casi caí sobre mi trasero con estos malditos tacones, pero Alice me tenía. 

Necesitaba acostumbrarme a caminar es estos.

Diez minutos pasaron, y por el camino, espié a una mujer mayor con cabello oscuro y ondulado, al igual que sus ojos, viniendo hacia la casa. Se detuvo cuando me vio, así que sonreí.

—Usted debe ser Esme.

—Lo soy —aseguró cuidadosamente.

Tomé un paso hacia adelante.

—Soy Isabella.

Señalé hacia atrás a la casa con mi pulgar.

—Estoy viviendo aquí temporalmente. Edward me dijo que la vería un montón.

Sus ojos se ampliaron y su mandíbula casi cayó.

—¿Estás quedándote… aquí? En la casa… ¿con el señor Edward?

Mi asentimiento fue lento. Parecía más que sorprendida. Más como atónita. 

¿Por qué esa reacción?

Recuperándome, tanteé con una sonrisa, pero era incómodo.

—Un gusto conocerte, Isabella —dijo, moviéndose hacia la puerta de la cocina.

—Lo mismo digo —respondí justo cuando cerraba la puerta tras ella.

Esperé en la fría brisa por algunos minutos más antes de que la puerta se abriera y todos menos Esme y Vanessa, salieron. Sentí los ojos de Edward en mí, pero no le di la satisfacción de mirar hacia arriba.

Alice sonrió con simpatía mientras me miraba evitar las miradas de escrutinio de todos los demás.

—¿Lista para conseguir esa bomba de sangre?

—Seguro. —Suspiré.

Quiero decir, en serio. ¿Cuán malo podía ser?
*********************
Hola a todas he aquí un capitulo nos vemos el viernes.

14 comentarios:

  1. Muchas cosas pasaron. Que malo es edward al dejar en verguenza a bella.
    Te espero el viernes!

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  2. Enganchadisima con la historia!!!

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  3. Ouchh creo que Bella no se imagina que de verdad puede ser trabajo pesado, sólo espero que Edward la ayude y no les pase nada malo....
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  4. Hola hola Annel me pregunto quien es la madre de la hija de Edward y porque la reacción de Esme respecto a que Bella vive en la casa, será genial leer sobre su primer día de trabajo
    Gracias por el capítulo te leo el viernes
    Saludos y besos Annel 😘😘😘😘

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  5. Ese Ed es toda sencivilidad 😅😁
    Digo con la duda k la mamá de Vanessa??

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  6. AaaaaA que manera de poner las cosas..... Ahora espero con ansias el próximo capitulo. Como le ira a Isabella en su primer día 😱

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  7. Ahhh me encantó el capitulo porfa dime q rosalie no es la mamá de nessa!!!
    Lamento no averte leído antes pero en fin espero el viernes con :-)

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  8. Me encantó gracias por el capítulo

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  9. Ansiosa x el siguiente Graciassssssssssss

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  10. Gracias!!! Me encantó el capítulo.

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  11. Por qué la reacción de Esme respecto a lo que le dijo Bella?? Y la mamá de la hija de Edward??? Quiero saber más. Gracias

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  12. quien es la mama de nessa?
    y que malo ed al avergonzar asi a bella

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