Capitulo 12
Edward
—¿Isabella?
Muevo
mi mirada a la izquierda y a la derecha cuando paso por cada pasillo,
habiéndola perdido hace casi diez minutos. ¿A dónde diablos se fue?
Los
chicos y yo terminamos en el sitio hoy más temprano y con un poco de luz del
día, regresé a casa del trabajo para encontrar a Isabella trabajando en el
jardín. Ella quería comprar un poco de tela de alambre o algo así para las
plantas de tomate y pensé en añadir un borde de piedra alrededor del árbol en
el patio trasero, así que nos subimos a la camioneta y nos dirigimos a Home
Depot.
Sin
embargo, después de hacer la orden para la piedra, la perdí.
Finalmente
la encuentro al final de un pasillo hurgando en una caja poco profunda que está
en un estante. Estando parado, saca una hoja de baldosas y la sostiene frente a
ella, estudiándola. Llevando las dos herramientas de jardín nuevas que había
escogido, camino hacia ella, armándome de valor.
Hoy
se ve hermosa y le sigue sucediendo mierda a mi cuerpo cada vez que la miro.
Como si hubiera cables vivos debajo de mi maldita piel. Camiseta negra,
pantalones cortos blancos, cabello suelto y libre, maquillaje al mínimo, no usa
frivolidades y le funciona. Hija de granjero y exactamente mi tipo de hace
algún tiempo.
Sacudo
mi cabeza, despejándola.
—¿Qué
es eso? —pregunto, acercándome.
Me
mira, aún sosteniendo la hoja cuadrada de baldosas.
—Es
una placa para salpicaduras.
Extiendo
mi mano libre y paso mi pulgar sobre las tiras de piedra marrones pegadas al
papel.
—¿Placa
para salpicaduras?
—Te dedicas a la
construcción —dice, dándome una mirada de regaño—. ¿Nunca miras HGTV? Las
placas para salpicaduras lo son todo en la decoración del hogar.
—Sí,
lo he visto —le aseguro, dejando caer mi mano—. Es solo que... no sé. Parece
como algo superfluo.
Pone
los ojos en blanco, con su mirada en las piedras otra vez.
—Son
las pequeñas cosas las que añaden personalidad a una casa —me dice—. Un
candelabro artístico, la alfombra correcta y la placa para salpicaduras. —Da
vuelta a la hoja, mirándome y mostrándome—. Esto va contigo. Quedaría genial
con lo que has hecho en la cocina.
—Conmigo,
¿eh? —Dejo escapar una risita, mirándola a los ojos—. ¿Y qué soy?
Su
sonrisa cae y una mirada de sorpresa atraviesa sus ojos.
Parpadeo.
—No
quise decir eso... de esa forma —le digo.
No
es lo que dije, sino cómo lo dije. Demasiado insinuante.
Sin
embargo, parece restarle importancia, girando la hoja y mirándola con aprecio
nuevamente.
—Me
recuerda a una cueva —dice finalmente—. Eres como una cueva. No revelas todos
tus secretos a la vez. Quién sabe qué tan profundo llegas, ¿cierto?
Mis
cejas se levantan. ¿Qué?
¿Qué
tan profundo llego? ¿Acaba de...?
Sus
ojos repentinamente recorren el espacio y mueve su mirada rápidamente hacia mí,
luciendo mortificada.
—Quiero
decir —dice apresuradamente—, como... en el... en el interior. Tu personalidad.
—Un rubor cubre sus mejillas—. No quise decirlo como... ugh. —Sus hombros se
hunden y vuelve a meter la hoja en la caja, rindiéndose—. Ahora iré a babear
sobre los accesorios para el baño. Adiós.
Y
se aleja de mí rápidamente, desapareciendo por un pasillo.
Mi
boca se curva en una sonrisa y rompo en una risa silenciosa, mirándola.
—Entonces,
¿qué piensa? —Un joven con un delantal naranja aparece por el rabillo de mi
ojo.
Sin
embargo, no lo miro, sigo mirando el pasillo por el que ella acaba de
desaparecer.
—Comenzaremos
con tres cajas de esto. —Señalo las baldosas en el estante—. Veremos cómo
lucen...
Se acerca y comienza a
descargar las cajas.
—Sabia
elección. Esposa feliz, vida feliz, ¿cierto?
Esposa
feliz, vida…
Lo
miro sacar una caja y llevársela, y el pulso en mi cuello palpita
repentinamente.
¿Piensa
que es mi esposa?
Una
sonrisa tira de la esquina de mi boca y no estoy exactamente seguro de qué
emoción está llenando mi pecho en este momento, pero se siente bien y hay mucho
de eso.
Más
tarde esa noche, me recuesto en el sofá con el brazo metido detrás de la cabeza
y una cerveza en la mano, mirando la televisión. He estado en un lúcido
aturdimiento desde hace un rato, mientras un programa se ha convertido en
cinco.
Dejo
mi cerveza y levanto el control remoto, finalmente apagando el HGTV y
parpadeando, creo que por primera vez en tres horas.
—Tiene
razón —murmuro—. Están malditamente obsesionados con la placa para
salpicaduras.
En
un momento de curiosidad, había sintonizado el canal después de llegar a casa
de Home Depot y es como si me hubiera desmayado después de eso, solo
despertando momentáneamente para hacer un sándwich e intentar hablar con Jacob.
Sin
embargo, ahora salió de nuevo, dándose una ducha rápida y saliendo rápidamente
después de llegar a casa del trabajo y darse cuenta que Isabella no estaba
aquí. Pensé que podríamos ir a cenar tarde o algo así, pero al parecer, sus
planes no se podían cancelar de nuevo.
O
tiene miedo de estar a solas conmigo. No es como si quisiera pelear, tampoco.
Incluso simplemente ver juntos un programa en la televisión estaría bien.
Quiero decir, hemos logrado no matarnos el uno al otro en el pasado. Solía
caerle bien.
¿Y
de dónde saca todo este dinero para salir de fiesta? Tiene que estarse gastando
todo lo que está ganando.
No es que tenga prisa por
hacer que ahorre dinero y se vaya, pero creo que ahora puedo juzgarme tan
duramente como juzgué a Isabella. Cuanto más haces por alguien, menos hacen
por sí mismos. Soy tan culpable como ella. Jacob no crecerá hasta que se
vea obligado a hacerlo.
Bebo
el resto de mi cerveza y me pongo de pie, llevando la botella vacía a la
cocina.
Mi
teléfono suena en mi bolsillo y lo saco.
Emmett.
—Hola
—respondo, arrojando la botella a la basura.
—Hola.
Deberías venir a Grounders ahora mismo.
¿Eh?
—Como
en este momento —agrega antes que tenga la oportunidad de decir algo.
—¿Por
qué?
—Porque...
—hace una pausa y escucho una risa un poco entrecortada—, Isabella está, mmm...
portándose mal, supongo que podría decirse.
Me
enderezo y frunzo las cejas.
—¿Portándose
mal? —repito—. ¿Qué significa eso? ¿Y por qué crees que me importa? No soy su
papá.
La
música retumba en el fondo y puedo escuchar a una multitud hablando y riendo.
Uno de mis chicos se va a casar en un par de semanas, así que el equipo lo sacó
esta noche. Necesitamos al menos una persona sin resaca mañana, así que me
quedé en casa.
—Si
tú lo dices, hombre —responde como si no creyera que no me importa—. Pero a tu
hijo puede no gustarle lo que estoy viendo en este momento. Lo que todo el
mundo está viendo en este momento.
—¿De
qué estás hablando? —pregunto.
—Vas
a tener que venir a averiguarlo. Solo espero que no llegues aquí demasiado
tarde.
Se
escucha un clic y creo que colgó.
—Emmett
—grito al teléfono—. ¡Emmett!
Exhalo
y aparto el teléfono de mi oreja, cerrando de golpe la tapa del bote de basura.
Pero me detengo, mirando
bien algo que está encima. Levantando la tapa nuevamente, saco media hoja color
rosa; la chica pin-up en el volante llama mi atención. Estudiándola, dejo que
se cierre la tapa y la leo.
¡Noche de aficionados!
¡Mójate! (Tu camiseta,
como sea)
27 de mayo a las 9 p.m.
The Hook en Jamison Lane
¡¡¡Gran Premio $300!!
Enderezo
mi espalda, tomando nota de la fecha y luego me relajo un poco. Aún faltan un
par de semanas, así que Emmett no se refería a esto. No está sucediendo esta
noche y no es en Grounders.
De
todos modos, probablemente el volante sea de Jacob.
Pero
por reflejo, le doy la vuelta y veo la escritura en la parte posterior.
¡¡Haz ese $, chica!!
Arqueo
una ceja.
¿Esto
es de Isabella? Es de The Hook. ¿Su hermana le dio esto? Jesús, ¿qué le pasa a
esa chica? ¿Quién animaría a su hermana menor a participar en un concurso de
camisetas mojadas, por el amor de Dios?
Aunque
por otro lado, no es esta noche y ella lo desechó, así que eso es algo bueno.
Pero
ahora estoy ansioso.
Me
gusta la chica. No quiero que sienta que tiene que hacer mierdas como esta para
ganar dinero. No los estoy echando de mi casa, ¿o sí?
Arrojo
el papel y froto mi cuero cabelludo, exasperado. A Emmett le gusta meterse con
la gente, especialmente conmigo, pero sí durmió en una mesa de billar porque
era demasiado orgullosa para pedir ayuda. No toma las mejores decisiones.
Gruño,
sabiendo que ahora no me voy a relajar. Deslizando mi teléfono en mi bolsillo,
tomo mis llaves y apago las luces antes de salir de la casa.
Subiendo
a mi camioneta, enciendo el motor y prendo la radio lo más alto que puedo
soportarlo para distraerme de la preocupación acumulándose en mis entrañas.
Solo tuvo que llamar e inventar una mierda, ¿cierto?
Aunque
parecía más entretenido que angustiado, por lo que probablemente estaba
fastidiándome. Solo quiere que salga de la casa.
Toma
menos de diez minutos llegar a Grounders y encuentro un espacio de
estacionamiento a la vuelta de la esquina, no demasiado lejos. Puedo escuchar
la música desde aquí y me pregunto si las ligas locales tuvieron algunos
partidos de béisbol esta noche y todos siguen celebrando.
Portándose
mal. Sacudo mi
cabeza, abriendo la puerta. La chica no sabe el significado de la palabra. Es
tan buena como el oro.
Respirando
profundamente, abro la puerta y casi hago una mueca por el ruido. Es difícil de
creer que, esto exactamente fue lo mío alguna vez.
Addicted
to Love resuena a
través de terribles bocinas y las mesas redondas y altas están repletas de
clientes. El bar está lleno, ni un solo taburete vacío y miro alrededor, viendo
que las cabinas también están llenas. Algunas mujeres hacen cola para ir al
baño, la mesa de billar está rodeada por espectadores y el aire es humeante y
cargado. Ya puedo sentir los ojos sobre mí.
Asiento
hacia Calista Mankin mientras sus ojos se iluminan y me saluda, y veo a James
Lowry por el rabillo mi ojo. Ambas personas probablemente solo las he visto
cinco veces desde la escuela preparatoria y ya me siento incómodo.
Mi
mirada finalmente cae sobre Isabella mientras se para frente a la rocola, las
páginas dan vuelta frente a ella mientras escanea la lista de reproducción a
través del cristal. La multitud es densa, pero veo la parte de atrás de su
cabeza. Reconocería su cabello en cualquier parte.
Mis
hombros se relajan un poco. Sabía que era solo una trama estúpida para que
viniera aquí. Está bien.
Me
muevo entre la gente, intentado encontrar a Emmett y a los chicos, pero luego
veo a Isabella alejarse de la máquina de música y regresar a la barra, y ahí es
cuando la veo entre la multitud y veo lo que lleva puesto.
Mis
ojos se encienden. Isabella, Jesús...
Sus
jeans le quedan tan ajustados como siempre, las curvas de su trasero en forma
de corazón son perfectas, pero sus malditos pechos amenazan con salirse de
su... corsé. ¿Por qué demonios está usando lencería?
Es
una blusa blanca, brillante y atada al frente en un corpiño en forma de corazón
con pequeños volantes de apariencia recatada a lo largo de los bordes. Mis ojos
caen a su escote, mi cabeza gira con imágenes de lo que se derramará cuando lo
desamarre esa noche.
El corsé ni siquiera llega a
la parte superior de sus jeans, sino que se detiene justo por encima de sus
caderas, su cintura estrecha y su vientre atraen la atención de cada hombre
junto al que pasa. Los cordones se ven ajustados, dándole un aspecto de reloj
de arena que solo mendiga las manos de un hombre. Empuño las mías.
La
piel de sus hombros desnudos, su cabello cayendo por su espalda, el balanceo de
sus caderas mientras camina... Arranco mis ojos antes de ser atrapado. Se abre
paso hacia detrás de la barra de nuevo e ignoro algunas de las sonrisas
satisfechas de los hombres que están en la habitación mientras la siguen con la
mirada y trato de no preguntarme qué es lo que sus silenciosos susurros se
dicen entre sí.
Veo
una mano agitándose en la esquina de mi visión y muevo mi mirada rápidamente
hacia Emmett sentado con los chicos en una butaca. Me acerco.
—¿Qué
diablos lleva puesto? —refunfuño, deslizándome dentro de la butaca.
Emmett
gira su cabeza hacia mí, con su bebida a escasos centímetros de sus labios.
—Es
el espectáculo de lencería —me dice—. Lo tienen todos los jueves por la noche.
Las cantineras y las camareras se ponen camisones o corsés y sirven bebidas y
comida. Es divertido.
No,
en realidad no.
Pero
miro a mi alrededor y veo a otras mujeres que llevan aperitivos y traen
bebidas, algunas de ellas con atuendos muy delgados. Al menos el corsé de Isabella
parece tan delgado como una armadura.
—Pero
Isabella nunca lo ha hecho antes —continúa—. Eso es lo que me sorprendió. Pensé
que deberías saberlo.
—¿Por
qué diablos querría saberlo? —Saco una cerveza del cubo de hielo sobre la mesa.
—Sí,
lo siento. —Se da vuelta, murmurando en su vaso—. Parece que no te puede
importar menos.
Lo
miro de reojo, escuchando la risa en sus palabras.
Volviendo
a poner la cerveza en el cubo, sin tocar, me levanto y me dirijo a la barra.
Oigo un bufido detrás de mí, pero no me importa. Ella es como mi
responsabilidad y no quiero que haga cosas como esta, porque piense que
necesita dinero.
Solo
hay una cantinera además de Isabella. La dueña, Esme. Estoy seguro que no me ha
olvidado, así que me dirijo hacia el extremo opuesto y capto la atención de Isabella
mientras quita las tapas de una fila de seis botellas de cerveza.
—¿Qué
diablos llevas puesto? —Me inclino, hablando tan bajo como puedo.
Mueve su cabeza hacia mí,
encuentra mis ojos y rápidamente se aleja de nuevo como si fuera la última
persona con la que quiere lidiar en este momento.
Entrega
las cervezas, recoge el efectivo y se gira, tocando la pantalla frente a ella.
—Está
bien —me asegura—. Solo es un corsé, Edward.
—Todos
te están mirando.
Asiente,
sonriendo sarcásticamente.
—Ese
es el punto.
—Isabella.
—Suspiro, intentando susurrar mientras me aprieto para rodear a un anciano en
la barra—. Este es un pueblo pequeño. ¿Qué pasa si tu padre entrara?
—No
viene aquí —dice, cerrando el cajón de la caja registradora y mirándome
finalmente—. Y normalmente tú tampoco. —Un rubor cruza sus mejillas—. Además,
no soy estúpida. No tomaría parte en algo que creyera que me humillará.
Se
da vuelta y entrega el cambio al cliente, pero él le hace señas para que se lo
quede. Sonríe y se da la vuelta, dejando caer los billetes en un recipiente ya
desbordado.
—¿Qué
siquiera estás haciendo aquí? —dice, comenzando a mezclar otra bebida—. Pensé
que no vendrías a la despedida de soltero, porque... —deja la botella y hace
comillas en el aire mientras imita mi voz gruñona—, tiene que haber al menos
una persona sobria en el trabajo mañana.
Arqueo
una ceja hacia ella. No sueno así.
Metiendo
mi mano en mi bolsillo, saco el volante y lo empujo sobre la barra hacia ella.
Se
queda quieta y su rostro palidece.
—¿Dónde
encontraste eso?
Lo
agarra y lo tira en algún lugar debajo de ella. A un bote de basura,
probablemente.
Tomando
una servilleta, la coloca frente a un cliente y le da la bebida fresca que
acaba de preparar.
—Si
necesitas dinero —le digo mientras se gira para marcar un pedazo de papel—. Te
prestaré lo que sea que necesites, ¿de acuerdo?
Y se detiene, moviendo
lentamente sus ojos hacia mí. Su mirada se agudiza, enojada y parece como si
quisiera gritarme, pero no lo hace. En cambio, se da la vuelta rápidamente,
camina hacia el otro lado de la barra y atraviesa la partición, girándose solo
lo suficientemente rápido para hacerme un gesto con el dedo para seguirla antes
de volverse a girar y dirigirse por el pasillo.
Mi
estómago se hunde. Realmente no es mi intención molestarla tanto como lo hago.
¿Qué dije ahora?
Moviéndome
a través de la multitud, camino por el pasillo vacío, llegando finalmente a la
misma habitación en la que estaba llorando cuando la hice molestarse la última
vez.
Entrando
por la puerta abierta, la veo de pie con las manos en las caderas y su cabeza
inclinada hacia mí.
—Preferiría
comer en un contenedor de basura que tomar dinero de ti —dice mordazmente.
Debería
callarme. Pero Dios me ayude, no puedo.
—Odio
decírtelo, pero ya lo haces —le digo—. Vives en una casa donde no pagas
alquiler, ni servicios públicos, señorita.
—¡Cocino
y limpio para ti! —grita, pero dudo que alguien pueda escucharnos aquí atrás y
por encima de la música—. ¡Pago a mi manera, imbécil arrogante!
—Está
bien, está bien —gruño, parpadeando larga y duramente—. Tienes razón, ¿de
acuerdo? Pero, Isabella, los hombres se harán ideas. Pensarán que tienen un
pase libre y pueden tocar lo que le pertenece a mi hijo. Lo estás avergonzando.
—¿Tu
hijo? —se burla, riendo—. Bueno, no lo viste, en realidad. Ya me vio y no le
importa, Edward. Pensó que me veía bien y luego se fue con sus amigos. ¡No le
importa!
—¡Bueno,
a mí me importa!
Las
palabras salen de mi boca antes que pueda detenerlas y me congelo, casi
demasiado asustado para respirar.
Oh,
mierda. ¿Que acababa
de decir?
Su
boca se abre un poco, pero se calla, probablemente conmocionada por mi
arrebato. Sus ojos permanecen fijos en los míos, sin pestañear, con una mezcla
de confusión y sorpresa escrita por todo su bonito rostro.
Pero
en lugar de arrepentirme, mi temperamento vuelve a aumentar rápidamente. ¿Cómo
diablos puede no importarle?
¿Y
por qué a mí sí?
Jesús,
mierda.
Es una adulta, ¿cierto? Y si
a su novio no le importa, entonces ¿quién soy yo o cualquier otra persona para
dar su opinión sobre sus decisiones? No me corresponde.
No,
no hay nada de malo con lo que hace su hermana para mantenerse a sí misma o en
cómo Isabella está vestida esta noche. Se ve jodidamente hermosa.
Simplemente
no... quiero que su cuerpo sea para todos.
—Eres
especial, Isabella. —Me acerco un paso más hacia ella—. Lo sabes, ¿cierto?
Sus
ojos comienzan a brillar, su mirada vacila y mira hacia otro lado.
Dios,
¿sabe lo increíble que es?
Me
permito observar su piel suave y resplandeciente y la curva de su cintura
frente a mí que es perfecta para aferrarse a ella. Un hombre debería verla
vestida así y debería ser un hombre que aprecie lo que tiene.
—No
hagas cosas fuera de tu naturaleza por dinero —le digo—. Eres perfecta como
eres. No cambies.
No
quiero que cambies.
—Es
solo un corsé, Edward.
—Sí
y luego será un concurso de camisetas mojadas y un trabajo en The Hook,
¿cierto? —contrarresto.
Pone
los ojos en blanco y se da la vuelta, agarrando una caja de Bud Light y
dejándola en mis brazos. La agarro justo a tiempo. Luego se estira para tomar
una caja de Budweiser y toma la delantera para salir de la habitación,
terminando con nuestra conversación.
Pero
la sigo, llevando la caja para ponerla sobre mi hombro.
—No
vas a trabajar en The Hook —le digo.
—Y
no eres mi papá.
Casi
le lanzo una mirada de odio detrás de su espalda, pero eso sería inmaduro. ¿Por
qué arruinar el excelente ejemplo de un adulto sensato y responsable que he
establecido desde que entró en mi casa?
Deja
su caja sobre la barra y se da vuelta, tomando también la caja que tengo yo.
Abro
la boca para tratar de decir algo, cualquier cosa, para suavizar cualquier daño
que haya hecho de nuevo y aun así, intentar que se ponga algo de maldita ropa.
Pero
me interrumpe antes que pueda decir algo.
—Necesito otra caja de Bud
Light —me ordena por encima del hombro.
Sacudo
mi cabeza. Maldito sea su descaro.
Me
doy la vuelta y vuelvo al almacén de licor, tomando otra caja de cerveza.
Después de dejarla en la barra, me dirijo a la mesa donde los chicos todavía
están congregados y saco la misma botella de Busch Light que tenía antes.
—¿Te
quedas? —pregunta Emmett.
Me
encojo de hombros, mirando a cualquier parte menos a la barra.
—Por
un rato, supongo.
Me
bebo la botella en un minuto y no es mi cerveza favorita, pero de repente estoy
demasiado avergonzado para ahora ir al bar y pedirle Corona. Debí haber pedido
una cuando estuve allí.
Sin
embargo, una mesera se acerca y estoy a punto de llamar su atención, pero noto
que ya se dirige hacia mí con una bandeja de tragos. Es linda con su minifalda
negra y chaleco negro, pero no luce mucho más grande que Isabella.
Sonríe.
—Hola,
chicos. —Y luego comienza a descargar su bandeja, acomodando una ronda de
tragos frente a nosotros. Tienen rosa o naranja en el fondo con algún tipo de
líquido amarillo en la parte superior.
—¿Qué
es esto? —pregunta Jason Bryant, uno de mis chicos.
—Se
llama Pastel Volteado de Piña —dice—. Va por cuenta de la casa. Isabella dice
que son los favoritos de Edward.
Una
ronda de risas explota alrededor de la mesa ante el trago “elegante” que ahora
todo el mundo cree que bebo y lanzo a Isabella una mirada en la barra.
Sonríe,
dándome su sonrisa más grande y orgullosa.
Y
ahora ya no estamos enojados el uno con el otro.
Tomando
el trago, lo bebo, el alcohol baja como un caramelo y aunque sabe bien, no
estoy seguro de cuál es el punto. No puede haber suficiente alcohol para sentir
algo.
Aunque
estoy seguro que será un chiste muy exitoso si alguna otra vez decido unirme a
los chicos para tomar una copa.
Después
de aproximadamente una hora y otra cerveza, la multitud se ha reducido un poco
y estoy bastante animado con la música de los 80s. Isabella parece estar bien y
no estoy seguro de por qué pensé que necesitaba protección.
Simplemente debería irme.
Pero
justo entonces, aparece una Corona frente a mí y levanto la mirada para ver a Isabella
parada a mi lado.
—Hola
—dice, su expresión es suave y gentil.
Estoy
seguro que sería así todo el tiempo si simplemente dejara de joderlo todo.
—¿Estás
bien, cariño? —le pregunta Emmett.
Ella
lo mira y sonríe y luego vuelve a mirarme.
—En
realidad, iba a llamarte —dice, bajando la voz—. No sé si te vas a quedar hasta
tarde, pero me preguntaba si había alguna forma de que pudieras llevarme a casa
esta noche. No salgo hasta las dos. ¿Es demasiado tarde?
Sus
ojos se disculpan como si temiera ser un inconveniente, pero por supuesto, le
dije que me dijera si necesitaba que la llevaran a casa. Estoy feliz de
hacerlo.
—No
hay problema. Aquí estaré.
Pero
Emmett empuja mi codo.
—Tenemos
que estar en el sitio a las cinco de la mañana, solo recuerda.
—Está
bien —digo secamente, apenas mirándolo.
Por
supuesto, me encantaría dormir más de un par de horas, pero esta no es una
elección.
Isabella
da un paso atrás.
—¿Estás
seguro? —pregunta nuevamente—. Podría preguntarle a Esme. Está un poco fuera de
su camino, pero no quiero que pierdas horas de sueño.
—Está
bien —le aseguro—. Aquí estaré.
—Bueno,
¿por qué no simplemente le das tus llaves? —dice Emmett—. Te dejaré en casa y
ella puede llevarse tu camioneta. De todos modos, me iré de aquí pronto.
Hijo
de... ¿Cuál es su
maldito problema?
Pero
Isabella se apresura a intervenir, disculpándose.
—No,
no, está bien. Puedo...
—Mierda,
dije que estaba bien —digo bruscamente, callando a todos. Luego miro a Emmett—.
¿Te podrías callar?
Se
da vuelta, frunciendo los labios, porque quiere malditamente sonreír como si supiera
algo.
Todos se quedan quietos por
un momento, sacudo la cabeza, sacando mis llaves del bolsillo. No hay ninguna
razón lógica para esperarla si Emmett me ofrece un aventón ahora.
Le
entrego las llaves.
—Aquí
tienes. Funciona a la perfección.
—¿Estás...?
—Sí,
estoy seguro —le digo—. Está bien.
Desliza
las llaves en su bolsillo.
—Gracias.
—La
camioneta está estacionada a la vuelta de la esquina.
Asiente
y se dirige de regreso hacia la barra, mirándome una vez. Reviso mi teléfono,
viendo que es casi medianoche y si Emmett me va a dar un aventón preferiría
terminar con esto ahora.
Tomo
un trago largo de la Corona, bebiéndome aproximadamente la mitad. No escapó a
mi atención el hecho que también recordara qué cerveza me gusta. Sacando un
poco de dinero, tiro unos cuantos billetes en la mesa por lo que sea que haya
bebido y le digo a Emmett:
—Vamos.
Se
levanta de la mesa, su corte de cabello se desordena mientras bosteza. Nos
dirigimos hacia la puerta y paso frente a la barra, arrojando algunos billetes
en la parte superior frente a Isabella.
Me
da una mirada conocedora.
—¿No
hablamos sobre esto?
—Solo
soy un cliente.
La
mirada en sus ojos dice que no cree en mi razón para darle propina, pero el
humor en su mirada dice que lo dejará ir. Esta vez.
Salimos
y cruzamos la calle en dirección a la Tahoe de Emmett y subimos.
—Realmente
no querías esperar hasta las dos, ¿verdad? —pregunta mientras nos abrochamos el
cinturón de seguridad.
De
hecho...
—No
—le digo, decidiendo que no tengo la energía para hablar de eso—. Gracias por
el aventón.
Se aparta de la acera y me
reclino un poco, moviendo el asiento hacia atrás para obtener más espacio para
las piernas. Su esposa usualmente está en este asiento. Echo mi cabeza hacia
atrás y la cubro con mi mano, cerrando los ojos.
Siento
que el auto da una vuelta en U y acelera por la calle, dirigiéndose a casa.
Permanece en silencio durante unos minutos mientras encuentra una estación de
radio y el resplandor de las luces de la calle brilla a través de mis párpados
cerrados. Es un camino corto de regreso a casa, pero aun así, me hubiera
gustado haber sido quien la trajera. ¿Quién sabe si ese imbécil de su ex
intenta volver en la próxima hora? ¿Caminará hasta el auto con alguien?
Aunque
no solo estoy preocupado por su seguridad. Tengo este impulso de asegurarme que
esté bien y que sea cuidada y aunque he intentado transformarlo en un tipo de
responsabilidad “paternal”, no lo es.
Nunca
lo será.
Me
gusta lo que siento cuando la veo y hablo con ella y pienso en ella. Incluso
cuando peleamos. Y debo admitirlo, me siento atraído por ella.
Lo
odio, pero ya no puedo seguirlo ignorando y pretendiendo que no está allí.
Necesito lidiar con eso.
Sin
embargo, no tiene que ser un gran problema. Pasamos por la vida encontrándonos
con personas que nos atraen todo el tiempo. Sucede y no puedes evitarlo. No
significa que intentaría algo. Simplemente me siento culpable porque sucediera
con ella.
Y
el hecho que esté en mi casa lo hace más difícil.
Jacob
realmente tuvo mala suerte en cuanto a sus padres. ¡Qué jodido personaje soy!
No
puedo evitarlo, pero puedo asegurarme de no actuar en consecuencia.
Sin
embargo, ella no lo hace fácil, metiéndose conmigo tan fácilmente como lo hace.
Sabe cómo presionar mis botones. Casi como si estuviera hecha para eso.
—Parece
una buena chica. —Emmett rompe el silencio.
Abro
los ojos, mis párpados están pesados por el largo día.
—Sí.
—Suspiro—. Es tranquila. Limpia. Apenas sé que está en la casa.
—Eso
es genial. —Puedo verlo mirándome de vez en cuando—. ¿Se llevan bien?
—Sí,
¿por qué?
Lo
siento encogerse de hombros.
—Parece
nerviosa cerca de ti.
Me río. Podría decir lo
mismo de mí si estuviera mirando con suficiente atención.
—Bueno,
puedo ser intimidante —bromeo.
—Sí,
parecía que quería montar tu duro e intimidante polla allí mismo en el bar.
Mis
ojos se abren por completo y lo fulmino con la mirada.
—¿Estás
intentando bromear conmigo? ¿Qué demonios?
—Oh,
por favor —replica—. ¿Me estás diciendo que no la viste inquieta y mordiéndose
el labio simplemente por verte cuando te trajo tu cerveza favorita?
¿Lo
hizo?
—Era
como un cachorro con la lengua colgando fuera de su boca —agrega.
¿Lo
era?
Aclaro
mi cabeza y miro por la ventana, el desconcierto está grabado en mi rostro.
Lo
que sea.
—No
hables así de ella —le digo—. Es la novia de mi hijo, hombre. Vamos.
Montando
mi... sacudo la
cabeza. Increíble.
—Entonces,
¿está fuera de los límites para ti?
—¡Sí!
—Entonces,
¿por qué la miraste como si te encantara lo que llevaba puesto y quisieras
verlo en el suelo de tu dormitorio esta noche?
—No
estaba mirándola así —digo a través de mis dientes apretados
Pero
solo se ríe entre dientes.
Idiota.
—Oye,
no estoy faltándole al res...
—Cállate
—digo.
Maldición.
No está bien. Ya es bastante malo que la mire como si fuera una mujer real y no
la chica de mi hijo, pero estaría condenado si alguien se entera de ello.
—Todo
lo que digo es que es exactamente tu tipo —me dice, regulando su voz—. ¿Lo
notaste? Siempre fuiste por chicas como ella en la escuela secundaria. Antes de
Heidi, el Desastre, de todos modos.
—Solo
cállate.
Pero no lo hace.
—No
digo que debas hacer algo. Y es por eso que intervine y no dejé que la trajeras
a casa.
Su
tono se vuelve serio.
—Bromas
aparte, Edward —continúa—, es exactamente tu tipo. No deberías estar a
solas con ella.
Sí.
Lo
sé.
Solo
espero que sea la única persona que lo haya notado.
—Gracias
por la intervención —le digo—, pero incluso si me sintiera atraído por ella,
soy capaz de controlarme.
—No
te estás viendo desde mi perspectiva. —Mira por el parabrisas delantero, con
seriedad—. Se miran el uno al otro como...
—¿Cómo?
Traga
saliva, un ceño inusualmente fruncido en su frente.
—Como si tuvieran su propio
idioma.
Holaaaaa, gracias por el capítulo.
ResponderEliminarMuchas gracias por el capítulo
ResponderEliminarWow el chistosito de Emmett ya se dio cuenta de lo que Edward y Bella no se atreve a decir 😉😜😘💕 gracias
ResponderEliminarPoniéndome al día y me olvide el tema de comentar desde web
ResponderEliminarLo siento!
Pero no siento que Edward ya no lo niega xD