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—Bella.
Ella sacudió su cabeza, y abrió sus nublados ojos para mirar fijamente la cara de Demetri. Su cara era inflexible y severa. Despacio, él se puso de pie, bebiendo de un trago la bebida que había sobre la mesa. —Tengo que regresar a la oficina, — dijo él quedamente, la rabia palpitaba en su voz. —Y creo que debes saber lo que quieres en la vida. Si soy yo, entonces vas a irte a casa como una niña buena, recogiendo todas las cartas y entregándoselas a la policía.
Él se acercó y bajó su cabeza para susurrar en su oído —Y por Dios, ten algo de dignidad. Pareces estar lista para que te follen aquí mismo.
Su cara ardió mientras él se alejaba. Estaba segura de que todo el mundo la contemplaba, pero cuando ella echó un vistazo alrededor, nadie parecía mirarla. Esperó hasta que su respiración se calmara, luego se levantó, dejando algo de propina sobre la mesa.