Capítulo 16
Edward
Puedo sentirla. Sus cálidas piernas moviéndose sobre las mías entre las
sábanas, y está caliente y húmeda entre sus piernas mientras se mueve sobre mí.
Agarro sus caderas y le doy la vuelta, quitándole las bragas, zambulléndome y
tomándola en mi boca.
Dios, sus gemidos son tan dulces y no quiero irme nunca de esta cama. No
quiero hacer nada más que sentirla y saborearla, hacerla sonreír y sudar y
correrse. Es mía.
Pero de repente abro mis ojos, parpadeando ante la tenue luz de la
madrugada.
Estoy solo, y respiro profundo, persiguiendo su olor en mi sueño.
Cierro mis ojos.
—Jesús. —Jadeo, lamiendo mis labios.
Empuño mi mano, aún sintiendo su trasero en mis palmas, necesitándola.
Necesito tanto el mismo cuerpo suave que tuve en mis brazos la noche anterior
que me duele la mandíbula por apretarla.
Limpiando el sudor de mi cuello, bajo la mirada y veo mi polla haciendo una
tienda de campaña con las sábanas.
Mierda.
Necesito echar un polvo. Eso es todo. Bella no es especial.
No lo es.
Es una ardiente y joven mujer viviendo en mi casa y constantemente en mi
mente, caminando por ahí en shorts cortos con sus largas piernas, su alegre
trasero y labios que saben cómo un maldito durazno. Es como poner un filete
frente a un pitbull hambriento y decirle “no toques”.
Gruño mientras mi polla se llena de sangre, endureciéndose aún más.
Dios, ¿si la llamara y le dijera que viniera aquí justo en este momento,
vendría? Estoy tentado a retirar lo que le dije la noche anterior, quiero
recuperar tanto lo que tuve en mis manos.
Pero no.
Ya estoy adolorido por la culpa y perder el control e ir más lejos con ella
sería un mundo de dolor. La noche anterior fue simplemente el resultado de no
haber tenido sexo en mucho tiempo. Nada más.
Cristo, es una niña. Si fuera dos años más joven, podría ir a prisión por
lo que estuve a punto de hacerle la noche anterior.
Necesito sacar esto de mi sistema.
Apartando la sábana, salgo de mi cama y me pongo unos boxers y jeans.
Después lavo mi rostro con agua fría, cepillo mis dientes, y me pongo algo de
gel en el cabello, mi polla está lo suficientemente tranquila como para salir
de la habitación. Me pongo una camisa y agarro el resto de las cosas que
necesitaré para trabajar y salgo de la habitación.
Si Jacob no hubiera venido a casa cuando lo hizo…
Bajo trotando las escaleras, alejando eso de mi cabeza. Solo espero que
ella no piense que tiene que irse por esto. Probablemente sería lo mejor, pero
no quiero ser otra persona más con la que no pueda contar.
En la cocina, me sirvo una taza de café y abro el refrigerador, buscando la
leche.
Frunzo el ceño, moviendo las cosas y solo encuentro leche de almendras. La
saco y arrugo mi nariz, estudiándola. ¿Las almendras producen leche?
Bella. Pongo los ojos en blanco y la destapo,
oliéndola.
—Hmm… —No huele mal.
Me encojo de hombros y la vierto en el café.
Levantando el café, deslizo mi otra mano en mi bolsillo y me inclino contra
la encimera, soplando el café.
Escucho las pisadas de Bella en las escaleras y mi estómago se retuerce
mientras parpadeo largo y fuerte para prepararme.
Entra en la cocina, alzando sus ojos y encontrándose con los míos lo
suficiente como para darme una media sonrisa rápida y cortante antes de rodear
la mesa y sacar su bolso de una silla.
Parece tener prisa.
Fuerzo las palabras. Cuanto antes lo solucionemos, más rápido podremos
volver a la normalidad.
—Lo siento por lo de anoche —le digo—. Fue mi culpa, y no debió haber
sucedido. ¿Está bien?
Sus manos se ralentizan, y veo que sus ojos se mueven mientras busca en su
bolso, pero no me mira.
Cierra la cremallera y se endereza, se dirige hacia mí y abre el
refrigerador.
—Me tengo que ir —dice.
La miro con cautela. No parece enojada. Solo luce nerviosa. Tal vez estaba
esperando que yo tomara la iniciativa para ver cómo manejar esto.
O tal vez quiere actuar como si no hubiera sucedido nada en absoluto. Tal
vez esté arrepentida.
¿Yo estoy arrepentido?
Sí. Sí, por supuesto que sí.
Pero lo disfruté también. La necesidad de llevarla a mi cama y saborear
cada segundo y cada centímetro de ella fueron como mirar hacia el cielo la
noche anterior. Lo deseaba. No podía esperar.
Y no me habría detenido. Me dolían los músculos al solo pensar en lo que
iba a hacerle pasar a mi cuerpo para disfrutar cada momento con ella.
Pero incluso sin Cole, todavía tiene la mitad de mi edad. Nada sobre esto
es correcto.
—Eres una chica hermosa, Bella —digo casi en un susurro—, pero eres solo
una niña.
Se detiene en el refrigerador a mi lado, y la veo aclarar su garganta. Es
tan linda. Con su cabello limpio y sedoso, con maquillaje sutil con solo un
toque de rosa en los labios...
—No estaba pensando en ese momento —le explico—. Ambos estamos solos, y me
ha encantado tanto tenerte aquí que los límites se desdibujaron. No volverá a
suceder.
Asiente, y su mirada cae. Desearía saber lo que estaba pensando. No es como
si ella fuera muy callada. ¿Me odia?
—Está bien —dice suavemente.
Pero sacudo la cabeza.
—No lo está. No espero eso de ti. Quiero que lo sepas.
Dios sabe que tiene suficiente de esa mierda en el trabajo.
Tomando su manzana y una botella de agua, se da la vuelta
y camina hacia la mesa, levantando su bolso. No puede asistir a clase tan
temprano, pero no voy a cuestionarla como si fuera asunto mío. Ya le he hecho
suficiente por las últimas veinticuatro horas.
Observo mientras sale de la cocina y entra en el vestíbulo, tomando las llaves
del gancho. Cuando llega a la puerta, se detiene.
—Mis manos también estaban sobre ti —dice ella.
Y luego abre la puerta y sale, cerrándola suavemente tras de sí.
Miro fijamente el espacio vacío haciéndome desearla de repente.
—No digas cosas como esas —le murmuro a una casa vacía.
Si sé que también lo deseas, ¿cómo seré capaz de resistirte?
—¿Estás seguro que no quieres venir? —pregunta Dutch.
Sacudo la cabeza, lanzando mis herramientas a la camioneta.
—Nada suena peor en este momento que un bar lleno de personas y palos de
queso de mozzarella pre-congelados —le digo—. Tengo una cita con restos de
calzones en el refrigerador.
Todd pasa por mi lado, sonriendo.
—Apuesto que los calzones saben incluso mejor con cierta rubia descalza que
también los prepara.
Mi cuello se calienta ante la broma. No creo que nadie sepa que Cole ya no
se está quedando en la casa en este momento, pero las interacciones entre Bella
y yo no han pasado desapercibidas. La noche de póker, el desfile de ropa
interior, ella trayéndome la cena… Estoy seguro que los chicos están sacando
sus propias conclusiones.
Y, de hecho, los calzones los compré para llevar hace un par de días, pero
sí, Bella no trabaja esta noche y estoy ansioso por ver como está. Y, con
suerte, volver a la normalidad con ella.
Aunque, no demasiado ansioso. Me quedé hoy con los chicos una hora más a
propósito, porque a pesar de estar muriéndome por verla, no quiero estar
muriendo por verla, y necesitaba probarme que tengo algo de control sobre mí
mismo.
Emmett se pone su gorra de béisbol, lanzándome una media
sonrisa como si estuviera de acuerdo con Todd, pero solo frunzo el ceño y me
subo a la camioneta. No necesito la imagen mental de Bella caminando en mi
cocina con los pies descalzos, inclinándose sobre el mostrador para agarrar
algunas cosas, y haciendo esa cosa linda que hace cuando sopla un mechón de su
cabello para alejarlo de su rostro, y que simplemente luego cae de nuevo justo
en el mismo lugar.
Podemos vivir allí, y nuestras vidas continuarán hasta que consiga su
propio lugar. Irá a la universidad y al trabajo, y de vez en cuando un chico
irá a recogerla, y yo también seguiré adelante. Soy un hombre soltero. Ella
debe saber que tengo que salir con una mujer aquí o allá. Está bien, y así es como
debería ser.
Si ella fuera diez años mayor, tal vez…
Sonrío, sintiendo finalmente que pienso correctamente. Le doy vuelta a la
llave, encendiendo el motor, saliendo del lote y dirigiéndome a casa.
Estoy feliz de no haber salido del lugar justo a las cinco. Después de
todo, hice bien. Fui el que detuvo las cosas anoche, ¿verdad? ¿Dos veces? Tengo
un límite moral, y mientras no flaquee, encontraré el verdadero norte. Con el
tiempo.
Y soy humano. ¿Podría alguien no notar lo hermosa que es?
Exhalo, encendiendo la radio mientras conduzco y me dirijo entre las calles
del vecindario.
Necesito una cita. Solo le daré la vuelta, enrollaré y convertiré lo que
pasó anoche con Bella en un golpe de suerte de seis minutos bajo la luna llena
y volveré a ser... para ella, como... un hombre mayor y esa mierda. Solo un
adulto responsable en quien confía como guía. Eso es todo.
Ella no es una mujer. No tiene experiencia en el mundo, y no soy el hombre
con quien va a casarse o darle hijos. No tengo derecho sobre ella.
Respiro profundamente, sintiéndome listo, y entro a mi calle y subo a la
entrada. Son justo después de las seis, el VW de Bella está aquí, pero eso no
significa que ella lo esté. Le dije que no lo condujera todavía, pero también
podría estar con su hermana.
Me estaciono y agarro mi caja para el almuerzo antes de bajarme de la
camioneta. Alcanzando la parte de atrás, saco mi cinturón de herramientas y lo
coloco sobre mi hombro, caminando a través del césped hacia las escaleras del
porche.
Pero por la esquina de mi ojo veo algo y giro mi cabeza para ver la casa de
James Cramer. Bella está saliendo por la puerta principal, seguida por James
que le pasa un pedazo de papel y le sonríe.
Ella continúa alejándose poco a poco, pero le devuelve la
sonrisa y señala con el pulgar hacia mi casa, ambos intercambian unas palabras
y asienten. Volviéndose, se dirige hacia mí, y mi mirada se dirige hacia él
todavía de pie detrás de ella, viendo que sus ojos se deslizan por su trasero.
Mis pulmones se llenan de calor, el instinto empieza a hacer efecto. Ni
siquiera lo intentes, imbécil.
Ella se acerca, alzando la mirada y reduciendo la velocidad por solo un
segundo cuando me ve.
Levanto mi barbilla, manteniendo mi tono de voz plano.
—¿Qué fue todo eso?
Parpadea, subiendo las escaleras del porche.
—Oh, él, uh… tiene a sus hijos esta noche —dice—, pero olvidó que tenía un
juego de béisbol, así que me pidió que los cuidara. Dije que sí. Solo estaba
dándome un recorrido por la casa y diciéndome las normas.
—¿Por qué tú? —La sigo.
Me devuelve la mirada, y me doy cuenta que eso sonó grosero.
—Quiero decir, él ya debe tener una fila de niñeras —añado—. Solo tenía
curiosidad de por qué te lo pidió.
—No lo sé. —Se encoge de hombros y agarra su bolso, revisándolo para
asegurarse que tiene lo que necesita—. Probablemente porque estoy justo en la
puerta de al lado y piensa que todavía necesito dinero para mis dulces
—bromea—. Está bien. En serio. No tengo nada más que hacer. Llegaré tarde,
¿está bien?
¿Tarde? El juego es alrededor de las diez.
Seguramente él se reunirá con el equipo en el bar después.
Y entonces el depravado va a venir a casa borracho, donde estará una linda
niñera.
Maldición no.
Se mueve hacia la puerta, lanza su bolso sobre su hombro, y doy un paso
adelante.
—Espera… —digo.
Se da la vuelta, pero sus ojos solo se deslizan sobre mí, nunca fijamente.
Está tratando de ignorarme.
—Si quieres —menciono gentilmente—, puedes traer a los niños aquí. Pueden
nadar en la piscina.
Finalmente, encuentra sus ojos con los míos, y noto que están rojos. No
está feliz, pero está tratando de esconderlo. Jesús.
Sacude la cabeza, luciendo arrepentida.
—Acabas de salir del trabajo. Quieres relajarte, y ellos harán mucho ruido.
Deja caer su mirada de nuevo, luciendo nerviosa.
¿Soy yo o es algo más? Hice lo correcto la noche anterior. No quiero que se
sienta rechazada, porque ella haría a cualquier hombre el más afortunado del
mundo.
Algún día.
Aunque, quizás no está molesta porque lo detuve. Quizás está molesta por
todo lo que sucedió.
Doy otro paso, bajando mi voz como si tuviera miedo de que los vecinos
puedan escucharnos.
—¿Estás molesta conmigo? —le pregunto.
Abre sus ojos de repente, respondiendo rápidamente.
—No. —Y entonces piensa antes de hablar—. Solo estoy tratando de aclarar
algunas… cosas en mi cabeza.
Puedo ver las lágrimas brotando de sus ojos, y me duele. ¿Por qué siempre
quiero abrazarla?
Inclina su cabeza tratando de esconder las lágrimas que no puede detener,
subo un escalón hacia ella y dudo un momento antes de poner mi mano a un lado
de su rostro. Mis dedos se envuelven alrededor de su nuca, y no me aleja.
—Estoy aquí, ¿está bien? —susurro—. Nada va a cambiar. Todavía me encanta
el olor de tus velas y el sonido de tu música en la casa. —Me detengo y luego
añado—: Aunque no soy un gran fan de los Wraps de pepino que metiste a
escondidas en mi almuerzo ayer.
Rompe en una silenciosa carcajada mientras sus hombros se sacuden.
Acaricio su mejilla con mi pulgar.
—No voy a ir a ningún lado.
Y la atraigo hacia mí, abrazándola contra mi pecho y deseando nada más que
solo protegerla y darle todas las malditas cosas que no tiene.
Envuelvo mi brazo libre a su alrededor, y después de un
momento cede y sus brazos me envuelven, fundiéndose conmigo. Nos abrazamos
tanto que no sé si la estoy sosteniendo o ella me está reteniendo, pero por un
momento, tengo miedo de caerme si la dejo ir.
—Tráelos aquí —le digo—. Te quitará la presión de tener que entretenerlos.
Prepararé los flotadores y pediré pizza.
Se aleja, sollozando, pero no hay más lágrimas brotando de sus ojos y
esboza una media sonrisa.
—A los niños les gusta solo de queso —dice, con un aire de paz en su
expresión.
—Sí, lo recuerdo. —Creo que a Cole todavía le gusta solo de queso, en
realidad.
Deja caer su bolso por la puerta donde estaba antes y me mira antes de
irse, una comprensión estableciéndose entre nosotros. No estoy aquí para
lastimarla.
Siempre que me mantenga alejado de ella mejor que la noche pasada, entonces
no lo haré.
—¡No puedo hacerlo! —grita Jensen, con el agua saliendo de sus labios.
El niño de siete años pisotea el agua con unas enormes gafas protectoras en
su rostro. Debajo de él, tres anillos de buceo están ubicados en el fondo de la
piscina, y después que conseguí que fuera lo suficientemente valiente como para
agarrarme del cuello mientras me zambullía para recuperarlos, pensé que era
hora de que él lo intentara.
Cramer es un idiota, pero sus hijos no.
—Intenta mover los pies primero —le digo—. Aquí, hunde tu rostro y mírame.
La piscina alcanza un metro ochenta, pero nado de todos modos, poniéndome
por encima de los anillos. Bella está en la parte menos profunda con Ava, que
tiene solo dos años, y le enseña cómo hacer burbujas con el agua. Me sentí
aliviado de verla salir con un bikini más conservador que ese pequeño maldito
bikini, pero desafortunadamente no me está resultando más fácil de manejar.
—¿Listo? —digo, alejando mi mirada de su cabello empapado en su espalda y
miro a Jensen.
Asiente, como si su cabeza pesara demasiado para su cuerpo, respiro hondo,
me impulso hacia arriba y luego caigo al fondo de la piscina, liberando aire
mientras desciendo y empujo el agua hacia arriba con las manos.
Mis pies golpean el suelo, agarro un anillo, y me empujo de nuevo hacia la
superficie, tomando otra respiración profunda. Él saca su cabeza, escupiendo un
poco de agua.
—¿Viste? —pregunto, limpiándome los ojos—. Solté burbujas y empujé el agua
sobre mí, y me ayudó a hundirme hasta el fondo.
Asiente de nuevo.
—¿Quieres probar?
Sacude la cabeza.
Me río, moviendo mi cabello hacia atrás.
—Bueno. En otro momento entonces.
En ese momento, un chorro de agua golpea mi espalda, y miro por encima de
mi hombro, viendo a Bella disparándome con una pistola de agua. La pequeña niña
en su cadera se ríe, y Bella arruga la nariz, haciendo una mueca lista para la
batalla y lanzando agua hacia mi cabeza. Me alejo, escuchando a la pequeña
divirtiéndose detrás de mí.
—¡Quiero una! —Jensen se apresura hacia un lado de la piscina y agarra una
de las pistolas de agua que dejó Emmet cuando trajo a sus hijos durante un día
el verano pasado. Tomo la otra, y todos empezamos a llenar nuestras armas, Bella
le da la suya a la pequeña niña y consigue otra para ella.
Durante los siguientes diez minutos, apenas nos detenemos para respirar
mientras reímos, atacamos y corremos a toda velocidad alrededor de la piscina
para escapar de las arremetidas. Todos se vuelven en contra, la pequeña niña
disparándole a Bella directamente a los ojos, y Jensen disparándome en la
cabeza.
Agarro a la niña, usándola como una falsa cubierta, y Bella chilla,
buceando debajo del agua para escapar de los disparos provenientes de Jensen,
Ava y yo.
El chico finalmente se impulsa para sentarse en un escalón, y tanto Bella
como yo respiramos con dificultad por el esfuerzo. Pongo a la niña en la
cubierta y ella se acerca a la mesa de picnic y comienza a comer sandía. Jensen
se une a ella, tomando otra rebanada de pizza sobrante.
Un déjà vù me golpea. Me sorprende tener la energía para esto. Parece que
fue hace años cuando estaba tratando de enseñarle a Jacob a nadar y cuando dejé
que trajera a su primera novia de la escuela secundaria, mientras secretamente
los vigilaba desde el interior de la casa. Aunque esto no es tan estresante
como lo recuerdo. Tal vez porque soy mayor.
O tal vez porque es más fácil cuando hay dos adultos jugando con los niños
en lugar de uno. De hecho, me divertí esta noche.
Observo a Bella mientras salta a la cubierta de la piscina y se sienta con
las piernas todavía colgando en el agua. Tomando cada pistola de agua, las
vacía y las sacude, dejándolas a un lado.
La dualidad de su traje de baño tiene a mi cerebro dando vueltas
retorciéndose más y más, y estoy tan confundido. Usa negro en la parte
inferior. Adulto, sexy y hermoso contra su piel bronceada. Y rosa en la parte
superior. Inocente, dulce y enteramente Bella, porque puede ser tan femenina.
Sus tonificados y suaves muslos, y la expresión linda y estudiosa en su
rostro mientras frunce el ceño y se concentra en su tarea. Todo sobre ella es
joven.
Excepto sus ojos.
Unos ojos que pueden ser tan pacientes, porque ha tenido años de práctica
siendo decepcionada, pero unos ojos que también pueden estar enojados, porque
sabes que la mierda ha estado golpeando al ventilador en su vida desde el
primer día y no ha disminuido un poco.
Puedes ver su cerebro trabajando con cada decisión y cada interacción,
porque ahora es tan buena para evaluar las consecuencias y el peligro que ahora
se ha convertido en una segunda naturaleza.
Sabe que el tiempo siempre pasa y su día llegará. Solo hay que esperar.
Tiene la piel suave y el cuerpo de una mujer joven, pero los ojos de
alguien que ha visto décadas.
Mis ojos se deslizan hacia su boca, recordando la sensación de sus besos, y
otra ráfaga de calor cubre mi pecho justo debajo de mi piel. Me alejo,
deslizando mi mano por mi cabello mojado.
No fue un golpe de suerte. La deseo.
Me encanta su olor en la casa, la forma en que se sienta a mi lado, aquí o
en el cine esa primera noche, tan fácil y cómodamente como si fuéramos dos
guisantes en una puta vainita, y cómo me emociono al despertar todos los días
sabiendo que puedo verla.
—Jesucristo —digo en voz baja.
Estoy teniendo mi primer enamoramiento en veinte años.
—¿Qué? —La escucho preguntar.
Alzo mi cabeza, girando es su dirección. ¿Lo dije en voz alta?
—Nada —respondo rápidamente.
Me mira mientras vacía la última pistola, y saco los flotadores de la
piscina y los arrojo sobre la cubierta para evadir sus ojos.
Quiero más de lo que sucedió la noche anterior, y no sé qué voy a hacer.
Un teléfono comienza a sonar en la mesa de picnic otra vez, y miro hacia
ella.
—Tu teléfono está sonando de nuevo.
Asiente, frunciendo levemente el ceño.
—Sí, sé quién es.
Mis cejas se elevan un poco. ¿A quién está tratando de evitar?
El teléfono había sonado varias veces desde que había estado en casa y, que
yo sepa, no había respondido.
Me echa un vistazo, sin duda viéndome observarla con una mirada
inquisitiva.
Solo se ríe para sí misma y explica:
—Los muchachos de la ciudad creen que soy fácil de seducir ahora que Jacob
y yo hemos terminado. —Desliza sus dedos por su cabello, dejando los mechones
húmedos—. Están abalanzándose para consolarme.
Dice lo último con comillas en el aire, y mi armadura se endurece al
instante como el acero. ¿Consolarla?
Pero me obligo a retroceder. En realidad, es justo lo que necesito para
poner las cosas en la perspectiva correcta. Ella debería salir con sus amigos.
—Bueno, tal vez deberías darles una oportunidad —le digo, forzando las
palabras—. Quiero que tú y Cole se arreglen y sean amigos nuevamente, pero
deberías salir y pasar un buen rato.
Las palabras me saben a mierda, pero me siento bien de haber hecho lo
correcto. Ella saldrá con alguien. Puedo comenzar a ver a alguien. Nos
distraeremos e invertiremos en nuevas personas.
—Lo haré —responde, interrumpiendo mi tren de pensamientos—. Riley Hewitt
me invitó a ir a hacer Tubing este fin de semana, así que le dije que iría.
Mi rostro cae. No conozco a Riley Hewitt, pero...
—¿Tubing? —digo, tratando de mantener la calma. Me acerco a ella al borde
de la piscina—. Uh... no —le digo, sacudiendo la cabeza—. No.
—¿Qué? —Frunce las cejas, confundida.
—¿Seis horas a la deriva en un río sin nada más que hacer que beber hasta
quedar desmayada sobre tu trasero? —Dejo escapar—. Para cuando te traiga de
regreso en su camioneta, estarás completamente borracha, y entonces realmente
serás fácil de atrapar. —Dejo escapar una risa amarga—. Absolutamente no.
Sus ojos se amplían, y su mandíbula se aprieta con enojo.
Oh, mierda.
—Eres tan... —susurra-grita, para que los niños no escuchen—, ¡de la vieja
escuela! —Me frunce el ceño, con los labios apretados—. ¡Esta cosa alfa,
posesiva, manteniendo a tu “hija” encerrada con una escopeta es insultante! No
soy una idiota, y tú... —muestra sus dientes—, no eres mi padre.
Arqueo una ceja mientras saca sus piernas del agua y se levanta,
resoplando. Retrocedo, flotando a través del agua. Sí, créeme, lo sé. Los
pensamientos que tengo sobre ti no son para nada paternales.
—Envuelve la pizza en papel de aluminio antes de ponerla en el refrigerador
—me ordena—. No solo la lances en un plato.
Aprieto mi mandíbula para ocultar mi diversión ante sus órdenes. Como si no
hubiera guardado sobras antes en mi vida adulta.
Agarrando los bolsos y las toallas de los niños, toma la mano de Ava y
dirige a Jensen hacia la puerta trasera.
—Voy a llevarlos a casa y los meteré en la cama —me dice y luego se vuelve
hacia ellos—. ¿Qué hay que decirle al señor Masen, chicos?
—¡Gracias! —dicen los niños con palabras mal pronunciadas y bocas llenas de
comida.
Salgo de la piscina y agarro una toalla, secándome el cabello.
—El señor Cramer dijo que estaría en casa a las once —dice Bella—. Pero sé
que el equipo generalmente pasa por el pub para tomar cervezas después del
juego, por lo que podría llegar tarde. Tengo mi llave por si cierras.
—Estaré despierto —respondo en voz baja. Confiaría en un drogadicto para
sostener mi billetera más de lo que confiaría en James Cramer.
Escucho cuando se abre la puerta de madera y los niños entran arrastrando
los pies.
Entonces escucho su voz.
—Oh, y eres un idiota —dice.
La miro.
—Me lo agradecerás cuando no te hayan violado en una cita.
Hace una mueca y cierra la puerta, golpeándola con fuerza.
La miro fijamente, riendo en silencio. Es tan jodidamente adorable.
Y luego mi rostro cae, dándome cuenta de que estoy casi mareado. No soy una
persona sonriente, y he superado con creces mi cuota desde que ella entró en la
casa.
Termino de limpiar el patio trasero mientras el cielo se vuelve negro sobre
mí, y me aseguro de envolver la pizza en papel de aluminio, según las
instrucciones. La piscina está despejada, los juguetes y flotadores guardados,
y la mesa de picnic está limpia. Agarrando las toallas húmedas de la cubierta,
entro en la casa y cierro la puerta trasera, apagando también la luz de la
piscina.
Tirando las toallas a la lavadora, dejo la tapa abierta, para poder poner
más ropa después de la ducha.
Mientras me dirijo hacia las escaleras, suena el timbre.
Cruzando la sala de estar, abro la puerta de entrada y veo a un joven a
través de la puerta mosquitera. Mi guardia se eleva un poco, pero la abro,
forzándolo a retroceder.
—Hola —dice.
Asiento, mirando al creído aspirante de fraternidad, que me parece algo
familiar, aunque no recuerdo de dónde.
—¿Se acuerda de mí? —dice, tendiéndome la mano—. Soy Sam McCabe. Amigo de Jacob.
Le estrecho la mano, estudiándolo. Sam…
—¿Bella está aquí? —pregunta—. Me dijeron que todavía se está quedando
aquí.
¿Bella? ¿Qué quiere él con...?
Y entonces lo comprendo.
—Sam —digo, la comprensión me ilumina mientras mi columna vertebral se
endereza como una barra de acero recta—. ¿Su ex novio?
La esquina de su boca se curva en una sonrisa y un brillo se desliza en sus
ojos.
—Sí, éramos novios.
Pero ya ni siquiera estoy escuchando. Paso mis dedos sobre mi pulgar, con
ganas de apretar mis manos, mientras mi pecho comienza a subir y bajar con
fuertes respiraciones.
Salgo de la casa y camino directamente hacia él, apenas un centímetro más
alto, pero me aseguro de que lo sepa.
Su rostro cae cuando no me detengo, y se tropieza hacia atrás para evitar
que choque con él.
—Oye —protesta.
Pero continúo. Camino hasta que lo obligo a retroceder, a bajar las
escaleras y dirigiéndolo hacia el maldito césped.
La alarma se asienta en sus ojos.
—Jesús, ¿qué diablos?
Me le acerco y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Normalmente no empujo mi peso a un niño como tú, pero quiero dejar esto en
claro —lo provoco—. Puedes tener tu propio grupo de seguidoras que están
enamoradas de ti o te tienen miedo, pero yo... —hago una pausa para darle
efecto—, no. Sé quién eres y qué te gusta hacer. Mantente alejado de Bella, y
también realmente apreciaría que te alejaras de mi hijo. —Comienzo a caminar
hacia él otra vez, obligándolo a abandonar mi césped—. No vuelvas a pisar mi
propiedad, o te meteré en un agujero debajo del cemento húmedo, y te haré parte
de la base de la siguiente casa que construya para que no seas visto nunca más.
Ahora vete de una vez.
Y hago un gesto con la barbilla para que se vaya.
—¿Qué…?
—¿No hablé claro? —lo interrumpo.
Está respirando con dificultad, su nuez de Adán moviéndose hacia arriba y
abajo, y hurga en su bolsillo en busca de sus llaves, supongo.
—Jesús —dice y se sube a su auto.
Pero todo lo que puedo ver es rojo. Quiero desmembrarlo. ¿Cómo puede mi
hijo llamarle amigo a ese tipo?
Se atrevió a ponerle las manos encima. Él nunca volverá a mirarla de nuevo
si de mí depende.
Observo mientras sale a toda velocidad del camino de entrada
y hacia la calle, arrancando lo más rápido que puede. En un momento, cualquier
temor que pueda sentir se convertirá en enojo y se dirá a sí mismo que no soy
capaz de cumplir la amenaza.
Y una parte de mí espera que pruebe su suerte nuevamente solo para darme
una excusa.
Echo un vistazo a la casa de Cramer, viendo todas las luces encendidas,
pero no hay ningún movimiento en las cortinas, así que con suerte no lo vio
venir aquí.
Al entrar, le pongo seguro a la puerta, pero luego lo pienso mejor y la
vuelvo a abrir. Ya saben, por si acaso ella está afuera y él regresa y necesita
entrar a la casa rápidamente o algo así.
Pongo los ojos en blanco. Jesús.
Subiendo las escaleras, me desvió al baño principal y abro la puerta de la
ducha, abriendo el agua. Rápidamente se llena de vapor, y me quito los
pantalones cortos, entro y cierro la puerta.
El agua caliente golpea mi piel como un millar de agujas, pero rápidamente
le sigue una calidez que se siente tan bien que estoy casi mareado.
Colocando mis manos en la pared, sumerjo mi cabeza debajo de la regadera,
dejando que el agua caiga en cascada sobre la parte posterior de mi cabeza, mi
cuello y mi espalda.
Que maldito desastre.
No puedo contactar a mi hijo, y cuando puedo, no quiere hablar conmigo. Y
definitivamente no ayuda a la situación el hecho que estoy babeando sobre su
última novia, como nunca lo había hecho con ninguna otra mujer en mi vida.
Y peor aún, ahora que está soltera voy a tener a todos los imbéciles de la
ciudad husmeando en la puerta de mi casa, muriendo por ponerle las manos
encima.
Sé que no puedo tenerla, pero todavía no se detendrá. El deseo.
Cierro los ojos, vaciando mis pulmones y sintiéndola en todas partes.
—Bella —susurro.
Mi polla se hincha inmediatamente, y siento que se endurece solo con el
sonido de su nombre. Ella me devolvió el beso la noche anterior. También se
siente atraída por mí. ¿Fantasea conmigo?
Me endurezco aún más al pensar en ella en la cama, pensando en mí.
Deseándome.
Empuño mi polla porque me duele mucho, pero la acaricio sin querer, y gimo
por lo bien que se siente.
Ella llena mi cabeza, y juro que puedo olerla. Está tan cerca.
Me acaricio, cediendo a la fantasía.
Estoy en la cama, y la habitación está completamente oscura. Suena un golpe
en mi puerta, y me muevo, sentándome.
—¿Sí? —digo, doblando una pierna sobre la rodilla y descansando un brazo
sobre ella.
Bella empuja la puerta y solo puedo decir que es ella por su cabello
dorado.
—¿Pasa algo malo? —le digo suavemente.
Estoy desnudo debajo de la sábana, pero ella no puede ver nada.
—Hay una tormenta eléctrica —dice, deteniéndose en el marco de la puerta—.
¿Puedo dormir contigo?
Un relámpago atraviesa las ventanas, iluminando su cuerpo, y vislumbro sus
piernas desnudas y su dulce rostro. El agua continúa vertiéndose sobre mí, y mi
polla en mi mano se alarga. La realidad se escapa mientras caigo en picada,
persiguiendo lo único que podré tener de ella.
Lo que sea que esté en mis sueños.
—Ven aquí —le susurro.
Se apresura hacia el lado de la cama, y abro las sábanas para ella.
Deslizándose, se acurruca cerca de mí, y coloco mi brazo a su alrededor,
sintiendo su pierna acercarse a la mía. Mis manos vagan, y todo lo que siento
son sus muslos y estómago desnudos. Está escasamente vestida.
—Bella… —Jadeo.
Dios, su piel es tan suave, y se siente tan bien.
—Tengo frío —dice, su aliento acaricia mi mandíbula—. ¿Está bien?
Mi muslo se posiciona entre sus piernas, y puedo sentir el calor saliendo
de ella. La acerco más.
—Ven acá.
Le froto los muslos y las caderas, le cubro la espalda y mantengo su nariz
enterrada en mi cuello. Cada centímetro de ella es como una corriente eléctrica
para mi polla.
Me acaricio más despacio, pero lo mantengo apretado, mientras la imagino.
—¿Así está mejor? —le pregunto.
Asiente con sus labios a centímetros de los míos.
—Tu boca es incluso más cálida —me dice, sintiendo mi aliento sobre ella—.
Es la parte más cálida de ti.
Lucho para esconder mi sonrisa ¿Quién soy yo para no darle a mi chica lo
que necesita?
Girándola sobre su espalda, sigo deslizando mis manos por su cuerpo, pero
empiezo a mover mi boca sobre su piel también. Respirando a través de su cuello
y a través de su pequeña camisa negra, tipo top, sobre sus pechos y los pezones
duros llamándome a través de la tela, pero me resisto. Me arrastro por su
estómago, moviendo mis labios por su ombligo, y por un momento, salen mis
dientes, muriendo por tomar un pedazo de ella en mi boca, pero gime, y miro
hacia arriba, viendo los montículos de sus pechos asomarse desde debajo de la
pequeña camiseta.
El agua de la ducha se derrama sobre mi rostro y mi barbilla, y quiero que
esto sea real. La quiero en mi maldita cama.
—¿Mejor? —le pregunto.
Asiente con sus ojos todavía cerrados.
—Mmmm —dice ella—. Aunque, ¿puedes seguir haciéndolo? Todavía tengo frío.
Demonios sí. Agarro sus muslos mientras me doy la vuelta sobre mi espalda,
poniéndola encima de mí.
—Ven aquí, bebé.
No puedo tenerla toda, pero tomaré esto.
Froto sus muslos y deslizo mis manos más arriba por su cuerpo, burlándome
justo debajo de su camisa.
Está usando un top negro y bragas negras, y bromeo:
—Pensé que te gustaba el rosa.
No puedo ver su sonrisa, pero lo escucho en su voz.
—¿Quieres rosa? —se burla.
Y luego levanta su camiseta corta, colocándola justo encima de sus hermosos
pechos. Roza sus pezones, mostrándome dónde está su rosa.
Me levanto, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura y tomo uno en mi
boca, tirando de él y luego chupándolo en mi boca.
Siento que la sangre corre por mi polla, y ya estoy tan cerca. Abro mi
boca, como si realmente pudiera sentir su suave piel entre mis dientes.
Jesús, quiero saber cómo sabe ella realmente.
—¿Más caliente? —pregunto, sabiendo malditamente bien que su piel está
caliente ahora.
Siento su asentimiento y sé que tengo que detener esto. Lo dejé pasar
demasiado tiempo.
—Bella, tenemos que detenernos.
Pero puedo sentir que está empapada.
Comienza a molerse contra mí, rodando ese culo suyo mientras sus palabras
caen sobre mi frente.
—Está bien —susurra—. Nadie tiene que saberlo.
Comienza a montarme con la ropa puesta cada vez más rápido, sus gemidos son
cada vez más fuertes y más pesados, y aquí estamos, solos, está oscuro, y nadie
tiene que saberlo.
—Bella. —Jadeo, mi mundo inclinándose sobre su eje por el maldito placer—.
Bebé, no podemos. ¿Qué estás haciendo?
—Te pondré más duro.
Sí, no, mierda.
Me masturbo con más fuerza, el calor inunda mi ingle y el fuego se extiende
desde mi estómago hasta mis muslos.
Clava sus uñas en mis hombros, y aprieto sus caderas mientras se aleja de
mí.
—Bebé, tienes que detenerte —le ruego. Dios, me voy a correr.
—Pero se siente tan bien cuando está duro.
Sacudo la cabeza, susurrando contra sus labios.
—No soy para ti. Algún otro hombre va a... No podemos.
—No puedo detenerme —gime—. Por favor, no hagas que me detenga.
Sus tetas sobresalen sobre mí y sus caderas se mueven, y es la maldita cosa
más sexy que he visto en mi vida.
Maldición, sí.
—Bien. —Finalmente gruño y caigo de nuevo sobre la cama, todavía agarrando
sus caderas mientras la cresta de mi polla se frota contra ella—. Dale a tu
coño lo que desea.
Chilla y cierra los ojos dejando caer sus manos sobre mis rodillas y
tomando lo que quiere de mí.
Aprieto mi polla como si mi vida dependiera de ello, siento sus caderas que
sobresalen en mis manos, y me corro, tirando más y más fuerte a medida que me
derramo.
—Oh, maldición. ¡Maldición! —grito—. ¡Mierda!
Oh, Dios mío. Dejo caer mi cabeza hacia la pared de la ducha, el semen se
derrama y desacelero mi mano, con los músculos ardiendo mientras dejo salir el
resto.
Veo manchas detrás de mis ojos, pero aún puedo oler su sudor, y no quiero
que se acabe. Quiero más.
—Maldición —digo, lamiendo mis labios y forzándome a tragar saliva—.
Mierda.
Quiero más.
No puedo recordar la última vez que me corrí de esa forma, pero aun así...
no fue suficiente.
Alejo mi mano de mi polla y cierro mis manos en puños, molesto. Se suponía
que eso ayudaría, maldición. Se suponía que eso la sacaría de mi sistema.
Siento que mi polla comienza a calentarse de nuevo, y me alejo de la pared,
gruñendo. Golpeo el grifo con fuerza, apago el agua caliente y me enjuago.
Solo necesito follar una cosa real. No a ella. Solo a alguien más. Me
encerraré en una habitación de motel con una caja de condones y la sacaré de mi
sistema.
Sí. Eso es lo que haré.
Esta semana. Lo lograré.
Me estiro hacia el estante y coloco la mano en mi gancho, tomando lo que
necesito para terminar de bañarme, pero no hay nada allí.
No ha estado por días, de hecho, y frunzo el ceño, mirando a mi alrededor.
—¿Dónde demonios está mi esponja?
5 comentarios:
Muchas gracias por el capítulo
Up... Creo que alguien estuvo jugando con la esponja!!!!
Gracias por volver a actualizar...
La historia es fabulosa.
GRACIAS ❤😍😜😘💕
me encanto el capitulo!!!! es genial tu historia con cada capitulo me engancho mas.
falta mucho para que esten juntos??? ya no aguanto jaja
recien se dio cuenta edward que su esponja no esta jaja
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