Capítulo 17
Bella
—Hiciste la salsa de tacos, ¿verdad?
Asiento, navegando en mi Instagram desde el asiento del
pasajero.
—Sí.
—¿Y los rollitos de jalapeño envueltos en tocino? —pregunta
Pike.
—Sí —refunfuño—. Acabas de preguntarme hace como diez
minutos.
Se calla por un momento, conduciendo a través de un
vecindario no muy lejos del nuestro.
Quiero decir, el suyo.
Nuestro.
—Solo es que me gustan, es todo —dice.
Una sonrisa perezosa tira de mis labios, y siento un toque
de orgullo. Me encanta que no sea solo amable con algunas cosas. Que en
realidad le guste mucho que yo contribuya. Tanto si es una comida o un
aperitivo que le dejo listo sobre la encimera para después del trabajo o el
nuevo camino de piedra que hice para el jardín ayer, el que le encantó.
Había tenido la idea después de enlodarnos y notar cómo la
manguera había hecho más barro, así que decidí que sería divertido poner una
caja de piedras lisas junto a la manguera, así ahora podemos estar de pie con
la manguera funcionado y mantener nuestros pies limpios al mismo tiempo.
También drena el agua excepcionalmente bien, y será práctica. Cuando vayamos a
enlodarnos de nuevo.
Ha pasado una semana desde esa noche, y seis días desde que
los hijos de Kyle estuvieron de visita nadando, y he intentado transformar lo
que pasó entre nosotros, en solo un extraño accidente por estar despechada y
vulnerable por atención o algo así, pero eso no ha evitado que crezca lo que he
empezado a sentir por él. Es un enamoramiento. Estamos a solas demasiado
tiempo, y es comprensible que formemos un lazo.
Con
suerte, asistir a esta fiesta del barrio, donde llevamos comida para compartir,
salir de la casa y estar cerca de otras personas, pondrá las cosas en
perspectiva nuevamente.
—Y no es tocino de pavo, ¿verdad? —espeta, de repente.
¿Ah?
—¿En los rollitos? —aclara, y puedo ver por el rabillo de
mis ojos, que me está mirando.
Jesús, ¿todavía está pensando en la comida?
—Y no le pusiste a hurtadillas nada extraño, como germen de
trigo o usaste coliflor en lugar de papas reales en la ensalada de papas como
lo hacen algunas de esas malditas dietas bajas en calorías ¿verdad? —continúa.
Estallo en carcajadas, dejando caer mi cabeza hacia atrás,
mi teléfono cae en mi regazo y cierro mis ojos. Oh, Dios mío.
—Bella, lo digo en serio —me regaña—. He estado esperando
esto toda la semana.
Mi cuerpo se convulsiona cuando sacudo la cabeza y sonrío.
Él es tan raro.
Y me divierte que anhele las cosas que hice con tanta
vehemencia.
Termino riéndome en silencio y entierro mi nariz en mi
teléfono otra vez.
—Todo es grasoso, salado y delicioso —le digo—. No te
preocupes. Te voy a dar un día libre de dieta. Puedes obstruir tus arterias
hasta el cansancio.
Siento cómo asiente.
—Bien. —Hay una breve pausa y luego vuelve a hablar—. Si te
sientes incómoda, avísame. Puedo llevarte a casa.
—Estaré bien —respondo—. Hablo con gente todo el tiempo en
el trabajo. Sé cómo hacer conversación.
Emmett y su esposa nos invitaron a Edward, Jacob y a mí,
pero Jacob dijo que tenía que trabajar un turno extra hoy y que no podría
venir.
Pero cuando estoy revisando la página principal, me
encuentro una foto de Patrick’s Last Ditch, la súper tienda de conveniencia a
las afueras de la ciudad, y reconozco el automóvil de Jacob en la estación de
gasolina. Es su publicación.
¡Salimos de la ciudad por el día!
¡Yuhuuuuu!
Trabajando, mi trasero. Pero sí parece inusualmente
ambicioso por parte de él. Irse de viaje por carretera en su día libre.
Sorprendentemente, no examino el lugar para buscar a Leah o ninguna otra de
las chicas que podrían estar con él, pero sí siento una punzada de
resentimiento porque simplemente esté siguiendo adelante como si yo nunca
hubiera existido. Quiero decir, no es como si le hubiera respondido el
teléfono, pero sería lindo saber que ha intentado llamar. Saber que al menos
está interesado en saber cómo estoy. Supongo que salir juntos, también arruinó
cualquier tipo de amistad que teníamos.
No sé por qué me importa. Mi papá, mi mamá, mis exnovios…
Lo que dice mucho a favor de mantener tu círculo social pequeño, supongo. Tengo
a Tanya y a Esme.
Damos la vuelta en Owens e inmediatamente vemos la calle
adelante bloqueada por un par de barricadas. Edward gira a la derecha y se
estaciona a lo largo de la curva. Es solo un poco después de las dos de la
tarde, y aunque la fiesta empezó hace un par de horas, la esposa de Emmett dijo
que duraría hasta tarde, así que los niños podrían tener algo de diversión con
los cohetes.
Nos bajamos y lentamente apilamos la comida en nuestros
brazos, Edward toma sus preciosas bandejas de rollitos de jalapeños envueltos
en tocino y salsa de tacos, mientras yo hago rodar la pequeña nevera con
bebidas en el interior y la ensalada de papa apoyada en la parte superior.
—Hola, hombre —dice Emmett, dirigiéndose hacia Edward con una
cerveza metida en un Koozie que tiene escrito YO ORINO EN LAS PISCINAS.
—¡Hola, Edward! —dice alguien más desde el interior de las
barricadas.
Edward saluda con la cabeza a quien sea que lo haya
saludado, y me detengo junto a ellos con Emmett lanzándome una sonrisa. Dios
sabe qué conclusión está sacando sobre el por qué estoy aquí con Edward. Por
qué siempre estoy con Edward. No estoy segura si sabe que Cole y yo rompimos.
Una hermosa mujer con cabello castaño oscuro se acerca y
toma las bandejas de Edward, inclinándose para besarlo en la mejilla.
—¿Cómo estás? —pregunta, sonriéndole.
Él se agacha y levanta la ensalada de papa de la nevera por
mí.
—Bien. ¿Cómo estás tú?
—Oh, lo estamos pasando genial —bromea, mostrándonos el
camino al interior de la fiesta—. Aunque, éste —dice, gesticulando hacia Emmett—,
tuvo que beberse una cerveza cada vez que se vio obligado a mover una mesa para
picnic esta mañana.
Edward se ríe en voz baja, y me doy cuenta que esta es la
esposa de Emmett.
—Esta
es Bella —me presenta, Edward—. La… amiga de Jacob. Él no pudo venir.
Me río para mí misma por su tartamudeo. Supongo que es una
mejor explicación que: "Esta es la ex novia de Jacob que aún vive conmigo
y constantemente discute conmigo, y realmente odio su música, pero mira...
¡salsa de tacos!
—Soy Rosalie —dice, rodando la lengua en la r y mirándome
por encima del hombro con una sonrisa. Gesticula con mis bandejas—. ¿Esto es
queso crema?
—Oh, sí.
—Sííí —canturrea, guiándonos a las mesas de comida.
Todo está dispuesto como un buffet, tres largas mesas
alineadas y llenas de comida. Hay varias neveras al final, y el olor a
hamburguesa rostizada golpea el fondo de mi garganta, y mi boca se hace agua.
Grupos de personas se relajan sentados en sus patios o en la calle bloqueada, y
los niños corren por todas partes, juegan a la pelota o ruedan por las colinas
de algunos prados. Unos cuantos adolescentes, no mucho más jóvenes que yo,
están sentados alrededor jugando con sus teléfonos, mientras los adultos se
ríen y conversan, de vez en cuando se detienen a gritar órdenes a uno de sus
hijos. Puede que aún no sea técnicamente el verano, pero el calor nos golpea y
solo se ve atenuado por la capa de nubes esporádicas. Es un hermoso día.
—Vamos —dice Emmett, dándole un codazo a Edward.
Edward me mira, probablemente para asegurarse que estoy
bien, y finalmente deja la ensalada antes de irse. Se detiene, estrechando la
mano de algunos amigos y quitándole la tapa a una cerveza que alguien le da.
Me acerco a Rosalie mientras coloca todo sobre la mesa.
—¿Hace cuánto tiempo que tú y Emmett están casados?
—pregunto.
Suspira.
—Catorce años. —Me mira—. Y tres niños más tarde, todavía
quiero matarlo todos los días, pero prepara buenos espaguetis, así que…
Resoplo. Estoy segura que solo está tratando de ser
graciosa, porque dudo que pueda explicarlo. Ella se ve bastante elegante,
mientras que él usa una franela y unas botas de trabajo pesado.
—Esto se ve tan bien —dice, quitando el papel de
envoltura—. Gracias por traer tanto. No durará mucho.
Justo en ese momento, un brazo se interpone entre nosotras,
toma cuatro rollitos por los palillos de dientes y se los roba. Reconozco la
tinta en el brazo de inmediato.
—Oye
—regaño a Edward, pero no puedo dejar de sonreír.
Me mira con los párpados pesados y se ve completamente
sexy.
—Discúlpame —susurra y se voltea alejándose, caminando de
regreso hacia sus amigos. Me devuelve la mirada, sonriéndome con satisfacción,
y levanto una ceja. Debí haber sabido que iba a estar asustado porque los
rollitos fueran comidos antes de tener la oportunidad de probarlos.
—Escuche que tú y Jacob se están quedando con Edward por un
tiempo —dice Rosalie.
—Sí. —Muevo nuestra nevera con las otras y saco una botella
de agua—. Parece que pagar nuestro propio apartamento fue demasiado adulto para
nosotros —bromeo.
Asiente intencionalmente.
—Tómate tu tiempo. Quería tanto alejarme de mis padres, y
entonces fue cuando descubrí que no tenía dinero, porque pagar las cuentas eran
más responsabilidades de lo que podía manejar, y corrí de regreso a casa. —Toma
su vaso y lo sostiene contra sus labios, lanzándole una mirada a los chicos—.
Aunque estoy feliz de que Edward haya conseguido algo de compañía. Esa casa es
demasiado grande para una sola persona.
Tomo un trago de mi botella de agua, siguiendo su mirada.
Odio pensar en Edward viviendo solo en esa casa cuando me vaya. De verdad
debería compartir su vida con alguien más.
—Conozco un par de mujeres solteras que no lo pensarían si
les diera la oportunidad —comento, pensando en Jessica, mi hermana, y la mitad
de las mamás de nuestra cuadra que coquetean con él cuando pasan por su casa
mientras trotan.
—Sí, pero él es un solitario —replica.
Asiento, sonriendo en acuerdo.
—Sí, estoy empezando a entender eso.
—No siempre fue así. —Me mira, tomando un sorbo de su
bebida—. Se parecía mucho a Jacob en ese entonces. Festejando, riendo,
excediendo la velocidad, rompiendo las reglas… Incluso pasó la noche en la
cárcel una vez.
Mis cejas se levantan en un salto. ¿En serio?
Dirijo mis ojos de regreso a él y lo veo sacar la gorra de
béisbol de su bolsillo trasero y ponerla sobre su cabello castaño claro, los
músculos de sus brazos tatuados sobresaliendo contra su camiseta.
—Pero
luego nació Jacob —digo, adivinando la historia desde allí.
—Sí. —Suspira Rosalie, meciéndose de izquierda a derecha
con la música que suena desde un altavoz en una de las casas—. Alguien tenía
que ser el adulto, y Lindsay… —se voz se desvanece y luego se endereza,
aclarando su garganta—, lo siento. No pretendo ser una chismosa.
—Está bien —le digo—. Evidentemente es muy reservado.
He visto a la madre de Jacob aquí y allá, y es difícil
imaginarla con Edward. Es bastante ostentosa, y siento que el Edward que
conozco sufriría un latigazo tratando de seguirle el ritmo.
Al menos, por lo que Jacob me ha dicho, sé que el asunto
entre sus padres no duró mucho tiempo, y si él no tuviera los mismos rasgos de
su padre, me pregunto si Edward estaría seguro que Jacob es su hijo. Ella ha
tenido al menos cuatro novios a quienes he visto en los últimos años.
Rosalie exhala y baja la voz.
—Edward es una prueba de que aprendemos cuando nos vemos
obligados a hacerlo y la madurez es más el resultado de la experiencia que de
la edad —me dice—. Era el único chico de veinte años que sabía que trabajaba en
dos empleos, sin siquiera pensar un segundo en todos los amigos que estaba
perdiendo porque nunca podía salir.
Miro hacia ella, queriendo repentinamente saberlo todo.
Quiero saber cualquier información sobre quién era antes de conocerlo.
—Todos sus amigos estaban comprando autos de moda
—continúa—, pero él ha estado conduciendo la vieja camioneta de su padre desde
que lo conozco. Nunca fue un sacrificio para él, y nunca tuvo dudas sobre
cuidar a Jacob. Se necesita convicción para hacer lo que sabes que se supone
que debes hacer, independientemente de lo que quieras.
Sus palabras me golpean, y dejo caer mi mirada. Convicción
para hacer lo que sabes que se supone que debes hacer...
Y de repente me siento como una mierda.
Me deseaba la otra noche. Y si no fuera por Jacob, no tengo
dudas que hubiéramos dormido juntos.
Pero Jacob está allí, entre nosotros, y no podemos
cambiarlo. Jamás. Está mal, y no importa cuánto lo deseo, solo se odiaría
después. Su hijo siempre será más importante que cualquier otra cosa.
—Es un
buen hombre —dice.
Luego se da vuelta para poner una cuchara para servir en la
ensalada y abre las papas fritas para la salsa de taco, y me quedo ahí,
sintiendo que un camión se dirige hacia mí, pero no me puedo mover.
Él es un buen hombre.
No puedo arruinar eso.
De repente, siento como si necesitara salir de aquí. Edward
no es mi familia, y por muy natural que se sienta estar donde él está, es
tiempo prestado.
Durante el siguiente par de horas, mantengo mi distancia de
Edward. Teresa me da un tour por su casa, me siento con ella y unos pocos más,
comiendo y hablando, aunque no digo mucho, y uno de los hijos de Emmett me
discute jugando quemados en la entrada del auto de alguien. Ayudo a los niños
con los cohetes, aunque aún no está oscuro, y a Rosalie llevando las bandejas
vacías a la basura y recogiendo todas las latas de soda y botellas de agua.
No estoy segura si Edward me está poniendo atención, porque
no he mirado en su dirección para ver dónde está, pero de vez en cuando, siento
la parte posterior de mi cuello ponerse caliente o un pequeño estremecimiento
extendiéndose por mi columna vertebral.
—Oh, hola, Bella —dice alguien, saltando sobre mis piernas,
a punto de tropezar—. No te vi allí.
Él se ríe, y echo un vistazo desde donde estoy tendida en
el césped para ver a Riley Hewitt sonriéndome por encima de su hombro. Otro
chico y una chica están a su alrededor, pero no recuerdo sus nombres a pesar
que nos graduamos juntos.
Riley y yo supuestamente iríamos a hacer tubing hoy, pero
canceló por esta fiesta ya que sus padres le pidieron que estuviera aquí. Por
suerte también, porque me estaba costando convencerme de no cancelarle. No
quería dejar que Edward ganara esa discusión, pero estaba en lo correcto. Hacer
tubing es una excusa para emborracharse, y no estaba de humor.
Me siento derecha y sacudo el césped de mis brazos, que
estaba usando como almohada para ver las estrellas que empezaban a salir.
—Hola, ¿qué están haciendo, chicos? —pregunto.
—Todo menos esto. —Suspira—. Hay un montón de gente en el
A&W ¿Quieres venir? Te compraré una cerveza de raíz con helado.
Sonrío
entre dientes y me pongo de pie. Eso suena realmente bien.
—No he estado allí en mucho tiempo —comento—. ¿Por qué no?
Solo déjame decirle a la persona que me trajo.
Él y sus amigos se dirigen a sus autos al final de la calle
y corro hacia las sillas de jardín llenas de personas en el centro de la
carretera. Edward está sentado dándome la espalda, mientras Emmett está en el
suelo a su lado con su esposa sobre su regazo, y unos pocos más en un círculo
que puedo reconocer del juego de póker en casa de Edward.
—Hola —digo, llegando al lado de Edward—. Algunos amigos
van al A&W. Cervezas de raíz con helado y eso. Me invitaron a ir.
No le estoy pidiendo permiso, pero de alguna manera sale
así.
No me está mirando, solo levanta su cerveza y toma un
sorbo.
—¿Cerveza de raíz con helado? —repite con severidad—.
¿Cuántos años tienes… cinco?
Idiota.
—Noooooooooooo —digo—, pero así es como te gusta tratarme
algunas veces.
Emmett se ríe silenciosamente a su lado pero alza la voz en
mi defensa.
—Oye, todavía amo la cerveza de raíz.
Le pongo los ojos en blanco a Edward, y veo a Rosalie,
sonriendo.
—Muchas gracias por la invitación —le digo—. Fue agradable.
—Gracias por venir, cariño. Y gracias por la comida.
—¿Cómo volverás a casa? —interrumpe Edward, todavía
ignorando mi mirada.
—Yo la llevaré.
Echo un vistazo para ver a Riley acercándose a nosotros, Edward
gira su cabeza solo un poco para verlo antes de darse la vuelta de nuevo.
Levanto la esquina de mi boca en una pequeña sonrisa de
suficiencia, y me agacho hablándole a pocos centímetros de su oreja.
—¿Tengo toque de queda?
Emmett resopla, y veo un pequeño gruñido brotando de la
boca de Edward antes de desaparecer.
—Diviértete —dice severamente.
Me pongo de pie de nuevo, y me doy la vuelta siguiendo a Riley
a su camioneta mientras la diversión aligera mi humor.
Edward
está celoso.
Y aunque no quiero estar pensando en él, realmente me gusta
saber que está tratando de no pensar en mí.
¿Cuánto de lo que desea, está escondiendo, enterrando o
intentando reprimir?
¿Cómo es cuando ya no se controla a sí mismo?
****
—Oh, Dios mío, ¿oíste lo de Jillian? —Angela Gardner le
hace un gesto a otra chica, masticando intermitentemente el extremo de una
pajita—. Le dice a Dean y Matt que uno de ellos es el padre, van a hacerse las
pruebas de paternidad y ninguno de ellos es el padre. —Se ríe.
—¡Oh, Dios mío! —Se le salen los ojos a la otra chica—.
Mierda, ¿siquiera sabe de quién es?
—¿A quién le importa? —Angela frunce el ceño, volviendo a
apoyarse en el auto—. Yo estaría más preocupada por atrapar algo que no sea un
bebé. Ya no salgo de la casa sin condones. Nunca sabes cuándo vas a
necesitarlos. Como muy…
Todo el mundo se ríe y simulo una media sonrisa en un
esfuerzo por no estar incómoda, pero estoy segura que lo estoy, ya que apenas
he dicho dos palabras en los últimos diez minutos.
Llegamos al A&W hace una hora, y como era de esperarse,
el lugar está lleno de adolescentes y familias con camionetas repletas de
niños. La luz de la luna y los grillos compiten con todos los faros y los
estéreos de los autos, y el olor de las hamburguesas a las brasas y el asfalto
caliente llena el aire cuando los motores giran y las puertas de los autos se
cierran.
No hay una sola persona aquí con la que haya hablado más de
dos veces desde que me gradué hace más de un año.
—Me encanta esto —le dice alguien a Angela, acercándose y
agarrando su pequeño bolso Louis Vuitton—. ¿De dónde lo sacaste?
—¿No es lindo? —Angela se pasa la correa sobre la cabeza,
mostrándole a la chica el bolso—. Me siento un poco mal. Le debo tanto dinero a
mi padre, pero tenía que tenerlo.
Dejo caer los ojos al bolso con cantidades iguales de celos
y exasperación. Claro, me encantaría tener un bolso como ese, y me encantaría
tener sus problemas donde puede vivir a expensas de su familia, porque para eso
es una familia cuando tienes diecinueve años.
Parte
de mí desea poder ser así.
Pero incluso después de terminar el colegio, estaré tan
ajustada de dinero con los préstamos estudiantiles que frivolidades como bolsos
de diseñador seguirán siendo una posibilidad muy remota. Y por extraño que
parezca, me parece bien. Prefiero tener un auto decente. Una casa. La capacidad
de pagar todas mis cuentas el mismo mes.
Angela y yo estamos viviendo problemas completamente
diferentes, y me identifico con ella incluso menos ahora que cuando estábamos
en el colegio. Estoy segura que el sentimiento es mutuo.
Sin inventar alguna excusa para escapar, solo doy la vuelta
y me alejo hacia un lado del edifico, saco mi celular.
—Hola, Bella. ¿Estás bien? —Escucho a Riley.
Giro mi cabeza, viéndolo de pie con los otros, y asiento.
Una vez que llego a un lugar más silencioso, llamo a Tanya
y sostengo el teléfono contra mi oreja, lanzando mi vaso desocupado en el
contenedor de basura.
—Hola —dice con voz chillona, sabiendo que soy yo.
—Hola —digo, su voz me relaja inmediatamente—. ¿Estás
trabajando? ¿Puedes venir y recogerme?
—Estoy trabajando —me dice—, pero puedo tomarme un descanso
por media hora. ¿Dónde estás? ¿Todo está bien?
Noto la música en el fondo y me doy cuenta que está
trabajando.
—Sí, todo está bien. —Meto mi cabello detrás de mi oreja—.
Estoy en el A&W. Solo quiero ir a casa.
Casa.
Hago una pausa cada vez que lo digo, sabiendo muy bien que
no es realmente mi casa, pero también se siente extraño decir, “La casa de Edward”
o” La casa del papá de Jacob”.
Después de terminar la llamada, voy al baño primero y luego
le informo a Riley que conseguí quién me lleve a casa. Momentáneamente hay
desilusión en su rostro, estoy bastante segura que es porque perdió su ligue
para esta noche. Aunque, no estoy muy segura de cómo pensó que lo sería de
todos modos, especialmente después de ignorarme para hablar sobre autos y
después estar demasiado feliz al dejarme para "ponerme al día" con un
grupo de chicas. Nunca antes hice nada como ponerme al día, incluso en la
escuela secundaria.
No es que realmente haya nada malo con Riley, Angela o con
cualquier otra persona aquí. Pero cuando hablan, te das cuenta que tienen cosas
bonitas, como dinero en sus bolsillos. Y sus madres. Tienen esta ligereza en
sus voces en la que se puede escuchar que no han sido desalojadas de un
apartamento antes, o que están tratando de decidir si deben cambiar sus
teléfonos inteligentes por un teléfono plegable, porque es más barato.
Soy diferente a ellos, y siempre lo he sido. Estar aquí
esta noche me devuelve esos sentimientos, los sentimientos que odiaba tener en
la escuela secundaria, y cuando estoy con Edward, yo...
Frunzo el ceño, pensando.
Cuando estoy cerca de él, estoy en mi elemento, supongo.
Y más que nada en este momento, solo quiero irme a casa. O
donde sea que esté él.
Tanya llega en menos de quince minutos, y me subo en su
auto sin protestar mientras corre por la ciudad hacia el vecindario de Edward.
Su jefe es indulgente, pero cuanto más tiempo está lejos, más dinero pierde, así
que la dejo apresurarse.
—Gracias —le digo—. Perdón por hacerte venir hasta tan
lejos.
Está vestida con un abrigo negro hasta los muslos, atado a
la cintura, y estoy bastante segura que no está vestida por debajo, simplemente
se puso algo para caminar por el estacionamiento sin ser molestada.
—¿Estás segura que estás bien? —pregunta nuevamente.
Agarro el salpicadero con una mano mientras ella gira a la
derecha.
—Sí.
—¿Todo está yendo bien con el papá? —Me da un vistazo—.
Sabes que puedes venir a mi casa en cualquier momento. Eres bienvenida a
quedarte.
—Lo sé.
Nada está mal. De hecho, ahora me estoy dando cuenta que
todo está bien, y no lo está en el A&W. Sé lo que quiero, y sé que no puedo
estar con Edward, solo necesito encontrar alguien exactamente igual a él.
Me aferro a la cerveza de raíz que compré para él como si
fuera una mordaza mientras mi hermana serpentea a través de las calles y
finalmente se detiene frente a la casa de Edward.
Gruño con mi estómago todavía dando volteretas.
—Gracias.
Me
bajo del auto, engancho mi bolso en la muñeca y cierro la puerta.
—¿Ese es el carro de Jessica Lester? —pregunta Tanya a
través de la ventana abierta.
Giro mi cabeza, viendo un Mazda convertible rojo
estacionado detrás de la camioneta de Edward, y me estómago se hunde.
¿Qué carajos sucede? Es tarde.
Mis ojos se mueven como un rayo hacia la casa y veo que
está oscuro, no hay luces encendidas en ningún lugar. ¿Qué estarán haciendo
allí con las luces apagadas?
Tengo un nudo en la garganta y siento como si fuera a
vomitar.
—Probablemente está vendiéndole galletas de las niñas
exploradoras —bromea Tanya.
Pero estoy furiosa.
—No es temporada de galletas.
—Oh, cariño, para algunos de nosotros, siempre será
temporada de galletas.
Giro hacia mi hermana que está haciendo una V con sus dedos
frente a su boca y metiendo su lengua entre ellos, retorciéndola.
Empujo la puerta, hablándole entre diente.
—Muérdeme.
Pero solo se ríe, arrancando su auto a toda velocidad.
—¡Bueeeeena sueeeeeerte!
Me toma dos intentos pasar saliva mientras le echo un
vistazo a la casa. ¿Qué está haciendo ella ahí? ¿Qué está haciendo ella ahí adentro?
Sí, esta es la casa de él, y por lo que sé, no se ha estado
acostando con nadie desde que vine aquí hace semanas. Es joven, soltero, tiene
todo el derecho a traer mujeres a casa.
Pero eso no evita que mi corazón esté latiendo a kilómetros
por hora, o que me duela el estómago. Estoy aquí. ¿No pudo ir mejor a la casa
de ella? ¿O a un motel?
Subo los escalones del porche delantero, mi corazón
palpitando en mis orejas y giro la perilla, pero está cerrada. Edward casi
siempre deja la puerta desbloqueada para mí. Incluso si estoy trabajando hasta
las dos de la mañana.
Trato
de mantener estable la cerveza de raíz en mi mano izquierda mientras busco la
llave en mis pantalones cortos. Sacándola, desbloqueo la puerta, el terror me
invade mientras la abro. Si los sorprendo haciendo algo, no estoy segura de no
romper a llorar o empezar a gritar.
Por favor, no lo hagas, Edward. Por
favor no hagas esto.
Entro en la casa, cerrando suavemente la puerta tras de mí.
Miro la sala oscura, y mis oídos espabilándose ante el silencio, escuchando
cualquier cosa que confirme mis peores temores.
Entrando lentamente en la cocina, veo mi vela de dulce de
manzana encendida sobre la mesa, su suave resplandor ilumina la oscuridad.
Aunque yo no la encendí.
Aprieto los dientes. ¿Estaba buscando crear ambiente o algo
así?
Miro el patio trasero a través de la ventana sobre el
fregadero, viendo la piscina encendida, pero nadie por ahí.
Caminando hacia la sala de estar, me dirijo hacia las
escaleras pero luego escucho una risa apagada y me detengo. Dirigiéndome a la
puerta del sótano, giro suavemente la perilla y abro la puerta en silencio,
escuchando inmediatamente sus voces.
—Quiero golpear la negra —se queja April.
—La negra es la última —explica Edward, su voz es más
profunda y juguetona de lo habitual—. Si la pones en la tronera, pierdes el
juego.
—¿Qué obtengo si gano?
—¿Qué deseas?
Ella ríe suavemente, y escucho el ruido de pies
arrastrándose. No puedo verlos ya que están a la vuelta de la esquina en la
mesa de billar, pero ella está haciendo algo, y aprieto el pomo de la puerta
con frustración.
Y luego escucho su voz baja.
—Creo que eso es si yo gano —responde él a lo que sea que
esté haciendo ella, y puedo escuchar la sonrisa en su voz.
—Mmm hmmm. —Gime ella, y pongo los ojos en blanco, no estoy
segura si le está haciendo algo a él, o él a ella.
¿Qué demonios? ¿Es en serio? ¿Cuánto tiempo han estado
aquí? Él sabía que yo podría llegar a casa en cualquier momento.
Soy una niña, ¡por Dios! ¿Cómo se supone que terminaré los
deberes de la universidad y dormiré si ellos van a hacerlo toda la noche?
Estoy segura que esto es lo que él estaba planeando. Si
querían jugar billar, pudieron haber ido a The Cue. La trajo aquí por sexo.
Doy marcha atrás a través de la cocina y dentro del cuarto
de lavandería, abriendo deprisa la puerta de la lavadora, y vaciando la cerveza
de raíz en el contenedor con vaso de papel y todo. Cierro de un golpe la tapa
de nuevo, enciendo la máquina y entonces abro la puerta de la secadora, sacando
toda su mierda y cerrándola de un golpe también. Sí quería tratarme como una
niña, entonces aquí vamos.
Subo corriendo las escaleras y entro en mi habitación,
enciendo mi radio casetera y pongo Bad Medicine altísimo, mientras me
quito la ropa del día y me pongo un pantalón de pijama y una camiseta corta.
Tomando la agarradera de la casetera, bajo las escaleras
hasta la mesa de la cocina y me siento frente al último modelo de paisaje en el
que estoy trabajando para la universidad, con la música todavía resonando a mi
lado.
Son casi diez segundos antes de escuchar las pesadas
pisadas de Edward en las escaleras del sótano, y tenso mi mandíbula,
preparándome.
Entra a la cocina y viene directamente hacia la mesa,
presionando el botón Stop/Eject de mi reproductor. La casa queda
inmediatamente en silencio, y alzo mi cabeza de golpe fingiendo una mirada
inocente en mi rostro.
—Oh, lo siento —digo—. Pensé que no había nadie.
Edward se endereza pinchándome con una mirada que dice que
soy una terrible mentirosa.
—Hola, Bella. —Jessica entra a la cocina detrás de él—.
¿Cómo estás?
Le doy una tensa sonrisa.
—Bien. —Y regreso mi atención a mi modelo, ensuciándome con
algo de falso lodo.
Edward aún está mirándome fijamente, hay un largo e
incómodo silencio mientras Jessica, probablemente, intenta descubrir qué está
sucediendo.
—Me… marcharé —dice finalmente.
Edward vacila por un momento, y puedo ver sus puños
apretados alrededor de la silla al otro lado de la mesa, pero no lo miraré a
los ojos.
Sé que acabo de actuar como una mocosa maleducada, y estoy
un poquito avergonzada, especialmente porque no lo engañé, pero…
Pudo haberla llevado a cualquier parte. La trajo aquí con
la esperanza de que los viera juntos.
La acompaña afuera, y no puedo oír las pocas palabras
apagadas que intercambian, pero en cuanto se cierra la puerta y oigo el clic de
la cerradura, exhalo.
Se ha
ido.
Camina de regreso a la cocina hacia el refrigerador, y noto
que todavía usa la camiseta azul marino y los jeans de antes con sus botas de
trabajo todavía puestas. No está ni un poco desnudo, así que es una buena
señal.
—Lo siento si fue incómodo —me dice, sacando un refresco—.
De hecho, acabamos de llegar por nuestra cuenta. Ella se detuvo para...
—Es tu casa. No me importa —le digo, fingiendo estar
concentrada en mi tarea—. Haz lo que quieras.
—¿Estás segura? —pregunta con tono divertido—. Estabas golpeando
las puertas de la lavadora y secadora y poniendo la música a todo volumen a las
diez de la noche. Pareces... irritada.
Sacudo la cabeza, encogiéndome de hombros.
—Por supuesto que no. No esperaría que cambies tu estilo de
vida solo porque estoy aquí. Adelante.
Guarda silencio, y puedo verlo por el rabillo del ojo por
un momento, simplemente allí de pie. Ahora, me siento mal por estar eufórica de
que vaya a la cama solo. Quiero que él tenga a alguien. Alguien que lo ame y lo
haga sentir bien.
Pero…
No ella.
Y nadie más, en realidad.
Me estoy enamorando de él. Quiero que me tenga a mí.
Y es tan terco, que hizo eso esta noche solo para probar lo
mucho que no me desea.
—Pero creí que tendrías mejor gusto, por el amor de Dios
—comento, pegando más césped debajo del árbol falso.
—¿Disculpa?
Levanto la mirada.
—¿Sabías que terminó con el matrimonio de Mike Weathers?
—le pregunto—. Ella merodea por el bar, esperando ver quién la llevará a su
casa una noche determinada, y no es exigente. Casados, tomados, lo que sea...
—Lo bueno es que no estoy tomado entonces —replica—. No hay
problema.
Bajo la mirada y vuelvo a tomar el pegamento, dándome
cuenta que perdí esa ronda.
—Puedes
conseguir algo mejor —murmuro finalmente.
No es que odie a Jessica. No me importaba lo que le hizo al
matrimonio de él antes. Se necesitan dos para bailar tango, ¿no? Y Mike
Weathers también fue el culpable.
Pero me importa ahora que está poniendo el blanco demasiado
cerca de casa.
Edward está tomado.
—¿Qué problema tienes con esto? —cuestiona, caminando de
regreso a la mesa—. Soy un hombre adulto que ha estado teniendo relaciones
sexuales desde antes que nacieras. Estoy acostumbrado a tenerlo siempre que
quiero, y no respondo ante ti, ¿me oyes? —Sus palabras muerden, y me siento
pequeña—. Seguiré haciendo lo que quiera, independientemente de las opiniones
de una niña que vive bajo mi techo.
La palabra "niña" me golpea como un martillo, y
mi corazón se hunde. Aprieto los dientes, convirtiendo el dolor en enojo.
—Lo entiendo. —Lo miro—. Me iré a mi habitación entonces.
Me levanto, y sus ojos se posan inmediatamente en mi
estómago desnudo. La camiseta cae muy por encima de mi ombligo, y disfruto de
la forma en que su cuerpo se congela y tiene que apartar los ojos.
Doy vuelta alrededor de la mesa, hacia la sala de estar,
pero recuerdo la vela encendida. Dando la vuelta, me inclino sobre la mesa
ovalada, arqueo mi espalda y siento cómo mis pantalones cortos descienden para
dejar al descubierto la correa roja dela misma tanga que usé cuando salimos al
patio hace una semana.
—Me olvidé de la vela —le digo, alzando mis ojos ardientes
hacia él—. Pero puedo dejarla encendida si quieres. Sé que el rojo es tu
favorito.
¿La vela roja o la tanga roja? No se necesita más de una
suposición para saber en cuál está su atención.
Traga y sus tímidos ojos miran la seda roja que se asoma
sobre los pantalones cortos. Esbozo una sonrisa, y sus ojos se clavan en los
míos, estrechándose.
—Me estás haciendo enojar a cada segundo. —Su ronco gruñido
suena peligroso—. Arruinaste mi noche, y todavía tengo mucha energía para
desahogarme, así que ten cuidado.
Cierro los ojos, formulando mi deseo, y apago la vela antes
de volver a enderezarme.
—Esta “niña” es la razón por la que tienes tanta energía
para desahogarte, ¿no? —me burlo—. Eres un mentiroso.
Cuadra
sus hombros, respirando con dificultad.
—Ve a tu habitación, Bella.
—Afortunadamente —retrocedo, burlándome de él—, tengo un
vibrador con pelotas más grandes que tú.
Corre hacia mí y me levanta, lanzándome sobre su hombro, y
gruño cuando me quedo sin aire y su hombro se clava en mi estómago.
¿Qué demonios?
Sube las escaleras, y siento que voy a caer entre más
subimos.
—¡Edward, detente! —grito.
—¡Entonces deja de presionarme! —grita, y una palmada
aterriza en mi culo.
Grito, la quemadura se extiende por mi mejilla izquierda.
Hijo de…. Extiendo la mano y trato de cubrir mi trasero en caso que me azote de
nuevo.
Suena como si abriera de un puntapié la puerta de mi
habitación, y lo siguiente que sé, es que estoy volando sobre su hombro y
chocando contra mi cama.
Clavo los codos en el colchón y muevo mi cabeza hacia
adelante, haciendo que mi cabello caiga sobre mi rostro.
—¡Ahora vete a la cama! —gruñe.
Me quito el cabello de los ojos y lo veo salir.
—¿Me arropas?
Lo veo bajar la cabeza y está respirando tan fuerte, como
si estuviera casi sin combustible. Se da vuelta, calmando su voz solo un poco.
—¿Qué diablos te está pasando esta noche?
¿Está bromeando?
Me bajo de la cama de un tirón y me paro frente a él.
—La trajiste aquí, eso es lo que pasa.
—¡Es mi casa!
Sacudo la cabeza.
—Ella no te satisfará —le digo—. Ella no es lo que quieres.
—Entonces, ¿estás celosa?
Bajo mi voz, acercándome a él.
—Tienes
todo lo que necesitas en esta casa. No hay razón para buscar en otro lado...
—dejo caer la cabeza, un poco avergonzada de repente—, cualquier cosa que necesites
—le digo.
Soy todo lo que necesita.
Su pecho sube y baja frente a mis ojos, y aspiro su aroma
que es único, solo de él. Sol, madera y las débiles fragancias de su cuerpo,
champú y el jabón con el que ha lavado su ropa. Huele a una calurosa noche de
verano y a como me hubiera gustado que fuera mi primera vez, y la disfruto
mientras puedo porque en cualquier momento se irá.
—Entonces, ¿tuviste una pequeña rabieta a propósito? —dice,
sin preguntar realmente—. ¿Porque querías ser quien estuviera en mi cama esta
noche?
Levanto mis ojos, estrechándolos.
—Porque la invitaste para hacerme daño, pero conozco tu
juego y serás tú quien pierda —replico.
Me acerco el último centímetro entre nosotros, mi camisa
rozando la suya. Su mentón cae cuando me mira, y mi corazón late contra mi
pecho.
—Porque incluso si se quedaba y te llevaba a otro mundo
toda la noche —le digo—, todavía despertarías pensando en mí antes que siquiera
recordaras que ella está en la cama junto a ti.
Su respiración se hace más pesada, y puedo ver que se está
debilitando.
Continúo:
—Te estarás preguntando qué estoy haciendo en mi cama sola,
si estoy despierta y caliente, o… —me pongo de puntillas y cierro la boca sobre
su mandíbula mientras susurro—, si me estoy tocando y soñando con que vienes y
me comes a través de mis bragas.
Toma aire, cierra los ojos y puedo sentirlo endurecerse a
través de sus jeans.
—Bella, por favor —suplica, sonando desesperado—.
Maldición.
Trato de mantener mi sonrisa para mí, pero estoy muy feliz.
Sé que me desea.
Engancho mis dedos en la cintura de sus jeans, empujando su
barbilla con mi nariz para provocarlo:
—Sé que lo deseas —susurro de nuevo—. Quieres agarrarme
tanto.
Me quedo allí, junto a él, pero le quito las manos de
encima y deslizo mis dedos en mi propia cinturilla, quitándome suave y
lentamente mis pantalones cortos. Caen a mis pies, y cierro mis manos en puños,
mi cuerpo tan vivo de miedo, deseo y necesidad.
Mírame.
Tócame.
—Me muero por probarte —le digo—. Y sentirte. Cada día se
hace más difícil ignorar lo que mi cuerpo quiere. Me despierto tan mojada, Edward.
—Muevo mi boca hacia la suya, cubriendo nuestros labios—. Quiero que me desees.
Quiero verte deseándome y corriéndote sobre mí.
Puedo sentir la humedad escurriéndose entre mis piernas, y
su aliento es tan caliente. Me apoyo nuevamente sobre mis pies, pero mantengo
mis ojos en los suyos.
—Me encanta cómo te preocupas por mí y cómo quieres protegerme
—le digo—. Pero una niña también tiene necesidades, y eventualmente, tendré que
buscar a otro hombre que pueda hacer mejor tu trabajo.
La rabia arde detrás de su mirada congelada, pero no
pestañea.
—Otro hombre me besará. —Suspiro—. Y me quitará la ropa y
me mirará en su cama, en su ducha, y me extenderá sobre la mesa de la cocina
para desayunar...
Los labios de Edward están casi retorcidos en un gruñido, y
está respirando con fuerza, dentro y fuera, dentro y fuera mientras me fulmina
con la mirada.
Está ahí. Puedo sentirlo. Es como si estuviéramos envueltos
juntos, el calor entre nosotros es casi sofocante, y todo lo que tiene que
hacer es tender la mano y tomarme en sus brazos.
Tómame.
Espero.
Soy tuya. Solo extiende la mano y
tómame.
Pero no lo hace.
Solo se queda allí, y las lágrimas arden en la parte
posterior de mis ojos mientras se mantiene inmóvil.
Poco dispuesto.
Mi corazón está rompiéndose.
Sacudo la cabeza.
—No tienes ni idea de qué hacer conmigo, ¿verdad?
Me burlo y me alejo, pero de repente, agarra mis brazos y
me lleva de vuelta hacia él. Jadeo mientras pone sus manos bajo mis brazos y me
levanta sobre mis pies, llevándome cara a cara con él como si tuviera cinco
años.
—Oh, puedo estar fuera de práctica, pequeña niña —dice en
tono amenazante—, pero creo que lo resolveré.
Y me
atrae hacia sí, besándome y robando mi aliento tan duramente que lo único que
puedo hacer es envolver mis piernas a su alrededor y aguantar.
Maldición,
sí.
6 comentarios:
Muchas gracias por el capítulo y por actualizar
Bueno ya los lei anoche desde el celu perooooo no podia dejar comentario asi que aca estamos otra vez revisando el capitulo rapido para ver de iban.
Como se celan estos doooooss...
El con actitud osca cuando ella le informo que se iba con unos amigos.
Bueno y ella muy niñata con lo que hizo para interrumpirlos, pero me quedo la duda de lo que le prometia jesica y bella no llegaba a ver.
Gracias por este capitulo
OMGGGGG,me muero!!!es lo que llevo esperando desde que empece a leer tu historia. dios quiera que el proximo capitulo al fin esten juntos.
tu historia es excelente,la amo.
😱😅😉😜😍❤ Gracias
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