jueves, 31 de marzo de 2011

CAPITULO II NATA MONDATA Y ESPOSAS



Capítulo Dos
Bella caminó hasta la oficina de pediátrica donde ella era la gerente, solo concentrándose en colocar un pie delante del otro. El anillo de su mano nunca lo había sentido tan pesado, y en su garganta se había formado un nudo de pesar.

No entregaría las cartas a la policía.

E iba a devolver el anillo de compromiso.

Después de cuatro horas arrastrándose para acabar su trabajo, fue capaz de escaparse, cobrar algo de efectivo y controlar los registros para el depósito de cada noche, lanzando su bolso sobre un hombro, con la carta de aquella mañana guardada sin peligro en su interior.

La añadiría al resto cuando llegara a casa.

Y si el misterioso hombre la llamaba esta noche, le preguntaría cuando se podrían encontrar.

Mientras conducía por la avenida, vio a Edward a una yarda al lado suyo, su delgado, bronceado y sudoroso cuerpo recostado sobre un joven árbol. Edward había sido su mejor amigo durante años. Más tarde ellos se habían graduado, pero habían perdido contacto cuando él se alisto en la Marina. Después de licenciarse, pasó a formar parte de los SEAL, y esto lo había cambiado aun más. Su cara risueña se había transformado en una de seriedad, aunque sus ojos todavía fueran amables.

Las visitas infrecuentes a casa habían cambiado su relación de amigos cercanos a distantes. Él había dimitido hacia dos años después de que una bala hubiera traspasado su espalda, llegando demasiado cerca a su columna vertebral.

Él podría haber continuado siendo militar, comenzado a entrenar a SEALS, u otra una docena de cosas. En vez de entrar en la administración o la enseñanza, él había decidido regresar a casa. Ahora tomaba clases de justicia y se graduaría la próxima primavera. Ella le saludo distraídamente mientras entraba, sin hacer caso de los gestos que hacia él para que se le uniera, haciendo como si no lo hubiera visto.

No estaba para conversaciones superfluas.

Edward sintió su mandíbula apretarse, cuando ella cerró la puerta detrás suya.

Bella fácilmente olvida a un amigo.

Tal vez él debería de haberla contado sus sentimientos más íntimos antes de incorporarse en la Marina.

La amaba.

Desde que tenía seis años, pensaba. Siempre había sido ella. Había crecido siendo un niño salvaje y camorrista, a un adolescente aún más salvaje que antes, para irse a la Marina. El aspecto lúgubre de aquella vida le había cambiado un poco, pero la bala que había acabado con su carrera había terminado con la poca ferocidad que le quedaba.

Él había planeado ir a casa durante sus vacaciones y cortejarla. Pero ella se había mostrado distante. Entonces se había decidido, durante su última misión, de la que iba a estar fuera unas semanas, que cuando pudiera, la tendría por fin en su vida, comunicándola lo que sentía.

Pero en su camino lo que se había cruzado fue bala.

Todo había cambiado.

Pero siempre estaba Bella.

Ella había sido su constante.

Después de la terapia había regresado a casa, con la intención de recuperarse un poco y salir tras ella.

Que era donde estaba en este momento.

Cuando por fin pudo caminar erguido y no parecer un lisiado, ella se había liado con un maldito Doctor. Se había enfadado, pero luego había pensado que era mejor permanecer algo retirado. Demetri Volturi era una equivocación para ella. Esto no duraría, por lo que él esperaría un poco más.

Pero unas semanas, se convirtieron en meses, y luego en seis meses. Casi un año había pasado y ellos todavía estaban juntos.

Entonces el bastardo va y le propone matrimonio.

Cuando Edward vio ese día, el anillo en su dedo, supo que tendría que hacer algo.

Entonces él envió la cesta.

Había estado en su casa durante los dos últimos años y había observados cosas sorprendentes, pensadas para complacerla —un ingreso a un club de lectores eróticos, varios libros del dicho club dispersados por la casa, libros en varios discos de editoriales eróticas.

Un vibrador.

Él había ido al Ministerio un día y había navegando por una página Web donde había una amplia variedad de la lencería de seda y de cuero, y su pene se había puesto rígido, mientras la imaginaba con algunos de los artículos que había visto.

Su cariñin, la pequeña Bella era una gata montesa bajo esa apariencia exterior tranquila. Él podría imaginársela en su cama, con los ojos vendados, su piel pálida brillando contra la lencería negra, su pelo rubio platino cayendo alrededor de sus hombros. No la dejaría escapar.

Después de la cesta, había seguido con las llamadas telefónicas, cambiando su voz, disfrazándola fácilmente. Después de todo, esa preparación era la segunda naturaleza de un SEAL. Justo hasta cuando entraba en la oficina el pequeño Doctor donde ella trabajaba. Era como coser y cantar.

Pero la espera era la parte más difícil.

La espera lo estaba conduciendo a la locura.

Él la había visto por su ventana cientos de veces, para ver sus cartas esparcidas a su alrededor en la cama. La primera vez había sido muy tarde ya de noche, mientras él merodeaba por el patio trasero, después de despertarse con un sudor frío por una pesadilla. Su dormitorio tenía tres ventanas, unas en las paredes que daban al Este y otra al Sur, dándole así una vista muy clara de su casa. En la parte trasera, había una yarda de césped y árboles, y desde allí nadie podía ver nada.

Pero cuando Edward había comprendido esa noche que podría ver mejor que otras veces. Transpuso esa yarda de terreno, solo pensando en echar una carrerita, y había echado un ligero vistazo hacia su casa reflexivamente al ver las luces encendidas.

Su corazón palpitaba apresurado, cuando miró hacia lo alto brevemente y la vio por la ventana de la esquina, tumbada en su cama, con una sonrisa diminuta en su cara, los ojos casi cerrados, con la cabeza hacia atrás, y una de la cartas sostenida libremente en una mano apoyada en su vientre.

Él trató de resistir—y por lo general lo lograba—al impulso de permanecer allí de pie y poder observar algo más de ella. También, era bastante complicado, considerando la disposición de sus casas respectivamente. En el lado occidental de su casa, afrontaba el lado del Este de la suya, él tenía un gimnasio-oficina en su casa, todo combinado. Y con frecuencia, con bastante frecuencia, se había encontrado mirando por si la veía a la vez que se ejercitaba sus músculos.

Pero, después de su andadura de la última noche, lo que había visto comenzó a sustituir sus pesadillas por su dulzura, con sueños ardorosos. Bella había olvidado cerrar las cortinas otra vez, y Edward se tumbo en la hamaca, moviéndola de un lado a otro, como si estuviera en cubierta, en vez de en mitad del jardín de su casa, contemplando el cielo, con sus ojos arenosos y pesados por la necesidad de dormir, pero el sueño lo eludió.

Alzando la vista, disfrutando de la fresca brisa de la primavera, había sido recompensado de golpe con la vista de su persona—primero con sus bragas, luego ella las había deslizado lejos, comenzando a bombear sus delgados dedos en su sexo, y finalmente había sacado su vibrador, su cabeza echada hacia atrás por el placer mientras ella se masturbaba hasta llegar al orgasmo—con todas sus cartas extendidas a su alrededor.

Él la había llamado tarde, esa noche y había jugado con ella mientras conversaban, pero él no había sido lo bastante afortunado para obtener todo el espectáculo, porque ella había corrido las cortinas sobre las ventanas, probablemente para que no la molestara el sol del atardecer, y él no estuvo seguro de comenzar a esconderse por toda la vecindad solo para ver si podía verla por otra ventana.

Dos noches habían pasado ya desde que él la había llamado por última vez.

Acechando la casa, él se dirigió hacia el cuarto de baño, con la intención de lavarse la mugre y suciedad de su cuerpo. Él abrió la ducha, y mientras se calentaba el agua, destapó una cerveza. Acabándosela antes de entrar en la ducha, dejó que el chorro de agua caliente cayera por su pelo negro y piel bronceada, sus ojos verdes claro cerrados ante el alivio de sentir el agua trabajar un poco en la rigidez de su espalda.

Su pene estaba erecto y doloroso de solo pensar en Bella. Cerrando su puño alrededor de el, mientras una sonrisa amarga se curvaba en su boca. Apunto de masturbarse otra vez, recordando el cuadro que ella había ofrecido. Bombeo su mano de arriba abajo, la cabeza de su pene sacudiéndose rítmicamente, la imaginó en su cama, solo con su gloriosa seda de su pelo y una sonrisa, mientras él extendía los labios hacia su sexo y la lamía.

Pronto. Maldita sea, pensó con un gruñido, a la vez que su semilla se limpiaba al caer en el desagüe. Pronto. Si él no la follaba pronto, iba a volverse loco.

Y si ella dejaba a ese Doctor bastardo joderla otra vez, la iba a zurrar.
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OTRO CAP EL SABADO

11 comentarios:

nydia dijo...

OMG mi niña me encanto este capitulo esta genial me puso las emociones de punta i esa imagen ni te digo...Sigue asi...Besos...

Silvinha dijo...

Ok, cap. muito,muitobom!!!!aguardando o proximo com grande expectativa.
beijos Silvinha.

brigitteluna dijo...

guao este capitulo estuvo fantastico espero con ansias el proximo

lorenita dijo...

wow,wow!!! excelente capítulo, espero el que sigue!!!! felicidades...

Katt dijo...

me encanto el capi
superhot te felicito
besos

joli cullen dijo...

es edwardhay dios que emocion y bella ni caso le hace pero lo hara xd me enata

nany dijo...

estuvo muy padre el cap

Lucy dijo...

Dios Lizzy esta historia nos matara de un infarto y mas con esa imagen tan explicita! xD me encanta esta historia corro a leer a siguiente cap. Un beso :D

Unknown dijo...

haaaaaaaa me ando poniendo al día!! no pensé que actualizarás tan rapido!!

Gracias!!!

Ahora esa imagen puff.... me voy al otro cap que promete!!!! haaaaaaaaaa

ya te di las gracias?? GRACIAS!!!

Negriithaah dijo...

WOW!!!! estuvo buenisimo creo que leeré esto más seguido jejeje sabes que me encantan tus historias asiq seguiré leyendote aunque aveces blogger le da los taldos y no me deja comentarte ¬¬ seguiré con el otro capitulo besos linda

fabiola León dijo...

NAAAAAA!!!!!QUE PERVERTIDO!!PERO ME ENCANTAAA JAJAJAJAJ!!!!
BESOTES
MUY BUENA LA HISTORIA
VAL

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina