Capítulo 16
Edward
Puedo sentirla. Sus cálidas piernas moviéndose sobre las mías entre las
sábanas, y está caliente y húmeda entre sus piernas mientras se mueve sobre mí.
Agarro sus caderas y le doy la vuelta, quitándole las bragas, zambulléndome y
tomándola en mi boca.
Dios, sus gemidos son tan dulces y no quiero irme nunca de esta cama. No
quiero hacer nada más que sentirla y saborearla, hacerla sonreír y sudar y
correrse. Es mía.
Pero de repente abro mis ojos, parpadeando ante la tenue luz de la
madrugada.
Estoy solo, y respiro profundo, persiguiendo su olor en mi sueño.
Cierro mis ojos.
—Jesús. —Jadeo, lamiendo mis labios.