viernes, 31 de marzo de 2017

Capítulo 2 Tomando Instrucciones

CAPÍTULO 2

Oh Dios. El cuerpo de Isabella era aún más bello de lo que Edward había imaginado, de lo que había sido en muchas de sus fantasías. Su largo pelo negro caía sobre sus hombros delicados hasta su fina cintura. Sus pechos eran grandes, sus pezones  altos  e impertinentes. Cada pedacito de su cuerpo era firme y tonificado desde sus  hombros a sus tobillos. Y si pudiera verlo, apostaría que tendría un buen culo también.

jueves, 30 de marzo de 2017

Capítulo 1 Tomando Instrucciones

CAPÍTULO 1

Isabella Swan levantó la vista de su ensayo para mirar al profesor Cullen. Su boca se hizo agua y se retorció en su asiento para aliviar el dolor entre los muslos.
Profesor, si, claro. El hombre era tan malditamente hermoso y construido como si acabara de salir de la revista de un gimnasio que no se parecía a ningún profesor o profesora que había tenido.
Cabello oscuro enmarcaba sus rasgos cincelados. Tenía una mandíbula angulosa, los pómulos altos y ojos azules tan bonitos como el claro cielo de Arizona.
Ella tenía algo con los hombres con traseros apretados, y sus pantalones le  quedaban bien ajustados. A veces, cuando se alejaba del podio había podido dar una buena mirada a su paquete. Definitivamente digno de desenvolverse como el resto de su delicioso cuerpo. Anchos hombros, bíceps que se flexionan debajo de las mangas ceñidas de sus camisas.
Ella apostaría su último par de bragas a que tendría ondulados abdominales y un pecho liso sobre el que pudiera deslizar sus manos para sentir su grupo de músculos debajo de sus palmas. Y ella clavaría las uñas en su culo tenso mientras él la cabalgaba con fuerza.
Isabella se retorció en su asiento y sonrió para sus adentros cuando cogió al profesor Cullen mirándola de nuevo. Se inclinó hacia delante un poco más para que sus pechos se vieran como si se hubieran derramado fuera de su sostén. Su garganta trabajó antes de que él volviera su mirada hacia el podio. Isabella sonrió. Era el final del segundo semestre de su primer año en la Universidad de Arizona. Sería una estudiante de segundo año en el otoño. Había encontrado a un hombre que quería más que a nada. Y tenía la intención de atraparlo. Todo el semestre se había puesto  camisas o blusas con cuellos que mostraban su escote y hacían hincapié en sus pechos. Llevaba pantalones cortos o faldas diminutas que apenas cubrían nada. Y él se había fijado en ella. Ah, sí, definitivamente la miraba cuando pensaba que ella no se daba cuenta.
Cuando estaba escribiendo notas o trabajando en un documento, había levantado la vista a través de sus pestañas para verlo mirándola. Él trataba de parecer casual, pero ella sabía que había una conexión entre ellos que iba más allá de pura lujuria. A veces sus ojos se encontraban y se sostenían la mirada antes de que él apartara la vista y volviera a hacer lo que fuera que había estado haciendo hasta ese momento. Isabella bajó la mirada de nuevo a su trabajo final y trató de concentrarse en terminar su ensayo. Lo había echo bien, desde Inglés era su mejor tema, pero con Edward Cullen detrás de ese podio, ocultando lo que más quería ver, tenía que esforzarse para mantenerlo fuera de su cabeza y escribir.
Era el último día antes del receso de verano, y ella no tenía intención de pasarlo sola. Iba a dar al profesor Cullen momentos que nunca olvidaría.


La mirada de Edward Cullen se mantuvo extraviada en los pechos de Isabella Swan. Maldita sea, su alumna era tetona. Era una suerte para él estar detrás de un podio cuando daba sus conferencias o sus alumnos verían su constante erección cada vez que estaba alrededor de Isabella.
En este momento su clase tenía la cabeza baja, mientras que estudiaba minuciosamente sus trabajos académicos. Eso le dio tiempo a Edward para permitirse disfrutar de algunas fantasías acerca de Isabella. Si ella no fuera su alumna, la invitaría a salir y la follaría como si no hubiera un mañana. Tendría que azotarla por  ser una chica mala, convirtiendo su culo en una agradable sombra de color rosa.
En ese momento, Isabella lo miró y le dio esa pequeña sonrisa sexy que le daba cada vez que tenía la oportunidad. Ella se movió en su asiento para estirarse y girar uno de sus dedos en su largo pelo negro y lo miró con los ojos tan verdes y sensuales que apenas podía pensar, mucho menos conseguir tener su erección bajo control.
—Profesor Cullen, —dijo una voz femenina a la izquierda del podio. —¿Dónde quiere que dejemos los ensayos?
Edward sacudió su atención hacia…¿cual era su nombre?
—Yo lo tomaré—dijo a la pequeña rubia mientras ella miraba a Isabella y de regreso a Edward. Por su expresión, él sabía que ella lo había pillado mirando a Isabella. Se aclaró la garganta y miró hacia abajo a su ensayo de Inglés. Angela -ése era su nombre.
—Gracias, Angela. —Centró su atención en ella, incluso cuando sintió el calor de la mirada de Isabella. —Ten un  buen receso de semestre.
Angela miró a Isabella otra vez.
—Si. Usted también—dijo con una sonrisa en su voz.
Edward la despidió llevando su atención al ensayo. Como siempre, su trabajo era excelente.
Cristo, sin embargo, tenía que conseguir sacar de su cabeza a Isabella Swan. Ella era su estudiante, por el amor de Dios. Había visto que se había inscripto en un semestre de otoño, con él, Inglés 210, Introducción a Escribir Ficción. Sabía a lo que prefería introducirla.
Iba a ser un jodido infierno tenerla en su clase de nuevo y no fantasear sobre sus pechos, y cómo sus labios carnosos se sentirían envueltos alrededor de su polla. Miró a Isabella, y fue un error. Ella lo miraba, sus pezones presionando contra la tela de su camiseta de corte bajo y sus labios húmedos con un ligero brillo en ellos. Se dio la vuelta y apretó los dientes. Iba a tener que cerrar la puerta de su oficina y hacer frente a su erección tomando su polla en la mano tan pronto como terminara la clase. Más estudiantes se acercaron a él, entregando sus trabajos lo que por suerte le ayudó a centrarse en la clase y evitar mirar a Isabella.



Cuando el timbre para despedir a la clase llegó por los altavoces, dejó escapar un suspiro de alivio. Final del semestre, basta de fantasear acerca de Isabella. Mierda,
¿que tenía, veinte, veintiuno? El tenía treinta. Era un poco viejo para que hubiera nada entre ellos. Incluso si no tuviera que preocuparse por la ética entre maestros y estudiantes. Infiernos, acababa de obtener su puesto como profesor permanente. Y  no quería meter la pata.
Los restantes estudiantes le traían sus ensayos que él organizaba  pulcramente  para no ver la belleza de pelo negro que se estaba tomando su tiempo para llegar hasta el podio. No estaba seguro de si iba a ser capaz de obtener una palabra coherente, cuando finalmente ella le diera su ensayo. Ella fue la última, por supuesto. Él sabía que amaba torturarlo, y ella hizo un trabajo condenadamente bueno de eso. Volvió a apilar los papeles con esmero, tratando de mantener la calma. Todo el semestre se había estado burlando de él, coqueteando y dando a entender que le gustaría ser algo más que la mascota del profesor. Y seguro como el infierno, él quería hacer de ella justamente eso: correa, collar y todo.
Él supo el instante en que ella llegó. Ninguna otra mujer olía de la forma en que ella lo hacía. Caliente, sensual y cálida vainilla.
Levantó la cabeza para ver que era, de hecho, el último estudiante en la sala. Mierda, su mano tembló un poco mientras tomaba su ensayo. El podio estaba entre ellos, gracias a Dios. Sus pantalones eran sin duda una tienda de campaña donde su polla presionaba contra el material.
—¿Cuáles son tus planes para este receso de verano, profesor Cullen? —Le preguntó Isabella en su suave voz de fóllame. Si ella no se iba, su polla estaba a punto de estallar. Se aclaró la garganta otra vez.
—Nada especial.
—En serio. —La palabra era un ronroneo de sus labios que casi le hizo gemir en voz alta. —Mi familia va a Europa por el verano, así que voy a estar sola.
Edward le dio una sonrisa forzada.
—Parece que estamos en el mismo barco. —Ah infierno. ¿Por qué fue y admitió eso? Como si la niña necesitara algún estímulo. Tal como esperaba, le dio otra de sus sonrisas que hizo que su pene se endureciera.
—Tal vez podríamos reunirnos para tomar un café... o tal vez la cena.
—Escucha. —Él se armó de valor y se obligó a decir lo que no quería. —Tú eres mi alumna. No sería ético que me citara contigo.
Ella arqueó las cejas, una mirada inocente de su expresión.
—¿Quién dijo algo acerca de citas... sólo dos personas solitarias tomando café juntas. O cenando.



—Lo siento, Bella… Señorita Swan. —Maldita sea, era lo único que podía hacer para sacar su mente de su polla…en su cuerpo, en cualquier número de posiciones…y forzarse a decir las palabras que debía. —No puedo.
—Pero tú quieres—le susurró ella y guiñó un ojo antes de darse vuelta y caminar hacia la puerta.
Vestía una falda diminuta de color rojo que dejaba ver sus increíblemente largas y tonificadas piernas. Su camiseta roja a juego moldeaba su figura, disminuyendo hasta su pequeña cintura. La miró hasta que desapareció por la puerta, entonces aspiró en una profunda respiración. Le llevó un rato conseguir tener su erección bajo control. Tenía que pensar en los montones de ensayos que tenía que calificar. En su abuela. En la reunión de su facultad esta tarde. En cualquier cosa menos en Isabella.
Cuando tuvo las cosas bajo control, lo que significaba conseguir que su polla cooperara, metió los papeles en su maletín, lo cerró y se dirigió fuera del aula. El golpe de la puerta hizo eco cuando entró en el pasillo casi vacío. Los estudiantes estaban  más que listos para las vacaciones de verano y parecía que nadie estaba interesado en dar vueltas. No es que él tuviera la intención de estar por aquí más de lo que debía. Le había dicho a Isabella la verdad, no tenía absolutamente nada interesante planeado, y más que nada le encantaría tener a esa chica en su cama y mantenerla allí todo el receso. Una chica como ella probablemente podría disfrutar de sus juguetes y un poco de bondage. Quizá mucho bondage.
Mierda. Estos iban a ser tres largos meses antes de que las clases comenzaran de nuevo. Edward hizo el camino a su oficina, tratando de llevar su mente a otras cosas sin éxito. Definitivamente iba a necesitar masturbarse para tener el dolor en su ingle  bajo control. Abrió la puerta de su oficina, entró y de inmediato cerró la puerta. Se dio la vuelta…
Y rápidamente bajó su maletín. Isabella Swan estaba sentada en su escritorio.
Desnuda.
**************************************que les parece primer  Capítulo está adaptación es una serie de saga llamada taboo son 4 libros y este es el primero así que lo que haré  es adaptarlo a cada cullen de las parejas cada hombre del clan cullen tendrá una adaptación espero les agrade .

Nueva adaptación "tomando instrucciones "

ARGUMENTO

Isabella Swan es una estudiante de primer año de la universidad que ha estado loca por su profesor durante todo el año. Él es sexy e inalcanzable… y ella está decidida a meterse en su cama.

Salir con una de sus propias estudiantes es un tema tabú y Edward Cullen intenta nunca romper esa regla escolar… Hasta que encuentra un regalo de fin-de-semestre en su oficina… la magnífica estudiante que él no ha podido mantener fuera de su cabeza.  Y está desnuda, y sentada sobre su escritorio.

No pasa mucho tiempo antes de que Isabella descubra que está consiguiendo más  de lo que esperaba. Ella averigua exactamente quién tiene el control a la vez que aprende cómo le gusta jugar al profesor. Un completo nuevo mundo de BDSM se abre para ella y ser una mala chica nunca se sintió tan bueno.
Hola esta adaptacion es del libro  Tomando Instrucciones de CHEYENNE McCRAY
. Las actualizaciones serán en el blog.

Leer primer capitulo

miércoles, 29 de marzo de 2017

Capítulo final Castigando a Isabella


Capítulo nueve


Isabella se sentó en la cama y sintió ganas de llorar. Dios, ¿de verdad le importaba tan poco?  ¿Tan poco como para dejarla tan pronto acabó?

Castigando a Isabela Capítulo 8



Capítulo ocho


Lo siento, Isabella, pero voy a tener que follarte.

Sus palabras le enviaron una punzada de placer y miedo directamente a la dolorida hendidura de su vagina. Isabella había estado esperando por eso toda la noche y, sin embargo, él era tan grande.

martes, 28 de marzo de 2017

Castigando a Isabela Capítulo 7



Capítulo siete


Isabella estaba atada e indefensa en la cama del capitán, con las piernas tan abiertas como para separar los labios de su vagina (si no lo hicieran ya los lazos), y sus pensamientos corrían en círculos. Dios, no puedo creer que él vaya a hacer esto realmente. ¿Qué va a hacer de todos modos? ¿Lamerme? ¿Chuparme?

viernes, 24 de marzo de 2017

Castigando a Isabella capítulo 6


Capítulo seis


“Sargento Isabella Swan, diríjase a los aposentos del capitán. Sargento  Isabella Swan, diríjase a los aposentos del capitán inmediatamente”
Isabella escuchó el anuncio desde el interior de la pequeña ducha de su cabina, donde estaba por enésima vez intentando quitarse las cuerdas que rodeaban su cuerpo.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Castigando a Isabella capítulo 5


Capítulo cinco


Isabella se retorció y se volvió airadamente, luchando contra las esposas que le mantenían los brazos encima de su cabeza. Los movimientos hicieron que sus pechos desnudos se sacudieran y al cambiar su posición tiraran de los nudos de amor drusinianos apretándolos más aún contra sus pezones y su coño, pellizcándolos sin piedad. Ella era muy consciente de que su giro y su lucha  estaba llamando la atención sobre su difícil situación, todos los ojos estaban ahora puestos en ella y una multitud se estaba reuniendo para ver en qué consistía el alboroto. Pero iría al infierno antes de quedarse quieta y aceptar lo que fuera que el capitán Cullen estaba a punto de repartir. ¿Qué demonios estaba él pensando, de todos modos, tratándola así? Si estaba intentando hacer que sus papeles como mercader y esclava recién adquirida fuesen más realistas, ella podía pensar mejores formas de hacerlo. Formas que no implicaban ponerla en un escaparate por segunda vez ese día.
—¡Basta! — exigió, tratado de volverse para ver qué era exactamente lo que  su comandante en jefe iba a hacer.  —¡No puedes hacerme esto!
—Puedo y lo haré—.  De repente Cullen estaba justo detrás de ella, con el  pecho ancho y musculoso presionando contra su espalda desnuda. —Eres  un poco tonta; gracias a tu actitud desafiante, cada mercader de aquí está empezando a preguntarse si eres realmente una esclava. Así que ahora tengo que demostrar que lo eres, — susurró a su oído. —Tendría que follarte justo aquí y así nadie tendría ninguna duda de que me perteneces.
—¿Tú… tú tendrías que qué? — Isabella apenas podía creer lo  que  oía. Nunca había oído a su estoico capitán zentoriano sonar tan molesto, no, tan furioso, con anterioridad y eso la asustó más de lo que la amenaza de ser vendida como una esclava había hecho. Su cuerpo enorme estaba presionando contra el  de ella con tanta fuerza que ella podía sentirlo temblar, de rabia, se dio cuenta de repente. Estaba tan enfadado con ella que estaba intentando controlar su temperamento con ambas manos.  ¡Los zentorianos no tenían emociones!  Pensó ella desatinadamente. ¿Podría estar equivocada acerca de lo que él estaba sintiendo? Isabella había fantaseado muchas veces sobre cómo sería ser llamada  a sus aposentos si él decidía ejercer su privilegio de capitán con ella, pero nunca se había imaginado ser poseída en un mercado al aire libre delante de una multitud de comerciantes furiosos y de compradores.
—Dije que debería follarte—, gruñó Cullen, su cuerpo enorme todavía aplastaba el suyo. — Es uno de mis derechos y ya has causado suficientes problemas como para merecerlo.  Da gracias de que lo único que vayas a recibir  es una muestra de mi cinturón.
—¿Qué? Pero no puedes…—Antes de que pudiera terminar su frase, su capitán dio un paso atrás y el primer golpe punzante conectó con su trasero desnudo con un chasqueo limpio. Isabella gritó de sorpresa y dolor. Se había preparado para hacer frente a un tribunal de inquisición, incluso a perder su comisión por su estupidez al intentar capturar a V por su cuenta, pero nunca, ni en sus sueños más salvajes, había pensado que su capitán la ataría desnuda a un poste de flagelación y la golpearía con el cinturón.
—¡Eso es, azótala! ¡Sácale la insolencia! — gritó un espectador ganándose una mirada de Isabella mientras seguía luchando. Isabella se las arregló para dar media vuelta, los ásperos grilletes se clavaron en sus muñecas, y vio que el siguiente golpe estaba llegando. Lo esquivó con agilidad moviéndose a un lado y el cinturón encontró aire vacío donde un instante antes estaba su culo. ¡Chúpate esa, bastardo! Isabella sintió una oleada de triunfo pero tuvo una corta vida. Con el cinturón de cuero negro en una mano, Cullen se adelantó y la agarró por la cintura.
—¿Todavía no ha entrado en tu obtusa cabeza que se supone que eres una esclava? — gruño en su oído. —Te mereces estos azotes más de lo que puedo decir, pero también tenemos que convencer a esta multitud de que somos artículos genuinos si queremos salir con nuestras pieles intactas.
Con lágrimas de dolor brotando de sus ojos, Isabella levantó la mirada hacia él. Estaba tan enfadada que sus amenazas no la asustaban. ¿Realmente quería ella conseguir la atención de su capitán? Bien, ahora la tenía, tenía sus brazos alrededor  de  ella  y  su  cuerpo  duro  presionando  contra  el  suyo.     El    único problema era que estaban en público y él tenía la intención de ponerle el culo rojo para tratar de darle alguna clase de estúpida lección.
—No hay modo en el infierno que pueda hacer que me quede quieta  mientras me calientas el culo—, escupió.
Él frunció el ceño, una de las esquinas de su boca se curvó violentamente. — Si tuvieras la más mínima idea de cuánto me estoy conteniendo, te darías cuenta de que por la fuerza que llevan estos azotes no son más que una palmada amorosa. Pero que me aspen si voy a quedarme aquí razonando contigo mientras estos mercaderes llaman a los guardias. Si no quieres quedarte quieta durante el castigo, entonces tendré que sujetarte yo mismo.
Isabella abrió la boca para protestar otra vez pero se sintió conmocionada al sentir que la mano cálida y enorme del capitán bajaba por su abdomen hasta su coño expuesto. Los cordones plateados drusinianos todavía mantenían los labios de su vagina abiertos así que él no tuvo ningún problema para ahuecar su montículo y penetrar con dos dedos largos y gruesos en su interior, igual que había hecho durante la subasta. Sólo que esta vea era con un propósito, mantenerla quieta.
Isabella estaba hirviendo. ¡Esto era intolerable! Ella estaba de puntillas, con los brazos estirados por encima de la cabeza y las piernas muy abiertas con los dedos del capitán alojados firmemente en su coño mientras él se preparaba para golpearla.
Antes de que pudiera pensar o decir algo para detenerlo, sonó otro golpe plano cuando el cinturón aterrizó otra vez contra su culo desnudo y un dolor punzante irradió de su carne ofendida.
¡Hijo de puta! Isabella se retorció de rabia pero con su presión sólo consiguió que los dedos se le hundieran más en el coño. La callosa palma de su mano frotaba con fuerza sobre su clítoris sensible, ya inflamado por la cuerda que lo rodeaba. Para su rabia y vergüenza, Isabella notó que empezaba a calentarse en una forma que no tenía nada que ver con la luz de los soles gemelos de Ortha seis cayendo sobre su cabeza. ¿Cómo se atrevía a hacerle esto? ¿Cómo se atrevía a golpearla y a joderla con los dedos al mismo tiempo? ¡Y en público!  ¡Privilegio  del capitán o no privilegio, esto estaba yendo demasiado lejos!

Plaff, plaff, plaff. Isabella gemía una mezcla de ira, placer y dolor mientras la paliza continuaba. A pesar del dolor en su culo, o tal vez debido a él, podía sentir su coño derramándose alrededor de sus dedos invasores, poniéndoles más fácil el deslizarse dentro de ella. Muy pronto él estuvo presionando contra el final de su canal y frotándole él clítoris con cada golpe de su cinturón, conduciendo a Isabella más y más cerca de un orgasmo no deseado.
—¡Maldito seas, detente! Gritó, luchando contra él con más fuerza. — Para antes de que yo…
—¿Antes de qué? — Él ni siquiera estaba sin aliento pero hizo una pausa  entre los golpes para oír lo que ella tenía que decir.
—Antes de… antes de que me corra —. Isabella intentó hablar con dignidad pero era difícil cuando podía sentir su cara caliente con la vergüenza.
Él bajó la mirada hacia ella, obviamente sorprendido. — ¿Vas a correrte? ¿Por ser azotada?
—No, no por ser azotada, — susurró Isabella, a pesar de que en el fondo de su mente pensaba que tener a su ausente capitán castigándola podía tener algo que ver con su excitación. Sin embargo, ella no podía decirle eso a Cullen, tenía que haber alguna otra excusa para la repentina traición de su cuerpo. —Son… son estos malditos nudos de amor drusinianos, — explicó señalando con la cabeza las cuerdas que cruzaban su cuerpo. —Por no mencionar la forma en que me estás… tocando.
—Pareces estar extremadamente húmeda—  El capitán Cullen sacó los dedos  de su coño y los volvió a meter de forma experimental, haciéndola gemir de placer. Dios, mucho más de eso y ella acabaría corriéndose contra su mano tanto si quería como si no.
—¡Por favor! — Isabella tiró inútilmente de sus grilletes, intentando no frotar su coño abierto contra la dura palma en el proceso. De repente toda la ira y la rebeldía que había estado sintiendo desaparecieron, dejando sólo la vergüenza en su lugar. —Por favor, capitán—, rogó en voz baja, mirando su cara severa. —Por favor, no haga que me corra delante de toda esta gente.       No podría  soportarlo.

Para su horror sintió que lágrimas calientes presionaban contra sus párpados, y aunque lo intentó no pudo contenerlas.
Un destello de lo que podía haber sido compasión atravesó los ojos  del capitán que llevó la mano con la que sostenía el cinturón hasta la cara de Isabella. Esta se estremeció pero él sólo limpió con suavidad las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.
—Muy bien. Voy a desatarte. Si te comportas como una auténtica esclava no te someteré a más castigos, por lo menos aquí —. Frunció el ceño, sus cejas gruesas se arquearon, haciéndole saber que su calvario no había terminado todavía. Pero Isabella estaba tan agradecida de no tener que aguantar ninguna humillación más en público que asintió de buena gana.
—Lo haré bien, lo prometo—, susurró.

Cullen asintió y retiró los dedos lentamente. Igual que antes, los chupó con la boca y los lamió para limpiarlos, su mirada no abandonó a Isabella mientras lo hacía. A pesar de su enfado persistente con él y de las palpitaciones en su trasero, ella no pudo evitar retener el aliento ante la erótica visión.
—No… no tiene que hacer eso, sabe—, murmuró. —Estoy segura de que no todos los propietarios de esclavos se divierten saboreando a sus esclavos tan públicamente, así que puede dejar su actuación.
—¿Quién dice que estoy actuando?— Él le frunció el ceño de nuevo y levantó los brazos para quitarle los grilletes. —Sabe, sargento Swan, se me ocurre que si hubiese hecho esto o algo similar hace mucho tiempo no estaríamos en esta situación—, añadió en voz baja.
Olvidando su promesa de desempeñar el papel de esclava obediente, Isabella levantó la barbilla con ira. —Tal vez si hubiera escuchado alguna de mis ideas no habría tenido que intentar reivindicarme de esta manera.
—Sí, tal vez. — Ahora que ya no estaba enfadado, o lo que pasaba por enfado en un zentoriano, la voz del capitán Cullen era otra vez desesperadamente fría. — Ha estado intentando conseguir mi atención durante meses de una forma u otra pero la ignoré. Tal vez debería haberla puesto en su lugar mucho antes.

—¿Ponerme en mi lugar? —  Ahora Isabella estaba auténticamente enfadada.
—Tendré que demostrarle que mi lugar es a bordo del Orgullo de la justicia como un miembro valioso de la tripulación y no me importa lo que piense sobre mi experiencia; si sólo me diese una oportunidad en vez de mirar a través de mí todo el tiempo…
—¿Darte una oportunidad para hacer qué? — gruñó él en voz baja. —¿Para desembarcar a escondidas por tu cuenta y arriesgar toda la misión? Exactamente,
¿qué tipo de atención está buscando aquí, Swan? ¿Debería llamarte a mis aposentos y ejercer mi privilegio contigo? ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres mi atención profesional… o sexual?
Isabella perdió la cabeza. Olvidándose que se suponía que era una esclava o que el capitán Cullen era su comandante en jefe, se enfrentó a él arañándose las muñecas.  —¡Tú, arrogante bastardo! Voy…
Parece que no le ha pegado lo suficiente, hijo—. La voz suave interrumpió su acalorada discusión y Isabella y Cullen levantaron los dos la mirada para ver a un anciano con una bolsa de cuero usado a la espalda mirándolos con gran interés.   Y no era el único. La multitud que se había reunido para ver cómo golpeaban a Isabella había empezado a disolverse cuando Cullen soltó los grilletes. Pero ahora, comerciantes y compradores estaban empezando a acumularse de nuevo esperando, obviamente, una repetición de la función. Isabella  los  miró beligerante y se abstuvo de frotarse el trasero dolorido a pesar de lo mucho que lo deseaba.
Al ver su expresión, los ojos del capitán Cullen se endurecieron. —Creo que puede que tenga razón, amigo—, dijo al hombre mayor, asintiendo formalmente con la cabeza. — Pero mis negocios están lejos de aquí y no tengo mucho tiempo para perder con una esclava rebelde.
—Pero seguramente no pretende arrastrarla a un largo viaje sin calmar sus heridas—. El viejo le dedicó una mirada de desaprobación y señaló con la cabeza el culo de Isabella.
¿Heridas? ¿Qué heridas? Isabella dejó que una de sus manos se arrastrara para explorar su carne escocida pero no había sangre en sus dedos cuando miró. El anciano estaba  haciendo  una montaña de un grano  de arena, decidió.       Por mucho que la hubieran herido los azotes, dudaba de que le dejaran marcas permanentes. ¿Qué quería él de todos modos? ¿Y por qué el capitán Cullen no lo largaba y la llevaba de vuelta a la maldita nave?
—Tengo un largo viaje por delante—, estaba diciendo al viejo cuando ella volvió a centrar su atención en ellos.  —¿Qué sugiere usted?
—Algo de esto—. El anciano sacó un pequeño recipiente de barro de su saco de cuero con una floritura y lo presentó a Cullen. —Es un compuesto de mi propia invención. Evita que se formen cicatrices y marcas y vuelve la piel suave y sensible entre los castigos. — Señaló a Isabella con la cabeza. —Una esclava menuda tan hermosa como esa, no querrá estropear su belleza con el cinturón y las marcas de los golpes. Lleve un poco de mi ungüento, sólo un crédito por frasco, y suavizará esa preciosa piel antes de que pueda producirse ningún daño permanente. Hay un banco allí si decide usarlo. Muchos dueños de esclavos lo hacen, ¿sabe? — Sonrió triunfante y señaló un banco de madera tosca no muy lejos del poste de flagelación.
—Bueno, tal vez sí cogeré algo—. Para su horror, Cullen dirigió a Isabella una mirada especulativa.
—No—. Sacudió la cabeza. — No, por favor…— Pero su comandante en jefe había lanzado ya al anciano un chip de un crédito y estaba sosteniendo un frasco de ungüento en una de sus enormes manos.
—Por aquí, esclava, — dijo, llevándola hasta el banco de madera. —No me gustaría que la tunda que te voy a dar te dejara marcas.
—¿Qué estás haciendo? — susurró Isabella mientras él se sentaba en el banco y tiraba de ella. Intentó resistirse pero Cullen era demasiado fuerte para ella. Con muy poco esfuerzo la tuvo boca abajo sobre su regazo con su culo ardiente levantado en el aire.
—Pensaría que es obvio—.  Su voz tenía un profundo gruñido de advertencia.
—Me ocupo de tus heridas. Creo que necesitas otro recuerdo de quién está al mando aquí, esclava.

—¡No te atrevas a tocarme! — Isabella se retorció en su regazo como un gato hasta que su superior le sujetó un brazo sobre la parte baja de su espalda e inclinó la cabeza para susurrarle al oído.
—¿Quieres que te ponga en tu lugar otra vez? — advirtió murmurando. — Porque lo haré si no dejas de luchar. — Su mano enorme recorrió los escocidos verdugones sobre su trasero y se sumergió sugestivamente entre sus piernas, permitiendo saber a Isabella de qué estaba hablando exactamente.
—Sintiéndose tan furiosa que podría asfixiarse, Isabella se vio obligada, sin embargo, a permanecer quieta por temor a que cumpliera su amenaza. Respiró hondo, se relajó en su regazo y escondió la cara entre los pliegues de la túnica púrpura de su jefe de forma que no pudiera ver al grupo de personas disfrutando de su humillación pública. Notó que lágrimas de vergüenza escapaban bajo sus pestañas y trató de detenerlas. ¡Dios! ¿Cuánto tiempo duraría esta pesadilla? Un mes en el calabozo y un juicio ante la junta de inquisición estaban empezando a parecerle el cielo comparado con lo que estaba soportando a manos de su exasperante capitán.
—Eso está mejor—, dijo Cullen cuando ella dejó de luchar. Isabella lo notó moverse ligeramente y después su enorme mano estaba de vuelta, esta vez untando algo sobre la piel de su trasero maltratado.
Isabella gemía por lo bajo a medida que el ungüento empezaba a hacer  efecto. Fuese lo que fuese, se sentía maravilloso. El ardor de su parte trasera fue sustituido por un fresco hormigueo y la sargento gemía sin aliento a medida que las redondeadas puntas de los dedos del capitán Cullen trabajaban en su piel. Poco  a poco, la ira empezó a desaparecer al tiempo que el dolor y las lágrimas cesaron.
Dios, se sentía tan bien, y no sólo la pomada, sino también sus manos sobre ella, admitió para sí misma en un momento de debilidad. Quizás él tenía razón y ella había estado intentado llamar su atención durante todo ese tiempo para conseguir que él hiciera algo   como esto. No que la azotara en   público, desde luego, sino que la tocara, que la reconociera como una mujer y no como una subalterna joven que no tenía nada que ofrecerle ni profesional ni personalmente.
Deja de pensar eso. Estás enfadada con él, ¿recuerdas? Se reprendió a sí misma.  Pero era difícil razonar con la sensación de satisfacción que recibía de  su contacto repentinamente suave, incluso con él tocándola delante de lo que se sentía como cientos de ojos mirándola. Poco a poco, Isabella empezó a sentirse relajada. Estaba exhausta de todo el miedo y la tensión que había experimentado en el mercado de esclavos, el rescate posterior y los azotes a manos de su normalmente estoico capitán.
Se preguntó vagamente dónde había ido ese estoicismo sin emociones. Ella había visto al capitán más emocionado en la hora anterior que en los cinco meses que había pasado a bordo del Orgullo de la justicia. ¿Cuál era la razón del cambio? ¿De verdad era ella tan horrible que había atravesado realmente su  muro de calma sin emociones? No, probablemente se estaba dando demasiado crédito.
—Buena chica—. La mano, grande y cálida, subió desde su trasero acariciándole la espalda y los hombros un momento y después Cullen habló de nuevo. —De acuerdo, Isabella. Eso es todo. —Su voz profunda rompió lo que casi se había convertido en un trance parecido al sueño y Isabella se dio cuenta de que la estaba levantando de su regazo.
Sus ojos parpadearon, totalmente deslumbrada por la cálida luz del sol cayendo sobre ella. Con la cara presionada contra las ropas de él, había encontrado una oscuridad reconfortante para ocultarse. Levantó la mirada, temiendo ver todos los ojos curiosos fijos en ella otra vez, pero únicamente vio que la multitud a su alrededor se había disuelto. Comerciantes y compradores se dedicaban a sus asuntos, ignorando por completo al amo y a la esclava que estaban sentados en el banco de madera. La falta de atención después de haber sido observada descaradamente toda la mañana y durante la tarde hizo que Isabella se sintiera casi invisible. Junto a estar vestida, era la mejor sensación que podía imaginar.
Levantó la mirada para ver que Cullen estaba mirándola especulativamente. Se preparó, esperando su siguiente comentario sarcástico, pero no llegó.
—¿Lista para irte? — preguntó, su voz profunda sonaba tranquila y fría.

Isabella suspiró y asintió con la cabeza. Estaba segura de que iba a ser un largo camino de regreso a la nave, especialmente no llevando puesto nada más que marcas de cinturón y pomada en su trasero, pero tenían que irse en algún momento.
—Muy bien, entonces. — Él se levantó pero, para su sorpresa, en vez de tirar de la correa atada a su cuello, se inclinó y la levantó en brazos.
—¿Qué…? —  Lo miró insegura y vio la esquina de su boca contraerse.

—Pareces demasiado cansada para caminar el resto del camino—,  murmuró.
—Sólo relájate y finge que estás desmayada, para que nadie piense que estoy siendo demasiado blando con mi nueva esclava.
Isabella dudaba que nadie pudiera pensar eso después de la forma en que la había azotado pero, sintió, a regañadientes, cierta gratitud por su disposición a cargar con ella la última etapa de su viaje. Dejó descansar la cabeza sobre su amplio hombro, justo en la curva de su cuello, y cerró los ojos, fingiendo caer en la inconsciencia. Como resultado, no tuvo que fingir mucho tiempo ya que las tensiones del día la vencieron y se quedó dormida en los brazos del capitán con el olor caliente y picante de su piel llenándole los sentidos.
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Edward la mantuvo abrazada mientras se abría camino entre la gente que todavía abarrotaba el mercado. Miró hacia abajo y vio las mejillas ligeramente enrojecidas y el alborotado pelo dorado, y no pudo evitar que un sentimiento de ternura se apoderara de él. Era como una guerrera, decidida a hacer exactamente lo que quería. En cualquier otro subordinado, él vería esa cualidad como algo a erradicar, después de todo, ella no podría cumplir las órdenes si iba constantemente por su cuenta. Pero con la sargento Isabella Swan, veía una independencia que lo ganaba a pesar de sí mismo. Le provocaba emociones que nunca había sentido antes, que nunca se había permitido sentir. Edward frunció el ceño ante ese pensamiento. Para ser honesto, eso no era cosa buena. No debería permitir que ella lo afectara de esa manera, no permitiría que arrastrara sus sentimientos ocultos a la superficie donde podrían suponer una amenaza para sí mismo y para los demás.
Honestamente, el capitán Edward no sabía qué le había pasado esa tarde. Ciertamente, los azotes habían estado fuera de lugar. Cierto, ella había estado a punto de hacer saltar su tapadera y probablemente merecía cada golpe de cinturón que le había dado, pero debería haber dado esos azotes fríamente y sin emociones. En cambio, ella había conseguido ponerlo tan al rojo vivo de furia  que todo lo que había podido hacer era atemperar los golpes para que no le hicieran demasiado daño. Y después, cuando la había sujetado forzándola con sus dedos en el coño.
No debería haber hecho eso, se dijo a sí mismo con enojo. No deberías haber querido hacerlo. Y sin embargo, lo había hecho y lo había disfrutado. La sensación de sus suaves paredes interiores apretando sus dedos mientras la sujetaba y la forma en que su coño se había humedecido tanto mientras la azotaba… maldita sea, sólo el pensar en eso, lo ponía duro de nuevo. Tenía que parar, tenía que hacerse con el control de sí mismo en lo que se refería a esa subalterna en particular. Una vez estuvieran de vuelta en el Orgullo de la  justicia, tendría que retomar su antigua relación impersonal. Él era zentoriano, después de todo, y si no podía controlar sus emociones hacia una pequeña mujer, bien podría colgar el uniforme y abandonar Intergal del todo.
No la tocaría de nuevo, se prometió. No la llamaría a sus aposentos y usaría  el privilegio del capitán con su hermoso cuerpo sin importar cuánto quisiera hacerlo. Las cosas volverían a la normalidad y la ignoraría como había hecho antes. A excepción de una reprimenda formal en su registro, por supuesto, se merecía al menos eso por tal cantidad de acciones imprudentes y precipitadas.
Justo cuando ya estaba resuelto a poner más distancia que nunca entre ellos, Isabella se agitó en sus brazos y las cuerdas plateadas alrededor de sus pezones se tensaron, haciéndola gemir en sueños. Edward miró la erótica vista y sacudió la cabeza. Sólo había un problema con su plan, se dio cuenta cuando llegó al final  de la zona prohibida y empezó a caminar hacia los muelles de naves interestelares.
Ella todavía llevaba los nudos de amor drusinianos y él era el único hombre en la galaxia que podía quitarlos.

martes, 21 de marzo de 2017

Castigando a Isabella capítulo 4


Capítulo cuatro


—¿Qué fue eso? ¿Una nueva oferta? — V estudió la multitud con entusiasmo, sus ojos se detuvieron en las facciones de granito del capitán Cullen. —¿Ha hecho usted una oferta, señor?

viernes, 17 de marzo de 2017

Castigando a Isabella capítulo 3


Capítulo tres


Ella había esperado durante un tiempo, mientras V buscaba entre sus ropas y encontraba su identificación Id, que él se asustaría y la liberaría. Pero el  traficante sólo se rio en su cara, un sonido que hizo eco entre los pasillos subterráneos con corrientes de aire donde mantenían a los esclavos a la espera de ser vendidos.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Castigando a Isabella capítulo 2


Capítulo dos


A pesar de su creencia de que las cosas no podían empeorar, lo hicieron y en muy poco tiempo. Isabella había tenido razón, su primer encuentro  con  el capitán había tirado por la borda toda su carrera a bordo del Orgullo de la  justicia.
Durante las reuniones de personal, a las que todos los oficiales estaban obligados a asistir, ninguna de sus sugerencias o ideas recibía la más mínima atención.

martes, 14 de marzo de 2017

Castigando a Isabella capítulo 1

Capítulo uno


Todo había empezado casi desde el momento en que había llegado a bordo de su nuevo destino, el crucero de policía intergaláctico llamado Orgullo de la justicia. Ella era joven para un destino como ese, joven para ser promocionada a sargento, pero Isabella había empezado su carrera en la justicia penal como una bala. Con las lecciones de la academia todavía en el oído, se había ofrecido como cebo en una operación antivicio con origen en Marte. Su capitán había estado reacio a dejar que lo hiciera pero al final había aceptado. A pesar del peligro, Isabella había considerado que los resultados harían que mereciera la pena el riesgo. La operación había reducido a varios mafiosos reconocidos, demostrando así el valor de Isabella como agente encubierta y oficial.

lunes, 13 de marzo de 2017

Castigando a Isabella prologo






Prólogo


–El lote siguiente, una fina pieza de carne femenina de la antigua Tierra. Miren esas tetas, señores, firmes y rellenas, esos prometedores pezones rojizos en el punto exacto para ser chupados. Y su coño, juraré por el dios que queráis que nunca he sentido uno más apretado en todos mis años como tratante de esclavos. Y esta boquita dulce, absolutamente perfecta para chupar la polla… – El subastador tuvo que apartar su mano rápidamente, antes de que un grupo de dientes blancos se cerraran sobre sus dedos.
¡Maldición, estaba perdida!

domingo, 12 de marzo de 2017

Castigando a Isabella

Nueva adaptación
Castigando a Isabella



Argumento
La sargento Isabella Swan sólo quiere hacerse un nombre por sí misma. Pero como la oficial subalterna más joven de la tripulación no tiene muchas oportunidades para brillar. Tomando un gran riesgo, representa una escena de una mujer atrevida. Pero su plan fracasa y se encuentra siendo desnudada y vendida como esclava sexual. Para su mortificación, es su estoico e inalcanzable capitán quien compra su libertad.
Su nuevo amo, el capitán Cullen, ha sido el oficial al mando del Orgullo de la justicia durante años, y nunca había perdido la calma, hasta que la joven oficial con sueños de gloria fue destinada a bordo.  Ahora, debe conseguir sacar a Isabella  del lío en el que se ha metido sola. Pero no contaba con la ventaja que viene con su nueva “esclava”, un cordoncillo de plata envuelto alrededor de las partes más íntimas de Isabella que no saldrá sin algo de atención especial por parte de su nuevo maestro. Ahora debe intentar liberarla de su esclavitud sexual permanente para atarla con los nudos del amor sin perder su corazón.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina