domingo, 26 de junio de 2011

REGALITO POR ANIVERSARIO. ONE SHOT. REVANCHA

Relato Corto Dicen que la revancha es una perra. Bella no podía haber estado más de acuerdo mientras deslizaba su mano sobre la entrepierna de su jefe moviéndola lentamente…

EL ONE SHOT ES UNA ADAPTACION DEL RELATO CORTO “PAYBACK” DE LIZZIE LYNN LEE
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Revancha

Dicen que la revancha es una perra.

Bella no podía haber estado más de acuerdo mientras deslizaba su mano sobre la entrepierna de su jefe moviéndola lentamente. Estaban en medio de una videoconferencia con algunos peces gordos desde la sede de la oficina central de la corporación cuando Bella exigió su venganza.

CAPITULO X PERDONAME MI AMOR

Capítulo Diez

-Se me ha olvidado la pipa -dijo Charlie Swan son¬riendo-. Y sin ella no sé pensar, ni construir una valla decente. Un potro precioso, Bella. Deberías ir a verlo.

-A eso íbamos -dijo Edward, cogiéndola de la mano.

-Espera -protestó ella-. Tengo que cambiarme.

-No es la primera vez que veo unas piernas femeninas -bromeó Carlisle Masen.

-Pero voy muy informal -insistió ella.

-¿No tienes un pareo? -preguntó Edward.

¿Cómo lo sabía él? Asintió y corrió a sacarlo del armario. No podía pensar. No se atrevía a hacerlo. Ya tendría tiempo de lamentarse más tarde.

Se ató el pareo alrededor de la cintura y volvió al porche. Edward se acercó a ella y le tendió una mano. Suspiró débilmente y se la cogió. Sintió sus dedos contraerse cálida y posesivamente. Él sonreía.

-Vamos -dijo, llevándola hacia el coche-. Iremos detrás de su coche.

-Tienes mejor aspecto -murmuró ella.

-¿Te refieres a desde que salí del hospital? -preguntó él, sonriendo cuando ella sé sonrojó-. Sí, me siento mejor. Aún no te he dado las gracias por decirle a papá lo que tenía que hacer.

-Estaba muy preocupado.

Edward la ayudó a sentarse en el Volvo plateado.

-Y tú también, según me han dicho -añadió mientras cerraba la puerta.

Bella se recostó en el respaldo mientras se abrochaba el cinturón de seguridad. Carlisle Masen ya había puesto en marcha el Buick verde en el que le acompañaba Charlie. Parecía una reunión familiar, pero lo único que ella deseaba era... era estar con Edward y no separarse nunca de él. No soportaba la idea de volver a quedarse sola, de estar sin él el resto de su vida. Sobre todo en ese momento. ¿Y si se había quedado embarazada?

Se llevó una mano al vientre involuntariamente. Sería ma¬ravilloso tener un niño al que amar, al que cuidar. Sonrió. Edward observó su sonrisa y su mano y sonrió también. Comenzó a silbar, mirándola de reojo y sonriendo.

Ella le miró y apartó en seguida la vista. Pensó con amargura que parecía muy complacido. Había conseguido lo que deseaba y estaba satisfecho. Ahora podría salir en busca de otra pieza.

-El potro lo ha parido Main Chance y su padre es Straightaway -dijo él-. Va a ganar la Triple Corona. Es una belleza.

-¿No fue Straightawav el responsable de tu huida del hospital?

-Tenía que hacerlo. El maldito O'Clancy estuvo a punto de llevárselo.

Edward aparcó el coche junto al de su padre en el garaje.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó inesperadamente mi¬rándola con preocupación.

-Des... Desde luego -tartamudeó ella.

-No te hice daño, ¿verdad?

Ella movió la cabeza negativamente y él hizo un gesto de asentimiento, aparentemente satisfecho. Salió del coche y la ayu¬dó a salir.

-Nosotros vamos a examinar el trazado de la valla -les dijo Carlisle-. Charlie asegura que ya puede trabajar. Nos reuni¬remos con vosotros para la cena. A propósito, Mary June ha preparado jamón asado. Jura y perjura que no volveremos a ver otro pollo en nuestra vida, hijo.

Edward se echó a reír mientras estrechaba los dedos de Bella entre los suyos..

-Me parece perfecto. Incluso estoy pensando en vender mis acciones de esa granja de pollos.

-No te lo reprocho, muchacho -comentó Charlie sonriente. Los dos hombres mayores atravesaron el patio mientras Edward llevaba a Bella al espacioso establo. Se detuvo en una caballeriza intermedia y la colocó delante de él para que pudiera ver por encima de la puerta.

Dentro había una esbelta y bella yegua parda con un peque¬ño potrillo zanquilargo.

-¿No es una belleza? -preguntó Edward, orgulloso. Le puso las manos en los hombros y se los acarició lentamente-. Es un puro nervio, un precioso diablillo.

-Desde luego es un campeón -dijo ella-. Siempre me han encantado los caballos, aunque no entiendo mucho.

-Yo podría enseñarte. Podría enseñarte todo lo que desees saber. Y no me refiero al sexo -añadió cuando ella se volvió para mirarle, enfadada.

Aquello la aplacó. Le miró fijamente. El placer volvió a invadir su cuerpo bajo la intensa mirada masculina.

-¡Por amor de Dios! ¡No me mires así! -dijo él brusca¬mente-. ¿No comprendes de qué modo me afecta?

Ella no le comprendía, pero lo hizo cuando la apoyó contra su cuerpo.

-No te apartes -pidió él en voz baja-. Ahora me perte¬neces. Sabes todo lo que tienes que saber sobre mi cuerpo y sus reacciones.

Le sonrió cálidamente.

-Además, eres enfermera.

-Eso no me hace sentirme más segura -confesó ella. Apoyó las manos en su pecho y le sintió estremecerse. Podía sentir el vello a través de la fina tela de la camisa. Levantó la vista, fascinada por el nuevo enfoque de su relación, por lo que estaban compartiendo.

-¿Cómo están las cosas entre Newton y tú?-Ella se movió inquieta.

-No tengo por qué contártelo.

Él la cogió por la barbilla y la obligó a mirarle a los ojos.

-Después de lo ocurrido esta tarde, tengo derecho a saberlo. Me has dado algo que Newton no ha conseguido nunca.

-Le tengo cariño a Mike.

-¿Y qué sientes por mí?

-Te... deseo -confesó, cerrando los ojos.

Después de todo, era cierto. Le deseaba. Pero no estaba dis¬puesta a decirle el resto, a decirle que le amaba y que nunca había dejado de amarle. Su corazón y su cuerpo le pertenecían sólo a él.

El le acarició lenta y posesivamente los brazos desnudos.

-¿Sólo me deseas, Bella?

Ella le miró a los ojos.

-¿Qué esperas de mí? ¿Otra confesión de amor eterno? ¿Quieres que se repita la historia? ¿No te basta con el deseo físico, Edward? Ambos somos adultos. Y estoy segura de que te sientes aliviado al ver que no pongo mi corazón a tus pies por segunda vez.

-¿No te gustaría volver a amarme? -preguntó él suave¬mente-. Dios sabe que ambos hemos madurado mucho.- Bella le miró fijamente.

-El deseo no es suficiente para construir una relación -dijo-. Es lo que me dijiste hace cuatro años. ¿Recuerdas? -Se echó a reír con amargura.

-Lo recuerdo.

-Comprendo que intentaste ser amable -admitió ella-. Estabas enamorado de Victoria y no podías disimularlo. Si yo no hubiera estado tan enamorada...-

Edward la soltó. Le dio la espalda y encendió un cigarrillo. Luego, miró el techo.

-¿Intentas vengarte de mí, Bells?

-No, no es eso. Intento decirte que deseo tener una relación estable, cierta seguridad y un futuro que no se limite a momentos robados en el asiento trasero de un coche o en una casa vacía.

-¡Oh, Dios! -gritó él, inclinando la cabeza-. ¡Oh, Dios! ¿Por qué no me escuchas?

Se volvió hacia ella. En sus ojos verdes se veía dolor y algo parecido a la frustración.

¡No te estoy ofreciendo un amorío clandestino!

-No me importa -dijo ella haciendo un esfuerzo para hablar con calma-. Mike me ha pedido que me case con él. Y después de lo ocurrido hoy, le voy a decir que sí, Edward. Porque no puedo correr el riesgo de que se repita lo sucedido. No soy capaz de decirte que no. Pero lo haré si estoy comprometida con otro hombre.

-No podrás darle lo que me has dado a mí.

-Desde luego que no. Pero cuidaré de él y estaré a su lado cuando me necesite. Tendré todo lo que desee y le daré hijos.- Él la miraba como si le hubiera clavado un puñal. De re¬pente, se volvió. De modo que estaba equivocado. Ella no le amaba. Sólo le deseaba. Y tenía tanto miedo de volver a entre¬gársele que iba a casarse con un hombre al que .no amaba para alejarle de su vida. ¡Qué horrible y amarga ironía! Él la había rechazado cuando ella le ofreció su amor y ahora que lo deseaba no podía recuperarlo. ¡Qué ironía!

-Entonces, supongo que todo ha terminado -dijo con voz apagada, sin vida.

-Así es -admitió ella.

Bella salió del establo a la luz del sol.

Edward la siguió con una mirada fría como la muerte. La había perdido. Si no la hubiera presionado, si se hubiera conte¬nido aquella tarde... Pero la deseaba desesperadamente. Y había creído que si le mostraba lo que sentía se resolverían sus pro¬blemas. Lo único que había conseguido era empujarla a un matrimonio sin amor.

-Preferiría no quedarme a cenar-dijo ella cuando llegaron al porche delantero.-

-Si te vas ahora, ellos se extrañarán- Bella hizo una mueca.

-Sí, supongo que sí.

-Lo siento. Lo siento por todo. Por el pasado y por el presente. Incluso por el futuro. Al parecer sólo sé hacerte daño, cuando eso es lo último que deseo.-

-No me has hecho daño.

-Te seduje -dijo él, mirando fijamente su cigarrillo.

-¡No!

Bella le tocó ligeramente en un brazo.

-No, no fue seducción. Yo te deseaba.

-¿Qué haremos si estás embarazada? ¿Le contarás a Newton la verdad?

-Si estoy embarazada... No sé qué haré, pero lo tendré. Él comenzó a acariciarle la cara, pero se detuvo.

-No quiero perderte dos veces. Ella frunció el ceño.

-No lo comprendo.

-Yo...

-¡La comida está servida! -gritó Mary June-. ¡Daos prisa!

-¡Maldita sea! -musitó Edward.

Aplastó el cigarrillo con el tacón.- Bueno, tal vez sea lo mejor. Vamos.-

La guió hacia las escaleras, dejándola meditar sobre lo que le había dicho.

-Gracias a Dios que podemos sentarnos a la mesa en paz ahora que los O'Clancy se han ido -declaró Carlisle jovialmente cuando Mary June comenzó a servir la cena-. Había noches que creía que Lauren iba a arrastrar a Edward bajo la mesa para violarlo entre plato y plato.

Edward miró a su padre con una tenue sonrisa.

-Yo también lo pensé un par de veces -murmuró-. Era demasiado lanzada para mi gusto.

-Yo tuve el mismo temor cuando Mike fue a cenar -co¬mentó Charlie, mirando a su hija con una amplia sonrisa-. Se le hacía la boca agua cuando miraba a Bella. Edward dejó de golpe su vaso en la mesa, mientras Bella se sonrojaba y los dos padres intercambiaban discretas sonrisas.

-Aquí está -les interrumpió Mary June, dejando una fuen¬te con jamón en la mesa-. No se comerá más pollo en esta casa -añadió mirando a Edward-. Nunca he visto nada igual. Hay tipos que intentan suicidarse con pollo envenenado.

Edward le devolvió la mirada.

-No estaba intentando suicidarme.

-¡Cualquier tonto que ponga el pollo guisado en el mismo plato en el que estuvo crudo se merece lo que le pase! -repuso Mary June.

-Doña Perfecta -replicó Edward-, ¿nunca has cometido una equivocación?

-Sí, señor -admitió ella-. ¡Decir que sí cuando el señor Carlisle me pidió que trabajara para él!

-¡Ya basta! -rugió Carlisle, golpeando la mesa con el puño-. ¿No vamos a poder tener una cena pacífica en esta casa? -Mary June hizo un gesto de desprecio.

-Empezó él.

-¡Ja! -repuso Edward.

-Voy a echar al cubo de la basura el pastel de chocolate que acabo de hacer-amenazó la cocinera, frunciendo los labios. Edward suspiró. Cogió la servilleta de su regazo y la agitó en el aire.

-Haz el favor de mantenerte alejado dé mi cocina desde ahora -advirtió Mary June-. No me gusta ver suicidas por aquí. Se retiró mientras Edward refunfuñaba:

-¡Algún día, algún día...!

-Shh -siseó Carlisle-. ¡Se marchará! -Edward sonrió.

-¡Ojalá!

-Nos moriríamos si tuviéramos que depender de tus dotes culinarias -le dijo Carlisle a su hijo.

-Sólo porque puse el maldito pollo en el sitio equivocado...

-Debiste casarte con Lauren cuando tuviste la oportuni¬dad -dijo Bella con una sonrisa forzada-. Ella te habría hecho pasteles.

-No sabe ni siquiera comprar un pastel decente, mucho menos hacerlo -gruñó Edward-. Y puedo elegir a mi propia esposa. Gracias.

Bella sonrió débilmente. Intentó comer algo.

-Me gustaría que te casaras -dijo Carlisle-. Me estoy ha¬ciendo viejo sin tener nietos.

-Adóptalos -le aconsejó Edward. Miró de reojo a Bella.

-Me gusta mi libertad.-Bella no levantó la vista, pero sintió como si le hubieran partido el corazón por la mitad. Era la verdad. Él no deseaba casarse con nadie. Pero, ¿qué necesidad tenía de restregárselo por las narices después de que ella se le había entregado?

-Te está poniendo el cebo, muchacha -dijo Carlisle.

Ella levantó la cara y vio a Edward sonriéndola.

-No me importa si muere solterón.

-Mujer insensible -musitó Edward.

Terminó de comer y se recostó en la silla suspirando. ¿Por qué no hablar abiertamente del asunto? Podría contar con uno o dos aliados. Y los necesitaba.

-¿Por qué no te casas conmigo y haces de mí un hombre honesto? -le preguntó bruscamente.

A ella se le cayó el tenedor ruidosamente en el plato. Lo recogió, sonrojada y sin aliento, mientras todos los ojos se cla¬vaban en ella.

-¡Eres un animal! -exclamó.

Él frunció los labios y la observó con aquella sonrisa posesiva que tanto detestaba.

-¿Por qué no? Soy atractivo y asquerosamente rico.

Carlisle y Charlie la miraban fijamente mientras ella buscaba alguna excusa elegante.

-No sabes guisar.

-Puedes enseñarme.

-Voy a casarme con Mike.

-¡Tendrás que pasar por encima de mi cadáver! ¡No con¬sentiré que te unas a ese play-boy!

-¡Mira quién llama play-boy a Mike! -gritó ella-. ¡Tu¬viste el valor de acusarle de hacerlo colgado de la rama de un árbol cuando tú eras capaz de intentarlo en un cuarto de hospital con las enfermeras entrando y saliendo!

-Bella -la reprendió él, señalando a la fascinada au¬diencia, que ahora incluía a Mary June-, ¿cómo puedes aver¬gonzarme así?

-¡No te avergonzaría aunque te quedaras desnudo en mitad de Central Park!

Él sonrió lentamente.

-Si me acompañas, voy ahora mismo a comprar dos billetes para el avión de Nueva York.

Ella se levantó.

-Me rindo.

-Cásate conmigo, Bella, o te perseguiré día y noche -amenazó Edward.

Ella se sonrojó. Se dio la vuelta.

-Me voy a casa.

-Te llevo.

-¡No!

Estaba a punto de llorar. Cómo podía humillarla de aquel modo? Le amaba y él estaba convirtiendo todo en una estúpida broma.

Edward vio sus lágrimas y se preguntó si significarían amor. Si jugaba sus cartas con cuidado, aún podría apartarla de Mike.

-Si estás decidida, nos vamos todos -dijo Carlisle, sonrien¬do-. Vamos, Charlie.

-Yo no voy con él -dijo Bella señalando a Edward. Él suspiró teatralmente.

-Rechazado por la mujer de mis sueños. Moriré de amor por ti, Bells.

-De lo único que corres el peligro de morir es de tus guisos -dijo ella mordazmente-. Me voy a casa. Buenas noches. No le dijo nada más y se metió en el coche de Carlisle. Los dos hombres fueron charlando todo el trayecto.

Una vez en casa, se fue directamente a la cama. Fue lo peor que podía haber hecho. La cama todavía olía a Edward. Podía cambiar las sábanas, pero no podría borrar los recuerdos nunca.
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SOLO QUEDA UN CAP MAS Y SE TERMINA LA HISTORIA.

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RECOMENDADO POR MAX.
El fic no es mio, lo lei y me encanto, trata sobre un problema muy real que afecta a todo el mundo y es la violencia domestica y el alcoholismo, la autora es "Cathya Bloodkisse" y se llama "En lo profundo de tus ojos" aqui te dejo el sumary:



"Hoy se cumple el último día de su condena…y no se lo he dicho".
"Tanto tiempo ansiando que llegara este día, que ahora me resulta tan temido…"
"No he tenido el suficiente coraje para decírselo, soy cobarde y debil; no he podido cumplir la promesa que le hice con tanta convicción".
"Tengo miedo".
"¿Que debo hacer?,el me estará esperando ansioso, ansioso de poder estar por fin con su amada familia".
"¿Y yo? Yo le voy a acabar de destruir la vida".

AQUI LO PUEDEN ENCONTRAR.
http://www.fanfiction.net/s/5959746/1/

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BESOS.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina