Capitulo 19
El juramento que hacemos
Isabella
―¿Cuánto tiempo va a
estar así? ―le pregunté al Dr. Seo, observando a Edward mientras cosía el brazo
de una anciana en la sala de emergencias. Durante las últimas noventa y seis
horas, ni siquiera estaba segura si realmente había comido algo. Básicamente
estaba viviendo en el hospital y, por la apariencia de la barba creciendo en su
mentón, no había pensado en traer una rasuradora.
El Dr. Seo mordió su
manzana, apoyándose contra la pared. Su cabello rosado estaba ahora negro de
nuevo y recogido en una mitad de cola de caballo.
―Depende. Si no lo
has notado, Edward no maneja bien la muerte. Piensa que sólo porque es médico,
puede salvar a todos si tan sólo fuera un poco mejor. Cuando él y yo éramos
internos, perdimos a un hombre mayor. Entró con su hijo después de haber
sufrido un accidente automovilístico. Su hijo parecía más herido, así que
Edward se concentró en él, sin darse cuenta de que el padre del chico estaba
sangrando internamente. No fue culpa suya; su hijo estaba realmente herido. Después
de que el hombre murió, Edwatd apenas comió o dejó el hospital por un mes. Sólo
durmió porque su madre amenazó y juró que le impediría entrar al hospital. Así
que hizo una cama improvisada en el cuarto de guardia. Nadie más se atrevió a
dormir en ella, tampoco.
―¿Qué puedo hacer por
él? ―Parecía un fantasma… peor después de lo que sucedió con Charlotte.
―¿Esperar a que siga
adelante de nuevo? Desde que lo conozco, nada más funciona. Debe espabilarse,
pero quién sabe cuánto tiempo va a estar así. Es raro que no me insulte.
Sonreí.
―Te encanta sufrir,
¿no es así, Ian?
Me guiñó, luego sacó
una hoja.
―Tengo que irme. Te veré más tarde. No te estreses demasiado,
¿de acuerdo?
Es más fácil decirlo que hacerlo.
Asintiendo, lo saludé, mirando de regreso a Eli, que estaba
con el siguiente paciente, cambiando sus guantes mientras caminaba.
Asintió y le sonrió al paciente, pero incluso entonces,
parecía muerto.
Quería agarrarlo por ambos lados de su rostro y gritarle,
despertarlo. Pero, ¿realmente tenía derecho a hacerlo? Pensé en Molly y Emmet…
Me pregunté si al superarlo haría lo correcto.
Girando, lo dejé y me dirigí a la pared del mural. Finalmente
terminé y se suponía que lo revelaría ese día, pero sentí que había un aura
oscura alrededor del hospital. Quería esperar hasta que todo el mundo estuviera
de mejor humor.
―¡Bella!
―¿Vicky? ―dije cuando ella se acercó, vestida con un vestido
a lunares blanco y negro, abrigo rosa y sombrero de sol―. Bonita ropa.
―Oh, no empieces conmigo. ―Tomó mi brazo, cerrándolo bajo el
suyo y dirigiéndose hacia la cortina―. Vine a ver tu obra maestra. ¿Vas a dar
un discurso?
―Odio hablar en público.
―Sigues diciendo eso, pero siempre has sido buena en ello
―respondió, tomando un asiento delante―. ¿Y qué hay de malo con mi atuendo? ¿Es
el sombrero?
Reí cuando se lo quitó y mechones de su cabello rojo se
levantaron. Cepillándolo por ella, negué.
―No, te ves bien. Edward me dijo que, como una persona rica,
ya no puedo tener prejuicios contra los ricos.
―He estado diciendo eso durante años. Supongo que solo
tuvieron que venir de tu sex…
―No termines esa frase.
―Iba a decir sexy novio. ―Me ignoró, mirando alrededor―.
¿Dónde está el buen doctor? No he podido darle mi sello de aprobación de mejor
amiga todavía.
―Trabajando. ¿Te arreglaste así por mí?
―Tristemente, no. Vamos a los Hamptons esta noche. Uno de
estos días realmente tienes que ir, Bella. Es tan hermoso vivir justo al lado
de la playa.
―Vivías en el lago en Cypress.
Puso los ojos en
blanco.
―Sí, eso fue lindo, pero te lo digo, los Hamptons tiene un
ambiente de romance. Pídele a tu novio que te lleve.
―Está trabajando.
―¿Así que no lo vas a llevar a conocer a tus padres? ―Frunció
el ceño―. He oído hablar del ataque al corazón de tu padre. ¿Por qué no me lo
dijiste?
―Para decírtelo, alguien iba a tener que decírmelo. ―Aún
estaba molesta por eso―. Mi mamá y papá decidieron no “preocuparme” y al
parecer él “está bien ahora, cariño”. Han estado conduciendo por la costa.
Deberían estar en casa el miércoles, y esperaba volar el sábado, pero…
―¿Pero?
Suspiré.
―¿Qué haces cuando James está lidiando con algo duro? Quiero
decir, se ocupó de las cosas por su cuenta antes de que estuvieras en su vida,
pero ahora que estás con él, deberías hacer algo, ¿verdad? ¿No sólo dejar que
lo resuelva por sí mismo?
Lo pensó por un momento, luego se encogió de hombros.
―Depende. Cuando se trata de problemas familiares, le digo
que estoy allí si quiere desahogarse, y luego trato de estar cerca tanto como
sea posible, sólo un poco de paciencia. Cuando realmente no está de humor, le
hago de cenar y lo emborracho. El sexo suele seguir, y después de eso, no puedo
hacer que se calle.
Reí, negando hacia ella.
―Hombre, cambiaste, Vicky. ¿Recuerdas cuando dijiste que
nunca besarías a un chico?
―¿Recuerdas cuando dijiste que ibas a casarte con Mario
López, luego Orlando Bloom? ―Me dio un codazo―. Y entonces, ¿con quién querías
casarte después de eso…? El príncipe Harry, te gustaba mucho el príncipe Harry.
―Habría sido una princesa increíble, gracias. Incluso suena
agradable: Princesa Isabella de Cambridge ―dije, lentamente para
molestarla.
―Por supuesto hay que decir que ninguna de las dos estaba en
buenas condiciones mentales.
―Puedo estar de acuerdo con eso. ―Me reí, mirando hacia la
cortina―. Si le pido que venga conmigo, ¿crees que lo haría?
―La única manera de averiguarlo es preguntar. Ahora, ¿qué vas
a ponerte?
Ella era muy útil.
Edward
―Él me está
demandando ―dije suavemente, de pie detrás de las sillas de su oficina.
Mi madre asintió.
―Está sufriendo,
Edward. No sabe a quién culpar. Miré las estadísticas. Hablé con casi todos los
neurocirujanos de este hospital. Lo hiciste bien.
―Entonces, ¿por qué?
―espeté―. Si haces todo bien, siguiendo el libro, ¿por qué todavía tiene que
ser este el final? Ese hombre no tiene a nadie más.
―¡No es tu culpa! ―Se
puso de pie, poniendo su mano en mi rostro―. Cariño, ya te lo he dicho antes:
no puedes salvar a todo el mundo. No eres Dios. Vienen muy mal, y nosotros
hacemos lo mejor que podemos como seres humanos, con todo lo que tenemos para
sanarlos, y a veces aún no es suficiente. No la mataste. No eres la razón por
la que su familia se ha ido. Eso no es asunto tuyo.
Suspirando, asentí.
Sabía que tenía razón, pero aun así no ayudaba.
Apartándose un paso
de mí, agarró su abrigo.
―Vas a tomarte una
semana libre.
―Mamá…
―Estás siendo
demandado, Edward. No importa cuán injustificado sea, los abogados se ocuparan
de eso. Pero no puedes estar aquí así. Mírate a ti mismo. Estoy diciendo esto
como la jefa: debes irte y pensar, Edward. No te quedes aquí. No veas a los
pacientes, porque si los atiendes en este estado de cualquier manera, todo será
diez veces peor.
―¿Qué voy a hacer por
una semana, mamá?
Se encogió de
hombros.
―No lo sé. Rasúrate,
come, duerme, habla con tu novia.
―Sabes…
―Por supuesto que lo
sé. Sólo porque soy tu madre no significa que estoy ciega. Pude ver el momento
en que cambió y ustedes dos ya no estaban fingiendo pelear. ¿Has hablado con
ella desde entonces?
No dije nada.
―Así que por lo que sabes, ni siquiera podría ser tu novia.
Suspiré, realmente no quería tener esta conversación.
―¿Sabías que ha terminado con su mural? Me voy a verlo ahora.
¿U olvidaste que el mundo sigue girando, incluso cuando te detienes? ―Abrió la
puerta―. ¿Vienes o no?
―Voy ―murmuré, sosteniendo la puerta para que ella saliera.
Con toda honestidad, no me había dado cuenta que Isabella había terminado. Ella
estuvo intentando encontrarse y hablar conmigo, pero la había alejado. Aún no
estaba listo para sentirme mejor.
―Bueno, mira qué producción ―dijo mi madre, echando una
ojeada a los doctores, enfermeras, unos cuantos pacientes lo suficientemente
bien e incluso a algunos de prensa.
Isabella se paró frente a ellos, retorciendo con fuerza sus
manos, su nervioso hábito. Se había puesto una sencilla falda rosada y camisa
de cuello en v negra, su cabello trenzado a un lado.
Se veía linda. Había puesto mucho esfuerzo, incluso usando
maquillaje. Cuando vio a mi madre, asintió y luego sus ojos se movieron hacia
mí y sonrió antes de enfrentarse al resto de la multitud.
―Gracias a todos por venir. Para muchos de ustedes, sé que la
presidenta no les dio realmente una opción ―dijo, provocando algunas risas.
Mi madre sólo cruzó los brazos, mirando a los que se reían.
―Cuando me pidió por primera vez que pintara este mural,
honestamente no tenía ni idea por dónde empezar. Por lo tanto, paseé por los
pasillos del hospital, a veces me vieron, pero en su mayor parte no tanto,
porque todo el mundo tenía ojos sólo para los pacientes. Y ser médicos, ¿no es
eso lo que quieren? En las semanas que he estado aquí, muchos se han ido, a
veces felices, y a veces tristes. Las personas se quedaron, no importa quiénes
eran los médicos. Espero que esto sirva como un recordatorio de la promesa que
todos ustedes han hecho, y lo agradecidos que estamos por ello. ―Se volteó,
asintiendo a la gente por encima de la cortina.
Bajó en un rápido movimiento y nos dejó a todos sin habla.
Había dibujado pacientes en diferentes puntos de la pared con un parque de
fondo, los más ancianos en sillas de ruedas y otro con un bastón descansando en
un banco del parque, los adolescentes escuchando música, los padres sosteniendo
a sus hijos, todos ellos viniendo desde muy lejos. En la esquina de todo, de
arriba a abajo, estaba el Juramento Hipocrático, que explicaba por qué había
necesitado mi libro. Mi madre, yo y el resto de nosotros no podíamos dejar de
leerlo de nuevo:
“Prometo cumplir, en la medida de mis
capacidades y de mi juicio, este pacto: Aplicaré todas las medidas necesarias
para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del
sobretratamiento y del nihilismo terapéutico.
Recordaré que la
medicina no sólo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la
compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano
o el medicamento del químico.
No me avergonzaré de
decir «no lo sé», ni dudaré en consultar a mis colegas de profesión cuando sean
necesarias las habilidades de otro para la recuperación del paciente.
Respetaré la
privacidad de mis pacientes, pues no me confían sus problemas para que yo los
desvele. Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte.
Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es
también posible que esté en mi mano asistir a una vida que termina; debo
enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi
propia fragilidad. Por encima de todo, no debo jugar a ser Dios.
Recordaré que no
trato una gráfica de fiebre o un crecimiento canceroso, sino a un ser humano
enfermo cuya enfermedad puede afectar a su familia y a su estabilidad
económica. Si voy a cuidar de manera adecuada a los enfermos, mi
responsabilidad incluye estos problemas relacionados.
Intentaré prevenir la
enfermedad siempre que pueda, pues la prevención es preferible a la curación.
Recordaré que soy un
miembro de la sociedad con obligaciones especiales hacia mis congéneres, los
sanos de cuerpo y mente así como los enfermos.
Si no violo este
juramento, pueda yo disfrutar de la vida y del arte, ser respetado mientras
viva y recordado con afecto después. Actúe yo siempre para conservar las
mejores tradiciones de mi profesión, y ojalá pueda experimentar la dicha de curar
a aquellos que busquen mi ayuda”.
―Gracias
a todos por permitirme entrar en su hospital, y gracias a los estudiantes y al
departamento de arte de la UNY por su ayuda; no podría haberlo hecho sin
ustedes ―dijo mientras aplaudíamos.
Mi
madre se acercó, envolviendo sus brazos alrededor de ella. La gente le hablaba
para tomarle fotos y hablara a la prensa. Cuanto más se dividía su atención,
más celoso me ponía, porque todos tenían la oportunidad de felicitarla y de
estrechar su mano ante mí. Era increíble, talentosa y hermosa, y yo sólo quería
abrazarla y decirle eso.
―No estás pensando en
caminar entre la multitud y besarla, ¿verdad? ―Ian se acercó a mí, sacando su
gorro de K-POP.
―¿Y si estuviese pensando en eso? ―Me miró como si estuviera
impresionado, incluso inclinándose hacia atrás.
―Bienvenido, Dr. Cullen. No esperaba que volvieras del lado
oscuro durante unos cuantos días. Supongo que todo lo que necesitabas era un
impulso de IS.
―¿Un impulso de IS?
―No pretendas que no sabes cuáles son las iniciales. Ahora,
si me disculpas, voy a tomarme una selfie frente al mural. ―Sonrió, pasando
delante de mí.
―Eres un idiota.
―¡Me amas de todos modos! ―Hizo una señal de paz mientras
caminaba.
Negando hacia él, me quedé en mi lugar. Esperaría hasta que
la multitud se fuera y la emoción se redujera, y luego iría a ella. Por el
momento, estaba más que feliz de verla brillar.
Isabella
Me sentí como si hubiera estado sonriendo y cegada por
destellos por una eternidad, pero viendo a unos pacientes tomarse fotos
enfrente del mural lo compensó todo. Me senté, mirándolo fijamente,
prácticamente asombrado con él mismo. No es realmente la pintura, sino el
juramento. Sentí que quien lo leyera realmente creería en el amor entre el arte
y la ciencia. Ambos estaban uno en el otro, en realidad.
―¿Está ocupado este asiento?
Mirándolo, me encogí de hombros.
―Mi novio podría golpearte.
Se rió.
―Tu novio merece una patada en el culo por apartarte, y por
gritarte bajo la lluvia. Es sólo romántico si el beso viene después, ¿verdad?
Estaba tratando de bromear, pero podía decir que no le
resultaba gracioso.
―Lo siento, sólo estaba molesto por…
―Lo sé ―terminé para
él―. Al principio estaba confundida y molesta, entonces supe, y lo primero que
quise saber era si estabas bien… bueno, eso es mentira. Quería saber si Emmet
estaba bien, aunque sabía que no lo estaría. Pero también estaba preocupada por
ti.
Se echó a reír, tomando mi mano, sosteniéndola en la suya y
besándola.
―Estaré bien. Emmet, está sufriendo. Será así por el resto de
su vida. Sólo necesito recordar que habrá más Mollys, e intentar más para
ayudarlas en el futuro.
―En el futuro, ¿me dirás más? ―le pregunté suavemente―. Sé
que no puedo entenderlo todo, pero odiaría si sintieras la necesidad de darme
una versión censurada de lo que realmente es tu día. Nunca antes me habías
hablado de tu trabajo.
―Lo intentaré, pero la razón por la que no digo mucho es
porque cuando estoy contigo, me gusta olvidarme de todo lo demás.
―Entonces, ¿tienes tiempo de huir conmigo? ―Sonaba tan cursi
diciéndolo así. Por la expresión de su rostro, pude ver que estaba de acuerdo.
―¿Huir contigo?
―Eso salió mal. En realidad, no. Salió bien. Mi padre tuvo un
ataque al corazón hace unas semanas y no me lo dijo. Así que quiero volver a
casa, y estaba esperando que me acompañaras… si quieres.
―¿Cuándo te enteraste? Me refiero a lo de tu padre.
―El mismo día de la muerte de Molly. Pasaron muchas cosas. Si
no quieres ir, está bien. Sólo pensé en ofrecerte esto, pero tienes trabajo…
―Voy a ir ―dijo,
apretando mi mano―. Vamos a huir a Cypress.