CAPÍTULO 2
Oh Dios. El cuerpo de Isabella era aún más bello de lo que Edward había imaginado, de lo que había sido en muchas de sus fantasías. Su largo pelo negro caía sobre sus hombros delicados hasta su fina cintura. Sus pechos eran grandes, sus pezones altos e impertinentes. Cada pedacito de su cuerpo era firme y tonificado desde sus hombros a sus tobillos. Y si pudiera verlo, apostaría que tendría un buen culo también.