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Edward
—¿Estás tratando de jugar juegos conmigo, Bella? —Aparto mis
ojos de su coño para mirarla a la cara.
—No, papi Edward. —Se muerde el labio inferior, y sus
mejillas se ponen rosadas.
—Eres lo suficiente mayor como para empezar a cuidar de
algunas tareas adicionales por aquí. Eres una niña grande, y es el momento.
Ella asiente con nerviosismo hacia mí y empieza a dejar el
dobladillo de mi camisa caiga de su mano.