CUATRO
Milady, tentada por un capricho íntimo, lo tentó a él, para gran disgusto suyo.
Hilarie Belloc
Ciara relinchó cuando Bella entró a los establos. Ella había robado dos manzanas y unos terrones de azúcar antes de escabullirse rápidamente por la cuesta alzándose las faldas.
Estaba sin aliento y con el cabello medio suelto, con los sedosos mechones haciéndole cosquillas en el cuello y la parte superior del pecho. Un vestigio de humedad persistía en el aire y se le adhería a la piel.
Una brisa fresca se coló por las puertas abiertas del establo, perfumada con el aroma salado del canal de Bristol y el embriagador olor a tierra mojada, debido a una leve lluvia vespertina. Apenas por encima del sonido débil del canto de los grillos se alzaba el bramido distante del oleaje rompiendo contra las rocas.
Allí Bella se sentía en paz. Podía llegar a comprender por qué el hijo del conde se veía forzado a "acechar" aquel sitio; ella misma estaría muy tentada de acecharlo por su cuenta. Era como si el mundo comenzara y terminara en los confines de aquellos acantilados, como si Dios hubiera conspirado para volver el aire más limpio.
Ciara le empujó suavemente la mano, trayéndola de nuevo a la realidad. Ella frotó a la yegua entre las orejas y le ofreció uno de los terrones de azúcar.
-Ya sé. Me estoy poniendo extraña. Pero tú no eres quién para juzgar, teniendo en cuenta tu comportamiento de esta tarde. ¡Qué vergüenza, permitir que el primer semental que pase haga lo que quiera contigo! ¿No sabías que a los hombres no les agradan las mujeres demasiado fáciles?
-Sólo a los tontos, querrás decir.
Bella se dio vuelta al escuchar la profunda voz masculina que había plagado sus pensamientos durante casi todo el día. Encontró al gran titán musculoso apoyado en la casilla de Khan, ahora con la puerta reforzada y un compartimento adicional que habían levantado.
Gran parte del cuerpo masculino estaba en sombras, motivo por el cual ella no lo distinguió al entrar. Pero podía verle los ojos, y al mirarla con ceño fruncido desde la oscuridad le recordaron a los de un lobo recién levantado tras dormir un sueño profundo.
-No está bien acercársele a la gente a hurtadillas -le dijo ella con reprobación, tratando de no mirarle la profunda "v" del escote de la camisa, que mostraba descaradamente una cantidad indecente de piel bronceada, ni los pantalones ceñidos de color ante que le enfundaban esas piernas musculosas.
Una botella de coñac colgaba de sus dedos largos y delgados. Le daba golpecitos rítmicos contra el muslo izquierdo, único indicio que evidenciaba que había algo que le molestaba. ¿Sería simplemente la presencia de ella lo que lo desequilibraba? ¿O era el resentimiento que aún le quedaba por el episodio de esa mañana?
-No fue a hurtadillas -se dignó a responderle finalmente con voz muy profunda-. Yo he estado aquí todo el tiempo.
-Bien, debiste de haberme alertado de tu presencia. Eso hubiese sido de buena educación.
-Ah. -Asintió con la cabeza-. Bien, yo nunca hago cosas de buena educación. La vida así no sería nada divertida. Si no tuviera esta tachable conducta, me hubiera perdido tu pequeño discurso y subsiguiente nerviosismo.
Con aquel comentario Bella se dio cuenta de que tenía las manos aferradas a la falda. Soltó la tela de inmediato, maldiciendo la percepción de él.
-No estoy nerviosa.
-Eres un manojo de nervios y valientemente tratas de mitigar ese impulso de salir corriendo. ¿Qué sucede, milady? ¿Le preocupa que empiece a echar espuma por la boca?
Bella se burló.
-Usted, señor, no me preocupa lo más mínimo.
-Mentirosa.
-Si me conociera un poco, se daría cuenta de lo lejos que está de ello.
Alzó una ceja en un gesto burlón de escepticismo al tiempo que se llevaba la botella a los labios. Le echó una mirada rápida para evaluarla, tratando de ponerla incómoda. Y lo logró, aunque ella se llevaría esa verdad a la tumba.
Se secó la boca con el dorso de la mano y le extendió la botella, con una mirada claramente desafiante:
-Vamos. No se lo diré a nadie.
-No, gracias.
-No es tan tigresa como aparenta, ¿eh?
Lo que a ella más la fastidió fue el hecho de que por su provocación casi coge la botella para probarle que estaba equivocado.
-Ni tan borracha como aparentas tú.
Él alzó un poco la comisura de los labios en un gesto, que pudo haber pasado como una leve sonrisa.
-De modo que decidiste regresar a la escena del crimen, ¿eh?
Desconcertada por su evaluación precisa, Bella apartó la vista.
-Simplemente salí a tomar aire fresco.
-Bueno, de eso tenemos bastante por aquí, así que respira todo lo que quieras. Yo sólo observaré.
Bella detestaba que su mirada penetrante la enervara tanto.
-¿Qué estás haciendo aquí a estas horas de la noche?
-Yo podría preguntarte exactamente lo mismo. ¿Tienes el hábito de pasar la noche en los establos vestida de tarta?
El comentario burlón adrede y la conducta la enfurecieron:
-¡Miserable desgraciado! Estoy harta de tus comentarios sarcásticos y de tu cara lacerada. Si no te agrada como estoy vestida, entonces no me mires.
-Yo no dije que no me gustara cómo estabas vestida. -Una vez más, aquella mirada meditabunda la recorrió lentamente, demorándose en los senos lo suficiente como para hacerla sentir incómoda, hasta que retomó el tortuoso recorrido hasta los pies enfundados en unos zapatos bajos-. De hecho -dijo arrastrando las palabras y encontrando sus ojos de nuevo-, me gusta bastante.
Un estremecimiento corrió por la piel de Bella.
-Me complace. ¿Cómo hubiera podido seguir viviendo sin tu aprobación?
Un brillo divertido se encendió en los ojos de él antes de que las sombras le oscurecieran el rostro.
-Los zafiros también son un buen detalle, "su alteza".
Esa burla le puso los nervios de punta, y ella le arrojó una manzana. Él la cazó al vuelo y le dio un gran mordisco mientras le ofrecía una sonrisa burlona.
-Era para el caballo, tú, detestable.
-Ah, la dama tiene sentimiento de culpa -la provocó mientras le ofrecía a Khan el resto de la manzana, que el caballo olfateó en la palma de su mano-. ¿Tú qué piensas, amigo? "Su alteza real" se digna a sentir compasión por ti después de que su "caballo real" abriera las patas y te arruinara. Esto debería aparecer en los libros de historia como un hecho milagroso.
Bella se moría por golpearlo. Jamás un hombre había sido tan absolutamente agresivo con ella, ni le había hablado tan groseramente. Él no tenía ni la más mínima intención de tratarla como a una dama. Peor aún, ella no estaba segura de si lo que estaba sintiendo era decididamente añojo.
-Eres un enfermo -le dijo-. Absolutamente incivilizado, como un animal salvaje.
-¿Has oído eso Khan? La dama piensa que somos bárbaros. Tal vez quiera comprobarlo. -Sus ojos emanaron un brillo malintencionado al mirarla fijamente.
Bella cogió la fusta que estaba colgada en la clavija por fuera de la casilla de Ciara, y dio una estocada en dirección suya como si fuera una espada.