Capítulo 4
Isabella
emitió un quejido.
La llegada de la luz fue como un cubo de agua helada; algo
incómodo que apagó el incendio que se había desatado en su cuerpo solo unos
segundos antes.
Cerró los ojos con fuerza ante el inesperado resplandor y
enterró el rostro en el cuello de Edward. La luz también pareció afectarle. Sus
dedos continuaban entre ambos cuerpos, aunque ahora inmóviles, y acurrucó la
cara contra ella para bloquear el brillo cegador de las luces.
Pasaron varios minutos. La luz seguía encendida, por lo que
Isabella supuso que esta vez había venido para quedarse. Todavía pegada a Edward,
decidió abrir los ojos lo suficiente para acostumbrarse de nuevo a la
iluminación. Para su sorpresa, le costó bastante. Sus ojos protestaron y se
llenaron de lágrimas durante lo que le pareció un buen rato, así que tuvo que
parpadear unas cuantas veces.
Al final consiguió abrirlos por completo y relajó los
hombros contra el inmenso pecho de Edward. Y entonces se dio cuenta.
«¡Madre mía! Estoy medio desnuda. Con un completo extraño.
¡Que tiene la mano metida debajo de mi falda!
Un extraño al que nunca he visto.
¡Que nunca me ha visto!