Capítulo 4
Sadie ladraba enloquecida, mientras la voz de Alice se quebró en un alarido de alarma. Hasta Sassy, que a duras penas había conseguido salir de un oscuro armarito, siseó, con el pelo marrón anaranjado erizado como púas.
«Dios santo», pensó Bella, ¡le había disparado a un intruso! Por lo menos eso creía. No podía ver nada a través del denso humo gris que le nublaba la visión. ¡El arma de fuego tenía por lo menos veinte años y nunca hubiera esperado que estuviese cargada!