CAPITULO III
El sábado a primera hora de la mañana, Bella dejó a su padre profundamente dormido y fue en coche a El Granero Rojo a comprar bizcochos y café para Angela y ella. Su amiga aún estaba en bata cuando llegó a su pequeño apartamento en el centro de la ciudad.
Angela parpadeó y bostezó con los ojos castaños inyectados en sangre y la redonda cara sin expresión.