miércoles, 31 de agosto de 2011

SEDUCIR A LA DONCELLA capitulo 12


Capítulo 12

El océano se revolvía suavemente agitado mientras Bella miraba por la ventanilla del coche, a punto de iniciar su primer viaje fuera de Cornualles desde que hacía años sus padres la habían dejado a ella y a George al cuidado de la abuela.

lunes, 29 de agosto de 2011

SEDUCIR A LA DONCELLA capitulo 11


Capítulo 11

—Edward —llamó Bella en un susurro mientras se guiaba tanteando la pared, envuelta por la oscuridad más absoluta.

Un estremecimiento le recorrió la columna. Le pareció sentir el aliento de alguien sobre la nuca. Desechó esa idea por parecerle ridícula, pero aun así buscó con la mano la cabeza de Sadie, pues la compañía del gran perro le daba seguridad.
El estrépito le había parecido el sonido de una ventana que se rompía, y el pensamiento que había estado agitándose en el fondo de su mente se abrió paso hasta la superficie.

nuevo still de amanecer

sábado, 27 de agosto de 2011

SEDUCIR A LA DONCELLA capitulo 10

Capítulo 10

La casa aprisionaba a Edward como una tumba. Las cuatro paredes parecían cernirse sobre él mientras permanecía de pie en medio de la biblioteca. Rodeado por el olor de cuero antiguo y en desuso, trataba de no pensar en el continuo aumento de la agitación que le provocaba una insufrible muchachita de temperamento explosivo y sonrisa más radiante que el sol.

SEDUCIR A LA DONCELLA capitulo 9


Capítulo 9



¿Qué tenía la pasión, que podía nublar por completo el juicio a una persona?


Bella miraba fijamente el cielo de la media tarde, donde nubes semejantes a penachos de algodón flotaban impulsadas por la brisa, mientras Edward le acomodaba con suavidad la ropa, haciéndola luego cambiar de posición de modo que su cabeza descansara sobre el hombro de él.


Todos los sutiles contactos y las caricias la habían llevado a cometer un error irreversible. No era que ella no le hubiera deseado, al contrario. Y si él no la hubiese seducido, muy bien podría haberlo hecho ella.

jueves, 25 de agosto de 2011

PREVIEW APUACAP28


POV BELLA
-La mire, ella estaba tan feliz, tan completa mientras yo estaba tan rota.

-¿Qué quieres?-le pregunte tratando de mantener al margen mis lagrimas, james la sujetaba por el brazo y la gente ya comenzaba a girarse a nuestro alrededor.

martes, 23 de agosto de 2011

SEDUCIR A LA DONCELLA capitulo 8


Capítulo 8

Edward rompió a reír al verla jadear, agraviada, y la atrajo hacia sus brazos.

—Quite sus garras de mí, demonio. Sólo estaba bromeando.

Él se inclinó, acercándose, sus labios muy cerca de los de ella mientras añadía:

—Me encanta tu forma de besarme. No te reprimes y esos suaves gemidos que suben desde el fondo de tu garganta me enloquecen.

—Yo, no...

Le aprisionó la boca, silenciando su protesta, y Bella se derritió en un segundo. Válgame Dios, qué maravillosamente besaba; el beso era a un tiempo suave e intenso, apasionado y travieso, y le hacía olvidar su propósito de mantener distancia de él.

Él retrocedió y levantó el rostro de ella para que lo mirara.

— ¿Mejor? —murmuró, y todo lo que ella pudo hacer fue asentir cuando debería haberle reclamado enojada por las libertades que él se tomaba. Otra vez—. ¿Amigos?

— ¿Por qué? —preguntó ella, con voz que era casi un gruñido.

— ¿Quieres decir, por qué quiero ser tu amigo?

Ella asintió con la cabeza.

—Porque me haces sonreír. Y haces mi vida mucho más interesante al ser parte de ella. Pero principalmente, me mantienes sobre ascuas. Nunca sé si vas a dispararme o a besarme tan dulcemente que mi corazón podría detenerse. Si tan sólo supieras cuánto deseo tenderte sobre la hierba y saborear cada centímetro de ti. Las imágenes que tengo de ti en este momento no son propias de un caballero.

Las imágenes en la mente de ella tampoco eran tan inocentes. Se imaginaba tomándolo de la mano y llevándolo hasta la orilla, temblando expectante hasta que él se lanzara sobre ella como un glorioso ángel sombrío. Ella tenía necesidades y deseos y nunca los había sentido con tanta fuerza como en ese momento.

Cerró los ojos mientras los dedos de él le rozaban el cuello, haciéndole echar la cabeza hacia atrás.

—Comenzaría por aquí —rugió con voz ronca, rozándole levísimamente la garganta con sus labios—. Lentamente descendería por tus clavículas, luego seguiría bajando entre el valle de tus pechos, saboreando cada sedoso centímetro de piel... hasta llegar a tus pezones, dulces y erguidos. —Respiraba en su oído—. Los estimularía con la boca y la lengua hasta dejarlos tan sensibles que con sólo soplar sobre ellos te hiciera estallar de deseo por mí. Pero en cambio seguiría sembrando besos sobre tu vientre y deslizándome entre tus muslos, donde me demoraría, saboreándote, hasta haber quitado de un lametazo hasta la última gota de dulzura.

El erotismo de sus palabras hacía estremecer a Bella, el calor florecía entre sus muslos, donde sentía latir su feminidad... y él no la había tocado ni con un dedo.

La soltó y ella clavó la vista en sus ojos ardientes. No sabía qué hacer. No podía tocarlo, sería una invitación a compartir su cama.

Él respiró profundo y se volvió, apretando los puños a los costados del cuerpo antes de sumergirlos en el agua para desenterrar más ostras.

Bella lo observó por un momento, tratando de aquietar el alboroto de sensaciones en su interior. La camisa arremangada hasta los codos dejaba ver sus relucientes antebrazos mojados. Sus manos eran tan grandes... y ella las deseaba sobre su cuerpo.

Ella sacudió la cabeza y ahuyentó el pensamiento, dejando que la brisa marina refrescara su piel ruborizada y que el bramido de las olas la calmara hasta que volviera a ser ella misma.

— ¿Dónde aprendió a luchar? —preguntó ella.

—Si crecías en la calle, tenías que saber luchar, o recibir muchas palizas. Pero fue Tahj quien me enseñó Shaolin.

— ¿Recibió usted muchas palizas cuando era más joven? —Le costaba imaginarse a alguien venciéndole en una pelea.

—Una o dos veces.

— ¿Recuerda por qué?

—Mirar a alguien del modo equivocado era suficiente razón para que te dieran una.

Bella se encaramó sobre el ángulo de una roca, dejando que el sol calentara sus piernas heladas.

—Parece que creció usted en un lugar muy difícil.

Él hizo cabrillas con una piedra lisa.

—No era peor que la mayoría de los lugares.

¿Qué había sucedido para hacerle mantener tan en secreto su pasado?

— ¿Erais pobres?

Su brazo se detuvo a la mitad del gesto de arrojar otra piedra y respondió escuetamente:

—Sí.

— ¿Cómo de pobres?

— ¿Hay una medida para la pobreza?

—Supongo que no. —Hasta ese año, Bella no había pensado en el dinero. Aunque su abuela no había sido rica, George y ella nunca habían tenido que prescindir del dinero. Había cosas que podrían haber tenido de no haber perdido a sus padres, pero no las echaban en falta, cualesquiera fuesen.

Se tenían el uno al otro y tenían la tierra, con todos sus misterios y belleza, y estaban contentos.

— ¿Y tú? —preguntó él, sacando del agua un pez en el hueco de sus manos y soltando en las manos de ella al pequeño animalito que se retorcía. Ella lo observó nadar en círculos hasta que el agua terminó de filtrarse y el pez se desplomó sobre su costado.

— ¿Y yo qué? —Abriendo la mano, devolvió el pez al agua, donde éste se impulsó frenéticamente con la cola hasta adentrarse en la oscura maleza.

— ¿Dónde está tu familia?

La pregunta trajo una instantánea ráfaga de dolor al corazón de Bella. El paso del tiempo no había hecho sino aliviar el dolor y dudaba que éste desapareciera realmente alguna vez.

—Se ha ido —dijo ella, repitiendo la respuesta que él le había dado y advirtiendo en ese momento cuánta verdad había en ella. Su familia se había ido para siempre. Las lágrimas le quemaban los ojos y desvió la mirada.

Edward le rodeó el tobillo con la mano, frotándole suavemente el pie.

—Parece que ambos estamos solos.

La emoción brotó de la garganta de Bella.

—Sí —susurró, sintiendo que entre ellos surgía una extraña afinidad que nunca hubiera esperado sentir. En ese momento detestaba su engaño, sabiendo que cualquiera fuese el vínculo que llegara a formarse entre ellos, se derrumbaría como los muros de Jericó cuando ella revelara la verdad.

Pero ella tenía que pensar en su futuro, así como también en el peligro que rondaba a la vuelta de la esquina.

La falta de su familia le hacía desear aferrarse tanto a la gente que aún estaba con ella... Ni siquiera hubiera debido permitirse pasar este tiempo con Edward mientras la vida de Alice corría peligro. Pero él la hacía descontrolarse. «Sólo algunos minutos más», prometió para sí. Luego se iría.

Con un gesto indolente arrancó una brizna de algas, al tiempo que la idea que había expresado antes volvía a aguijonearla. Le lanzó una ojeada a Edward, intentando calcular cuan receptivo podía ser a su pedido.

— ¿Usted haría algo por mí? —le preguntó.

—Por alguna razón sospecho que sí. —La honró con una sonrisa torcida—. ¿Qué es lo que desea que haga?

Haciendo acopio de toda su resolución, ella respondió:

—Quiero aprender a luchar.

— ¿A luchar? —Frunció el ceño—. ¿Por qué?

Ella se encogió de hombros.

—Simplemente porque me gustaría aprender a defenderme sola. —Entonces hombres como James y sus matones no tendrían la sartén por el mango.

— ¿Defenderte de quién?

—De nadie en particular —dijo ella, evitando la mirada inquisitiva de Edward, casi deseando poder confiar en él. Estaba bastante segura de que entendería. Quizás hasta ayudaría.

Pero entonces se enteraría de la verdad y ella no podía arriesgarse a que él interfiriera en sus planes. Cuando se reuniera con Bodie, haría los arreglos necesarios para aumentar los cargamentos. Una vez que hubiera asegurado el pago, podría respirar tranquila de nuevo. Tal vez entonces podría elaborar una estrategia para frustrar las intenciones de James.

No sabía qué iban a hacer. La única solución parecía ser marcharse de Moor's End. Pero viajar en coche significaba arriesgarse a que les tendieran una emboscada en el camino y los secuaces de James sin duda estarían esperándoles. ¿Dónde irían, de todos modos? ¿Cómo vivirían con el poco dinero que tenían?

Si tan sólo tuviera acceso al dinero guardado para ella en un fideicomiso, pero el testamento de su padre estipulaba que sólo podía tener acceso a él cuando se casara. Hasta entonces, el control de sus finanzas correspondía sólo a su tutor.

Quizás pudiera persuadir a Edward de que se lo diese. Pero ¿acaso el engaño lo enojaría tanto como para negarse a hacerlo? ¿Podría siquiera convencerle del complot de James? Si no era así, ¿sería tan insensible como para enviar a Alice de vuelta con su hermanastro?

O peor aún, ¿le exigiría a Bella que se casara? Quizás pecaba de ingenua, pero siempre se había imaginado que su matrimonio sería un sublime asunto del corazón, como la historia de Isolda esperando a su Tristán.

La joven dejó escapar un suspiro.

—Espera. —La voz profunda de Edward la arrancó de sus reflexiones mientras él se ponía de pie extendiéndole la mano para ayudarla a levantarse.

Bella lo miró parpadeando.

— ¿Dónde vamos?

—Querías aprender a luchar. —La cogió de la mano y fue llevándola hasta ubicarla ante él—. Te enseñaré, siempre y cuando no uses ninguno de los movimientos contra mí —agregó con una mirada divertida.

—No lo haré.

—Bien. —La hizo girar de modo que su espalda quedara pegada al pecho de él, y ubicó una de sus grandes manos contra el vientre de ella, sosteniéndola firmemente, la sensación de la proximidad del cuerpo de él fue como un afrodisíaco para los sentidos de la joven—. El Shaolin es un arte marcial secreto —dijo él—, pasado del maestro al discípulo, pero nunca a los profanos.

— ¿Usted no era un profano?

—Sí, pero Tahj me consideraba una excepción.

— ¿Por qué?

Él apoyó un dedo sobre los labios de la joven, y con su cálido aliento movió algunos mechones del cabello de ella.

—Una boca cerrada abre la mente para escuchar mejor. —Le rozó la sien con un beso ligero antes de continuar—. Hay cientos de movimientos, pero están representados por cinco estilos. —Sus brazos moldearon los de ella y empezó a mecerle las manos, haciendo pequeños movimientos rítmicos y fluidos—. Dragón, Tigre, Leopardo, Serpiente y Grulla, que complementan las cinco esencias. El Dragón cultiva el espíritu. El Tigre representa el entrenamiento de los huesos. El Leopardo desarrolla la fuerza. La Grulla ejercita los músculos. Y la Serpiente fomenta el ch'i.

— ¿Qué es el ch'i?

—La energía intrínseca, un estado en el que la vida y la muerte pierden la capacidad de inspirar miedo y te conviertes en verdadero amo de tu propio ser. Los budistas profesan la doctrina del samsara, de que todos los seres atraviesan un ciclo continuo de nacimiento, muerte y renacimiento hasta que son liberados. Rechazan la noción de una entidad inmutable que transmigra de una encarnación a la siguiente.

— ¿Quiere decir que ellos no creen que las personas tengan alma?

—Prefieren la noción de que una persona es un conjunto de elementos. El cuerpo físico. Los sentidos. La disposición mental. Y la conciencia que se crea cuando la mente y el cuerpo entran en contacto con el mundo exterior.

—Es muy complejo, ¿no es así?

—El entender los entresijos lleva años de estudio. Algunas de las doctrinas son intelectualmente estimulantes, pero no estoy de acuerdo con el principio básico.

— ¿Cuál es?

—Que el sufrimiento es necesario para alcanzar la iluminación espiritual, el ch'i, y que necesitamos pasarnos la vida expiando pecados del pasado. No quiero tener que ser tan bueno.

— ¿Por qué?

—Porque —murmuró, con la mandíbula contra el cuello de la joven y sus dedos buscando los de ella—, ser bueno significaría no poder tocarte. Porque el deseo, en todas sus formas, condenaría al pecador a un interminable ciclo de infierno en la tierra.

Bella apenas podía pensar con él acariciándola de ese modo. Si el deseo la condenaría, aceptaría el castigo. Cualquier otra forma de verlo significaba una vida llena de privaciones.

—El placer debe evitarse —prosiguió, mientras con los labios le rozaba la mandíbula —porque sólo es temporal. El deseo —susurró, haciéndole alzar el rostro hacia él, quedando sus labios muy cerca de los de ella— es esclavitud.

Bella cerró los ojos e intentó respirar mientras él le hacía volver la cabeza. Él amplió la postura de ella, controlando sus acciones, haciéndole vibrar el cuerpo.

—Obtén tu energía de tu interior. Calma tu mente, de modo que cada momento se llene de gracia y armonía. Concéntrate en la respiración. Inhala lentamente. Desde aquí. —Le apoyó la palma contra el diafragma.

Bella se sentía débil, emocionada con cada ligera caricia de las manos de él a través de su cuerpo.

—Concéntrate en el punto de ataque. —Le enderezó el brazo, sacándolo hacia delante con la palma hacia arriba—. Usa la fuerza de tu enemigo para vencerlo. Si él es fuerte, ataca lateralmente. —Hizo un amplio movimiento hacia abajo—. Si es débil, golpea desde el frente. —Guió el brazo de la muchacha transversalmente con respecto al cuerpo de ésta—. Si te agarra desde atrás... —Su brazo le envolvió la cintura con más fuerza, una de sus grandes manos peligrosamente cerca de los pechos— lleva tu cabeza hacia atrás contra su nariz, o libera tus brazos... —Le hizo sitio para que lo hiciera— y dale un codazo en el plexo solar. —Le mostró cómo—. Si eso no da resultado... —Se acercó y ella pudo sentir apoyados contra sus nalgas un calor y una dureza tentadores— entonces sube el talón y golpéalo en la ingle.

Bella cerró los ojos sintiendo que el aliento le raspaba los pulmones mientras instintivamente se movía contra él, cuyo gemido surgido desde lo profundo de su garganta elevó el calor a un nuevo nivel.

Él tomó aire y la hizo girar para mirarla de frente.

—Cuanto más simple el método —la instruyó—, mejor.

Luego la soltó, dejándola con la extraña sensación de haber sido despojada de algo.

— ¿Por qué Tahj le enseñó Shaolin a usted, si se supone que sólo debe pasarse el conocimiento a otros monjes?

—Porque me consideraba un ejemplar patético de la humanidad y se compadeció de mí.

Bella rió ante tan absurda afirmación.

—No bromee.

—Lo digo en serio. El pequeño desgraciado me derribó sobre mi trasero durante nuestra primera salida. Una experiencia humillante, te lo aseguro.

Si Bella no hubiese visto un despliegue de la habilidad de Tahj, nunca habría creído la historia que le contaba Edward.

— ¿Qué impulsó a Tahj a realizar esa buena acción?

—Él cree que un cuerpo fuerte puede superar las deficiencias de la mente.

Con toda seguridad, Edward tenía un cuerpo fuerte. Su mirada recorrió sin vergüenza la sólida amplitud de su pecho, el abultamiento de los brazos... y más abajo.

— ¿Y qué deficiencias tiene la mente de usted? —preguntó ella, su cuerpo estremeciéndose por la cercanía de Edward.

Alargó la mano y acomodó un mechón que había caído sobre la mejilla de la joven.

—Demasiadas para que las comprenda alguien tan inocente como tú.

—Yo no soy inocente.

—Dios, espero que no —dijo él con voz áspera, mientras se inclinaba y le rozaba los labios con un beso ligero como una pluma. La caricia terminó antes de que ella pudiera tomarse un momento para saborearla. Cada vez que él la tocaba, el contacto parecía volverse más natural y necesario.

Al recobrar el aliento, ella preguntó:

— ¿Por qué Tahj le enseñó estas técnicas secretas?

Él se encogió de hombros y se inclinó para deslizar sus dedos a través del agua, presionándolos contra la nuca.

—Porque yo tenía tiempo.

— ¿Por qué?

— ¿Acaso un hombre no puede haraganear?

—No puedo imaginármelo a usted haraganeando.

Él le echó una ojeada hacia atrás.

— ¿Debería tomar eso como un cumplido?

—Como un comentario.

—Sospecho que tienes muchos de ésos.

Así era, otra de las razones por las que ella nunca encajaría en las esferas de la sociedad londinense, que se caracterizaba por su afectación y refinamiento. Tenía una tendencia a ser siempre franca y a decir lo que pensaba. Jacob le había contado que en Londres lo que se consideraba más atractivo en una mujer era la timidez y el recato al coquetear. A Bella todo eso le parecía tonto y sin sentido. Ella preferiría mil veces leer una novela interesante y discutir sus méritos que asistir a reuniones sociales donde el tema de conversación más interesante era la última moda. Se ahogaría en un ambiente tan restrictivo. ¿Cómo se podía vivir en un lugar donde no era posible ver el océano o aspirar el perfume del aire marino cada día?

— ¿Distraída?

Al volverse, Bella se encontró con Edward contemplándola con expresión curiosa.

—Disculpe. Dejé vagar la imaginación.

— ¿Te estoy aburriendo?

Aunque él acababa de darle un pretexto para marcharse, todo lo que ella dijo fue:

—No.

—Bien, porque he recolectado para ti una provisión de ostras como para toda una semana.

La mirada de Bella lo siguió hasta la roca donde ella había dejado su primera ostra. Ahora las ostras apiladas allí formaban una pequeña montaña. Sonrió.

—Ha sido usted muy laborioso, señor.

—Claro que sí, pero tengo mis motivos. Tengo la intención de convidarte con todas y cada una de ellas.

—No podría comer ni una tercera parte. Tendré que regresar después con un balde.

—Enviaré por ellas a Tahj. No quiero que bajes sola por esa cuesta; podrías caerte y partirte la crisma.

Por un momento, Bella se quedó mirándole sin decir nada, luego rompió a reír.

—Eso sí que absurdo. He explorado estos riscos desde que era una niña.

—Y alguien debería haberte controlado. Quizás hoy no serías tan temeraria.

— ¿Se ha propuesto convertirse en mi padre? —preguntó ella incrédula, ya sin rastro de buen humor, debido a la actitud dictatorial de él.

—No regresarás aquí sin mí y esa es mi última palabra. ¿Entendido?

¿Cómo se atrevía a ser tan prepotente? ¿Quién se creía que era para darle órdenes de ese modo? Su amo y señor, al parecer. Y en su rol de sirviente, ella tenía que obedecer.

Asintiendo bruscamente, giró sobre sus talones y se alejó de él, con la intención de dejarle solo donde estaba de pie. Ahogó un grito al verle aparecer detrás de ella, con el sigilo de un fantasma.

Se puso rígida cuando él la abrazó.

— ¿Acostumbra usted a coquetear con la servidumbre?

—Sólo con quienes me golpean —dijo él, rozándole el cabello con los labios.

—Eso explica por qué está usted completamente atontado.

Inesperadamente, él rió.

—Eres terrible, mi pequeña valquiria .

Bella detestaba la facilidad con que él podía derretirla.

—Déjeme en paz.

— ¿Estás ofendida conmigo porque no quiero que te hagas daño?

—Sí —respondió ella con frialdad.

—Es usted una mujer extraña, señorita Purdy.

Su comentario la hirió. Ella ya sabía que era una rareza.

—Si no le gusta a usted cómo soy...

—Oh, pero es que sí me gusta cómo eres —respondió él, acariciándole la piel con sus palabras—. Haces desear a un hombre domarte y capturar tu fuego para sí mismo.

—No soy un caballo salvaje al que se le puede poner un bocado. Soy...

— ¡Infierno y condenación! —maldijo él, y de repente ella dejó de sentir el calor de su cuerpo contra la espalda.

Preocupada, Bella giró en redondo.

— ¿Qué sucede?

Él se dejó caer sobre una roca, agarrándose el pie.

—Creo que algo me picó.

Bella se arrodilló delante de él.

—Déjeme ver.

Como él no quitaba la mano, le regañó.

—No sea infantil.

Él arqueó una ceja, pero ella le ignoró y suavemente fue levantándole los dedos, uno por uno. Le tocó delicadamente la planta del pie y frunció el ceño.

—Yo no veo nada.

Al levantar la vista, se encontró con un brillo divertido en los ojos de él y supo que la había embaucado.

— ¡Vaya! ¡Qué hombre más odioso!

Edward rió y ella le salpicó de agua, mojándole la pechera de la camisa, lo cual le devolvió la seriedad de inmediato a la joven cuando su mirada bajó detrás de una gota que se escurrió por el pecho de él hasta desaparecer debajo de la tela.

La tomo de la barbilla, haciéndole levantar la mirada para encontrarse con la suya.

—Tenía que hacer algo para que volvieras a ser compasiva conmigo.

—No juega usted limpio.

—Lo sé. Pero es que eres increíblemente tentadora. —Él bajó la mirada—. Tienes la camisa mojada.

Bella miró hacia abajo y sintió que le ardían las mejillas. Al salpicar agua no sólo había mojado la camisa de él sino la de ella, revelando la línea oscura de sus pezones erguidos.

— ¿Puedo abrigar la esperanza de tener en ti el efecto que tú tienes sobre mí? —preguntó él.

Bella sabía que debía moverse, hacer algo, pero sus piernas se negaban a obedecerle. Todo cuanto pudo hacer fue sacudir la cabeza.

—Esto no está bien.

—Seguro que se siente bien —murmuró él con voz ronca que la hizo estremecer, al tiempo que la cogía del brazo atrayéndola hacia sí, entre sus muslos. Edward abrió la palma de la mano y le mostró un ranúnculo.

Lo deslizó por el contorno de la mandíbula de ella, para luego prenderlo detrás de su oreja. Después cogió la mano de la joven, haciéndole abrir los dedos para dejar ver varias ostras, apretadas y olvidadas allí.

Él hurgó en su bolsillo y sacó un cuchillito plegable. Haciendo presión donde se unían la juntura de la concha abriendo el endurecido receptáculo. Llevando hacia atrás la cabeza, dejó la ostra deslizarse dentro de su boca, deleitándose en ello de un modo que rayaba en lo pecaminoso.

Su mirada cargada de sensualidad bajó hacia la joven, de cuya palma cogió otra ostra y la abrió. Esta vez se la ofreció a ella.

—Abre la boca.

Ella obedeció y él apoyó contra sus labios la concha húmeda y observó mientras ella sorbía la ostra. La sensación era la de estar compartiendo un acto íntimo y el modo en que él la contemplaba hacía que ella sintiera una opresión en el pecho.

—Dicen que las ostras son afrodisíacas —murmuró él, acercándole otra más a los labios, la cual ella tragó obedientemente, con el aliento cerrándole la garganta mientras él se inclinaba para susurrarle al oído—: Le recuerdan al hombre las partes más íntimas de una mujer. ¿Sabes a de qué partes hablo, cielo?

Bella sintió que se le secaba la boca y sólo atinó a menear la cabeza, absorta, mientras él echaba otra vez la cabeza hacia atrás una vez más y con cuidado se metía a la boca otra ostra, un cuadro asombrosamente erótico, como la ligera sonrisa que curvaba las comisuras de sus labios cuando la miró.

Apoyó la palma contra la mejilla de la muchacha, tocándole suavemente el labio inferior con el pulgar.

—Sabes que quiero hacerte el amor, ¿no es así?

—Sí —dijo ella, con voz apenas audible, sintiendo que el mundo conspiraba contra ella mientras una suave brisa le recorría la piel, y un hilo de agua resbalaba metiéndose en una grieta de las piedras, adormeciéndole los sentidos.

Sentía atracción hacia él y no pudo articular ni una sola protesta cuando le rodeó la cintura con un brazo, acercándola hacia sí.

Ambos estaban húmedos del pecho para abajo y el agua que lamía cuanto los rodeaba sólo realzaba lo especial del momento.

La besó con insistencia. Ella podía reconocer el deseo y sabía que eso era lo que sentía por él, como también era consciente de que debía renunciar a esa sensación. Él era su tutor, el hombre a quien su hermano le había encomendado cuidarla, cuidar su virtud. Si él supiera quién era ella, no la desearía. Cuando ella finalmente se lo dijese, la detestaría.

Pero todas esas cosas parecían muy lejanas cuando él cogió su pecho entre las manos, enroscando su lengua en la de ella mientras le acariciaba un pezón con el pulgar.

Se sentía mareada, su mente giraba en emocionado deleite mientras la languidez le invadía el cuerpo. No quería que las sensaciones se detuvieran. Y cuando Edward tomó entre las manos su otro pecho para sostener ambos en las palmas de sus manos, apretándolos suavemente, ella se apretó contra él, deseándole aún más.

Él le sembró el cuello de besos haciéndola estremecer.

—Déjame enseñarte sobre el placer, Ángel. Te prometo que iré despacio. Pero necesito tocarte.

La levantó y ella instintivamente envolvió las piernas alrededor de la cintura de él, que se movió adentrándose más en el barranco rocoso y en una aislada saliente, donde la tendió sobre la blanda arena, un ligero hilo de agua moviéndose contra la espalda de ella.

— ¿Alguna vez te han dado placer, cielo? —preguntó él, mientras lentamente le desabotonaba la camisa, una camisola de niña que era todo lo que le impedía verle los pechos desnudos—. ¿Alguien te ha saboreado alguna vez?

Bella sacudió la cabeza.

Él sonrió y apoyó las manos a ambos lados de la cabeza de la joven, bloqueando el sol con su cuerpo fornido, como fondo los dorados rayos, mientras bajaba la vista para mirarla con fijeza, sus largos cabellos oscuros cayendo hacia delante, los suaves mechones susurrando a través del pecho de ella mientras él soltaba los lazos de su camisola y besaba cada centímetro de piel que iba descubriendo, hasta...

La joven gimió y se arqueó hacia arriba, cuando él se llevó a la boca uno de sus pezones y empezó a chuparlo con fuerza. Ella podía sentir cada tirón, cada provocativa lamida de su lengua, más abajo.

—Eres tan inocente, tan nueva en esto —susurró contra la piel de ella, mirándole al tiempo que con la lengua trazaba un círculo alrededor del pezón. Los senos subían y bajaban al compás de la respiración agitada mientras él jugueteaba, lamiendo cada vez que el pecho se elevaba, lo cual hacía que ella no sintiera deseo alguno de exhalar—. Esto es todo lo que voy a hacer. Por ahora. Pero cada vez que vengas a mí, te enseñaré un poco más. ¿Quieres? —Formuló la pregunta mientras atraía el pezón hacia el interior de su boca caliente y húmeda. Todo cuanto Bella pudo hacer fue apretarse nerviosamente contra él—. ¿Te gusta lo que estoy haciendo?

Haciendo un esfuerzo por recobrar el aliento, Bella respondió en voz baja.

—Sí —palabra que fue un susurro hechizante.

Él hizo rodar los pezones entre el pulgar y el índice dándoles un ligero tirón antes de aliviarlos con su boca.

—Estás llena de pasión que apenas puedes contener. —Gimió profundamente cuando ella elevó las caderas contra su cuerpo—. Lo sabes, ¿no es verdad? Instintivamente lo entiendes. Pronto, cielo. Cuando estés lista para mí. Por ahora, todo cuanto deseo hacer es vivir y respirar el placer que puedo darte.

Dibujó con la lengua el contorno de los labios de ella. Él sabía a mar y a avidez. Las bocas se fundieron con carnal abandono, separándose sólo para buscar un nuevo ángulo, cada aliento entrecortado naciendo y muriendo en la boca del otro.

Tomando ambos pechos entre las manos, los levantó juntándolos para que su boca y lengua dejaran una húmeda senda entre las sensibles cimas. Como una saeta, la sensación llegó abajo, al centro de su feminidad, encendiendo de rubor el cuerpo de la joven.

—Mi diosa del mar. —Su respiración la bañaba en ardientes jadeos y mientras la asía de los hombros él sintió un temblor recorriéndole el cuerpo—. Me encanta saborearte. —Movió rápidamente la lengua sobre uno de los tensos picos mientras sus dedos jugaban con el otro.

Bella se arqueó contra su cuerpo, cuando él le besó un pezón, luego el otro.

—Por favor —gimió ella.

Él se apretó contra ella, su miembro duro la marcó a fuego, meciéndola mientras él le abría más las piernas sin dejar de tocarla incansablemente, con las manos y la boca.

Bella echó la cabeza hacia atrás cuando un clímax que la hizo sentir estallar le atravesó el cuerpo como una lanza, sintiendo todo su cuerpo palpitar desde lo más profundo, húmeda donde el cuerpo de Edward se mecía contra el de ella mientras el placer la invadía, dejándola débil y saciada.

Y demasiado consciente del hombre tendido encima de ella, que suavemente le acariciaba el cabello, quitándoselo de la cara.

radio listo


chicas como les habia comentado en el facebook sobre una radio online para el blog todo esta listo ya esta en funcionamiento la foma de pedir canciones sera en la pagina de facebook Mordidas de ensueño estare ahi conectada para estar pendiente de sus peticiones les dejo el link donde pueden escuchar bueno para no agobiarlas mas no habra locutor solo seran las canciones que tocaran las que ustedes pidan espero les agrade y nos escuchen fue hecho especialemnte para ustdes...
atte
annel

lunes, 22 de agosto de 2011

SEDUCIR A LA DONCELLA capitulo 7


Capítulo 7
Bella siguió a su gata a la distancia, pisando con suavidad las piedras sueltas a lo largo del muro construido hacía siglos, quizás por algún ancestro celta, para evitar que los altos penachos de espuma de mar que impactaban contra el acantilado se derramaran sobre la casa.

Necesitaba este escape y estaba usando a Sassy como excusa. Durante los últimos días, su traviesa gata atigrada había desaparecido repetidas veces. Hoy averiguaría por qué.

sábado, 20 de agosto de 2011

taylor lautner visitara mexico el 30 de agosto



taylor lautner mejor conocido como jacob black en la saga de "twilght" visitara la ciudad de mexico el dia 30 de este mes para la promocion de su nueva pelicula "abduction"


el film que esta dirigido por "john singleton" que fue nominado al oscar como mejor direccion y mejor guion original con la pelicula de 1991 "boyz n the hood" que sera estrenada un mes despues de la visita de lautner a la ciudad de mexico.


la pelicula cuenta con la participacion de la actriz britanica-americana lily collins, hija del musico phil collins asi como la experiencia de alfred molina y sigourney weaver.


taylor lautner quien salto a la fama por su papel en la saga de "twilight" de stephenie meyer estara en mexico 2 dias.

heart film es la casa productora es la responsable de tener a taylor lautner y su nueva pelicula en mexico, la cual tambien promociono la saga "twilight" en esta ciudad.

taylor lautner en australia promocionando la pelicula abduction.














ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina