lunes, 12 de febrero de 2018

Enredos de Amor Capitulo 11

Capitulo 11
Algo nuevo y viejo
Isabella
Se suponía que los vestidos de las damas de honor debían ser feos.

Sin embargo, el vestido que usé, y en el que había gastado casi mil dólares, probablemente era mejor que cualquiera de mis vestidos. El elegante vestido rojo con un hombro descubierto me hizo sentir con estilo. Vicky incluso había elegido la joyería y zapatos que sugirió para combinar. Sí, era costoso, bueno, para mí lo era, pero había tomado lo que Eli había dicho de corazón y decidí derrochar el dinero esta vez. Mi vieja amiga se casaba, quería su día, y si ella quería que sus chicas se vieran casi a la perfección humana posible, entonces bien. Arreglaría mi cabello, maquillaje, y uñas profesionalmente hechas, y ni siquiera podía mentir que era divertido. Me sentí como una Barbie, pero de una manera buena.

Caminé por la sala de espera buscando al resto de las damas de honor, y cuando cuatro de ellas me miraron, sus bocas ―bueno, excepto por Josephine― se volvieron en amplias sonrisas, así que lo tomé como una buena señal.

―¡Bella, te ves asombrosa! ―Jadeó una de las mujeres, acercándose―. De ahora en adelante, solamente usa rojo. Definitivamente es tu color.

―Gracias. Intenté lo mejor. ―Me reí.

Enredos de Amor Capitulo 12

Capitulo 12
Error o de diseño
Edward

No sólo por lastimarme, sino por lastimarlo a él.

Sus palabras se repitieron en mi mente cuando el conductor nos abrió la puerta del auto en nuestro apartamento. Ella ni siquiera había discutido conmigo, subió al auto y no dijo ni una palabra ni me miró durante el viaje. En el ascensor, bajó la cabeza y cuando llegamos a nuestro piso, lentamente caminó a su puerta.

No quiero que termine así.

Abrió la puerta, y fui detrás de ella, cerrándola.

―Di algo ―le susurré.

No se volteó.

―Isabella, por favor, di algo. Cualquier cosa.

―Edward, estoy cansada. Por favor, déjalo ir.

―Dijo que él todavía sigue enamorado de ti. ¿Regresarás con él si llama? ―No sabía por qué pregunté, pero sólo sabía que debía hacerlo. No podía dejarlo ir.

―¿Luzco desesperada?

Seguía sin mirarme.

―No sé cómo luces ahora mismo. Voltea y pregúntame de nuevo.

―No puedo.

―¿Por qué?

―Porque me estás confundiendo.

―Siento lo mismo.

Su mano se apretó en el picaporte.
―Hemos bebido mucho vino. Tomemos la noche, Edward.
―Está bien. Si eso es lo que piensas que es. ―Dejé ir su puerta, esperando que entrara.

Pero, no lo hizo. Sólo se quedó de pie allí.

―¿Por qué estás confundido? ―preguntó, finalmente girando―. Cuando dices cosas así, es como si…

―¿Como si me gustaras? ―dije, y sentí alivio al decirlo―. Quizás es porque he hablado contigo más que con nadie más. Quizás es porque estaba con el corazón en pedazos después de Charlotte, y tú pudiste ver a través de mí, y ya no parecía ser un problema tan grande. Quizás es porque hiciste que toda mi familia brillara más. No sé lo que es. No sé cómo llegué aquí. En un momento, tú sólo eras la otra mujer que también hirieron, y luego, eras Isabella. Divertida, rara, talentosa, hermosa Isabella, y estoy pensando en la forma que hueles a lluvia, y si has comido. No sé cómo sucedió, todo lo que sé es que estoy pensando en ti, y no sólo como un amigo.

―Charlotte es…

―No es mi problema. Tampoco tuyo. En realidad, no quiero hablar sobre ellos ahora mismo; hemos hecho eso. Quiero hablar sobre tú y yo, y esta cosa entre nosotros. ―Di un paso adelante.

Dio un paso atrás hasta que su espalda estaba contra la puerta.

―Dime, Isabella. ¿Estoy cruzando una línea? ¿Soy el único que va por este camino?

―Nos haremos daño, Edward. Eso sólo va a ser consuelo…

―Preferiría salir herido una docena de veces, ¿recuerdas? ¿O era sólo charla?

―Edward…

―Preguntaré de nuevo, Isabella: ¿me equivoco? ¿Soy el único que siente algo?

Miró a un lado y negó.

―Debes decirlo. ―Necesitaba oír las palabras.

Lamió sus labios, tomó una profunda respiración, y me miró fijamente a los ojos.

―No. ¿Feliz? He estado intentado decirme que sólo somos amigos, pero sigo… sigo esperando verte, y hablar contigo, y estar cerca de ti… lentamente estás llenando todo el espacio en mi cabeza, y yo…

La besé. No un beso en seco que le había dado en la universidad; la besé en serio. Su boca era suave contra mí y sus labios se abrieron un poco cuando lamí su  labio inferior. La sujeté de la cintura y la presioné contra la puerta, sus manos subieron a mi cabello, acercándome más.

Sentí mis dedos arrastrándose por su longitud, acariciando uno de sus pechos.

Mierda. No quería que empezáramos así. Me obligué a apartarme.

―¿Qué? ―dijo.

Ambos tomamos profundas respiraciones, a pesar que ninguno de los dos se había movido, nuestros cuerpos seguían juntos.

―Esto es lo que hago cuando sólo quiero follar a una mujer, Isabella. Dije que quería ver a dónde llegábamos, y simplemente una noche no es a donde quiero ir, así que, debemos detenernos.

―Está bien. ―Asintió, apartándome.

Pero tampoco me gustaba, inclinándome la besé de nuevo. Mordió mi labio inferior y gruñí, su lengua en mi boca, tentándome más.

―Mierda. No ―dije de nuevo, dando un paso atrás―. No se suponía que serías tan buena.

Rió.

―¿Qué significa eso?

―No lo sé. ―Simplemente tenía esta inocencia en ella; el hecho que ya era tan pasional me estaba volviendo loco.

―Entonces, ¿descansemos por la noche? ―me dijo.

Me encontré viendo todas sus curvas pero, mordiendo mi labio, asentí.

―Bien. ¿Te veo mañana? ―Abrió su puerta.

―Espera.

―¡Edward! Me estás matando.

Bueno saberlo.

―Simplemente quería decir que, conociéndote, mañana querrás arreglarte bien para dar una buena impresión… pero no lo hagas, ¿de acuerdo? No pongamos una falsa fachada, somos los mismos que éramos hace dos días.

Frunció el ceño.

―Sólo admitiste cuando me arreglé completamente…

―Lo admití debido a que después que Charlotte me habló, me di cuenta que no quería que estuvieras al lado de ningún otro hombre. Soy un poco posesivo.

―No te preocupes, voy a azotar esa característica de ti.
―¿Hablamos de látigos ahora? ―No pude detenerme.

Rió, negando en mi dirección.

―Buenas noches, Dr. Cullen.

―Buenas noches, Srta. Swan.

Cerró la puerta lentamente, jamás rompiendo el contacto visual conmigo hasta que finalmente se cerró.

―Oh, mierda ―me susurré a mí mismo, apresurándome hacia mi apartamento. Mi erección por ella me estaba matando lentamente. Quitándome la ropa, no pude evitar preguntarme cómo íbamos a ser ahora que habíamos cruzado la línea.

Estaba un poco demasiado emocionado.

Isabella

―¿Qué acaba de suceder? ―le pregunté a Taigi, deslizándome hacia abajo junto en mi puerta principal. Una de mis manos fue a mis labios y la otra a mi pecho, donde mi corazón estaba intentando escapar.

No sólo había besado a Edward. Había llegado al punto donde quería hacer mucho más. Sabía a helado de vainilla: dulce y frío.

―¿Qué estoy haciendo, Taigi? ―susurré, pasando mis manos por su pelaje. Su lengua colgaba de su boca―. Si hacemos esto, vamos a complicar todo. ¿Verdad? No será simplemente pasar el rato juntos, habrá citas, y… sexo.

Todo se suponía que sería negativo, sin embargo, mientras más hablaba, más quería todo eso. Incluso ahora me estremecí, pensando en la forma que sus manos me habían sujetado, lo fuertes que eran. Lo fuerte y duro que se sintió contra mí.

Detente. No voy a pensar en eso hasta mañana. No íbamos a empezar oficialmente hasta entonces, ¿no? ¿Nuestra relación tenía una fecha oficial?

Iba a provocarme un dolor de cabeza. Deja de pensar en eso.

Sin embargo, incluso después de ducharme y cambiarme, no podía dejarlo ir. Sentándome en mi cama, me apoyé contra la pared, tomando mi libro del piso a mi lado.

¿Está dormido? ¡Eso es inútil! No iba a poder dormir nada, ¡y era su culpa!

―Estúpido, sexy, egoísta, besador doctor ―murmuré, agarrando mi almohada y enterrando mi rostro en ella. Escuché mi celular vibrar, a pesar que no podía  verlo―. ¿Dónde estás? ―Salté sobre mis rodillas, mis manos pasando sobre la superficie de mi cama.

Taigi ladró, usando su nariz para empujar el celular hacia mí.

―Ves, esta es la razón por la que te amo, Taigi ―dije, extendiéndome para tomarlo.

Ladró dos veces más antes de hacerse un ovillo en su cama pequeña a los pies de la mía.

Era un mensaje.

¿Estás durmiendo?

Síp. Urgh, debería haber respondido mejor.

Entonces, ¿me estás enviando mensajes en tus sueños? Eso es nuevo.

¿Por qué estás despierto?

¿Por qué estás dormida luego de jugar con mi cabeza?

¿Qué? ¡Yo! Sentándome, crucé las piernas como si eso ayudaría, escribí más rápido, como si pudiera sentir mis emociones a través del teléfono. ¿Yo jugar con tu cabeza? Dice el chico que dejó caer la bomba de “me gustas” y me besa hasta dejarme sin aliento al punto de pensar en pedirte que entraras, sólo para ser un caballero y decirme que no quieres simplemente follarme. No estoy jugando con tu cabeza, Dr. Cullen, tú estás jugando con la mía. Me sentí orgullosa en el momento que lo envié… hasta que me di cuenta lo loco que debió haber sonado.

―Odio intentar salir con alguien ―dije, cayendo de lado, sin querer ver su respuesta. Debería haber un botón de regresar mensajes.

Echando un vistazo a su mensaje cuando mi teléfono vibró, me preparé para su respuesta.

Pero se siente bien, ¿verdad? Que esté jugando contigo. Que tú estés jugando conmigo. Quieres esto, ¿no?

Sí. Respondí sin pensarlo demasiado, porque sí se sentía bien.

Yo igual. No me gusta hablar contigo por mensajes. Preferiría ver tu rostro cuando hablamos, así que, esperaré un par de horas más. Duerme bien, Isabella.

Tú también, Edward. Cayendo de espaldas en mi cama, recordé que su cama estaba justo al otro lado de la pared. Si estaba ahí enviando mensajes, estaba justo detrás de mí. Quería golpear la pared, pero me pareció un poco espeluznante, así que, me di vuelta, sosteniendo mi almohada.
Sentí como si tan solo hubiera cerrado mis ojos por unos minutos antes de que Taigi comenzara a ladrar, acercándose con su correa y dejándola a mi lado. Di un vistazo al reloj: 5:32 a.m.

―Taigi, es demasiado temprano. ¿Podemos ir más tarde? ―Giré al otro lado.

Saltó a mi cama.

―¡El sol ni siquiera salió completamente! ―supliqué.

Sólo empujó la correa hacia mí y ladró.

―Está bien, está bien. ―Me sentí como una anciana levantándome. Estirando mi espalda, tomé mis capris de correr, a pesar que no había corrido desde que era niña. Generalmente, lo llevaba al parque y esperaba hasta que persiguiera ardillas o su pelota―. Dame un segundo, muchacho ―dije cuando me siguió al baño, lloriqueando mientras me tomé mi tiempo para cepillarme los dientes.

Lloró de nuevo, sus patas en mi pierna.

―Vamos a ir, vamos a ir. ―Le coloqué su correa y salí de mi habitación, él corrió hacia la puerta―. ¿Qué te sucede…?

Me detuve cuando Edward salió, ajustando su reproductor mp3 en su brazo musculoso desnudo, llevando pantalones sueltos de correr y una camiseta con capucha. Sólo cuando Taigi fue hacia él, Eli me miró, sus ojos amplios mientras se quitaba sus auriculares.

―Buen día ―dije rápidamente, incluso levantando mi mano y haciendo una pequeña seña como una idiota.

―Buen día. ―Sonrió―. ¿Generalmente sales tan temprano? Nunca te he visto.

―No, generalmente salimos más tarde, pero, por alguna razón, no me dejó dormir esta mañana. ―Ahora parezco una acosadora, gracias. Miré a Taigi, que camino solo al elevador―. Ves, realmente tiene que ir. ―Lo seguí, pasando a Edward.

―¿A dónde van? ―preguntó.

Ya estaba a mi lado cuando presioné el botón.

―Central Park ―respondí, entrando con él.

Ambos extendimos la mano para cerrarlo, rozándonos.

―Lo siento. ―Rápidamente dejé caer mi mano.

Él rió, cerrando las puertas.

―Se ve muy emocionado.

Bajé la mirada a Taigi, cuya cola se agitaba de un lado a otro.
―Estaba tan ocupada con la boda de ayer que sólo pude darle un corto paseo de diez minutos, lo que es nada; realmente necesita correr. ―Acaricié su cabeza.

―¿Tú también corres?

Sonaba emocionado mientras llegamos al primer piso.

―Sí. ―No tenía idea por qué demonios dije eso; sólo salió de mi boca. Simplemente dejaba que Taigi corriera solo o iba en bicicleta a su lado. Correr no era lo mío.

―Por lo general voy por la ruta del río Hudson, casi está a quince kilómetros, pero Central Park también es bueno. ¿Empiezan a correr desde aquí?

¿Casi quince kilómetros todas las mañanas? ¿Estás jodidamente bromeando?

―Nosotros… ―Antes que pudiera terminar de decirle que se fuera sin nosotros, Taigi empezó a correr, llevándome con él. Lo que lo hizo peor es que sentí a Edward correr detrás de mí.

¿Por qué, Taigi? ¿Por qué?, grité en mi mente, corriendo con ellos. No podía salir de esto ahora. Era lo suficientemente temprano que las aceras hacia el parque estaban casi vacías; todavía había niebla.

Cuando llegamos al parque esperaba, recé que uno de ellos bajara el ritmo, pero estaban en su pequeño mundo, corriendo más y más por el camino mientras podía sentir mis pantorrillas endureciéndose.

Vamos, Isabella, puedes hacerlo. Sólo por media hora. Me alenté, inhalando lentamente por mi nariz y exhalando por mi boca.

Pensé que lo estaba haciendo bastante bien por un momento, hasta que mi pierna izquierda se entumeció y tuve que bajar la velocidad, para la molestia de Taigi. Bajé el ritmo, finalmente deteniéndome en un banco y agarrando mi pierna.

―¿Estás bien? ―Edward se acercó.

Me di cuenta que, mientras yo sudaba como loca, él parecía que lo habían rociado con un spray. Suspirando, me senté, tratando de recuperar el aliento.

―No soy corredora. ―Levanté las manos―. No tengo ni idea por qué dije que lo era. Lo llevo de paseo, y si realmente necesita correr, llevo mi bici. Soy una gran ciclista, pero, correr… sí, no es lo mío. Creo que estoy muriendo. ¿Cuánto hemos corrido?

―Veinticuatro minutos…

―¿De verdad? ―Estaba sorprendida que lo lograra. ¡Debería haber seguido!―. ¿Ves? Ni siquiera puedo llegar a los treinta minutos. Eso es malo, ¿verdad?

Se puso de rodillas frente a mí.
―¿Qué pierna está rígida? Supongo que no has estirado.

―Todo en mí está rígido, pero mi pierna izquierda está peor. Estiré la espalda cuando me levanté de la cama, pero aparte de eso, no. ―No tenía sentido tratar de ocultar mi vergüenza. Quería regresar a casa y cerrar mis ojos. Tal vez podría reiniciar el día.

Tomó mi pierna izquierda y masajeó mi pantorrilla.

―Isabella, cuando estés conmigo, tengo una regla: no mientras, sobre todo si lleva a lastimarte sin razón alguna… o por cualquier razón. Realmente no me importa si eres corredora o no.

―Lo lamento ―susurré, tratando de no enfocarme en sus manos―. Te veías emocionado cuando dije que corría, y…

―Estaba emocionado de poder pasar tiempo contigo. ―Me miró―. Incluso si no decimos nada, aun así ibas a estar a mi lado. Pasé toda la noche preguntándome cómo iba a acercarme a ti hoy. Correr parecía una buena manera de romper el hielo. Estaba emocionado por eso.

―No mentiré, lo lamento ―dije suavemente―. Pero pensé que dijiste que podías ver cuando estoy mintiendo.

Frunció el ceño. Sus manos se movieron de mi pantorrilla a mis rodillas, y se congeló antes de llegar a mi muslo, levantando la mirada hacia mí.

―Estaba distraído y no me di cuenta. ¿Debería detenerme? ¿Se siente mejor?
Se sentía mejor.

―No te detengas. ―No era mentira. Quería que siguiera tocándome.

Sonrió, sus manos moviéndose de arriba abajo sobre mi muslo, lentamente.

Haciendo todo lo posible por mantener la boca cerrada, mantuve los ojos fijos en él, al igual que Edward. Tragué cuando sus dedos se movieron más arriba, presionando más fuerte mis muslos, y podía sentir mi respiración entrecortada.

Mordió sus labios, tomó un respiro y se detuvo, sus manos no se apartaron de mi muslo.

―Eres realmente buena en seducirme ―susurró en voz baja―. Anoche, esta mañana. Isabella, acabamos de empezar, no puedes ponerme en posiciones como esta. Quiero ser un caballero antes de ser un demonio.

Coloqué mi mano en la suya, inclinándome para besarlo tan duro como me besó anoche, nuestras bocas abriéndose para el otro, sus manos ahora agarrando mis muslos como si estuviera obligándome a quedarme donde estoy.
Apartándome, sus ojos fueron a mis labios y tragó, tomando una profunda respiración.

―Si crees que estoy seduciéndote ahora, estás en un camino de infierno, Dr. Cullen.

―Espero con ansias, Srta. Swan.

―Ve a correr, parece que lo necesitas. ―Asentí hacia su… problema.

―Tendré que hacerlo… por ahora. ―Se levantó al igual que yo―. ¿Vas a estar en el hospital hoy?

Asentí.

―Para este mural, voy a estar ahí por un tiempo.

―Si te distraigo, ¿te llevará más tiempo? ―Sonrió, ya preparándose para correr nuevamente.

―¡No me distraigas!

―Ahora dices eso. ―Me guiñó, saludándome con la mano antes de irse.

Me di cuenta que iba mucho más rápido que cuando estuvo corriendo a mi lado. Debe haber estado conteniéndose.

Sentándome de nuevo en el banco, me di cuenta que Taigi finalmente se había calmado, sentándose al lado sin hacer nada. Me ladró.

―Bien. Bien. Todo gracias a ti.

Ladró de nuevo y bajó la cabeza.

―Sigues siendo mi favorito, lo juro. ―Reí, acariciando su pelaje. Realmente era gracias a él que el día de hoy comenzara bien… aunque mis piernas se sentían como jalea.

Sí, sin duda voy a necesitar hielo.

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Hola a todas como les prometi aquí están los capítulos que tal al parecer se van a dar una oportunidad nos vemos el miércoles chicas ya saben si saben de que libro es no lo comenten porfa se que quieren saben como acaba la historia tiene final feliz.

Bueno muchas gracias por sus comentarios

Seducido por un Angel Capitulo 6

Capitulo 6

Todos estamos respirando con dificultad cuando finalmente se alejan, de pie a cada lado de la cama, con los ojos llenos de lujuria mirando mi cuerpo.

—Menos mal. —Papi suspira—. ¿Ves con lo que estoy tratando?
Te dije que necesito ayuda para mantenerla domada. —Me guiña un ojo, y me río, abro mis piernas y me aseguro de que mis rodillas estén dobladas, tentando. Mordisqueo mi labio inferior, aleteo mis pestañas y gimo.

—Eres una traviesa, ¿no?

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina