Durante el fin de semana entero, cada vez que Edward se
despertaba, escuchaba el mensaje de Isabella.
«Edward, por favor, dime algo. ¿Qué ha pasado? No lo
entiendo. Estoy a tu disposición. Por favor, solo tienes que dejarme ayudar.
Sea lo que sea, podemos arreglarlo. —Pausa—. Te quiero.»
Con el pulgar, arrastró el botoncito de la pantalla. «Te
quiero.»
Y otra vez. «Te quiero.»