Capitulo 3
Edward
—Hola,
mamá —dije, cerrando la puerta de casa mientras echaba un vistazo al salón
donde estaba su silla, frente al televisor.
Mi
madre no me devolvió el saludo, claro que nunca lo hacía. Ya me había
acostumbrado a ello.
Me
dirigí a mi habitación y abrí la ventana todo lo que pude. Luego alcé la mirada
hacia el cielo, con las manos apoyadas en el alféizar mientras respiraba hondo
varias veces. Unos minutos después, me acosté boca arriba en la cama, junto a
la ventana, con la cabeza apoyada en las manos.
Al
instante empecé a pensar en Isabella Swan. Me costaba creer que la hubieran
despedido por mi culpa. Gemí en voz alta. Lo cierto era que en realidad había
sido culpa de ella, entonces ¿por qué me sentía tan mal al respecto? Había sido
Isabella la que había optado —estúpidamente, además— por cubrirme. Pero gracias
a Dios que lo había hecho. Si me hubieran arrestado por robo… habría sido malo,
muy malo.