Capitulo 20
Isabella
Edward
vino a verme a la mañana siguiente, pero mantuvo una actitud distante, distraída,
casi fría, y no
hizo nada para consolarme. Me sentía herida y desesperada. El dolor de mi
cuerpo era el menos doloroso de todos.
Alice
llegó a casa un par de horas después que yo y tuvo que haber notado mi rostro
magullado, porque me despertó y me exigió que le dijera qué me había pasado.
Lloré entre sus brazos como ella había llorado en los míos al ser abandonada a
los pies de la colina por el hombre que tomó su virginidad y luego se marchó.
El
chico que había tomado la mía no me había herido físicamente, y yo no lloraba
por el golpe que había recibido en la cara. Lloraba por el dolor que sentía en
el corazón.
Los
minutos pasaron lentamente ese fin de semana. Me quedé encerrada en la
caravana, pegando un brinco cada vez que escuchaba un ruido, con la esperanza
de que fuera Edward. Después de la primera mañana, él no regresó, y yo no lo
busqué. Había hecho su elección, y aunque habíamos estado lo más cerca
físicamente que podían estar dos personas, para él no había cambiado nada. En
su mente, ya se había marchado. Lo entendí perfectamente. Y me rompió el
corazón.