jueves, 7 de abril de 2011

CA PITULO SEIS NATA MONTADAS Y ESPOSAS FINAL

 Capítulo Seis

Otra vez, despertó sola.

Ella salio de su cama en la oscuridad, estremeciéndose un poco. Él había dejado el vibrador, justo como la varilla. Por lo visto, su amante misterioso tenía prisa por agrandar su ano.

En realidad, como le pasaba a ella.

El placer que esto le dio la hizo sentirse mareada, sintiendo el ser demasiado pequeña, caliente y dolorosamente apretada.

Infiernos, sólo ante el pensamiento de lo que iba a pasar la ponía a…


Dejando a un lado sus pensamientos, tiro de su bata. Se preguntó si él la habría dejado una nota, pero sus ojos estaban demasiado sensibles para encender las luces y mirar. Bajo la escalera en silencio y vertió en un vaso de Bailey con mucho hielo, suspirando de placer cuando este golpeó su vientre con su calor.

Fue cuando recordó su sueño. Enrojeciendo con aire de culpabilidad. Primero ella había besado a Tyson imaginando que era su amante de ensueño. Y cuando este se presentaba, ella soñaba con su amigo de la infancia.

Ella levantó su cabeza, parpadeado despacio, mirando a través de la calle.

Edward estaba despierto. Las luces estaban encendidas en el interior de su casa, y cuando ella miró, él paseaba por delante de una ventana, cabizbajo.

Sabía que sufría frecuentemente de insomnio. Lo había atormentado cuando volvió por primera vez a casa, pero este había disminuido. Raramente veía las sombras en su cara causada por noches de insomnio.

Su cuerpo estaba caliente y apretado, por la razón que fuera, cuando ella imaginó su delgada y oscura cara, con aquellos pálidos y casi suaves ojos verdes. Mierda, dos noches con un hombre, ¿y ahora era una adicta al sexo?

Se apresuro escaleras arriba, fuera de la puerta principal y de la tentación de caminar hasta el otro lado de la calle y llamar a la puerta de Edward

* * * * *

Edward frotó sus arenosos ojos antes de alzarlos, agarro las barras y comenzó el último ejercicio de flexiones. El sudor cubría su cuerpo, mojando el cinturón del algodón de baja lanzada de su desgastado pijama. Cuando terminó del ejercicio hizo rodar sus brazos, de un lado al otro, antes de ejercitar si fuera necesario hasta enfriarse.

Era una bruja, le dolía la herida de su espalda. El tejido de la cicatriz lo hizo necesario que se mantuviera en forma y a régimen, aunque él nunca lo hubiera dejado pasar de todos modos. Pero si él estaba inclinado mucho tiempo, los músculos inferiores de su espalda se agarrotaban, el tejido de la cicatriz se agravaría, y él se pondría tieso y rígido.

Él finalmente se elevó y dio la vuelta, con la intención de darse una ducha, entonces se congeló en la entrada.

Demetri Volturi.

El rubio bastardo estaba observando la casa de Bella. Por la ventana y a través de la distancia que los separa, él podía observar su cólera.

Él dejó la casa corriendo sin pausa, cruzando la calle y saltando por el pórtico mientras le llegaba el sonido una voz varonil enojada. Con el orgullo herido y colérico por ser rechazado, sobre todo lleno de incredulidad.

Y la rabia. Estaba en cada línea de su cuerpo, en el destello caluroso de la cólera en unos ojos normalmente helados, en las franjas de color rojo que había en sus mejillas. Por la puerta de cristal, Edward podía ver la rabia con la que sujetaba en marco de la puerta, rígidamente. Un gruñido se formo en la garganta de Edward al ver las manos del doctor, los puños apretados antes de que se abriera. Relajándolos, apretándolos, relajándolos, apretándolos. Y toda la cólera estaba dirigida hacia Bella.

Edward se lanzó hacia la puerta abierta, colocándose sobre Demetri de la misma manera que una impetuosa tormenta de verano y agarrando la mano que había estado dirigida a Bella. —Coloca una mano sobre ella, por cualquier razón, y estas muerto—, amenazo Edward.

Bella había visto a Demetri extender la mano hacia ella. Se había sentido sacudida hasta la médula por la profunda que era su rabia, nunca había imaginado que él alzara una mano sobre ella. Pero podría haber ocurrido. Había estado ahí en su misma cara, la conmoción de ser rechazado. Su aversión de porqué, y el impulso de lastimarla.

Y entonces Edward estaba ahí, medio desnudo, avanzando sobre Demetri y lanzando al hombre lejos de ella. Una desbastadora e irregular cicatriz desaparecía bajo su cinturón, y la mirada de él destrozó a Bella por la intensidad.

—Sal — dijo Edward suavemente, alcanzando a Demetri, enterrando una mano en el lino fino de la camisa del doctor y alzándolo hasta que quedaron mirándose a los ojos. —Sal, maldito, permanece lejos de ella, antes de que yo te mate por hacer lo que estabas imaginando.

Demetri era un hombre elegante, definitivamente con un gran instinto de conservación, mucho más que de orgullo. Y él salió maldiciéndolo.

Cuando Edward se dio la vuelta para contemplarla, con sus ojos oscuros por la cólera, amplios por la preocupación fue cuando ella recordó.

Fresa.

Fresita, mejor ve dentro antes de que tu papá venga buscándote, un Edward de siete años la había molestado mientras jugaban al escondite hasta el crepúsculo.

Y después, en la escuela secundaria elemental, había llorado contra su hombro cuando su primer novio había roto con ella... ¡Ay!, Fresi, él es un idiota. Te lo dije.

Volveré, Fresita, había susurrado él contra su pelo mientras ella se abrazaba a su cuello el día que se fue a la marina.

Anoche. Dulce, dulce fresa.

—Tú — susurró ella inestable cuando él se acercó. Quedándose paralizado cuando habló.

Edward sintió que su aliento se agarrotaba, sintiendo un nudo formarse en su pecho. Ella lo contemplaba como si apenas lo conociera. Pero él no fingió que no había entendido. ¿Qué ganaría?

Ella había elevado su corazón noche cuando había suspirado su nombre en voz alta mientras dormía. Pero ahora, era como si se rompiera a sus pies, simplemente sobresaltado, por la mirada vacía que había en sus hermosos ojos chocolate.

Él sólo estuvo allí de pie, con las manos a los lados, mientras ella lo contemplaba. Con una sonrisa extraña en su boca, pero él permaneció silencioso. —Tú — ella susurró otra vez. Todo este tiempo, pensó ella. Me ha amado todo este tiempo.

Algo dentro de su corazón se abrió forzosamente. Y el amor, la necesidad, el hambre por él se extendió en ella. —Oh, Edward— murmuro, a tropezones. Su cuerpo se puso tenso y cambió para, tal vez partir. Pero se lanzó hacia él, lanzando sus brazos alrededor de su cuello y lo besó.

Ansiosamente. Ferozmente. Hambrientamente, usando los dientes, lengua, y labios a la vez que se empujaba hacia arriba y envolvía con sus piernas su angosta cintura, sujetándolo fuerte contra ella.

Edward temiendo caer por la sala de estar, lejos de ventanas abiertas y la puerta. Pero una vez que ellos alcanzaron el vestíbulo, él la tomó en el suelo— desmenuzando los delgados pantalones que llevaba, tirando del jersey de color aguamarina sin mangas de su cuerpo —empujando sus pálidos y delgados muslos, mirando fijamente y avariciosamente su montículo desnudo, los pliegues rosados de su sexo, suave y liso, brillando mojado, su clítoris hinchado. Bajando su cabeza, él movió su cara sólo por encima de su cuerpo, absorbiendo el olor de su interior. —Follame — farfulló, captando con la vista la varilla, todavía metida fuertemente dentro de su pequeño ano.

Él hizo una pausa sólo para empujar sus holgados pantalones de algodón hacia abajo antes de cubrirla. —Ten aquí lo tienes—gimió él, agarro su pene con una mano y manteniéndose estable mientras se introducía, despacio, luchando contra el apretado abrazo de su sexo cuando se deslizaba en ella. —Bella, amor — mascullo contra su cuello, una vez que él estaba dentro, hasta casi las pelotas, de su húmedo pasaje. —Mas. — Sus palabras resonaron y bailaron a través de su cuerpo, apretando sus pezones, apretando su vagina alrededor de su erección, cuando él comenzó a salir de dentro de ella—mismamente, empujando profundamente con sus caderas para introducir su pene profundamente dentro de ella— la cabeza gorda y gruesa rozando cada nervio en la boca de su útero..

—Edward — ella lanzó un grito, estremeciéndose y resistiendo debajo de él cuando se echo hacia delante, conduciéndose profundamente y con fuerza dentro de ella, repetidas veces, hasta que cada empuje la arrastrara, pulgada a pulgada, sobre la fibra áspera de la alfombra. Hizo una pausa alrededor de él con un sollozo, sujetándolo fuerte a ella, cuando se estremeció a través del clímax.

Él salio y tiró de sus manos y rodillas, mirando fijamente la base de la varilla. —Permanece así — susurró—mitad orden, mitad ruego—cuando él se elevo sobre sus pies y fue a su dormitorio, volviendo con el lubricante que él había dejado la noche anterior. Cuando él se cayó sobre sus rodillas detrás de ella, Bella levantó su cabeza, mirando detenidamente y algo nerviosa hacia él, sobre su hombro.

La coloco hacia arriba, arqueó su cabeza hasta poder besarla, profundamente, empujando su lengua más allá de sus labios, en su boca, saboreándola, devorándola. Entonces él se separó e impulsó su espalda hacia abajo con sus manos y rodillas, despacio tomando la bala de su cuerpo.

Embadurnó de lubricante su pene, una gruesa y pesada capa antes de levantar sus dedos brillantes para acariciar su ano. Ella se mecía contra él, mientras él deslizaba un dedo, fácilmente, bombeando en su interior. Como ella se resistía y emitía pequeños gemidos bajo sus manos, añadió un segundo dedo, forzándolos dentro en el cómodo abrazo de su ano, mientras él los estiraba para poder introducir su pene, acariciándolo bruscamente cuando esperó a que se relajarse.

Cuando ella comenzó a correrse, él no pudo esperar más tiempo. Sostuvo su pene firmemente y presionó la gruesa y rubicunda cabeza contra el rosado y pequeño agujero, conteniendo el aliento, luego expandiendo sus pulmones cuando ella lo apretó, dos pulgadas dentro de su funda rosada antes de que se quedara paralizada.

El dolor era llamas caliente, fuertes, intensas, que pasaban a través de ella. Edward acarició su espalda, sus caderas, su culo, suplicándole sin pensar. —Aguanta, por favor, relájate, oh, déjame follarte, un poco más— cantaba sobre ella, con su pene un poco mas profundo. Extendió la mano bajo ella, entre sus muslos, acariciando su hinchado clítoris. —Siente lo mojada estas— la elogió bruscamente. —Estás tan caliente, me estás quemando.

La nata estaba fluyendo de ella, mojando sus muslos y su mano cuando pellizcó y acaricio su clítoris. Se meció sin pensar contra su mano, tomando su pene que se introducía más profundo y más profundo sin que se diera cuenta de él, hasta que la mitad de sus diez pulgadas estaban dentro de ella.

Se estremeció y gritó, corriéndose alrededor de él, su cuerpo se apretaba instintivamente, haciendo más presión, y abriéndola completamente. Edward se condujo en su casa farfullando —Follame— antes de echarse hacia atrás y escariar su ano, pasando la mano después de la ola de caliente y glorioso placer que corría a través de ella. Pegó a su ano y gimió, se retorció, tratando de levantarse un poco más. La pegó otra vez, y se estremeció por que hizo que ella tuviera un espasmo y se estremeciera alrededor de él - despacio, las olas se formaron en el interior de ella, más apretadas, y apretándole - hasta que su orgasmo salió a borbotones de ella, contrayendo su funda anal alrededor de su pene profundamente y retorciéndose en el clímax de él de mala gana. Bombeó entrando en su dulce ano, gimiendo y diciendo palabrotas por lo bajo.

Estaban tendidos en el pasillo, jadeando y temblando. Edward no pensaba que alguna vez había sentido cierto el derecho a… estar en su vida. Infiernos, sabía que no lo tenia. La había estado esperando durante años, y no había estado completo hasta el día de hoy.

O así lo pensó.

Pero entonces se dio la vuelta, despacio, cuidadosamente para que él pudiera mirar fácilmente su cara. —Te quiero. Desde el primer día, cuando tú viniste corriendo cuando nos instalamos, te he querido siempre, al menos eso creo. ¿Recuerdas? Tú te caíste y estabas tendido allí, sonriéndome con alegría, hacia arriba. Que ojos más bonitos, pensé. Te quise incluso entonces— murmuro. —Y que idiota fui. Porque no lo entendí hasta ahora.

FIN
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ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO ESTA HISTORIA
NO TIENE EPILOGO PERO YO SI LE HARE UNO
LO SUBIRE EL PROXIMO LUNES POR CUESTIONES
DE TIEMPO.
BESOS



10 comentarios:

brigitteluna dijo...

demasiada intensa la historia me encanto te superaste..espero el epilogo..data prisa porfa

Anónimo dijo...

que te puedo decir nena G-E-N-I-A-L y estoy segura que el epilogo estara igual. Un beso :D

Lucy dijo...

soy yo la de arriba pero pff no se porque esta cosa no quiso agregar mi nombre xD

lorenita dijo...

¡OMG! un gran final...súper intenso!!!! espero a el lunes para leer el epílogo....sigue así lizzy, gran historia!!!

nany dijo...

estuvo super el final

Unknown dijo...

Howwww ya terminó... sniff...

Pero quedó genial!!1 Grandioso Capi!!!

Me muero por leer el epílogo.

Gracias por la actualización y sobre todo Gracias por la historia!!

Saludos!!!

joli cullen dijo...

que emocion fue bello yo pense que lo iba a odiar pero no ella sabia en el fondo de su corazon quien era xd me encanto

nydia dijo...

OMG que pena que se haya acabado pero fue maravillosa y la verdad me sorprendes mi niña eres magnifica sigue asi...Besos...

Katt dijo...

me encanto encerio lastima que ya no hay mas y que sea tan cortito me encanto lo ultimo que dice edward espero el epilogo ehhh

madaswan dijo...

Increíble el final,estuvo SUPER...Ya estoy deseando leer el epílogo. BS.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina