miércoles, 13 de abril de 2011

CAPITULO X LOS BUSCADORES DEL PLACER

DIEZ


Largo y arduo es el camino, que del Infierno lleva a la luz.

John Milton

La iglesia daba al este, tenía un jardín delante; un muro antiguo la separaba de la extensa pendiente del frondoso valle verde que había abajo. En la parte oeste de la edificación había hastiales, con una bóveda alta construida en el centro del muro. Una enredadera de color verde pálido trepaba por las piedras.

Con la mano aún fuertemente agarrada, Bella dejó que Edward la guiara hacia la parte norte de la iglesia, donde una ventana perpendicular le daba el rasgo característico a la capilla. La puerta central se abrió a un espacio cavernoso.

Al entrar, el aire olía algo mohoso y un silencio apacible los rodeó cuando entraron en el interior. Prismas de luz solar penetraban a través de las ventanas de vidrios de colores y se proyectaba en el suelo como un caleidoscopio.

Avanzaron sigilosamente por la nave lateral y se detuvieron ante el altar como si fueran a confesarle sus pecados a Dios (o a comprometerse en matrimonio desde ese instante y para siempre).

Aquel había sido un pensamiento extraño y Bella lo reprimió, concentrándose en cambio en el espacio cuadrado empotrado en la pared de encima del altar, donde aún se lograban distinguir tenues vestigios de un fresco de Cristo contemplando a sus devotos.

Ella echó una mirada alrededor del sitio y advirtió la columna de la escalera que daba al piso de arriba, donde sospechaba vivía el vicario. Una ventana pequeña con dos rosetones de cinco lóbulos le permitía al sacerdote mirar hacia dentro de la capilla; la altura del alféizar desde el piso daba idea de que debía servir como sitio para orar.

Como si lo hubiera invocado con sus pensamientos, se abrió una puerta lateral y una gruesa columna de luz natural se coló dentro de la iglesia, haciendo desaparecer las sombras y la brisa levantando motas de polvo que danzaban en el aire cuando el vicario se paró en el umbral. Tenía una rebelde masa de cabellos blancos azotados por el viento y las mejillas coloradas por el sol. Traía en la mano un ramo de flores recién cortadas. Una sonrisa cálida y acogedora se extendió por su rostro.

-Hijo querido -le dijo con tono sereno, al tiempo que se acercaba a ellos-. ¿En verdad eres tú?

Bella quedó fascinada con la transformación que invadió a Edward; fue como si cualquier tumulto interno que hubiese estado acarreando hubiera desaparecido.

El vicario se acercó y tomó las manos de Edward entre las suyas.

-Ha pasado mucho tiempo.

-Dos años.

El rostro del vicario se ensombreció.

-Sí. Dos años. -Luego iluminó a Bella con la mirada y le ofreció aquella sonrisa cálida-. ¿Y quién es esta encantadora señorita, milord?

Una expresión incómoda se filtró en el rostro de Edward al responderle:

-Ella es Lady Bella Swan.

De repente el vicario miró bruscamente a Edward, con un gesto de alarma en el rostro.

Pero la mirada de Edward estaba posada en ella intencionadamente, como evitando a propósito la mirada del hombre.

-Milady, él es el vicario Meade. Ha estado aquí desde antes de que yo naciera.

Bella se inclinó haciéndole una leve reverencia.

-¿Cómo está, señor?

El vicario volvió a mirarla lentamente, aún con aquella expresión extraña dibujada en el rostro. Se aclaró la garganta, y lanzó una última mirada a Edward, que se había apartado para examinar el retablo.

-Encantado de conocerla, milady. ¿Puedo preguntarle qué la trae a nuestra tranquila aldea?

-Estoy asistiendo a una fiesta en la casa de Northcote con mi primo.

-Ya veo. -El vicario siguió mirándola con incomodidad-. Espero que esté disfrutando.

-Sí, gracias.

El hombre le volvió a echar una mirada a Edward por encima del hombro quien, alejado del retablo que estaba contemplando, ahora se hallaba parado en una puerta lateral abierta.

Por encima del hombro, Bella alcanzó a ver el cementerio que había afuera, las lápidas de los difuntos dispuestas en hileras prolijas, con monumentos grises y cuadrados. Edward estaba parado tan quieto que parecía tallado en el mismo granito.

-¿Si me disculpa? -le pidió permiso el vicario con tono distraído.

-Por supuesto. -Bella observó al robusto párroco acercarse a Edward y ponerle una mano en el hombro.

Un momento después atravesaron la puerta, y el reflejo del sol que se los tragó como si hubieran desaparecido en las puertas del cielo.

Una vez más, una sensación de desasosiego invadió a Bella y se preguntó qué era lo que estaba sucediendo. Cuando ella y Edward había comenzado a bajar la colina, lo había sentido ponerse cada vez más tenso hasta que le pareció tan frágil que pensó que podía quebrarse.

-Hola.

Bella se volvió sobresaltada. A unos pocos metros estaba parada una mujer mayor corpulenta, con la cara redonda y anteojos de marco delgado encaramados en el puente de la nariz, magnificando unos ojos brillantes que parecían contradecir la edad de la mujer.

-La he asustado -dijo con tono amable, al tiempo que se acercaba y tocaba apenas la mano de Bella-. Pensé que me había oído entrar. Soy Margaret, la esposa del vicario.

-¿Cómo está?

-Un placer conocerla, querida. Lady Bella, ¿verdad?

-Sí, pero...

-Escuché por casualidad la conversación que mantuvo con mi esposo. Por favor, no piense que estaba escuchando a escondidas, estaba en el foso del coro ajustándole un pedal flojo al órgano. -Señaló una estructura de piedra ubicada justo arriba de la entrada de la iglesia-. Mi esposo es muy brillante cuando se trata de dar sermones, pero me temo que no posee aptitudes para reparar cosas. Venga, siéntese conmigo.

Bella la siguió y se sentaron en el primer banco, mientras echaba una mirada a la puerta lateral con la esperanza de ver a Edward. Había algo que lo perturbaba. Más ahora que cuando lo había espiado parado al borde del acantilado. En un instante de absoluta claridad Bella creyó entender quizás parte de lo que estaba sucediendo.

-¿El padre de Edward está sepultado aquí?

Margaret se giró para mirarla, con un deje de tristeza en los ojos.

-Sí. Sepultado desde hace ya dos años en la parcela familiar, junto a su esposa, Lady Elizabeth. -Desvió la mirada hacia la vieja cruz de piedra que se erguía detrás del altar como un centinela-. Jamás creí que vería a ese muchacho volver a entrar en esta iglesia. El día que estaba parado sólo bajo el árbol donde está enterrado el padre vi como lo abandonaba toda la bondad. Algo se murió dentro de él al fallecer el padre, y ni mi esposo ni yo pudimos ayudarlo.

Ella se volvió para mirar a Bella.

-Anthony era un hombre maravilloso. Amaba a este muchacho con todo el corazón. No había padre que quisiera más a un hijo.

Bella vaciló y luego hizo la pregunta que ya no podía quedar sin formularse.

-¿Es cierto que el padre se suicidó por las deudas?

La mujer la miró fijamente, con el ceño fruncido añadiéndole más arrugas.

-¿No lo sabe?

-¿Saber qué?

Margaret meneó la cabeza.

-Pensé que quizás... Pero no, él no es así.

-No comprendo.

La mujer tomó a Bella de las manos y las aferró con gesto tierno.

-Sea paciente con él. El muchacho ha sufrido muchísimo y se ha convertido en un hombre que ataca al mundo. Él nunca fue así. Yo lo recuerdo como un chico inteligente, sonriente, que se preocupaba por sus animales y que era amado por los lugareños.

A Bella le resultaba difícil imaginar al hombre de quien Margaret hablaba con tanto afecto. Ella sólo había conocido el lado oscuro de Edward, salvo por fugaces destellos de algo que había debajo de su severa apariencia externa y que ella se debatía por comprender. Bajo las capas de subterfugio existía un hombre profundamente vulnerable, y ese era el hombre a quien ella deseaba conocer desesperadamente.

-El jamás trajo a nadie hasta aquí-comentó Margaret, como si aquello fuera importante que Bella lo supiera-. Incluso cuando su padre murió mantuvo a todo el mundo alejado.

Yo tenía esperanza de que cuando regresara... -Las palabras se desvanecieron y una vez más ella miró hacia la cruz, quizás en busca de consuelo. Cuando por fin volvió a mirar a Bella había un brillo de renovada determinación-. ¿Haría algo por mí?

-Si puedo...

-Lo único que pido es que trate de comprender a Edward. No se apresure a juzgarlo como lo hicieron muchas otras personas. Creo que él piensa que decepcionó al padre y día a día la carga se le va haciendo cada vez más pesada Él y su padre eran tan parecidos... Al morir Lady Elizabeth, el conde trabajo aún más duro para darle a su hijo la vida que creía que merecía, y cuando las cosas se derrumbaron... -Meneó la cabeza con tristeza.

Un sonido que venía de la puerta les hizo alzar la cabeza a ambas. El vicario estaba parado en el umbral, con los hombros caídos, con una mano afirmada en el marco, la cara pálida y la respiración entrecortada, como si hubiese estado corriendo. A Bella el temor le sacudió el cuerpo.

Se levantó con rapidez, al tiempo que la esposa preguntaba:

-¿Qué sucede, esposo?

-Su señoría... está fuera de control.

Bella no esperó a escuchar nada más. Fue al encuentro del vicario que estaba en la puerta.

-¿Dónde está?

-No, milady. Es muy peligroso. Está de un humor terrible. Temo que puede hacerle daño.

-No me hará daño. -¿Cómo lo sabía? No podría decirlo. Pero lo sentía en el corazón-. ¿Dónde está?

Antes de responder, él titubeó mientras miraba a su esposa, que le hizo un gesto afirmativo con la cabeza:

-Cerca del páramo norte.

Un instante después, Bella ya había salido.

Encontró a Edward parado en medio de una pila de escombros, con piedras esparcidas por todo su alrededor, las ramas caídas de los árboles cercanos y las flores sembradas junto a una lápida, arrancadas del suelo. Bella no tuvo necesidad de ver para saber a quién pertenecía.

-Edward -lo llamó con voz suave.

El cuerpo entero de él se puso rígido.

-¡Lárgate al diablo de aquí! -le dijo bruscamente, advertencia que a cualquier persona cuerda la hubiese hecho retirarse. Y sin embargo Bella no podía irse, no podía dejarlo sintiendo esa frustración.

Se acercó hasta su lado y él la acuchilló con la mirada. Ella jamás había visto tanto dolor en los ojos de un hombre, tan absoluta desolación.

-No lo entiendes, ¿verdad?

-Creo que sí -murmuró ella-. Al menos en parte.

-Cielos -dijo en voz baja apenada-, ¿qué es lo que estoy haciendo aquí? Antes no veía la hora de largarme de este lugar Sentía una condenada ansia por dejar todo atrás y encontrar otra cosa, algo diferente... Aquí no había nada más que la tierra y el mar, ambos desplegándose ante mí como un enorme abismo. Todo lo que yo deseaba estaba afuera, esperando a que yo fuera a tomarlo. No quería pasar el resto de mi vida siendo un honrado criador de ovejas. No quería convertirme en mi padre. No quería su herencia.

-No hay nada de malo en eso. Si lo hubiera, entonces yo también sería culpable. Yo me revelé contra la vida que me habían trazado simplemente porque era mujer.

-No es lo mismo. Tus padres... -Cerró la mandíbula con fuerza, al apretar los dientes se le movió un músculo.

-¿Qué? -preguntó Bella con delicadeza.

Una intensa emoción le talló la boca.

-Nada.

-Edward, por favor... háblame.

Él giró la cabeza bruscamente, con un brillo renegrido en los ojos.

-¡Tus padres no son como los míos! Ahora déjame en paz. Guárdate tus sentimientos tiernos para alguien que le interese. No te pedí que fueras mi condenada salvadora.

-Tal vez eso sea exactamente lo que necesites.

Él soltó una risa corta y amarga.

-No de ti. -Desvió la mirada y repitió en voz baja- No de ti.

Sus palabras le dolieron más de lo que ella imaginaba. Él era como una marea que la alejaba y la empujaba hacia atrás, necesitándola pero sin quererla, dejando sus emociones en un constante estado de convulsión.

-Edward... -Ella apoyó una mano en su antebrazo, pero él la apartó de un tirón.

-Vete -replicó con aspereza, con tono gélido-: Ahora, antes de que haga algo de lo que me arrepienta. -Sólo le concedió un momento para obedecer, tal vez en realidad sin intención de darle la oportunidad a que lo eludiera, luego la cogió de los brazos, hundiéndole los dedos en la carne, y la atrajo hacia sí con fuerza.

La besó con fuerza y brutalidad, como queriendo castigarla en lugar de permitirle ver su dolor. No le importó que estuvieran junto a una iglesia, ni que el vicario y la esposa pudieran estar viéndolos.


Bella lo empujó en los hombros, luchando por liberarse, pero él la inmovilizó enroscándole el brazo en la cintura al tiempo que la hacía retroceder empujándola contra un árbol, con el cuerpo rígido y caliente amoldándose estrechamente contra el suyo mientras que subía una mano y le apretaba los pechos.

Aunque forcejeaba, ella arqueaba el cuerpo debajo de él, se le endurecían los pezones y los presionaba contra la palma de la mano desenfrenadamente. Le rozó las puntas erectas con los pulgares y un gemido brotó de la garganta de ella.

Apartó la boca de golpe.

-Edward... por favor...

El la siguió torturando un momento más, luego maldijo por lo bajo y se apartó de un empujón, dejándola con el árbol como único punto de apoyo. Ella tenía las piernas débiles por la fuerza de la arremetida (al igual que por el deseo que él tan fácilmente le provocaba).

Se pasó una mano por los cabellos y ella notó que estaba temblando; eso le demostró que él no era tan frío e indiferente como quería hacerle creer. La esposa del vicario le había pedido que lo comprendiera, ¿pero a qué precio? Lo que sea que se estuviese fabricando entre ellos se estaba volviendo un delirio que parecía salirse de control y ella no sabía cómo detenerlo.

-Edward -repitió con tono suave, la petición quedó casi perdida con el viento que se levantaba y el rugido de las olas debajo de ellos-. Háblame.

-Ni siquiera eres capaz de distinguir tu propia destrucción parada enfrente de ti. -La miró sin mostrar ningún tipo de emoción-. Acércate de nuevo y te prometo que te daré lo que estás pidiendo.

-¿Qué es lo que estás diciendo?

-Cielos, eres virgen de verdad. Muy bien. Déjame deletreártelo. La follaré, su señoría. Vuelve a tentarme con tu ofrecimiento de falsa bondad y te daré toda la gratitud que tu ceñido cuerpecito sea capaz de recibir.

Al mirarlo ella se daba cuenta de que trataba de herirla a propósito, para alejarla.

-Mi ofrecimiento no es falso -le dijo con voz temblorosa-. Quiero ayudarte.

-¿Ayudarme? -Una sonrisa salvaje le torció los labios mientras la recorría con la mirada de modo grosero- Entonces échate al pasto y abre las piernas. -Avanzó hacia ella hasta encumbrarse imponente y se inclinó hacia adelante hasta que con su aliento le calentó la piel de detrás de la oreja-. Dicen que soy bueno. ¿Quieres comprobarlo?

Bella lo empujó.

-¿Qué es lo que te lleva a ser tan cruel?

-¿No imagina el motivo, señorita? ¿Un alma perdida que salvar? -Torció la boca en un gesto hosco-. Me temo que llegas demasiado tarde.

- No te creo. -Él la miró de manera tan agresiva que ella se ruborizó. Se obligó a sostenerle la mirada-: No hay hombre cuyo semblante refleje tanta frustración que no sienta arrepentimiento. Si necesitas un amigo, aquí estoy. Si necesitas un confidente, te escucho,

-¿De eso se trata todo esto? -le preguntó burlonamente-. ¿De ser mí amiga? ¿O es que quieres escuchar los detalles de la cobarde muerte de mi padre? ¿De cómo saltó desde un acantilado y el cuerpo quedó tan magullado cuando lo rescataron de las rocas de abajo que hubo que dejar el féretro cerrado? ¿Es que eso calma tu insaciable curiosidad? -Tenía los puños tan fuertemente apretados a los costados del cuerpo que los nudillos se le pusieron blancos-. Ahora hablemos de otros temas, ¿de acuerdo? Por ejemplo de cómo me sentiría entre tus sedosas piernas, con mi pene entrando y saliendo de ti, con tus pechos temblando en mis manos y mis labios. ¿Eso te derrite, cariño? ¿Tu cuerpo se excita?

Las imágenes que evocaban sus palabras le arrebataron el aire de los pulmones y el cuerpo sí respondió. Después de todo él sí que era un experto en este juego. Pero ella no le daría la satisfacción que él buscaba.

-No -le respondió con voz apenas audible.

-Mentirosa. -Apartó la vista de ella y la fijó en algún punto detrás de él. Maldijo algo entre dientes.

Bella se dio la vuelta y encontró al vicario y a la esposa, pálidos y preocupados, parados cerca de la casa parroquial. Cuando Bella volvió a mirar a Edward notó una expresión que parecía ser de remordimiento.

La asió de la mano y se la llevó.

-¿A dónde vamos? -le preguntó, mientras luchaba por mantener su paso.

Él no respondió, pero aflojó un poco el paso y también la mano, aunque sabía que no la soltaría. Él se debatía consigo mismo y ella no lograba entenderlo.

Al cabo de un momento, seguían un sendero sinuoso por detrás de la vicaría que los encerró en el silencio y en una sensación de paz. Caminaban sin hablar. El sendero se abrió en un valle cerrado. Allí había una aldea con chozas cubiertas de paja y pequeñas casa de tejas con sus propios jardines, dispuestas como si hubiesen sido arrojadas todas juntas y hubiesen caído allí accidentalmente. Resultaba pintoresco y encantador.

Bella alzó la vista para mirar a Edward. El modo en que se le veía en aquel momento, como un niño que había perdido el rumbo y al fin había regresado a casa, le sacudió el corazón.

En ese momento, una anciana los saludó, con los ojos encendidos y una sonrisa cálida adornándole ese rostro deteriorado por el tiempo, haciéndoles señas para que se acercaran.

-Quédate aquí-le dijo Edward, advirtiéndole a Bella con la mirada para que obedeciera. Luego se dirigió hacia la anciana, que le dio una palmadita en la mano de modo maternal.

Los dos permanecieron allí un momento, la mujer hablaba sola y le hacía señas indicándole algo en el interior de la casa. Edward entró y Bella, curiosa, se acercó más. Alcanzó a ver a un anciano que yacía en la cama y a una mujer más joven, posiblemente su hija, sentada a su lado.

El hombre le sonrió a Edward débilmente, con una mirada similar a la que Bella había visto en la mujer que suponía sería su esposa: iluminada de felicidad al verlo. Un momento más tarde, al hombre le había dado un acceso de tos tan fuerte que los espasmos devastaban lo que le quedaba de estructura corporal. Los rostros de su esposa e su hija palidecieron. La mujer se inclinó tratando de hacerle beber algo cuando el episodio cesó, mientras que la hija le aferraba la mano y le secaba la frente con un paño frío.

Edward permanecía rígido junto a la cama del hombre; sin embargo, cuando pensó que nadie lo estaba viendo, cerró un poco los ojos en señal de evidente angustia, pensó Bella.

El hombre que yacía en cama se quedó dormido, claramente demasiado exhausto para sostener cualquier charla extensa, con una tos ocasional que le sacudía el cuerpo cuando Edward y la esposa se apartaron a un costado.

Aunque la penumbra del interior de la choza cubría la mayor parte del rostro y el cuerpo de Edward, Bella alcanzó a ver que el dejaba dinero en las manos de la mujer. Ella quedó pasmada sin dar crédito. No hubiera considerado a Edward un hombre a quien le preocuparan los problemas del prójimo. Su mundo parecía estar envuelto en la desilusión y el cinismo.

La mujer meneó la cabeza y trató de devolverle el dinero, pero él le cerró las manos en un gesto excesivamente elocuente.

La mujer alzó la cabeza lentamente y le echó los brazos al cuello, haciéndolo inclinarse hasta alcanzar a darle un beso en la mejilla. Por la rigidez de su postura, Bella dedujo que el se sintió incómodo con el agradecimiento.

Con gesto amable, él se soltó del abrazo de la mujer al tiempo que aceptaba vacilante un abrazo de la hija antes de salir de la choza con paso firme, y dejó que Bella decidiera si lo seguía o se retrasaba.

Siguieron caminando por el sendero, donde los árboles cedieron paso a un bosque de abetos. A lo lejos, Bella alcanzó a ver el mar a través de los troncos rojizos y los enormes abanicos oscuros que formaban las ramas. El aroma de pino y mar los estimuló.

Al final del sendero había un claro y, bajando una pendiente corta, una pileta natural de agua cristalina El follaje protegía al valle estrecho de los brillantes rayos del sol que proyectaban unas motas en el suelo de tenue luz misteriosa.

Edward la condujo por la pendiente hasta detenerse a la orilla del agua. Hasta la más mínima brisa fruncía la superficie, el reflejo de ambos se formaba en pequeñas ondas Era exactamente el modo en que ella hubiera retratado el Jardín del Edén.

Bella miró a Edward y la respiración le oprimió la garganta por la intensidad con que él le devolvía la mirada: como sellándola a fuego. En aquel frondoso bosque él parecía estar como en casa, como un hombre lujurioso rodeado de su harén.

-¿Por qué me has traído hasta aquí?

Él la asió de la mano y la atrajo hacia sí, con la voz que sonaba profunda y ronca al responderle:

-Porque tengo intención de hacerte el amor.
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ESPERO LES GUSTE MAÑANA OTRO CAP BESOS


























































































































































































































































































9 comentarios:

brigitteluna dijo...

mnmnn que fuerte esta este capitulo y el proximo promete espero el proximo mañana

lorenita dijo...

me gusto el capítulo, creo que empezamos a ver al verdadero edward y lo mucho que ha sufrido....ya quiero leer el sig. capítulo!!! saludos...

Unknown dijo...

Humm.. Bueno este capi me ha desesperado por la actitud de Edward jejej es que es tan complicado, un momento es todo pasional y al otro todo melancólico.

Pero bueno, cuando menos Bella se ha ofrecido a entenderlo y ayudarlo, ojalá y avancen en su relación porque pienso que este tipo de conductas es desgastante para ambos, ya que en un momento estan bien y al otro el quiere hasta morderla jajaja

En fin Gracias por la actualización

Saludos

nany dijo...

hola me encanto tu cap
haaaaa que emocion haber que hace bella

nydia dijo...

La verdad que Edward es desconsertante a veces es frio y otras no pero pobre Bella paga todos sus malos ratos bueno que es fuerte no...Sigue asi linda...Besos...

Angeles dijo...

Fabuloso! Ahora empezamos a conocer mejor a Edward, ahora somos capaces de vislumbrar debajo de esa amargura un poquito de dulzura. Me ha gustado ese recorrido por ese otro mundo de él. Creo que a Bella se le está poniendo complicado el resistirse, jaja, a ver como sigue. Espero impaciente a leer el siguiente capi. Me gusta tu habilidad.

vyda dijo...

Hola hola!!! ya estoy de vuelta, la verdad es que este capitulo estuvo muy intenso y con un final que promete muchisimo, la historia me encanta!!!!! besitos...

Cammy dijo...

Dios! Edward tan bruto! arrg! pero como que se le está cayendo la careta de hombre frio!

Ana dijo...

Te han pillado... Todo fachada Edward.... A ver qué pasa... Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina