jueves, 14 de abril de 2011

CAPITULO XI LOS BUSCADORES DEL PLACER

ONCE

Es imposible enmarcar conceptos equivalentes a los deseos del alma; y la tarea más difícil es "mantenerlos" a la altura que el alma es capaz de alcanzar.

William Wordsworth


Las palabras de Edward le encendieron un calor que se dispersó en su interior y Bella se dio cuenta de lo que sentía, de lo que había estado reprimiendo una y otra vez.

Su propio deseo.
Ya no podía negar la atracción que sentía. Pero la necesidad que Edward le despertaba no era simplemente una respuesta a la inmensa belleza física, a esa ardiente virilidad que se le adhería a cada sinuosa curva del cuerpo, ni al profundo deseo reflejado en sus ojos que la hacía pensar que él podría perderse en ella.

Era todo eso y más. Era la imagen del hombre que había detrás del muro que él mismo había construido lo que a ella le despertaba algo intenso y desgarrador en su interior.

La había hechizado. Era bochornoso y desconcertante. Lo que ella sentía... era casi insoportable. Pero no podía permitir que eso tuviera relevancia, porque no podía ser de ese modo.

-No -le dijo con tono suave, retrocediendo-. Tú no me harás el amor.

El la atrajo lentamente, transmitiéndole con la mirada de quién sería la victoria.

-¿Quién me detendrá?

-No me obligarás.

-¿No? -La palabra sonó como una burla, al igual que la mano que le rozaba el costado hasta que de manera atrevida le cubrió el pecho, inundándola de sensaciones que ella rogaba que él no notara-. Parece que olvidas que yo tomo lo que quiero.

-Pero no te rebajarías a violar.

Una sonrisa sin sentido del humor le curvó los labios.

-No sería violación, milady. Te tendría jadeando al instante.

Bella alzó el mentón tembloroso.

-Usted, señor, posee una tremenda arrogancia.

-A veces -le respondió él pronunciando con tono lento, bajo y profundo-. La arrogancia es lo único que tiene el hombre. Ahora bésame, maldita seas.

Bella se mantuvo firme, empujándole los hombros.

-¿Qué le pasaba al hombre que estaba en la villa?

Edward deslizó el brazo alrededor de la cintura y la ciñó.

-No es de tu incumbencia. -Se inclinó hacia delante para besarla, pero Bella giró la cabeza.

-¿Estaba enfermo?

La furia le brilló en los ojos, pero parecía dirigida hacia su interior más que hacia ella.

-Se está muriendo. Ahora deja ese tema. -Le pegó la boca al cuello, acariciándola con la nariz.

-Le diste dinero a su esposa -dijo ella, tratando de no reaccionar al calor irresistible que le estaba generando-. Te vi.

-Cállate.

-Eso te molesta. ¿Por qué no lo admites?

-Dije que te callaras. -Le masajeaba los pechos-. Estoy harto de este maldito juego del gato y el ratón.

Pero Bella le puso una mano encima de la suya, tratando de apartarla, aunque su yo interior le exigía rendirse, porque lo deseaba tanto como él a ella.

-Tal vez estés harto de oírlo, pero de todos modos no me obligarás.

-¡Maldición! Deja de repetir eso.

-¿Por qué? ¿Porque no eres tan deshonesto como quieres que todos crean?

-Sí, soy deshonesto.

-Entonces tómame. Atrévete. -Bella sabía que estaba jugando un juego peligroso, sabía que no tenía esperanza de salir ganando si él la dominaba. Notó un brillo profundo en su mirada y demasiado tarde se dio cuenta de que él estaba decidido a probárselo.

-Como quieras. -La abarcó con la boca haciendo fuerza con la lengua para abrirla, deslizándola adentro hasta encontrar la suya, al tiempo que llevó una mano al trasero de ella apretándola más contra su erección.

Con la otra mano la cogió de los cabellos volviéndole la cara hacia arriba. El beso dolió; esa era la intención. Ella sentía la rabia en él; sin embargo, un deseo ardiente la recorrió en el momento en que él la acarició, dejándola sólo con aquella sensación penetrante mientras las puntas de sus pechos turgentes se moldearon contra el pecho masculino, deseando sentir sus manos con urgencia.

Como si hubiera entendido lo que ella deseaba, él le cubrió el pecho y le acarició el pezón a través de la ropa, haciéndole soltar un sonido ronco que brotó desde la garganta cuando la tela le impidió avanzar.

Hábilmente le desabrochó los botones del canesú y luego desató las cintas que sujetaban la enagua. La miró con los ojos como brasas ardiendo, con el desafío escrito en sus profundidades, mientras la mano se deslizaba por la piel desnuda y debajo de la tela de encaje para acariciarla.

Bella se mordió los labios para no gemir cuando él se puso a jugar con el pezón, mientras iba desabrochando los pocos botones que quedaban, bajándole la ropa hasta la cintura y dejándola completamente desnuda ante su mirada sexual.

-Cielos -empezó a decir con voz gutural- ¿por qué tenías que ser una condenada hermosura? -La pregunta sonaba tanto un elogio como una maldición, como si no quisiera reconocer la atracción que sentía por ella.

La llevó al suelo, cerrando los labios alrededor del pezón y succionándolo. Bella gimió con un tono grave que le brotó de la garganta y echó la cabeza hacia atrás. Lo que le hacía estaba tan bien...

Él alzó la vista y con un brillo febril en los ojos le preguntó:

-¿La estoy obligando, milady?

Muda del deseo, ella negó con la cabeza y se arqueó para atrás, avergonzada mientras le rogaba en silencio que no se detuviera. Con un brillo de satisfacción, él le cubrió el pezón con la boca, tirando y lamiendo una y otra vez. El otro estaba atormentado por los golpecitos que él le daba de un lado y de otro, y un dolor palpitante se concentró en medio de las piernas de ella.

Sin ninguna suavidad, le levantó las faldas, le aferró los muslos y la atrajo hacia sí, abrasándola con su violenta fogosidad masculina.

Llevó una mano entre las piernas, presionando con los dedos hasta encontrar la apertura de las pantaletas, separó los húmedos pliegues de sus zonas más íntimas hasta encontrar la dolorida protuberancia de placer.

Comenzó a masajear el clítoris suavemente, luego en círculos, incitándola; los ojos de él ardían en la profundidad de los suyos al mirarla y mantenerla cautivada.

-Estás tan mojada -le dijo con voz áspera y sensual.

-No... -Ella meneó la cabeza, sin querer que él la siguiera hechizando aún más.

-No, ¿qué? -Las caricias de los dedos entre las piernas eran como plumas sobre la piel sensibilizada, apenas tocándola, excitándola, el cuerpo de ella ansioso por que él no se detuviera.

-Por favor, Edward... yo... -Los pensamientos coherentes la abandonaron cuando él se inclinó y le lavó los pezones.

-Dime qué quieres, amor. Y yo te lo daré.

Bella mecía la cabeza hacia adelante y hacia atrás, con un gemido que le brotaba de los labios cuando él le acariciaba suavemente las puntas sensibles. Luego él se detuvo y ella casi grita.

-¿Te gusta lo que te hago?

Ella se sentía como el animal más primitivo, retorciéndose en el pasto; lo que quedaba de su mente racional le indicaba que no respondiera, sabiendo que al pronunciar palabra él se adueñaría de parte de su alma. Y sin embargo no pudo resistirse.

-Sí...

El sonrió para sus adentros y le masajeó los pechos, tirándole de los pezones antes de metérselos en la boca, arrancándole gemidos desde lo más profundo de sus entrañas. Luego se separó un poco y sopló un cálido aliento sobre aquella pequeña piedra turgente que se arrugaba e inflamaba por la cercanía de aquella boca malvada.

-¿Debo besar la punta así?... -Le besó el pezón con ternura pero eran besos malvados y eróticos-. ¿O chuparlas así? -Aquella boca hermosa se cerró sobre esa punta tensa y la mordió, provocándole una oleada de calor que la recorrió hasta abajo.

Bella sabía que él quería tenerla rogándole cada caricia seductora. Y si tenía que hacerlo, lo haría.

-Chupa.

-¿Fuerte o suave?

-Suave.

-¿Con la lengua?

Mortificada por la desesperación con que lo deseaba, no llegó a asentir. Sus cabellos largos y sedosos le cayeron encima, como una caricia erótica sóbrela piel ardiente. Bella enredó sus dedos en ellos, atrayéndolo más mientras él con la boca le torturaba las puntas sensibles dulcemente, provocándole oleadas de éxtasis en cada zona que tocaba.

Él pretendía algo más de ella, algo más que su entrega total. Pero ella temía mirarlo más de cerca, temía darse cuenta de que ella sólo fuera una conquista más.

Ella alcanzó a ver un fugaz destello de maldad en su expresión cuando la miró... antes de que bajara por su cuerpo y ubicara la cabeza oscura entre las piernas.

Ella arqueó la espalda cuando la lengua se esparció en su centro como una llama ardiente, presionando con movimientos hacia adentro y afuera, luego rozándole los labios internos. El primer contacto de aquel fuego intenso en su clítoris devorado la hizo retorcerse contra él y sostenerle la cabeza ahí. Él sonrió para sí entre dientes, disfrutando del poder que ejercía sobre ella, clavándole los brazos al suelo mientras la lamía, la chupaba y la acariciaba una y otra vez, enrollándole los dedos en los pezones.

A ella la desgarraba una necesidad imperiosa de que sucediera algo, de una consumación que no lograba entender, y cuando estaba a punto de descubrirlo, él detuvo su sensual embestida.

Bella protestó, con el cuerpo estremecido al abrir los ojos y encontrarlo observándola, sin permitirle desviar la mirada cuando la lengua le lamió ese punto de su sexo inflamado, provocándole una ola de fuego que la hizo gemir.

-Fíjate -le ordenó con tono áspero.

Ella comprendió sus intenciones demasiado tarde con las reacciones retardadas por la pesada languidez que él le había generado, sus labios susurraron una plegaria reprimida mientras le cogía su mano, aunque no a tiempo para evitar que le introdujera un dedo, invadiéndola, llevando su intimidad a un nuevo nivel.

Bella se retorció; detestaba sentir la tosca invasión y la adoraba al mismo tiempo; quería que se detuviera pero deseaba que continuara.

-Dios. -Él cerró los ojos y presionó más, con el rostro desencajado, un músculo se le movió en la mandíbula cuando deslizó otro dedo, haciendo movimientos circulares lentos dentro de ella mientras que con el pulgar le masajeaba el capullo tenso, llevándola de nuevo a la cima; el cuerpo entero estaba a punto, él la mantenía ahí en suspenso, haciéndola retorcerse hasta empezar de nuevo.

Entonces cambió el ritmo, entrando y saliendo, dilatándola, generando una presión cuando intentaba empujar más adentro; la boca húmeda resbalaba entre los pechos, succionando los pezones hasta convertirlos en puntas rígidas, mientras susurraba palabras eróticas que describían cómo los sentía dentro de su boca, cómo ellos respondían ante las caricias de su lengua.

Entonces introdujo dos dedos más en la cavidad empapada.

-Así es como lo sentirás cuando yo esté dentro de ti -le dijo con voz profunda y apasionada-. Aunque más lleno. Más profundo.

Bella tenía tantos deseos de apartarse como de pegarse más a su mano.

-Edward... -Ella no sabía lo que quería decirle.

-Lo sé, amor. -Lentamente salió y esparció la humedad de sus dedos en el punto sensible que había amado con la boca, luego se lo besó, se lo lamió incitantemente; una y otra vez, excitándola de nuevo, llevándola hasta el precipicio y por fin, felizmente, terminó el tormento llevándose el punto caliente a la boca.

Cuando él lo mordió con suavidad, a Bella se le aclaro el mundo, una ola de hirviente placer se esparció por sus venas y culminó bajo los labios y la lengua exploradora, con palpitaciones que brotaban desde lo más profundo de su ser.

Luego, quedó saciada, sin sentir los huesos, incapaz de moverlos miembro mientras las últimas oleadas reverberaban en todo su cuerpo. Ella jamás había imaginado que era así cuando un hombre estaba con una mujer. Jamás comprendió exactamente cuánto se estaba perdiendo.

Edward se apartó de ella, rodando hasta quedar de espaldas y trabó las manos detrás de la cabeza, mirando al cielo a través de la cubierta de hojas que había arriba.

El era tan grande, tan macizo... Tan completamente real... Ella sentía deseos de abrazarlo, de apoyar la cabeza en su pecho y escuchar los latidos de su corazón al oído.

Pero su postura, solitaria y desafiante la alejaba. Él había obtenido al menos parte de lo que él había querido. Se había retorcido debajo de él, como él se lo había dicho una vez. Y sin embargo, ni siquiera la había poseído.

Deslizó la mirada hacia el costado, atravesándola con aquellos ardientes ojos azules tan expertos como su lengua un momento atrás.

-¿Y fue tan bueno como esperabas?

Bella trató de no echarse atrás, desprevenida de su abrupto cambio de actitud que volvió al habitual desdén. Ella estaba segura de haber sentido algo tierno en sus besos y en el modo en que él la había acariciado, pero lo que había sucedido entre ellos no significaba nada para él.

Detestando sentirse herida, se esforzó por recuperar la compostura.

-Al no tener otro hombre con quién comparar tus habilidades -le dijo, rogando para que él no le notara las manos temblorosas al acomodarse las faldas y el canesú-, no tengo ni la más remota idea de si lo que tú entiendes por hacer el amor incluye todo esto. Pero si esto acabara con tu frágil orgullo machista, prometo ponerte una calificación adecuada una vez que tenga suficiente información acumulada.

La asió fuertemente del antebrazo para darla la vuelta. Edward la miró con ojos salvajes.

-Lo que acaba de suceder entre nosotros no fue hacer el amor -le aclaró, con furia en cada palabra entrecortada-. Pero ya que dudas de mi desempeño hasta ahora, supongo que tendré que intentarlo de nuevo.

-No, Edward...

Él le detuvo la protesta con la boca, sujetándole la cabeza y aferrándola con fuerza contra sí mientras una vez más le desabrochaba hábilmente los botones que ella acababa de abrochar.

Los sonidos de protesta brotaban de su garganta mientras trataba de apartarlo, pero era una lucha a medias. En el momento en que la tocó con la boca, la expectación la invadió vertiginosamente, con la sangre que le corría por las venas con creciente excitación. Ahora ella estaba segura de lo que él podía hacerle y su cuerpo ansiaba las sensaciones que él era capaz de despertarle.

Deslizó aquella mano grande y cálida hasta cubrirle el pecho al tiempo que la ubicó encima de él, a horcajadas, para que sintiera la dureza presionando contra su ardor, quemándola a través de la ropa.

Succionaba un pezón y acariciaba suavemente el otro.

Ella gemía temblorosa cuando la mano le rozaba la pantorrilla hasta llegar al muslo, sabiendo hacia donde se dirigía, el cuerpo necesitaba llenarse con lo que él podía darle.

El primer contacto del dedo en el punto sensible entre su suave vello rizado la hizo echar la cabeza hacia atrás desenfrenadamente, abriendo las piernas de manera atrevida por encima de él.

-Levántate la falda -le ordenó con un murmullo ronco.

Sin pensarlo, Bella obedeció.

-Más arriba. Quiero verte.

Con todo el cuerpo tembloroso, ella se levantó la falda hasta arriba, sin darse cuenta de que él le había quitado las pantaletas, dejando su femineidad absolutamente desnuda ante sus ojos. Trató de cubrirse pero él le apartó las manos y siguió acariciándola.

Le asió del trasero y la levantó, aún con la vista fija en ella cuando alzó la cabeza y le atravesó el centro con la lengua, lamiéndola sólo con la punta, esa era la parte más exquisita.

Ella arqueó la espalda, las palabras se le caían de los labios pidiendo estímulo, placer, demandando. En esos momentos de éxtasis ella no sabía quién era. Lo único que sabía era que necesitaba lo que Edward le estaba dando.

En el momento en que el segundo orgasmo subió en espiral desde lo más profundo de su ser, Bella se sintió repleta y drogada, con el cuerpo combado contra el otro; él la rodeaba con los brazos y la apretaba contra el pecho, había algo posesivo y tierno en el abrazo.

Ella se abandonó a la deriva en ese mundo liviano por un instante, pero la realidad la invadió los sentidos demasiado pronto. Se había rendido al dominio completo de Edward no una, sino dos veces.

Ella esperaba ver una expresión malvada de regocijo dibujada en el rostro, pero él en cambio estaba contemplando el cielo como un lienzo cubierto de hojas, con los ojos y la boca que denotaban el esfuerzo realizado.

Ella no lo comprendía. He aquí un hombre vil por sus apetitos sexuales, y no obstante, una vez más, no la había poseído. En medio de la pasión que él había tejido tan hábilmente, ella lo hubiera dejado hacer lo que quisiera.

Desvió la vista hacia la cicatriz que él tenía grabada en la mejilla. Sin pensarlo, extendió la mano para acariciarla con el dedo. Un instante después, la mano de Edward le aferró fuerte la muñeca.

-No -la regañó.

Bella se humedeció los labios de pronto secos, tratando de pasar la respiración por el pecho oprimido ante la advertencia de aquellos ojos. Pero ella quería respuestas, necesitaba saber más acerca de él.

-¿Cómo te la hiciste? -Turbada alzó la mano que tenía libre esperando que él la detuviera de nuevo, pero la siguió con la mirada, hasta que el brazo de ella subió y los dedos revolotearon a escasos centímetros. Entones, ella inspiró hondo y la tocó. Él cerró fuerte los ojos y apretó la mandíbula, aunque esta vez no la apartó de un tirón.

-Háblame, Edward -le pidió con voz suave.

Él no habló. Dejó el cuerpo tenso e inmóvil debajo de la yema de sus dedos exploradores.

-¿Todavía te duele?

Un instante de silencio, luego:

-No.

-¿Te la hicieron en una pelea?

Él emitió un sonido, maldijo entre dientes. Ella no logró escuchar bien.

-Sí.

-¿Fue terrible?

-Cielos. -Emitió un frágil sonido fugaz-. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Es que no puedes hablar de otra cosa?

Esa recriminación a Bella la devolvió a la fría sensación de la realidad. Se apartó de la calidez del cuerpo de él y se sentó.

-Ha sido uno de los días más edificantes, milord. Le agradezco sus servicios. Si me disculpa, tengo necesidad de compartir otro tipo de compañía.

Ella intentó ponerse de pie, pero él la asió del largo de los cabellos. Ella soltó un grito de sorpresa al tiempo que una vez más se encontró mirando aquellos ojos penetrantes.

-No, maldita seas.

-¿No, qué? -le respondió ella con tono tan frágil como enfadado.

-No me lo agradezcas, maldita sea. Ni ahora ni nunca. No te permitiré esa mierda. No a ti. -Aflojó la mano pero no la soltó.

-Entonces habla conmigo. Dime qué es lo que te preocupa.

Una expresión entre angustiada y furiosa le inundó el rostro y Bella sintió deseos de enroscar los brazos en el cuello y abrazarlo. Pero sabía que él no se lo permitiría.

-¿Tu dolor tiene que ver con mi padre? Lo sé...

-Tú no sabes nada -la interrumpió, al tiempo que se ponía de pie y caminaba hacia el bosque, con las manos hundidas en los bolsillos de los pantalones. Permaneció tanto tiempo en silencio que pensó que había olvidado que ella seguía allí. Entonces dijo con tono impávido:

-Los lugareños creen que mi padre ronda por los acantilados. Afirman haberlo visto en la costa, debajo del cabo.

Bella avanzó hasta quedarse detrás de él y miró abajo, hacia una pendiente pronunciada con helechos y maleza, con la tierra que caía tan abruptamente que sólo se veía el vacío. Edward parecía estar a leguas de ese lugar, con la mente puesta en los recuerdos.

-Otros dicen que lo vieron conduciendo carruajes o a caballo por Challancombe Downs, seguido por una jauría de perros de caza. -Él meneó la cabeza-. Cielos, las cosas que la gente cree.

-¿Y qué es lo que tú crees? -le preguntó ella con serenidad.

Él deslizó la mirada hacia ella.

-La muerte es la muerte. Y no hay nada que pueda cambiarla.

-No. Nada puede cambiarla. Pero podemos aferramos a los recuerdos que tenemos. Nadie puede arrebatárnoslos. -Se detuvo, considerando la sabiduría de las palabras que estaba a punto de pronunciar-: Lo que le sucedió a tu padre no es culpa tuya.

Él apretó la mandíbula y se alejó de ella.

-¿Quieres nadar?

Bella negó con la cabeza al tiempo que él pasaba junto a ella. Lo escuchó quitarse la ropa, cada pieza caía al suelo casi sin hacer ruido.

Ella evitó mirar hasta que supo que él había entrado al agua, y entonces se dio la vuelta. En aquella superficie suave y transparente como el vidrio apenas una leve ondulación marcaba su camino.

El agua parecía fresca e invitadora, y el hermoso cuerpo de Edward se irguió cual dios dionisiaco, con los cabellos oscuros mojados que le llegaban a los hombros, el pecho lustroso como el bronce, con pequeños arroyos deslizándose por el cuerpo musculoso y danzando sobre los firmes surcos del estómago hasta desaparecer bajo la superficie intacta que ocultaba el resto del cuerpo.

-¿Estás segura de que no quieres entrar? -le preguntó.

Bella negó con la cabeza, sin poder dejar de mirarlo, sintiendo una atracción innegable que era mucho más que física.

El insulto feroz la hizo alzar la vista.

-¿Qué sucede? -le preguntó.

-Tú.

-¿Qué es lo que he hecho?

-¿No sabes que no debes mirar a un hombre de ese modo? Estás pidiendo que te desfloren. -Maldijo de nuevo y se zambulló bajo el agua.

Ella se sonrojó y se sintió ridícula. Era una mujer madura y de mundo y sin embargo Edward se las ingeniaba para exponer las debilidades femeninas que ni siquiera ella sabía que tenía.

Cuando él apareció en la superficie, estaba decidida a recuperar el control.

-¿Por qué no me hiciste el amor?

-Porque no estabas preparada -le respondió sin guardarse nada, con el agua que susurraba mientras él se acercaba a la orilla, dejando más piel al descubierto a cada paso, con un brillo desafiante en los ojos al aproximarse más, que la hizo desviar la mirada. Aunque ella lo deseara, no podía hacerlo.

Y luego quedó de pie sobre suelo firme, desnudo y glorioso, con las gotas de agua acariciándole el cuerpo musculoso mientras estaba allí parado al sol, con los rayos iluminándolo desde atrás.

Ella siguió el trayecto de una gota de agua que le rodeó la clavícula, luego corrió de prisa por encima de una tetilla marrón satinada y formó una curva en el hermoso estómago esculpido, hasta desaparecer en la mata de vello oscuro a la altura de la ingle.

-Basta, Bella. -Las palabras sonaron como un gruñido de advertencia, y mientras ella observaba, el miembro grueso aun sin erección, comenzó a hincharse y agrandarse.

Ella alzó la vista y encontró la suya. Tenía los ojos tan oscuros, tan feroces... pero ella vislumbró el deseo igualmente. Todo por ella. El saberlo la encendió por dentro.

-Pudiste hacerme el amor -se escuchó confesar, recordando lo inconsciente que él la había dejado en el momento en que había comenzado a aplicar la magia en su cuerpo con aquellas manos y aquella boca- ¿Por qué no lo hiciste? Pensé que tomabas lo que deseabas.

-Y así es.

-¿Entonces no me deseabas?

Un músculo se le movió en la mandíbula.

-Sabes que sí.

Ella comenzó a acercarse, observando cada inflexión sutil de aquel semblante severo, el modo en que las manos lentamente se cerraban en puños a los costados del cuerpo Él no era tan severo, tan peligroso. No en aquel momento. No del modo en que la estaba mirando.

-Desearías que yo no fuera tan osada, ¿verdad? Puedo leerlo en tus ojos.

-Te meteré en problemas.

-¿De veras? -Ella no estaba segura de qué diablos la había impulsado a extender la mano y acariciarle la sedosa protuberancia de su erección, pero sintió satisfacción al escucharlo inspirar profundamente.

Ella siempre se había esforzado por enfrentar lo que la intimidaba, y jamás un hombre la había intimidado tanto así, atentaba contra el equilibrio mismo de su vida

Sin advertencia, la aferró dolorosamente la muñeca

-No, por Dios. No soy un animal, soy un hombre por Dios... -Dijo con voz derrotada-. Soy un hombre

Le apartó la mano y se alejó de ella. Mientras él arrastraba la ropa del suelo, Bella se preguntaba lo que acababa de hacer, y como lo había herido involuntariamente.

Cuando él se volvió, vestido, aquella expresión fría como una piedra había regresado. La mirada que le lanzó congeló la disculpa en los labios de ella.

-Vámonos -le dijo enojado.

Ella lo siguió por el sendero. Iban a mitad de camino de la villa cuando la joven de la choza corrió a su encuentro con la cara pálida.

-¿Qué sucede, kate? -quiso saber Edward, con tono preocupado.

-Oh, milord - dijo lloriqueando y torciendo las manos en los pliegues de la falda-Es la patrona.

-¿Lady Denali?

Ella asintió con la cabeza.

-Nos ha echado a todos. -Las lágrimas se derramaban por sus mejillas.

-¿Los ha echado?

-Sí, dijo que tenemos dos días para largarnos. Nosotros le entregamos el dinero que usted nos dio, pero ella dijo que si papá está enfermo y no puede trabajar, tenemos que largarnos. -Le imploró con ojos vidriosos por las lágrimas contenidas-. ¿Qué vamos a hacer? No tenemos adonde ir.

-No se irán a ninguna parte.

-Pero la patrona...

-La patrona que se muera. No empaquen nada. Ya se me ocurrirá algo.

-Oh, pero usted ya ha hecho demasiado. No puedo permitir que se arriesgue más por nosotros.

-Dije que ayudaría y lo haré.

Las lágrimas desgarradoras rodaban por el joven rostro de kate y Bella descubrió allí la idolatría que sentían por él. La muchacha se abalanzó sobre el pecho de Edward, echándole los brazos delgados al cuello. Él parecía no saber qué hacer. Aceptó la gratitud pero mantuvo el cuerpo inquebrantable, con los brazos tiesos a ambos lados.

-Gracias, milord. Es usted el hombre más maravilloso del mundo.

Se soltó del abrazo con gesto amable.

-Regresa y dile a tu madre que algo haremos.

-Sí, señor. Y gracias. -Ella titubeó y luego le dio un beso en la mejilla. Se levantó la falda y regresó a la villa volando.

Bella se acercó a su lado y ambos observaron a kate hasta que desapareció de vista.

-Ella te ama, lo sabes.

-Lo sé -respondió él sombrío y sin satisfacción-. Ella no se da cuenta de su error. -Y emprendió el regreso hacia la casa.

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ESPERO LES GUSTE CAP HASTA EL DOMINGO KISS!!!!











































































































































































































































































































































































































7 comentarios:

lorenita dijo...

wow! que capítulo tan emocionante y apasionante, edward me desconcierta con sus actitudes pero es que ha sufrido tanto...ojalá que bella lo haga cambiar...ya estoy esperando el domingo para leer el sig. capítulo....saludos lizzy!!

nydia dijo...

dios me encanto mi niña cada vez me sorprendes mas eres fantastica...Y dios en verdad que Edward sabe complacera una mujer no y Bella no sabe con que se va encontrar....Sigue asi..Besos...

Unknown dijo...

mmm... bueno este cap estuvo hoooooooooootttt jejeje

aunque Edward me sigue desesperando!!! es que no puede ver que la ama!!! o que cuando menos le gusta!!!! haaaaaaa

lo que me da cosa es la gran tristeza que Edward trae en su interior pero espero que Bella lo ayude a superarla!!

Gracias por el capi!! nos leemos hasta el domingo!!

Saludos

nany dijo...

hola me encanto tu cap
cuantos cap quedan a esta historia?

vyda dijo...

Tengo unas ganas de encontrarme con este Edward!!!, por dios que buen capitulo jejejeje Eddie una maestro en estos artes!!!, lo amo es oficial, con todo y sus malos modales, aunque creo que esos son lo que lo hacen más exitante.

Y Tania una verdadera zorra maldita!!!

Cammy dijo...

no entiendo que pasa por la cabeza de este hombre!!!
pero ya quisiera una asi!!!
me encantó!

Ana dijo...

Me parece que ha subido varios grados la temperatura jajajaja. Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina