miércoles, 20 de abril de 2011

CAPITULO XIII LOS BUSCADORES DEL PLACER!!!!

TRECE

Estoy a punto de salir en mi última travesía: un gran salto al vacío.

Thomas Hobbes

 

Bella miraba por la ventana de su alcoba la noche infinita que cubría los páramos. Una brisa cálida con aroma de mar inflaba las cortinas a su alrededor mientras ella observaba una hilera de luces brillantes que titilaban y rebotaban en la distancia. El espectro fantasmal se dirigía hacia el extremo oeste del muelle hasta ir desapareciendo poco a poco, como desvaneciéndose en el enorme buche de un agujero negro.

La vista la hacía pensar en la historia de Edward acerca del padre rondando los acantilados. Aunque su corazón deseaba creer que los seres queridos fallecidos podían permanecer de algún modo en el reino de los vivos, estaba segura de que lo que había visto no eran los ojos demoníacos y brillantes de unos perros de caza que seguían a su amo incorpóreo, sino más bien los faroles de un grupo de pescadores.

Ella había escuchado decir a alguien por casualidad que la flota de pesca a menudo salía a pescar salmón después de medianoche, si la marea estaba baja. También había visto largas escaleras de soga que conducían a las ensenadas aisladas donde había corales que bailaban agitados por la marea. No había fantasmas, salvo los que existían en su imaginación.

Desde el incidente en la sala del desayuno, Bella se había quedado en la habitación acusando una jaqueca cuando Emmett había ido a buscarla a la hora de cenar. Sabía que él se había enterado de lo ocurrido. Indudablemente, él también sabía el papel que había hecho ella; sin embargo, no hizo comentario alguno, aunque con la mirada le dio a entender que podía hablar con él cuando así lo quisiera.

¿Pero qué podía decirle? ¿Qué él tenía razón? ¿Qué debió de haberse mantenido alejada de Edward? ¿Pero cómo podía ella saber que el misterioso y pensativo conde de Masen se convertiría mucho más en un riesgo para el corazón que para el cuerpo?

Debía marcharse. Lo había decidido hacía unas horas. Cuanto más tiempo pasaba con Edward, más la atraía. Alguna vez lo había pensado como un desafío, pero ahora representaba mucho más que eso. Él era como un viaje por un camino sinuoso que amenazaba con desbaratarle la vida.

La pura verdad era que estaba asustada. Algo le estaba sucediendo, algo que jamás había experimentado: como si tuviera el sentido común eclipsado, una sensación de descontrol, como si la misma esencia de su vida estuviese cambiando, y poco a poco la persona que siempre había sido estuviese siendo reemplazada por otra. Lo que temía y le deba terror era el hecho de que estaba empezando a preocuparse por Edward.

Bajo esa apariencia despiadada había un hombre que coincidía ampliamente con la pasión que ella sentía por la vida, que jamás se rendía, que tomaba lo que quería, decía lo que sentía y que poseía una profunda emoción que ella jamás había descubierto en nadie.

Y él le pertenecía a otra mujer.

Bella pegó la frente contra el frío vidrio de la ventana; se preguntaba en qué momento Edward se le había metido debajo de la piel para quedarse allí y cuánto tiempo pasaría hasta que se disipara ese dolor que ella sentía en el corazón.

Había pensado en marcharse sigilosamente a primera hora, antes de que se despertara la gente de la casa. Antes de tener a Edward parado enfrente y se le terminara la determinación.

Dios, ¿en qué momento se había vuelto tan cobarde? Por mucho que ella quisiera tomar el camino más fácil, si sucumbía ante un solo temor, sucumbiría ante muchos otros.

Tenía que decirle a Edward que se marcharía. Se lo debía.

Sabía en dónde se encontraba; lo había visto entrar en los establos más temprano. Podía imaginárselo allí solo, rodeado de lo único que significaba algo para él. La compasión que Edward no podía concederle a otro ser humano, se la concedía a su caballo. Y ahora había perdido su última tabla de salvación.

Mientras salía de la habitación sin hacer ruido y se dirigía sigilosa por el vestíbulo en penumbras hada la parte delantera de la casa, Bella no estaba segura de si el curso de acción que planeaba seguir era el correcto. Pero temía que mientras Edward estuviera involucrado, jamás lo sabría.

Estaba ebrio.

Ebrio y mareado. Pero no lo suficiente, pensó Edward. Ni siquiera lo suficiente.

Dios, ¿qué le había sucedido a su vida? ¿Cuánto hacía que todo le salía mal? ¿En qué momento había dado el primer paso por el mal camino? Quizás había nacido así, su llegada al mundo había sido como una sentencia de muerte para cualquiera que se preocupaba por él. Primero la madre. Luego el padre.

Todo este tiempo había vivido bajo una falsa ilusión de auto indulgencia. Pero la hipocresía era mucho más fácil de afrontar que la verdad. Sin embargo, la mentira había conducido a un error tras otro, hasta que las transgresiones habían alcanzado dimensiones tan desmedidas que él había sido incapaz de encontrar el camino de regreso. Y todo por poseer la única característica que no podía soportar en nadie:

La debilidad.

El daba una falsa impresión, igual que su vida alguna vez perfecta; con la rabia dirigida al exterior porque era demasiado débil para aceptar culparse a sí mismo.

Él había decepcionado a todo el mundo.

Ahora, a Bella.

La dulce y fatal Bella. Fatal para tenerla al lado. Fatal para verla, para acariciarla, para desearla.

Fatal para preocuparse por ella.

Cielos. Por un instante él se había permitido olvidarse de quien era ella, permitiéndole colarse por debajo de sus defensas y hacerlo pensar que quizás...

Ahuyentó el pensamiento, canceló cualquier tipo de emoción salvo el rencor que le permitía continuar. Le habían arrebatado todo lo que tenía. Había perdido todo lo que deseaba. Debió de haber dejado que St. Giles la llevara a la cama ¡y adiós!

Cerró fuerte los ojos e incrustó los talones de las manos en los cuencos de los ojos para tratar de bloquear las imágenes de St. Giles haciéndole a Bella lo que él le había hecho esa tarde

Sintiendo su piel suave, ahogándose en su ardor, escuchando esos gemidos cuando estaba llegando al orgasmo, sintiéndola.

Tomando absoluta posesión de ella. Encontrando paz.

Edward inspiró largo y profundo casi hasta ahogarse al tiempo que la arena movediza de su propia estupidez lo succionó casi hasta la cabeza. ¡Maldita Bella! ¡Por todos los demonios! Le había abierto una grieta, una hendidura en el ya precario equilibrio de su vida, y ahora él no sabía cómo devolver todo a su lugar.

Cielos, ¿por qué lo atormentaba tanto?

-Tu vida es un maldito desastre, viejo -se burló de sí mismo, con la lengua espesa; las palabras se entremezclaban mientras que el equilibrio se mecía entre inmensas oleadas Nivelo la botella llena hasta la mitad, cosecha Armagnac por encima de la puerta del compartimento donde estaba Khan El caballo lo miró de manera cínica, como diciendo: -"El cabrón está de nuevo de copas".

De pronto, Edward encontró divertida aquella situación patética.

-¡Por el fantasma de la mansión! -Alzó la botella, una de las tres. Ahora una de sólo dos. Pronto de ninguna-. ¡Salud!

Inclinó la potente bebida en los labios y vació lo que quedaba. Luego, con un gruñido, se dio la vuelta y la arrojó a las puertas del establo; los vidrios se hicieron trizas y provocaron un grato estallido contra el piso. Un grito de sobresalto lo hizo girar la mirada bruscamente, y allí en la puerta, estaba parada la mismísima causa de su tormento.

Bella. Encantadora, prudente. Exuberante. Maldiciendo la última pizca de decencia que a él le quedaba en el alma.

Ella lo miraba con los ojos bien abiertos, como si creyera que se había vuelto loco. Demasiado tarde; él ya había atravesado el camino hacia la locura hacía mucho tiempo.

De hecho, hacía dos años. Dos años de coser a fuego lento, de pensar qué forma tomaría la venganza contra Swan. Dos años de esperar aquel momento.

Aquella noche, él ya no se negaría. Bella quedó clavada al suelo, con la mirada penetrante de Edward que la mantenía cautiva, con el cuerpo tembloroso bajo la ráfaga de furia y anhelo.

Él tenía la camisa desaliñada y fuera de los pantalones, con los extremos que le colgaban de las caderas estrechas, y un brillo de sudor adherido al pecho desnudo. Y sin embargo, a ella la invadía otro tipo de calor, el que emanaba su propio cuerpo, provocado por la fuerza de verlo allí, alto, desafiante, examinándola descaradamente, retándola a que saliera corriendo.

Detestándola, aunque la deseaba.

-Qué extraño, ¿verdad? Cómo terminamos siempre encontrándonos aquí. -Aquella voz profunda le ponía los nervios de punta y le erizaba el vello de la nuca-. Me pregunto si tendrá algún significado especial. ¿Tú qué crees?

-Creo que estás borracho. -Él lucía temerario, salvaje.

Ese aspecto lo volvía peligrosamente atractivo, con aquella extraña belleza inhumana que poseía, como de un glorioso pagano, listo para violar y saquear.

Sonrió y la curva sensual y seductora de su boca era un gesto de auto desprecio, apenas civilizado.

-Siempre supe que eras una muchacha inteligente. ¿Te importa saber lo que estoy pensando? -Se pasó una mano por la parte delantera de sus pantalones groseramente, atrayendo la vista de ella hacia el miembro rígido que presionaba contra los botones-. Veo que te lo imaginas. Buena chica. -Comenzó a acercarse a ella desde las penumbras, cual lobo saliendo de la guarida.

El instinto de supervivencia la hizo retroceder hasta quedar de espaldas contra un poste, inmóvil mientras Edward se acercaba. La luz de la luna se filtró por la puerta abierta, formando en su cara una figura siniestra. La línea amenazante de la boca expresaba que nada, salvo una intervención divina, la salvaría de su ira.

-No permitiré que me hagas daño -le dijo con voz temblorosa, mientras alzaba la mano para advertirle, como si un grano de arena pudiera resistir una feroz marea.

-No es dolor lo que planeo infligir, amor mío. Por el contrario. Finalmente conocerás el verdadero significado de tu nombre.

Bella se estremeció y empezó a rodear el poste mientras él continuaba avanzando.

-Comprendo cómo te sientes. Pero yo no tengo nada que ver con lo que sucedió. No tenías que entregar a Khan.

El endureció la mandíbula.

-Y yo te dije lo que te sucedería si volvías a acercarte con ofrecimientos de falsa bondad. -Se detuvo deliberadamente, y para poner énfasis-: Recuerdas lo que dije, ¿verdad?

Bella lo recordaba y su temblor aumentó al evocar mentalmente sus vulgares palabras:

"La follaré, su alteza... te daré toda la gratitud que tu cuerpecito ceñido sea capaz de recibir."

Comenzó a latirle el corazón hasta que sus oídos se llenaron con ese sonido, un leve mareo amenazaba con desvanecerla, como si tratara de engullirla.

-No he venido a ofrecer bondad. He venido a despedirme.

Aquellas palabras lo detuvieron.

-¿Despedirte? -Algo se encendió en sus ojos, algo casi parecido a la desesperación. Luego desapareció- Bien, supongo que será mejor que me dé prisa.

Se quitó la camisa por los hombros, con los músculos que se ondulaban y flexionaban con el movimiento, la arrojo al suelo a la ligera, tenía la piel tensa y lisa pero increíblemente fuerte... increíblemente provocativa.

E infinitamente peligrosa para los sentidos de ella.

-Edward, escucha. Por favor. Quería decirte algo más que simplemente adiós.

-¡Qué considerada de tu parte! -se burló él arrastrando las palabras, al tiempo que la rodeaba lentamente, como un depredador voraz que sabía de su presa atrapada e indefensa.

-No quiero verte entregar a Khan.

-Eso es indiscutible, milady. -Le dijo con tono levemente cruel-. El trato está hecho. Pasemos a otro tema, asuntos más apremiantes, si le parece.

-Tenías razón -dijo ella, con la respiración superficial apenas manteniéndose fuera de su alcance-. Te debo honorarios de servicio. Quiero pagarte.

Un músculo se le movió en la mandíbula y sus ojos brillaron con un fuego renovado que ella no había vuelto a ver desde aquel día en que la había abordado en los establos.

-Ahora quieres pagarme, ¿verdad? ¿Y por qué servicios sería? ¿Por los míos o los de mi caballo?

-Tú sabes cuál.

-No estoy seguro. Pero no tiene importancia. No quiero tu maldito dinero. -Sus ojos echaban humo como en un incendio- No estoy aquí para saciar tu sentimiento compasivo.

-No soy yo la que está siendo compasiva. ¡Eres tú!

-La ira que le provocaba su estúpida negativa a reconocer su orgullo y arrogancia le daban ganas de gritar-. Tu padre se fue Edward, y nada cambiará, eso no importa cuánto hayas deseado hacer las cosas de forma diferente.

El apretó la mandíbula, lo que le indicaba que había llegado demasiado lejos, pero no le importaba. Alguien debía decírselo, a alguien debía preocuparle.

-Ríndete -le suplicó, desesperada porque él la escuchara-. Esta casa, estas tierras, no son todo lo que hay. Tienes mucho que dar. No eres sólo el amante de Tanya, ni el de cualquier otra mujer. Piensas que fallaste pero no es así

-Bella no se percató de que estaba llorando hasta que una lágrima salada le rozó los labios-. Por favor. Toma mi dinero, dile a Tanya que cometiste un error y recupera a Khan. No es demasiado tarde.

Él se quedó mirándola, con los ojos duros e implacables

-Es demasiado tarde. Para todos.

Muy en el fondo, Bella sabía que él tenía razón En el momento en que ella había puesto los ojos en él su suerte había sido echada, su vida se precipitaba impetuosamente por un sendero de destrucción segura.

-No -le susurró, meneando la cabeza mientras él se acercaba, dejándole como alternativa sólo el instinto de huir lo más lejos posible de la amenaza que él representaba.

Con un sollozo que le brotó de los labios, se levantó las faldas y huyó en medio de la oscuridad.





































































































































































8 comentarios:

brigitteluna dijo...

a correr pero no muy de prisa ..se dejara atrapar..yo creo que si quien se puede resistir a ese encanto...muy pocas

nydia dijo...

dios este si se salio de sus cabales pero veo que eso a ella no le afecta ,me e quedado intrigada..Sigue asi mi niña linda..Besos...

nany dijo...

hola me encanto tu cap

lorenita dijo...

gran capítulo lizzy!! aunque no lo admitan sobre todo edward esta súper enamorado de bella..pero los dos sufren mucho..espero todo cambie pronto!!! saludos.

Unknown dijo...

haaa ayer salí y ya no pude leer los capis!!

Ok ok... Pobre Bella... ella lo quiere y le ofreció su dinero pero ese Edward!!! haaa me desespera pero supongo que no quiere por dignidad y orgullo T_T ni modo me voy a leer el prox. cap ojalá y Edward haga algo para que Bella no se vaya

vyda dijo...

Haaaaaa!!! me encanto este capitulo...

Cammy dijo...

nooo! puxa! que no se vaya!!!

Ana dijo...

Qué cortito... Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina