lunes, 6 de junio de 2011

PERDONAME MI AMOR CAP 3

CAPITULO III

El sábado a primera hora de la mañana, Bella dejó a su padre profundamente dormido y fue en coche a El Granero Rojo a comprar bizcochos y café para Angela y ella. Su amiga aún estaba en bata cuando llegó a su pequeño apartamento en el centro de la ciudad.
Angela parpadeó y bostezó con los ojos castaños inyectados en sangre y la redonda cara sin expresión.


-Café y bizcochos -murmuró medio dormida-. ¡Estupendo! –Bella la siguió al interior del apartamento. El mobiliario era parecido al de su casa. Allí se sentía cómoda. Eran amigas desde el instituto. Angela había estudiado Enfermería en Lexing¬ton mientras Bella lo hacía en Louisville. Ahora trabajaban juntas en el hospital y era como si no hubieran pasado aquellos cuatro años. Angela era la única persona que sabía lo profunda¬mente enamorada de Edward que había estado Bella, aunque ésta no le había contado a su amiga hasta qué punto había llegado su estupidez. Pero Angela sabía por qué había abando-nado la ciudad. Cuando Edward anunció su compromiso, Bella había llorado en su hombro durante horas.

Se sentaron en la mesa de la cocina y desayunaron los bizcochos y el café. Eran las nueve y la ciudad no había comen¬zado aún a bullir. Pronto, el tráfico del centro sería tremendo.

-Lo necesitaba. ¡Gracias! -sonrió Angela.

-De nada. Respecto al vestido...

-Ven. Vamos a verlo.

El vestido era un sueño de sedosa gasa que caía en pliegues alrededor del esbelto cuerpo de Bella. Era de un gris pálido que destacaba sus ojos oscuros y su cabello castaño.



-Es delicioso -dijo Bella.

-Es un modelo exclusivo. Sólo me lo he puesto dos veces. Aquí están los zapatos y el bolso.

Los zapatos tenían tacones Reina Ana y se ataban a los tobillos. Eran elegantes, como el pequeño bolso de piel gris que ponía el punto final al conjunto.

-¡Guau! ¿Ésta soy, yo? -preguntó Bella riéndose.

-Casi -murmuró Angela-. Encanto, tu pelo es un horror. Tienes que cortártelo. ¿Te vienes conmigo a la peluquería? Bella cogió un mechón de pelo que le llegaba a los hom¬bros. Parecía alambre.

-Sí, es un horror. ¿Me atenderán sin haber pedido hora antes?

-Sí, admiten a todo el mundo -le aseguró Angela-. Tam¬bién necesitas maquillarte. ¡Y un sujetador nuevo!

Bella asintió suspirando.

-No me compro nada nuevo hasta que lo viejo está agujereado.

-Necesitas que cuiden de ti. Llevar algo bonito de encaje debajo del vestido da confianza.

-Está bien. Me pongo en tus manos.

Fueron a la peluquería. A Bella le hicieron un peinado ligeramente ondulado y muy corto, que le sentaba muy bien a sus facciones. Luego, fueron a unos grandes almacenes en donde la enseñaron a maquillarse. La transformación fue completa.

-Mmm -dijo Bella con una sonrisa, mirándose en el espejo-. ¿Soy yo?

-Puedes estar segura, encanto -dijo Angela riéndose-. Hace meses que quería hacer algo así. Antes te preocupaba tu aspecto, pero últimamente te has descuidado.

-Creo que sí. Se tocó el pelo.

-¡Qué diferencia! A Michael le va a encantar-. Angela frunció los labios.

-Esa fiesta te tiene entusiasmada, ¿verdad?

-Sí, así es -admitió Bella mientras se dirigían a la planta de señoras-. No intento introducirme en la alta sociedad. Sería ridículo. Sólo quiero hacer algo diferente. Mi vida es mor¬talmente aburrida. Siento como si envejeciera minuto a minuto.

-Eso es una tontería. Eres la persona más joven de espíritu que conozco. Como tu padre. A propósito, ¿cómo se encuentra?

-Recuperándose con lentitud, pero con firmeza. E inten¬tando casarme.

-Tu padre no cambia -dijo Angela riéndose.

-Amén.

-¿Y no te dejaría tener una apasionada aventura? -Bella suspiró.

-De esa manera no tendría nietos -le recordó a su ami¬ga-. Además, no estoy segura de querer tener una aventura con nadie. Michael es estupendo y me gusta mucho. Pero no me apa¬siona. Yo necesito sentirme comprometida emocionalmente.

-Pues si yo estuviera buscando una aventura ardiente, sa¬bría en qué dirección buscar. ¡Edward Masen debe ser dinamita pura en la cama!

-¡Por Dios! -gritó Bella mientras tiraba media docena de batas de la barra. Profundamente sonrojada, se inclinó a recogerlas.

-Lo siento -murmuró Angela mientras su amiga colgaba las batas-. Supongo que no debería haber dicho eso, conside¬rando que... Pero es magnífico. Estoy segura de que irá a esa fiesta. Su familia y los Blake son buenos amigos, ¿verdad?

-¿No es precioso? -comentó Bella entusiasmada con una bata de seda verde.

Ángela captó la indirecta y dejó de hablar de Edward. Pero su mirada era más elocuente que cualquier palabra.

Durante el resto del día, después de separarse de Angela, Bella se dedicó a atormentarse con la fiesta. ¿Iría Edward o no iría? No quería verle más, no quería que le estropeara la noche. Necesitaba hacer algo, estar ocupada para no pensar en él. Terminó pronto de arreglarse y entró al estudio de su padre, para que viera el vestido y su nuevo aspecto.

Él la miró fijamente y asintió con solemnidad.



-Eres igual que tu madre, querida -dijo, sonriendo con añoranza-. Tan hermosa como ella.

-¿Te refieres a mí? Te has equivocado de chica -dijo ella riéndose-. Pero si crees que estoy bien, estupendo.

-Necesitarás un palo para mantener alejados a los chicos. Encendió la pipa.

-Ten cuidado.

-Todo el mundo me dice lo mismo.

-Entonces deberías hacernos caso. Recuerda que hay un largo camino desde la suite presidencial a las habitaciones de clase económica.

-Nosotros no somos sirvientes -dijo ella con altivez. -Ya lo sé. Pero tampoco pertenecemos a la alta sociedad. Recuérdalo.

-Sí, su señoría.

-¡Ten cuidado! Y no bebas. Ya sabes que te sienta mal. Ella recordó aquella noche con Edward. Se sonrojó. Para disimular, se inclinó para arreglarse la trabilla de un zapato.

-Lo recordaré.

-Y pásalo bien -añadió su padre.

-Eso espero.

-Y saluda a Edward por mí -añadió con un guiño-. ¿No sabías que también está invitado?

Ella le miró a los ojos. Pero al oír acercarse un coche, se volvió.

-Bueno, me voy. Te veré cuando vuelva. No te quedes levantado hasta muy tarde.

Él le hizo una mueca antes de que ella cerrara la puerta.

Los Blake vivían en una casa de aspecto casi tan suntuoso como Flintlock. Era de ladrillo rojo, muy antigua, y estaba junto a un lago privado y una de las más bellas praderas de Lexington.

-Un sitio agradable, ¿verdad? -comentó Michael mientras se detenían en el sendero, en dónde les esperaba un chofer con librea para conducirles desde la zona de aparcamiento hasta la casa.

-Desde luego -repuso ella, entrando en la parte trasera del Rolls-Royce .

Intentaba memorizar cada detalle para contárselo luego a su padre y a Angela. Se sentía como Cenicienta.

-Me gusta tu nuevo corte de pelo, Bella. Me gusta tu aspecto.

-Estoy contenta.

-¿Nerviosa? -preguntó él mientras el conductor aparcaba ante la casa resplandeciente de luz.

Mujeres exquisitamente vestidas y hombres de etiqueta avan¬zaban por el pavimentado sendero. Bella se sintió inquieta.

-Un poquito -confesó.

-Pégate a mí, pequeña, Yo te cuidaré -dijo él con un guiño. Le miró de reojo. ¿Temería que sorbiera la sopa o intentara untar la mantequilla con la cuchara? Frunció el ceño. ¿Sería una fiesta con cena?

Se lo preguntó.

-No, cariño -replicó él, guiándola hacia la puerta princi¬pal-. Es un buffet con champán.

-¿Con diferentes clases de champán?

-No exactamente -contestó él, riéndose entre dientes.

Alto, moreno y atractivo, llamaba la atención, a pesar incluso de su ligero exceso de peso.

-Champán y canapés -susurró él-. Conversación y baile. Incluso hay una piscina, si te apetece nadar.

-No con este traje -murmuró ella recatadamente.

-Siempre tienen trajes de baño disponibles -dijo él, rién¬dose.

-No, gracias.

Le presentaron a los anfitriones. El señor Blake era sesentón, gordo y agradable. Su esposa, la tercera, apenas tendría cuarenta años. Era vivaracha e iba cargada de diamantes. Su hija tenía poco más de veinte años y ya estaba casada. Su marido, un ejecutivo, estaba junto a ella, recibiendo a los invitados. Afortunadamente, nadie preguntó si Bella estaba relaciona¬da con los Swan de Cape Cod o con los Swan de Palm-Beach, y no tuvo que confesar que su padre era carpintero en la granja de los Masen. Aquello la habría humillado más allá de lo soportable. Detestaba ser marginada. Pero aquella gente y su elegante casa le recordaban lo que encontraría en la suya cuando regresara. Ellos marcaban la diferencia entre vivir y sobrevivir. Se preguntó si no habría sido mejor no conocer a personas que podían permitirse adquirir cuadros originales, sofás de terciope¬lo, sillones de cuero, alfombras orientales y candelabros de cristal.

Tomó una copa de champán únicamente y permaneció rígi¬da junto a Michael mientras él hablaba de asuntos de dinero con sus conocidos. La conversación se centraba en acciones, bonos, mercado de valores, impuestos y nuevas inversiones. Las únicas inversiones que Bella se permitía eran su coche y la comida.

-Mirad quién llega -murmuró el hombre mayor cercano a Michael, mirando la puerta.

Bella siguió su divertida mirada y vio a Edward. Entraba en la casa vestido de etiqueta con una morena elegante y menu¬da, colgada del brazo.

El corazón le dio un vuelco al verle. Tenía un aspecto im¬presionante con aquel traje y su pelo rojo tan bien peinado. Envidió a la chica que le acompañaba. En seguida se arrepintió de este pensamiento. Después de todo, ella había terminado con él hacía tiempo.

-¿No es esa chica irlandesa, Lauren , que está de visita en su casa?

-Sí, creo que sí. Encantadora, ¿verdad? Sus padres y ella esperan cerrar un trato con los Masen sobre un pura sangre. Al menos, eso creo -murmuró Michael con una sonrisa-. Confío en que Masen sepa qué hacer con una mujer asía Pero, ¿qué hace él aquí?

-Anda detrás de ese nuevo potro árabe de Blake. Proba¬blemente, Blake pensó que podían discutir de negocios aquí lo mismo que en el campo de golf.

Al ver a Edward con la morena, Bella se preguntó con cuántas mujeres habría estado desde la noche en que la sedujo. Aquel pensamiento la hizo estremecerse.

-¿A qué se debe esa cara larga? -le susurró Michael al oído.

-No me gusta.

Él arqueó las cejas.

-¿Por qué no?

-Tiene ojos de color -murmuró ella sin dejar de mirar al hombre de cabello cobrizo.

Él sintió su escrutadora mirada y se volvió bruscamente. Cuando se encontraron sus ojos, Bella deseó que se abriera el suelo y se la tragara.

-¿No opinas que los ojos de color son horriblemente vulgares? -le preguntó con aparente indiferencia-. No comprendo por qué a algunas personas les gustaría tenerlos.

Él se rió débilmente.

-Supongo que no puede librarse de ellos, cariño -dijo.

-Supongo -repuso ella.

Él se rió más fuerte y la estrechó ligeramente.

-Eres efervescente. Te prefiero al champán.

Le sonrió en el mismo instante en que Edward la miraba. Al verla sonreír a Michael, su expresión se ensombreció.

-¿Bailamos? -preguntó Michael.

Dejó las copas en una mesa antes de guiarla hasta la pista de baile, en donde una pequeña orquesta tocaba valses de Strauss. Se deslizaron suavemente por la pista.

-¡Bailas de maravilla! -exclamó él.

-¿No lo esperabas de una enfermera? -se burló ella-. En realidad, di clases de baile durante tres años. Los bailes de salón eran parte de los cursos. Me encantan los valses.

-Entonces, enseñémosles cómo se baila un vals -murmuró él, haciéndola girar una y otra vez en el centro de la sala. Algunas personas se detuvieron para observarles. Se movían como una sola persona. Él era un excelente bailarín y Bella le siguió sin perder ningún paso. Se reía mirándole, disfrutando de la música. Se sentía joven, llena de vida. Había sido un año largo y monótono y ahora estaba renaciendo a la vida. Cerró los ojos y se entregó al alegre y seductor ritmo. Habría sido perfecto si los brazos que la sostenían hubieran sido delgados y fuertes, si el cuerpo que presionaba el suyo hubiera sido esbelto y musculoso. Y si la cara de su pareja hubiera estado coronada de cabello rojo y hubiera tenido aquellas horribles pecas por todas partes...

Se mordió el labio. ¿Cuánto tiempo tardaría en desvanecerse aquel sueño? Duraba ya demasiado tiempo.

Los aplausos la devolvieron á la realidad. Michael le hizo una reverencia y la sacó de la pista. Ella se aferró a su mano; vaga¬mente consciente de la atenta mirada azul de Edward. ¿Por qué la miraba así? ¿Se sentiría culpable?

-Ha sido estupendo -le dijo a Michael

-Estoy de acuerdo. Eres mágica.

Se inclinó y la besó en la frente.

En el otro extremo de la sala, un hombre pelirrojo apretó los puños y le miró con expresión asesina.

Cuando algunos de los invitados descubrieron que Bella era enfermera, tuvo que contestar una serie de preguntas de carácter médico para las que no se consideraba preparada.

Se disculpó por las más complicadas y no le faltaron acom¬pañantes. Pero, inevitablemente, Edward le pidió un baile y la velada comenzó a nublarse.

-¿Te diviertes? -preguntó él secamente-. Te estás con¬virtiendo en el centro de atención.

-Lo estoy pasando maravillosamente -replicó ella-. ¿Y tú? -añadió, mirando a la joven acompañante de Edward. Bai¬laba con un hombre mayor al que sonreía radiantemente.

-Sí, me divierto. Es una chica encantadora. Generosa, ama¬ble y hermosa.

-No es tu tipo habitual, pero a todos nos gustan los cam¬bios, ¿verdad?

El la miró posesivamente mientras la estrechaba contra su cuerpo.

-¿Qué sabes tú de cuál es mi tipo habitual de mujer? Tus intentos de evitarme se están convirtiendo en una ciencia.

-¿Sí? No me había dado cuenta.

La fuerte mano que sujetaba la de Bella acarició su palma ligeramente. El corazón le dio un vuelco.

-Aún no eres inmune, ¿verdad, Bella? -preguntó él, mirando sus labios entreabiertos.

-He estado bailando. ¿No lo has observado? -repuso ella, eludiendo la pregunta.

-Te he observado durante toda la noche y lo sabes. Este vestido es fascinante. ¿Dónde lo has conseguido?

Ella sonrió.

-En Caritas. ¿Verdad que es bonito?

La hizo girar tan bruscamente que casi perdió el equilibrio. Sus cuerpos se tocaban íntimamente. Se separó un poco de él.

-Deja de luchar conmigo -musitó Edward.

-¿Estoy luchando contigo? Creía que me estabas recordan¬do cuál es mi lugar. ¿No crees que esto es demasiado para la hija de un carpintero, señor Masen?

-¿Has estado bebiendo? -preguntó él.

-Sólo un poquito de champán, jefe. No tiene que preocu¬parse -se burló ella.

-Estoy preocupado -dijo él entre dientes.

La observó atentamente mientras la música flotaba a su alrededor.

-Michael no es de los que se casan y tú sí.

-¿Y cuál es la diferencia? Tú mismo conoces a hombres que se acuestan con la hija del carpintero y no se casan con ella.

-¡Bella! ¡Shh! -siseó él, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie la había oído.

-¿Por qué? ¿Te preocupa que sospechen que andas tontean¬do con tus empleados? -susurró ella en tono de conspiración-. ¡Dios no lo quiera!

-Bella...

-Yo siempre había creído que era a la doncella a quien seducía el señorito -siguió ella.

-¡Por amor de Dios! ¿No podemos tener una conversación normal, sin que interfiera el sexo?

-¡Mira quién habla! -repuso ella, deteniéndose en mitad de la pista-. Además, no quiero tener ninguna conversación normal contigo. ¡Eres el único hombre que conozco capaz de dejar embarazada a una mujer hablando!

Él soltó una risita mientras la miraba cálidamente.

-Podríamos intentarlo. ¿Qué te parece si vamos de picnic mañana?

La invitación la dejó atónita, pero consiguió no demostrarlo. ¿Pretendía que se repitiera la historia? Pues en esta ocasión no la iba a acorralar.

Le sonrió y negó con la cabeza.

-Gracias, pero mañana salgo a navegar con Michael. Tiene un velero.

-¡No seas tonta! ¿No comprendes que intenta seducirte? Le importan un bledo tus sentimientos. ¡Sólo quiere acostarse contigo!

-¿Como hiciste tú? -le desafió ella.

-No eres de su clase.

Ella sonrió fríamente.

-Muchas gracias por recordármelo. Tampoco soy de la tuya, ¿verdad? ¿No es indigno de ti pedirle a la hija del carpintero que te acompañe a un picnic?

Él entornó los párpados y la miró amenazador. Ella se apartó de sus brazos y volvió junto a Michael lo más rápidamente que pudo. La esperaba sonriente.

-¿Has tenido algún problema? -preguntó observando a un furioso y acalorado Edward Masen.

-No.

Le dirigió una sonrisa deslumbrante.

-¿Quieres bailar conmigo?

-Me encantaría, preciosa.

La rodeó con sus brazos indolentemente.

-Pero, ¿te parece que estaremos seguros? -preguntó seña¬lando con la cabeza a Edward.

-El señor Masen y yo hemos tenido una pequeña diferencia de opinión -dijo ella con dulzura.

-Pues a mí me parece que has herido profundamente su ego. No te gusta mucho, ¿verdad?

-¡Es un bruto engreído!

Edward debió leerle los labios, porque se volvió bruscamente y se dirigió hacia la joven irlandesa, separándola de su acompa¬ñante con notable elegancia.

-Mírale -comentó Bella-, quitándole las mujeres a otros hombres, flirteando con cualquiera que lleve faldas...

-Es bastante popular entre las damas -observó Michael-. Me sorprende que puedas resistirte a su encanto con tanta facilidad.

¡Si Michael supiera!

-Le conozco desde hace años -dijo ella escuetamente-. Se pasa el tiempo en casa hablando con mi padre.

-¿Y jugando al ajedrez? -aventuró michael. Ladeó la cabeza y la observó mientras bailaban.

-¿De verdad va a jugar al ajedrez o a probar suerte contigo?

-¡No tiene la menor oportunidad conmigo! -repuso ella mordazmente-. ¿Te importa que hablemos de otra cosa? Me estás estropeando la velada.

-¡Oh! Con mucho gusto -murmuró él y la hizo girar con una expresión complacida que fue atentamente observada por un atractivo y alto rubio cobrizo que bailaba con una hermosa morena.















































































































































































































































































































































12 comentarios:

monikcullen009 dijo...

Me encanto el capitulo estuvo genial espero q actualics pronto, bye!!!!!

lorenita dijo...

estuvo genial el cap!!! ya espero ansiosa leer el siguiente..:)

vsotobianchi dijo...

wow genial el capi, me encanto, espero pronto actualices.

Silvinha dijo...

amei esse cap.Na verdade já li esta história a um tempo atrás, mas não me recordo de um todo, com certeza vou ler novamente. Está genial!!!! bjs Silvinha.

nydia dijo...

dios los celos terminaran de matar a Edward pero que se aguante todo es culpa suya....Sigue asi mi niña me encanto...Besitos,cuidate...

Anónimo dijo...

ahheSta bien lindo este caP ohh lO ame :)

felicidades y otraves grasias pOr mandarme la originaL!!!

Unknown dijo...

Gracias Lizzy la estoy releyendo pero no quiero comentar mucho porque que tal si me emociono y termino por contarla jajaja

Un super saludo!!

Maria dijo...

me encanto el capi estuvo genial nos leemos lizzy

RooCh .... (Yop) dijo...

mmmm la invito de Pic-Nic.. sol, prado, poca ropa, Edward... no le diria que no ni locaaa!!! jajajaja
Bien Bella cobrandose la canallada que le hizo Edward... me pregunto porque tan celoso... estoy intrigadaaa!!! :)

Cammy dijo...

>.< por que tiene que ser tan testaruda? que le costaba decirle a Edward que si? arrg! ella se lo pierde! jjjajjaja
Besitoss|

Ligia Rodríguez dijo...

Jajajajaja!!! El ego de un hombre herido, es genial para el buen humor!!!

EdithCullen71283 dijo...

Ahhhhhhhhhhhhhhhhh esto se pone mas intenso aunque tengo fe en que bella no se metera intimamente con micke y que lo hace mas por un deseo inconciente de joder a edward un ratito jejejeje
Me encanto el capitulo
BESOS DESDE GUANAJUATO MEXICO

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina