jueves, 14 de julio de 2011

EL ARTE DE LA SEDUCCION CAPITULO 11

Capítulo 11
Ahora se desliza el silencioso meteoro, y deja
Un surco brillante, como tus pensamientos en mí.
Aifred, Lord Tennyson
Un escalofrío recorrió la piel de Bella al oír las palabras de Edward, aun cuando se dijo que no debía tomárselas demasiado en serio. Sólo porque ella hubiera hecho esa concesión, eso no significaba que nada fuera a cambiar entre ellos. Siempre quedaría el hecho de que Edward había elegido a Victoria, no a ella, y eso era algo que Bella no podía olvidar. No se trataba del acto físico del amor, aunque la imagen de Edward desnudo, echado junto a Victoria y haciéndole a ella lo que en una ocasión le había hecho a Bella, era casi insoportable. No, se trataba del amor que tenía que haber residido en su corazón para pedirle a Victoria que fuera su esposa. Quizá ya había olvidado a Victoria. Afirmaba que nunca la había amado.
 ¿Pero llegaría a saberlo Bella algún día con certeza? ¿Y qué había de su hermana? Estaba claro que Victoria todavía sentía algún afecto por Edward, sólo había que ver el modo en que coqueteaba con él. Como si sus pensamientos hubieran conjurado a su hermana, Victoria chocó de repente con ella. —Qué torpe soy —dijo—. Se me debe de haber atascado el zapato. Hay tanta... hierba por aquí, ¿no? —Es una feria —comentó Edward con tono seco. Bella se preguntó qué pensaría el Duque de la exhibición de Victoria; su hermana ponía bastante empeño en inclinarse para quitarse alguna mota invisible de la falda, como ya había hecho en numerosas ocasiones hasta el momento, para darle a su excelencia la oportunidad de asomarse a su corpiño si así le apeteciese. Pero Edward estaba mirando a Bella, dedicándole una sonrisa capaz de derretir cualquier corazón y un guiño rápido antes de que Victoria lo cogiera del brazo con ademán posesivo y comenzara a llevárselo parloteando como una urraca sobre los maravillosos vestidos nuevos que le estaba haciendo su modista.
Bella se quedó un poco más atrás e intentó eludir la punzada de celos. Notó
que varias mujeres volvían la mirada al pasar el Duque, tampoco podía culparlas, era difícil que Edward pasara desapercibido. —Deberías luchar un poco más por él, ¿sabes? Bella se dio la vuelta y se encontró a Rosalie de pie junto a ella, la mirada de su prima siguió a Edward y a Victoria cuando se detuvieron detrás de Philip y Mary, que se estaban riendo de las descabelladas travesuras de las marionetas. Su madre había visto a una amiga y estaba absorta en la conversación. Rosalie miró a Bella con intención, —¿Por qué dejas lo haga? —¿Hacer qué? — Rosalie pestañeó un rato y sonrió con afectación. —Oh, excelencia —ronroneó con voz cantarina imitando las inflexiones de Victoria a la perfección. —Es usted tan grande y tan fuerte. ¿Puede llevarme en brazos para cruzar esta terrible pradera llena de hierba? Temo que se rocen los zapatos. —El final de su actuación fue una risita tonta. Bella se rió de la imitación de Rosalie, un poco más animada. —¿Y? —dijo Rosalie dándole unos golpecitos a Bella en el antebrazo con el abanico—. ¿Por qué dejas que Victoria tome el mando así? —No está tomando el mando. —Prácticamente te quitó de en medio para llegar a Edward. Aquí está pasando algo. La tensión se puede cortar. —Es una larga historia. —Y Rosalie no la sabía porque en aquel tiempo solo tenía diez años y a una niña no se le daba semejante información. —Tengo todo el día. —Por la expresión de Rosalie, Bella sabía que su prima no iba a descansar hasta enterarse de todo. Suspiró y apartó la mirada. —Edward y Victoria... —¿Había dicho alguna vez esas palabras en voz alta? Bella no se había dado cuenta hasta ese momento de lo difícil que era pronunciarlas—. Iban a casarse. —¿A casarse? —La voz de Rosalie resonó de la impresión—. No me lo creo. Edward no podía estar tan ciego como para querer a alguien como Victoria para el resto de su vida. Me parece el tipo de hombre que buscaría solidez en una esposa, y la última vez que lo comprobé, ese era material del que Victoria andaba bastante escasa.
Bella no tenía respuesta, jamás había entendido el amor de Edward por Victoria; siempre le había dado la sensación de que apenas la toleraba. Claro que, ¿acaso esa era la primera vez que se equivocaba su instinto? En un tiempo había creído que le importaba algo a Edward. Que el joven esperaría a que ella creciera. —¿Cuándo habría debido de tomar lugar esa boda? —preguntó Rosalie. —Hace ocho años. —¡Cielos! ¿Qué ocurrió? —Victoria la anuló. —¿Por qué? —Dijo... que había encontrado a Edward en la cama con otra mujer. —Bella nunca había preguntado quién era la otra mujer. No estaba segura de querer saberlo. Rosalie se la quedó mirando con expresión incrédula. —¿Ese Edward de ahí? ¿El que no ha mirado a ninguna otra mujer, aparte de ti, desde que volvió a casa?
Bella asintió. Rosalie sacudió la cabeza. —Aquí hay algo que no encaja. —Quizá Victoria sea el tipo de mujer que desea Edward. —¿Quieres decir egoísta, egocéntrica y maliciosa? —Es muy bella.
Rosalie dejó de caminar y le dio la vuelta a Bella. —Tú eres bella. Tanto por dentro como por fuera. Si por alguna razón desconocida Edward quiere a Victoria, puede quedarse con ella, y que se vayan los dos con viento fresco. Pero no creo que sea el caso. Creo que te quiere a ti. Cielos, pero si pensé que iba a besarte ahí mismo, delante de todo el mundo.
Bella había pensado y esperado lo mismo. Escandaloso o no. Delante de todos. Delante de Victoria. Era algo posesivo, esa necesidad de marcar su territorio. Había querido que el beso de Edward la marcara a fuego, que demostrara que era suya y que él era de ella. Quizá necesitaba ese beso para romper la presa de aquellos dolorosos y antiguos recuerdos. Para liberarse al fin del pasado. —Si los dos reprimisteis vuestros sentimientos por Victoria —continuó Rosalie—, o si ocurrió algo más que hizo que Edward y tú no os encontrarais la primera vez, yo no dejaría que volviera a ocurrir, Bella. El amor es algo demasiado valioso para desperdiciarlo.
Bella reflexionó sobre las sabias palabras de Rosalie mientras esta se acercaba al barril donde los niños jugaban a rescatar manzanas del agua con la boca. El Conde vio a Rosalie justo cuando su prima alzó la mirada y se encontró con los ojos de McCarty; un momento largo y cargado de tensión se cruzó entre ellos. Bella supo el momento exacto en que Rosalie observó a la mujer que estaba junto a lord Stratford porque en el espacio de un segundo, la expresión de su prima se tornó sulfúrica. Con una viveza más digna de un militar Rosalie dio media vuelta y se abrió paso entre la multitud. El Conde le murmuró algo a la joven que la hizo fruncir el ceño mientras él se apresuraba a deshacerse de sus tenaces dedos, que luego transfirió al brazo libre de Edward antes de meterse entre la multitud tras los pasos de Rosalie. Y si bien toda aquella escena era muy reveladora desde el punto de vista de Bella, sólo hubo una cosa que notó en realidad. Edward se encontró acompañando por la feria a dos bellas mujeres.
Bella estaba tan absorta en sus desagradables pensamientos que no oyó a la persona que la llamaba hasta que ya la tuvo casi encima y se encontró mirando a un rostro muy conocido que no había visto en casi cinco meses. —Jacob. —Hola, Bella. —El noble le sonrió con dulzura y la expresión de sus ojos le dijo a Bella que se alegraba de verla, aun cuando la joven sospechaba que le había costado Dios y ayuda ir a hablar con ella, teniendo en cuenta el modo en que se habían separado y lo que ella le había revelado—. ¿Cómo estás? —Bien. —Jamás había esperado sentirse tan violenta en presencia de Jacob. Había habido un tiempo en el que los dos podían hablar de cualquier cosa. Y aunque había sido mejor que no se hubieran casado, Bella todavía echaba de menos sus conversaciones.
—Tienes buen aspecto —murmuró Jacob. —Tú también.
La expresión del joven era entrañable cuando le contestó. —Esto es muy incómodo, ¿no? —Sí. —Ojalá no tuviera que ser así. —Lo sé. —Bella le cogió la mano y se la apretó un momento—, sólo espero que seas feliz. ¿Lo eres, Jacob? —Bastante feliz, supongo. —Señaló con un gesto por encima del hombro, hacia un pequeño grupo de mujeres que se encontraban alrededor de la mesa de la adivinadora—. Mis hermanas me han obligado a venir. Afirmaban que estaba trabajando demasiado. Yo les dije que las habían puesto en este planeta con el único propósito de volverme loco. Bueno, ya ves quién ganó la discusión.
Virginia, la mayor de las cuatro hermanas, los miraba fijamente, con la misma expresión de desaprobación que le había dedicado a Bella la última vez que la había visto: el día que Virginia había acudido a su casa para decirle a Bella lo mala persona que era por hacer daño a Jacob, que nunca encontraría un hombre tan bueno y amable y que debería darle vergüenza. Y a Bella le daba vergüenza. No por ser honesta con Jacob sino por haber permitido que las cosas llegaran tan lejos y haber terminado haciéndole daño. Eso no se lo merecía. —Veo que Virginia no me ha perdonado.
Jacob le posó la mano en el brazo y Bella levantó la cabeza para mirarlo.
—No lo hace con mala intención. Solo se preocupa por mí. —Lo sé. Y me alegro de que tenga una actitud tan protectora contigo. —Bella dudó un momento—. ¿Jacob...? —¿Sí? —No es el perdón de Virginia el que quiero. Es el tuyo. Quizá sea demasiado pronto. Han ocurrido tantas cosas, han cambiado tantas cosas...
El joven se acercó un poco más a ella y la presión de su dedo bajo la barbilla
femenina le levantó la cabeza. —Debería ser yo el que te pidiera perdón a ti, Bella. —Pero... —Fuiste sincera conmigo. Era yo el que estaba ciego, me negué a creer que yo no te importaba, pensé que algún día llegarías a amarme, que de algún modo podría hacer que me amaras. Ahora me doy cuenta de lo absurdo que era. —Me importabas, Jacob. —Sí, lo sé, pero no del modo que yo esperaba. Pero no era culpa tuya. Sufriste mucho por mi culpa, Bella, y por eso, lo siento. No pretendía que ocurriera nada de esto.
Bella lo miró a los ojos y vio sinceridad. Con todo, lo que vio también le rompió el corazón. James todavía la quería. Persistía en él un hilo de esperanza y saber eso le dolía. No quería que aquel joven conservara la esperanza de que ella podía cambiar de opinión, de que algún día podría haber algo más entre ellos. Querían cosas diferentes y la desintegración de su compromiso siempre se interpondría entre ellos. Bella abrió mucho los ojos cuando Jacob bajó la cabeza hacia ella y se formó una protesta en sus labios porque sabía que iba a besarla. De repente, una mano grande y morena lo sujetó por el hombro y lo apartó de un tirón. La mirada de la joven voló al rostro furioso de Edward. Los ojos del Duque volaron en su dirección antes de concentrarse de nuevo en Jacob. —Tóquela, amigo mío, y quizá tenga que romperle hasta el último puñetero hueso de ese cuerpo.
La amenaza quizá hubiera tenido más peso si la sobrina de Bella no estuviera
acomodada sobre los hombros de su excelencia; los deditos de la niña se aferraban a varios mechones de pelo negro mientras miraba fascinada la escena, al igual que varias personas más que habían oído la advertencia de Edward.
—¿Y quién diablos es usted? —quiso saber Jacob cuando los dos hombres se
miraron, casi idénticos en altura y peso. —No se preocupe por quién soy. Sólo...
—¡Tío Jacob! —chilló Mary, que se retorcía de emoción y le sonreía a su otro tío honorario, un título heredado por cualquier varón que a la niña le cayera bien. Jacob se relajó un poco, levantó la cabeza para mirar a Mary y le guiñó un ojo.
—Hola, ángel. Te he echado de menos. —¡Yo también te he echado de menos! —Mary ladeó la cabeza y su lisa frente se arrugó en un ceño—. ¿Por qué ya no vienes a casa? La última vez me prometiste que me montarías a caballito y después ya no volviste. Mary no había comprendido del todo que Jacob ya no volvería de visita. Una vez que alguien formaba parte de la vida de Mary, la pequeña esperaba que siempre estuvieran allí.
—Lo sé, chiquitina, y lo siento mucho. He estado muy ocupado. Pero quizá pueda compensarte. Podemos dar un paseo por el parque en carruaje sí tu tía Bella nos acompaña. Incluso dejaré que lleves tú las riendas unos minutos. ¿Te gustaría?
Mary dio unos saltitos de felicidad y tironeó del pelo de Edward de la emoción. —¿Podemos, tía Bella? ¡Por favor!
Bella no podía creer que otro hombre hubiera recurrido a la debilidad que sentía por los hijos de su hermana para utilizarla contra ella. —Ya veremos, preciosa.
Por sorprendente que fuera, Mary no insistió más. —¿Ves lo alta que soy, tío Jacob? —dijo—. El tío Edward me deja montar en sus hombros y ni siquiera me riñó cuando se me cayó helado en su camisa.
Bella había estado evitando cuidadosamente tener que mirar a Edward, odiaba admitir que incluso había sentido un cosquilleo de emoción al ver lo posesivo que se mostraba con ella. Cuando al fin se encontró con sus ojos, estuvo a punto de estremecerse bajo aquella enérgica mirada. Y sin embargo, todo se había fundido en su interior. Jamás un hombre le había parecido tan entrañable como Edward en ese momento, con una inquieta Mary sobre sus hombros y lo que antes era una prístina camisa blanca luciendo una mancha del helado de su sobrina. Bella sintió el fuerte impulso de extender los brazos y abrazarlo, pero su intimidante expresión la contuvo. Jacob se volvió hacia ella. —¿Tío Edward?
Bella sabía lo que estaba pensando, que el otro ya lo había sustituido en su corazón. Solo rezó para que no hiciera también otro tipo de conexiones. Pero su plegaria llegó un poco tarde. —Es él, ¿verdad? —Sus palabras no fueron fuertes ni abrasivas, sino que habló en voz baja y con un matiz de dolor en la voz. —Sí —asintió Bella—. Así es.
Como si se diera cuenta de que al fin habían llegado al momento definitivo, Jacob le dedicó una triste sonrisa. Se inclinó hacia ella y le habló al oído.
—Espero que consigas todo lo que desea tu corazón, Bella. —Después se irguió y le dijo a Mary que la vería pronto, cosa que Bella sabía que era mentira, antes de fundirse con la multitud. La mirada de Bella lo siguió y la embargó una extraña sensación de melancolía, sabía que era muy probable que nunca más volviera a ver a Jacob. Una mano fuerte le sujetó el brazo y la obligó a mirar otra vez a Edward. No sabía lo que se reflejó en sus ojos o en su rostro, pero fuera lo que fuese, hizo que el Duque la soltase. Victoria se acercó con aire furtivo a Edward y le lanzó a Bella una mirada mordaz antes de hablar con un suspiro exagerado. —Pobre Jacob. Te quería tanto, hermana. La verdad, creo que todavía te quiere.
Bella nunca había sentido un deseo tan grande de abofetear a su hermana como en ese momento, pero Mary había visto a un comerciante que vendía manzanas de caramelo y pidió una. Tras lanzarle una mirada calculadora a Edward, Victoria abrió su ridículo. —Oh, vaya, al parecer no me he traído suficiente dinero. Lo siento, Mary, querida.
A Bella todo se le hizo un nudo por dentro. Sabía que su hermana había ido a la feria con dinero de sobra, la había visto servirse de la provisión que tenían para que el ama de llaves comprara cosas para la casa, dinero que Bella tendría que reponer o bien tendría que decirle a la señora Keaton que Victoria era una ratera de poca monta. Sin dudarlo, Edward le dio el dinero a Victoria, que le dedicó su sonrisa más coqueta antes de alejarse con aire majestuoso para comprarle a Mary su dulce. Mary, tan maravillosa, bonita e inocente, se inclinó sobre la cabeza de su excelencia y le dio un beso en la frente. Edward respondió con un beso en la mejilla de la niña. Fue la escena más conmovedora que Bella había visto jamás. Pero si esperaba que la dulzura de su sobrina ablandara a Edward, se había equivocado mucho porque la mirada que se posó de nuevo sobre ella fue una vez más turbulenta. —Así que era ese —dijo el Duque con sequedad.
Bella asintió, no quería hablar de Jacob. —Creo que te has ganado para siempre el corazón de Mary. —¿Y qué hay de ti, Bella? ¿Qué haría falta para ganar tu corazón?
El mundo pareció detenerse por un instante mientras Bella se preguntaba si Edward quería saber de verdad la respuesta. Pero Mary empezó a dar saltitos otra vez al ver regresar a su madre con su dulce, lo que puso fin de inmediato a lo que Bella había pensado decir. —Aquí tienes, cariño —gorjeó Victoria—. ¡Oh!
Su pie pareció enredarse en algo y estiró la mano para sujetarse en el hombro de Bella...
Y enredó la manzana de caramelo en el pelo de Bella. —¡Pero qué torpe estoy hoy! —Victoria abrió mucho los ojos, parpadeó y clavó una mirada impenitente en Bella—. Oh, querida... tu pelo.
Bella sentía el peso pegajoso de la gruesa capa dulce de la manzana aferrándose a su pelo y sintió que la envolvía una repentina oleada de angustia. —Maldita sea —maldijo Edward con fiereza; su mirada colérica cortó en seco a Victoria, que se estremeció. Bajó a Mary de sus hombros con un gesto ágil. Después metió la mano en el bolsillo, sacó otro billete pero en esa ocasión se lo dio a Mary en lugar de a su madre y le dijo que fuera a comprarse otra manzana.
Después se colocó junto a Bella y con una dulzura que la joven no esperaba, le quitó con todo cuidado el pegajoso dulce. Bella estiró la mano para tocarse el pelo y estuvo a punto de echarse a llorar cuando recorrió con la mano una mata sucia. Edward puso la manzana en la mano de Victoria y la dejó con la boca abierta de un modo muy poco atractivo al coger a Bella de la mano y llevársela de allí. —¿A dónde vamos? —preguntó con voz temblorosa, odiaba aquella lágrima gruesa que le rodaba por la mejilla, sabía que era una tontería llorar por una cosa así. Solo era pelo. ¿No se lo había dicho su padre más que suficientes veces cuando ella le rogaba que no se lo cortara? Y mientras se lo cortaba a tijeretazos con ella allí sentada, aturdida, negándose a mostrar emoción alguna. Su padre había querido quebrantar su voluntad, convertirla en alguien que no era, pero ella no pensaba darle esa satisfacción. Su testaruda negativa a doblegarse la haría merecedora de una buena tunda, pero ella la había soportado sin ni siquiera un gemido, porque hacer otra cosa habría sido una victoria para su padre. Edward maniobró, los metió entre dos casetas y se detuvo delante de un barril de agua. Bajó la cabeza y la miró con expresión lúgubre mientras le pasaba el pulgar por el rastro húmedo dejado por la lágrima. Un gota salada persistía en la comisura de sus labios y Bella se la lamió observando la mirada de Edward, que se había hundido hacia su boca, ojalá fuera lo bastante valiente como para envolver la boca del Duque con la suya. Quería sentir el calor que la había atravesado cuando él la había besado creyendo que era otra persona. Su cuerpo ardió con las imágenes de lo que podría hacerle a su excelencia en su papel de Meg, una necesidad que se iba haciendo más fuerte con cada momento que pasaba con él. Pero en ese instante, todo lo que podía hacer era rezar para no tener que parpadear, por miedo a que las restantes lágrimas que no había derramado le corrieran por las mejillas y el Duque creyera que era tonta y débil. —Date la vuelta —murmuró Edward y Bella obedeció sin hacer preguntas. Su excelencia cogió el cabello de la joven con una mano y Bella oyó el sonido del agua cayendo, y supo que el Duque estaba bañando las enmarañadas trenzas con todo cuidado. Su corazón se expandió con unos sentimientos demasiado fuertes para contenerlos. —Edward... —Su nombre quedó entrecortado en un sollozo. —Déjame hacer esto por ti. —La petición de Edward se parecía más a un ruego y Bella no tuvo valor para decirle que parara. El modo en que la tocaba era casi reverente, como si ella fuera algo muy querido y valioso. Quería apoyarse en sus manos, sentir aquellos dedos en su piel. Pero en lugar de eso, cerró los ojos y disfrutó de las sensaciones que le evocaba Edward. —¿Tendré que cortármelo? —La voz de Bella no era del todo suya cuando
Edward se acercó un poco más a ella, su cuerpo ardiente quedó a meros milímetros de la espalda femenina y su cercanía la hizo estremecerse.
—No —dijo el Duque sin gritar, con voz ronca—. No dejaré que nadie te corte el pelo.
Era como si estuviera hablando con la niña que había sido en otro tiempo, cuando él la envolvía en sus brazos y le prometía que algún día sería libre de la crueldad de su padre, que él cuidaría de ella, como siempre le había prometido...
antes de que las corrientes de la vida se lo arrebataran. —¿Todavía lo quieres, Bella?
A Bella le llevó un momento entender la pregunta de Edward, todos sus sentidos estaban absortos en la bruma sensual que creaban aquellas manos.
—No. —La palabra no tenía más peso que un aliento. —¿Lo quisiste alguna vez? —Le tenía cariño, pero no le amaba como él quería que lo hiciera. No del modo que lo habría hecho feliz algún día. —¿Entonces por qué te ibas a casar con él? —Era bueno conmigo. Me trataba como a una igual y no como a una niña a la que había que consentir y tolerar, o como alguien que se podía colgar del brazo como si fuera un adorno. Era un buen amigo. A veces... echo de menos esa amistad. Los dedos de Edward se quedaron quietos un momento. —Volvería a comprometerse contigo. Todavía te quiere.
Bella deseó por un instante poder negar que Jacob todavía la amaba. —Lo sé, y le hice daño cuando nunca fue mi intención. —¿Hacerle daño a él? —La voz de Edward adquirió un matiz de rabia—. ¿Y qué hay del daño que te hizo él a ti? Te abandonó el día de tu boda, por el amor de Dios. —No tuvo mucha elección. —Jesús, ¿qué estás diciendo? —No quiero hablar de ello. Por favor. —La joven rogó para que el otro no insistiera. Edward dejó escapar una palabrota antes de hacerle otra pregunta. —¿Habrías seguido adelante? —Sí —respondió Bella en un tono apenas audible—. Me había comprometido con él y si él no lo hubiera anulado, me habría casado con él.
Las manos que lavaban su cabello se tensaron a su alrededor y se hicieron casi duras. Quizá se lo merecía por lo que había hecho. —¿Por qué no me escribiste, Bella? ¿Por qué no me contaste lo que te estaba pasando? Habría estado allí, a tu lado. —¿Lo habrías estado? —¡Pues claro, maldita sea! ¿Por qué me cuestionas? ¿No estuve siempre a tu lado cuando eras niña? —Sí. Pero luego... las cosas cambiaron. Te fuiste. —Tuve que irme. —Sí. Por Victoria. —No. Por ti.
—¿Por mí? —Bella sacudió la cabeza, aquellos dolorosos recuerdos le provocaban un nudo en el pecho. —Sí, por ti. Jamás quise a Victoria. Ya te lo dije. —¿Entonces por qué le pediste que se casara contigo? ¿Por qué me heriste de ese modo? Dios, Edward... —La emoción embargó sus últimas palabras y amenazó con cerrarle la garganta. Jamás había esperado tener esa conversación con él, no esperaba volverlo a ver. Pero allí estaba, de regreso, y en su interior comenzaba a crecer algo que se negaba a soltarla, que la empujaba hacia delante quisiera ella o no. —Cometí un error, Bella. Un error estúpido y absurdo. No me di cuenta hasta que ya fue demasiado tarde y ya no había vuelta atrás.
¿De qué error hablaba? ¿Se refería a la mujer con la que lo había encontrado su hermana en la cama? ¿O... a una indiscreción con Victoria? Bella cerró los ojos. —¿Victoria y tú...?
Edward dudó y después le contestó con voz cruda. —Sí.
 Oh, Dios. Aunque había supuesto que Victoria y él habían hecho el amor, oír cómo lo admitía Edward era casi insoportable. —¿No me vas a perdonar? Perdonarlo. Una vez le había pedido la absolución. En aquel momento ella había sido incapaz de dársela. ¿Podría dársela ya? Los dedos de Edward le rozaron la base del cuello y le acariciaron la piel. A Bella le dio un vuelco el estómago, como si él se hubiera hecho con un rayo y enviara corrientes de chispas por sus brazos hasta recorrerle toda la columna. El cuerpo traidor de la joven respondió a su caricia, se le endurecieron los pezones contra la tela del vestido y que el cielo la ayudara pero quería que él le recorriera los hombros con las manos y fuera bajando hasta rodeárselos, que metiera las manos bajo la, de repente, tensa tela de su corpiño y acallara su tormento y que después sustituyera los dedos con la boca. Ojalá no hubiera saboreado en otro tiempo esa fruta, ojalá no entendiera cuáles eran los anhelos hacia los que la empujaba su cuerpo, ojalá no tuviera recuerdos que la atormentaran ni esas manos que le rozaban los costados con suavidad. —Bella... —El susurro de su nombre la envolvió como una dulce seducción. Abrió los ojos y se lo encontró delante de ella. Quería que la besara y no quería que fuera un beso dulce, no quería que la tratara como si se fuera a romper. Quería sentir su pasión, hasta el último y tosco gramo de esa pasión, que su cuerpo le dijera lo que sentía. Le pesaban los párpados, vencidos por el deseo cuando alzo los ojos hacia su atractivo rostro y vio una emoción allí que quiso creer que reflejaba la suya propia. —Por favor —murmuró Bella, rogándole algo que no tenía el valor de decir. La cabeza del Duque descendió; cada uno de los sentidos de la joven estaba vivo y anhelaba aquel momento, sabía que sólo en el beso de Edward podría encontrar lo que buscaba: la respuesta que rompería las cadenas que la habían atado durante tanto tiempo. —¿Tía Bella?
La voz sacudió a Bella como un caldero de agua helada. ¿Cómo podía haber olvidado que los niños estaban cerca? ¿O su familia? Oh, Dios. Estaba pasando otra vez. Todo aquello de lo que llevaba huyendo desde que tenía dieciséis años, antes de darse cuenta cuan profundo podía llegar el cuchillo del amor no correspondido, lo devastadora que podía ser la herida. Amar y que el ser amado no te correspondiera era una de las peores tragedias de la vida.


aki otro espero les agrade ya los proximos son los decisivos de la historia y muchas gracias por los comentarios  y esperome regalen uno *annel*

10 comentarios:

Vianey dijo...

Maldita Victoria siempre metiendose en lo que no le importa y haciendole daño a Bella, me encanto el momento de su platica tan sincera aunque fue dolorosa pero muy necesaria.

Gracias por la actualizacion doble.

Anónimo dijo...

La cosa se pone mucho mejor.

Anónimo dijo...

La cosa se pone mucho mejor.

lorenita dijo...

uff! no soporto a Victoria!!...si supiera Edward que era Bella y no Victoria en aquel jardín...sería distinto.....

brigitteluna dijo...

que le pasa a victoria..porque no aclaran las cosas de una vez..si edward recordara...seia feliz pero no el tonto confundio todo

nydia dijo...

dios como meencanta esta historia ....Besos...

Ligia Rodríguez dijo...

Muy buen capitulo, de verdad que las cosas se estan aclarando mucho, me encanta tu trabajo! Besos!!

nany dijo...

me encanto el cap

joli cullen dijo...

no entiendo me hace pensar q ella se acosto con ed pero el no sabe?q confuso

Unknown dijo...

hooo ando bien atrasada!! pero es que no me llegan las nitificaciones a mi correo snif...

bueno esa Victoria es una bit#$# siii que lo es!!! Edward despierta!!! estuviste con Bella!!!!

me voy a leer los otros capis!! =)

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina