domingo, 2 de octubre de 2011

La novia robada del highlander capitulo 1


¿Quizás debería quedarme aquí y asegurarme de que no tengas ningún inconveniente al entrar y salir de la tina? Prometo mantener los ojos cerrados.
Bella hubiese preferido que Edward la acompañase en la cálida y sedosa agua, y la idea de susurrarle una proposición indecente le bailó en la mente.
—Gracias, pero estoy segura de que estaré bien.
Una picara sonrisa curvó los labios de Edward.
—¿Has notado cuánto tiempo pasamos dándonos las gracias el uno al otro?
Bella no pudo evitar sonreír también.
—Bastante tiempo, creo.
—Uno podría pensar que estamos tratando de evitar otra cosa.
—¿Como qué?
Pero ella lo sabía. La conexión sexual entre ellos los había quemado como llamaradas desde el principio.
—Se me ocurren muchas cosas, pero no me siento dispuesto a discutir ninguna de ellas en este momento —respondió en un tono áspero.
El corazón de Bella dio un vuelco al ver la expresión en los ojos de Edward, y la respiración se le volvió superficial cuando él se acercó.
—Quizás deba tomar mi baño.
Él le rodeó la cintura con un brazo y la atrajo mucho junto a su pecho.
—Sé que he dicho que no lo volvería a hacer —murmuró contra los labios de ella—, pero parece que no puedo contenerme.
—Edward —gimió Bella, sabiendo lo que estaba pidiendo con esa simple palabra. No le importó…

Capítulo 1
Bella tuvo el sueño otra vez.
Era el mismo sueño que había tenido durante años; sin embargo, el final siempre se desvanecía, y la dejaba acalorada y sin aliento.
Ahora él era parte del sueño.
Los rostros se habían convertido en los suyos; la pasión era una llama abrasadora que le calentaba la piel y la despertaba con las prendas de noche pegadas al cuerpo.
Era una mujer de deseos secretos; una mujer con un instinto sexual agudo, que vivía sus fantasías privadas en las altas horas de la noche, en los más recónditos recovecos de la mente, donde podía ser descarada y audaz.
La sexualidad se había despertado en el interior de su cuerpo ingenuo cuando tenía dieciséis años. Había asistido a una velada con sus padres. Se había perdido en la enorme mansión y terminó en el extremo opuesto de la casa. Escuchó un ruido detrás de una puerta cerrada y pensó que encontraría allí a alguien que pudiera ayudarla.
Golpeó la puerta, pero los ruidos que provenían de la habitación solo se volvieron más y más fuertes. Escuchaba a una mujer gritar y temió que se encontrara en problemas, herida quizás.
Bella abrió la puerta y se topó con algo que le resultó devastadoramente excitante para los sentidos.
Una mujer, que solo llevaba puesto un delantal de criada alrededor de la cintura, estaba de rodillas frente a un hombre alto y de fuerte constitución, completamente desnudo. La cabellera dorada de la mujer se derramaba suelta por la espalda, y el hombre se aferraba a ella con una mano rolliza y le guiaba la cabeza hacia adelante.
Bella apenas pudo contener un grito ahogado de sorpresa cuando su pene, grueso y duro, desaparecía centímetro a centímetro en la boca de la mujer mientras los labios húmedos encerraban y lamían la brillante punta.
El hombre tenía la cabeza inclinada hacia atrás, los labios separados, y la respiración era un siseo quejoso al tiempo que el miembro se deslizaba dentro y fuera de la boca de la mujer, que lo guiaba con las manos y lo saboreaba.
Él le apartó las manos de un empujón y empujó hacia adelante de manera que el pene quedó completamente cubierto por los húmedos labios; los movimientos del hombre se volvieron más y más frenéticos hasta que un gemido se le derramó por los labios y una espuma blanca manó de la punta del miembro.
Bella permaneció de pie, conmocionada, sin poder moverse. Debió de haber hecho un ruido, porque el hombre lanzó una mirada hacia la puerta. El rostro no mostraba signos de ira.
En cambio, sonrió, como complacido de ser atrapado en tal lascivo acto.
—¿Te agrada lo que has visto, muchacha? —le preguntó con un tono profundamente áspero—. Regresa cuando necesites aplacar el latido entre las piernas. Big John te complacerá. —
Tomó el mentón de la mujer, que estaba aún de rodillas frente a él, y le dijo—: ¿No es verdad, querida?
La mujer miró a Bella con una ceja enarcada y una sonrisa picara.
—Oh, sí. Seguro que lo hará.
La risa de los amantes acompañó a Bella mientras se alejaba a la carrera por el pasillo, que solo se detuvo cuando le faltó el aliento. Estaba asustada; sin embargo, sentía un cosquilleo en los pechos, y una extraña humedad se le había acumulado en las partes pudendas.
Desde aquel día, lady Isabella Swan había utilizado sus sueños como una herramienta mientras esperaba por él: el indicado. El único hombre al que ella le concedería su virginidad.
Y, a medida en que la noche se convertía en la mañana, sus sueños se focalizaron en ese hombre. Un hombre que había salido de sus sueños y se le había aparecido en la vida real.
Tenía los ojos de color azul aterciopelado, penetrantes e intensos. El cabello, negro y brillante como el ala de un cuervo. El cuerpo de una elegancia tosca, musculoso, debajo del prolijo exterior. Su belleza ridiculizó a todos a su alrededor cuando le sonrió con un deje de picardía desde el otro extremo del salón.
Bella comenzó a temblar cuando se le acercó, sin poder quitar la mirada de admiración de su forma alta, notando que se desplazaba con una gracia despreocupada, dejándola un poco aturdida y apenas consciente de que su mejor amiga, Alice Brandon, estaba de pie a su lado.
El tutor de Alice, Jasper Whitlock, caminaba junto al oscuramente hermoso hombre.
Cuando el desconocido se detuvo frente a Bella y habló, con un tono de voz bajo y profundo que le recorrió los nervios de una manera de lo más desconcertante, ella lo supo.
Estaba condenada.
Bella pudo ver su propia perdición en la mirada calculadora que él echaba sobre ella, como si supiese un secreto que no tenía intenciones de contar.
—Edward —murmuró ella entre sueños, agitándose de manera irregular, reviviendo el beso que le había dado en el jardín de lady Senhaven. El aroma a madreselva los había envuelto, los invitados a no más de treinta metros de ellos; era un escándalo en ciernes porque ella permitió — no, le rogó— que él se tomase libertades, moviendo la cálida y gran mano desde la cintura hasta los senos, tirando de la tela para liberar los suaves cúmulos de los estrictos confines en que se encontraban, adorando la forma en que le tocaba los pezones con el pulgar, girándolos suavemente, dejándolos hinchados y en un dulce dolor mientras ella le guiaba la boca hacia ellos.
Una extraña sensación de abandono le recorrió el cuerpo, una excitación que era incapaz de controlar, al tiempo que posaba la mano por primera vez sobre la rigidez de un hombre. Sintió cómo el miembro se alargaba ante sus caricias, se maravilló por su tamaño in crescendo y por su propio poder de mujer.
¡Si las personas refinadas que bailaban en el salón supieran que ella no era aquella muchacha que habían etiquetado como inocente, criada y educada con delicadeza, elegante, grácil!
Una joven correcta.
Bella tenía miedo de permitir que incluso su mejor amiga, Alice, conociera el lado más oscuro de su naturaleza. Alice nunca la había juzgado, pero Bella temía que su amiga la mirara con otros ojos si supiese la mujer libertina que en verdad era.
El sueño se evaporó de repente y abrió los ojos con brusquedad cuando una mano se ciñó sobre su boca, el grito ahogado que emitió quedó atrapado bajo una palma callosa.
—Diga una sola palabra —siseó una voz de olor hediondo— y se arrepentirá, señorita.
Un extraño estaba de pie junto a la cama, vestido de negro con prendas sucias. Tenía la mitad izquierda del rostro oscurecida por las sombras.
—Levántese. Y en silencio. Hay un hombre que la espera con mucha impaciencia.
De un tirón, Bella fue forzada a levantarse sobre los pies desnudos; se sentía expuesta y aterrada pues solo llevaba puesto el camisón.
¡James la había encontrado!
Sabía que su hermanastro no había abandonado su persecución, persiguiéndola desde Cornwall hasta Londres, luego del fallido intento de secuestro en Moor's End, el hogar de Alice en Cornwall. Bella se había hospedado allí desde que se enteró del retorcido plan de James de contraer matrimonio con ella y asesinarla, para poder quedarse con su herencia.
La última vez que la había abordado, ella había peleado. Esta vez, iría en silencio, puesto que no podía poner en peligro a la gente que quería. Alice casi había acabado muerta al intentar protegerla durante el último ataque de James; esta vez, debía enfrentarse sola al cabrón.
Bella enderezó la columna cuando el hombre la empujó hacia la ventana. Tragó en seco para frenar el terror que sintió cuando miró desde la habitación en el segundo piso hacia el suelo más abajo, donde una soga de cáñamo se balanceaba de manera inestable al compás de la brisa de la noche.
—No diga ni mu —gruñó el secuestrador—, o la destriparé como a un pescado. Ahora salgamos por la ventana. —Le dio un empujón.
Bella se trastabilló hacia adelante. La mente le trabajaba febrilmente. ¡Si solo fuese más parecida a Alice! Ella había desarmado a los dos matones que el hermanastro de Bella había contratado para llevarla de regreso a la mansión Westcott.
—Salga por la ventana —exigió el secuestrador con un tono de voz que no dejaba lugar a discusiones.
—¿Puedo calzarme, al menos? —le preguntó Bella, mirándose los pies desnudos.
—No —le espetó—. Ahora, muévase. ¿O quiere que la ponga sobre mi hombro y la cargue hasta abajo?
Ella hubiese preferido arrojarse desde el techo antes que eso.
—Puedo sola, gracias.
Levantó el dobladillo del camisón y se sentó a horcajadas sobre el alféizar de la ventana, deseando con fervor que un caballero blanco apareciera de repente para rescatarla.
¿Dónde estaba Edward en ese momento? ¿Aún en el cotillón de la familia Duvall, coqueteando con lady Jane Windermere?
—No lo necesito, de todas maneras —murmuró.
—¿Qué ha dicho? —espetó el secuestrador.
Bella deseó con todas sus fuerzas poder borrarle el mohín en el rostro con un energético puñetazo en su ya torcida nariz, pero lo más probable era que solo lograra caer por la ventana.
—¿Seguro que esta escalera aguantará? Quizás debamos salir por la puerta principal.
—Jovencita —le dijo llevando el rostro muy cerca al de ella, con un aliento lo suficientemente fétido como para que una mofeta pusiera los pies en polvorosa—. Realmente está agotando mi paciencia, y eso no es bueno.
Con esa amenaza aún resonándole en los oídos, Bella probó la firmeza del primer escalón con el pie derecho, luego pasó la pierna izquierda hacia el otro lado. Se echaría a correr en el preciso instante en que los pies tocasen el suelo. Podía dejar a la bestia atrás con facilidad, ya que era bastante achaparrado y tenía un estado físico evidentemente deplorable.
El pie izquierdo acababa de posarse sobre el escalón cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe. Una figura surgió en el umbral, iluminada desde atrás por el parpadeante aplique en el pasillo, lo cual creaba una aparición amenazante.
Un destello de acero le dio la pauta de que un arma estaba siendo enfocada en dirección a ellos.
—Aléjate de la señorita —dijo la voz—, o te volaré la maldita cabeza.
«¡Edward! ¿Cómo había él…?».
El matón arremetió contra la ventana, obligando a Bella a echarse hacia atrás. Los pies resbalaron del escalón. Gritó cuando comenzó a caer, luchando por aferrarse a la escalera de cuerda y colgando de una mano.
El brazo de Edward se abalanzó a través de la ventana abierta para agarrarla con una mano.
—Sujétese —le dijo mientras luchaba con el hombre, quien un momento después gritó al caer por encima de la cabeza de Bella y golpear el suelo con un ruido sordo a huesos rotos.
Bella fijó la mirada en la forma inmóvil allá abajo. Los dedos se enroscaron alrededor de la soga con dolor; la fuerza de voluntad fue lo único que le evitó caer en el mismo destino. La mano de Edward le sujetó con firmeza la otra muñeca.
—La tengo.
Un instante después, Edward la alzó por la ventana y la estrechó con fuerza entre sus brazos.
Ella cayó sobre su pecho y cerró los ojos. Le temblaba todo el cuerpo.
Pasados unos momentos, Edward se alejó de ella con delicadeza para mirarle a los ojos.
Tenía una expresión de preocupación claramente grabada en el rostro.
—¿Está herida? —le preguntó.
—¡Cielo santo! ¿Qué sucede aquí? —gritó una voz.
Bella observó por sobre el hombro de Edward y vio a lady Rosalie de pie en la entrada de la habitación; llevaba suelta la larga cabellera caoba, que fluía sobre los hombros, y la bata le colgaba por detrás, lo que confirmaba que había salido de la cama de un salto.
—Un intruso se las ingenió para llegar hasta esta habitación —le explicó Edward.
—Dios santo. —Rosalie se apresuró a entrar en la alcoba y se arrodilló junto a Bella.
—Estoy bien —la tranquilizó ella.
—Ven, querida. —Rosalie insistió con gentileza, dándole golpecitos en la mano—.
Vayamos a la cama.
Edward alzó a Bella en brazos, ignorando las protestas. Una vez que estuvo colocada, le dijo:
—Registraré la zona y mandaré llamar al guardia.
—Gracias —le dijo Rosalie cuando Edward se retiraba de la habitación; el rostro del hombre era una máscara de mortal seriedad. Bella casi sintió pena por quienquiera que se cruzara con él.
¡Cómo deseaba no haberle permitido nunca a Alice que la hubiera convencido de venir a Londres! Solo había logrado involucrar a otra persona más en las intenciones maléficas de James.
—Lo lamento —dijo ella—. No deseaba que nada de esto sucediese. Me iré por la mañana.
Rosalie desestimó el comentario con un ademán de la mano.
—Tonterías. No te irás a ninguna parte. Si crees que voy a permitir que un simple cretino me asuste, entonces tienes mucho que aprender. —Como si Bella fuese una niña que necesitaba de sus cuidados, la dueña de la casa le acomodó los cojines detrás de la cabeza.
—Debería irme a casa —insistió Bella, a sabiendas de que nada la esperaba allí. Sus padres habían fallecido, y el hombre que la había tratado como su propia hija durante cinco años había muerto por enfermedad unas semanas atrás, dejando a Bella sola, sin nadie más que un hermanastro que deseaba verla muerta.
—¿A casa? —Se mofó Rosalie—. Eso está fuera de discusión. Piensa con la cabeza, querida. Este es el mejor lugar para ti. Edward es un púgil campeón. No permitirá que nada te suceda. Tampoco yo.
—Pero si algo te sucediera a ti…
—Nada me sucederá. Además, no me viene mal un poco de excitación en esta vida. Ahora asumo que esto fue obra de tu diabólico hermanastro, ¿no es verdad?
Bella asintió con un movimiento de cabeza.
—No sé cómo me encontró. El señor Whitlock fue muy precavido en cuanto a mi seguridad.
—Estoy segura de que así fue. Pero los hombres desesperados toman medidas desesperadas. La única salida que tenemos para ponerle fin a todas sus maquinaciones es atrapándolo.
—James es escurridizo. Siempre está un paso por delante.
—Entonces, necesitamos a alguien que esté dos pasos adelante. Alguien mucho más peligroso y despiadado que lo que James jamás será.
***
Edward observó su reflejo en el espejo sobre la repisa de la chimenea en la lujosa sala de Rosalie y vio a un hombre que había avejentado diez años en cuestión de minutos.
Una hora antes, había dejado la velada de la familia Duvall, incapaz de soportar la cháchara sin sentido de lady Jane Windermere, su amante ocasional.
Hubo un tiempo, no muy lejano, en que habría tolerado el incesante parloteo de esa mujer acerca de sí misma, a sabiendas de que una vez que la tuviese en la cama, de esa boca saldrían gemidos en lugar del cotorreo.
Sin embargo, había notado algo perturbador: una creciente sensación de aburrimiento del sexo apuesto. Y él era un hombre de enormes apetitos carnales, lo que le había otorgado un lugar en el exclusivo club de solteros los Buscadores de Placer. Los otros seis miembros eran sus mejores amigos en el mundo, a quienes confiaría su vida, y viceversa.
Pero su incomodidad ahondó más profundo, hasta un nivel que no quería examinar. Una necesidad había comenzado a gestarse en él, un deseo de realizar algo que ningún soltero devoto haría jamás.
Sentar cabeza con una sola mujer.
Imaginó unos ojos de verde fuego y una cabellera del rubio más pálido que llegaba hasta casi la cintura, como algunas bellas doncellas sacadas de un libro de antaño. Pero lady Bella Swan era muy real.
La había visto en el preciso instante en que entró en el salón de baile de Rosalie tres semanas atrás en la fiesta de presentación en sociedad de la protegida de Jasper, lady Alice.
Edward nunca antes había creído en los ángeles, ni en Dios en realidad, pero al ver a Bella se había vuelto creyente. Solo un poder superior podría haber creado algo tan excepcionalmente bello.
Pero fue mucho más que la belleza de esta mujer lo que lo atrajo; fue el toque de tristeza y vulnerabilidad que descubrió en sus ojos. Había sentido un enorme deseo de protegerla —incluso antes de que Jasper le hablara acerca del hermanastro asesino de la muchacha, James Westcott, un hombre que los puños de Edward deseaban encontrar.
Edward observó la soga que había arrancado de la ventana de la habitación de Bella. Si hubiese llegado unos segundos más tarde… No quiso pensar lo que podría haber sucedido.
Se preguntó cómo se sentiría Bella en ese momento. ¿Estaba aún asustada? ¿Lo necesitaba? Deseó con desesperación ir a verla, asegurarse de que se encontrase bien. Había estado a punto de sufrir un ataque al corazón cuando vio una pierna curvilínea pasar por sobre el alféizar de la ventana, y luego observó el rubísimo cabello que había imaginado tomar entre sus manos toda la noche.
Edward no sabía qué lo había llevado hasta su puerta. No había decidido a conciencia ir hasta la casa de Rosalie después de dejar la velada, pero allí es donde sus pies lo habían llevado.
Detrás de él, la puerta de la sala se abrió en silencio y luego se cerró.
—Veo que has aprovechado el licor.
Edward giró y observó a Rosalie mientras se deslizaba con una gracia sutil sobre el suelo.
Era aún una mujer de un atractivo espectacular, y muchos hombres habrían matado por tenerla, pero desde
la muerte de su esposo, había elegido quedarse sola. Él estaba agradecido de que hubieran podido ser amigos todos esos años.
—¿Me servirías uno para mí? —le preguntó.
—Ya lo he hecho —contestó, extendiendo el brazo tras él para tomar la copa.
—Siempre has sido un hombre de muchos recursos.
Edward señaló la puerta con un movimiento de cabeza.
—¿Cómo se encuentra ella?
—Dice que está perfectamente bien. Sin embargo, aunque es una muchacha de una fortaleza sorprendente, considerando todo lo que tuvo que vivir, dudo que se encuentre bien en absoluto. No quiere ser una carga para nadie, lo que solo empeora su lucha. Le vendría muy bien un protector, y rápido.
—¿Estás sugiriendo que yo asuma ese rol?
Rosalie sonrió con recato sobre el borde de la copa.
—No estoy sugiriendo nada por el estilo, milord.
Edward negó con un movimiento de cabeza.
—Siempre has sido una mujer reservada, lady Rosalie. Demasiado inteligente para el gusto de los hombres que te persiguen con tanto esmero.
Rosalie suspiró y se sentó en el sofá.
—Me temo que intentará irse.
Edward se había preocupado por lo mismo.
—¿Dónde podría ir?
Rosalie se encogió de hombros.
—No lo sé. No tiene a nadie. Su horrible hermano parece ser el único familiar que le queda. ¡Qué terrible es tener que vivir con miedo a la gente que debería protegerte y apreciarte!
Pues bien —continuó ella con un suspiro—, debo pensar en algo. Tú has hecho más de lo que te correspondía. Si no hubieses llegado allí en ese momento… —Se estremeció, luego ladeó la cabeza y arrugó el entrecejo—. ¿Por qué, exactamente, estabas tú aquí en la mitad de la noche?
—Me sentía inquieto, por lo que fui a dar un paseo.
—¿Un paseo, dices? —Una leve sonrisa se dibujó en las comisuras de los labios de Rosalie—. Qué conveniente.
Edward, molesto, le clavó la mirada.
—Sí.
—Pues bien —suspiró ella, poniéndose de pie—. Debo regresar a ver cómo está mi invitada. Y tú debes irte a casa. Si mal no recuerdo, mañana partes hacia Escocia.
—Sí. —Él había ido a Inglaterra solo para arreglar el asunto del patrimonio de su madre.
Ahora que todo estaba solucionado ya, no tenía razón para quedarse.
Excepto por Bella.
Algo en ella lo atraía. Nunca se había considerado a sí mismo particularmente heroico, aunque Jessica, la muchacha con la que había crecido, no estaría de acuerdo. Los cinco protectores hermanos mayores que ella, sin embargo, no opinaban como Jessica. Creían que él debía ser despellejado y colgado de los talones.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Rosalie, observándolo con el entrecejo arrugado.
—Bien. —Clavó la mirada en el trago—. Quisiera quedarme a pasar la noche en el sofá, asegurarme de que nada más suceda—. Cuando levantó la vista, encontró a Rosalie con una nueva sonrisa en los labios.
—Eso sería maravilloso. Me siento mucho más segura sabiendo que estás aquí, como también se sentirá Bella —agregó con intención—. Sin embargo, preferiría que durmieras en una cama, ya que tengo siete libres. ¿Quizás en la habitación junto a la de lady Isabella?
La tentación sería enorme, pero ¿qué excusa encontraría para rechazar la oferta?
—Eso estará bien. Gracias.
Edward salió de la habitación tras Rosalie; se decía a sí mismo que solo se quedaría allí hasta la mañana siguiente para asegurarse de que nada más sucediera durante la noche y para ver que
Bella se recuperara lo suficiente de la experiencia que le había tocado vivir. Una vez que supiese que ella estaba a salvo y cuidada, se marcharía.
Contrataría un protector para ella. Un hombre de la agencia Pinkerton, quizás. También conocía a un guardia de alto rango, quien se había independizado recientemente, un tío excelente con referencias impecables. Cualquiera de los dos iría bien.
Edward echó una mirada a la puerta cerrada de la habitación de Bella cuando Rosalie abrió la alcoba contigua y le invitó a entrar con un movimiento de cabeza. Al desearle las buenas noches, se preguntó por qué no se sentía cómodo en absoluto con su decisión.

espero me regalen un comentario y gracias por su apoyo

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena adaptacion... estaré al pendiente de las actualizaciones. Saludos"!
Catalina Lina!

Anónimo dijo...

muy bueno este primer cap e encanto es una segunda parte de alguna se me hace conocidad los nombres y los lugares

nydia dijo...

fantastica diria yo estubo genial me encanto....Besos...

Caresme dijo...

Se me hacen conocida la historia , no sera de la que acabamos de leer, pero aquie cambiaste los nombres Seducir a la doncella

Anónimo dijo...

Muy buenoooo siguele porfas me gusto mucho seduciendo a la doncella y estese nota sera interesante soledad

Vianey dijo...

Sin duda la adaptacion estara muy interesante; pobre Bella me da mucha su situacion.

Ligia Rodríguez dijo...

Ay es muy interesante todo! Pero Bella tiene demasiada mala suerte :s

ini narvel dijo...

Oie me ha encantado la verdad la trama esta muy buena esta adaptacion se ve bien ...esperare impacinete las actualizaciones...:)

Anónimo dijo...

hola espectacular el primer cap..... Quien es el/la autor/ra..... se me hace conocido pero no recuerdo el nombre.

karla dijo...

pork kiere los huesitos de bellita, por eso, me encanta muy buena adaptacion, y un giro inesperado de la historia ;)

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina