viernes, 14 de octubre de 2011

La novia robada del highlander capitulo 13

Capítulo 13
Bella observaba su reflejo en el espejo oval de la habitación. Creía que se vería diferente ahora que era oficialmente una amante, pero aunque el rostro que le devolvía el espejo se veía un poco pálido, parecía ser la misma muchacha que había sido el día anterior.
Se tomó su tiempo para vestirse y tomar el desayuno en la habitación mientras se alistaba para enfrentar a Edward después de las relaciones amorosas. Después de las maravillosas relaciones amorosas, se corrigió ella. El recuerdo le provocó un escalofrío en la piel.
Edward ya se había marchado cuando se despertó, y aunque sabía que era lo mejor, se había sentido extrañamente herida. Cuando no había estado llevándole el cuerpo hasta las alturas del éxtasis la noche anterior, la había acunado en sus brazos y habían conversado acerca de sus vidas.
Se enteró de cómo Edward había obtenido la pequeña cicatriz en el antebrazo cuando se enganchó con un anzuelo de pesca a los ocho años, y él descubrió la inclinación de Bella de llevar pantalones de hombre cuando nadie la veía. Edward había prometido robar un par para ella del mozo de cuadra, que tenía más o menos su tamaño.
Edward la hacía sentir segura; Bella deseaba que pudiera hacer lo mismo por él. No hablaron del incidente que había ocurrido en el pasillo este. Edward había acusado a su hermano, y aunque Bella podía ver cuánto disfrutaba Mike de aguijonear a Edward, había también observado dolor en los ojos de Mike. Incluso, si se había equivocado al prejuzgarlo, no podría haber golpeado a Edward en la cabeza y haber estado a la puerta de su habitación casi al mismo tiempo, ¿no?
Algo no estaba bien. Podía sentirlo en los huesos. En varias ocasiones del día anterior, se había sentido observada, solo para girar y no encontrar a nadie allí. Sin embargo, la sensación permanecía.
Pero, basta de eso. Debía dejar de esconderse en la habitación y enfrentar a Edward. Tenía que saber si él sentía por ella algo diferente ahora que habían intimado.
Abrió la puerta de la habitación y se encaminó por el pasillo. Los alrededores le habían resultado borrosos el día anterior. Ahora, se tomó un momento para admirar todo el lugar.
Algunos podrían opinar que los muros eran oscuros y espartanos, pero ella notó la historia detrás de los tapices que llegaban hasta el cielo raso. A pesar de estar descoloridos por el paso del tiempo, eran sorprendentes obras de arte. Las hachas de armas y los escudos con la insignia del clan mostraban el orgullo y el honor escocés, características muy presentes en Edward. Bella podía ver en sus ojos cuánto significaban para él el castillo Gray y su gente.
Sintió una punzada de dolor por la pérdida de su propia familia.
Su madre había mencionado a una tía abuela una vez. Quizás la mujer aún vivía. Sería muy anciana si era así, pero tal vez, le agradaría tener un pariente con ella para hacerle compañía durante sus últimos años. Bella podría ofrecerle sus servicios como dama de compañía; muchas mujeres solteras llevaban esa vida. Con el tiempo, se olvidaría de Edward. Se olvidaría cómo le hacía vibrar el cuerpo y lograba que su corazón hiciese cosas extrañas y maravillosas.
—Pensamientos tan profundos tan temprano en la mañana.
Sobresaltada, Bella se encontró cara a cara con Mike. Había sido sometida a sus costumbres salvajes en más de una oportunidad, pero no creía que tuviese intenciones de lastimarle con sus travesuras. A veces, parecía genuinamente adorable. Debía de ser difícil ser un paria.
—Veo que te asusté —dijo él, al parecer pidiendo disculpas—. No era mi intención. Pensé que me habías oído llegar. A mi hermano le agrada decir que camino con pasos de elefante.
—Estaba absorta en el arte que cuelga en este muro. ¿Es flamenco?
Mike observó el tapiz con evidente desagrado.
—Escandinavo, del siglo trece. Le fue entregado a uno de mis ancestros como presente por algunos miembros de la realeza. Si fuese mío, lo utilizaría como manta para caballos. Pero, ¡vaya!
Edward le tiene un cariño antinatural a esa cosa, probablemente porque yo la odio. Cualquier excusa es buena para irritarme, ¿sabes?
—¿En verdad crees que dedica tanto tiempo a la enemistad que ustedes comparten?
—El tío tiene otros intereses, las mujeres por ejemplo. Realmente les tiene mucho cariño.
Si Mike había tenido intenciones de que su comentario fuese un golpe certero, lo había logrado con creces. Bella sospechaba que las damas acudían en bandadas hasta Edward, pero él le había dicho que no había otra mujer en su vida, y ella le había creído.
—Francamente —prosiguió Mike—, lo que menos le preocupa son su casa y su gente. Sin embargo, por razones que nunca entenderé, su pueblo lo ama, despreciable rebaño.
Bella no creía que el rencor en la voz de Mike estuviese dirigido completamente hacia Edward.
—¿Has pensado alguna vez que si a ti te agradaran más los aldeanos, ellos te apreciarían más a cambio?
Mike se burló con desdén.
—¿Qué me importa si le agrado a esos mugrientos cretinos? No afectan mi vida.
—Pero es evidente que Edward sí, o no sentirías la necesidad de continuar con la hostilidad.
Un destello de furia cruzó brevemente por el rostro de Mike antes de que los labios se curvaran en una evidente media sonrisa.
—¿Fue esa tu manera amable de decirme que me he convertido en un bárbaro? Estoy de acuerdo contigo sin reservas. ¿Por qué insisto en hablar del muchacho cuando te tengo toda para mí? Es un misterio para la posteridad.
Sin previo aviso, le tomó la mano y se la llevó a los labios.
—Perdóname —murmuró mientras, le plantaba un suave beso en el dorso de la mano—. Me agradaría demostrarte lo bien educado y encantador que puedo ser, en verdad. ¿Quisieras ver los establos? Son impresionantes, especialmente porque he colaborado en su desarrollo. Nuestros caballos son lo mejor de la zona. Puedes elegir el animal que desees, y demos un paseo.
La invitación era sorprendentemente tentadora, en especial porque Bella se sentía más segura evitando encontrarse con Edward. No podía sacudirse de encima la injustificada sensación de sentirse herida. Era ridículo preocuparse por la vida que él había llevado antes de conocerla.
Edward no le debía fidelidad, y ella no debía creer nunca sería así. Se había ofrecido a él sin demandarle un compromiso; ahora, tenía que jugar de acuerdo a las reglas que ella misma había establecido. Lo que significaba que no podía posponer el encuentro.
—Gracias por la invitación —le dijo a Mike—, pero tengo que rechazarla por hoy. — Intentó retirar la mano, sin éxito.
—Mi hermano te espera, ¿no es así?
—Sí. Tenemos asuntos que discutir.
—Comprendo. —Pero, en lugar de soltarle la mano, dio un paso hacia adelante y las piernas de él le rozaron la falda del vestido de día—. Espero que me des la oportunidad de mostrarte mi mejor lado. Tengo uno, sí.
—Nunca he dudado de eso.
Él rió bajito.
—Eres una delicia, mi muchacha. El consenso general dice que soy la prole de Satanás.
—Tengo la sensación de que tú mismo has fomentado cualquiera que sea esa mala reputación que tienes.
Le acarició la palma de la mano con el pulgar.
—Eres perceptiva. He hecho la mayoría de las cosas de las cuales se me acusa.
—¿Y golpeaste a Edward en la cabeza ayer por la noche? ¿Debería ese incidente ser parte de tu haber?
La sonrisa se le esfumó de los labios.
—No, no tengo nada que ver con lo que le sucedió a Edward. Es evidente que tiene otros enemigos. No todos aman la conexión que tiene con Inglaterra.
Bella sabía que existía un serio desagrado por todas las cosas inglesas en el castillo Gray, y no se iba a engañar a sí misma creyendo que era bienvenida de brazos abiertos.
—Espero no haberte molestado —dijo Mike, tocándole con suavidad en el brazo—. No todos aquí tienen problemas con Inglaterra y su gente. De hecho, me siento bendecido por poder estar con una de ellas.
—Es muy amable de tu parte. Pero no hay necesidad de que sientas que debes protegerme de la verdad; la gente tiene derecho a opinar.
—¿Sin importar lo equivocada que esté?
—Sin importar eso. Ahora, si me disculpas. Debo irme.
—Te acompaño. Hemos sabido de personas que han sido tragadas por estos pasillos sin fin. Algunas de ellas frecuentan este lugar, condenadas a vagar sin rumbo por toda la eternidad, mientras sus restos se convierten en polvo en algún rincón olvidado hace mucho tiempo.
Bella rió al tiempo que avanzaban por el pasillo.
—Sí que tienes un sentido de lo dramático.
Mike no había mentido cuando dijo que el castillo consistía en un laberinto de pasillos conectados. Era sorprendente que la gente encontrara el camino correcto.
De repente, Mike giró hacia el muro y tocó un pequeño, casi desapercibido panel que, para el asombro de Bella, se hundió. Un instante después, una puerta oculta, esculpida con habilidad en la piedra, se abrió para ellos. Una persona podría pasar junto a ella y no notar jamás que estaba allí.
—No temas —dijo Mike al tiempo que la conducía hacia el oscuro pasadizo.
—¿Adonde nos dirigimos?
—Ya verás.
El camino era demasiado angosto como para que caminaran uno junto al otro, por lo que Mike se colocó tras ella, con la mano sobre la espalda de Bella, para guiarle. Estaban rodeados de tierra húmeda y oscuridad. La sensación de estar atrapada entre medio de la penumbra creció en su interior.
Bella estaba a punto de girar y correr de regreso por donde habían venido cuando vio una luz brillante al final de la quinta esquina.
Un minuto después, entraron a una rotonda. La habitación circular estaba rodeada de retratos que Bella asumió se trataban de ancestros de Edward. Una bruma dorada inundaba el piso de madera lustrada por los rayos que caían desde arriba.
Un techo en cúpula se elevaba sobre ellos muy en lo alto, sobre el cual un área abierta estaba tallada, permitiendo así que entrara la luz del exterior. Bella pudo imaginar la belleza de la luz de luna ingresando a través de esa pequeña esfera, derramando un destello plateado sobre el piso, la cual, notó ella, tenía un intrincado diseño en el centro, con incrustaciones de diferentes tonos de madera.
—Anteriormente había un altar en el centro de la habitación, allí donde está ahora el diseño en el piso.
—¿Un altar para qué?
—Sacrificios —contestó él sin vacilar.
¿Sacrificios?
—Animales —explicó él—, y quizás algún humano también. Antes, esta habitación estaba destinada a una secta secreta que la utilizaba para realizar rituales. Paganos que no creían en Dios.
Lady Elizabeth ordenó que fuera sellada.
—No la culpo. Es una cosa horrible para inmortalizar.
—A Edward tampoco le agrada demasiado esta habitación; siempre ha sido un poco impresionable. De todos modos, las habitaciones secretas necesitan pasadizos secretos. Mi padre solo reveló el paradero a unos pocos; creía que era divertido mostrárselos a los invitados.
—¿Y tú fuiste uno de esos pocos?
—Dios, no. El viejo trasgo no me lo habría confesado, y mucho menos me habría transmitido tal jugoso dato. Yo era un poco indiscreto en mis años mozos.
Mike se encogió de hombros.
—Me sorprende que Edward no haya ordenado sellar el pasadizo después de la muerte de mi padre. Probablemente se olvidó de que existía, y yo no tengo intenciones de recordárselo. Me agrada venir aquí de vez en cuando.
—¿Por qué me has traído aquí?
—Creí que te agradaría ver algo que solo unas pocas personas conocen. Y quizás porque quería pasar unos momentos más a solas contigo. ¿Estuve mal?
Definitivamente Mike tenía algo de sinvergüenza, pero ella no podía olvidarse de la imagen del pequeño muchacho que había tenido que pagar por los pecados de su madre.
—No —contestó ella—. Pero, en verdad, ya debo irme. Se está haciendo tarde.
—Y Edward se preguntará dónde estarás —completó él, con un tono de crueldad en la voz—. Comprendo. —Vaciló—. ¿Me responderías algo antes de marcharte?
—Por supuesto —contestó Bella.
—¿Tengo alguna oportunidad contigo? Quiero decir, ¿hay lugar para mí en tu corazón? ¿O ya está mi hermano afianzado allí con firmeza?
—Me agradaría que fueses mi amigo, si eso es posible.
—Pues bien, si no puedes ser mía, me tendré que conformar con tu amistad. No es que tenga tantos amigos como para rechazar a alguien que realmente me agrada.
Bella sonrió.
—Sabes lo que opino al respecto.
—Sí, solo me entorpece mi personalidad áspera. Pues bien, será mejor que te lleve a Edward.
No quisiera que el viejo espere demasiado. No es algo agradable de ver.
Luego de unos pocos minutos, habían salido ya del pasadizo y estaban de regreso en el camino original. Bella pudo escuchar la voz de Edward al acercarse a la oficina. La puerta estaba ligeramente entreabierta, y el sonido de la risa tintineante de una mujer flotaba hacia afuera, lo que hizo flaquear los pasos de Bella. Se detuvo en seco en la puerta; alcanzó a ver a Edward sentado en una silla, dándole la espalda al pasillo. Dirigía la mirada hacia la persona que permanecía justo fuera del alcance de la vista de Bella.
—¡Deberías haber visto a Malcom! —trinó una voz femenina—. Creerías que el bobalicón sabría a estas alturas que no debe molestar al gallo, ya que el estúpido es totalmente intratable. El macho se agitaba para atrás y para adelante en el gallinero, dando picotazos, graznando y haciendo un tremendo escándalo. Malcom gritaba como loco mientras escapaba de él como si la muerte misma personificada lo estuviese persiguiendo. Era digno de ver.
Edward rió con ella y el sonido profundo y resonante la hizo sentirse desconsolada. ¿Podría pertenecer esa mujer a la horda que Mike decía que Edward poseía?
—¿Quién es ella? —preguntó Bella, con un malestar instalándosele en el fondo del estómago.
—Es Jessica Trelawny —contestó Mike—. La prometida de Edward.

3 comentarios:

Vianey dijo...

Ahhh maldito y desgraciado Mike sin duda solo vive causando problemas; ahora si a Bella se le terminaran las esperanzas con edward y lo que es peor se sentira engañada.

nydia dijo...

dios ese maldito otra vez como dice semejante mentira a la pobre de Bella que pasará ahora....Me encanto gracias nena....Besos....

sory78 dijo...

Mike no ha podido ser mas cruel pobre Bella lo que va a pensar ahora que Edward la engaño para hacerla su amante. Me da mucha pena pues Edward tampoco la esta tratando bien.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina