sábado, 29 de octubre de 2011

La novia robada del highlander capitulo 20

Capítulo 20
Durante los siguientes dos días, Bella evitó encontrarse con Edward, se negó a mudarse a la habitación contigua a la de él y permaneció gran parte del tiempo en su alcoba.
Ambas noches lo había visto aparecer fuera después de la cena, que ella había tomado en la habitación. Bella se paraba detrás de las cortinas, con el corazón latiendo salvajemente. Él observaba su ventana directamente, sabiendo que estaba allí, mirándolo.
De tanto en tanto, Edward se marchaba, y ella se hundía contra el muro, se sentía como si cada gramo de energía le abandonara el cuerpo.
Alguien golpeó a la puerta, sobresaltando a Bella que estaba perdida en sus pensamientos.
—Adelante —gritó.
La joven criada que le ayudaba a vestirse estaba de pie en el umbral, mostrándose sumisa e incómoda.
—¿Sí, Margery?
—Perdón por molestarla, miladi, pero el señor me pidió que le dijera que el féretro de Carew ha llegado. Lo va a ubicar en la capilla, en caso de que deseé presentarle los respetos.
Bella había visto la capilla el día siguiente a su llegada allí, cuando Edward la había llevado a dar una caminata por los parapetos.
—Gracias, Margery. Me agradaría.
—El señor dijo que la llevaría allí, si vos querías.
—Creo que será mejor que presente mis respetos sola.
—Sí, señorita. —Asintió con un movimiento de cabeza y se marchó fuera de la habitación.
Bella tomó su chal. Los días se habían vuelto más fríos ya que los vientos de otoño soplaban de los Grampianos, y ella no tenía las prendas adecuadas.
Pero pronto estaría de camino de regreso a Londres. Rosalie le había escrito, con la esperanza de que pudiesen pasar algún tiempo juntas en su propiedad en Hampshire.
Unos meses de calma en el ámbito tranquilo en las afueras de Londres, le haría mucho bien. Le daría tiempo para dejar atrás los recuerdos y decidir qué haría a continuación.
Los pasillos se habían vuelto más familiares para ella, y pronto estuvo fuera. Elevó el rostro hacia el sol de la avanzada tarde.
Caminó hacia la capilla, intentando no notar las miradas curiosas que los aldeanos echaban en su dirección. Al menos no estaban todos fulminándola con la mirada como lo hicieron el día que llegó. Era evidente que no sabían qué pensar de ella. Ni Bella misma lo sabía. ¿Era una invitada de la casa? ¿Una amante? ¿O simplemente una intrusa que ellos deseaban que se marchase?
Unos pocos momentos después, vio una colina que se elevaba en el lado este del castillo.
Bella se detuvo para admirar la vieja iglesia, el chapitel era como un largo dedo que apuntaba al cielo, el sol descendía por detrás, dejando una deslumbrante colección de rojos, rosados y dorados.
Se apresuró hacia la colina. Le faltaba un poco el aliento para cuando llegó a la cima. Las puertas estaban abiertas de par en par, y pudo ver el hermoso féretro frente al altar. Un gran número de velas habían sido encendidas, creando un resplandor oscuro y destellante cuando Bella ingresó.
Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que Bella estuvo en una iglesia.
Durante el pasado, la iglesia se había convertido en un lugar de tristeza para ella, ya que había enterrado a su madre, y luego, a su padrastro.
Sin embargo ahora, una sensación de paz le inundó el cuerpo. Parecía que lo que había evitado era exactamente lo que había necesitado.
Caminó con lentitud por el pasillo hacia el ataúd de Carew. La luz del menguante sol enviaba prismas a través del mural del vitral detrás del altar.
Bella se detuvo para admirar el hermoso ángel alado con el rostro mirando al cielo, un rayo de luz blanca brillaba sobre él y los brazos extendidos hacia arriba como si estuviera llevando las almas de los muertos hacia donde pertenecían.
—Me recuerda a ti —dijo una voz.
Bella giró sobre los talones, el corazón se le detuvo un instante cuando vio a Edward de pie en el umbral de la puerta abierta.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Bella cuando él caminó por el pasillo hacia ella.
—He venido a ver a Carew.
—Pero… ¿No te ha dicho Margery que quería estar sola para presentarle mis respetos?
—Quería verte. Has estado evitándome, y quiero saber por qué.
Bella giró hacia el féretro de Carew y apoyó una mano sobre la tapa cerrada.
—He tenido muchas cosas que pensar.
—Yo también —dijo él, acercándose tanto a ella que Bella podía sentir el calor que él irradiaba—. ¿No crees que deberíamos conversar acerca de lo que sucedió el otro día?
Bella se alejó un paso.
—No es el lugar apropiado.
—Dime dónde es y allí estaré. Necesitamos discutir sobre eso.
—¿Por qué? No tenías por qué decir lo que dijiste esa noche, ¿por qué lo hiciste entonces?
Edward la observó sin entenderla.
—¿Por qué un hombre le propone a una mujer ser su esposa?
Caminó hacia ella pero se detuvo cuando Bella extendió una mano.
—¿No puedes simplemente olvidar lo que has dicho? —le preguntó casi como un ruego—.
¿Por qué no podemos solo disfrutar de la compañía del otro hasta que tenga que partir?
—¿Dices que prefieres ser mi amante en lugar de ser mi esposa? ¿Es eso?
Bella tragó el bulto seco que sentía en la garganta.
—Sí.
Un músculo se tensó en la quijada de Edward.
—Entonces, ¿esa es la razón por la cual me has estado evitando? ¿Porque quiero más de ti?
Ella asintió con un movimiento de cabeza.
Él emitió una risa corta y amarga.
—¡Maldición, sí que es divertido! Aquí me tienes, evitando con destreza los lazos de la dicha matrimonial, y en el instante en que encuentro una mujer que podría cambiar todo eso, es ella la que está evitándola.
Edward se peinó el cabello con la mano y observó la imagen del ángel del vitral.
—Bien, como tú quieras.
Bella debería haberse sentido aliviada; sin embargo, quería que él se retractase de sus palabras, aunque sabía que éralo mejor.
—Buenas noches —murmuró Bella—. Te veré en la mañana.
Solo había dado unos pasos cuando él dijo:
—Te veré mucho antes que la mañana, miladi.
El tono de la voz de Edward obligó a Bella a girar lentamente para enfrentarlo.
—¿Perdón?
—La medianoche me parece más adecuado.
—¿Para qué? —preguntó ella, una sensación de incomodidad se comenzaba a gestar en ella.
—Para hacer el amor —contestó él—. Eres mi amante, por si no lo recuerdas.
Se alejó a grandes pasos por el pasillo hasta desaparecer en la oscura noche.
—s–
Bella caminaba de un lado al otro de la habitación una hora antes de la hora en que Edward llegaría. Le había enviado una nota poco después de haber regresado del encuentro en la capilla, explicándole que tenía dolor de cabeza y que no podría recibirlo.
La respuesta llegó en minutos. Se presentaría a la medianoche, como habían acordado, y se encargaría de su bienestar. No podría dormir sabiendo que ella no se sentía perfectamente bien.
En otras palabras, no le creyó la mentira, y tenía toda la intención de hacerle cumplir sus palabras.
Bella contempló la idea de recibirlo vestida con el salto de cama, el camisón y las  chinelas menos atractivas, pensando que eso quizás lo desalentase.
—En absoluto —murmuró para sí misma. Sin dudas, la tomaría de todos modos.
Tal pensamiento provocó un estremecimiento en Bella. Sin importar qué otra cosa pudiera interponerse entre ellos, en la cama eran perfectos el uno para el otro. Nunca se podría haber imaginado los sentimientos que Edward provocaba, con cuánta habilidad podía hacerle cantar el cuerpo. Y para su sorpresa, parecía que ella hacía lo mismo con él. Le había dado el coraje para ser aun más atrevida, lo que le había resultado en los más sorprendentes beneficios.
Abanicándose el rostro con la mano, Bella se dirigió hacia las puertas francesas y las abrió de par en par, dejando que la fresca brisa de la noche le bailase sobre la piel.
Cerró los ojos y respiró profundamente. La poseyó una sensación de calma, y supo que no se negaría a Edward. No quería pelear con él, ni pelear contra lo que estaba sintiendo. Quería disfrutar el tiempo que les quedaba juntos. Le daría recuerdos, de la misma manera que tomaría recuerdos ella para llevarse consigo.
En paz, abrió los ojos… y cayó hacia atrás sobre una silla, con un grito gestándosele en la garganta al tiempo que una mano se le aferró a la boca para silenciarla.
—¡Qué agradable! Mi adorada hermanastra ha sido encontrada. No puedes imaginarte lo preocupado que he estado por ti. Pero estoy aquí, para cuidarte. Entonces, no te resistas. No soy una persona muy agradable cuando me enfado.
Mientras James la miraba con odio, Bella sintió que el cuerpo se le adormecía, y se dio cuenta, al tiempo que comenzaba a desplomarse sobre una silla, que él tenía un trapo que olía raro sobre su boca y su nariz.
Luego, todo se volvió oscuro.
—s–
Edward tenía la mirada fija en las llamas parpadeantes en la chimenea, con los pies sobre el escritorio en el estudio y un brandy tibio en la mano. Para cualquiera que lo mirase, podría parecer un hombre muy ufano, pero por dentro, estaba furioso y confundido.
¿Qué demonios estaba haciendo Isabella con él? Cuando estaban juntos, parecía que a ella le interesaba, que quería estar con él tanto como él quería estar con ella. Había habido una conexión desde el momento en que se conocieron. Sabía que era la indicada.
No quería creer que ella no sentía lo mismo. Estaba seguro de que había algo que no le estaba diciendo, algo que la mantenía a distancia. Pero, ¿qué?
Si amaba a otro hombre, ¿por qué le había entregado su virginidad a Edward? No parecía factible; Bella tenía demasiada integridad.
Esa noche, averiguaría qué era lo que le impedía contraer matrimonio con él.
El crujido de las bisagras de la puerta obligó a Edward a girar. Creía que todos estaban ya acostados, en especial ese visitante en particular.
—¿Nate? —Edward podía ver lágrimas en los ojos del muchacho.
Caminó hasta donde estaba el niño, agachándose frente a él y tomándole los delgados brazos con las manos—. ¿Cuál es el problema?
—¿Sos mi padre?
Si el muchacho lo hubiese pinchado con una púa, Edward no habría estado tan sorprendido.
Alzó al niño en brazos y se sentó en una silla junto al fuego, ubicando a Nathaniel sobre su regazo y corriéndole el cabello de la frente.
—No —contestó con amabilidad—. No soy tu padre, Nate.
Nate lo miró fijamente con sus enormes ojos marrones.
—Pero escuché al señor Carlisle decir que lo eras.
Todo el interior de Edward se acalló.
—¿Escuchaste eso? ¿A quién?
—Estaba hablando con mi madre. Le gritó que tenía que guardar el secreto o se iría a la tumba con él.
—¿Cuándo sucedió esto?
—Poco después de que la señorita Isabella y el señor Mike se marcharan en su búsqueda.
Durante todos los años que Caroline había vivido en el castillo Gray, él no podía recordar a Carlisle siquiera reconocer que ella existiera, mucho menos hablar con ella. Para Carlisle, los sirvientes y los niños no existían para ser vistos ni escuchados.
¿Habría Nate malinterpretado algo que escuchó? Carlsile sabía que Edward no era el padre de Nathaniel; él había estado en el exterior el año anterior y el posterior al nacimiento del niño.
—¿Es por esto que estás despierto tan tarde? —preguntó Edward.
Nate negó con un movimiento de cabeza.
—Mi madre se marchó.
Edward arrugó el entrecejo.
—¿Se marchó?
El muchacho asintió.
—Todo el día. Me besó en la frente y me dijo que fuese un buen niño, y se marchó. No ha regresado aún. ¿Sabes dónde está?
Edward le cortaría la cabeza a Carlisle. El trabajo de su tío era encargarse de las cosas que Edward no podía.
—No, pero la encontraremos. No te preocupes. Ahora, ¿por qué no regresas a la cama, sí? Nate bostezó y se frotó los ojos.
Edward lo abrazó, sintiéndose reconfortado cuando el niño le apoyó la cabeza sobre el hombro. Los pequeños dedos del muchacho se aferraron a la camisa del hombre.
El reloj sobre la repisa de la chimenea marcó las doce al tiempo que Edward caminaba a pasos largos hacia las escaleras traseras para llevar al niño a su habitación. Su encuentro con Bella tendría que posponerse, pero ella comprendería. Le había tomado mucho cariño a Nathaniel; era difícil evitarlo.
Pronto, llegó a la alcoba de Nate. Una gruesa vela casi completamente consumida iluminaba junto a la cama. Una invisible corriente de aire la hacía parpadear. La cama frente a la de Nathaniel estaba notoriamente vacía. ¿A dónde había ido Caroline? ¿Por qué? ¿Algo la había asustado?
Edward depositó al muchacho sobre la cama con cuidado, acomodando las mantas alrededor de los hombros del niño.
—¿Tienes sueño? —murmuró Edward al observar los somnolientos ojos marrones de Nate.
El niño asintió con un movimiento de cabeza.
—¿Se quedará aquí hasta que me duerma?
Edward no tuvo el valor para negarse a tal pedido, aun cuando estaba ansioso por encontrar a su tío.
—Por supuesto.
Nathaniel intentaba con valentía mantener los ojos abiertos; parecía no querer que Edward se marchara de su vista.
—No me iré —lo tranquilizó Edward en voz baja.
En el preciso momento en que el niño parecía haberse quedado finalmente dormido, Nate murmuró con una voz confusa:
—Si fuese su hijo, ¿me amarías?
La pregunta pegó de lleno en el pecho de Edward.
—Te amaría con todo mi corazón, como te amo ahora. Nunca estarás solo, Nate. Siempre me tendrás.
Nate sonrió al tiempo que se le cerraban los ojos.
Edward se inclinó hacia adelante y lo besó, luego se incorporó y apagó la vela de un soplo.
En silencio, cerró la puerta. Si Carlisle estaba dormido, pronto estaría despierto. Eso no podía esperar hasta la mañana.



3 comentarios:

Vianey dijo...

Oh por dios!! que capitulo tan interesante, pero sin duda lo ultimo estuvo lindisimo.

sory78 dijo...

Ay por Dios..... James la encontro y Edward sin enterarse de nada pobre Bella

Anónimo dijo...

Hola me llamo Conchi y acabo de encontrar tu blog viendo el enlace en tu página de fanfiction.
Estoy leyendo la historia EL JUEGO DE SEDUCCIÓN y al ir a leer el capítulo 5 resulta que me sale LA NOVIA ROBADA DEL HIGHLANDER cap. 20.
He mirado por si solo era un capítulo pero en el capítulo 6 me sale lo mismo.
Podrías decirme como leer estos capítulos o es que está mal el enlace?
Espero que me ayudes
Mi email es conchiheru@hotmail.com
Espero tu respuesta. Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina