Capitulo
4
Edward
Aunque no
entendía las emociones de otras personas, entendía las mías muy bien. Y justo
ahora, estaba decepcionado.
—Explícate
—ordené.
Su
cabello aún cubría la mayor parte de su rostro, pero podía ver un gran ojo
verde mirándome con disimulo. Se veía asustada.
No. Por
la manera en que sus manos se sacudían y su pecho jadeaba, me golpeó que no
estaba asustada. Estaba aterrorizada.
Asintiendo
hacia la cartera en su mano, hablé más suave esta vez.
—Eso es
de mi hermano.
Sus
hombros se desplomaron. Pronunció un quedo pero arrepentido:
—Lo
siento.
Dando un
paso adelante, le quité la cartera de la mano y levanté la otra. Ella
renuentemente puso un billete de cien dólares dentro de ésta y se alejó de mí.
Abrí la cartera de Emmet y me quedé quieto.
Miré
hacia la chica. Había bajado su mandíbula para evitar mirarme.
—Hay un
montón de dinero aquí.
Ella
asintió. Pregunté:
—¿Por qué
no lo cogiste todo?
Cuando
levantó la vista hacia mí, sus ojos se llenaban de lágrimas y susurró un
tembloroso:
—Sólo quería
algo para comer.
Una
onda de emociones corrió a través de mí. Primero, enojo, luego tristeza, y
después algo que no podía explicar. Una actitud protectora, tal vez.
—Estás
hambrienta —una declaración, no una pregunta.
Asintió
una vez más y estaba hecho.
La
chica se había convertido inesperadamente en mi responsabilidad.
***
Isabella
Unos
dedos amables se posaron debajo de mi barbilla levantando mi rostro hasta que
no pude evitarle más.
Habló
en perfecta calma.
—Tienes
dos opciones. —Me le quedé mirándolo, confundida. No me di cuenta de que tenía
otra opción—. Puedo llamar a la policía y hacer que te arresten. —Casi fruncí
mi nariz, pero me detuve a tiempo. No me gustaba esa opción—. O puedes trabajar
para el club, hacer dinero y levantarte —agregó—. No volverás a estar sin
comida.
¿Estaba
loco este tipo? Mi mente se quedó boquiabierta. Como si tuviera que pensar en
qué opción preferiría.
Luego
él agregó una tercera opción, tomando el billete de cien dólares que yo había
robado y sosteniéndolo en lo alto.
—O
puedo darte esto, irte y desaparecer en la noche. —Sus ojos estaban centrados en
mí—. Cien dólares te conseguirán más que una comida caliente.
Mi
cabeza voló. Estaba segura de que esto era un truco.
Cien
dólares eran suficientes para mantenerme por un rato pero un trabajo, un lugar
donde quedarme y comida. ¿Cómo podría dejar pasar eso?
Oh,
Dios, la comida era importante para mí.
Tragué
fuertemente.
—La
opción B suena bien.
Él
pareció complacido.
—Eso
pensé. —Extendió una mano—. Ven por acá.
Tirando
de mis mangas sobre mis manos, me alejé de él.
—Espera. ¿Qué clase de
trabajo? Yo… —Mi tren de pensamiento se fue a otra parte y me ruboricé—.
¿Bailando? ¿Como esas chicas de allá?
Sólo
una ceja se levantó.
—¿Crees
que quiero que te desnudes?
Mi
rubor se convirtió en un sonrojo completo y sentí mi cuello calentarse.
Por
supuesto que no quiere que te desnudes. No eres exactamente Jennifer Lopez.
—No
quiero que te quites la ropa. Quiero que te mantengas vestida. —Se veía
indignado de que incluso sugiriera eso—. Completamente vestida —agregó de forma
exasperante, y la mortificación hizo que mi estómago girara—. Atenderás el bar.
—No
sé cómo.
Su
mirada era terminante.
—Aprenderás.
Eso
no sonaba mal. De hecho, sonaba genial. Él levantó su mano una vez más y,
manteniendo mi mano cubierta con mi manga, puse la mía en la suya. Cuando su
mano caliente envolvió la mía, me di cuenta de cuán grande era. No me tomó
mucho asimilar el resto de él. Era alto, alrededor de metro ochenta más o
menos, tenía los hombros anchos, caderas estrechas, piernas largas y un rostro
severo. Estaba vestido con un perfecto traje negro hecho a la medida. Tenía que
serlo. No parecía como si este tipo pudiera comprarlos en tiendas normales.
Lancé una mirada a su rostro, y sus ojos café claros me miraron fijamente.
Un
escalofrío recorrió mi cuerpo. Su rostro aparentaba ser severo. Sus pómulos
eran altos, su mandíbula era fuerte, su nariz un poco torcida, y tenía labios
generosos. Su piel estaba ligeramente bronceada y perfecta; no tenía ninguna
arruga por sonreír. Era como si no sonriera nunca.
De
repente me golpeó. ¿Por qué un hombre que vestía de traje y hablaba con tanta
clase ayudaría a una chica sin hogar a la que había atrapado robando?
Quité
mi mano de la suya.
—Si
esto es un truco…
Mi
cabello cubría la mitad de mi cara, pero podía ver la repentina inclinación de
su cabeza y el estrechamiento de sus cejas. Le dije con honestidad:
—Si
quieres llamar a la policía, llámalos. Te prometo que me quedaré y les diré que
robé la cartera.
Bajé
mi cara y agregué pensativamente:
—Ellos
podrían alimentarme —le lancé una mirada de nuevo—, pero darle esperanzas y
hacer bromas así a alguien que no tiene nada… es cruel.
Me
miró por un largo momento antes de tomar mi mano de nuevo, sin permiso debo
agregar, y declarar:
—No estoy mintiendo.
Dijo
esto con tal seguridad, que me hizo inclinarme a creerlo. Me sacó del baño y me
llevó por el pasillo antes de que le preguntara quedamente:
—¿Por
qué me estás ayudando?
Sin
mirarme, continuó guiándome y respondió:
—Te
ves como si necesitaras ayuda.
Edward
Mientras
más tarde se hacía, el bar se volvía más tranquilo. El recuerdo de Riley se
había celebrado hasta tarde en la noche, y mientras los clientes decidían que
eso era todo por ese día, el club permanecería abierto hasta las 3 a.m., a
pesar de que estuviera vacío.
Llevé
a la chica de regreso a la pista, y no pude dejar de notar lo pequeñísimas que
era su mano. Me gustaba la manera en que se sentía en la mía. Lo que no me
gustaba era lo fría que estaba su piel. Tendría que comprarle un abrigo más
cálido.
La
miré. Olvida eso. Tendría que comprarle un abrigo, cualquier maldito abrigo, de
su talla.
Al
borde del vestíbulo, me incliné sobre el oído de la chica y ordené: “Quédate
aquí”, y luego caminé para encontrar a Rosalie detrás del bar. Su rostro se
iluminó al verme.
Mi
labio se curvó. Me agradaba Rosalie. Siempre había sido buena conmigo. Nos
conocíamos desde que éramos niños, y su hermano, Jasper, era algo así como un
miembro honorario de la familia y podías encontrarlo en nuestra casa, comiendo
con nosotros.
—Oye,
Edward —dijo empujando gentilmente su largo y ondulado cabello rojo sobre su
hombro. Soltó una exhalación, haciendo volar un poco de su flequillo sobre su
frente—. ¿Qué noche, eh?
Me
gustaba la manera en que Rosalie hablaba. Siempre me calmaba. Tenía una
entonación suave en su voz que en un punto llegué a creer que era un ángel.
—Hola,
Rose. —Le tendí la cartera de Emmet—. ¿Puedes asegurarte de que mi hermano
tenga esto?
Ella
sonrió dulcemente.
—Por
supuesto. ¿Has terminado por esta noche?
Asentí.
—Que
tengas buena noche.
Su sonrisa se disipó con mi
despedida apresurada. Habló bajo:
—Tú
también, guapo.
Caminando
de regreso hacia la chica, casi me sorprendí de verla aún parada allí,
mordiendo nerviosamente su pulgar. Parte de mí pensaba que desaparecería
mientras le daba la espalda. Pero en su estado lamentable, sabía que lo más
probable era que no tuviera a dónde ir.
Levanté
mi mano, y ella puso la suya pequeña en la mía sin preguntar. Y, maldita sea,
eso me satisfizo. Inmensamente. Caminamos tomados de la mano por el
estacionamiento, donde esperaba mi Chevrolet Camaro. Apreté el botón de mis
llaves y un pitido sonó dos veces, luego abrí la puerta del pasajero para la
chica, ayudándola a sentarse.
—Abróchate
el cinturón.
Tal
vez debería preocuparme que ni siquiera dudara en subirse a un coche con un
completo extraño. Pero era obvio que cualquier lugar era mejor que aquí.
Una
vez sentado encendí el coche y conduje para salir del estacionamiento. Sin
preguntar, manejé por la calle hasta el bar de hamburguesas abierto las
veinticuatro horas y pasé por el servicio de ventanilla. Cuando me detuve para
pedir, me giré hacia la chica.
—¿Quieres
algo en particular?
Ella
leyó el menú, pero negó con la cabeza. Se lamió los labios.
—No
soy exigente.
Le
pedí la hamburguesa más grande, tamaño supremo, y una hamburguesa de queso
extra, por si acaso aún tenía hambre después. Lo dudaba. La chica era
positivamente diminuta. Una vez llegó la comida, se la pasé, y ella sostuvo la
bolsa de papel cerca de su pecho como si estuviera preocupada de que alguien se
la fuera a quitar.
Esperé.
Y esperé. Y esperé.
Mis
cejas se juntaron cuando estacioné el coche.
—¿No
vas a comer?
Sus
ojos se movieron de aquí para allá. No dijo nada por un momento antes de que
murmurara incómodamente:
—No
quiero ensuciar tu coche.
El
gruñido alto de su estómago fue la objeción más clara que he oído en mi vida.
La
alcancé, abrí la bolsa, saqué la hamburguesa, la desenvolví con cuidado y se la
pasé de regreso. La tomó con manos temblorosas, cerró sus ojos, y tomó un gran
bocado, masticando despacio.
Comió sin hacer ruido. Abrí
mi ventana, encendí la radio y esperé pacientemente. No podía evitar mirarla
comer de vez en cuando. Era tan silenciosa.
Pasaron
unos minutos, y me giré para ver cómo le estaba yendo con su comida, y mi pecho
se encogió.
Sus
hombros se sacudían con delicadeza mientras lloraba en completo silencio,
comiendo mientras tanto. Debió sentir mis ojos sobre ella porque se giró hacia la
puerta del pasajero, con su espalda hacia mí, mientras su aliento se trababa
silenciosamente cuando lloraba.
Este
era uno de esos momentos que lo hacían para mí. Estaba oficialmente abrumado.
No sabía qué hacer. No tenía ni idea, y eso hizo que la irritación creciera
dentro de mí.
Tomé
el pañuelo decorativo del bolsillo de mi pecho y lo sostuve entre mis dedos,
pasándoselo gentilmente. Ella lo tomó, susurrando un bajo “Gracias”, y luego
salí del coche para darle algo de tiempo para que se recuperara de sus
emociones.
Pasaron
diez minutos, y miré dentro por la ventana para ver a la chica sentada en
silencio, con sus manos apretando la bolsa de papel fuertemente. Volviendo a
entrar al coche, traté de agarrar la bolsa pero ella la apartó, fuera de mi alcance.
Mis
cejas se levantaron.
Su
cabello se estaba convirtiendo en un problema para mí. Su mejilla visible se
ruborizó cuando explicó:
—No
me la acabé. Era mucha comida —agregó con vacilación—. Me gustaría llevármela
conmigo, si está bien.
¿Quién
era yo para objetar? La compré para ella, de todas maneras.
—No
es problema. ¿A dónde te llevo? ¿Tienes un lugar donde quedarte?
Ella
se detuvo.
—Sí,
em, de hecho estoy a sólo unas cuadras de distancia, así que puedo caminar
desde aquí.
Ya
estaba negando con mi cabeza.
—Te
llevaré.
Ella
trató de objetar una segunda vez, pero agregué inflexiblemente:
—Insisto.
Me
miró fijamente un largo momento y luego asintió.
—Está
bien. Gira a la izquierda y sigue hasta que veas un Café Alonzo.
Sabía
dónde estaba eso. No era consciente de que hubiera casas en esa área, pero me
moví de todas maneras. Bajando la velocidad hasta detenerme, miré fuera por la
ventana, sin convencerme que aquí fuera donde ella vivía.
—¿Estás
segura de que aquí es donde vives?
Ella
sonrió débilmente.
—Positivo.
Viendo
mi ceño fruncido, ella agregó en seguida:
—No
es mucho, pero es mi hogar. —Se volteó hacia mí e hizo algo que había estado
anhelando que hiciera desde el momento en que la vi.
Poniendo
sus dedos sobre su mejilla, movió el cabello, apartándolo de su rostro,
metiéndolo gentilmente detrás de su oreja.
Estaba
fascinado.
Era
hermosa. Absolutamente deslumbrante.
Su
rostro con forma de corazón se veía demasiado delgado, pero su boca era
pequeña, llena y rosada. Sus ojos verdes eran grandes y expresivos, envueltos
bonitamente con pestañas largas y oscuras. Era pálida, su piel inmaculada.
Tenía maquillaje negro manchado debajo de sus ojos, pero podía ver la belleza
que había tratado de esconder al mundo. La rara belleza que era ella.
Tenía
una expresión suave, esquivaba el contacto con los ojos y hundió su barbilla al
hablar:
—Quiero
agradecerte lo amable que has sido conmigo esta noche. Poca gente hubiera hecho
lo que tú hiciste. —Sus labios rosas se arrugaron en una sonrisa incómoda—. Te
debo una. Más de lo que jamás sabrás.
Sintiéndome
medio incómodo con su agradecimiento, apagué el coche, ignorando su expresión
repentinamente ansiosa.
—¿Serás
capaz de llegar por ti misma al club mañana a las siete? Si no puedes, haré que
alguien te recoja.
Yo
la recogería.
Sus
cejas se fruncieron cuando mordió su labio inferior, pensando.
—Eso
creo. No tengo reloj, pero me aseguraré de estar ahí, incluso si llego
demasiado temprano.
Me
subí la manga de mi camisa, abrí el cierre de mi reloj Tag Heuer, y se lo di.
Ella hizo una mueca.
—¿Qué…?
—Cuando no le quité el reloj, sus ojos se abrieron—. No puedo tomar esto.
Me
esforcé por controlar mi enfado. Apretando mis dientes, hablé calmadamente.
—Puedes
devolvérmelo mañana.
Su
expresión casi era de pánico.
—¿Sabes
qué pasaría si alguien me viera con eso? ¡Me atracarían!
Fruncí
el ceño.
Sólo
déjalos intentarlo. Los retaba maldita sea.
—Entonces compraré otro.
El
cambio en su expresión fue tan repentino que tuve que parpadear. Ella tomó el
reloj con cuidado y murmuró:
—Debe
ser lindo tener tanto dinero.
La
pena me hizo ruborizar, y mi enojo salió al exterior. Refunfuñe:
—¿Necesitas
que te lleven o no?
—No.
Sostuvo
la bolsa de comida rápida con fuerza y me miró antes de esquivar mi mirada
inescrutable.
—Soy
Isabella.
—Isabella
—lo probé. Se sentía bien en mi lengua—. Soy Edward.
Abrió
la puerta y salió, agachándose entre el espacio abierto.
—Gracias,
Edward. Por todo. Trabajaré duro. —Sonrió cansadamente—. No te arrepentirás.
Mi
estómago dio vueltas con su dulce sonrisa.
—Buenas
noches, Isabella.
Ella
bajó sus pestañas.
—Buenas
noches.
La
vi caminar por un callejón que se conectaba a una calle de atrás, esperé hasta
que ya no estuviera a la vista, luego arranqué y conduje dos calles más abajo.
Con un ligero suspiro,
estacioné mi coche, apagué las luces y esperé.
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Hola
a todos como están bueno he aquí un capitulo que les pareció este Edward bueno quería
comentarles que las actualizaciones serán Lunes, Miercoles y viernes así para
que estén pendientes de la pagina y grupo de face donde subo las
actualizaciones así como los otros grupos al igual que el blog.
Muchas
gracias por sus comentarios siempre estoy pendiente de los y leo todos muchas
gracias por leer y estar pendientes de las actualizaciones bueno nos vemos el
lunes con capítulos nuevo.
14 comentarios:
Genial gracias por el capítulo fue lindo que le comprará la comida y la ayude fue muy bueno espero con ansiedad lunes
Que lindo capii. Gracias.
Graciassssssssssss un súper fantástico cap vaya que tenía hambre jajajajajaj donde donde vivirá Isabella no quiero ni saberlo ansiosa xque llegue el lunes gracias mi linda
Llore por lo que le pasa a Bella después de mucho tiempo alguien le tiende la mano y la ayuda, me encanto Gracias!!!
Me está gustando mucho esta historia!
Me encanta la historia, ya espero el proximo capitulo!
Aaa!!! 3 días de actualización!!! ����♀️����
Aww!!! Edward es un amor y todo lo que a pasado bella, lo verá como su salvador.
Y ya quiero ver a edward con celos ��.
Y su primer beso y aww!!! Ya necesito que lleve el lunes rápido �� y mira que para estar en finales de examen esperar que sea el lunes es lo peor pero por esta HERMOSA HISTORIA!!! Lo vale!
Gracias!!! ��
Es un lindo gesto el de Edward, me da mucha tristeza la difícil situación por la que pasa Bella. Espero con ansias el próximo capítulo. Gracias
Gracias por el capítulo, me gustó mucho.
Edward es su ángel guardián aun q sea muy serio gracias hermosa 😘💕
oh edward le hiciste su dia a esta pobre desemparada que angel tan diferente
Hola hola gracias por el capítulo, por fin pudo comer te juro que esa era una de mis preocupaciones y ahora tiene trabajo y lo mejor de todo vino a cimbrar al estoico Edward y eso es genial,
Gracias por el capítulo nena, espero el siguiente
Saludos y besos 😘😘😘😘😘
Jummm así que Edward no se va a rendir.... parece que solo está esperando que ella salga de allí... Y espero que Bella cumpla su palabra y vaya a trabajar ;)
Besos gigantes!!!
XOXO
Hola me gusta la historia
Nos seguimos leyendo
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