martes, 14 de agosto de 2018

Un alma Compartida Capitulo 32

Isabella

Me encontró tirada en la cama una hora más tarde, mirando hacia el techo.

Mi frustración estaba allí, claro, pero no iba a hacer que Edward se ahogara en ella. Ese no era mi estilo. 

Forcé una sonrisa.

—Hola. ¿Dónde está la princesa?

Sus ojos no se encontraron con los míos.

—Alice se la llevó.

Miré la hora en mi teléfono.

—Va a tener hambre pronto.

—Sí, Alice se la va a quedar para la cena. Carmen hizo espaguetis. —Suspiró, entrando en la habitación—. Necesito que entiendas algo sobre mí.

Esperé con cuidado. Abrió los brazos y dijo:

—Soy egoísta.


Mi ceño se frunció.

—No, no lo eres. No eres egoísta en absoluto.

Con la mandíbula apretada, se sentó en el borde de la cama y asintió.

—Lo soy. Y soy despiadado. Cuando quiero algo, hago lo que necesite para conseguirlo.

Eso no sonaba como el Edward que conocía.

—Estás siendo dramático.

Sus cálidos ojos se encontraron con los míos.

—No quiero que veas a los Black por dos razones. —Levantó un dedo—. Quería castigar a Sue Black por el conocimiento de que la estabas buscando, pero ella no podía encontrarte. Quería que las palabras que te dijo el día que te escapaste se pudrieran en su boca como gusanos. Ella te hizo daño. Quería que sufriera las consecuencias de sus acciones ese día.

Vaya. Eso era un poco cruel. Me aclaré la garganta y le pregunté:

—¿Y la segunda razón?

Bajó la cara y dijo entre dientes:

—El hijo, Jacob, se divorció recientemente.

No entendía.

—¿Qué significa eso?

Su expresión se hizo feroz, afirmó:

—No iba a perderte por un hombre al que una vez amaste. No iba a suceder.

Mi irritación chispeó por eso.

—¿No confías en mí?

Él me inmovilizó con una mirada de complicidad.

—Cuando Rosalie está alrededor, ¿soy yo en quien no confías, o en ella?

—En ella —chillé con incredulidad porque me preguntara eso. Entonces me di cuenta de que había hecho un punto—. Está bien.

Comencé:

—Entiendo tus razones estúpidas para que no quisieras que los viera, por muy inválidas que sean. Pero —suspiré—, las cosas han cambiado. He cambiado. Creo que he dejado claro que te amo. A ti. No a Jacob.

Edward extendió la mano para desabotonarse el cuello de la camisa.

—No sabes si al verlo volverán los viejos sentimientos.

—Eso es verdad —admití—. Pero esos sentimientos de los que estás hablando eran los de una chica de dieciséis años que estaba sorprendida de que un chico se fijara en ella, no una mujer de veinticuatro años. —Me extendí para envolver mi mano alrededor de la suya—. No me desmayo por cada tipo que me lanza una mirada apreciativa, ¿verdad?

Suspiró, luchando para aflojarse la corbata con la mano libre, tironeando con fuerza.

—Lo amabas.

No se equivocaba. Sí que amaba a Jacob. Pero eso fue hace un siglo.

Ese amor se había desvanecido y dado cabida a un amor más grande. Un amor maduro. Un amor real.

Tomando su mano, me puse en su regazo mientras trabajaba en aflojarle la corbata con suavidad. 

Hablé en voz baja:

—Te amo a ti. —Deshice el lazo de seda drapeado sobre sus hombros—. Te deseo a ti. —Tirando de ambos lados de la seda, lo acerqué y me puse justo delante de su rostro—. ¿Me entiendes?

Su mano se acercó para descansar en lo alto de mi cintura y él dejó escapar un largo suspiro.

—No puedo perderte.

Me incliné hacia delante lo suficiente para capturar sus labios en un cálido, cariñoso beso.

—¿Confías en mí?

No había ninguna duda en su respuesta áspera.

—Sí.

Puse una mano en su mejilla sin afeitar y entonces le dije las mismas palabras que él me había dicho.

—Entonces confía en mí.

Pasamos la tarde en la cama, abrazados y besándonos como un par de chicos de dieciséis años.

Era dócil y exactamente lo que necesitábamos.

Cualquier día que pasara con Edward era perfecto.

Simplemente perfecto.

Cuando Alice quería algo, jugaba rudo para conseguirlo.

Alrededor de las seis, Edward caminó hacia su casa para recoger a Vanessa, pero vino con las manos vacías y un ceño fruncido en su rostro.

Intenté con fuerza no sonreír.

—¿Qué pasó?

Cerró la puerta con más fuerza de la necesaria, gruñendo.

—Aplazado. No se permiten chicos, aparentemente.

Entonces me reí, caminando hacia él y envolviendo mis brazos a su alrededor.

—No eres el único que la echa de menos, ¿sabes?

Frunció el ceño hacia mí.

—Simplemente la quiero aquí conmigo. —Su rostro se suavizó—. Con nosotros.

—Solo ha pasado una semana, cariño. Están emocionados. Les va a tomar algo de tiempo para sacarlo de sus sistemas. La aman a muerte.

Levantó sus manos para desabotonar su camisa.

—Ellos serán mi muerte.

Mi mente sonrió. Tenía la distracción perfecta. Apreté su cintura.

—Oye, ¿me puedes dar tu opinión sobre algo? Necesito que seas honesto.

Lucía cansado, pero siempre estaba dispuesto.

—Por supuesto, Ratón.

Iba a remediar ese cansancio. Sonreí inocentemente.

—Genial. Ponte cómodo, y volveré en solo un segundo.

Me apresuré hacia el baño, agarrando la bolsa negra de camino. Cerré la puerta justo a tiempo para ver a Edward lanzarse de espaldas a la cama, descansando sus brazos sobre sus ojos.

Tardé menos de cinco minutos en vestirme, pero cuando abrí la puerta, Edward estaba en la misma posición en que lo dejé. Caminé lentamente, con cuidado sobre mis tacones, así no me avergonzaría a mí misma al caerme de cara. Cuando había dado algunos pasos hacia la cama, me aclaré la garganta.

Edward levantó su cabeza con un suspiro, y cuando sus ojos aterrizaron en mí, se abrieron cómicamente. Inconscientemente, mantuvo sus ojos sobre mí pero agarró su miembro, sujetándolo firmemente en su mano.

Me elevé en toda mi altura, piernas separadas, pura expresión.

—Tu honesta opinión, cariño.

Me giré para él, lentamente, y pregunté seductoramente.

—¿Es esto más caliente que mostrar pechos y traseros?

Sus ojos viajaron al minúsculo traje de marinera azul y blanco. La falda con bonitos volantes y que, además, no cubría nada, dejaba a la vista mis bragas de satén y encaje de marinera. La camisa blanca atada justo bajo mis pechos, la llevaba abierta pero atada en mi escote. Mi lindo sombrero de marinera en lo alto y a la izquierda de mi coronilla, vi sus ojos viajar por mis piernas con medias de rejilla hasta el muslo y hasta mis tacones blancos peep-toe.

Sonriendo, abrí el abanico de plumas y lo moví frente a mi rostro.

—Cariño, necesito tu opinión sincera.

Los labios llenos de Edward se separaron ligeramente y se apretó más a sí mismo. Murmuró distraídamente.

—Mucho más caliente que pechos y traseros.

—¿Así que este negocio del burlesque puede funcionar?

Asintió lentamente antes de levantarse y espiarme lentamente. Tragué fuerte y di un paso tambaleante hacia atrás en mis tacones.

—¿Edward?

Chillé cuando se abalanzó sobre mí, derribándome en el suelo. Gemí cuando me volteó sobre mis rodillas, haciendo a un lado el satén que cubría mis partes íntimas y se condujo dentro de mí desde atrás. Jadeé cuando nos corrimos momentos después. Sonreí somnolientamente mientras me llevaba a la cama, recostándome con suave comodidad, envolviendo sus brazos alrededor de mí.

Oh, sí.

Este asunto del burlesque realmente funcionaba.

***

—¡Desacelera! —chillé, hiperventilando ligeramente.

Íbamos a llegar demasiado pronto. No quería llegar antes. ¿Qué clase de perdedor aparecía antes?

Yo. Sí.

Edward se estiró para apretar mi mano.

—Vamos por debajo del límite de velocidad, Ratón. No vamos a llegar antes.

Estábamos en camino a conocer a los Black. Era un camino de cuarenta y cinco minutos desde donde vivíamos actualmente, y con Vanessa en el asiento trasero, cantando para sí misma, había usado cada excusa en el libro para retrasarnos.

La primera había sido que pensaba que Vanessa tenía frío, pero cuando Edward revisó el espejo retrovisor, y vio a Vanessa sonriéndole de vuelta, agitando su mano en un ondeo y diciendo dulcemente “¡Holla, papa!” se volvió hacia mí con las cejas levantadas. Me hundí en mí misma.

No iba a admitir que estaba nerviosa. De ninguna manera, no había manera.

La segunda vez, traté de decirle a Edward que necesitaba hacer pis. Me dijo que no lo hacía. Le grité que sí. Entonces me sonrió.

El idiota.

La tercera vez, le dije que pensaba que había confundido las citas y deberíamos ir a casa a revisar. En ese punto, Edward estaba abiertamente ignorando mis histerismos y cambiando las emisoras de la radio mientras Vanessa miraba a su padre de cerca antes de presionar sus labios juntos como si fuera a silbar, pero haciendo un chillido horrible a través del diminuto agujero que su boca había hecho.

No quería reír. ¿Por qué ella me hacía reír? Debería ser ilegal ser tan linda. De verdad.

Mi rostro se sentía caliente y respiré profundamente a través del nudo en mi estómago. Me vestí dulcemente, deseando impresionarles, pero no mucho. Así que me puse mis jeans negros y una blusa blanca con mi blazer blanco encima.

Agregué mis zapatillas planas de ballet, apliqué un poco maquillaje, y entonces até mi cabello en una cola alta.

¿Y ahora? Ahora estaba segura de que iba a estallar en trozos sobre la tapicería del Camaro.

Llegamos allí poco después de las 2 p.m. y mientras Edward sacaba a Vanessa del coche, esperé dentro, aclarando mi mente. Después de un minuto para mí misma, Edward abrió la puerta del pasajero, luciendo maravilloso en sus jeans, camiseta y chaqueta de vestir, sosteniendo a una adorable Nessa con su bonito vestido rosa, cárdigan blanco y sus rizos en un caótico lío en lo alto de su cabeza.

Con los dos a mi lado, estaba más lista que nunca.

Tomé la mano que Edward me ofreció y salí del coche. Lo aseguró, puso su brazo alrededor de mí, y me condujo hacia una casa de apariencia modesta. Entonces repentinamente el nudo en mi estómago decayó hasta convertirse en una presión. Un segundo más tarde, se había ido completamente. Otro momento y ya no estaba asustada. Alguna vez había amado mucho a esta gente. No había razón para estar asustada.

Llegamos a la puerta delantera juntos, y el brazo de Edward se apretó alrededor de mis hombros. Avancé y presioné el timbre.

Un sonoro repique, y menos de diez segundos más tarde, la puerta se abrió.

La mujer que estaba parada allí, lucía diferente, pero bajo todas las líneas de su rostro y el cabello canoso, encontré a Sue Black.

Sus cejas cayeron y colocó una temblorosa mano sobre su boca en incrédulo asombro.

—Isabella. ¿Eres tú, cariño?

Ante mi sonrisa, un jadeo escapó de ella y no pidió permiso. Envolvió sus brazos alrededor de mí y me atrajo para un apretado y cálido abrazo, su cuerpo temblando todo el tiempo. Levanté mis brazos para abrazarla también y escuché sus susurros sacudidos de “Oh, Isabella” y “Mi pequeña niña”.

Tragué a través del nudo en mi garganta y la abracé con fuerza. Cuando se apartó, sus ojos estaban húmedos, pero estaba sonriendo.

—¿Dónde están mis modales? —Se dirigió hacia nosotros—. Por favor entren. Billy y Jacob están atrás.

Sequé una lágrima perdida que no sabía que había caído y la seguí dentro, con Edward y Nessa caminando tras de mí. Mientras caminábamos por el pasillo, vi fotografías de nuevos miembros de la familia de todas las razas y procedencias. Sonreí y pregunté.

—¿Más hijos e hijas?

Sonrió débilmente y se encogió de hombros.

—Ahora solo somos un hogar temporal. No más de seis meses cada vez.

No dijo mucho sobre eso, pero tenía la sensación de que era mi culpa.

Sue sostuvo mi mano mientras salíamos al patio trasero.

—Billy. Jacob. Miren quién está aquí.

Un Billy con aspecto más rechoncho de lo que recordaba se levantó de su lugar en la mesa. Sonrió ampliamente y no perdió el tiempo; vino y me envolvió en un abrazo de oso.

—Oh, Isabella, Isabella. ¿Qué voy a hacer contigo?

Nos separamos y sonreí divertida.

—Te ves bien, Billy.

Rió y palmeó su abdomen.

—Sí, seguro que lo hago. Estoy sorprendido de que no hayas preguntado cuándo doy a luz.

Rió naturalmente.

Pero el hombre parado en la silla cercana, mirándome como si pensara que lo había traicionado de la peor forma posible, captó mi atención.

—Jacob —susurré.

Aún era apuesto de aquella forma americana. Su cabello castaño arenoso cortado cuidadosamente, sus ojos azul claro, su mirada más dura de lo que recordaba. No había sonrisas para mí esta tarde.

Despreocupadamente dijo:

—Isabella. Gusto en verte.

La forma en que lo dijo indicaba que esta afirmación era mentira. Una grande y gorda.

—Sí.

Mi voz era baja. Ausentemente froté mi antebrazo.

—También a ti. ¿Dónde están los gemelos?

Billy rodó sus ojos pero lo hizo sonriendo.

—En casa de unos amigos. Adolescentes.

Hubo un espeso momento de silencio antes de que Billy se aclarara la garganta.

—Bien, ¿vas a presentarnos a este bien parecido colega, o voy a tener que adivinar? —Sonrió ampliamente—. Porque si tuviera que adivinar, diría que su nombre es Thor.

Mi sonrisa regresó de lleno y con fuerza.

Billy no había cambiado ni un poco.

Retrocedí, permitiendo a Edward colocar su brazo a mi alrededor. Levanté la mirada hacia sus cálidos ojos color coñac y anuncié.

—Este es mi… mi… —Mi sonrisa se suavizó—. Este es mi Edward.

Su brazo se apretó a mi alrededor. Se inclinó y besó mi frente. Me incliné hacia él y añadí:

—Y la pequeña princesa en la cadera de Edward es su hija, Vanessa.

Sue se adelantó, dándole una mirada a Vanessa y rebosando alegría.

—Hola, princesa. ¿Te gustaría una muñeca con la que jugar?

Levantó la mirada hacia Edward y explicó.

—Tengo toneladas de juguetes si quiere jugar con algo.

Edward miró a Sue un largo momento antes de colocar a Vanessa en el suelo. Mi corazón golpeó fuertemente antes de ralentizarse con alivio mientras Nessa tomaba la mano de Sue y parpadeaba hacia ella.

—¿Gad con muñeca?

Sue miró hacia abajo a la dulzura que era Vanessa antes de anunciar.

—Por supuesto que puedes jugar con una muñeca.

Eso era lo bueno de Sue. Hablaba idioma bebé fluidamente.

Mientras Sue desaparecía dentro con Nessa, Billy gesticuló hacia la mesa y nos sentamos.

—¿Qué deseas, Isabella? ¿Y tú, Edward? ¿Puedo traerles una bebida?

Sonreí.

—Tomaré un vaso de zumo.

—Lo mismo —respondió Edwad.

Billy dio una palmada.

—Hecho. Denme un segundo.

Nos dejó con Jacob y con lo cobarde que era, me negué a mirarlo a los ojos cuando pregunté.

—¿Cómo estás, Jacob?

Sentí sus ojos sobre mí. Sentí su rabia ante mi corta conversación. La verdad era, que no estaba lista para discutir lo que pasó. Simplemente aún no.

Después de una larga pausa, respondió en voz baja.

—Bien, gracias.

Asentí. No me preguntó sobre mí. Mi suposición era que quería lanzarme fuera de esta casa y felizmente nunca volverme a ver.

Suponía que esperaba que las cosas fueran embarazosas, pero no esta rabia hacia mí. Incluso furia. 

No entendía por qué.

Ambos fuimos culpables por lo que pasó. El sexo no era cosa de uno. No lo había seducido. Éramos algo. Nos amábamos el uno al otro. No iba a tomar toda la culpa porque nos descubrieran haciéndolo.

Sue abrió la puerta trasera y regresó con Vanessa, sosteniendo una muñeca Barbie al mismo tiempo que Billy regresaba con nuestras bebidas. Colocó los tres vasos de jugo para Edward, Sue y para mí, mientras él y James tomaban una cerveza.

Bien… Esto iba a ser divertido.

Tan divertido como que te saquen los dientes, claro.

—Entonces —empezó Sue, elevando sus hombros en un ligero encogimiento. Mantuvo una sonrisa firme, pero sus cejas bajaron en lo que podría ser un ceño fruncido.

Preguntó tranquilamente:

—¿Dónde has estado, cariño?

Abrí mi boca para responder, pero nada salió. Me parecía bastante a un pescado boqueando.

En vez de ello, Edward replicó calmadamente.

—Hasta hace tres meses, Isabella vivía en las calles.

Silencio. Espeso como el concreto.

—¿Qué pasó hace tres meses? —preguntó Jacob, ácidamente.

Edward murmuró:

—Que yo la encontré.

El mensaje estaba implícito. Era suya. Su mano bajó hacia mi pierna, apretando ligeramente.

Billy conjeturó.

—¿Elegiste ser una vagabunda a vivir con nosotros? —Sonaba herido.

Los ojos de Sue se pusieron más brillantes.

—Pudimos haber cuidado de ti, cariño. Eras nuestra niña.

Era divertido lo que siete años podían hacer en una persona. En vez de escuchar toda esta mierda, me encontré a mí misma enojada.

Me burlé.

—¿Ah sí? ¿Creí que no era más que una pequeña zorra, Sue? ¿No fue así como me llamaste? Oh, espera, no. No es cierto. Aparentemente, era una pequeña perdida.

Sue retrocedió, su expresión dolida, pero no había cavado.

—Estabas furiosa conmigo. —Me giré hacia un sombrío Billy—. Ambos lo estaban. —Miré hacia Jacob. Su mandíbula estaba apretada con fuerza—. Y tú… —sacudí mi cabeza—, no dijiste nada. —Mi corazón se apretó—. Dijiste que me amabas, pero cuando nos atraparon, ¿dónde estabas? Ocultando tu cola entre tus piernas, ahí estabas.

Sacudí mi cabeza.

—No me digas que tenía un lugar aquí. Los consideraba mis padres hasta ese día. —Fulminé con la mirada a Jacob—. Y no era la única que tenía la culpa.

Billy habló tranquilamente.

—Creo que todos manejamos la situación pobremente.

Sue sacudió su cabeza.

—No, yo manejé la situación pobremente.

Parpadeó para alejar las lágrimas.

—Sé que ahora ya no significa mucho, pero me arrepentí de decirte esas cosas en el segundo en el que salieron de mi boca.

Trató de forzar una risa, pero salió como un sollozo.

—Ni siquiera sé por qué las dije. Pero me he arrepentido de ellas durante siete años.

Su emoción me golpeó fuerte.

Me sentí como una idiota.

—No fuiste solo tú, Sue. Toda la situación estaba fuera de control. —Exhalé—. No había forma de que dejaras que Jacob y yo estuviéramos juntos. Incluso si de alguna forma estuvieras de acuerdo con ello, que no lo estabas, los de servicios sociales me hubieran colocado en una casa diferente en cuanto lo descubrieran. Tenía diecisiete. No quería ir a otra casa. —Mi aliento se atoró y salió quebrado—. Este era mi hogar.

Ante mi repentina angustia, Sue se quebró. Colocó una mano sobre su rostro y lloró silenciosamente. El humor en la mesa había caído en picado. Billy se sentaba tranquilo mientras James fruncía el ceño a sus manos.

Esto fue algo que yo causé. Necesitaba hacer algo, decir algo.

—Para ser justos, chicos, fueron los mejores. Los amaba, y nunca pensé mal de ninguno después de lo que pasó. Solo necesitaba irme. Estar por mi cuenta. Me sentía enferma por ser una carga para alguien más.

Ante eso, Jacob se puso de pie repentinamente.

—Me voy. —No me miró—. Me alegro de que no murieras, Isabella

Antes de que alguien pudiera responder, se había ido. Me levanté antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo y lo seguí. Él no me haría sentir culpable, maldición.

Cuando salí por la puerta delantera, ya estaba abriendo su coche.

—¿Cuál es tu problema, Jacob?

Abrió la puerta del coche.

—Vuelve adentro, Isabella.

Trató de sentarse y cerrarme la puerta, pero la atrapé antes de que se cerrara, abriéndola.

—No. Vamos a sacarlo. ¿Cuál es tu problema?

Jacob se burló.

—Regresa con tu hombre, Isabella. Olvídanos. Otra vez.

Oooh. Finalmente estábamos llegando al punto del asunto.

—¿Por qué estás tan enfadado conmigo?

Su expresión se volvió viciosa. Salió del coche y se paró a un paso de distancia de mí.

—¿Por qué estoy enfadado?

Parpadeó un momento antes de lanzar sus brazos al cielo y gritar.

—¡Me dejaste!

Uh… ¿Qué?

Su mandíbula se apretó.

—Ni siquiera dijiste adiós, solo hiciste la maleta y saliste corriendo. Me dejaste. Nos dejaste —jadeó—. Te amaba.

Mi corazón se hundió.

—Yo también te amaba. Pero cuando llegó la presión, no me lo mostraste en el momento en que más lo necesitaba. Tu madre me dijo cosas horribles, y no dijiste nada.

Hundió su barbilla, sacudiendo su cabeza.

—Era un niño, Isabella. Eras mi chica. Ella es mi madre. Ambos sabíamos que lo que estábamos haciendo estaba mal. ¿Por qué más lo mantendríamos en secreto? Sabíamos que no deberíamos estar haciéndolo, pero nos amábamos. Nada más importaba.

Exhaló.

—Si solo le hubieras dado algo de tiempo para enfriarse… ella estaba conmocionada.

Apreté mis dientes.

—Tenía diecisiete años. Me dijo que era una ramera. Había odio en sus ojos. Y tú… tú ni siquiera me miraste —le dije la honesta verdad—. Fuiste un cobarde.

Sus manos fueron a descansar en sus caderas. Asintió lentamente.

—Sí, quizás lo fui. Pero habría dejado todo por ti. Te amaba hasta ese punto. Hubiera dejado todo. Mi beca de fútbol, mi familia, nada de eso importaba. Si tan solo me hubieras pedido hiciera las maletas, hubiera ido contigo. Podríamos haber estado juntos —terminó en un susurro.

—No sabes lo que estás diciendo —le dije—. Nunca le hubiera deseado la vida que tenía a alguien que amaba. Ni siquiera la habría deseado para alguien que odiara.

Me apoyé contra su coche y miré hacia la calle.

—Estaba muerta de hambre, Jacob. Literalmente me estaba muriendo antes de que Edward me atrapara robando la billetera de su hermano. No estaba lista para morir, solo quería conseguir algo de comida. Robar esa billetera resultó ser la mejor cosa que me ha pasado. Cambió mi vida.

Jacob resopló, apoyado en el auto a mi lado.

—Te habría cuidado siempre. Nunca habrías tenido que pasar hambre si lo hubiéramos hecho juntos. Pero no me diste esa oportunidad.

Cambié el asunto.

—Oí que te estabas divorciando. —Me giré hacia él—. ¿Qué pasó?

Me miró, esos ojos azul bebé llenos de tristeza.

—Aún estaba enamorado de otra mujer. Mi esposa se resentía por eso, así que me dejó.

Parpadeó lentamente, estirándose para tomar mi mano.

—Siempre fuiste solo tú para mí, Isabella. Solo tú.

Su mano era cálida sobre la mía y una repentina corriente de emoción me golpeó. Apreté su mano y hablé tranquilamente.

—Necesitas seguir adelante, Jacob.

—¿Igual que tú seguiste adelante? —murmuró con severidad mientras soltaba mi mano.

Asentí.

—Seguí adelante hace siete años.

Exhaló un largo suspiro.

—Eso apesta.

No, no apestaba. Era maravilloso. Tenía a Edward.

—Espero que encuentres lo que estás buscando, Jacob.

Tomó mi mano, sacudiéndola ligeramente.

—Ya lo hice, pero ella ya no me quiere. —Se encogió de hombros—. Así es la vida, supongo.

Así era, desafortunadamente.

Justo cuando me movía para irme, Jacob me tiró hacia adelante tan rápido que choqué contra su cuerpo.

Sus brazos vinieron alrededor de mí y sus labios bajaron rudamente sobre los míos.

Con los ojos abiertos y mi cuerpo rígido, mi boca permaneció laxa mientras él gemía contra mis labios.

Bien, eso ciertamente le daba una nueva definición al dicho “Beso robado”.

El resto de la tarde transcurrió sin problemas. Sue y Billy se disculparon por la abrupta partida de Jacob. Se disculparon más aún por lo que pasó esa noche hace siete años. Les dije que estaba olvidado hace mucho tiempo y que les deseo lo mejor. Y lo mejor de todo, Sue nos dejó un momento para regresar con el álbum de fotos con cubierta de cuero que yo había perdido. Hojeándolo, pude ver que aún estaba intacto, aparte de algunas nuevas hojas al final donde Sue había añadido algunas fotos de nosotros como familia. No podía esperar para mostrarle las fotos a James. Nos marchamos cerca de 17:00, y Sue me preguntó si podíamos reunirnos alguna vez para almorzar. La abrace con fuerza y le dije que me encantaría, aunque no estaba tan segura de que fuera a suceder.

Mientras nos dirigíamos a casa, Nessa se durmió, lo que me dio la oportunidad perfecta para hablar con Edward sin distracciones.

—¿Qué piensas acerca de Sue y Billy?

Pensó en ello.

—Creo que ellos lamentan causarte dolor. Parecen buena gente.

—¿Y Jacob?

Su mandíbula se tensó.

—Es un imbécil.

Estuve de acuerdo en lo último, pero ahora tenía que decirle la parte difícil.

—Me besó hoy. —Me volví a mirarlo. Sus manos habían apretado el volante con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos—. Después de salir tras él, discutimos. Estaba enojado conmigo por marcharme. Me dijo que todavía estaba enamorado de mí. Que por eso se había divorciado. —Hice una pausa antes de dar el gran golpe—. Me pidió que te dejara y que me casara con él.

En la última parte, Edward se volvió hacia mí, con el rostro relajado. Recuperándose antes de aclararse la garganta y preguntar.

—¿Y qué dices a eso?

Fingí indiferencia.

—Bueno, después de darle una bofetada por ese beso grosero que me había dado, le dije que debería controlarse. Le expliqué que yo sólo quería casarme con un hombre, y que ya estaba con ese hombre.

Dejé escapar un suspiro de frustración.

—Te lo dije, nena y no estaba equivocado. Definitivamente él quería una rebanada del pastel de Isabella —dijo Edward irritado—. No estoy seguro de si debería sacarle la mierda a golpes, o simplemente sentarme aquí y estar agradecido de saber que quieres casarte conmigo algún día.

Sonreí con descaro.

—¿Qué tal un beso de gratitud?

Él me miró y su duro rostro se suavizó, una pequeña sonrisa adornó sus labios. Él se inclinó y yo retrocedí.

—No en mis labios.

Él parecía confundido.

—¿Entonces dónde?

Sonreí, girándome para mirar por la ventana.

—Te lo mostraré cuando lleguemos a casa.

Su bajo gruñido provocó que se me pusiera la piel de gallina en mis brazos. Y cuando llegamos a casa, él me beso a conciencia.

De hecho, me besó hasta que quedé agotada.

***

Era la noche antes de que el club volviera a abrir, Emmett nos convocó a una reunión para cenar antes del gran acontecimiento. Se celebró en la casa principal. Carmen había preparado un banquete maravilloso para la celebración, y yo estaba hambrienta con solo mirar todo.

Nosotros comimos. Hablamos. Reímos.

Todo iba bien. Casi demasiado bien, si sabes a lo que me refiero. Así que cuando Rosalie se volvió hacia mí y me dijo lo que había hecho, en absoluto fue una sorpresa. Lo estaba esperando.

—Por lo tanto, Isabella, ¿qué está pasando? ¿Todavía estás buscando un lugar propio?

Toda la mesa se quedó en silencio.

—Rose. —Alice la miró fijamente—. Cariño, no lo hagas.

Rosalie había estado bebiendo desde que llegamos. Ella estaba actualmente en su cuarta copa de vino y se veía bastante relajada. Hizo un gesto con la mano a Alice y parpadeó lentamente.

—¿Qué? Aquí todos somos amigos.

¿Lo éramos?

Yo no estaba tan segura de eso.

Me aclaré la garganta y respondí:

—Bueno, en realidad, he estado buscando departamentos on line.

Alice sonó sorprendida.

—¿Qué?

Mientras que Edward declaró con firmeza:

—No.

Y Emmett... Oh, Emmett. Todo lo que dijo fue:

—Excelente.

Todos hablando al unisonó, deteniéndose para mirarse los unos a los otros después de escuchar la respuesta de los demás.

Edward se aclaró la garganta, dejando caer su servilleta.

—No es que sea de tú incumbencia, Rosalie, pero no hay ningún motivo para que Isabella se mude. —Levantó su copa de vino y bebió un sorbo—. Isabella se me propuso hace dos días. —La mesa quedó en silencio. Puso su vaso en la mesa—. Y acepté.

¿Qué?

¿Qué, que, qué?

¿Dónde diablos estaba yo cuando esa propuesta estaba sucediendo?

Me sorprendió que los pantalones de Edward no estuvieran en llamas, porque él era claramente un mentiroso.

—Um... —empecé cuando todos se volvieron a mirarme.

Pero Edward me ayudó.

—¿Recuerdas? En el coche. Me dijiste que habías planeado casarte con un hombre, y que ese hombre sería yo. Estoy de acuerdo contigo. Creo que deberíamos casarnos.

Me incliné hacia delante, forcé una risa ligera, y entonces le susurré:

—Eso no creo que fuera una propuesta, cariño. —Le dije cariño como si fuera algo pegajoso y necesitara sacarlo de mí ahora mismo.

—Seguro que lo era —afirmo—, y yo acepté —Miró alrededor de la mesa—. Nos vamos a casar.

Alice se rió entre dientes, y esa risa terminó convirtiéndose en una carcajada. Jasper sonrió, y pronto, también él se reía. Emmett miró a Rosalie, y Rosalie parecía como si su mundo se hubiera terminado. Lo odiaba, pero ella necesitaba entender que Edward y yo estábamos juntos. Y nos amábamos. Y que yo no iría a ninguna parte.

Me volví hacia él, con una sonrisa en mis labios, pero lo hice sacudiendo la cabeza.

Él me guiñó un ojo.

Saqué mi cara de su hombro, descansando mis labios allí.

—Sabes, probablemente deberíamos haber hecho esto en privado.

Besó la punta de mi nariz.

—Tonterías. Como dijo Rosalie, aquí todos somos amigos.

Sonreí.

—¿Así que nos vamos a casar?

Él asintió con la cabeza sonriéndome, su tierna expresión suavizó su duro rostro. Y le pregunté en una risa sorprendida:

—¿Y cuándo tendrá lugar nuestra boda?

Él se encogió de hombros, viéndose muy satisfecho de sí mismo.

—Esa decisión te la dejaré a ti. Mañana, dentro de una semana o un año, no me importa. Siempre y cuando uses mi anillo y prometas que algún día serás mi esposa, voy a ser un hombre feliz.

Sus labios bajaron a besar los míos en un beso lento y cálido. Cuando nos separamos, miré alrededor de la mesa y anuncié con una sonrisa y un encogimiento de hombros.

—Parece que nos vamos a casar. —Terminé poniendo una mano sobre mi boca y riendo a carcajadas, mi incredulidad fue evidente.

Fue surrealista.

Hace tres meses, estaba viviendo en un callejón, mi callejón, y luchando para mantenerme con vida. 

Hoy me estaba comprometiendo para casarme con el hombre más guapo, atento y amable del mundo. 

Un hombre que me salvó la vida. Un hombre al que amaba con cada latido de mi adolorido corazón.

Finalmente me estaba sucediendo.

La vida estaba sucediendo.

Y me encantó.

En este momento, la vida era buena. Y a pesar de que quería más, no lo necesitaba. Mi felicidad fue devuelta por la fe de un hombre.

Un hombre imperfectamente perfecto.

Mi sonrisa estallaba al manifestarse, pero me dije a mí misma que tenía que estar calmada.

***

—¿Zafrina? —la llamé. Cuando se volvió, hice un gesto con los dedos para que se acercara a mí. Se veía preocupada cuando le dije—: Emmett quiere verte en su oficina.

—¿Está todo bien? —preguntó lentamente, y con cuidado.

Forcé un suspiro y le di una mirada grave.

—En realidad no. Vamos. Hablaremos de ello.

Al final del pasillo, se detuvo antes de entrar a la oficina.

—¿He hecho algo?

Le lancé una sonrisa triste, abrí la puerta, y ella entro. Yo la seguí y cerré la puerta detrás de nosotras. Mientras Zafrina se movía para sentarse frente a Emmett, yo me quedé junto a la puerta, ocultando mi mareo.

Emmett se recostó en su silla.

—¿Cómo estás, lindo pajarito?

Zafrina frunció el ceño.

—B-bien, supongo.

—Bien. —Él se inclinó hacia delante—. Me he fijado en tu desempeño con las niñas. Y después del ensayo de hoy, tengo que decirte... —hizo una pausa para darle efecto—... me pregunto por qué nunca me diste la oportunidad de darte el puesto de director. Porque tengo que decir, Zafrina... que te necesito.

—¿Qué...? —Se dio la vuelta para mirarme antes de enfrentarse a Emmett—. ¿Qué es esto?

Emmett sonrió entonces.

—Esto es que estás recibiendo un aumento. Un merecido ascenso, sí lo quieres.

Sus ojos se desorbitaron.

—¿Estás jugando, bebé? Porque eso no es gracioso. Tengo dos hijos que alimentar y necesito el dinero. Así que si...

Emmett deslizó un pedazo de papel. Zafrina lo tomó con manos temblorosas y le susurró

—¿Qué es esto?

Emmett sonrió suavemente.

—Eso es tu salario base. Debajo esta el bono que recibirás por las horas extraordinarias de la semana pasada.

Zafrina tartamudeó.

—Pero-pero-pero… —entonces, carraspeó—. Pero esto es el doble de lo que estoy recibiendo ahora.

Emmett la miró con ojos entrecerrados.

—¿Estás diciendo que no eres digna de eso? Porque puedo ajustarlo a…

Ella lo interrumpió con firmeza:

—¡No te atrevas! Ahora te callas.

Emmett rió.

—¿Significa esto que aceptas mi oferta?

Ella levantó una ceja.

—Espera un poco, dulzura. No me has dicho qué es lo que voy a hacer.

—¿Qué tal si empiezas con eso?

Di un paso adelante, para detenerme en el escritorio de Emmett. Le sonreí a mi amiga y le dije

—Emmett esperaba que seas directora de escena. Que te pongas a cargo de las chicas, ordenando nuevos trajes, ayudando en las coreografías de sus rutinas de baile, la creación de las presentaciones de todas las noches... ese tipo de cosas.

Emmett asintió con la cabeza.

—También significa que tendrás que trabajar más horas. No muchas, pero al menos otras cinco horas a la semana.

Zafrina pensó en esto por un largo momento y luego sonrió a Emmett.

—Voy a hacer que funcione. —Levantó el papel donde Emmett había garabateado sus salarios de administrador y lo agitó a su alrededor—. Por esto, voy a hacer que funcione, bebé. Ya tienen un director de escena.

Chilló emocionada cuando se puso de pies y nos abrazó a ambos antes de salir, dejándonos a Emmett y a mí un momento a solas. Sonreí tras ella, aplaudiendo con la sensación que tienes de ver a alguien que te importa tener éxito en una manera que nunca creyó posible.

Me senté en la silla que había dejado vacante Zafrina y suspiré.

—Eso fue impresionante.

Los ojos de Emmett estaban sobre mí.

Mis ojos se abrieron.

—¿Qué?

Me miró directamente a la cara antes de murmurar:

—¿Quién coño eres tú, Isabella Swan?

Puse los ojos en blanco por su maldito dramatismo.

—Sabes quién soy, Emmett —murmuré—. Soy sólo una chica.

Sacudió la cabeza.

—No. No lo eres.

No estaba segura de lo que quería decir con eso, pero me lo dijo suavemente, y menos desagradablemente que nunca. Junte mis cejas.

—Oye. ¿Estás bien?

Se pasó una mano por la cara.

—No. En realidad no.

No estaba preparada para que lo admitiera, ni para que, de repente, me mirara cansado y confesara:

—Si esto no funciona, vamos a tener que cerrar. Estamos perdiendo demasiado dinero.

Ya sabía eso. No lo habíamos mencionado, pero todos nosotros lo sabíamos. Era una de las razones por las que las chicas estaban trabajando tan duro, y cuando Emmett nos sorprendió con un interior totalmente nuevo, nuestro entusiasmo para la noche de apertura se duplicó.

El club se veía con más clase que nunca. Aunque el escenario siguiera siendo el mismo, había puesto un suelo nuevo y las cortinas de terciopelo rojo, fueron sustituidas por unas pesadas cortinas negras que parecían elegantes. La mayoría de las mesas fueron reemplazadas por mesas redondas con asientos de cuero negro y botones blancos. Los taburetes se intercambiaron por sillas de respaldo alto. 

Las paredes estaban pintadas de negro, y Emmett había pagado a un hombre una cantidad exorbitante de dinero para tener las fotografías que tomé de las chicas en posiciones lúdicas y provocativas, pintadas con spray a cada pocos pasos.

Nuestros folletos fueron un éxito. Edward, Jasper, Alice, Rosalie, y yo fuimos por todas partes colgando carteles en las paredes de los lugares más populares y repartiendo volantes. Habían sido unos días largos, pero la promoción estaba hecha.

Nuestra página en las redes sociales fue idea de Alice, que Dios la bendiga, se disparó de la noche a la mañana, con la gente etiquetando a sus amigos. Mujeres que querían bailar en el club nos habían contactado por correo electrónico y expresaron lo emocionante que era tener un local con un acto festivo.

La reacción actual fue positiva. Ahora teníamos que esperar y ver si nuestro trabajo daba sus frutos.

—Todo va a salir bien —le dije con confianza.

Él alzó la mano para pellizcarse el puente de la nariz, cerrando los ojos con fuerza.

—Si no es así, estamos jodidos. Invertimos todo en este lugar.

Me puse de pie, caminando hacia la puerta.

—Ugh. El negativismo no está permitido Jessica —volví a aclamar—. Vamos a hacer que funcione, maldita sea.

Como Dios era mi testigo, íbamos a hacer que funcionara.

Cuando llegué a casa esa noche, le dije a Edward que iría a la cama en un minuto, con ganas de tener un momento a solas, antes de tomar mi teléfono y marcar un número.

Tenía que pedir un favor.
***************************************************************
Hola a todas perdón por no actualizar pero se me junto mis actividades de mi curso y pues no me dio chance aparte de que estoy pasando y mi familia también por unos momentos muy duros hace unos días a mi mamá le detectaron cáncer terminal y pues como saben toda mi familia y yo estamos devastados con esta noticia por eso no he podido actualizar no se preocupen terminare las dos adaptaciones nos las abandonare.

bueno nos vemos mañana con capitulo nuevo o hasta el Jueves.

13 comentarios:

Unknown dijo...

Me sorprendió la propuesta de casamiento de Bella hacia Ed, este chico es terrible, usa todo a su favor. Ojala que al club le vaya bien, lo necesitan.

Ahora más allá del comentario sobre el capitulo, nena tienes nuestro apoyo, es una situación muy dificil por la que estas pasando, si necesitas algo, creo que hablo por todas cuando digo que aqui estamos. Mis mejores deseos son para ti y tu familia, mucha fuerza y mucha luz para tu mami.

Karla dijo...

Lamento mucho por el dolor que estás sintiendo en estos momentos de corazón te mando un fuerte abrazo y nosotras esperamos pacientemente que Diosito les de mucha fortaleza

vani dijo...

Hola, mucha fuerza, lamento muchísimo por el momento que estás pasando.
Muchas gracias por el excelente capítulo.
Saludos.

cari dijo...

Hermosa no pierdas la fe tu sabes q paso x lo mismo , no en ese punto pero cáncer es cáncer cuídala mucho consientela ahora q la tienes demuéstrale lo mucho q ella es para ti dale todo nena y si no hay tiempo para actualizar no importa esta con ella todo lo q puedas aquí te esperamos cuídate TQM un abrazó hermosa Dios los bendiga y este cuidándonos a todos siempre ❤😘💕 gracias x el cap.

saraipineda dijo...

Qué favor rrrrrrrrrrrrrrrrr que ascuas

Chayley dijo...

Un fuerte abrazo y muchas fuerzas...

TataXOXO dijo...

Ohh eso quiere decir que llamo a James???? O a quien llama??? Parece que Jacob está resentido con Bella por su propio miedo y vergüenza.... sólo espero que no les haga nada malo!!!
Besos gigantes!!!
XOXO

Anónimo dijo...

Muchas fuerza para todos en tu casa y ya sabes como toda te decimos te espera mos

Kar dijo...

Hola hola Annel hace tiempo que sigo tus adaptaciones y siento mucho esta devastadora situación por la que está pasando tú y tu familia, deseos de todo corazón que el consuelo y la esperanza llegue pronto a sus vidas te envío un cariñoso abrazo
Gracias por el capítulo nena
Saludos y besos 😘😘😘😘

Adriu dijo...

Hola
Siento mucho por lo que estás pasando. Pero mucha fuerza y confianza en Dios ayudará a superar estas pruebas..
Estamos para apoyarte con nuestras oraciones
Y gracias por el capítulo
Oh este Jacobo no le va a ir bien con Edward si sigue molestando
Gracias por el capítulo
Adriu

Unknown dijo...

Hola antes que nada tú ntp, la familia y la escuela es muy por encima de las adaptaciones y aquí nosotras te esperamos y respetamos tus decisiones.
Siento realmente por lo que estás paaando y más por que es un ser muy cercano pero a qui nosotras te esperaremos.
Gracias por el capi
Y vaya que Jacob se quedó atascado,
Y edward se tomó muy encerio la propuesta xD
Espero que con esto Rosalie también lo supere y vea a Emmett como algo más.
Haber de qué va a hacer su favor Bella???

Anónimo dijo...

Espero que este marchando todo bien.Extraño las actualizaciones, pero sin duda debes priorizar a tu núcleo. Un abrazo enorme.

Anónimo dijo...

pucha me encanto el capitulo en serio que si
lo de jacob apesto
pero lo bueno es que bella le aclaro todo
y la propuesta me dio mucha risa
solo ed podia tomarlo como propuesta
lamento lo de tu madre de todo corazon

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina