viernes, 1 de abril de 2011

CAPITULO III NATA MONTADA Y ESPOSAS

CAPÍTULO TRES

Ella se durmió con lágrimas en su cara. Él no la había llamado. Y su corazón le dolía, su sexo le dolía, parecía que todo le dolía.

¿Cómo podría ella suspirar por un hombre que nunca había conocido?

Finalmente, agotada, se deslizó en el sueño.

Ella nunca escuchó como la puerta a su cuarto se abría con un pequeño golpe. Nunca escuchó cuando una sombra se movía mientras bajaba las persianas y corría las cortinas.

Edward aparto la vista en su pálida y delgada forma, cubierta tan solo por un par diminuto de pantys con liguero y una mínima camisola atada con unas cintas que apenas cubría sus pechos. Él dejó su bolsa en el suelo, teniendo cuidado solamente de vendar los ojos.

Primero la follaria.

Ahora él la tenía.

Por que si ella lo viera y lo empujaba lejos, iba a guardar en su memoria todo lo acontecido hasta el momento.

Él se bajó cautelosamente de la cama, a la espera de que ella se despertara. La única iluminación era la luz plateada de la luna llena que brillaba al pasar por la claraboya directamente sobre su cama. Y sus ojos permanecían cerrados. Cuando vio que ella no despertaba, no estuvo sorprendido, no en realidad. Había tenido el sueño muy profundo desde la escuela, él con frecuencia se veía obligado a parar al conductor del autobús— con la excusa de olvidar su dinero para el almuerzo, o dejando que su pelota que cayera por de bajo del autobús—para así darle los cinco o diez minutos suplementarios que tendría ella para salir a trompicones de su casa, estando todavía dormida.
Como mucho cuidado, él alisó el pelo de su cara, haciendo una mueca cuando vio los restos de lágrimas secas en su dulce cara.

¿Quién la había causado estas lágrimas? Si hubiera sido él, entonces la resarciría. Si hubiera sido el Doctor, él haría por ella cualquier cosa hasta convertir al bueno del Doctor en un eunuco.

¿La habría jodido él? Con un siseo, Edward esperaba que no. Si él la hubiera jodido, iban a tener problemas.

Todavía durmiendo, él deslizó la venda sobre sus ojos, la ato bien después de hacerla rodar a un lado para que quedara de frente. Entonces él saco las cadenas o lazos acolchados, y tomó sus brazos sobre su cabeza, colocando los lazos en las columnas de hierro labrado de su cabecero.

Todavía no hubo ningún signo de despertar.

¿Qué haría primero?

Bella se movió despertándose despacio, ciertamente ella estaba soñando. Unas manos calientes y grandes con ásperos callos, acariciaban su cuerpo, suavemente, dulcemente. Desconcertada, ella abrió sus ojos, pero no pudo ver nada. Y cuando ella trató de mover sus manos, no pudo moverse.

Pero antes de que el pánico la asaltara, una áspera y familiar voz le susurró al oído —No tengas miedo. Ya te dije que sería pronto. Esta noche voy a mostrarle solo que eres completamente mía.

— ¿Qué haces aquí?— jadeó ella, incapaz de mitigar el miedo que la había llenado cuando se había despertado.

Ella juró que lo sintió sonreír, percibiendo el calor perezoso de su división mientras él se apartaba aún lado. — ¿Qué crees que estoy haciendo aquí, Bella? — preguntó él escuetamente. Su áspera y baja voz envió temblores a lo largo de su espalda, volviendo prietos sus pezones. —No te haré daño. Nunca te haría daño. Sólo quiero tocarte, sentir tu suavidad, sentir como te mueves debajo mía mientras te monto. Y esperaremos solo un ratito antes de que saquemos la nata montada.

Él no prometió excluir las esposas.

Oh, Maldita sea, era él realmente.

—Tu…— susurró ella inestablemente. Unas punzadas diminutas de miedo se dispararon en ella, como no podía sentir ninguna maldad, ninguna intención maligna por parte del hombre, o sino ella nunca disfrutaría. Sus manos la acariciaban con cariño, protectoramente. —Quiero verte.

—Todavía no, Bella — susurró él contra su oído, acariciándolo con la nariz suavemente antes de agarrar el carnoso lóbulo en su boca y morderlo suavemente. —Te dije como quería tomarte.

—No puedes — dijo ella débilmente. —No te conozco.

Él se rió, suavemente, un dulce sonido mientras él la besaba a lo largo de su cuello. —Siempre me has conocido, — dijo él. —No te haré daño, Lo juro. Pero dame esto.— Una mano se deslizó hacia abajo por su vientre y ella lanzó un gritito, cuando él transpuso sus rizados mechones para penetrar en su sexo, bombeando con su mano despacio, girando su muñeca con cada movimiento, mientras su pulgar daba vueltas sobre su clítoris.

Edward aparto la vista de su cuerpo, para mirarla mientras él finalmente la jodia con su mano. Sus pequeños pecho eran pálidos, suaves, sus pezones eran como pequeñas bayas oscuras que él quiso tomar en su boca. Su torso estrecho llameó ligeramente desde sus caderas, y su respiración era agitada, mientras él la miraba fijamente, casi hipnotizado, observando como sus dedos la separan, deslizándose hábilmente por sus pliegues, arrullando su clítoris antes de deslizarlos hacia dentro de su cremoso y mojado sexo. Ella gimió y se resistió debajo de él, su crema empapaba sus dedos, deslizándose hacia arriba, alrededor de los estirados pechos. Cuando su cuerpo comenzaba a calmarse, él dejó la cama y alcanzó su bolso. La primera cosa que él sacó fue un pequeño y poderoso vibrador llamado bala. Era largo, una columna delgada para jugar con el ano, lubricante, un pene normal y un vibrador adaptable.

Tomando la bala, Edward se tumbó entre sus piernas, extendiéndolas ampliamente y soplando sobre su carne expuesta. En la débil luz, pudo ver los músculos de su vientre contraerse mientras gemía. Entonces él encendió el botón de la bala, presionando contra sus pliegues, colocándolo de modo que presionara directamente contra su clítoris. Ella se resistió y lanzó un grito ante el sobresalto, sacudiendo sus caderas. El dulce olor de su excitación llenaba el aire, embriagándole.

—Necesitas más que un hombre como Volturi — murmuró él, bajando su cabeza hasta que su cara estuvo encima de su entrepierna. Él separó la pieza diminuta de seda de su hendidura, a la vez que aspiraba su olor, deleitándose de el, llenando su cabeza de su olor, y luego él bajó su boca, deslizando su lengua hacia abajo por su hendidura, saboreando su dulce sabor. — ¿Crees que él va a jugando con juguetes como estos? ¿Piense que él le atará alguna vez, o te dejará atarlo?

Bella no podía pensar. Por las poderosas vibraciones de la bala y, por el continuo golpeteo caliente y mojado de su lengua, la estaba privando de todo aliento, sin ningún pensamiento racional. Despacio, aumento la presencia de su lengua y menos del vibrador, empezó a mecer sus caderas contra su cara, chillando por el placer cuando la amamantaba, comía e introducía su lengua por su pasaje mojado.

Bella se sacudió el cordón que estaba alrededor de sus muñecas inútilmente. Su aliento se atoro en sus pulmones, cuando él colocó su boca en su clítoris y una vez más reanudó su martirio con sus dedos en su doloroso sexo. Brevemente, su boca la abandonó y él murmuró —Estas tan apretada, Bella. ¿No has estado jodiendo al bueno del doctor?

—Nuh…no — tartamudeó ella, sollozando mientras él sumergía sus dedos más dentro. Ella no había estado jodiendo con nadie. Solo alguna vez, hacía ya tiempo. Sacudiendo hacia abajo sus manos, tratando una vez más de liberarlos, antes de que ella dejara y simplemente enlazara sus dedos alrededor de los listones de hierro del cabecero de la cama.

—Buena chica — susurró él con aprobación, chasqueando con su lengua el henchido clítoris. —Me alegro de oír eso—tan alegre de que no le engañara esa noche. — Sí hubieras estado jodiéndo con él, tendría que castigarte. Y no podría hacerte daño, pero me volverías loco en cambio, saboreando y montando tu pequeño y caliente cuerpo, me volverías más loco de lo que ya estoy. Lamento decirlo, pero había estado tentado a tenerte en este estado toda esta maldita noche, sólo para mostrarte como me he sentido.

Con un gemido ahogado, ella dijo —Has estado jugando conmigo durante meses.

Cuando él se sentó, ella pensó que se le había formado una sonrisa de su boca. — ¿Meses? — repitió él, su voz fue hosca y áspera, sólo por encima de un susurro, mientras él deslizaba sus manos, y empujaba su camisola más arriba, echando suavemente nata sobre sus costillas. Ahuecando sus pechos, con sus pulgares e índices y pellizcando sus pezones. — ¿Sólo meses? Cariño, tú has estado jugando conmigo durante años.

— ¿Cómo podría yo hacerlo? No te conozco — susurró ella desigualmente cuando su caliente boca se cerró sobre su pezón.

Él se retiró y soplo sobre su pezón. Para decir —Me has conocido durante años.

Y algo en su voz le resulto familiar. Pero antes de que ella pudiera adivinar el qué, la correa fue separada de un tirón y él se colocó entre sus muslos. Sintiendo el áspero material de sus jeans contra la sensible carne de sus extremidades, y el movimiento precipitado y áspero cuando él retiraba su ropa. Cuando ella lo sintió otra vez, estaba desnudo. Él bajó hacia ella, su musculoso pecho aplastó sus pechos cuando él cambió de posición su parte inferior, colocando sus piernas hacia arriba y así montarse sobre sus caderas.

Ella se calmo cuando sintió la punta de su pene sondeando en su entrada. —Apretado — refunfuñó él otra vez, con voz áspera y gruesa, a la vez que comenzaba a introducir su pene en su interior.

—Por favor — jadeó ella, meciendo sus caderas.

— ¿Por favor qué? — jugueteo él, cambiando de posición y apoyando su peso para así poder acariciar su clítoris otra vez.

Él bajó su cabeza para agarrar uno de sus apretados pezones con su boca, lamiéndolo y mordiéndolo, hasta que la hizo gemir y luego él alzó la vista hacia ella otra vez. Su voz era sólo en mitad broma cuando él dijo otra vez — ¿Por favor qué? ¿Por favor jódeme? Estas mojada, pero tu pequeño y dulce sexo es tan apretado.

—Por favor — ella lanzó otra vez un gemido, elevando sus caderas más alto, tratando de tomarlo más en su interior. Pero él todavía se sostenía, con su grueso pene sólo…allí, justo dentro de los labios mojados de su sexo, sin moverse.

— ¿Por favor qué?— Gruñó Edward, conteniéndose. — ¿Por favor jódeme? ¿O por favor para? — No me hagas parar, cariño, pensó con desesperación. Ella estaba tan mojada, abierta y lista, pero él tenía que asegurarse que ella quería esto, no sólo su cuerpo, por que Bella tenía que querer esto. —Dime que quieres. Cualquier cosa dime que te joda, o dime que me marche, pero dímelo.

Bella susurró —Jódeme, por favor. Oh, por favor, jódeme. — Su voz se rompió cuando la fue elevando, lentamente, al compás del caliente latido que se estaba formando en su dolorido sexo.

Los ojos de Edward se cerraron por el alivio, mientras se instalaba sobre ella pesadamente, extendiendo sus muslos ampliamente, e introduciéndose—ella estaba mojada, un camino cremoso que se amoldaba a su pene como un apretado puño de seda.

Él redujo la marcha, aunque, cuando ella se tensó a su alrededor, suave, el dolor llenó el gemido que salio de su dulce boca.

Él era grande. Oh, Maldición. Demasiado grande. Bella gimió cuando la ardiente presión aumentó. Demasiado grande. El consolador que ella había comprado había sido uno de los más grandes, por lo menos ella así lo había pensado, y las primeras ocasiones, lo había tomado fácilmente. Pero su sexo no se abría tan fácilmente para él.

Despacio, su cuerpo se calmo. Pensando que él había escuchado el dolor en sus quejidos, ya que lo sintió retroceder. Una áspera mano subió hasta su mejilla y él preguntó — ¿No has estado con un hombre, verdad?

Su aliento se agolpó en sus pulmones cuando ella dijo —No.

La satisfacción pareció fluir de él cuando bajó su cabeza, tomando su boca suavemente, abriendo sus labios y deslizando su lengua dentro de su boca para probarla. Ella pudo probarse en él, probar la crema de su sexo en sus labios y lengua cuando él la besaba.

Edward esperó un poco hasta que la tensión abandonara su cuerpo, frenando la necesidad de tomarla como siempre había soñado, joderla duramente y rápido hasta conseguir que ella gritara su nombre. Pero ella no sabía su nombre. Y no iba a iniciar a una virgen de aquella forma.

Una vez que se relajó, separo su boca de ella y cambió de posición, apoyando su peso en sus manos. —Lo siento, pero esta vez te dolerá un poco, — murmuró él. —No será demasiado malo, lo prometo. Te gustaría tomar tu vibrador y así ayudarte. — Edward se estremeció cuando las paredes de su sexo se apretaron hábilmente, abrazando la gruesa cabeza de su pene haciéndolo gemir, se retiro, moviéndose hacia abajo hasta estar entre sus muslos una vez más. Elevando sus caderas con sus manos, él se llevo su clítoris a su boca, amamantándose, antes de conducir su lengua dentro de su dulce sexo. Él levantó su cabeza y comenzó a lamerla como un animal, deslizando dos dedos en su sexo, haciendo girar su muñeca cuando él los deslizó en su interior. —Tienes la crema más dulce — refunfuñó, bajando su cabeza y bebiendo a lengüetadas el chorrito del jugo que se deslizaba de ella. —Y eres tan apretada, tan suave.

Él alternó jodienda con su lengua y con sus dedos hasta que ella gimió y gimió, con su cuerpo apretado y arqueado con la necesidad de correrse, y luego él se movió hasta quedar sobre sus caderas, colocándose entre sus muslos, dándole un codazo así aumentar el espacio, mirando sexo enrojecido con su pene en su entrada, luego él deslizó sus manos por bajo para coger su trasero y así levantarla.

Ella se estremeció cuando lo sintió sondearla, con su áspera y atractiva voz susurrándola en el oído, murmurando —Esto va a ser bueno, cariño. Estas mojada, caliente y lista para que te joda.

Entonces él salió sólo un poco, únicamente hasta que la cabeza de su pene estuviera en su interior, antes de que él la asiera fuertemente y se levantara encima de ella, empujando despiadadamente por su apretado interior, hasta que estuvo sepultado profundamente, con sus pelotas descansando contra la hendidura. —Shh, — murmuró él contra su oído cuando ella se arqueó, con un grito desigual que resonó en la oscura habitación, sintiendo la húmeda y caliente caída de sus lágrimas contra sus labios cuando él besó su cara.

Ella lanzó un grito, abrasador, rasgado de dolor mientras se agolpaban sus lágrimas en los ojos. ¿No demasiado doloroso? ¿Y qué infierno era esto? Él comenzó a moverse y ella se estremeció, sólo para estremecerse por la sorpresa cuando el placer la hizo arquearse. Ella sintió el plástico fresco contra su clítoris y luego las poderosas embestida que emitía. Él se adentraba repetidamente y despacio dentro de ella, esperando que ella se relajarse a su alrededor una vez más.

— ¿Sabes que las mujeres tienen un punto en su sexo que las conducirá casi rápidamente cuándo se les toca? — él susurró contra su pecho a la vez que él lamía y pellizcaba su suave carne. Él cambió de ángulo, moviéndose un poco más hacia arriba por su cuerpo y girando sus caderas, moviendo la bala contra ella, y haciendo que ella soltara un grito estrangulado, como su pene tocó el punto del que él hablaba. —Y aquí esta lo suyo. ¿Te gusta así?

Ella movió su cabeza y él dijo —Háblame. Dime que si te gusta esto. Dime como de bueno es para joderte.

Su cara estaba ruborizada pero ella susurró, —Me gusta esto. He estado esperándote tanto tiempo para que me folles. — Ella tembló cuando sintió la larga mascara, con el pelo sedoso sobre su cara y cuello, y luego la mojada y caliente boca en su cuello, sintiendo un pequeño dolor dulce de sus agudos dientes cuando él la marcó. Sintiendo su duro cuerpo directamente contra ella, fuerte y largo, caliente y liso.

Ella giró su cabeza, frotando un lado de su cara contra la almohada, intentando quitar la venda de sus ojos. Ella quería verlo, quería ver la forma de sus ojos, el color de su pelo que cepillaba sinuosamente sobre su cuerpo. Pero la venda de sus ojos se quedó tercamente en el lugar, llenándola de frustración, y ella siseó.

—Déjame verte.

—Todavía no —dijo, moviéndose de modo que él se quedo arrodillado entre sus muslos, con sus manos sosteniéndola sólo por debajo de sus costillas, arqueando su espalda hacia arriba. —He estado como loco este último año, mirándote cuando salías con ese bastardo de mierda, preguntándome si le dejarías tocarte. Eres tan bonita, tan sexy. Siempre me pareciste una pequeña muñeca de loza con tus grandes ojos chocolate y tu rosada boca. — Él condujo su pene en ella, la bala desapareció cuando él la levantó, atrayendo la mitad de su cuerpo en el colchón. —Y ahora eres mi muñeca. Ningún otro hombre te ha jodido alguna vez. Ningún otro hombre alguna vez lo va hacer.

Ella se estremeció, cuando el fuego paso como un rayo cada vez que él sepultaba su sexo dentro de ella, gimiendo cuando él golpeo al pequeño manojo de nervios dentro de su sexo, deslizándose hacia delante para así acariciar la boca de su matriz.

Edward pasó su mirada posesivamente por su cuerpo, de la negra tira que cubría su encantadora cara, su boca era un capullo de rosa abierto. Su cuello delgado y hombros estrechos acompañaban había abajo hasta las dos redondos, y pequeños y coquetos pechos extendidos con pezones de un profundo color— ¿rosa?, ¿marrón?—en esta luz incierta, él no lo sabía. Sus costillas se veían frágiles, y su cintura era diminuta, antes de aumentar en sus caderas. Tan leve como ella era, Edward sabía que ella tenía uno de los traseros más perfectos que había visto alguna vez—pleno, curvo, en forma de corazón.

Él separo los pálidos y suaves rizos que tapaban su centro, deslizándose hacia dentro a sus profundidades mojadas con su crema. Él movió su mano de modo que pudiera jugar con su aumentado clítoris, rodeándolo de la misma forma que la había visto masturbarse, gratamente satisfecho del caliente desbordamiento de ella a la vez que se apretaba a su alrededor, su vaina agarrando su pene cuando ella se acercaba al punto culminante. —Has estado esperándome — susurró él con temor. —Respondes tan fácilmente. ¿Has estado esperando esto, a mí?

¿Lo habría hecho ella? ¿Cuántos tipos se habían alejado con desagrado porque ella no podía encenderse con sus cuerpos? Su toque siempre parecía tan tibio, tan suave. Sí. Ella había estado esperándolo. ¿Pero maldita sea, quién era él? Su atractiva voz llevo un recuerdo a su mente, algo familiar, muy familiar. Si ella pudiera pensar en algo más que el fuego en su sexo, sólo así podría ser capaz de recordar.

Pero él no la dejaría. Él salió y se condujo más duramente dentro de ella. — ¿No gozas, Bella? Dime lo que quieres oír…o me pararé.

—He estado esperándote — suspiró. — ¿Por qué si no, todavía sería virgen?

—Mía, — dijo él guturalmente, antes de inclinarse sobre ella y llenarla profundamente, introduciendo todo su pene. —Mía. Mía. Mía. — refunfuñó monótonamente mientras él la follaba duramente.

Bella gritó, ondas calientes de placer doloroso rompieron sobre ella, liberando algo dentro de su interior que fluyó en una inundación repentina de calor a la vez que él la llenaba. Ella comenzó a gemir y gritar en cada empuje. —Otra vez — pidió él, cambiando y moviendo sus caderas, para que su pene se introdujera más dentro de ella, sobando su clítoris cada vez que se conducía dentro. —Otra vez. Córrete otra vez, para mí, Bella. Dejarme oírlo. Déjame sentirlo.

La abrió, forzándola otra vez, y su cuerpo se sintió demasiado pequeño para toda la rabiaba que sentía. El fuego y el aligeramiento del quemazón de sus venas mientras el punto culminante se agolpaba en su vientre, estallando en una serie de agudos y cortos gritos mientras ella intentaba por freno a su pene. Él se corrió, llenando su sexo con el caliente y cremoso semen, mientras gritaba su nombre.

Algo oscuro surgió en su mente, cuando el orgasmo llegó, casi tocándola. Ella lo dejo pasar brevemente, dejándola agotada, él había desatado sus manos y lavaba el semen y la crema de sus muslos. —No llevé ningún condón — dijo él escuetamente, cuando él acarició la tela mojada sobre sus muslos. —Creo que debía de haberlo utilizado, pero tenía que sentirte alrededor de mí, sólo tu.

Ella alcanzó la vendar de sus ojos pero él la paró, cogiendo sus manos y besando sus palmas. —No. No esta noche. Dame esta noche.

—Quiero verte — dijo, tirando de sus manos.

—Me ves todo el tiempo, — dijo él, con voz resuelta, pero triste. —Todo el tiempo. Pero nunca realmente me has mirado.

Edward contuvo sus manos, lejos de la venda de los ojos al tiempo que él se colocaba a un lado de ella. —Me conoces. Siempre he estado aquí. Pero nunca has visto cuánto te amo, cuánto te necesito. He estado muriéndome por estar dentro de ti, por hacerte el amor, por ver como te corres cuando estas contra mi boca, por oírte gemir y gemir y gritar cuando te corres. Y nunca me viste para esto.

Él la montó, con sus rodillas a los lados, deslizándose con cuidado dentro de su sensible sexo. —Me alegro de que ningún otro hombre te haya tocado. Pero esto lo hace más difícil. Como yo había planeado joderte durante toda la noche y lo voy hacer. Pero sé que va a ser doloroso para ti.

—No me preocupa — susurró ella, arqueando sus caderas, tomándole profundamente dentro de su cuerpo. Él liberó sus manos y ella las deslizó por sus brazos, recorriendo alrededor de sus hombros, sintiendo sus poderosos músculos antes de que ella sepultara sus manos sobre su pecho, sobre su sedoso pelo. Ella había sentido que esto se había caído contra su cara la primera vez, había sentido estas puntas jugar con sus pechos. Suave, gruesos y sedosos, le caían sobre sus hombros. Amplios hombros, esos musculosos y fibrosos brazos, pecho amplio. Ella podría sentir todo eso, su duro vientre contra el suyo, y los sólidos muslos de él que había extendido sus piernas habían sido pesados con mucha masa muscular. Él era fuerte, su hombre misterioso. Él podría partirla fácilmente en dos, pero él se preocupaba de no lastimarla. —Te quiero.

Su poderoso cuerpo se estremeció contra el suyo cuando ella dijo esto, mientras él se conducía en ella con un grito—su erecto pene cavando en su profundidad, en los apretados tejidos de su matriz que lo alojaban una vez más. —No tienes ni idea de cuanto he esperado a oír esto, Bella, cariño— gruñó, saliendo y conduciéndose en su hogar otra vez, con sus pelotas golpeándose contra ella a cada empuje.

Edward tomo aire cuando él se levantó desde su interior, ella estaba mojada, con sus hábiles paredes se apretaban alrededor de él. Ella, todavía no tenía la suficiente experiencia para que entrara fácilmente, ahora mismo, aunque ella estaba mojada por su propia excitación, y apunto de correrse. A él le parecía que su pene estaba cavando en una toma eléctrica y envuelto en mojada seda. Las calientes sacudidas pasaron como un rayo por él, bajando por su espalda hasta reunirse sobre su sexo cuando sintió que estaba cerca de llegar a su punto culminante.

Él salio salvajemente. No tan rápido. No esta vez. Él la echo sobre su vientre y la levantó sobre sus rodillas, intentando apartar la mirada de su trasero expuesto. Bajando su cabeza, él la lamió, lamido la sensible e intima zona de su ano, poseyéndola todavía más cuando ella grito y trató de moverse.

—No lo hagas — la advirtió rápidamente. —Sabias que te haría esto. Te lo dije, en las cartas, por teléfono, sobre como seria sentir mi pene dentro de tu dulce y pequeño ano. No te jodere por ahí esta noche, pero le probaré, te abriré. Y si luchas contra mí, tendré que volver a amarrarte otra vez.

—No puedes — jadeó ella, cambiando de posición, alejándose de él.

Él gruñó y agarró sus caderas, fijándola en su sitio. —Sí puedo. Y vas a tomarme, y te va a gustar lo que te haga. — Él llevo su mano a su boca, lamiéndose un dedo, mojándole a fondo antes de presionarlo contra su apretado agujero, presionándolo. —Dime si no te gusta, — él la desafió suavemente cuando ella jadeó, al sentir como lo empapaba con su crema.

Él la abandonó, refrenándose suavemente —Permanece así, esto te gustará. — Edward desenredo la varita delgada que había en la mesita de noche y el lubricante antes de volver y arrodillarse detrás de ella, sintiéndola temblar. Su peso estaba apoyado sobre sus codos, con la cara sobre el colchón y su sedoso pelo escondiendo toda expresión a él. Después de lubricar la varita, coloco la cabeza ligeramente doblada contra su ano y comenzó a introducirla, sonriendo cuando ella comenzó a gemir y a estremecerse, meciendo sus caderas hacia atrás contra el objeto cuando él se retiró.

—Empuja —susurró él, apretándolo contra ella. —Voy a deslizarlo dentro de ti y te dolerá menos si empujas.

Bella lanzó un grito cuando este le produjo un dolor ardiente. Luego se estremeció cuando su mano dio unas palmadas a su trasero, gruñendo —Empuja. — Ella lo hizo, indefensa, y sintiendo que se deslizaba dentro, entre los apretados músculos de allí, el dolor ardiente se intensificó cuando se deslizó más profundamente, hasta que estuvo alojado en su totalidad dentro de ella.

Entonces él agarró sus caderas, sosteniéndola todavía y manteniéndola estable para que su pene comenzara a sondear. Ahora, su entrada era más estrecha, gracias a la varita en su ano y Edward apretó sus dientes cuando ella despacio se abrió a su alrededor, dejándole deslizarse totalmente dentro de ella. Su ano y caderas temblaban y un pequeño gimoteo salió de sus labios. —Sé que esto ahora mismo te duele un poco — la calmó, moviendo la varita despacio, deleitándose con el cremoso calor de su cuerpo y como su sexo le tenía fuertemente sujeto.

¿Daño? Infierno, esto que sí dolía, y no un poco. Bella se sostuvo todavía, con miedo de moverse, quemándose , sintiendo la presión intensa dentro hasta el mismísimo fondo mientras la montaba, notando la intrusión gruesa de su pene y la de la varilla, esa combinaron la hacia sentirse partida en dos.

Pero repentinamente el dolor desapareció, cuando él la rodeo y agarró su clítoris, pellizcándole, masajeándole, haciéndolo girar entre su pulgar e índice hasta que monto su mano con impaciencia, buscando el placer que le traía esa acción. Él impulsó su mano abajo entre sus muslos y pidió — Hazlo así. — Una vez que ella comenzó, él plantó sus manos sobre sus caderas y comenzó a bombear su mojada y sedosa hendidura, con fuerza, profundamente y rápido. Cada vez que él salía, la varita dentro de su ano se retiraría un poco, cada empuje de su cuerpo hacia dentro, esta se conducía también era como si ella estuviera siendo doblemente penetrada.

Ella sintió que de repente el orgasmo arremetía contra ella, tomándola en su caliente y apretado abrazo cuando ella explotó, la crema salió a chorro de ella en un géiser cuando él se retiro, de modo que fue bañado con sus jugos cuando él se introdujo dentro. — ¿Te gusta esto?— Jadeó él. —Lo amas. Pues imagínate cuando estés lista para sentirme y pueda joder tu ano.

Cuando él habló, se sacudía, alzándose para jugar con su clítoris mientras ella sufría casi un colapso, ya no siendo capaz nada más que de permanecer allí y tomarlo. —Otra vez. Córrete otra vez — ronroneó él, cabalgándola de modo que ella solo podía permanecer recta contra la cama y él palpitando dentro de su sexo que se convulsiona. —Córrete otra vez, pequeña Bella. Estas tan apretada y mojada, tan caliente y hambrienta. ¿Me dejaras? Déjame joderte por tu pequeño y apretado ano, y gimotearas para mí, ¿verdad?

—Sí — gimió ella monótonamente sobre el colchón, un canto inútil cuando sus mágicas manos y pene la llevaron hacia otro orgasmo. Cualquier cosa. Cualquier cosa. Sí…sí… ¡SÍ!

Edward rugió y la inundó con su semilla, su pene se convulsionó y se sacudió cuando él se corrió en el apretado abrazo de su mojada vaina.

Él la coloco a su lado, y así la abrazó, con su espalda apretada contra su pecho, su antebrazo descansando sobre sus costillas, justo debajo de sus temblorosos pechos. —Dulzura — refunfuñó él, enterrando su cara en su pelo y absorbiendo su olor. —Yo siempre supe que serias maravillosa.

— ¿Quien…quien eres? — preguntó, con su respiración inestable y la voz áspera.

Silenciosamente, él susurró —Adivínalo.

Pero antes de que ella pudiera intentar o preguntar algo más, ella cayó en el sueño, abrigada con sus brazos, sus muslos y con su hendidura mojada por semilla y la delgada varita todavía sepultada dentro de su ano, estirándola.


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PROXIMA ACTUALIZACION: EL DOMINGO

14 comentarios:

brigitteluna dijo...

esta historia esta de infarto lento me encanta

lorenita dijo...

wow,wow!! me quede sin habla, esta súper apasionante esta historia!!! espero con ansías el sig, capítulo!!

Silvinha dijo...

Isso foi o maxímo!!!!!!

nydia dijo...

OMG mi niña me encanto y esta dios casi sufro un colapso de tanta emocion x este capitulo ,me encanto y dios ni hablemos del sexo que an tenido estos dos...Eres maravillosa no cambies...Sigue asi..Besos...

nany dijo...

orale estuvi super intenso este cap
cuando subirias el otro?

angeles dijo...

me he quedado sin respirancion...."!!
te aseguro que es poner plasmado en un papel el sueño erotico más fascinante que he visto hasta ahora. Te hace vibrar de puro realismo, pero es erotismo pensado para una mujer, si , me encanto, sigo leyendo historias tuyas y cada vez estoy mas enganchada. Espero que sigas escribiendo, me gusta este mundo. Gracias porque me siento en cierta forma como una puñila.

princesslizzycullen dijo...

mañana lo subo nena es que ahora ando super ocupada con el cap de APUA PERO MAÑANA A MAS TARDAR SUBO DE LAS TRES HISTORIAS ,APUA, LBDP Y NMYE BESOS

Lucy dijo...

Lizzy eres lo maximo con esta historia!! D: hahaha me encnata Un beso :D

joli cullen dijo...

OMG QUE CAPITULAZO XD QUE COSAS QUE FANTASIA XD MUJER ME MATAS

Unknown dijo...

OMG!!! OMG!!!

Este Edward es tan ardiente!!! haaaaaaaaaa bueno despues de este cap creo que debería ir a bañarme jajaja LOL

Y que onda con la tontis de Bella porque no reconoce la hermosa y sexy voz de Edward?? Definitivamente se ciega de pasión pero no la culpo quien no se cegaría con un hombre asi??

Y por dios hay otro cap mas!!!

Haaa estoy emocionada jajaj

GRACIAS!! por actualizar!!

Ligia Rodríguez dijo...

Hola! Bueno si que te pasas esta historia es fabulosa y ek capitulo estuvo de lo más picante, te las traes niña!

Anónimo dijo...

Isabel Rodriguez. Hola, esta excelente la historia.... y la manera en la que escribes es muy buena... sigue asi :)

madaswan dijo...

¡Vaya capitulazo! La verdad e que derrocha erotismo y hace real las fantasías de muchas de nosotras...Sin palabras,así me quedé. Ssludos

fabiola León dijo...

xd!!! quede sin habla....jajaja esta de....jajaja y eso que la estoy leyendo en semana santa!!!jajajaja
buenisimooo.....
grax lizzy besis
val

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina