viernes, 1 de abril de 2011

CAPITULO V LOS BUSCADORES DEL PLACER

CINCO

Me quedé entre ellos, pero no como uno de ellos; envuelto en pensamientos que no eran los suyos.

Lord Byron

 
Por segunda vez en el día, Edward la observaba irse, sintiendo en el cuerpo un deseo tan fuerte que estaba punto de perseguirla como un adolescente chillón, excitado y jadeante con su primera erección. Pero él jamás había corrido detrás de ninguna mujer, y se maldeciría si empezaba ese día.

Cielos, de todas las mujeres del mundo, ¿por qué había tenido que ser la hija del condenado duque de Swan a quien quería llevarse a la cama? ¿Con aquellos ojos azules claros capaz de aniquilar a un hombre, de despedazarle hasta ese rinconcito en su interior, que él mantenía aislado de todos y que aún lograba excitarlo de manera infernal?

Era increíble cómo un hombre tan perverso había podido crear a esa hija tan vibrante y exótica. Y ¡maldición! lista, además. No importaba desde qué ángulo la atacara, ella lo esquivaba. Tanto su apariencia como su inteligencia lo habían desconcertado.

Su nombre le había provocado una reacción muy categórica. ¿Sabría ella lo que su padre le había hecho al suyo?

¿Cómo la avaricia del hombre le había costado la vida a Anthony Masen? Y aunque no lo supiera, eso no marcaría una diferencia. Ella lo detestaba de un modo u otro, y para él estaba bien. El sentimiento era mutuo.

Edward salió de los establos y cerró las puertas. Echó una mirada hacia la casa y vio las siluetas de la gente bailando en su salón, servidos por sus sirvientes, muchos de ellos durmiendo bajo su techo.

Los evitaría a todos hasta la semana siguiente, aunque para eso tuviese que pasar las noches en el establo. Su caballo era lo único que le importaba, de todos modos. Khan era lo único que le quedaba de su vida anterior (lo único que le había dejado el padre, el potro negro que le había regalado hacía tres años).

Edward se pasó la mano por la cabellera y se dirigió a la entrada posterior de la casa. Subiría por la escalera de la servidumbre a su cuarto, que quedaba en el extremo más alejado del ala oeste, lejos de aquellos payasos y de sus esposas, con los que podía toparse en cualquier cuarto que estuvieran.

Northcote era única porque contenía un elaborado sistema de pasadizos secretos, construidos por un ancestro sajón para evitar que los daneses navegaran río arriba hasta Exeter. Una vez que se sabía el diseño de los túneles, se podía ir casi a cualquier parte del lugar sin ser detectado.

Aquellos lóbregos corredores eran la única salvación de Edward durante las interminables reuniones de Tanya. Ella detestaba que él desapareciera; le encantaba exhibir su juguete nuevo.

A él solía gustarle tener relaciones íntimas con mujeres, disfrutaba del poder que ejercía sobre ellas durante el sometimiento sexual, cuando necesitaban de lo que él podía darles. Pero todo placer que alguna vez había sentido en el acto se había extinguido al aceptar el ofrecimiento de Tanya. Jamás hubiera imaginado conocer lo que se sentía al ser un objeto, un capricho femenino, pero ahora lo sabía y se odiaba profundamente.

Al entrar, su alcoba estaba oscura como una tumba.

Hace tiempo, habría habido una criada que le encendiera las lámparas y le abriera las sábanas, un sirviente que lo ayudara a vestirse y desvestirse.

Tanya creía que esas cosas no eran necesarias. Si él necesitaba vestirse o desvestirse, podía acudir a ella. El nunca lo había hecho, aunque eso no significaba que ella no acudiera a él.

Edward encendió un fósforo y con él la lámpara sobre el escritorio; el brillo pálido y bruñido apenas se reflejaba en el mobiliario oscuro y las pesadas cortinas. El dormitorio era enormemente distinto a los que había ocupado en su juventud, con sábanas de satén y decadente esplendor que realzaba una experiencia que rara vez incluía el acto de dormir. Ahora contaba con la soledad y una vista a los sombríos acantilados y las batidas aguas, lo cual iba mejor con su estado de ánimo.

Se quitó la camisa, recordando el modo en que Bella le había mirado el pecho, causándole la primera sensación de deseo genuino que había sentido en años.

Dios, cuánto había deseado que ella lo tocara. Había algo en ella que temporalmente lo había hecho olvidarse de quién era. Por primera vez en mucho tiempo, se había sentido consumido por otra sensación que no era rencor ni rabia.

-¿Dónde has estado, querido?

Edward tensó el cuerpo al mirar su reflejo en el espejo y encontrar a Tanya sentada al otro lado de la habitación, con una pierna colgando del brazo del sillón, apenas con una lencería vaporosa cubriéndole el cuerpo. "¡Dios mío, esta noche no!". No cuando otra mujer ocupaba sus pensamientos y lo excitaba.

-¿Qué estás haciendo aquí? - le preguntó con aspereza, lamentándose por haberse quitado la camisa al ver que ella le recorría con la mirada la espalda hasta detenerse en su trasero.

-Esperándote, por supuesto.

-Te dije que no vinieras a mi habitación.

-Sí, lo sé, es tu refugio del mundo. De verdad, Edward, esta obsesión que tienes de proteger lo tuyo crece de manera agobiante. Sólo es un cuarto, por el amor de Dios.

-¿Qué es lo que quieres?

-Que dejes de ocultarte. Esta noche tu ausencia se hizo sentir enormemente. Mis invitados esperan verte. ¿Cómo crees que me siento cuando preguntan por ti y yo no sé adonde estás?

-No soy tu condenado juguete -gruñó al tiempo que cogía bruscamente la camisa del suelo.

-Déjala -insistió ella con un ronroneo-. Y, por favor, date la vuelta.

Apretando los dientes, Edward la miró, cerrando los puños de la camisa mientras ella lo desnudaba con la mirada.

-Sois espléndido, milord. Tienes un cuerpo que fue hecho para dar placer a una mujer. ¡Qué adorable que seas mío! Porque mientras yo te pague, querido, me perteneces. Me pregunto si eres lo bastante agradecido con nuestro acuerdo.

-No me presiones, Tanya. Esa no es una jugada astuta.

-Ven aquí, Edward. -Lo llamó con un dedo-. Y deja la camisa donde estaba.

Él deseaba que se largara y lo dejara en paz, y en ese momento sólo había un modo de lograrlo, exceptuando la muerte.

Con la furia anudada en el estómago, Edward arrojó la camisa al suelo, atravesó la habitación y se paró a unos pasos del sillón donde estaba ella.

-No me mires con tanta furia, mi amor. -Le dijo entornando los ojos y mirándolo a través de las pestañas, humedeciéndose los labios con la punta de la lengua- Ya sabes lo que quiero.

-¿Es que nunca duermes?

-Dormir es una pérdida de tiempo cuando te tengo a ti.

-Lo recorrió con una mirada sensual, deteniéndose en la ingle sin encontrar evidencia de excitación, lo que dibujó un gesto de disgusto en su rostro-. Eres tan delicioso cuando estás enfadado, y tan malvado conmigo en la cama...

-Así que me provocas a propósito, ¿verdad?

Alzó un hombro y le dijo:

-A veces, sí. Observarte absorto en tus pensamientos no es divertido. -Ella se inclinó hacia delante y pasó el dedo por la parte de delantera de los pantalones-. Creo que hoy te comportaste como un chico malo. -Levantó la cabeza y lo miró de reojo-. ¿No es cierto?

Edward apretó la mandíbula.

-Has estado espiándome de nuevo, ¿verdad?

-Tengo que vigilar lo que es de mi propiedad -le respondió al tiempo que le deslizaba la mano por debajo de la pretina para asirlo-. Si no, alguien podría robarte. Y esto -ronroneó desde lo más profundo de la garganta-, vale su peso en oro. No puedo permitir que le pase nada, ¿cierto?

-Esto -empezó a decir con un gruñido, al tiempo que la cogía de la muñeca-, se viene conmigo si me marcho, y la próxima vez que te refieras a mí como una propiedad será la última.

Ella frunció los labios haciendo un puchero propio de un niño y le dijo:

-No te enfades conmigo.

-Deja de espiarme, ¡por mil demonios! Me tienes harto.

-En realidad yo no te espío; eso sería indigno de mí.

Chadwick lo hace.

Chadwick. Su secretario personal que, de paso -Edward estaba seguro de eso-, le ofrecía a Tanya algo más que sus servicios administrativos. ¿Habría visto el beso que le había dado a Bella? ¿Aquel leproso lleno de larvas le habría visto bajarle el canesú sin que ella se diera cuenta? ¿O cuando jugaba con ella hasta no saber en realidad quién de los dos estaba siendo seducido?

-Te advierto que alejes bien a ese bastardo de mí, o la próxima vez, estrangularé a ese imbécil insignificante.

-Dijo que te vio con esa ramera, hija de Swan. Creí haberte dicho que te alejaras de ella.

-Y yo te dije que fuera de la alcoba haría lo que me diera la condenada gana.

Ella lo cogió de la pretina del pantalón, tratando de ponerlo de rodillas. Un sabor ácido le quemó profundamente en la garganta mientras se inclinaba.

-Mientas no te las estés follando... -le dijo encarnizadamente.

-Por Dios -replicó Edward sofocado, con un tono de ironía-. ¿Cuántas erecciones crees que puedo tener? Tú estás encima de mí constantemente, erecto o no. Mi pene ya no se quiere ni erguir. Pero por supuesto, tengo que dárselo a cualquier mujer con pechos y que respire. A la lechera, a la hija del vicario. A la esposa del vicario. A tu sobrina. A tu hermana. A media población del norte de Inglaterra. ¿Me olvido de alguien?

-Chadwick dijo que la besaste, ¿lo hiciste?

-Sí. -Chadwick era hombre muerto-. ¿Y qué?

-Pensé que la detestabas.

-Así es.

-¿Y entonces por qué?

-Para castigarla. -Pero era ella la que lo había atormentado, con un golpe seco al plexo solar como un boxeador profesional.

Tanya se acomodó en el sillón y le miró:

-Veo que esto se va a convertir en un problema.

-Te dije que te deshicieras de ella.

-Es una invitada. Además, mi sobrina parece haber desarrollado un tendre por el primo de ella. Emmett McCarthy es toda una presa, y no quiero ser yo la que desaliente la pareja. -Una mirada muy conocida para Edward se le dibujó en los ojos. Le acarició la mandíbula hasta rozarle el cuello-. ¿Aún me deseas, Edward?

-¿Qué quieres, Tanya? ¿Sangre?

Lo examinó un instante.

-Me doy cuenta de que estás empezando a aburrirte, y quiero que las cosas volvamos a divertidas.

Aquel era un logro que ella jamás alcanzaría.

-No llevaré a cabo ninguna de tus perversiones, si es en eso en lo que estás pensando.

-De hecho, estuve pensando en Lady Bella. Hoy hablé con ella.

Edward se puso rígido. Tanya sentía especial inclinación por contarles a otras mujeres detalles sobre su capacidad sexual, y en consecuencia, ellas hacían todo lo posible por llevárselo a la cama.

No estaba seguro de qué era lo que las incitaba a proponérselo, si lo hacían por pura curiosidad acerca de su destreza, para probar su fuerza de voluntad, o simplemente porque querían tener lo que Tanya tenía. Él no había estado seguro de la intención de ninguna mujer hacia él desde hacía mucho tiempo.

-¿Tengo que preocuparme por si ella intenta llevarme a la cama, como esos buitres a quien llamas amigas? -le preguntó.

Tanya lo miró fijamente, primero inexpresiva y luego con furia, como si jamás hubiera considerado esa posibilidad.

-¿Mis amigas intentaron seducirte?

-¿Y qué esperabas?

Volvió a cogerlo de la cintura del pantalón y lo atrajo hacia sí, entre sus piernas.

-¿Y tú que hacías cuando te lo pedían?

-¿Qué crees que hacía?

-¡Maldición, Edward! ¡Dímelo!

-¡Nada, por el amor de Dios!

-Bien. Porque a mí no me gusta compartir.-Bajó los hombros y la tela de seda de la bata se deslizó por los brazos dejando a la vista los senos, con los pezones erectos, como siempre, cosa que a él le revolvía el estómago-. ¿Crees que Lady Bella es más bonita que yo?

Bella era bellísima; una de las mujeres más hermosas que jamás había visto. Su pequeña estatura lo hacía sentirse un gigante. De hecho, por un instante él se había puesto nervioso al tocarla, pensando en lo frágil que era y en lo fácilmente que podría quebrarla.

Cuando ella lo había obligado a detenerse, por primera vez en su vida se había sentido indeseado, pensando que ella había sido capaz de divisar el agujero donde alguna vez él había tenido el corazón, y lo había encontrado incompleto.

-Sí -le respondió a Tanya a secas.

-¿Por qué eres tan cruel? -le preguntó acongojada.

-No hagas preguntas si no quieres escuchar las respuestas.

De pronto, ella lo miró con un brillo especulativo en los ojos:

-Tengo una apuesta que hacerte.

Edward se puso tenso, con la guardia alta.

-¿Qué tipo de apuesta?

-Necesitamos un poco de entusiasmo, así que se me ocurrió algo que creo que nos hará feliz a ambos. -Una mirada calculadora brilló en sus ojos al agregar-: Quiero que seduzcas a Lady Bella.

-¿Quéeee?

-Sería la venganza perfecta para la muerte de tu padre.

Edward no podía creer lo que estaba escuchando.

-¿Ya olvidaste tu enfado conmigo por haber estado hoy con ella?

-Eso fue antes de que te diera mi bendición.

Edward apretó los puños a ambos lados del cuerpo.

-¿Entonces ahora está bien que me la lleve a la cama?

-No exactamente. Espero que guardes tu pasión para mí... a menos que sea virgen. Violar el himen de esa santurrona destruiría a su amado padre. Su niña preciada mancillada por un célebre calavera. ¡Qué golpe de gracia!

"Venganza". La palabra retumbaba en la cabeza de Edward. Durante mucho tiempo había pensado que si tuviera la oportunidad de vengar la muerte de su padre, se liberaría de esa obsesión que lo consumía. Libre para seguir adelante y encontrar una nueva motivación en su vida.

He aquí una oportunidad para darle a Swan un golpe directo al corazón: la reputación de una mujer por la vida de su padre. No era un trueque justo, bajo ningún punto de vista, sin embargo era un duro golpe.

-Veo que estás luchando con tus demonios -le dijo ella, al tiempo que se apartaba la seda transparente que le cubría el monte de Venus y le ponía su mano allí, meneándose impaciente hasta que él deslizó un dedo entre los pliegues-. Y te daré un incentivo adicional. -Le guió el dedo hasta la carne inflamada, gimiendo en voz baja antes de agregar-: Esta casa.

A Edward se le paralizaron todos los músculos del cuerpo.

-¿Qué es lo que estás diciendo?

-No pares. -Una vez que el dedo siguió el movimiento, ella continuó-: Si seduces a Lady Bella y logras que se enamore de ti, entonces te devolveré Northcote.

Su casa, recuperada. El sueño que lo había consumido durante dos largos años. Casi podía saborear la victoria. Pero no podía permitirse dejarse tentar, sentir la creciente ansia por algo que sencillamente estaba fuera de su alcance. Conocía demasiado a Tanya. Había tendido su trampa con alguna intención en mente.

-Tú quieres algo a cambio —rebatió-. ¿Qué es?

-Bien, esa es la parte más difícil de este plan brillante. ¿Cuál sería mi recompensa si tú, el experto en seducción, fallaras? Como ya sabes, Jared me dejó bien provista. Realmente no necesito esta casa, pero vino junto con un premio tan delicioso... ¿cómo podía resistirme? -Enganchó la pierna izquierda en el otro brazo del sillón y le bajó la mano.

-¡Dilo! ¿Qué diablos quieres de mí?

-¿No lo adivinas?

-Déjate de juegos.

Ella se inclinó hacia delante y le susurró al oído:

-Quiero un bebé, Edward. Tu bebé.

Edward vio cómo su sueño se marchitaba y moría.

-No.

Ella lo miró incrédula.

-¿No me darás un hijo ni siquiera por la posibilidad de recuperar tu casa?

-Ni que me prometas la salvación. Además, tú no soportarías el bochorno de tener un bastardo, y yo no dejaré que ningún hijo mío crezca como uno.

-Cielos, a veces eres tan repugnantemente sentimental. Esa es una de tus cualidades más irritantes.

-Pero no eclipsa mis otras cualidades, ¿verdad? -Aumentó a propósito la velocidad tocándole el clítoris húmedo.

Ella echó la cabeza hacia atrás y soltó un gemido de placer.

-No... no eclipsa tus numerosas... mmm... y exquisitas aptitudes.

Edward disminuyó la velocidad queriendo que ella no se corriera aún. Necesitaba mantenerla exactamente donde él quisiera. Ella estaba apostando a algo que él deseaba con desesperación y que tenía al alcance de la mano.

-De todos modos tu plan no funcionará.

Ella se movía en sentido contrario a las caricias.

-¿Y eso por qué?

-Porque yo le dije algunas cosas a la muchacha que no creo que olvide.

-Oh, querido. Te comportaste como un bárbaro, ¿verdad? -Ella suspiró y meneó la cabeza-. Si mal no recuerdo, tú no estabas muy contento de verla. Bueno, eres bastante persuasivo, querido. Y tu técnica es... mmm, divina. -Su cuerpo vibraba mientras le cubría la mano con la suya, tratando de que acelerara el ritmo.

-Entonces estamos en un impasse.

-No necesariamente.

-No te daré un hijo.

-Oh, sólo piénsalo, Edward. Si nos casáramos podríamos seguir con nuestras vidas separadas, y tu hijo podría crecer aquí, en esta casa. Continuar el legado familiar. Podríamos ser... una familia.

Familia que ella controlaría con contratos detallados y la mensualidad, todo estructurado para mantenerlo bajo su control. Casarse con ella no modificaría sus circunstancias; simplemente pasaría a ser un semental permanente en lugar uno temporal. ¡Cielos, cómo ansiaba un poco de paz!

Paz para el corazón. Paz para el alma.

La necesidad de encontrar esa paz era como un dolor punzante en su interior que le arrancaba palabras a la fuerza.

-¿Sí acepto pondrás todo por escrito? El brillo de la inminente victoria trepó a la comisura de los labios de ella.

-Haré que mi abogado redacte los papeles. El señor Carlton es muy discreto. Nadie necesitará saberlo nunca.

Edward estaba atrapado entre la sensación de vacío en interior, que sabía que su casa llenaría, y la crueldad de lo estaba a punto de hacer.

Ganaría, por supuesto. Tenía que hacerlo. Había demasiado en juego. No había posibilidad de que se casara con Tanya ni de que le diera un hijo que controlar. Ese hecho le dejaba una sola opción: triunfar, sin importar el costo.

-Bien -dijo-. Redacta los papeles.

De todos modos, ya estaba condenado.
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PROX ACTU: SI SE PORTAN BIEN EL DOMINGO BESOS

6 comentarios:

lorenita dijo...

hola! aquí con el tobillo lastimado, pero no puedo dejar de leer tu historia...esta súper intensa!!!..felicidades, espero el sig. capitulo!!!

nany dijo...

hay ese ed no sabe en la que se metio ojala y no haga sufir mucho a bella y que le no sufra tanto
cuando seria la prox actu.?

nydia dijo...

dios mio este chico no sabe en el lio que se está metiendo,esto se pone buenisimo ...Sigue asi...Besos..

Unknown dijo...

NOOOOOOOOOOOOO EDWARD!!! NO HAGAS ESOOOOOOOOOOOOOO

No Lizzy dile que no lo haga... T_T no quiere que sufran y tengan problemas....

Bueno aunque Bella tampoco es muy mojigata jojojo

Bien debería estar durmiendo pero bueeee....

Grax. a ver si me salto al otro cap

Cammy dijo...

:o esto se viene bueno! que acepte no más!

Ana dijo...

Mala idea Edward, muy mala idea, menuda perra es esta tía... Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina