sábado, 25 de junio de 2011

PERDONAME MI AMOR CAPITULO IX



Capítulo Nueve

A Bella le costó muchísimo sonreír. Pero lo consiguió.

-No me ha hecho daño. Si me disculpa, volveré a mi papeleo.

-Es sorprendente que tenga tiempo para visitar a los pa¬cientes -dijo Lauren.

A pesar de la dulzura de su tono, sus ojos echaban chispas.

-Visitarles es parte de mi trabajo. Pero no nos gusta que las visitas cansen a nuestros pacientes -añadió en el tono más profesional que pudo-. Buenos días.

-¡Vaya! -exclamó Lauren, mirando la puerta con arro¬gancia.

Bella avanzó por el pasillo sonriendo. Aquella chica irlan¬desa era algo increíble.

-¡Tienes una llamada, amor! le dijo Angela desde el con¬trol-. Me parece que es tu señor Newton.

-¡Por fin! ¡Un rayo de luz en la oscuridad! -dijo Bella riéndose mientras cogía el teléfono que le tendía su amiga.

-Te he oído -dijo Mike-. ¿Me has echado de menos? Acabo de enterarme de lo de Edward. ¿Cómo está?

-Vivito y coleando. Y en este momento, le está arrullando su amiga irlandesa.

-Si estuviera en su lugar, te preferiría a ti, preciosidad. ¿Qué te parece si cenamos juntos? Te llevaré a tomar espaguetis.

-¡Me encantaría! -dijo ella entusiasmada-. ¿A qué hora?

-Te recogeré a las seis.

-Esperaré con impaciencia. Adiós.

Colgó y se dedicó a revisar las hojas de suministros canturreando. Unos minutos después, Lauren O'Clancy pasó por delante del control sin dedicarle una sola mirada a Bella antes de salir del hospital.

-Bueno -resopló angela-, ¿qué le pasará?

-No lo sé. ¡Oh! Me parece que ha molestado a nuestro paciente -añadió al ver parpadear la luz correspondiente a la habitación de Edward-. Voy a ver qué ocurre.

Le encontró recostado en las almohadas, con los brazos cruzados sobre el pecho y expresión ceñuda. La miró cuando entró.

-¿Dónde te metes? ¡Quiero mi ropa! ¡Ahora mismo!

-¿A cuento de qué viene esto?

Él se incorporó.

-Ese maldito O'Clancy está convenciendo a mi padre para que le venda a Straightaway. ¡Por amor de Dios! ¡Ganó el Preaknes el año pasado! ¡No quiero venderlo! ¡Papá es un incauto! ¡O'Clancy le embaucará si no vuelvo a casa!

-¿Por qué no telefoneas a tu padre y hablas con él?

-No serviría de nada. ¡Dame mi ropa!

Bella se apoyó en la puerta con un suspiro.

-Sé razonable. Acaban de quitarte el suero. Estás dema¬siado débil para andar. Además, ¿estás seguro de que Lauren te ha contado la verdad? ¿No querrá precisamente que vuelvas a tu casa?

Decir aquello fue un error.

-¿Eso piensas, encanto? -preguntó él con una expresión fría y airada-. Tal vez sea un cambio agradable que haya una mujer que me desee.

-Te mandaremos a tu casa cuando el doctor Welder decida darte el alta.

Él saltó de la cama, totalmente desnudo. Se tambaleó un momento, pero se recuperó inmediatamente y fue derecho hacia Bella.

Ella intentó no mirar su espléndido cuerpo.

Edward se detuvo delante de ella, jadeando por el esfuerzo.

-Mis ropas -dijo en voz baja-. O salgo tal como estoy. Bella tragó saliva.

-No tengo autoridad para darte el alta -dijo.

Él apoyó las manos en la puerta, a ambos lados de su cabeza y la miró a los ojos.

-Cada vez que hago esto, luchas. O huyes. No me darás nunca una oportunidad, ¿verdad?

-Como acabas de decir, sería un cambio agradable que una mujer te deseara -dijo ella con suavidad-. Podrías darle a Lauren esa oportunidad. Encajaría perfectamente en tu estilo de vida.

Él cogió un mechón de cabello castaño comprobando su suavidad.

-Eres una esnob -murmuró.

-Soy realista -le corrigió ella.

-¿Así es como lo llamas? Bells, ¿podríamos besarnos por una vez sin pelearnos? ¿En recuerdo de los viejos tiempos?

-Estoy de servicio.

-No debes temer nada. Nada. Cierra los ojos, pequeña, y déjame actuar a mí.

Había miles de razones para negarse, pero no consiguió pensar en una sola. En cambio, le rodeó el cuello con los brazos y vio su mirada asombrada antes de cerrar los ojos y sentir su boca posarse suavemente sobre la suya.

Le pasó un brazo alrededor de la cintura y la atrajo hacia su desnudo y cálido cuerpo.

-Sí, eso es. Abre la boca...

Ella le obedeció, permitiendo él encuentro de sus lenguas. Sentía la excitación de su cuerpo, su repentino ardor mientras la apretaba contra la puerta.

-Bella...

Apretó las caderas contra ella y el beso se hizo aún más ardiente y hambriento.

Bella comenzó a deslizar las manos por el firme y suave cuerpo. Le temblaban los dedos.

-Sí -gimió él, invitándola a acariciarle- Sí, acaríciame -susurró agitadamente, abriendo los ojos para buscar los su¬yos-. Acaríciame por todas partes, pequeña.

«Esto es una locura», pensó ella. Pero sus manos siguieron su recorrido. Cuando le acarició el musculoso vientre, él gimió y tembló. Ella levantó la mirada hasta su cara y se encontró con su mirada ardiente de deseo.

-Me gustaría estar en cualquier otra parte -dijo él en voz baja y ronca-. Quiero acariciarte con los ojos y las manos, a plena luz del día. Quiero ser parte de ti.

-Me das miedo -admitió Bella por fin.

-Siento oír eso. Por muchas razones. Borraría estos cuatro años si pudiera y empezaríamos de nuevo.

-Una vez roto, el espejo no es el mismo.

-Si me dejaras, podría demostrarte que estás equivocada. Si me dieras la oportunidad...

Bella cerró los ojos angustiada. Era lo que ella quería: empezar de nuevo con él. Pero había sufrido demasiado.

-Ven a comer a casa el próximo sábado -pidió él-. Mary June ya estará bien. Preparará algo estupendo.

-Tus huéspedes seguirán allí.

-No, te aseguro que no. Yo mismo los llevaré al aeropuerto. ¡Estoy de Lauren hasta la coronilla! Me pone enfermo que me persigan. Estoy acostumbrado a ser yo el perseguidor.

Le cogió la mano entre las suyas y buscó su angustiada mirada.

-Confía en mí por una vez. Sólo esta vez, Bella-. Parecía sincero. Sabía que no debía creerle, pero su voz la debilitaba tanto como la proximidad de su cuerpo desnudo.

-De... acuerdo -aceptó.

Sus ojos verdes brillaban.

-Ahora, bésame y volveré a la cama.

-¿Lo prometes?

-Palabra de boy-scout.

La besó como no la habían besado nunca.

-Acércate más -susurró él, llevándole las manos hasta la parte posterior de sus fuertes muslos-. Acércate mucho, mucho, y déjame sentirte.

Le obedeció con piernas temblorosas y la recorrieron unos deliciosos escalofríos al sentir su fuerte y excitado cuerpo contra el suyo.

-¿Ves lo indefenso que estoy contigo? -susurró-. Me dejas como a un muchacho, excitado, inquieto y descontrolado. Creo que me turbas como no lo ha hecho ninguna otra mujer.

Era muy halagador. Bella suspiró y luego le devolvió el beso apasionadamente hasta que él se estremeció y la apartó con suavidad.

Sonreía con malicia.

-¿Te falta la respiración? Lo mismo me pasa a mí.

-Tengo... que irme -dijo ella.

-Será mejor que te retoques el maquillaje, Bells. Parece como si hubieras estado haciendo el amor.

Él también. Tenía el pelo rojo revuelto y los labios algo hinchados, como ella. Bella le acarició con un dedo las cejas, la recta nariz y la firme barbilla.

Edward se llevó las manos a los labios y besó las palmas.

-Es la mejor medicina que me han dado desde que ingresé -susurró.

-Pero ha sido poco ético.

Se apartó de él lentamente; fascinada por la simétrica belleza de su cuerpo.

-No deberías sentir vergüenza -dijo Edward-. No siento esto con todas las mujeres. Yo no me avergüenzo de que me afectes así.

-No, yo tampoco -dijo ella, sorprendiéndose a sí misma. Le sonrió mientras se acostaba y se subía la sábana hasta la cintura.

-Eres muy guapo -le dijo sin poder contenerse.

-Y tú también -contestó él, mirándola cálidamente. De repente, su expresión se endureció.



-Haz el amor conmigo, Bella. Permíteme suavizar los recuerdos. Permíteme demostrarte que no soy un bruto egoísta.

-No fuiste egoísta. Yo no tenía experiencia y no me di cuenta de que te estaba provocando.

-Fue la primera vez que perdí el control con una mujer. Debes creerme porque es la verdad.

Aturdida, Bella entró en el cuarto de baño y se arregló el pelo. Parpadeó al ver reflejados sus labios hinchados y su mirada alterada. Confiaba en que Angela no lo notara.

-Tienes muy buen aspecto -dijo él cuando salió. Extendió una mano y Bella fue hasta la cama sin hablar. Él le cogió una mano y se la llevó a los labios.

-Vuelve para quedarte conmigo cuando termine tu turno. Ella comenzó a asentir, pero se acordó de Mike.

-No puedo -gimió-. Mike va a llevarme a cenar. La expresión de Keegan fue indescriptible. Titubeó un ins¬tante y luego, le soltó la mano, dejándose caer en las almohadas.

-Newton otra vez. Bueno, puedes romper la cita. No quiero que vuelvas a verle.

-¡Ya estás otra vez dándome órdenes! Bella retrocedió unos pasos.

-Muy bien, señor Masen. Puede dar todas las órdenes que desee, pero no espere que yo las acate. No soy su esclava perso¬nal, a pesar de su innegable destreza haciendo el amor. ¡No me seducirá por segunda vez!

-¿No? -la desafió Edward, con ojos brillantes-. Espera y verás.

-Espera tú. Yo tengo trabajo que hacer.

Se dio la vuelta y salió rápidamente. Se odiaba por haber confiado en él en un momento de debilidad.

Angela fingió no ver las consecuencias de su visita a Edward, pero se pasó el resto del día sonriendo.

-Quiere verte -le dijo a Bella antes de dejar el servicio y después de volver de contestar a una llamada de Edward.

-Le mandaré una fotografía para que pueda verme. Tengo que darme prisa para entregar el informe. Hasta mañana, cariño. Que pases una buena tarde.

-¡Bella, no puedes dejármelo a mí! ¡Yo no le gusto!

-Eso es muy normal. A él no le gusta nadie -le aseguró Bella con una sonrisa-. ¡Hasta luego!

Mike la recogió a las seis para ir a un pequeño y agradable restaurante italiano. Pero Bella estuvo distraída. Picoteó la comida y contestó con bastante indiferencia a las bromas de Mike.

-¿Estás disgustada con él? -le preguntó Mike afectuo¬samente.

-Se ha portado de un modo horrible y no comprendo por qué no consigo borrarlo ni de mi vida ni de mi cabeza. Me siento fatal.

-El amor es una enfermedad a la que todos somos vulne¬rables en un momento u otro. ¡Ánimo, chica! ¡No te rindas! ¡Estamos al borde de la victoria!

-¿Eso crees? Él sonrió.

-Corren rumores de que los O'Clancy vuelven a Irlanda en seguida.

-Entonces, en cuanto Edward pueda levantarse, irá tras ellos.

-¿Te apuestas algo? Estoy convencido de que el blanco eres tú y no Lauren.

-Entonces será mejor que se prepare para un largo asedio.

-Me has dicho que te ha invitado a almorzar el sábado. Ve. Y mientras estés allí, insiste en lo bien que nos va a nosotros dos.

-¡Sálvame de él!

-No necesitas que nadie te salve, preciosa –dijo Mike riéndose mientras se acababa el café-. Él caerá. Sólo tienes que esperar. Lo tenemos acorralado.

-Yo no estaría tan segura. No creo que quiera comprome¬terse. Sólo está jugando.

-Creo que te equivocas. Creo que realmente te quiere. ¿Por qué no le escuchas por una vez, Bella? Hazle algunas pregun¬tas. Adopta una actitud receptiva. Podrías quedarte atónita con los resultados.

-Lo único que quiere es una aventurilla. Yo no necesito algo así.

-Le necesitas. ¿Cómo vas a sobrevivir sin él? Cariño, a veces hay que llegar a un compromiso que satisfaga a ambas partes. Debes pensar en lo que te estoy diciendo.

-No me asustan los compromisos. Pero no voy a ser yo la única en ceder.

-No creo que tengas que hacerlo. Me parece que muy pronto tendré que buscarme una nueva acompañante.

-Y nunca volveré a encontrar una chica como tú. Sería capaz de empujar a Edward desde un avión si con ello te consi¬guiera. Pero me gustaría verte feliz, y no creo que consigas lo que quieres con alguien que no sea Edward.

Una hora después, Bella vio alejarse el coche de Mike sintiendo como si acabara de perder a su último amigo. Él no había hablado de salir otro día. Al parecer, esperaba que Edward y ella solucionaran sus problemas, pero ella tenía sus reservas. Había demasiadas diferencias sociales y económicas entre los Swan y los Masen para lograr una relación permanente. Y Bella no deseaba otra cosa. El problema era que no sabía qué más podía hacer.

Al llegar al trabajo la mañana siguiente, se enteró de que Edward había pagado la cuenta la noche anterior y se había ido a su casa. Fue un disgusto y un alivio a la vez.

Hizo su trabajo, evitó las preguntas de Angela y, cuando llegó la hora de volver a casa, estaba agotada. Su padre estaba ocu¬pado en su taller y no hizo preguntas cuando le dijo que iba a echarse una siesta antes de preparar la cena.

Estaba soñando. La estaban acariciando, abrazando, aman¬do. Sonrió cuando la cara de Edward apareció en su campo visual. Sobresaltada, se dio cuenta de que no era un sueño. Él era real.

-No te asustes -dijo Edward conteniendo la risa mientras la cogía en brazos y la levantaba de la cama-. Voy a llevarte a casa para que veas mi nuevo potrillo.

-Pero... Pero estoy durmiendo -protestó ella, frotándose los ojos con las manos.

-No, ya no, preciosa.

Se inclinó y la besó suavemente en los labios.

-Despierta, bella durmiente.

Ella le rodeó el cuello con los brazos, ahogó un bostezo y apretó la cara contra su cuello. Olía a colonia y a jabón. Se acurrucó contra él.

-No hagas eso -dijo Edward-, a menos que desees que encuentre un uso más satisfactorio para tu cama.

Ella contuvo la respiración. Estaba medio dormida e inde¬fensa. De repente, la atmósfera de la habitación era ardiente, tensa y cargada de promesas.

-Tu padre está con el mío, viendo al potrillo -dijo Edward con voz ronca-. Les dije que vendría a buscarte. Tardarán al menos media hora en echarnos de menos. ¿Bella?

Ella apoyó la cabeza en su hombro, le miró y no tuvo tiempo de ocultar su deseo.

La mirada de Edward se desplazó a sus pechos. No llevaba puesto el sujetador y a través de la blusa se transparentaba el contorno oscuro de los pezones. No era lo que había planeado, pero su cuerpo le atormentaba. La deseaba de un modo inso¬portable. También ella le deseaba a él.

-Podemos amarnos en esa cama -susurró agitadamente, moviéndose hacia la misma-. Sábanas frías, cuerpos ardientes. Podemos darnos placer mutuamente, Bells. Cuando llegue el momento, me verás enloquecer. Déjame mostrártelo.-

Edward la sentó en la cama, sujetándola mientras retiraba la colcha, sin dejar de mirarla. Luego, la tumbó y tiró la almo¬hada a un lado. Comenzó a desabrocharle lentamente los botones de la blusa dejando expuestos los pechos desnudos.

Los miró y contuvo la respiración. Bella estaba más de¬sarrollada que a los dieciocho años. Se inclinó y acarició los duros pezones, frotándolos hasta que ella tembló y se mordió el labio.

-Grita si lo deseas -dijo él con voz ronca—. Puedes hacer todo el ruido que quieras. Nadie nos oirá.

Bella se sentía indefensa. Él se había presentado en el peor momento. El deseo reprimido durante años estalló de golpe, dejándola sin fuerzas para resistirse.

-Levanta -dijo él suavemente-. Déjame desnudarte. Le dejó hacer. Le observaba con los ojos muy abiertos mien¬tras sentía sus manos cálidas y callosas quitándole los pantalones cortos y las braguitas de encaje hasta que quedó desnuda sobre las frías sábanas.

Edward le cogió las manos y las puso sobre su cuerpo.

-Desnúdame, Bella.

Ella no supo de dónde había sacado el valor necesario. Nunca había desnudado a ningún hombre, ni siquiera a Edward. Sólo recordaba el dolor. Vaciló antes de quitarle la camisa y dejarla caer al suelo.

-No te haré daño esta vez -prometió él mirándola a los ojos-. Esta vez todo va a ser como debió ser la primera vez. Bella encontró la hebilla del cinturón. Volvió a titubear. Edward se echó a reír y se puso de pie.

-Lo haré yo por esta vez -musitó.

Edward se quitó el resto de la ropa mientras ella le observaba fascinada. Luego, se tumbó junto a ella.

-Dicen que los sueños no se convierten en realidad -su¬surró él mientras sus manos recorrían sensualmente los senos femeninos-. Vuélvete y apriétate contra mí, pequeña. Quiero sentir cada centímetro de tu cuerpo contra el mío.

La ayudó, inclinándose a besar su boca entreabierta sin dejar de acariciarla por todo el cuerpo.

Al principio, Bella yació inmóvil, aceptando sus caricias, pero cuando Edward la acarició más íntimamente, comenzó a agitarse. Cuando la boca masculina se apoderó de sus pechos y descendió por su vientre hasta los muslos, Bella estaba gritando.

Edward no había visto nunca excitarse a una mujer de aque¬lla manera. El deseo de Bella aumentaba el suyo de un modo insoportable. Pensó que ella debía amarle. Si no, con su falta de experiencia, no podría entregarse de aquella manera. El pensa¬miento le enloqueció.

-Te deseo -musitó Bella entrecortadamente.

Tenía los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. ¡Te deseo! ¡Te deseo!

Edward se colocó sobre ella, aprisionando el suave cuerpo contra el colchón. Bella tembló ligeramente cuando se movió sobre ella. Levantó la cabeza para asegurarse de que no la estaba haciendo daño.

-Shh -susurró tranquilizadoramente, retirándole de la frente el revuelto cabello castaño dorado

Le miraba asustada.

-Relájate, Bells. Sí, así. Relájate y déjame el resto a mí. Sí. -Edward sonrió con ternura al sentir la cálida y suave carne envolviéndole con deliciosa facilidad. Acentuó la penetración mientras Bella le clavaba las uñas en las caderas y se agitaba contra él jadeando.

-¡Oh, Dios! ¡Esto va a ser celestial! -susurró él roncamen¬te-. No tengas miedo, pero ahora va a ser un poco... brusco. ¡Ahora, pequeña!

Bella sintió los bruscos movimientos de su cuerpo con una sensación de admiración porque no sentía dolor. Era algo inso¬portablemente dulce. Cerró los ojos con un escalofrío exquisito cuando él la acarició de un modo que inundó su cuerpo de placer.

-Sí, hazme eso -suplicó contra su boca-. Sí, así. ¡Así! ¡Edward!

Edward no pudo recordar lo que ocurrió después. Bella estaba gritando y él iba en una montaña rusa que no podía detener. Gritó él también con un sonido atormentado. Su cuerpo se arqueó y su cara se estremeció en una agonía exquisita mien¬tras gritaba el nombre de ella.

-Edward... -susurró Bella, acariciándole, consolándole, con los ojos llenos de lágrimas-. Edward...

-Gracias -murmuró él estremecido-. Gracias por confiar en mí, por entregarte con tanta ternura. Hasta ahora no conocía la paz. Tenía que enseñarte que esto puede ser mágico. Un hombre y una mujer pueden alcanzar el cielo.

-Eres mi amante -susurró ella, cerrando los ojos.

-Siempre he sido tu amante -murmuró él-. Sólo yo. -Ella se estiró y suspiró mientras él rodaba a un costado y se inclinaba sobre ella, sonriendo.

-Ahora, vamos a ver a mi potrillo -murmuró-. Y luego te daré de cenar.

Bella deseaba volver a hacer el amor, pero no se atrevió a pedírselo. ¿Podía haberla amado de aquella manera sin sentir algo por ella? No lo creía.

-De acuerdo -dijo-. Voy a vestirme.

-¡Qué crimen! ¡Cubrir un cuerpo como ese! -murmuró él mientras la veía vestirse.

-Tú también tienes un aspecto estupendo -dijo ella tímidamente.

Edward se levantó suspirando y se vistió. Cuando terminó, se acercó a ella y la abrazó durante un largo instante.

-No estás tomando la píldora, ¿verdad?- Ella se atragantó.

-No.

Él levantó la cabeza y la miró.

-Si te quedas embarazada, yo cuidaré de ti.

Bella se apartó de él. Tenía la impresión de que no se había referido al matrimonio precisamente.

-Será mejor que vayamos a la granja -dijo evasivamente. Él frunció el ceño.

-No me quedé embarazada entonces -comentó ella sin mirarle- y no es probable que me quede ahora.

-Podría ocurrir, si esto se repite.

-No se repetirá -dijo ella firmemente y salió del cuarto-. Un desliz no es una aventura, Edward.

-Yo no deseo una aventura -rezongó él.

-Sí, ya lo sé.

Bella llegó a la puerta principal con Edward tras ella.

-Espera un minuto -dijo él-. Vamos a aclarar esto ahora mismo. ¡Estás totalmente equivocada!

-¡No! ¡No estoy equivocada! Tú sí. Ahora soy una mujer, no una niña. ¡No te conviertes en mi dueño por haberme seducido!-

Él se quedó atónito. Comenzó a decir algo, se detuvo y lo intentó de nuevo.

-No había planeado lo ocurrido -dijo con suavidad-. No tenía la intención de que sucediera.

-Nunca la tienes -dijo ella, riéndose despectivamente-. Lo que ocurre es que soy fácil de manejar. ¡Y estúpida! -Él hizo una mueca. ¡Ella no entendía nada! Pensaba que la estaba utilizando.-

-¡Por amor de Dios! ¡Por favor, pequeña! ¡Escúchame! -

-Mira, ahí viene papá.

Carlisle Masen conducía el coche que se acercaba a la casa. El padre de Bella ocupaba el otro asiento. Ella se sonrojó al pensar que podían haberse presentado unos minutos antes. Aho¬ra, sin embargo, agradecía la interrupción. Ni siquiera podía mirar a Edward. ¿Cómo iba a poder dormir otra vez en aquella habitación?







































































































































































































































































































































































































9 comentarios:

vsotobianchi dijo...

wow increíble capitulo, me encanto, por fin Bella se dejo llevar por la pasión,pero ES MUY CABEZOTA, como le cuesta entender que Edward la quiere de verdad, saludos, ya quiero leer el próximo.

brigitteluna dijo...

woahhhhhhhhhhhhhhhhh eso estuvo increible...ojala edward le haga entender que la ama y que va enserio

monikcullen009 dijo...

wiiiiii q capitulo jejeje q bien q ya andas d vuelta x aqui lizzy como simpre un beso y nos seguimos leyendo!!!!

lorenita dijo...

WOW! estuvo genial el cap. lizzy!!!...esta Bella se esta equivocando al no escuchar a Edward..el la ama, espero que no se arrepienta de lo que esta haciendo, pues es ella la que lo esta lastimando ahora...

vyda dijo...

Madre santa!!, este capitulo estuvo mas que bueno, por fin se dejo llevar por el deseo que le tiene a Edward, aunque tenía que romper la burbuja con sus inseguridades, ya debería de escuchar a Edward por favor que se deje de necedades, besos lizzy...

Cammy dijo...

que necia que es!!!! >.< nunca escucha a Edward ¬¬
pero de todas maneras me encantó el cap!
está muy bonito el blog!

nydia dijo...

fascinante como siempre me encanta y que terca es Bella pero bueno no está de mas que el sufra un poquito....Besos....

Ligia Rodríguez dijo...

Honestamente, Bella es una estupida, si lo dejara hablar se hubiera ahorrado mucho dolor, pero no, el orgullo por delante, ridicula, por cosas así es que dicen que las mujeres son mensas en el amor!

EdithCullen71283 dijo...

Pa que tanto brinco estando el suelo tan parejo? ainsh con estos dos jejejeje
Me encanto el capitulo
BESOS DESDE GUANAJUATO MEXICO

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina