domingo, 19 de junio de 2011

PERDONAME MI AMOR CAPITULO VIII



Capítulo Ocho

Aunque había tardado en dormirse, Bella se levantó una hora antes a la mañana siguiente. Mike la había llamado cuando ya estaba acostada. Su padre la había avisado, pero no quería volver a ver a Edward y le había pedido que le dijera a mike que la llamara al día siguiente.

Estaba haciendo las tostadas cuando sonó el teléfono. Su padre seguía acostado. Se limpió las manos y contestó.

-¿Isabella?

La voz era masculina y familiar, pero no consiguió re¬conocerla.

-¿Sí?

-Soy Carlisle Masen. Bella, siento molestarte, pero, ¿po¬drías venir a casa? No sé lo que le pasa a Edward.

El corazón le dio un vuelco.

-¿Qué le pasa? -preguntó, apretando el receptor.

-Tiene diarrea y vomita. Está muy mal.

Bella respiró a fondo. Tranquilidad. Sobre todo, tranqui¬lidad. Si se ponía histérica, no podría ayudarle.

-¿Cuándo han empezado los trastornos?

-Hace unas tres horas. Pensé que sería momentáneo, pero no es así. No puede ni levantar la cabeza y tiene unos retortijones horribles. ¿Qué puedo hacer?

-Llame a una ambulancia. Voy para allá. Tardo cinco minutos.

Se vistió volando mientras se decía a sí misma que no podía pasar nada, que Edward no podía morirse. Pero no dejaba de pensar en las cosas que le había dicho el día anterior. Se sentía culpable. Él no había podido evitar su comportamiento. Era un play-boy. Y no podía culparle por su pasado. Ahora estaba muy enfermo. Luchó contra las lágrimas. Edward era indestructible. Nunca enfermaba. Pero si Carlisle estaba tan preocupado, debía ser grave. el no se dejaba llevar por el pánico.

Se puso el uniforme y no se detuvo a maquillarse. Dos minutos después, estaba llamando a la puerta de su padre.

-Edward está enfermo -dijo sin más preámbulos cuando él le dijo que entrara-. Voy a pasar por su casa. Te llamaré más tarde.

-¿Edward?- Charlie se incorporó.

-¿Qué tiene?

-No lo sé.

Cruzó corriendo el vestíbulo y subió al coche. Esperaba que la ambulancia no se retrasara. La deshidratación podía ser peligrosa.

Cuando llegó a Flintlock, las luces delanteras estaban en¬cendidas. Subió corriendo los escalones y Carlisle salió a su en¬cuentro en bata. Se parecía mucho a su hijo, era alto y cobrizo, aunque ya tenía arrugas y bastantes canas.

-¿Y la ambulancia? -preguntó Bella.

-De camino. Está en su habitación.

La acompañó escaleras arriba explicándole lo ocurrido lo mejor posible.

-Ayer guisó él mismo pollo para almorzar. Mary June está imposibilitada aún, por lo del tobillo. No sé si será por el pollo. Bella tomó nota de todo. El período de incubación podría corresponder al de la salmonella. Era posible que hubiera puesto el pollo guisado en el mismo plato en el que había estado crudo. Carlisle la guió hasta una enorme habitación decorada en tonos verdes y blancos con una cama inmensa en la que yacía Edward, gimiendo semiinconsciente. No se movió cuando le tomó el pulso, ni abrió los ojos. Cuando le soltó la muñeca, tuvo un ataque de vómitos.

 
Junto a la cama había un barreño y sobre la mesa un cuenco con un paño húmedo. Cogió el barreño y se lo puso bajo la barbilla justo a tiempo. Apretó el paño contra su frente y lo sostuvo hasta que terminó de vomitar. Luego le recostó en las almohadas.

Estaba prácticamente inconsciente. Le acarició el cabello con ternura, retirándolo de la pálida frente. Era la primera vez que le veía desvalido. Se mordió los labios, para no llorar. Estaba muy enfermo. Iba a necesitar suero y hospitalización.

-¿Se pondrá bien? -preguntó Carlisle muy nervioso mientras daba vueltas por la habitación.

-Sí -dijo ella, sonriéndole tranquilizadoramente-. Desde luego. Pero tendrán que ingresarle. Necesita que le administren suero.

-¿Qué podrá ser?

-No lo sé.

No podía emitir una opinión médica. No sería ético.

-No se preocupe. Mejorará rápidamente. Al fin y al cabo, es un Masen, ¿no? Es resistente.

Él consiguió sonreír débilmente.

-Sí. Supongo que sí. ¿Dónde demonios estará esa ambu...? ¡Ah! ¡Ahí llega!

La sirena era inconfundible. A través de las cortinas de un verde claro se filtró el relámpago de las luces rojas.

-Voy a decirles que suban la camilla -dijo Carlisle-. ¿Vas a ir en la ambulancia con él?

-Desde luego.

-Dame las llaves de tu coche. Iré en él al hospital y nos reuniremos allí.

Le entregó las llaves sin protestar. Habría sido inconcebible negarse a acompañar a Edward. Le oyó gemir y se volvió a mirarle. Apretó los dientes. Le dolía verle así, era un ser humano.

-Todo va bien -susurró cuando él gimió-. Todo va bien. Te pondrás bien enseguida.

Los enfermeros le colocaron en la camilla y lo bajaron.



Afortunadamente, eran hombres fuertes, porque Edward no era ligero a pesar de su delgadez.

Bella se despidió de Gene y siguió a la camilla escaleras abajo.

-¿Qué es todo este alboroto? -protestó Lauren O'Clancy, abriendo su puerta.

Se quedó helada al ver a Edward en la camilla.

-¡Dios mío! ¿Está muerto?

-No -contestó Bella-. Pero está muy enfermo. Le lle¬vamos al hospital.

-Pobrecito -gimió la joven irlandesa.

Estaba guapa incluso sin maquillaje. Llevaba el pelo negro suelto sobre los hombros y se cubría con una bata de seda azul claro. Sus ojos azules mostraban preocupación.

-Cuídenle bien. Iré a verle enseguida -le dijo a Bella.

-Estoy segura de que agradecerá su visita -musitó Bella, siguiendo a los camilleros.

A sus espaldas oyó la voz del padre de Lauren. Su hija le contestó, pero Bella no entendió la respuesta.

Carlisle abrió la puerta principal para dejarles salir. Bella se detuvo un instante para tocarle el hombro en un gesto tranquilizador.

-Todo saldrá bien. Tenga cuidado al conducir.

-Tendré cuidado. Bella, el es todo lo que tengo.

-Lo sé. Se pondrá bien.

Sonrió forzadamente y bajó los escalones corriendo para subir a la ambulancia. Durante el trayecto al Peterson Memorial, tuvo cogida la mano de Edward.

El doctor Stan Welder estaba de guardia en Urgencias cuan¬do ingresó Edward. Le hizo un examen completo y ordenó que le administraran antibióticos y suero. Le pidió a Bella que llevara a Carlisle a Recepción tan pronto llegara.



-Le acompañaré -dijo ella-. No entro de servicio hasta dentro de media hora.

El doctor Welder asintió.

-¿Es amigo suyo?

-Sí -contestó ella sin vacilar-. ¿Se recuperará? Él asintió.

-Salmonella probablemente. Lo sabremos cuando tenga¬mos el resultado de los análisis. Le pondremos en un cuarto y le daremos algo que corte la diarrea y los vómitos. Le alimentare¬mos con suero. Cuando haya contestado a las preguntas de Lettie, envíe a su padre a hablar conmigo.

Lettie era Leticia Balew, la enfermera del departamento de Admisiones del turno de noche. Era una profesional muy com¬petente, apreciada por Bella y todos los demás empleados. Aquel era un buen hospital, con excelentes profesionales y Bella estaba muy contenta de trabajar allí. Edward era muy im¬portante para ella. No soportaba la idea de perderle.

El doctor Welder notó su vacilación, algo nada habitual en ella.

-Se pondrá bien. Se lo prometo -añadió con una ligera sonrisa-. Vaya a buscar a su padre.

-Sí, doctor.

Tras una última mirada a la inmóvil figura de Edward, se volvió y comenzó a recorrer el largo pasillo. A mitad de camino, se encontró con Carlisle Masen, pálido y esperando oír lo peor.

-¿Puedo verle? -preguntó.

Sí, pero primero tiene que darle cierta información a Lettie -añadió ella, cogiéndole del brazo-. Mientras, le harán un análisis de sangre y le instalarán en una habitación. Cuando le vea, estará mucho mejor.

-Debería habérselo impedido -murmuró él mientras avan¬zaban-. Iban a salir a comprar algo de comer, pero O'Clancy quiso ver unos vídeos de mis nuevos potros y Lauren no sabe guisar. Edward tiene un apetito tremendo. Mary June se pondrá mala cuando se entere.

-La salmonella no es grave si se coge a tiempo. Usted actuó correctamente -dijo ella, sonriéndole-. Vamos, no se ponga más nervioso. Mientras contesta a las preguntas de Lettie, le traeré un café.

-Eres una chica estupenda. Estaba asustadísimo cuando te llamé. Gracias por venir.

-Le tengo afecto a Edward.

-¿Sólo afecto, Eleanor? preguntó él con delicadeza.

-Ahí está el despacho de Lettie -dijo ella, ignorando la pregunta.

Se lo presentó a la otra enfermera y fue a la cafetería a por un café. Se lo llevó y se sentó en silencio a su lado mientras él contestaba las preguntas necesarias. Cuando terminaron, Edward estaba instalado en una habitación privada y dormía pláci¬damente. Le habían puesto suero y la enfermera del turno de noche estaba comprobando sus constantes vitales cuando en¬traron.

-¡Gracias a Dios, que voy a salir ya! -exclamó Vicky Tanner al ver a Bella-. He tenido dos ataques cardíacos esta noche. Ha habido muchísimo trabajo.

-Me lo imagino. Cuando he llegado, Urgencias estaba des¬bordado. ¿Cómo está? -preguntó, llevando a la otra enfermera a un lado mientras Carlisle se sentaba en una silla junto a la cama de su hijo.

-Sus constantes se han estabilizado ya. Se pondrá bien, pero está deshidratado. Su padre llamó a tiempo.

Bella asintió.

-Será mejor que baje al despacho para que Mary pueda dar su informe e irse a su casa a dormir. Y tú también -dijo con una sonrisa.

Le echó un vistazo a Edward. Su mirada fue más elocuente de lo que creía.

 

-Me alegro de que el doctor Welder haya puesto a Edward en mi planta. Es una especie de amigo de la familia.

Vicky la observó atentamente.

-Sí. Bueno, te veré mañana.

-Que pases un buen día.

-Pienso pasarlo durmiendo. Gracias.

Bella se acercó a la cama y tocó a Carlisle en el hombro. Edward seguía pálido, pero tenía mejor aspecto.

-Tengo que incorporarme al trabajo. Se pondrá bien. Gracias a Dios. En toda su vida, sólo ha estado enfermo una vez. Tuvo una mala caída cuando tenía diez años.

-Estará dormido un buen rato. Pero usted puede quedarse. Pasaré por aquí más tarde.

Él asintió.

-¡Oh! Ten. Le tendió las llaves del coche.

-Gracias por traerlo. ¿Cómo volverá a su casa? Él hizo una mueca.

-Me iré con los O'Clancy -dijo con desagrado-. Mis huéspedes comienzan a hacerse pesados. Y lo último que Edward necesita es a Lauren arrullándole cuando apenas esté cons¬ciente.

-No se preocupe. Le diré a la enfermera Wren que los eche a los diez minutos de haber llegado.

Él sonrió. Bella le guiñó un ojo, miró a Edward una vez más y le dejó con su padre.

Edward no recobró el conocimiento hasta última hora de la mañana. Estaba débil y pálido y apenas podía levantar la cabeza. Su padre se había marchado unos minutos antes, y los O'Clancy habían estado apenas diez minutos antes de que la enfermera Wren se encargara de ellos. Bella se había sentido muy mal viendo a la joven irlandesa besar a Edward cariñosamente. No podía evitar los celos. Había compartido con Edward algo que no quería compartir con nadie más, y detestaba que Lauren le tocara y estuviera con él. Era insoportable. Al verla besarle, había sentido un horrible vacío. Había comprendido que Edward nunca había sido suyo. No había tenido su amor, ni tendrían ningún futuro común. El se casaría con alguien como Lauren y ella se quedaría sola. A pesar de desearla, Edward nunca podría darle lo que más deseaba: su amor.

Tuvo que hacer un esfuerzo para acercarse a la cama y tomarle la temperatura, el pulso y la presión sanguínea con fría profesionalidad. Fue especialmente difícil con aquellos ojos verdes observando cada uno de sus gestos.

-Uniforme incompleto -dijo él débilmente, intentando sonreír mientras ella le ponía alrededor del brazo el manguito para medirle la presión.

-¿Cómo?

-Tu toca. Ella suspiró.

-Me la dejé en casa. Tu padre me llamó cuando estaba haciendo el desayuno. Apenas tuve tiempo de vestirme.

Él le cogió la mano cuando ella retiró el instrumento y le apretó los dedos.

-Gracias -dijo en voz baja.

-Es mi trabajo.

Retiró la mano suavemente y se la puso sobre el pecho.

-Ahora, descansa. Has estado muy enfermo.

-Ya dije... que mis guisos... podían ser... mortales.

-Casi lo han sido.

Bella se inclinó y le retiró el liso cabello de la frente. Estaba húmeda y fría.

-Tienes que descansar. Has pasado una noche fatal.

-Tengo agujetas en el estómago.

-No me extraña, con todos esos espasmos. Por la mañana te encontrarás mucho mejor.

-Quédate conmigo -susurró Edward, cogiéndola por la falda.

Aquella súplica la conmovió profundamente. Estaba bajo los efectos de un sedante y seguramente no sabía lo que decía. Pero era maravilloso oír que deseaba su compañía.

 
Le sostuvo la mano entre las suyas hasta que se quedó dormido. Luego, le tapó cuidadosamente.

«Que duermas bien, cariño mío», pensó con ternura. Tuvo que hacer un esfuerzo para dejarle solo.

Gene regresó antes de las tres, cuando Bella estaba ter¬minando su turno. Le dijo cuál era el estado de Edward y que estaba dormido. Carlisle dijo que esperaría hasta que ella entregara su informe para invitarla a un café. Bella estuvo a punto de negarse, pero él parecía muy solo.

-De acuerdo. Me reuniré con usted en la cafetería dentro de diez minutos.

Entregó rápidamente su informe y quedó libre. Carlisle estaba sentado en una mesa de la pequeña cafetería contigua a las salas de espera.

-Ha sido un día muy largo -dijo con una sonrisa.

-Me lo imagino. Está mucho mejor, pero muy débil aún. Mañana estará gritando que quiere marcharse de aquí. Espere y verá.

-Después de esto, no me molestará oírle gritar.

Carlisle se recostó en su silla y observó la cara ojerosa de Bella.

-Aún duele, ¿verdad? Ella levantó la barbilla.

-Eso se acabó.

-No te creo. Cuando te llamé esta mañana, estabas tan asustada como yo, a pesar de tu experiencia profesional.

Ella sonrió con aire desdichado.

-Supongo que sí -admitió-. Es un hombre muy especial.

-Eso es lo que yo opino. Lo malcrié. Pero no lo lamento. Yo no tenía nada. Todo lo conseguí con mi propio esfuerzo. Si su madre no hubiera muerto al darle a luz, las cosas podrían haber sido diferentes. Pero después de perderla, él se convirtió en todo mi mundo. Hubiera hecho cualquier cosa por él. Tomó un sorbo de café.

-Las mujeres también contribuyeron a echarlo a perder.

-Sí.

-Cuando te marchaste a Lexington, se pasaba todo el tiem¬po hablando de ti.

Ella levantó la cabeza.

-¿De verdad?

-Entonces me extrañó -confesó él-. Sobre todo porque sólo había salido contigo una vez. Además, estaba comprometido con Victoria. Pero sólo hablaba de ti.

Ella suspiró.

-Salió conmigo para darle celos a Victoria, para que acep¬tara su proposición de matrimonio. Nos utilizó a las dos y le salió bien.

-Bueno, consiguió a Victoria. Pero una vez conseguida, no tardó en librarse de ella. La descuidó, la ignoró deliberadamente hasta que ella rompió el compromiso.

-Según él, yo dañé su conciencia.

-Os utilizó a las dos, pero le salió el tiro por la culata. Eres muy importante para él, de verdad. Fue una pena que te mar¬charas de la ciudad.

-¿Eso piensa?

-No permitas que esa potranca irlandesa lo arrastre hasta el altar, Bella. Le desea y él podría decidir que nada le retiene aquí.

-Harían una buena pareja, ¿no cree? Ella es rica y bien educada. Encajará en su mundo perfectamente.

-¿Y crees que tú no lo harías? ¡Tonterías! Mi hijo no es un esnob y yo tampoco, Bella. Serás más que bienvenida a nues¬tra casa en cualquier momento. Y no empieces a recordarme que eres la hija del carpintero. ¡Eso no funciona conmigo!

-Es usted un viejo, feroz, ¿eh?

-Puedes estar segura.

Carlisle se terminó su café.

-Me gustas, muchacha. Tienes estilo y un temperamento similar al de mi hijo.

-Usted también me gusta -replicó ella-. Tengo que ir a casa a dar de comer a mi padre. ¿Me avisará si hay algún cambio?

-Desde luego. ¿Quieres venir a quedarte esta noche con él? Ella lo deseaba desesperadamente. Pero negó con la cabeza.

-Será mejor que se quede usted. Le veré mañana. Cuide de él. Y de usted.

Él asintió.

Gracias de nuevo por todo lo que has hecho.

-Sólo he hecho mi trabajo.

Sonriéndole, echó su vaso vacío a la basura y se marchó. Fue una noche larga. Dio vueltas y más vueltas hasta que su padre sugirió que jugaran una partida de ajedrez. Fue aún peor, porque se acordó de Edward y de momentos más felices.

-¡Por amor de Dios! ¡Ve a verle si estás tan preocupada! -sugirió Charlie.

-¡No estoy preocupada!

-Es un chico duro. Se pondrá bien. Me lo dijo Carlisle. Pasó por aquí a decirme que Edward estaba mejorando. Dijo que no sabía cuál de los tres tenía peor aspecto cuando partió la ambu¬lancia. Cuando viste a Edward, Carlisle temió que te desmayaras.

-Tenía muy mal aspecto -musitó Bella evasivamente.

-Me lo imagino. Probablemente nunca volverá a probar sus propios guisos. Me alegro de que el chico esté bien. Le tengo mucho cariño.

Y Bella también. Demasiado. Pero no dijo nada.

Edward estaba sentado en la cama cuando entró de servicio a la mañana siguiente. Seguía pálido, pero estaba impaciente por levantarse.

-Ya era hora de que aparecieras -gruñó cuando entró ella-. Una mujer vieja y horrible me ha despertado y me ha lavado a la fuerza. Tenía las manos heladas. Luego un médico me ha estado hurgando y pinchando. Y otro tipo me ha sacado la mitad de la sangre con una aguja espantosamente larga. ¿Dónde estabas?

Ella tuvo que luchar para contener la risa.

-En casa, durmiendo, como es lógico -replicó, acercándo¬se a la cama-. Tienes mucho mejor aspecto hoy. ¿Cómo te encuentras?

-Vacío. ¿Qué tal un filete? O, mejor aún, ¿qué tal un cordero asado?

Ella le echó un vistazo a su gráfico y sonrió.

-Ni hablar. Hoy sólo líquidos y semisólidos. Si todo conti¬núa igual, quizá te demos algo más sustancioso.

-Es una conspiración -la acusó él-. Ese médico y tú estáis de acuerdo.

-Desde luego. Formamos un equipo profesional encargado de cuidar de ti.

-Me estáis matando de hambre. Eso es lo que estáis haciendo.

-La comida es lo que te ha traído aquí -le recordó ella-. Ten.

Le metió el termómetro en la boca. Luego, le tomó el pulso. Mientras le medía la presión sanguínea, su escrutadora mi¬rada era francamente molesta.

Cuando terminó, anotó los nuevos datos en el gráfico.

-¿Cuándo voy a salir de aquí? -preguntó él.

-Hoy no. ¿Quieres algo para leer? Él suspiró exasperado.

-Mi padre me traerá el Wall Street Journal cuando venga. Ella arqueó una ceja.

-¿Sabes que en Lexington tenemos un diario local?

-La gente lee ese periódico únicamente para averiguar quién ha cazado a quién.

-¡Cínico!

-Tengo más motivos para ser cínico que la mayoría. ¡Dios! ¡Qué aspecto tan encantador tienes con el uniforme!

Ella evitó mirarle directamente a los ojos.

-¿Te apetece beber algo?



-Un ángel de misericordia -dijo él con una sonrisa-. Sí, eso es. Siempre te has preocupado de la gente, incluso de niña. Te gustaba curar a tus compañeros de juegos.

-¿Cómo sabes eso?

-Por tu padre. Hemos hablado mucho de ti -replicó él.

Cruzó las manos sobre su pecho desnudo. La sábana se había deslizado hasta su delgada cintura. Bella estaba segura de que tampoco llevaba pantalones de pijama.

-Deberías llevar un camisón de hospital.

-¿Por qué? En casa duermo desnudo y esto es una habita¬ción privada.

-Hay estudiantes en prácticas, jovencitas que no tienen necesidad de verte así si entran cuando tú estás saliendo del cuarto de baño, por ejemplo.

Él levantó una ceja al advertir que ella evitaba mirarle al pecho.

-¿Te molesta que esté así?

-Soy enfermera hace cuatro años. Le miró directamente.

-Además, te he visto sin ropa una vez. ¿Recuerdas?

-¡Bravo, encanto! ¿Sabes que es la primera vez que sacas tú el tema?

-Como ya te he dicho, hace mucho tiempo que ocurrió.

-No tanto como para haberlo olvidado -dijo él, buscando su mirada-. Me tienes embrujado.

-Contrata a un exorcista -sugirió ella antes de consultar su reloj-. Tengo que irme. Tenemos un exceso de pacientes. Mujeres en su mayoría.

Le sonrió.

-Han debido enterarse de que estabas aquí y se han sentido repentinamente enfermas.

Él sonrió.

-¿Eso es lo que crees?

-¡Oh! ¡Seguro!

-¿Tienes que irte?

-Eso me temo. Soy la ayudante de la enfermera jefe. Eso significa que, si el supervisor no me localiza, mi cabeza podría rodar.

-Triste destino para una cabeza tan bonita. ¿No podrías sentarte aquí a sostenerme la mano?

-Estoy segura de que la señorita O'Clancy se encargará de tu mano -contestó Bella con admirable indiferencia-. Si necesitas algo toca el timbre.

-Te necesito a ti. ¿Vendrás si lo toco?

-Sólo si se trata de una urgencia -dijo ella riéndose-. Hasta luego.

Fue un día extremadamente satisfactorio. Pasó a ver a Edward siempre que pudo y él se dedicó a flirtear descaradamente con ella. Ignoró sus provocativos comentarios y su comporta¬miento fue estrictamente profesional. Él parecía sorprendido al verla desarrollar su trabajo de un modo competente y seguro en un puesto de responsabilidad.

-Aquí eres diferente -comentó Edward después de comer, mientras Bella retiraba los platos y se disponía a medirle las constantes vitales otra vez-. Una chica muy profesional. ¿Te gusta?

-La responsabilidad pesa a veces -confesó ella-. Pero, sí, me gusta mucho.

-Andas todo el tiempo de un lado para otro -rezongó él mientras ella terminaba con su tarea y se guardaba la pluma en el bolsillo.

-Tengo que hacerlo -dijo, sonriéndole-. En esta planta tengo pacientes mucho más enfermos que tú. En la 4B hay un infarto. En el 4F, una úlcera sangrante. En la habitación conti¬gua, una apendicetomía. Una neumonía al otro lado del pasillo...

-Me hago idea -dijo él secamente-. Ven aquí. El corazón le dio un vuelco, pero consiguió sonreír.

-¿Para qué?

-Porque yo te lo pido.

-Lo siento. No se nos permite confraternizar con los pacientes.

-Yo no quiero confraternizar -replicó él, sonriendo maliciosamente-. Sólo quiero tumbarte a mi lado para que vuelvas a tomarme el pulso.

La imagen la hizo sonreír.

-¡Libertino! 0 te portas bien o te mando a la enfermera Wren.

Él se estremeció.

-¡Dios no lo permita!

Entonces, vigila tus modales -ordenó ella, volviéndose hacia la puerta-. 0... ¡Oh!

-Perdone -dijo Lauren O'Clancy dulcemente, cuando empujó a Bella al abrir la puerta-. Lo siento, enfermera. ¡No la había visto!


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HASTA LA PROXIMA BESOS :)

8 comentarios:

nydia dijo...

Este Edward si no pierde el tiempo el filtrear con ella y dios se ve encantador...Me encanto,besitos...

lorenita dijo...

Edward ni enfermito deja de ser encantador!!! Bella no lo puede ocultar tan bien..sigue igual de enamorada de él!:)

vsotobianchi dijo...

ajajajja ni enfermo, deja de coquetear con Bella, buen capi saludos.

Maria dijo...

ahhhhhhh tan bello no pierde el tiempo ed jajaj pobre bella ni enfermito la deja en paz bueno el q persebera alcanza ejejeje muy buen capi lizzy me encanto nos leemos
maria torrealba

brigitteluna dijo...

pobrecito edward.....

monikcullen009 dijo...

Excelente capitulo y muy gracioso x cierto jeje m despido y t mando un beso y un abrazo y nos seguimos leyendo!!!!!

Ligia Rodríguez dijo...

Buen capitulo, y que bueno que el sonso este mejoro!

EdithCullen71283 dijo...

Amo a edward asi de cinico y loquito jejejeje
Me encanto el capitulo
BESOS DESDE GUANAJUATO MEXICO

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina