jueves, 8 de septiembre de 2011

Seducir a la doncella Capitulo 17

Capítulo 17
El barrio bajo era un lugar donde la gente sólo iba por estricta necesidad. Donde cualquier día una madre podía agregarle láudano al agua con azúcar de su bebé para mantenerlo sedado de modo que la dejara dormir tranquila o bien para que dejara de llorar sin cesar atormentado por el hambre. 
Era un lugar donde almas débiles se arrastraban a sus camas tan pronto como se ponía el sol y yacían despiertas escuchando a las ratas escurriéndose debajo de los suelos de madera. Donde casi no llegaba el sonido de las campanas llamando a la iglesia y donde nadie creía en Dios.
Para Edward, era el lugar que había sido su hogar.
Se quedó de pie sobre el bordillo, mirando al caballo de tiro alejarse en medio de un traqueteo para perderse en la oscuridad, la lámpara más cercana a unas doce casas de distancia, la acera agrietada mostrando intermitentes manchones amarillentos de la luz de gas. Todo lo demás era negro.
Desde la noche en que se había aventurado por primera vez a regresar al miserable barrio donde había nacido, noche en que había despertado de un delirio para hallarse magullado y sangrante, había tratado de mantenerse lejos de allí. Pero estaba cansado de luchar contra el impulso de ir.
Esta noche necesitaba olvidar lo cerca que había estado de hacerle el amor a Bella. Y cómo, al final, había abierto la puerta para que pasara Alec Vulturi. Vulturi había ido tan lejos como decir que se casaría con Bella, y si bien esa idea estaba matando a Edward, no podía negarle a ella la oportunidad de ser feliz.
Ella tenía razón. Era hora de dejar atrás el pasado. Él había perdido. Mañana o la semana próxima, o quizás el próximo año empezaría de nuevo una vez más. Pero ahora encontraría el paraíso en brazos de la única amante a la que no podía lastimar.

* * *
Bella estaba de pie en el salón principal, mirando por la ventana. Pronto llegaría Alec para llevarla al teatro y luego a una cena tardía. Había pasado los últimos tres días en su compañía, encontrándose cada mañana para ir a cabalgar juntos por Hyde Park. Mientras trotaban entre el gentío habitual, él la divertía con anécdotas acerca de su juventud, la impresionaba con su cultura y la encantaba con su sonrisa constante. Él poseía todas las cualidades que una mujer podía esperar encontrar en un hombre, y sin embargo Bella no conseguía sentir nada por él.
Quería culpar a Edward por cómo se sentía, pero él no era el culpable de que ella no amara a Alec. Había descubierto que no quería a su lado un hombre que fuera tan perfecto, tan predecible. Pero lo que quería, no podía tenerlo.
Sonó la campanilla y Bella se movió para responder a la llamada, ya que nunca había tenido un mayordomo que atendiera la puerta por ella en Moor's End. Aunque Emmet la había reprendido gentilmente por hacer su trabajo, le parecía una tontería quedarse simplemente parada allí, especialmente cuando lo más probable era que quien llamaba fuera Alec.
Aunque más temprano un dolor de cabeza casi había sido la excusa perfecta para cancelar la salida de la noche, Bella sabía que no podía continuar posponiendo lo inevitable. Tenía que decirle a Alec lo que sentía por él. Debería haberlo hecho antes, pero había querido darle su merecido a Edward haciendo exactamente aquello para lo que él le había dado su bendición. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que esto no haría que Edward la amara y además a ella misma le gustaba cada vez menos su propio comportamiento.
Pero al abrir la puerta, no fue a Alec a quien halló de pie allí, sino a Jacob. Por un momento, Bella no pudo hacer otra cosa que pestañear.
Él la cogió en sus brazos.
—¡Dios mío, qué alegría me da verte! No sabes lo preocupado que he estado por ti.
—Jacob, bájame. Me estás dejando sin aire.
—Lo siento —dijo él, con aspecto avergonzado—. Es que pensé que no iba a poder encontrarte antes de que Cullen te hiciera algo horrible.
Antes de que ella pudiera responder, apareció Emmet, frunciendo el ceño con desaprobación, aunque no era posible saber si su contrariedad se debía al hecho de que Bella hubiera abierto la puerta o a la aparición del recién llegado.
—¿En qué puedo servirle, señor? —preguntó la intimidante figura de negro.
—Vengo a ver a Bella —respondió Jacob, claramente molesto por la interrupción.
—¿Se refiere a Lady Isabella? —corrigió Emmet en tono reprobatorio.
—Sí, Lady Isabella. Ahora, ¿sería tan amable de dejarnos hablar en privado un momento?
Emmet la miró.
—¿Está todo bien, señorita?
—Sí, Emmet. Gracias.
Echando una somera ojeada a Jacob que podría haberse interpretado como una advertencia de que se comportara, Emmet desapareció por el corredor.
—Qué sirviente insufrible —dijo Jacob—. ¿Aquí son todos así de altaneros?
Bella no tenía intención de ponerse a hablar de la servidumbre.
—No comprendo por qué viniste.
—¿Hay algún lugar donde podamos hablar en privado?
Bella estaba empezando a temerle a ese tipo de conversaciones. Pero dijo:
—Ven conmigo. —Condujo a Jacob a la biblioteca, cuya puerta cerró el muchacho, deteniéndose un minuto para lanzar una ojeada a los estantes que se elevaban hasta el techo, atestados de libros.
Al volver a mirarla, sus ojos la recorrieron lentamente de un modo que incomodó a Bella. Era la mirada de un hombre hacia una mujer que encuentra atractiva, y si bien Jacob le había dicho a menudo que era hermosa, nunca había visto en él el flagrante deseo que veía ahora.
—Te has convertido en una mujer impresionante —dijo, adelantándose para cogerle las manos.
—Gracias.
—¿Ese vestido lo escogió él?
—Si te refieres a mi tutor, la respuesta es no. Lo escogí yo, al igual que a todos mis otros vestidos. Edward nunca determinaría lo que tengo que ponerme.
—Edward... con qué familiaridad lo dices. ¿Os habéis conocido mejor desde que te trajo a Londres?
Bella se puso rígida, percibiendo el sutil trasfondo de la pregunta.
—No veo qué tiene eso que ver contigo.
—Hubo un tiempo en el que solías confiarme todo.
—Era una niña.
—¿Quieres decir que el crecer te ha alejado de mí?
Bella liberó sus manos de las de él y dio un paso para alejarse.
—No sé de qué se trata todo esto.
—Se trata de tu tutor —dijo él, arrojando sus guantes sobre una mesilla y yendo hacia la vitrina de los licores para sacar una botella de Oporto.
Aunque tampoco era su casa, a Bella le molestó su modo de comportarse, actuando como si tuviera el derecho de hacer lo que quisiera.
Una vez que él mismo se hubo servido un buen vaso del fuerte vino, se volvió a mirarla, la cadera apoyada contra el borde de la mesa y contemplándola por encima del borde del vaso.
—¿Cuánto sabes sobre tu tutor?
—¿Por qué lo preguntas?
La tensión en la mandíbula de él dejaba notar que no le agradaba que sus motivos se cuestionaran.
—Quizás me pregunto qué te ha dicho él sobre el tiempo que pasó en la India... y sobre la muerte de George.
La mención de su hermano atrajo la atención de Bella. Jacob sabía que ella siempre se había preguntado acerca de las circunstancias que habían rodeado la muerte de George, ya que nunca habían quedado muy claras.
—¿Qué pasa con la muerte de George? —preguntó ella, obligándose a mirar a Jacob directamente a los ojos.
—Esa noche que ibas a encontrarte conmigo en la ensenada, ¿recuerdas?
—Sí.
—No fuiste.
—Por el mal tiempo. —Y por Edward. Cuando se había encontrado con él en la biblioteca y lo había visto sosteniendo suavemente en brazos al gatito, había sentido la tierra moverse bajo sus pies.
Quizás ése había sido el momento en el que por primera vez se había sentido enamorada de él. Y desde entonces había habido muchos otros momentos. Se dio cuenta de que no estaba dispuesta a renunciar a él y alejarse.
—Sí, el mal tiempo —dijo Jacob—. Después partiste para Londres, dejándome sin noticia alguna acerca de tu paradero. Tuve que sonsacárselo a Jimmy. El mocoso se negó a decírmelo durante muchísimo tiempo.
—No lo habrás amenazado, ¿verdad?
—Por supuesto que no —replicó él secamente, mirándola enojado—. Simplemente pensé que él tomaría mi dinero y listo. Pero parece que tu tutor le dio una considerable suma para que no me dijera tu paradero. El chaval fue asquerosamente leal a la causa.
A Bella le molestó que Edward hubiera usado su dinero para comprar el silencio de Jimmy. Pero quizás sus motivos no habían sido completamente egoístas. En muchos aspectos, la vida de Jimmy parecía reflejar la de Edward. Quizás él se identificaba con Jimmy.
—Entonces, ¿cómo hiciste para que te dijera dónde estaba yo? —preguntó Bella.
—Le dije que era una cuestión de vida o muerte, y que si yo no te encontraba, podía sucederte algo terrible.
Al oír esto el temperamento de Bella se inflamó y voló a través de la habitación para enfrentarlo.
—Esa fue una treta detestable y no puedo creer que puedas siquiera mirarme a la cara después de haberle dicho semejante mentira a ese muchachito.
—Ninguna mentira —dijo él, asiéndola repentinamente de los brazos y dándole un sacudón—. Tu vida está en peligro.
—¡Qué disparate!
—¿Ah, sí? ¿Alguna vez has interrogado a tu tutor acerca de qué fue exactamente lo que le sucedió a George? ¿O ha dejado de importarte, ahora que Cornualles es para ti sólo un insignificante recuerdo del pasado? Tal vez has olvidado la horrible muerte que tuvo tu hermano.
La furia le dio a Bella una fuerza que ni ella sabía que poseía. De un tirón liberó uno de sus brazos y le cruzó la cara de una bofetada.
—¡Cómo te atreves a cuestionar mi devoción hacia George! Sabes cuánto lo amaba, cuánto me costó seguir después de su muerte. Lloré sobre tu hombro incontables veces, ¿y vienes a decirme que me he olvidado de él? ¡Nunca lo olvidaré! Ahora vete de aquí —exigió—. Y no vuelvas más.
—No me iré hasta que no hayas oído todo lo que tengo para decirte.
—Entonces di lo que tengas que decir y márchate.
—Bien —dijo él apretando los dientes, y mirándola de arriba abajo como si se hubiese convertido en algo que inspiraba repugnancia y compasión—. Has cambiado, ¿sabes? Una vez fuiste una muchacha dulce; ahora apenas te reconozco. Yo me hubiese casado contigo, te hubiese cuidado, a ti y a esa casa venida abajo, pero no me quisiste. Lo único que querías era aferrarte a Moor's End. Pensé que cuando casi te atraparon los aforadores abandonarías ese comportamiento, pero el incidente sólo fortaleció tu determinación. Verdaderamente pensé que tendrías que ser arrestada para darte cuenta de que no ganarías.
—Nunca creíste en mí, ¿verdad?
—Te consentí el capricho. Porque era sólo eso, nunca hubieras podido salvar Moor's End sin ayuda financiera.
—Pero tú nunca me la ofreciste, ¿verdad?
—Eso hubiese ido en contra de mi propósito, ¿no crees? Quería que fueras mi esposa.
—¿Y estabas dispuesto a observar cómo me atrapaban con tal de tenerme?
—Si hubiera sido necesario.
Bella advirtió entonces hasta dónde había llegado su credulidad.
—Fuiste tú quien alertó a los aforadores acerca de cuándo llegarían los cargamentos, ¿no es verdad? Te propusiste impedir que yo ganara ese dinero.
Cuando él no refutó la afirmación, ella sintió derrumbarse el último resto de lo que había sido su vida hasta hacía poco.
—No me sorprende que George no te haya nombrado mi tutor. Él sabía que eras un farsante.
—¿Y crees que Cullen fue una mejor elección? —Se mofó él—. Al menos mi único crimen fue intentar hacerte ver cuán ridícula era la empresa en la que te habías embarcado. Yo nunca asesiné a nadie.
Bella se paralizó.
—¿Qué estás diciendo?
—Lo que quise decirte hace dos meses. Tu tutor es la razón de que tu hermano esté muerto. La bala que mató a George salió del arma de Edward Cullen.
Bella sintió como si el suelo acabara de abrirse bajo sus pies y cayera hacia un oscuro abismo.
—No —dijo con voz apenas audible—. Él me lo hubiese contado.
—¿Y por qué haría eso? Tú no sabías la verdad y él no tenía razón alguna para revelártela. Quizás tenía la esperanza de que te casaras con él. Él sabía del fideicomiso que heredarías y sus posibilidades disminuirían considerablemente si te enterabas de que él había causado la muerte a tu hermano. Si eso no fuera suficiente incentivo, estaba también tu prestigio como hija de un conde, lo cual le hubiera dado más estatus a él.
—Y a ti —encontró fuerzas para decir, mientras se esforzaba por asimilar todo esto.
George había recibido una bala en el costado del cuerpo. La herida, lenta e inevitablemente le había sangrado en el estómago. Dijeron que le habían matado en cumplimiento del deber, y ni una palabra más. Ni cómo, ni por qué, ni dónde.
—No fui yo el que te ocultó esto —replicó enojado Jacob.
—¿Ah, no? ¿Entonces cómo es que sabes todo esto ahora? —Él se movió nervioso bajo la mirada escrutadora de la joven—. George me escribió el día antes de morir. No quería que tú lo supieras.
—Estás mintiendo.
—¿Hubiera venido hasta aquí si no tuviese pruebas? —Extrajo un trozo depergamino doblado y se lo entregó a ella—. Anda, léela.
Con manos temblorosas Bella desplegó la carta, ya un tanto amarillenta y con los bordes deshilachados. Los ojos se le llenaron de lágrimas al ver los familiares garabatos de su hermano. Había pensado que no los vería nunca más. Y mientras leía las últimas palabras que él había escrito en su vida, era como si lo tuviera de pie delante de ella, susurrándoselas al oído:

Black,

Creo que para cuando leas esta misiva, yo ya estaré muerto. Me han herido y no estoy seguro siquiera si pasaré de esta noche.
Pero no te escribo para hablarte de mí, sino de Bella. Lo único que lamento al dejar este mundo es dejarla a ella. Aunque otros hermanos discuten y se ofenden mutuamente, Bella y yo siempre tuvimos un lazo especial. Quizás se debió a que sabíamos que no podíamos depender de nadie más que el uno del otro. Tal vez fue simplemente que a Bella no le importaba que el mundo hubiera dictaminado que los hermanos fueran rivales.
Ella siempre fue única. Mi corazón sufre porque no veré al hombre que ella elija amar o a los hijos que tendrá, niños hermosos y sonrientes de ojos verdes como helechos y una curiosidad innata acerca del mundo. Hijos e hijas que me hubieran llamado tío.
Las lágrimas le empañaron la vista, su cuerpo atormentado por mudos sollozos. Ay, Dios, cómo desearía tener de vuelta a George. Con qué desesperación lo extrañaba. No podía seguir leyendo. No podía soportar unas palabras más. Y sin embargo, sus ojos volvieron al papel:
Espero que ella sepa que siempre la cuidaré, sin importar donde esté yo. Por ahora, sin embargo, debo dejarla al cuidado de otro y rogar que él la valore tanto como yo.
Sé que te preguntarás acerca de por qué no te elegí a ti. Quizás fue simplemente el conocer tus sentimientos hacia Bella lo que me impidió hacerlo. Espero que confíes en que he hecho lo que consideré era lo mejor, y que el hombre que es ahora el tutor de Bella la cuidará. Él es mi comandante, el Coronel Edward Cullen.
Cuando apenas conocí al comandante, él me impresionó profundamente. Nada lo hacía retroceder. Yo dudaba de que él supiera lo que era el miedo. El tiempo me demostró que estaba equivocado. Nadie es infalible. Ni siquiera los héroes.
Cierto día un hombre vino a visitarle. Nadie le conocía. Pero poco después el coronel partió, sin decirle a nadie dónde iba. Se enviaron patrullas para arrestarlo. Una semana más tarde regresó, y no era el mismo hombre. Algo le había sucedido.
Averiguamos que había ido a Anandpur Sahib, hogar de los Sikhs, y un lugar al que ningún extranjero, especialmente un oficial de la Infantería de Su Majestad, viajaría si estuviese en su sano juicio.
Sin importar qué sanción disciplinaria se amenazara con imponerle, no quería decir qué lo había llevado a Anandpur. Lo arrojaron al hoyo durante tres semanas. La mayoría de los hombres no hubieran sobrevivido ni una.
Pero el coronel resistió. La primera noche después de haber vuelto a entrar de servicio, hace dos días, entró en su tienda y no volvió a salir. Preocupado, fui a verle y lo encontré inconsciente sobre el catre.
Cuando regresé a buscar un médico, encontré a un Sikh de pie fuera de la tienda y una espada me apuntó a la garganta. Me gritó algunas palabras que no entendí y arremetió contra el coronel. Lo siguiente que sentí fue la bala.
Recuerdo haberme despertado y visto al coronel arrodillado a mi lado, los ojos vidriosos y el rostro pálido, con un arma en la mano. El Sikh yacía a mi lado, muerto; la bala lo había atravesado y había entrado en mi cuerpo. No creo que el coronel supiera lo que había ocurrido. Era como si...
—... como si no estuviera ahí conmigo —leyó Bella en voz alta, mientras una oleada de desesperación la invadía, recordando vívidamente esa mirada de la que hablaba su hermano, esa mirada fija pero ausente. Esa completa ausencia de reconocimiento.
Edward había sabido todo el tiempo cómo había muerto George, y jamás había dicho una sola palabra.
Recordaba haberse preguntado si ese peso sobre sus hombros sería culpa, si él se sentiría en cierta forma culpable de la muerte de sus hombres.
Esta vez había sido su culpa. Era el culpable de la muerte de su hermano y lo que fuera que Bella había sentido por él se marchitaba para morir mientras continuaba leyendo.
No sé si he tomado la decisión correcta, pero el coronel necesita alguien que crea en él, alguien que le cambie la vida y Bella siempre ha sabido sanar a la gente. Sé que ella puede sanarlo. Cuídala, amigo mío. Nunca le digas lo que te he revelado en esta carta. Podría no perdonar jamás a Cullen.
Adiós.
Swan.
Bella cerró los ojos y los papeles cayeron balanceándose al suelo.
—¿Me crees ahora? —Preguntó Jacob, con un matiz triunfal en la voz—. Te dije que Cullen era un asesino. Debería haber sido colgado en vez de honorablemente retirado.
Bella se alejó de él. No podía pensar. Era como si hubiese vuelto a perder a George y temiera que la angustia la derrotara esta vez.
—Regresa conmigo a Cornualles, Bella —suplicó Jacob, ahora de pie frente a ella—. Ahora. Esta noche. No hace falta que veas a Cullen nunca más.
Bella dejó caer la cabeza entre las manos y no tuvo fuerzas para resistirse cuando Jacob la atrajo a su abrazo. Cada una de las imágenes de su historia con Edward relampagueaban detrás de sus ojos como una línea del tiempo.
No oyó el golpe en la puerta ni el carraspeo de Emmet hasta que Jacob preguntó:
—¿Qué pasa, hombre?
—Lord Vulturi ha venido a buscar a Lady Isabella.
—Despáchalo, Emmet —rogó ella—. No me importa lo que le digas.
—Quizás le gustaría darme usted misma el mensaje —dijo la voz del conde, haciendo que Bella levantara la cabeza y mirara hacia la entrada, donde Alec estaba de pie, soportando estoicamente el grosero rechazo.
—Dios mío, ¿qué sucedió? —dijo al ver en el rostro de la joven las huellas del llanto.
Bella sólo atinó a sacudir la cabeza. No podía soportarlo. Recogiéndose la falda, escapó corriendo de la habitación, dejando atrás la voz de Jacob llamándola y el perfume de los pétalos de rosa desparramados del bouquet que ella había hecho caer de manos de Alec al pasar volando a su lado.
Hasta que chocó con alguien.
Al levantar la vista se encontró con Tahj, que la sujetaba con el brazo extendido, mientras el viento entraba a través de la puerta principal abierta, y sus ropas anaranjadas despedían olor a incienso.
—La necesitan —dijo en tono urgente—. Tiene que venir conmigo.
—No —dijo Bella, sacudiendo la cabeza—. Déjeme en paz.
Él miró por encima del hombro de Bella, supo que los hombres estaban de pie allí. La joven se alejó de Tahj y como un torbellino se dirigió hacia las escaleras.
—Él va a matarse.
Bella asió con fuerza la barandilla. Todos y todo lo que había conocido se estaba desplomando delante de sus ojos. No quería que le importara lo que hiciera Edward, aunque las palabras de George aún resonaban en su interior.
Bella siempre ha sabido sanar. Creo que ella puede sanarlo.
Ella no podía sanarlo. Ni siquiera quería tratar de hacerlo. Quería creer a esa voz interior que le decía que esperaba que sufriera por lo que le había hecho a George; sin embargo, se volvió para mirarle.
—Venga conmigo —volvió a pedirle, extendiéndole la mano.
Y Bella la tomó.

 espero les agrade el proximo capitulo esta uuuuuffffffff .... espero me regalen un comentario jejejejeje nos vemos mañana...
ANNEL

6 comentarios:

V dijo...

Oh dios mio!! que capitulo, sin duda edward se siente culpable por la muerte de George y lo q siente hacia Bella. Ojala a pesar de todo logre salvarlo.

Y con ese aviso me dejaras asi hasta mañana?? no seas malita y danos otro capitulo siiiiiiiiiiiiiiii por fa...

lorenita dijo...

ahhhh!!! porfavor que Bella pueda salvar a Edward!! el se siente muy culpable...y este Jacob..uff!! tenía que llegar a estropearlo todo...

Anónimo dijo...

hola me dejaste uf con este capitulo estuvo increible saludos annel y espero que puedas subir manana y que bella pueda salvar a edward y jacob tenia que llegar arruinarlo verdad pero tenia que ponerse interesante sube pronto saludos

nydia dijo...

justamente ahora aparece Jacob a estropearlo todo espero Bella detenga la locura que el quiere hacer....Gracias linda por publicar....Besos...

Ligia Rodríguez dijo...

Ay pobrecito Eddie, en serio que me da mucha pena!

joli cullen dijo...

cf jake es malo pobre de edwar

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina