CAPÍTULO 4
Alice quería que el suelo se la tragara, llevándose la jaula y las
esposas con ella.
Oh, Dios mío.
Carslie, el hermano de Jasper, pasaba la mirada por encima de su cuerpo desnudo
con el deseo definido en sus ojos verdes, y un bulto de buen tamaño
delineándose contra sus jeans. Era casi tan hermoso como Jasper, pero con el
pelo rubio y más delgado, de complexión musculosa.
Esta, sin
embargo, no era exactamente la posición en que quería estar al ver a Carslie
después de quince años.
De rodillas, las
muñecas esposadas por encima de su cabeza de modo que sus pechos estaban
expuestos, con un dilatador anal y un consolador con arnés en ella. Sin
mencionar que probablemente justo la vio mamándosela a Jasper.
¿Y Carslie había mencionado compartir?
—¿Seguro que no
me dejas dar una probada? —dijo Carslie con una sonrisa sexy que probablemente
haría que la mayoría de las mujeres se derritieran. — Nunca ha sido un problema
en el pasado.
Su corazón latía con fuerza y
disparó su mirada a Jasper, quien llevaba un infierno de un ceño fruncido.
—Te lo dije. Alice es mía. Lárgate de aquí.
Carslie se apartó del marco de la puerta y amplió su sonrisa.
—Sólo me detuve a recoger mis palos
de golf. Voy a agarrarlos y me iré a casa.
—Haz eso. —El ceño de Jasper no había disminuido.
—Es bueno verte, Alice. —La mirada
de Carslie barrió sobre ella una última vez, en una lectura lenta y sensual.
—Muy bueno.
Jasper soltó un gruñido y Carslie se rió entre dientes.
—Más tarde, hermano.
Después de la puerta se cerrara,
Alice golpeó la cabeza con los barrotes de la jaula, haciendo una mueca de
dolor.
—No puedo creer que tu hermano acaba de verme así.
Jasper se agachó, llegó a través de los barrotes y le acarició el
cabello.
—Lo siento, cariño.
Ella inclinó la cabeza y lo miró.
—¿He cumplido mi sentencia?
—Sí. — Escarbó en su bolsillo por
la llave de las esposas. —Ahora, tus castigos cuarto y quinto.
Ella sacudió la
cabeza.
—Y yo que pensé en pedir un día
libre por buen comportamiento, oficial.
—Ni por casualidad.
Jasper le quitó
las esposas, luego la dejó salir de la jaula. Él era mucho más alto que ella,
por lo que se sintió pequeña cuando la agarró del codo y la condujo al banco de
cuero y cromo que había visto antes. Su corazón latía cuando lo alcanzaron.
—Las rodillas
allí. —Señaló a un par de cojines forrados en cuero en la pendiente del
artefacto. —Tu vientre aquí, los antebrazos en estas almohadillas y agarra los
asideros.
Alice se
estremeció mientras lo hacia. Era como estar al estilo perrito, sólo que la
barriga y los brazos más arriba. Sus rodillas estaban tan alejadas que estaba
bien abierta para todo el placer de la vista de Jasper. Ató sus muñecas con los
puños de cuero unidos al artefacto, también los tobillos, y además un cinturón
alrededor de su cintura. Ella apenas podía menearse, moverse mucho menos.
Volvió a la mesa
y la respiración de Alice se aceleró cuando lo vio recuperar un flogger de
cuero, y lo que ella sabía era un bastón de policía.
—Pena cuatro…
mentiras. Uno de los peores delitos. —Jasper, dejó el conjunto de flogger y
bastón en el banco acolchado cerca.
—¿Estás lista para tu
castigo? No.
—Um, sí,
oficial. Contuvo la respiración mientras le desabrochaba el arnés que
descansaba alrededor de sus caderas, y luego se quedó sin aliento cuando sacó
el tapón y el consolador. Las sensaciones hicieron que el coño y el culo
apretaran con mini-espasmos, y se sintió vacía sin ellos en su interior.
Y Por Dios, tenía que venirse.
Puso el arnés
sobre la mesa acolchada y luego le frotó las mejillas del culo con las dos
manos, masajeando de modo que ella se relajó un poco, incluso mientras su
excitación crecía. Y crecía.
Cuando Jasper le
mordió la mejilla del culo, ella lanzó un grito de sorpresa. La había mordido
con fuerza. y ese dolor hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Le frotó la
mano sobre la marca y más humedad inundó su coño. Maldita sea, esto era
increíblemente caliente. Otro grito se le escapó cuando le mordió la otra
mejilla del culo, pero el dolor se desvaneció rápidamente cuando la frotó con
la mano. En lugar de dolor en los lugares que le había mordido, sintió un dolor
excitante.
Metió la mano en sus pliegues lisos.
—¿Excitada?
No me jodas. Ella gimió.
—Sí, oficial.
Metió un par de
dedos dentro de ella y sintió la necesidad de llegar aumentar y aumentar.
—¿Qué tan excitada estás? ¿Qué quieres que te haga?
—Fóllame. —Gimió
otra vez y se sacudió tanto como podía, mientras que metía los dedos lo
suficientemente profundo para que sus nudillos golpearan sus pliegues. —Por
favor, oficial.
—No hasta que
todas tus penas estén cumplidas. —Sacó los dedos de su coño y ella gimió con
decepción.
Jasper fue al
banco donde recuperó el bastón y flogger. ¿Que iba a hacer exactamente con ese
bastón? Pero lo peor, ¿que tan duro la iba a azotar?
Jasper tendió el
flogger sobre su espalda, causando que un escalofrío la recorriera por la
anticipación. Entonces sintió la cálida madera del bastón mientras lo metía en
su coño.
Alice abrió la
boca y tiró contra sus ataduras mientras empujaba el bastón dentro y fuera de
su núcleo. La estaba tomando tan profundo que sentía como si estuviera
golpeando su ombligo. Dolió un poco, pero al mismo tiempo la estaba volviendo
loca de necesidad.
—¿Cómo se siente
eso? —le preguntó mientras seguía empujando el bastón dentro y fuera de su
coño.
—Bien, se las arregló para decir. —Muy, muy bien, oficial.
—Vamos a ver si
te gusta esto. —Tiró el bastón de mando ya muy resbaloso de su coño y lo puso
en el anillo apretado de su ano.
Se mordió el labio inferior y cerró
los ojos, su cuerpo se tensó de forma automática.
—Relájate. —Él le acarició el culo y
besó una de sus mejillas. —Va a entrar más fácil si no estás tan tensa.
Alice intentó, realmente lo intentó,
pero apretó aún su ano. Empujó el bastón dentro, lo que la hizo gritar por la
invasión. Lo deslizó dentro tan sólo lo suficiente para que se sintiera
profundo, pero no demasiado profundo.
Bien
Wow. Has recorrido un largo camino, muchacha.
Fue una
sensación diferente tener el bastón en el culo en lugar de su coño.
La longitud, el ancho, la suavidad del mismo. Diferente... y
excitante.
Ella se concentró en las estocadas
constantes del bastón y se echó hacia atrás en contra de él. Increíble. El
dolor de su núcleo se intensificó y todo su cuerpo se sentía eléctrico.
—¿Disfrutando de ser follada en el
culo con bastón de policía? — preguntó Jasper mientras lo deslizaba dentro y
fuera.
Alice asintió
con la cabeza.
—Sí, oficial.
Retiró el bastón y suspiró. Todo lo
que estaba haciendo y había hecho a su cuerpo había aumentado gradualmente su
deseo. Más que nada lo quería dentro de ella.
Su boca se secó mientras dejaba el
bastón sobre el banco y volvía a tomar el flogger de su espalda.
—No grites—dijo él mientras le
frotaba las mejillas del culo con su mano de nuevo. —O iremos por el castigo
número seis.
—Sí, oficial. —Su ritmo cardíaco se
elevó otra vez. Ella iba a tener un ataque al corazón por tantas veces que su
corazón se había acelerado toda la noche.
—¿Es este el
castigo número cinco?
—No. —Él besaba uno de sus globos. —Eso
será después de la flagelación.
¿Qué tenía
planeado para su sanción final?
El primer latigazo cayó sobre su culo
y ella casi gritó. ¡Le picó! Pero entonces Jasper recorrió con el flogger por
su espalda, el culo y los muslos bromeando sensualmente, y sintió el aguijón
convertirse en una quemadura agradable. Todo lo que le estaba haciendo le hizo
querer llegar al clímax aún más. Ella no podía creer lo mucho que le gustaba el
dolor y el placer de todo esto.
Jasper le azotó de nuevo, cogiéndola
con la guardia baja, y apenas contuvo un grito. Él azotó la otra mejilla del
culo, cada muslo, y debajo de su culo, cerca de sus pliegues. Sus ojos se
humedecieron y su deseo de alcanzar el orgasmo le hizo temblar el cuerpo
entero.
Por fin, ¿o era demasiado pronto? Se
detuvo y lanzó el flogger a un lado. Se puso de rodillas y le frotó el culo, y
luego dejó besos sobre la carne caliente, lo que alivió la quemadura. Alice suspiró mientras se
relajaba con su boca y su lengua en el culo y los muslos, pero se tensó cuando
se acercaba a su coño. Ella quería su boca sobre ella tanto que estaba
temblando de deseo.
—No te he probado en mucho
tiempo—murmuró, y ella asintió en silencio que había sido demasiado tiempo.
Mariposas bailaban en su vientre
mientras la posicionaba para estar aún más abierta para él y se acomodaba para
tener la boca pegada a su coño. Podía sentir su aliento cálido en sus pliegues
y se estremeció con anticipación.
—Recuerda—dijo.
—No te vengas sin permiso.
La primera lamida de su lengua podría
haberla tirado del banco si no hubiera estado contenida. Gritó y se retorció
mientras bañaba sus pliegues y metió la lengua en su núcleo. No sabía si podría
aguantar mucho más sin clímax. Había estado al límite toda la noche y había
sido una lucha evitar perderse.
Cuando chupó su clítoris, ella pensó
que estaba perdida. Gritó y apretó el vientre y trató de calmar sus piernas
temblando. Jasper se echó a reír y se alejó de ella. Gimió.
—Ahora, la pena número cinco—dijo,
mientras daba la vuelta hacia el lugar donde su cabeza estaba apoyada en el
acolchado de cuero.
—No sé cuánto más puedo tomar,
oficial. —Alice respiraba con dificultad y su voz temblaba. —Estoy tan cerca de
llegar.
—Pero no lo
harás. —Su voz era firme, una orden definitiva.
—Por supuesto que no, oficial—dijo
con los dientes apretados. ¡Dios, era tan condenadamente difícil contenerse!
Soltó sus ataduras de las muñecas,
los tobillos y su vientre. Cuando él la ayudó
a levantarse, estaba
temblando. Todas las
sensaciones eran casi demasiado. Todo lo que le había hecho hizo que sus nervios y todo su
cuerpo se sintieran ásperos. Lo necesitaba tanto.
—Es tiempo del castigo número cinco.
—Jasper la agarró por la cintura, y antes de que supiera lo que estaba
haciendo, le arrojó encima de su hombro.
Alice chilló por la sorpresa. El pelo
le caía sobre su rostro, toda la sangre se le subió a la cabeza, haciendo que
se mareara. Su culo estaba alto en el aire, su coño apretó contra su hombro. Él
le dio un manotazo en el culo y ella chilló de nuevo.
—¡Jasper!
—Gritó. —Er, oficial. ¿Qué estás haciendo?
—Será mejor que te comportes—dijo y
golpeó con fuerza su trasero. Se las arregló para no gritar, pero sus nalgas
dolían de la flagelación y ahora la palmada.
Ella tenía una buena vista de su culo
apretado mientras echaba a andar hacia las puertas del calabozo y
aprovechándose de su posición se agarró a ambas mejillas con las manos y las
apretó a través del material.
—Hey. —Se frotó picadura con las manos. —Sin tocar.
Ella se rió, lo
escuchó riendo y se lo imaginó moviendo la cabeza.
La sala de estar se vio desdibujada,
mientras caminaban a través de ella hacia un pasillo al otro lado de la casa.
Cuando llegó al dormitorio, su vientre hizo un pequeño giro. Se rió cuando la
resbaló de su hombro y la dejó caer a la cama para que rebotara en el colchón.
Se levantó y la miró por un momento
largo, con una expresión seria en su cara, Alice se puso seria.
Sus ojos eran
oscuros e intensos.
—Desnúdame. Con mucho gusto.
—Sí, oficial. —Alice contuvo una
sonrisa mientras se levantaba de la cama y se acercaba a él. Llegó hasta los
hombros y le pasó las manos por encima de la camisa del uniforme para llegar
hasta el botón superior. Poco a poco le desabrochó la camisa, rozando los
nudillos contra su piel desnuda mientras la revelaba, centímetro a centímetro.
Cuando llegó a la cintura de sus pantalones de uniforme, Jasper contuvo el
aliento mientras acariciaba a propósito sus abdominales tensos.
Sacó la camisa
de donde la había escondido en sus pantalones.
—Burlarse de mí sólo te traerá otro
castigo—murmuró mientras empujaba la camisa fuera de sus anchos hombros. La
deslizó el resto del camino fuera y la tiró a un lado.
—Lo siento, oficial—dijo ella, pero
sabía que no sonaba arrepentida en absoluto. Hizo una pausa para correr las
manos sobre su pecho desde los hombros hasta los planos de su abdomen. —Debes
ejercitarte un montón.
—Te está tomando demasiado
tiempo—dijo en un tono de advertencia y trató de no sonreír.
—Tenemos que quitar las botas y los
calcetines, oficial. —Ella lo empujó hacia la cama y se sentó con un gruñido.
Jasper la observó mientras se
agachaba y tomaba una de sus botas en la mano, la desató y luego la arrojó a un
lado. A continuación el calcetín, seguido por su otra bota y el otro calcetín.
Cuando se quedó sólo con
sus pantalones, se puso de pie. Alice los desabrochó, a propósito cepillando
los nudillos sobre su polla y sintió el tirón de su erección. Abrió la
cremallera de su pantalón y su gran polla y las pelotas se deslizaron hacia
fuera, y no pudo resistirse a correr su mano en toda su longitud, sintiendo su
dureza por debajo de la piel suave
cubriendo su erección.
En un movimiento rápido, se bajó los
pantalones, los pateó lejos y la tuvo en sus brazos. La besó con fuerza antes
de llevarla a la cama. Esta vez se sentó, y para su sorpresa la derribó y la puso a través
de su regazo, su culo en el aire, la barriga apretada contra la erección. Dio
un grito mientras él le cubría sus muslos y frotaba su culo. Una vez más, tenía
el pelo alrededor de su cara y la sangre se le subió a la cabeza.
—Este es tu castigo final—, dijo en
una voz profunda y gruesa por la lujuria.
—Este es por
dejarme, ángel.
La ronquera y el significado detrás
de sus palabras la hicieron contener su respiración.
Pero entonces ella jadeó y gritó
cuando los dedos de una mano resbalaron en su coño y le acarició el clítoris.
Todo su cuerpo temblaba y su mente giraba por la necesidad de llegar al
orgasmo. Cuando la otra mano aterrizó en el culo, casi estuvo perdida.
¡Le estaba
dando una paliza!
Jasper continuó
palmeando su culo con la mano mientras le tocaba el coño.
Entre cada palmada se inclinaba y besaba el lugar en el que había
golpeado.
Alice pensaba que iba a morir si no
se venía. Metía los dedos dentro de ella, un beso y una palmada en el culo.
Cuanto más lo hacía, más necesitaba llegar al clímax. Ella gimió y se retorció
en su regazo.
—Estoy tan cerca de llegar, oficial.
—Su tono salió sin aliento. —Por favor, ¡déjame llegar!
—Las chicas malas tienen que ganar sus
orgasmos. —Él le dio un manotazo de nuevo. —Casi has ganado el tuyo.
Estaba cada vez mas mareada por la
sangre moviéndose a su cabeza de estar colgando a un lado de su muslo, por no
mencionar la paliza y la necesidad de llegar al orgasmo.
Cuando finalmente se detuvo, la
levantó para que estuviera sentada en su regazo a horcajadas, su cuerpo
apretado contra su pecho desnudo. La profundidad de su deseo por ella estaba en
sus ojos, y estaba segura de que también se veía en los suyos.
—Has cumplido tu pena. —Apretó sus
labios sobre los de ella. —Ahora tu recompensa por buena conducta.
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