lunes, 15 de mayo de 2017

tomandolo personalmente capitulo 1

Rosalie Hale consigue lo que quiere en los negocios y en privado.  Lo que ella quiere es Emmet Cullen, su entrenador personal, y tiene la intención de que sea suyo.

Emmet se siente atraído por la confiada e inteligente Rosalie. A pesar de las vibraciones sexuales  entre  ellos,  hasta  el  momento ha mantenido sus sesiones   de  entrenamiento en  lo  profesional. Durante una sesión  de entrenamiento privada, Emmet rompe un tabú, llevando a  Rosalie  a  alturas sexuales en una habitación donde podrían  ser  interrumpidos  en cualquier momento.

Él la deja queriendo más... y desorientada por su respuesta a su dominio. Un regalo con una nota atrevida la convence  para ir a su casa donde le enseña la libertad y la fuerza que vienen de entregarle a él el control sexual. Sin embargo, Emmet no ha terminado.

Lo que sigue es el control del corazón de Rosalie.


CAPÍTULO 1




Emmet Cullen guió su elegante Corvette negro a lo largo de la autopista hacia el centro de salud donde pasaba parte de su tiempo como entrenador personal. Era entrenador de varios atletas profesionales, y estaba saliendo tarde de su cita con el actual campeón de boxeo de peso ligero que tenía su propio gimnasio personal.

Una sonrisa inclinó la comisura de los labios de Emmet. Rosalie Hale iba a estar  molesta por su retraso… y eso era exactamente lo que quería. Era necesario que la tensa ejecutiva perdiera el equilibrio antes de comenzar el entrenamiento de hoy. Ella había estado emitiendo vibraciones sexuales en las últimas sesiones   de  entrenamiento… abrasadoras ondas  calientes  que deliberadamente  había ignorado.  Ella lo quería y maldito si  no se  sentía atraído por ella más que por cualquier  mujer con la que hubiera estado  en mucho tiempo.

Se  frotó  su erección a través  de sus  pantalones de gimnasia y se imaginó a Rosalie de rodillas, las manos atadas a la espalda mientras chupaba su polla.

¡Oh! iba a darle lo que ella quería... y más, mucho más. Rosalie Hale iba a aprender algunas lecciones  si  quería jugar con él. Tal  vez estaba acostumbrada a dominar el mundo de los negocios, pero cuando se trataba de él, estaría  de rodillas pidiéndole  que tome  el control. Control que iba a entregar  libremente una vez que él la introdujera en su mundo.



*****



Rosalie Hale miró su reflejo en el espejo del baño del exclusivo club de salud. Independientemente del hecho de que Emmet Cullen iba a ponerla a marcar el paso hoy, ella había tomado especial cuidado con el maquillaje,  ni demasiado  ni muy poco. Lo justo. Su pelo castaño hasta los hombros, estaba levantado en una trenza, dándole un aspecto  que realzaba sus  pómulos y favorecía sus ojos azules.

Como CEO, era exigente y conocida en el mundo de los negocios como una mujer con ovarios de metal. No tenía reparos en hacer lo que tenía que hacer con el fin de conseguir lo que quería.

En este  caso, quería a Emmet Cullen.  Una aventura  con su atractivo preparador físico  era  exactamente  lo  que  necesitaba  para liberar las frustraciones de tratar con personas incompetentes en todos los niveles en el mundo  de los negocios. Apretó los dientes  ante  la idea de su último encuentro con el CEO y presidente de una empresa competidora. El bastardo había intentado tratarla como si fuera un peón de bajo rango. Seguro como el infierno que había puesto al hijo de puta en su lugar y le bajó los humos.

Rosalie salió del cuarto de baño que olía a desinfectante de limón que no ocultaba el olor de calcetines  sudados. No había  absolutamente ninguna excusa para el mal olor. Si ella dirigiera el club, pondría a todos en su lugar y se aseguraría de que el club estuviera en perfecta forma en todos los sentidos. Los sonidos de voces y el ruido de pasos  eran fuertes en el piso del gimnasio y el lugar olía a testosterona. Maldita sea, había algunos pedazos de hombres de buen aspecto levantando pesas, pero ella hoy tenía sus ojos puestos en un solo hombre.

El aire húmedo le tocó la piel expuesta por su top color amarillo brillante y sus pantalones de lycra de entrenamiento. Se veía bien y lo sabía. Su cuerpo era tonificado, en perfecta forma, y lo mantenía de esa manera entrenando cuatro veces a la semana y utilizando un entrenador personal.

Cuando llegó a la oficina de Emmet se sorprendió al ver que él no estaba allí. Él siempre llegaba a tiempo para las citas de entrenamiento. Rosalieh frunció los labios. Ella no toleraba tardanzas. Se sentó en una de las sillas de plástico azul frente a su escritorio, cruzó las rodillas y calmó su pie para evitar que se balanceara. Sin importar la situación, ella siempre mantenía el control. Su nivel de irritación creció a medida que pasaban los minutos en el gran reloj redondo con borde negro, que le recordaba a esos relojes que siempre habían estado en las aulas durante sus años escolares. Como estudiante  sólo había estado impaciente por pasar a la siguiente clase, porque siempre terminaba su trabajo antes que los demás. Incluso entonces había sido una triunfadora, una personalidad de tipo-A.

Seis  minutos pasaron antes  de que Emmet atravesara  la puerta. A pesar de que estaba  molesta como el infierno, casi le corta la respiración mientras lo miraba. Pelo rubio largo hasta los hombros y ojos marrones del color del chocolate caliente. Era la perfección muscular, con su piel bronceada, sus  bíceps y tríceps tallados revelados por su camiseta sin mangas. Sus hombros y el pecho eran poderosos por debajo de esa camiseta, y se moría de ganas de correr las manos por los ondulados abdominales a sus elegantes caderas y más allá. El bulto en sus  pantalones de gimnasia le había dicho desde el principio que definitivamente valía la pena su tiempo.

—Hey, Rosalie. —Tiró abriendo de un cajón del escritorio y lanzó dentro el conjunto de llaves de su coche—. Tengo una nueva rutina con la que me gustaría comenzar.

¿Sin disculpa por llegar tarde y hacerla esperar? ¿Sin explicación?

—Llegas tarde, dijo ella, con palabras que salieron cortadas mientras se ponía de pie. No era exactamente la forma en que había tenido la intención de comenzar sus planes para meterlo en su cama.



Una expresión divertida cruzó sus rasgos, más allá de estar  molesto como ella había esperado. Ella se enderezó en sus cinco pies diez pulgadas, pero el hombre seguía siendo unas cinco pulgadas más alto que ella.

—Vamos a empezar.  —Tomó un portapapeles de su escritorio y esperó a que ella saliera de la sala delante de él. Un gesto de caballerosidad que no era inusual en él. Sorprendente en el mundo actual y, ciertamente, no necesario.

Caminaron uno junto al otro a la sala de entrenamiento privada utilizada para entrenadores personales y sus clientes. Una vez más, Emmet mantuvo la puerta abierta para ella hasta  que ent y la cerró tras  ellos. Sólo una pequeña ventana rectangular vertical en la puerta, impedía la total privacidad y la puerta no tenía cerradura. Lamentablemente.

Como siempre, Emmet empezó con los ejercicios de calentamiento. Ambos estaban en las colchonetas frente a la pared de espejos.

—Tengo algunos ejercicios nuevos que me gustaría que intentes.

¿Estaba equivocada o su voz era más cálida, más profunda? Se estiró de lado a lado y luego se enderezó.

—Estoy lista para cualquier cosa.

—¿Lo estás? Sus manos rozaron por encima de su cintura desnuda mientras él la colocaba delante del espejo.

Rosalie contuvo el aliento por el contacto íntimo inesperado. Sus pezones se endurecieron contra su corto top y eran grandes y visibles en el espejo. La insinuación de una sonrisa curvó la comisura de los labios de Emmet mientras miraba sus magníficos rasgos. Fácilmente podría haber pasado por un dios griego.

La idea romántica casi le hizo sacudir la cabeza. Por primera vez desde que se había convertido en su entrenador personal hacía unas semanas, Emmet la había posicionado con las manos en lugar de decirle qué hacer.



—Eso es—dijo mientras sus dedos rozaban sus caderas.

El movimiento sensual causó que la humedad mojara su tanga. Sus ojos se   encontraron en  el  espejo  y  le  dio   una  sonrisa   lenta   y  sensual. Él lo sabía.

Él sabía exactamente cuánto lo deseaba. Las últimas semanas había dejado salir algunas ondas, pero él no las había reconocido.  Hoy, sin embargo, hoy la estaba tocando de una forma que la excitaba. Movimientos pequeños e íntimos, pero que la encendían más de lo que lo había estado en mucho tiempo. Después de terminar el estiramiento en las colchonetas, Emmet tomó su mano y la ayudó a ponerse de pie. Miró su cuerpo de pies a cabeza de una manera que hacía a sus pezones apretarse más y su coño ponerse aún más húmedo.

Estás en perfecto estado, Rosalie. La forma en que dijo su nombre envió un hormigueo por su vientre.

Ridículo.  Ella no era una principiante sexual. Pero todo lo que decía y hacía     estaba      haciéndola    poner     caliente     como     el     infierno. No pudo evitar la exclamación que se le escapó cuando corrió con los nudillos desde debajo de sus pechos a sus abdominales.


—Perfecto, —dijo otra vez—. Como te dije, voy a cambiar tu rutina de hoy.



—¿Qué vamos a hacer diferente? —Rosalie se  encontraba casi temblando por las corrientes de tensión sexual entre ella y Emmet. Levantó la barbilla, contuvo el aliento y luchó para conseguir poner sus hormonas bajo control. Ella no dejaba que un hombre le afectara de esta  manera. Incluso si quería follarlo.

—Vamos a trabajar en la parte superior e inferior del cuerpo, en lugar de concentrarse en un solo área. —Él le dio una mirada intensa antes de irse, llevándola al banco de ejercicios.



La forma  en que dijo "superior e inferior del cuerpo", le hizo pensar que quería decir algo más que un entrenamiento normal.

Bueno, eso era lo que quería, ¿no?

Cuando quedó sobre su espalda por debajo de la barra, Emmet le acarició los senos con su mirada. Respiró hondo y trató de calmarse para controlar el latido ahora rápido de su corazón. En lugar de caminar detrás  de ella a su lugar, él se sentó a horcajadas de su cintura por lo que su entrepierna estaba lo suficientemente cerca como para tocarla. Y a través de sus pantalones cortos ajustados, era obvio que estaba tan excitado como ella.

Quería correr sus  dedos a lo largo de la longitud de su pene pero se resistió… apenas. En cambio, levantó los brazos y agarró la barra, empujado hacia arriba para levantar la barra de su descanso y comenzó sus ejercicios. Que la aspen si los brazos no le temblaban un poco, haciéndoselo más difícil. Cuando hubo llegado a la cuenta de quince, levantó la barra hacia arriba y Emmet le ayudó a ponerla de nuevo en su descanso.

Después de tres series, terminó con ellos. Emmet tomó su mano y la ayudó a sentarse. Sólo la forma en que retuvo sus dedos un poco de tiempo más del necesario, envió emociones a través de su cuerpo.  En lugar de ayudarla a ponerse en pie, se sentó en el banco frente a ella, levantó la mano y pa sus dedos por sus tríceps, lo que la hizo temblar.

—¿Lo has sentido aquí?, —preguntó  mientras acariciaba lentamente. Miró a sus pechos—. Debes sentirlo en tus tríceps, pecho y hombros.

La  cara  de  Rosalie estaba   caliente,  no sólo  de  estar   acostada   y levantando la barra, sino por la manera en que él la estaba  tocando, ahora deslizando  los dedos de sus  tríceps a su hombro ida y vuelta, mientras sostenía su mirada.

Tenía que tomar  el control  de esta situación y tenía que hacerlo rápido.



—¿Qué tipo de ejercicio estamos haciendo aquí, Emmet? dijo, haciendo todo lo posible para no sonar afectada.

—Me gusta la forma en que dices mi nombre. —Él pasó rozando con los dedos desde  su hombro hasta  el esternón, peligrosamente cerca de sus pechos—. ¿Qué tipo de entrenamiento quieres, Rosalie?

—Creo que esto es algo que debemos discutir en tu oficina. —Ella habló con un tono de voz fuerte y firme. Oh, sí, quería tomar esto en un lugar privado, ahora.

—No. —Él sacudió la cabeza—. Vamos a continuar con tu entrenamiento justo aquí—. Antes de que pudiera responder, él arrastró sus dedos todo el camino a uno de sus pezones y apretó.

Abrió la boca y  sus  ojos  se  abrieron en estado  de  shock por su movimiento descarado.

—Emmet…

Las palabras le fallaron mientras levantaba su mano libre y le pellizcaba el otro pezón y después retorcía los dos, duro. Rosalie dio un grito de sorpresa y llevó las manos a cubrir las suyas. En lugar de tratar de obligarlo a quitar las manos de sus pechos, ella gimió y apretó sus palmas con más fuerza contra sus globos e inclinó la cabeza hacia atrás.

—Tócame. Su voz fue un comando  que hizo saltar su atención hacia él—. Coge mi polla con esa pequeña y bonita mano tuya.

El calor la inundó y ella lo miró.

—Nadie me dice…

Emmet tomó su mano y lo colocó en su erección firme antes de que pudiera terminar la frase. Él devolvió  la mano a su pezón y retorció los dos duro de nuevo. Contuvo un grito de sorpresa y dolor. Una sensación salvaje rasgó través de ella, como si hubiera sido sorprendida, seguido de un escalofrío. Después de un segundo de aturdimiento, la ira se levantó como una ola de calor.

Bueno, dos pueden jugar el juego de retorcer y embromar.

Su mirada se  bloqueó con la suya y apretó su erección, pasando los dedos a lo largo de la misma. ¡Dios! ¡Dios!, él era grande. Llevó los dedos hacia abajo hasta sus bolas y las acunó con firmeza, sus ojos todavía fijos en los suyos. Sería tan fácil apretar y ponerlo de rodillas.

No parecía en lo más  mínimo  preocupado. En cambio, sus  ojos  se ahumaron, con la mirada más intensa. Podía imaginarlo colocándola sobre su espalda en el banco y follándola, esa gran polla entrando y saliendo...

Rosalie pensó que se estaba derritiendo, como si estuviera lanzando una especie de hechizo sobre ella. Él movió una de sus manos para abarcar su coño y su dominio sobre sus  bolas se  tambaleó. El  material entre sus  muslos estaba húmedo y se puso más húmedo mientras frotaba sus dedos arriba y abajo del material elástico que cubría sus pliegues.

Casi sin pensarlo, ella comenzó a acariciar la longitud de su pene cada vez más  rápido. Los dedos  de Emmet hacían juego con su  ritmo, y se  sintió realmente cerca del orgasmo por como la tocaba a través de su ropa. Deslizó la otra mano hasta la parte posterior de su cabeza, tomó su boca en un beso tan  duro que la de sin  aliento. Olía  a  aire libre y  testosterona,  una combinación que se añadía a la lujuria construyéndose en su interior. Y su sabor, dulce como si acabara de beber un refresco, sin embargo, todo hombre. Vagamente se daba cuenta de que había perdido totalmente el control sobre la situación. Emmet estaba controlándola, dominándola. Eso puso su cuerpo en llamas. Nunca se había sentido así. Nunca.

Y ella quería más.



Su boca comandó a la suya. Su lengua se  metió dentro de su boca, explorando, reclamando.  Ella gritó cuando le mordió el labio con fuerza… nunca había sentido algo tan erótico. Chupó la lengua  en su boca mientras seguía frotando sus  dedos contra su clítoris a través  de sus  pantalones cortos.

Vértigo. Se  sentía  mareada por el beso. Fuera de control y volando, planeando más y más alto. Su cuerpo zumbaba y corría hacia su clímax…

Emmet se detuvo.

Se apartó de su beso y quitó la mano de su coño. Todavía cubría la parte posterior de su cabeza y la miraba con sus ojos marrones intensos.

—¿Por qué…? Ella parpadeó y sacudió la cabeza para tratar de lograr algo de sentido de nuevo—. ¿Por qué diablos te detuviste?

Su expresión era oscura, ardiente.

—Tienes que esperar por tu orgasmo. Hasta que te lo hayas ganado.

—Hasta que yo, ¿qué? —Tra de sacudirse lejos de donde su mano ahuecaba la parte posterior de la cabeza, pero se aferró a la trenza en su pelo.

Cuando intentó dar marcha atrás, el movimiento tiró de su pelo en el cráneo y terminó con lágrimas punzantes en la parte posterior de sus ojos por el dolor.

—Suéltame, hijo de puta, —susurró con su mejor voz de bruja de hielo. La mirada de Emmet sólo se hizo más oscura, como si él estuviera disgustado con ella. De alguna manera, decepcionarlo la hacía sentirse arrepentida y tenía el deseo insano de hacer algo que le plazca. ¿Qué mierda es lo que me pasa?

—Rosalie, —dijo en un tono  plano, casi  enojado—, si  quieres jugar, jugaremos a mi manera.

Ella parpadeó. La había tomado por sorpresa otra vez.



—¿Jugar? —¿Qué quería decir con jugar?

Sin siquiera mirar a ver si alguien estaba cerca de la pequeña ventana en la puerta, Emmet tiró su camiseta de entrenamiento sobre sus  pechos. La parte superior tenía un sujetador incorporado, por lo que cuando él la levantó, la desnudó por completo. No tuvo tiempo de reaccionar antes de que su boca caliente estuviera lamiendo y chupando uno de sus pezones. Emmet mantuvo la cabeza en el hueco de una mano, mientras trayendo la otra a su coño comenzó a frotar en serio.

Se quedó sin aliento al sentir su boca sobre el pezón y la mano en el coño. Cuando mudó su boca a su otra protuberancia, el pezón medo sintió el frío de la habitación, pero ella estaba ardiendo por dentro. Agarró con las manos su pelo mientras él amamantaba.

—Dios, Emmet…

—No alcances el clímax sin que yo lo permita, Rosalie. —Frotó su clítoris duro y lamió el pezón entre palabras—. ¿Entiendes?

—Yo… —empezó a responder, pero trajo su boca a la suya en otro beso duro. Sus pezones ya húmedos por su boca, se estrellaron contra su pecho mientras mantenía su control sobre la trenza en su pelo y frotaba su clítoris. Vértigo. Cristo, que estaba  mareada de nuevo.  Y volando.  ¿Por qué sentía como si estuviera volando?

¿A quién diablos le importa? Ve por ello, Rosalie.

En realidad estaba   lloriqueando.  Ella. Lloriqueando.  Un dominante, controlador, mandón hijo de puta, la estaba  llevando a alturas en las que nunca había estado. Haciéndola querer cosas que nunca había querido antes. Pero, ¿quién diablos era él para decir cuando se  le permitía venirse? ¿Qué pensaba que iba a hacer si ella llegara al clímax, sin su así-llamado permiso? Otro gemido se alzó en su interior, que no pudo contener mientras la besaba, literalmente, sin  sentido.  Sus  pezones  desnudos  raspaban contra  su camiseta y estaba  frotando su clítoris más duro, más rápido, más rudo y sabía que estaba a punto de perderse. Sus muslos empezaron a vibrar y sus gemidos se  hicieron más  fuertes  mientras se  preparaba para correrse. Estaba en el borde. Lista para caerse.

Se detuvo. Una vez más.
El hijo de puta se detuvo. Su respiración era pesada mientras apartaba la mano de su coño y rompía el beso. El calor sofocaba cada parte suya y quería darle un puñetazo. Estaba tan al límite, tan cerca de llegar que quería gritar.

—¿Quieres que te folle, Rosalie? —La agarró por el pelo ajustando s—. ¿Quieres  mi polla dentro de ti?

Tendría que haber dicho que no. Todo esto estaba equivocado. Se suponía que debía estar  en control. Ella estaba  siempre en control. Ningún hombre podría dominarla… era algo que nunca se permitió.

Pero lo que salió de su boca fue:

—Sí. Quiero que me folles.

Emmet le dirigió una mirada larga y dura.

—Cuando hayas ganado el derecho.
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muchas gracias por leer esta es la ultima adaptacion de la saga de taboo.
nos vemos mañana en otro capitul

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy candente y eso que recién empieza. Me encanto!

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
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De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina