CAPÍTULO 2
Emmet casi sonrió ante la mirada de
indignación en los rasgos de Rosalie. Había estado teniendo dificultades para formar oraciones completas desde que había tomado el control sobre ella y ahora no era la excepción.
Su rostro se enrojeció mientras extendía la mano para tironear su
top para bajarlo. Él agarró sus
dos muñecas en una de sus manos, obligándola a detenerse. Todavía tenía su agarre
sobre su cabello trenzado, impidiéndole mover la cabeza. Para su diversión y
su excitación, incluso
sus pechos
se ponían color rosa cuando estaba enfadada. Luchó contra su agarre.
—Podría gritar.
—Es posible. —Encogió
uno de sus hombros—. Pero no quieres.
—Tú, arrogante hijodep…
Para callarla de nuevo, volvió su cabeza
hacia
él y la besó. Luchó contra él en un primer momento
y luego tan agradable como derretida, se volvió flexible, suave, aunque
correspondiéndole el
beso con su propia intensidad. Hacía los más lindos pequeños
maullidos cuando la besaba, y sabía a menta y fuego femenino.
Esta vez, cuando Emmet rompió el beso y la miró a
los ojos, vio su entrega y supo que había ganado… esta ronda. Rosalie
se lamió los labios, como saboreando su beso.
—¿Quieres que te folle, Rosalie? —Mantuvo
su dominio sobre las muñecas, preparándola para el tipo de juego que tenía la intención de continuar luego. Ella dudó, pero luego
levantó la barbilla, su temple parpadeó en sus ojos.
—Sí.
Empujó hacia abajo su cabeza y tiró de sus
muñecas en la misma dirección, lo
que la obligó a arrodillarse delante de él. Luego, mantuvo sus muñecas sobre su cabeza, obligando a
sus pechos desnudos
a sobresalir.
—Si quieres follar, —dijo,
—lo primero que vas a hacer es tomar
mi polla en esa descarada boca tuya.
Lo miró con incredulidad y
trató de levantarse, pero él mantuvo la mano
totalmente en la cabeza, obligándola a permanecer abajo.
—Emmet... —dijo en lo que sonó como
un
tono de advertencia. La agarró
del pelo y tiró
su cabeza hacia atrás de modo que estuviera mirando
directamente a él. —Si quieres que te folle, entonces haz lo que te ordeno. Así es como funciona esto, Rosalie.
Ella abrió la boca. La cerró. La abrió de nuevo.
—Alguien podría entrar.
—Tenemos la habitación reservada
por una hora. — Sonrió, sabiendo que ahora la tenía—.
Todo es nuestro.
—Pero la puerta
no se cierra. — Ella levantó la vista hacia el gran reloj en
la pared—. Y sólo tenemos otros treinta
minutos.
—¿Acaso ese pensamiento no le da emoción? —Su
voz era baja y ronca por su necesidad de
ella.
Ni siquiera pareció
darse cuenta de que había dejado
ir su cabeza—. ¿El temor de ser atrapado?
Por sus pezones duros y la mirada de
lujuria en sus rasgos, él supo que
tenía razón. No podía negar que quería lo que él estaba ofreciendo. No estaba obligándola a hacer nada que al final no deseara, si ella insistía
en que no quería
tener nada que ver con él, dejaría
su juego en un santiamén. Pero había admitido que quería que él la follara. Y ella iba a tener que ganárselo. Ahora que su mano estaba libre porque había dejado
de lado su pelo, se bajó la parte delantera de
sus pantalones de gimnasia y expuesto
su pene, justo en frente de la cara de Rosalie.
—Eres tan grande... —Trató de tirar las manos fuera del dominio que
tenía sobre sus muñecas, pero no se lo permitió. Mantuvo sus brazos
en alto sobre su cabeza. Ser su cautiva era parte de lo que había planeado para ella.
Por el tono de su voz sin aliento, sin
duda
era suya.
—Déjame follar tu boca, Rosalie.
Ella dudó, entonces abrió los
labios. Emmet contuvo apenas
un gemido al sentir el calor de su boca deslizarse sobre la cabeza
de su erección. Estuvo cerca de volar su cabeza
cuando
aplicó una succión profunda y
pasó la lengua de lado a lado. Comenzó a mover
sus caderas, teniendo cuidado de no ir demasiado profundo, pero lo suficientemente profundo como para pensar que
sus bolas iban a explotar.
Rosalie hizo un pequeño gemido suave cuando comenzó a mamársela en serio. Mierda. Si la dejaba mucho más tiempo, no iba a durar. Se centró en
retener su propio placer, sabiendo que todo sería mucho más dulce cuando llegara en su interior.
Cuando
la necesidad de llegar estaba más
allá de dolorosa, la obligó
a detenerse.
Cuando lo miró, su pecho subía y bajaba con
la respiración acelerada, su rostro
ruborizado color rosado claro y
una fina capa de sudor sobre su piel. La dura ejecutiva de
una empresa lo deseaba lo suficiente como para cederle el control a
él.
—Fóllame ahora, Emmet. —Trató de levantarse, pero él puso la mano sobre
su cabeza para mantenerla abajo.
—¿Qué? —Para empezar, Rosalie no podía creer que estuviera permitiéndole a este hombre mantenerla de rodillas e insistir
en que ella chupara su
polla
antes de que la tomara.
Pero ahora él estaba hablando de
algún tipo de castigo, ¿como si estuviera en una especie de maldito BDSM?
—¡Oh, no. —Trató de sacudir la cabeza—. Estás en el bondage y esa mierda, ¿no?
—Lo estás entendiendo. —Le dio lo que parecía
una sonrisa tolerante—. Has estado luchando a
cada paso del camino, y tratando
de decirme qué hacer. Voy a girarte sobre mi regazo y darte la paliza de
tu vida.
A pesar de
que estaban en un nivel completamente nuevo que no esperaba, y nunca soñó que estaría en el extremo receptor de la misma, su cuerpo ardía, dispuesto a obedecer en lo que él le pidiera. Tenía que venirse tan
mal
que quería gritar
con el poder de
su frustración.
—Yo no estoy en el dolor.
Estaba enfadándola que no la dejara ponerse de pie, pero al mismo
tiempo encendiéndola por tenerla mirando fijamente esa gran polla que tanto quería dentro
de
ella. Los ojos de Emmet
estaban oscuros, pero no amenazantes.
—Para el momento en que esté
listo para follarte, estarás en el dolor,
Rosalie. Superada por él. Envuelta en
él y acariciada por él hasta que se
sienta tan, tan bueno, tan perfecto, que te correrás en el momento en que yo te diga.
Rosalie se estremeció ante la promesa
de sensualidad en su voz. Al momento siguiente, él la estaba poniendo de
pie,
sus muñecas aún por encima de
su cabeza. El hecho de
que sus pechos
estaban desnudos y su polla estaba
fuera
de sus pantalones cortos tuvo el efecto de poner sus rodillas débiles. Toda esta situación era casi surrealista. Se sentía fuera de
sí, en una forma deliciosa, abandonada.
Emmet se sentó en el banquillo que habían dejado antes, y la puso encima
de su regazo, sus muñecas clavadas en su espalda tan rápido que su cabeza le
daba vueltas. No había tomado aún aliento antes
de que él tirara
hacia
abajo sus pantalones, dejando al descubierto
su piel desnuda, y
su mano cayó fuerte en el culo.
—¡Ay! ¡Hijo de puta! —Ella luchó, pero la azotó de nuevo, y
dejó
escapar otro grito.
—No hagas otro sonido
o vas a duplicarte el castigo.
—Frotó su mano sobre
su culo ardiente y
una extraña especie de placer fue
directamente a su coño—. Va a ser tan bueno cuando te
folle,
Rosalie, que no
serás capaz de ver con claridad.
—O de sentarme, —murmuró, y se preguntó qué diablos estaba pensando. ¿Iba a seguir con todo esto?
Oh, diablos. Habían
llegado tan lejos, y estaba tan cerca de tener esa polla gruesa dentro de ella. Ahora mismo estaba presionando contra su vientre mientras yacía atravesada en su regazo y ella estaba tan mojada que
tenía una maldita mancha entre sus muslos.
Apretó los dientes y contuvo otro grito mientras su mano se posaba en
su culo una y otra vez.
Había desaparecido la CEO que comía hombres poderosos para el desayuno. En su
lugar era una mujer muriendo por hacer cualquier cosa para conseguir ser follada y por alguna estúpida razón, con ganas de complacer al dominante, controlador hombre que ahora estaba azotándola.
Le frotó el culo y
luego
colocó besos en cada uno de sus sensibles globos antes
de ayudarla a ponerse de
pie.
Rosalie se quedó sin aliento y
llena
de expectación. Sus pantalones cortos
de spandex estaban bajos, alrededor
de sus muslos,
su camisa por encima de
sus pechos, y la polla de Emmet estaba dura y lista.
—Inclínate hacia delante
y pon tus manos
en el banco, —le ordenó
mientras liberaba sus muñecas.
En este punto, no estaba dispuesta a discutir sobre cualquier cosa. Era difícil de
admitir para sí
misma, pero la forma en que había tomado el control desde el principio la tenía totalmente excitada. Puso
las manos sobre la mesa
y Emmet empujó sus pantalones cortos hasta sus rodillas. Miró a
su derecha y vio sus reflejos en
el gran espejo de pared y su coño al instante dolía aún más. Verse a sí misma ya todo desnuda, con el
culo
rosa, y la erección
de Emmet lista para entrar en ella, la hizo marearse. Lo miró mientras sacaba
un paquete del bolsillo y
en un momento tenía un condón
fuera y su polla enfundada.
—No te corras sin mi permiso, Rosalie, —le advirtió—. ¿Entiendes?
—Sí, sí, sí. —Ella movió el culo—. Por favor, Emmet.
Sus ojos se encontraron en el reflejo y sonrió, una sonrisa carnal, hambrienta, justo antes
de
meter
la
polla
en
su coño. Rosalie no pudo contener el grito que arrancó de sus
labios. Casi llegó el
momento en
que la penetraba, estiraba, llenaba. Su núcleo se cerró sobre su polla y tuvo que respirar profundamente, mientras él se quedaba quieto, la ingle apretada contra su culo en llamas. Toda la espera, las burlas, los azotes,
todo la había puesto tan al borde que no sabía si iba a ser capaz de detener un orgasmo
al momento en que comenzó
a moverse en ella. ¿Quería
incluso detenerlo? ¿Quién era él
para decirle…Dio una palmada en su culo y
ella
gritó.
—No se te ocurra
correrte, Rosalie. Vas a ser castigada si lo haces. Sí, claro. ¿Cuándo y
cómo?
Emmet agarró sus
caderas y empezó a bombear dentro y fuera de su cuerpo, lentamente al principio, luego más fuerte y más rápido. Golpeó contra
ella y cerró los ojos, perdida en las sensaciones.
Le dio una palmada en el culo de
nuevo
y se quedó sin aliento mientras
sus ojos se abrieron de
golpe.
—Míranos en el espejo,
nena.
Rosalie abrió los labios mientras miraba su reflejo y vio su polla entrando y
saliendo de su coño. Él era tan largo, tan grueso, tan grande y
era increíble verle follarla. Tenía que llegar al clímax tan mal que pensó que se desmayaría
debido a la potencia de la necesidad. Esa sensación de vértigo que él causaba dentro de ella volvió con una venganza, y
apenas podía concentrarse en las imágenes de los dos. Le dolía el pecho al respirar tan
duro
y había roto a sudar
en toda regla, como si hubiera tenido un entrenamiento duro.
Bueno, como si
eso
no fuera en lo que esto
se había
convertido. El pico estaba tan cerca que ella
tuvo que luchar para evitar llegar sobre el.
¿Por qué estaba luchando contra él? Porque Emmet le dijo. ¿Por qué importaba lo que Emmet pensaba?
Emmet se dirigió con fuerza.
—¿Qué pasa si alguien entra,
Rosalie?
En el momento en que dijo eso, ella se perdió. La idea de ser vista la lanzó por completo por encima del borde. Gritó y
sacudió todo su cuerpo. Su
visión nadaba, sus rodillas se doblaron y
los brazos no querían sostenerla ya que había tenido las palmas de
las manos apoyadas en el banco. Emmet le
impedía caer sujetando sus caderas mientras seguía follándola. La aferraba con la fuerza suficiente como para impedirle caer, pero, al mismo tiempo la hacía aún más débil por el poder de
los espasmos que sacudían
su cuerpo con cada
uno de sus empujes.
Su orgasmo
no se detendría. Se sacudía, dejándola casi ciega por el placer
y el dolor del mismo. Todo se mezcló
hasta que ella fue una bola de sensaciones. Vagamente oyó el grito de Emmet y sintió
el pulso de su polla en su
núcleo. Se estrelló en su
interior sus unas cuantas veces más y Rosalie
gritó con cada golpe.
Finalmente se detuvo
y mantuvo la ingle apretada
a sus caderas. A través
de su visión borrosa vio su
reflejo, estaba enseñando los dientes
como un tigre reclamando su
territorio. Y ella
era su territorio. Ridículo, pensó mientras todo su cuerpo
se desplomaba. Emmet
la
ayudó a ponerse
gradualmente
de rodillas y
apoyó
su cabeza sobre sus brazos cruzados
en el banquillo, mientras trataba
de
regresar a sus sentidos. Sintió que él levantaba su tanga, y luego los pantalones por lo que ya
no estaba desnuda de cintura para abajo. Hizo lo mismo
con la parte de arriba, bajando su
top sobre sus pechos
para
que
ella
ahora
estuviera totalmente
cubierta. Rosalie no podía dejar de
temblar y su coño siguió haciendo
espasmos. No sabía lo que acaba de pasarle, pero quería el número de
placa
del camión que acaba de pegarle. O, más probable el
número
de teléfono del hombre que acababa
de poner su mundo al revés.
Cuando logró la fuerza necesaria para levantar la cabeza,
miró por encima
del hombro para ver que Emmet tenía sus pantalones cortos levantados y lanzaba algo en el bote
de basura
junto a la puerta. Probablemente,
el
preservativo.
Volvió a ella y la cogió por los brazos, llevándola a sus pies con el poder y
la gracia del tigre que había visto en él cuando llegó a su clímax. Ella apenas
podía pararse sobre sus propios pies y finalmente había recuperado su visión, por lo que todo no se veía tan borroso.
Rosalie miró a
Emmet cuando le pasó el brazo por los hombros para sostenerla, mientras atravesaban la puerta. Un hombre estaba parado junto a la puerta cuando la
abrió
y vio a
Emmet deslizarle
lo que parecía un billete de veinte.
La mente de Rosalie trató de procesar
esa pequeña pieza de
información al llegar a
su oficina. Lo miró y él tenía su expresión habitual.
1 comentario:
ESO fue intenso!! Supongo que Rose volverá por otro día de entrenamiento jajaj.
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