jueves, 18 de mayo de 2017

Tomandolo Pesonalmente capitulo 4

CAPÍTULO 4





¿Reglas básicas? Emmet tomó la mano de Rosalie y la ayudó a sentarse. Su mente giraba un poco mientras él empujaba fuera su chaqueta ajustada y el sujetador. Estaba completamente desnuda excepto por un par de aretes de medio quilate de diamantes en las orejas.

—Como ya dije, te referirás a como Maestro en todo momento. — Llegó detrás de su cabeza y tiró del pasador que sostenía su cabello para que su pelo castaño le cayera hasta los hombros—. Vas a hacer cualquier cosa que te pida, sin dudar. Vas a dejarme hacer lo que quiera hacer a tu cuerpo sin discutir.  Si  rompes  alguna regla o  no sigues  mis  instrucciones,  serás castigada.


El corazón  le latía más rápido con cada una de sus palabras. Esto era todo tan irreal.

—Ahora tienes que elegir una palabra de seguridad.

La confusión acerca de todo giraba en su interior.  Ella frunció el ceño.

—¿Una qué?

Emmet dio un profundo suspiro.

—Maestro. Esta es tu última advertencia. ¡Mierda. No puedo creer que esté haciendo esto!

—No lo que quieres decir, eh, Maestro.

—Una palabra de seguridad es  una salida para ti. —Él se  acercó y tamizó sus dedos por su pelo, esponjándolo—. Si quieres poner fin a nuestro juego, entonces dices tu palabra de seguridad. Todo termina y vuelves a casa. Ahora, elije una palabra.

Rosalie se  sentía tan fuera de su elemento que se  le estaba  haciendo difícil pensar, mucho menos elegir algún tipo de palabra de seguridad. Tomó una respiración profunda.

—Wall  Street,   —dijo, y añadió—, Maestro, —como una ocurrencia tardía. Sus labios temblaban como si quisiera sonreír. En su lugar, barrió su mano sobre la parte superior de la caja blanca larga que habían dejado caer, golpeando la tapa, y sacó el flogger de cuero negro.  La tomó de la mano y la llevó rápidamente  a sus pies. Sus piernas se sentían temblorosas mientras miraba el flogger y se levantaba.

Dio un azote con las correas de gamuza en la palma de su mano mientras su mirada la recora de la cabeza a los pies y de vuelta. Su voz era baja y ronca.

—Tiene el cuerpo más sexy.

Las mejillas de Rosalie se calentaron. Ella sabía que se veía bien, trabajaba duro para mantener su cuerpo en forma. Pero de alguna manera fue diferente la forma en que Emmet la miró y la forma en que lo dijo.

—Gracias... ah, Maestro. —Maldita sea, la cosa de “Maestro” no iba a venir muy fácil en absoluto.

Deslizó sus dedos a través de los de ella y sintió una pequeña sacudida eléctrica cuando él la sacó de la habitación en la que estaban. Era la primera vez que había tenido la oportunidad de mirar a su alrededor, y tomó todo con un barrido de su mirada. Una casa bien construida, con un amplio salón grande y cocina con pasillos que conducían en ambas direcciones. Muebles de roble y todo  en azul marino, con una alfombra de color gris oscuro. Obviamente, era una casa donde se vivía con sus cosas esparcidas por casualidad en los sofás, sillas y mesa de café, tales  como ropa, periódicos y libros. No era lo que llamaría desordenada, sólo vívida.

Emmet tomó el pasillo izquierdo que tenía al menos doce pies de altura, como la gran sala y cocina. Curiosamente, él  caminó por delante, con ella detrás, sujetando su mano, y fue apenas capaz de mantenerse al día con sus largas zancadas. Él siempre  había sido tan caballero en el club, pero ahora al parecer estaba jugando un papel completamente diferente. Era el Maestro y estaba subordinada a él.

Su estómago se retorció con el pensamiento. Una y otra vez se preguntó lo que estaba haciendo. Subordinada. ¿Ella?

Sin embargo, él había dejado claro que entendía que ella era una poderosa mujer de negocios y no esperaba menos de ella. Pero también había dejado en claro que cuando se  trataba  de  sexo,  él  era  el  que tenía  el  control. Anduvo quedamente por el pasillo alfombrado detrás de él, completamente desnuda mientras él estaba vestido sólo con jeans. Miró su culo apretado y quería verlo, tocarlo. Cuando había estado  en el club de salud, todo lo que había conseguido era un buen vistazo de su polla. Y era agradable a la vista. Por no hablar del gusto.

Llegaron a una habitación que estaba bien iluminada y cuando él la llevó a su lado, en un primer momento pensó que era una sala de entrenamiento, hasta que realmente echó un vistazo. Sí, había un banco y pesas, bicicleta fija y otras máquinas de ejercicios.

Pero lo que más lla su atención y la dejó sin aliento fueron las cosas que   no   eran   definitivamente  sus    máquinas  de   ejercicio  promedio. Había una especie de "mueble" con dos marcos separados por una barra de unos cinco pies de longitud. Tenía cadenas y restricciones colgando de él, y los marcos eran más altos  que ella. Algún tipo de arnés de cuero y cadenas colgaban de una esquina y había una gran variedad de mesas y bancos.  Lo que la golpeó más duro fue ver la gran  X en forma de cruz contra una pared. Era de madera  con   restricciones   en   los   cuatro   extremos   de   la   misma. Con la boca abierta, miró a Emmet, que le hizo un gesto  con el flogger hacia la cruz.

—La hora de tu castigo.

Ella se quedó mirando la cruz.

—No lo creo.

—Rosalie, —dijo Emmet en  un tono  apenas  tolerante—.  Tienes dos opciones. Acepta tu castigo y continúa.  O dices tu palabra de seguridad y te vas.

Mierda. Una cosa que nunca hacía era echarse atrás en un desafío. Y Dios, después de su beso y la forma en que la había tocado, estaba  tan jodidamente caliente, que casi no podía soportarlo.

Ella levantó la barbilla. Una pausa.

—Está bien, —dijo entonces.

—Está bien... ¿qué? —le preguntó Emmet, su voz aún más firme—. Ya has ganado un segundo castigo por tener que recordarlo una vez más.

¿Dos? Su mirada saltó a la suya y se encontró con sus ojos marrones ahumados.

—Muy bien, Maestro.

Señaló el flogger hacia la X de nuevo.

—Cara hacia adelante en la cruz de San Andrés. Así que eso es lo que era. Su vientre revoloteaba.



Sí, Sor. —Poco a poco se acercó a la cruz sintndose como si se acercara a su destino. Apretó una de sus mejillas plana contra la X mientras ella misma se acomodaba en su contra.

Emmet vino detrás de ella y sentía el calor de su cuerpo junto con el roce de los pantalones a través de su culo, que estaba todavía un poco dolorido por ser azotado ayer. Su agarre era firme mientras elevaba primero una de sus manos, luego la siguiente, anclándole las muñecas con esposas  de cuero. La restringió lo suficientemente alto como para que ella se pusiera de puntillas. Jadeó cuando tomó uno de sus tobillos y apretó un puño de cuero alrededor de él. Si las muñecas no estuvieran tan firmemente atadas,  se  habría caído. Cuando sujetó el otro tobillo a la cruz, muchas sensaciones la bombardearon a la vez. Sus pechos y su monte se presionaban firmemente contra la madera suave, su cuerpo desnudo abierto ampliamente y su coño tan mojado que podía oler su almizcle.  El hecho de que Emmet estaba mirándola desde atrás era una sensación erótica en si misma. Y ser levantada del suelo y sostenida sólo por las correas le dio la sensación de volar. Siempre con él se sentía como si estuviera     volando.   Era    un    máximo   histórico     en     sí     mismo. Cuando deslizó las correas de gamuza por su columna, la hizo temblar y contuvo el aliento. Inmediatamente su cuerpo se tensó. Iba a golpearla con el flogger, y ella no sabía lo mucho que dolería, teniendo en cuenta cómo su culo todavía estaba de dolorido.

—¿Cómo se siente?, —le preguntó mientras le rozaba el flogger sobre sus hombros, luego fue por la espalda a su culo.

Tuvo que tomar una respiración profunda para poder hablar.

—Bien Maestro, se  siente  bien. —Ella no podía verlo donde estaba parado, pero se imaginaba la sonrisa.  Tenía una sonrisa tan sexy, irresistible.

Emmet cepilló cada uno de sus muslos lentamente, luego las pantorrillas y los tobillos con la piel suave y acabando en sus pies. Ella estaba agradecida de que no fuera delicado cuando deslizó el flogger arriba y abajo del arco de cada uno de sus pies.

Empezó a relajarse con la caricia de la gamuza en contra de su carne, bajando los párpados. La calmó,  al mismo tiempo que la excitó más. Podría acostumbrarse a esto.

El flogger  rompió contra una de las  mejillas de su culo y gritó. Sus ojos se ensancharon.  Él la golpeó de nuevo, en la otra mejilla en esta ocasión, y las lágrimas al instante se agolparon en la parte trasera de sus ojos. Joder, eso duele. Tal vez debería gritar su palabra de seguridad e irse a la mierda de ese lugar. Pero maldito si se daría por vencida. Si te atreves... decía la nota.

Azotó los muslos, las pantorrillas, su culo una vez más e incluso la espalda. Ella gritó con cada ataque. Lo que era extraño era lo bueno que la flagelación empezaba a sentirse. Esa maldita sensación de mareo la invadió de nuevo y se sintió mareada y de alguna manera encendida. Y cuando  azotó su coño, pensó que seguro se iba a perder.

No te puedes correr sin permiso. Al diablo con eso. Has estado allí, hecho eso, Hale.

Ya estaba  siendo castigada  por haberse venido sin su  permiso. No necesitaba otro castigo para rematar.  Lo que necesitaba era un buen polvo. Emmet había azotado, probablemente solo diez veces, pero se sentía como si nunca fuera a terminar... y como si fuera a terminar demasiado pronto. Los sentimientos   conflictivos   la   estaban   volviendo loca,   confundiéndola. De pronto se detuvo y ella se hundió frente a la cruz, su cuerpo sin vida y colgando de sus ataduras. Se le acercó por detrás, le apartó el pelo a un lado y la besó en la nuca.

—¿Cómo se sintió eso, Rosalie?

—Dolió como el infierno, Maestro, —murmuró.



Él dio una risa suave.

—¿Qué pasa con el placer? —Acarició su espalda con las correas de gamuza suave, el olor del cuero y su olor almizclado llenándola de calidez superado sólo por el calor de las marcas de las correas a través de su espalda, culo y muslos. A medida que avanzaba el flogger suavemente sobre su piel sentía un placer extremo directamente a través de sus huesos, suficiente para que ella gimiera de nuevo. Gimió por más.



Emmet sonrió mientras bebía en el perfume suave de Rosalie. Era una esencia limpia, de cítricos y un aroma que iba con su personaje de negocios, Pero para él, era delicado, excitante. Como eran las rayas de color rosa que recubrían la espalda hasta los muslos. Él sabía que ella estaba tan sensible que ya podría correrse con una orden.

Maldita sea, pero se veía tan bien atada a su cruz, su cuerpo desnudo marcado por el suyo. Tenía un cuerpo perfecto, tonificado, y le gustaba mirar su culo redondo y suave y sus  largas y sexys  piernas. Le gustaba ver las piernas abiertas, dejando al descubierto su coño y su carne suave, de color rosa. Su cabello castaño y sedoso rozaba los hombros y sus rasgos parecían frágiles  con  el  pelo  suelto,    diferencia  de   su   mirada profesional. Su erección se tensaba contra el dril de algodón resistente de los pantalones, el material casi estrangulando su polla. Con una mano seguía acariciando el flogger sobre la espalda de Rosalie y usó su otra mano para desabrochar la bragueta   en   un  intento   por  dar    su   polla  un  poco   de   alivio. No ayudó ni un poco, maldita sea.

Tenía la intención de darle placer. Él jugaba al Maestro duro, pero lo que quería hacer era enseñar a Rosalie de lo que se trataba el placer. Ceder el control en el dormitorio mejoraría su vida, la haría más poderosa en el mundo de los negocios por tener la libertad de dejarse llevar sexualmente cuando estuviera fuera del trabajo.



Desde la primera vez que había entrado campante  a su despacho y le dijo exactamente  lo  ququería  en  términos  muy claros  a  la  hora de  su entrenamiento personal, le había intrigado.  Era obvio que ella era una perra revienta-bolas para el mundo. Pero él sabía que debajo de esa capa dura había un lado más suave clamando por atención. El hecho de que se había sentido atraída por él desde el principio le daba ganas de enseñarle lo que era ceder el control.

—Mmmmm... hueles tan bien, murmuró mientras acariciaba la nuca de nuevo. Extendió la mano libre hacia abajo y metió los dedos en sus pliegues lisos. Otro de esos adorables lloriqueos se levantó en ella y sonrió.

—¿Te gustaría que te follara ahora?

—Sí, Maestro. —Su respuesta  rápida estaba  llena de necesidad—. Quiero sentirte dentro de mí.

Emmet tiró el flogger y llevó ambas manos al bon de sus pantalones. Ella estaba atada a la altura perfecta para follar.

Cuando su polla estuvo libre, la enfundó con uno de los condones que se había metido en los pantalones. Golpeó su coño con la cabeza de su erección, y ella dio un gemido y un temblor atormentó su cuerpo. La humedad de su coño mojó su polla y se acordó de lo que sintió al estar  dentro de ella cuando la había tomado en el club de salud. Su entrepierna le dolía y no podía aguantar más.

Él agarró sus caderas y embistió su polla directamente en su núcleo. Rosalie gritó y echó la cabeza hacia atrás. Maldición se sentía bien envuelta alrededor  de   su   pene,  su   canal  tan   estrecho,   caliente   y   húmedo. Esos  suaves  sonidos se  levantaron en su  garganta cuando él empezó a empujar lentamente y luego retrocedió. Lentamente dentro, y fuera.

—¿Te gusta eso, nena?



—Sí, Maestro. —Su voz entrecortada—. Por favor, fóllame más duro. Más rápido.

—Esa no es la manera en que estamos jugando a este  juego, Rosalie. —Y continuó su ritmo lento y ella presionó su culo hacia atrás contra su ingle, llevándolo más profundo—. que estás cerca, pero sabes bien que no debes correrte sin permiso.

—S… sí, Maestro. —Su respiración era áspera. Se retorció, su canal sujetando su pene y él casi  se  perdió. Apretó los dientes  y se  obligó a continuar con su lenta tortura erótica que la estaba torturando a ella tanto como lo torturaba a él. Pero esto era todo sobre el control y el placer. Él lamió la piel en la curva de su cuello y llevó las manos a ahuecar sus pechos. Un grito de placer y dolor arrancó de sus labios mientras pellizcaba sus pezones duro y los retorcía.

Rosalie sintió como todo su cuerpo era un nervio sensible. Cada tira y afloja de la polla de Emmet dentro de ella la hizo estar dolorida y la trajo tan cerca de correrse.  Él  era  tan  grueso, la  llenaba, tan  profundo. Pero demasiado malditamente lento.

Era un reto para ella ahora, retener su orgasmo durante el tiempo que tuviera que hacerlo. Ella nunca había fallado en nada. Ayer había tenido una opinión diferente sobre toda la cosa de "correrse sin permiso". Más o menos una mentalidad de "que te jodan". Ahora estaba decidida a mostrarle a él, y a ella misma, que podía hacerlo. Que podía controlar su cuerpo.

Si    sólo    pudiera   conseguir     que    su    cuerpo    la    escuchara. Él se retiró por completo e hizo un suave sonido estúpido de lloriqueo que no pudo   parar.   Dios cómo   lo   quería   de    vuelta   dentro    de    ella. Vio desde su vista lateral, como se deshizo de su condón en un bote de basura y para su decepción subió la cremallera sus  pantalones sobre su furiosa erección. Sin embargo tuvo que sonreír, porque parecía que le dolía hacer eso. Emmet volvió y se agachó detrás de ella.



—Es hora del siguiente castigo.

¿Acaso   no  era   suficiente   castigo   follarla   dejarla  colgando? Le desabrochó primero un tobillo, luego el otro. Ella fue capaz de llegar a la alfombra con las puntas de los pies. Hizo una pausa para dar masajes a cada uno de  sus  tobillos, para aliviar el  dolor leve de  los  puños de  cuero. Cuando se mudó a su espalda para llegar a una de las restricciones de sus muñecas, su ropa de mezclilla rozó su piel extra-sensible. Ella cerró los ojos ante  la sensación  que envió un hormigueo de  placer a  través  de  ella. Se apoderó de la cruz con la mano libre mientras él se trasladaba a la otra muñeca y con mucho cuidado la bajaba. Sus piernas temblaban y él la sostuvo por un momento,  dejándola recuperar su fuerza.  La besó en la longitud de su hombro, sus labios suaves contra su piel, ella apoyó la espalda contra su tibio y desnudo pecho.

—¿Estás bien, cariño?, —le preguntó mientras  la tomaba por los brazos y    la    sujetaba    para    que    se     encontrara    totalmente     de    pie. Ella realmente quería decir que no, que no estaba  bien, así  continuaría abrazándola, pero fue con la verdad.

—Sí, Maestro.

—Bien. —La tomó de la mano.

A medida que la llevaba, sus piernas se sentían como gelatina y su cuerpo en llamas y gritando por un orgasmo. La condujo  hasta la esquina donde había una especie de pelota de color carne que le recordaba a una de esas pelotas de goma gigantes en el gimnasio que utilizaba para varios tipos de ejercicios, incluyendo ejercicios abdominales y ejercicios cardiovasculares. Se veía casi como esas bolas de brincar en las que los niños rebotaban  arriba y abajo. Había tenido una cuando era niña. Las pelotas en el gimnasio no tienen asas,  por supuesto.



Llegaron a la pelota, y Emmet le soltó  la mano para tomarla desde la esquina. Sus ojos se abrieron. ¡Tenía un enorme consolador en ella! Y tenía un mango justo en frente de la polla de goma. Su mirada saltó a la suya y él hizo un gesto hacia la pelota.

—Sube en la parte superior y entierra el consolador en tu coño. Vas a montar, nena. —Le dio una palmada en el trasero, lo que la hizo gritar por el dolor en su culo dolorido.  Con una mirada cautelosa, se acercó a la pelota, Emmet después de ella. Lo sostuvo aún, la polla de goma estacada hacia arriba. Su corazón latía con fuerza mientras se colocaba el consolador por debajo de ella y comenzaba a deslizarse por el eje.

—Jesucristo, —murmuró, sintiendo  como si estuviera deslizándose por un poste de teléfono—. Creo que es demasiado grande, Maestro.

—Sigue bajando en él antes  de que yo 'ayude', —dijo, con los brazos cruzados sobre el pecho.

Ella lanzó una mirada hacia él y vio su expresión firme. Oh, por supuesto, él ayudaría.  La bajaría sobre ella y estaría dentro de su coño antes de que tuviera la oportunidad de adaptarse.

La maldita cosa era tan gruesa y larga que sus ojos se humedecieron, mientras ella lo tomaba centímetro a centímetro. Se aferró a la manija para mantener el equilibrio. Estaba mojada y lo suficientemente resbaladiza como para estar tomándola en su interior, sólo que no tan rápido.

—Date prisa, Rosalie. —Su tono era de desaprobación.

—Sí, Maestro, —dijo con los dientes apretados.

Por último, tenía toda la  cosa dentro de su cuerpo y ella  casi se desplomó con alivio. En lugar de eso, mantuvo su compostura, pero no se movió mientras trataba de acostumbrarme a la sensación del consolador en su núcleo.  La maldita cosa empujaba tan profundamente dentro de ella que tenía miedo de moverse.

—Rebota.
Su boca se abrió y su mirada se encont con la suya.

—¿Hago qué? ¿Maestro?

Tenía  los brazos cruzados todavía sobre su pecho y su mirada era severa.

—Sostente a la manija y haz rebotar la pelota hacia arriba y hacia abajo de manera que te esté follando.

—Uh... Ella agarró el mango lo suficientemente duro como para que los nudillos le dolieran.

—Ahora, Rosalie.

Su  tono  era tan  fuerte  que casi  soltó  un "jódete",  pero frenó su temperamento.
Tragó saliva, empujó con sus pies, rebotó y gritó.

—Duele, Maestro.

—No te detengas.

Jódete, jódete, jódete. Rosalie apretó los dientes y empezó a saltar arriba y abajo. El dolor hizo que sus ojos se humedecieran un poco más, pero a medida que se   acostumbraba a  follar el  consolador, empezó a  sentirse   bien. Realmente bien. Su respiración se  aceleró y la transpiración mojó su piel mientras ella se  sonrojaba de pies a cabeza. Su culo quemaba, ya que se frotaba contra la pelota, sus  pechos rebotaban y su cabello rozaba sus hombros con cada movimiento.

Las sensaciones  se  enrollaban  en su interior hasta  que fueron casi demasiado increíbles para que las resista. La polla de goma se sentía como si estuviera  tocando  su  vientre, donde la sensación  de  aleteo  se  estaba intensificando. Sus pechos se sentían tan pesados, sus pezones dolían tanto, y todo su cuerpo estaba en llamas.

Había estado tan concentrada rebotando arriba y abajo sobre el balón, que no había prestado ninguna atención a Emmet. Cuando dejó de enfocarse en la pelota follándola, ella miró a Emmet y paró completamente. Estaba desnudo, acariciando su polla de las bolas

1 comentario:

Unknown dijo...

Parece que Rosalie esta acatando demasiado bien las ordenes!

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina