miércoles, 17 de mayo de 2017

Tomandolo Personalmente Capitulo 3

CAPÍTULO 3





—¡Se acabó el tiempo, mi culo! —Rosalie atravesó su oficina y apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en las palmas. Su oficina era bastante nueva y el olor de alfombras nuevas y madera se añadía al dolor de cabeza creciendo en sus sienes.

—Hijo de puta.

Ayer, después de su declaración,  Emmet la había dejado en la puerta y caminó alrededor de su escritorio para sentarse  en su silla. Había abierto su libro de citas y lo había estudiado.


Había quedado mirándolo, incrédula. Su cuerpo todavía tarareando de su "entrenamiento" y tuvo que agarrar el marco de la puerta para mantenerse erguida.  Había levantado la mirada, su expresión lo mismo que si hubieran tenido  un entrenamiento normal.

¿El martes de la próxima semana?, —le preguntó sin el menor atisbo en su voz acerca de lo que acababa de suceder.

—Jódete,     —había   dicho    ella    con    veneno    en    voz    baja.
—Tú acabas de hacerlo—, había contestado,  ni  siquiera se  fracturó su expresión de calma.

—Te tengo en el calendario para tu entrenamiento regular.

Rosalie se  detuvo y apretó los dientes tan fuertemente como estaba apretando sus  manos mientras miraba  su escritorio. Ese pisapapeles de cristal de un pájaro en vuelo, se vería realmente bien enterrado en la pared de la habitación.



Ayer por la noche, incapaz de creer nada de lo que había sucedido -o su respuesta a él- había cerrado de un golpe la puerta de la oficina de Emmet, salió furiosa a los vestuarios y agarró sus cosas. Había ido directamente a casa en lugar de tomar su ducha habitual en el club. Debido a la forma en que la había despedido, había pasado de estar  sin huesos a tan rígida que casi no podía caminar. Cuando llegó a su casa se había llenado un vaso con chardonnay y tomó un largo baño de burbujas para tratar de controlar la ira y la tensión en su cuerpo.

Lo que realmente le molestó, sin embargo, fue que a pesar de su furia hacia Emmet, seguía reviviendo cada momento, cada caricia, la forma en que se sentía      en     su      interior,    la     forma     en     que     la     dominaba. Rosalie negó con la cabeza ante la idea. Absoluta y jodidamente increíble. Apoyó la mano en su frente y se frotó las sienes. ¿El mejor sexo que había tenido en su vida de citas regulares? Bufó e hipó, lo que casi la llevó a una risa maníaca.

Mientras pensaba en ello, no estaba  segura de lo que había sucedido, pero de alguna manera no se arrepentiría. ¿Quién podría lamentar relaciones sexuales de una-vez-en-la-vida como esas?

Después de anoche, hoy había sido un día interesante. Tan molesta como había estado,  había corrido a través de cada cita que había tenido, controlado cada reunión con su habitual franqueza y la actitud de no-tolero-una-mierda. Ella se había ocupado  de algunas dificultades por despedir a un abogado y aseguró a un gerente general que ya se había levantado jodido cuando ella había expuesto su incompetencia a su empleador. Un golpe en la puerta de su oficina la había hecho saltar  y componer sus  rasgos  en su  máscara de negocios.

—Sí, —dijo con firmeza.  La manija de la puerta hizo clic y su asistente, Tammy, abrió la puerta.

—Señora Hale, esto  vino para usted. —La pequeña rubia entró con una caja larga y blanca que parecía que podría haber salido de una floristería.



Puso la caja sobre la mesa de Rosalie—. ¿Hay algo que necesite ahora mismo? — le preguntó, su mirada encontrando la de Rosalie.

A Rosalieh le  gustaba  Tammy pues  nunca actuaba  intimidada a  su alrededor. Tammy  era muy competente  y mantuvo su  posición también. Sin embargo, hoy Rosalie despid a Tammy, apenas prestándole atención a su asistente.

—No en este momento.

Tan pronto como Tammy cerró la puerta detrás de ella, Rosalie cogió la caja y la levantó y casi la arrojó a través de la habitación. Sin duda flores de el- día-después-lamento-la-manera-en que-actué. Bueno, que se joda.

Ella se apoderó de la caja, lista para levantarla, y miró hacia abajo a la tapa.  Sólo una simple tapa  blanca con nada en ella. De pura curiosidad morbosa abrió la caja. En el interior, situado en papel de seda de color rojo, había un flogger negro con correas de gamuza.

¿Un flogger?

Ella lo levantó y sintió el peso de la manija de cuero y deslizó las suaves correas    por    sus     dedos    antes     de    mirar   la    caja    otra    vez. Una pequeña tarjeta blanca estaba  en el lugar del flogger que acababa de recoger. Le molestó que sus  dedos temblaran un poco cuando la abrió.  La tarjeta tenía una dirección y a continuación estaba escrito de puño y letra en negrita masculina: Esta  noche, 19:00. Si te  atreves.  Parpadeó y leyó de nuevo la tarjeta. ¿Si se atrevía? Su mandíbula se apretó. Oh, claro que ella aparecería.
Pondría a Emmet Cullen justo en su lugar.



*****



Rosalie aparcó su Mercedes delante de la casa que tenía la dirección que Emmet había dado.  La tarjeta no había sido firmada, pero no tenía ninguna duda en su mente que había sido de él.

Cuando apagó las luces, la oscuridad se  apoderó de ella, la única luz provenía de una sola farola al final del callejón sin salida, y de las luces a lo largo del camino de acceso a la puerta de su casa. Su casa estaba en el lado noroeste de Tucson y desde el exterior se veía preciosa, con su gran arco de entrada y ventanales a ambos lados.

A pesar de misma, una extraña sensación de aleteo en su vientre hizo que sus nervios estuvieran al borde. No le gustaba la sensación ni un poco.  La hacía sentir fuera de control, fuera de su elemento.

Se había quedado con el poderoso traje que se había puesto para ir a trabajar para darse  mayor confianza, una chaqueta roja ajustada, que combinaba con una falda de corte  ceñido al cuerpo que llegaba justo por encima de  las  rodillas. Sus  tacones  rojos eran de  unas modestas  dos pulgadas, pero daban a sus largas piernas un aspecto aún más elegante.

Después de tomar una profunda, calmante respiración, Rosalie puso su mejor cara “sala de juntas” y salió del vehículo con la caja blanca de floristería que contenía el flogger bajo uno de sus brazos. No se molestó en llevar su bolso, ya que no se quedaría. Dejaría a Emmet del revés y juntando sus propios pedazos.

Por costumbre, cerró con llave su coche después de cerrar la puerta detrás de ella. Llaves en una mano y la caja bajo el otro brazo, se dirigió al pórtico de la casa. Su mirada se quedó en el cuidado paisajismo con especies del desierto  y los focos  que iluminaban  el pórtico, así como también un Saguaro y otros cactus en su patio delantero. Su casa estaba en un terreno de buen tamaño, no demasiado cerca de sus vecinos.



Cuando llegó a su puerta, apretó los dientes y presionó el timbre de la puerta con tanta fuerza que se le atascó el dedo. No tuvo que esperar mucho tiempo  antes   de  que la  puerta  se  abriera y  Emmet apareciera en  ella. Una sonrisa atractiva inclinaba la esquina de su boca y su pelo hasta  los hombros colgaba en suaves ondas sobre ellos. Pero en lo que se detuvo fue en el hecho de que él estaba desnudo de cintura para arriba. Oh Dios, era aún más hermoso que cuando llevaba ropa. Cada músculo estaba  tan  claramente definido.  Iba descalzo, llevaba sólo unos vaqueros descoloridos, y tenía una protuberancia definida por debajo de la tela de algodón desgastado. Su boca se hizo agua. Tuvo que forzar  la ira en su expresión y alejar los pensamientos de él follándola  en el club de salud. Las imágenes, los recuerdos, fueron suficientes para que sus rodillas se debilitaran.  Rosalieh empujó la caja contra su pecho y lo golpeó duro con ella.

—Creo que esto te pertenece.

—Oh, no, bebé. Es tuyo.— Su sonrisa sólo se hizo más sexy y no tomó la caja. En lugar de eso, él la agarró del brazo y tiró de ella hacia el vestíbulo. Sus tacones le hicieron tropezar con el movimiento, y se encontró contra él con la caja crujiendo entre sus pechos. Cog la caja de su mano y la arrojó a un lado. Oyó un ruido sordo en el hall de entrada de azulejos. Trató de sacudirse lejos y abrió la boca para verbalmente ponerlo en su lugar.

Pero él la cogió por la cabeza con una de sus grandes manos y el culo con la otra, y la aplastó contra él antes de tomar su boca en un beso fuerte, dominante. Rosalie luchó contra él, golpeando con los puños sobre el duro pecho desnudo, sólo haciéndolo reír contra su boca antes de morderla en el labio, lo que la hizo gritar. Metió la lengua dentro de ella y ella lo saboreó, la insinuación de una cerveza que tenía que haber estado bebiendo. Su aroma se filtró en sus sentidos.   Brisas   de  aire  libre y  una  especie   de  colonia almizclada. Era embarazoso admitirlo, pero no pasó mucho tiempo antes de que dejara toda la lucha mientras caía bajo el hechizo de su beso. Él sostuvo  su culo apretado con una mano, presionándola hacia él, y moliendo su erección en su vientre, haciendo su coño doler por tenerlo dentro de ella. Se sentía caliente y la rodeó con un poder apenas contenido.

Sus pezones se volvieron picos duros, dolorosos, sus pechos pesados, y la humedad entre sus muslos creció más que nunca. Sin dejar de besarla, la llevó a la casa y cerró la puerta detrás  de ellos, probablemente con el pie, porque nunca le quitó las manos de encima. No, él tomó el control total y no le dejó ni una fracción.

Esa maldita sensación de vértigo se hizo cargo de nuevo y ella se sintió como si fuera suya para jugar, para que la comandara. Vagamente oyó el estrépito  de las llaves de su auto en el mosaico del vestíbulo, ya que se deslizaron de sus  dedos. Era como si no tuviera control sobre  su propio cuerpo o su mente mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello y se sostenía como para salvar sus vidas.

Su beso fue tan magistral, apasionado, y simplemente se derritió bajo su asalto. Enredó los dedos en su pelo largo, los filamentos tan suaves, mientras que su beso era tan duro. Esos sonidos de molestos gimoteos se levantaron dentro de ella, pero no podía mantenerlos dentro.

Dio un paso atrás, llevándola con él, hasta que sus talones se hundieron en una alfombra gruesa. Estaba demasiado ocupada besándolo para tener alguna idea del aspecto  del lugar en el que estaba  ahora. Ella podría haber estado frente a cincuenta personas por lo que sabía. Lo único que importaba era su beso.   Emmet se  desplomó, llevándolos a ambos de rodillas. Tuvo la sensación de caer, y luego su espalda estaba  contra el suelo, su boca aún haciendo  estragos    en   la   de   ella,   su   rodilla  entre   sus   muslos. Un gemido se alzó en él, casi como un gruñido mientras empujaba su falda hasta la cintura y sintió el aire frío por encima de las medias hasta el muslo y tocando su tanga húmeda.  La mano de Emmet calentó con rapidez su coño mientras la frotaba a través del material.



No, esto  no. No, él no la iba a traerla hasta  el borde y luego dejarla colgando de nuevo.

Se retorció, tratando de alejarse de su contacto, pero metió la mano debajo de la tanga y deslizó sus dedos en sus pliegues húmedos. Gritó en contra de su boca y él metió dos dedos en su canal y comenzó a golpear hasta los nudillos en su coño.

Rosalie se apoderó con sus manos apretando en su pelo, pero Emmet rompió el beso y movió los labios a lo largo de la línea de su mandíbula hacia el lóbulo de su oreja, a continuación pasó la lengua por el borde de la concha delicada de su oreja.

—Coge mi polla, Rosalie, —ordenó, su aliento susurrando en su oído, lo que la hizo temblar.

La necesidad de obedecer llegó con demasiada facilidad. Gimió y soltó su pelo para mover la mano entre sus  cuerpos. Estaba más que dispuesta  a tocarlo. Su polla se sentía tan condenadamente dura bajo sus pantalones y lo quería dentro de ella tan mal que se retorcía debajo de él por la necesidad. Le gustó cuando él gimió mientras apretaba su erección.

—Eres tan  hermosa. —Movió  la mano de la parte posterior de su cabeza,  la llevó a la solapa de su chaqueta ajustada y comenzó a abrir los botones uno por uno.

—Me encanta la forma en que  tus pezones se contraen y hacen más grandes en mi boca. Me encanta la forma en que tu coño se ve cuando estás doblada hacia adelante.

Se estremeció por sus palabras eróticas y por sus dedos tocando su piel desnuda mientras se hacía cargo de los botones. Él movió la boca de la oreja al cuello y liberó todos  los botones sin dejar de empujar sus dedos dentro y fuera de su coño con la otra mano. Rosalie se sentía como si estuviera en otro mundo, como si todo esto  estuviera sucediendo a otra persona. Se sentia casi surrealista. Pero le estaba sucediendo a ella y para ser honesta consigo misma, le  encantaba. Sólo  porque era  Emmet. Nadie más  podía tocarla, controlarla, dominarla como él. Pellizcó el broche frontal de su sostén con sus dedos y este se abrió, dejando al descubierto sus pechos.

—Perfecto, —murmuró antes de mamar uno de ellos.

Ella arqueó la espalda, gimió, y frotó la mano cada vez más duro arriba y abajo de su erección, imaginándolo sumergirse  dentro y fuera de ella como lo había hecho en el club de salud. Las imágenes de los dos, y cómo la había hecho verle follarla mirando su reflejo en el espejo, la hizo acercarse al orgasmo. Se retorció contra la mano de Emmet al imaginar  ese momento y recordó la sensación de su polla dentro de ella. Su cuerpo vibró contra su mano.

—Me voy a venir, —exclamó. Redujo la velocidad de sus  golpes y se encont con su mirada.

—Ya tienes un castigo por llegar al clímax ayer sin mi permiso. ¿Quieres otro?

Castigo. Ahí estaba esa palabra otra vez. Rosalie apenas podía pensar. La mujer que estaba fuera de su puerta de entrada no era la misma mujer que se retorcía debajo de este hombre ahora. No, esta  mujer era diferente. Quería agradarlo, estaba dispuesta a hacer lo que le pedía.

¿Qué hay de malo en mí? pasó por su mente, seguida por, ¿a quién le importa? Lo necesito a él. Necesito esto.

Su cuerpo se  estaba  volviendo loco mientras movía el dedo desde el interior de su  núcleo para acariciar suavemente sus  pliegues lisos  y su clítoris, con lo que la acercaba a un orgasmo  que no creía que pudiera parar. Le mordía los  pezones ahora, lo suficiente para hacerla gritar y arquear la espalda.



—Fóllame,  Emmet. —Movió la mano de su  polla hacia  el  botón  de sus pantalones, al mismo tiempo que se  apoderaba de sus  bíceps con la otra mano. Todo ese músculo firme y la erección dura como una roca le excitaban más allá de lo que podía creer.

Llevó  sus  dedos fuera de su tanga y se  arrodilló entre sus  muslos, forzándolos a abrirlos más amplios, con sus palmas. Su mirada se fijó en ella y podía imaginar cómo se  veía. Envalentonada por la excitación, sus  pechos completamente al descubierto, la falda en la cintura dejando al descubierto  su tanga    y    sus    medias   de    nylon   transparentes    hasta    el   muslo. Poco a poco, le acarició el interior de los muslos desde el lugar sensible al lado de su coño, todo el camino hasta las rodillas y de vuelta.

—Por favor. Una parte de ella no podía creer que estaba  rogando. Ahora mismo haría cualquier cosa por tenerlo en su interior.

—Te dije que cuando jugamos, jugamos a mi manera. —La expresión  de Emmet se volvió severa, sorprendiéndola y sacándola de su estupor aturdido— ¿. Está claro?, —preguntó.

La necesidad de él era tan fuerte que Rosalie vaciló sólo un momento antes  de asentir con la cabeza. Ayer por la noche la azotaina había sido realmente muy caliente y había hecho su orgasmo aún más espectacular. Inclinó una de sus rodillas, tomó el tobillo en la mano y deslizó su zapato antes de arrojarlo a un lado.

—Eres una mujer poderosa, Rosalie. Los dos sabemos eso. —Él trajo la otra rodilla y se deshizo de ese zapato también—. Pero cuando se trata de sexo, yo soy el que tiene el control. Ella contuvo la respiración mientras le quitaba una de sus medias—. Haces lo que digo, y si me desobedeces, serás castigada.
Los golpes en sus  oídos y el latido de su corazón le dijeron  cuánto sus palabras la excitaron, al mismo tiempo que la cabrearon. Pero la emoción pesó más que el enojo, a pesar de que su mente le decía que estaba loca.



—¿Entiendes lo que digo, Rosalie? —Él tiró hacia abajo su otra media, bajándola por su pierna y luego su pie y dejándola luego a un lado—. En el mundo de los negocios tienes el control.  Cuando se trata de sexo, yo tengo el control.

Su boca y su garganta estaban  demasiado secas  para sacarle una palabra.

—Responde, —ordenó—. ¿Entiendes que yo soy el Maestro, cuando se trata de sexo?

Tragó saliva. Esta era la verdad al respecto, donde ella podía pasar esa línea que nunca soñó que cruzaría.

—Sí, —acertó a decir—. Sí, Señor. Él se apoderó de cada lado de su tanga y comenzó a tirar hacia abajo. Se trasladó fuera del camino y ella arqueó las caderas un poco para que él pudiera sacarla completamente.

—Te referirás a como Maestro cada vez que me hables.

La   boca  de  Rosalie  abrió  y  sus   ojos   se   ampliaron. ¿Maestro? Se inclinó hacia adelante y apoyó las manos a ambos lados de sus brazos mientras la miraba.

—No voy a tolerar ningún tipo de desobediencia,  Rosalie. Y eso incluye no dirigirte a correctamente.

Sí, Maestro, dijo, pero inmediatamente pensó, ¿quién es esta mujer y que ha hecho ella con la verdadera Rosalie Hale?

Emmet le obsequió una sonrisa pecaminosamente sexy  mientras desabrochaba la cremallera lateral de la falda.

—Buena chica. —Tiró de la falda por encima de sus caderas y las rodillas hasta que estuvo fuera del camino fuera y desnuda de cintura para abajo—. Ahora presta atención a las reglas del juego.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que rápido cambio de opinión Rosalie jajaja, asi cualquiera cambia de parecer.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina