miércoles, 7 de marzo de 2018

No esperaba enamorarme de ti Capitulo 2


Capitulo 2
Isabella

—Hola, James —dije mientras entraba en los almacenes donde trabajaba cuatro días a la semana después de clase. Respiraba con dificultad, empapada por la lluvia. Me pasé la mano por el pelo. En el exterior, comenzaba a escampar.

—Vuelves a llegar tarde. —James frunció el ceño.

Me encogí por dentro ante su tono áspero y miré el reloj. Recorrer a pie los diez kilómetros que separaban los almacenes del instituto en una hora y cuarto era imposible. Corría durante una buena parte del camino y, por lo general, llegaba sudando y jadeando.

—Son solo dos minutos, James. Luego me quedaré más tiempo, ¿vale? —Le brindé mi mejor sonrisa. Él frunció el ceño un poco más.

—Te quedarás quince minutos más porque había una botella rota en el pack que le vendí a Jay Crowley esta mañana.

Apreté los labios.


El hecho de que Jay Crowley estuviera comprando cerveza a primera hora de la mañana no me resultaba sorprendente, pero no sabía por qué me echaba la culpa a mí. Era James el que abría las cajas. Aun así, asentí sin decir una palabra, y me fui a la trastienda en busca del delantal y la escoba.

Era el primer día del mes, así que me tocaba limpiar y organizar los estantes, y debía hacerlo con rapidez porque aproximadamente dentro una hora, cuando estuvieran acreditados los cupones para alimentos, James’s se vería inundado por gente con carros llenos de refrescos. Era un fraude en toda la extensión de la palabra, la gente cogía el cheque de quinientos dólares que daba el gobierno a una familia de cuatro miembros cada mes para comida, compraba refrescos en la gasolinera de JoJo a un dólar cada uno y luego se los vendían a James por cincuenta centavos, convirtiendo la ayuda gubernamental en doscientos cincuenta dólares de dinero en efectivo. Dinero con el que luego compraban cigarrillos, licores, billetes de lotería, metanfetamina… Artículos que no se podían adquirir con los cupones. Y James estaba más que dispuesto a colaborar, no le importaba que eso significara que algunos niños iban a quedarse sin cenar. Si tenía que ser justa, sin embargo, era consciente de que si no fuera James quien comprara los refrescos, lo haría otra persona. Así era como funcionaban las cosas aquí.

Un par de horas después, la multitud se había reducido por fin. Estaba limpiando de nuevo el polvo de uno de los estantes inferiores cuando sonó el timbre de la puerta. Seguí ocupada, aunque levanté la vista cuando por el rabillo del ojo vi que alguien abría la puerta del refrigerador de la pared trasera. Mis ojos se encontraron con los de Edward Cullen cuando se dio la vuelta, y me levanté, quedando frente a la estantería. Bajé la mirada a su mano, con la que se guardaba un sándwich en la cazadora. Abrió mucho los ojos y me contempló con sorpresa durante un breve instante antes de que levantara la vista para mirar. Oí unos pasos bruscos que me hicieron girar la cabeza. James avanzaba por el pasillo con el ceño fruncido mientras Edward seguía ante mí, con un sándwich en la mano que todavía no había ocultado por completo en el interior de la cazadora. Si me movía, lo pillaría en flagrante delito. Tomé la decisión en una fracción de segundo. Me dejé caer sin gracia, golpeando con los brazos lo que seguramente no eran más que Cheerios rancios —unos cereales sin azúcar que jamás vendía—, al tiempo que emitía un grito. No sabía exactamente por qué lo hacía, quizá porque la mirada de sorpresa de Edward había llegado a una parte de mí, o quizá porque los dos comprendíamos lo que era el hambre. Sin duda no fue porque imaginara que aquella rápida acción alteraría por completo el curso de mi vida.

Di un paso con torpeza entre las cajas, volviendo a golpearlas y provocando que los cereales se derramaran por el suelo.

—¿Qué te pasa, estúpida? —exigió James a gritos mientras se agachaba para recoger una caja al tiempo que Edward se alejaba de nosotros dos—. Quedas despedida. Ya te he aguantado lo suficiente. —Al oír la puerta, me puse en pie con rapidez. Volví a establecer un contacto visual con Edward cuando se volvió, tenía los ojos muy abiertos y una expresión indescifrable. Vi que se detenía un instante con un estremecimiento, y luego la puerta se cerró tras él.

—Lo siento, James, ha sido solo un accidente. Por favor, no me despidas. —Necesitaba ese trabajo. Por mucho que odiara suplicar, otras personas dependían de mí.

—Ya te he dado suficientes oportunidades. Mañana pondré un anuncio. —Me señaló mientras me miraba con frialdad—. Deberías haber apreciado lo que tenías y haberte esforzado un poco más. No llegarás muy lejos en la vida a pesar de esa cara bonita a no ser que te centres un poco.

Era consciente de ello. Muy consciente. Lo único que tenía que hacer era mirar a mi madre para constatar ese hecho.

El pulso me resonaba en los oídos y sentía calor en el cuello. Me quité el delantal y lo dejé caer al suelo mientras James continuaba murmurando sobre los ingratos que no apreciaban su ayuda.

Abandoné la tienda unos minutos después, cuando el sol se ocultaba por detrás de las montañas, a mi espalda, inundando el cielo de tonos rosados y anaranjados. El aire era frío y traía un intenso olor a lluvia y a pinos. Respiré hondo, rodeándome con los brazos. Me sentía perdida y derrotada. Que me hubieran despedido eran muy malas noticias. Marlo iba a matarme. Gemí en voz alta.

—¿Qué más puede pasarme? —susurré al universo. Pero no había sido él el responsable de mi estúpida acción. Era culpa mía.

A veces, mi vida me parecía ínfima. Quizá debía preguntarme por qué aquellos con vidas tan insignificantes teníamos que sufrir un dolor tan grande. No me parecía justo.

Me metí las manos en los bolsillos y comencé a caminar hacia la base de la montaña, con la mochila de los libros colgada del hombro. En la primavera y el verano, conseguía leer mientras caminaba, pues conocía el camino lo suficientemente bien como para concentrarme en el libro. Los coches no solían frecuentar esa carretera, y si lo hacían, me enteraba con tiempo suficiente. Pero cuando llegaba el otoño, salía de James’s demasiado tarde —algo que ya no iba a ser un problema—, por lo que me perdía en mis pensamientos. Y esa noche no fue diferente. De hecho, necesitaba distraerme y dejarme llevar por mis sueños. Necesitaba disfrutar de la esperanza de que la vida no sería siempre tan difícil. Imaginé que ganaba la Beca Tyton Coal, a la que aspiraba desde que empecé la secundaria. Cada año, uno de los mejores estudiantes era premiado con esa beca, lo que le permitía asistir durante cuatro años a la universidad con todos los gastos pagados. Si la conseguía, sería capaz de salir de Dennville, me alejaría de la pobreza y la desesperación, de los fraudes del bienestar y de las drogas para dormir feliz. Por fin sería capaz de ayudar a mi madre y a Alice, podría llevármelas de aquí, proporcionaría a mi madre la ayuda profesional que necesitaba en lugar de un médico de la seguridad social con los ojos hundidos del que sospechaba que estaba compinchado con el traficante de las pastillas. Entonces, pararía en James’s antes de marcharme del pueblo y le diría que se metiera una caja de Cheerios rancios por su huesudo culo pulgoso.

Al doblar la curva hacia las montañas, vi a la anciana señora Lytle sentada en los escalones del porche de la oficina de correos, ahora cerrada, comiendo el último trozo de un sándwich. Entrecerré los párpados y sonreí cuando nuestros ojos se encontraron. Clavé los ojos en el paquete que sostenía en la mano, «Mixto de James’s» con la fecha de hoy en números rojos. Era el que Edward Cullen había robado diez minutos antes.

—Buenas tardes, señora Lytle —saludé.

Ella respondió moviendo la cabeza mientras se tomaba el último bocado de sándwich con una expresión triste. La señora Lytle formaba parte del paisaje de este lugar… Una alcohólica que deambulaba por las calles del pueblo, murmurando para sus adentros mientras pedía dinero a los vecinos para financiar su adicción. Había perdido a tres hijos ya adultos y a su marido en el accidente de la mina. Yo sospechaba que estaba deseando seguirlos cuanto antes.

—¿Estará bien esta noche, señora Lytle? —pregunté, hundiendo más profundamente las manos en los bolsillos. No es que pudiera ofrecerle otra cosa si no fuera así, pero quería que supiera que me importaba. Quizá con eso llegara.

Ella asintió, dejando de masticar.

—¡Oh! Creo que sí —arrastró las palabras—. Iré a algún lugar después de que termine de disfrutar del espectáculo. —Señaló con la cabeza la puesta de sol.

Asentí yo también al tiempo que dejaba escapar un suspiro.

—Buenas noches entonces —deseé con una sonrisa.

—Buenas noches.

Cuando empecé a recorrer el camino de tierra que llevaba a la montaña, alguien surgió delante de mí, haciendo que soltara un grito de sorpresa mientras me detenía en seco y retrocedía hasta el medio de un charco de barro. Edward.
Resoplé.

—¡Me has asustado! —Me salí del barro, sintiendo que la humedad llegaba hasta mis calcetines, dado que las suelas estaban rotas o desprendidas.

«¡Genial! ¡Gracias, Edward!».

Bajé la mirada a los pies, pero no mencioné los zapatos arruinados. Él me miró con los ojos entrecerrados, estudiándome durante unos instantes.

—¿Por qué has hecho eso en la tienda? ¿Por qué me has ayudado? —Tenía los dientes apretados con ira.

Lo observé entornando los párpados al tiempo que inclinaba la cabeza. ¿Estaba enfadado conmigo? ¿Por qué?

—¿Y tú por qué le has regalado el sándwich a la señora Lytle? —espeté—. ¿Por qué no te lo has comido tú? —Crucé los brazos—. Sé que necesitas la comida. —Bajé la mirada al suelo al mencionar aquel momento compartido en la cafetería, cuando nuestros ojos se encontraron. Pero luego la alcé con rapidez.

Él no me respondió, y ambos nos quedamos mirándonos en silencio durante unos minutos.

—¿Te ha despedido? —dijo finalmente.

Su expresión era tensa y seria, y no pude dejar de admirar su fuerte mandíbula, la línea recta de la nariz, la plenitud de sus labios. Suspiré. No era bueno que percibiera esas cosas.

—Sí, me ha despedido.

Edward se metió las manos en los bolsillos y, cuando empecé a caminar, me imitó, maldiciendo por lo bajo.

—¡Joder! Necesitas ese trabajo.

Solté una risa carente de diversión.

—¿De verdad? No, solo barría el suelo porque el encantador carácter de James es inspirador. Oh, sí… Ojalá hubiera más Jamess en el mundo. —Me puse la mano sobre el corazón como si estuviera llena de amor y admiración.

Si a Edward le hizo gracia mi sarcasmo, no lo demostró.

—Lo que has hecho ha sido realmente estúpido.

Me detuve y me volví hacia él, que también se quedó quieto.

—No estaría de más que me dieras las gracias. James hubiera presentado cargos en menos que canta un gallo. Le hubiera alegrado el día. Quizá incluso su patética vida.

Edward miró detrás de mí, al horizonte. Se mordió el labio inferior y frunció el ceño antes de volver a clavar en mí los ojos.

—Sí, lo sé. —Deslizó los ojos por mi cara lentamente. Me moví mientras me estudiaba, preguntándome qué estaba pensando—. Gracias.

Me tomé mi tiempo para estudiarlo ahora que estaba más cerca. Me sostuvo la mirada con unos ojos grises rodeados de espesas pestañas negras. Era difícil odiar a alguien tan guapo. Otra injusticia más de la vida, porque hubiera querido odiar de verdad al chico que tenía frente a mí. En cambio, aparté la vista y me puse de nuevo en movimiento. Él se acomodó a mi paso y caminamos en silencio durante varios minutos.

—No tienes que acompañarme.

—Es peligroso que una niña ande sola en la oscuridad. Quiero asegurarme de que no te ocurre nada malo.

Tomé aire.

—Pues las evidencias dicen lo contrario.

Edward soltó una risa, sorprendido.

Me coloqué mejor la mochila.

—De todas formas, ¿una niña? Tengo la misma edad que tú. Quizá más. Cumplo dieciocho en mayo.

Me miró.

—¿Qué día? —me desafió, adelantándose y caminando hacia atrás mientras me miraba de frente.

—El dos de mayo.

Abrió mucho los ojos.

—Imposible. Ese día es mi cumpleaños.

Me detuve, sorprendida.

—¿A qué hora naciste? —pregunté.

—No lo sé exactamente. De madrugada.

Me puse a caminar de nuevo y acomodó sus pasos a los míos.

—Yo por la tarde —reconocí de mala gana. Percibí su expresión de satisfacción con el rabillo del ojo y apreté los labios.

—En serio —insistió un minuto después—, tienes que tener cuidado. En la montaña hay linces.

Suspiré.

—Los linces son la menor de mis preocupaciones.

—Ya, piensas eso porque no se ha detenido uno de ellos hambriento delante de ti. Entonces se convertiría en tu mayor preocupación.

Solté una risita divertida, que hizo que Edward me mirara.

—Y ¿qué es exactamente lo que harías tú si ahora mismo apareciera un lince en el camino, Edward Cullen?

—Sabes cómo me llamo —dijo con sorpresa.

Apreté el paso.

—Es un pueblo pequeño. Todos nos conocemos, ¿no?

—No. Yo no lo hago. No quiero conocer la historia de nadie, ni siquiera su nombre.

Ladeé la cabeza mientras lo miraba.

—¿Por qué?

—Porque cuando gane la beca Tyton Coal y me largue de aquí, no quiero llevar conmigo información inútil de este agujero de mierda.

Me volví hacia él, sorprendida.

—¿Quieres conseguir la beca?

Arqueó una ceja.

—Sí, ¿te sorprende? ¿Es que no conoces mi nombre por haberlo visto en las listas de los mejores estudiantes?

—Er… es decir… —De pronto, Edward sonrió, haciendo que lo mirara pasmada. Nunca lo había visto sonreír de esa manera, ni una sola vez, y era algo que transformaba su rostro en algo realmente hermoso. Lo miré boquiabierta durante un momento antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo y acelerar de nuevo. Él se puso a mi lado enseguida. Sacudí la cabeza, sintiendo que estaba perdida, tratando de recordar de qué habíamos estado hablando. De la beca… Sí, estaba sorprendida. Había visto su nombre en esas listas que él mencionaba, pero no me imaginaba que hubiera solicitado la beca Tyton Coal. Nunca había pertenecido a ningún grupo de estudio o curso de preparación. Siempre estábamos yo, Ginny Rawlins y Carrie Cooper. Sabía que ellas sí la habían pedido porque habíamos hablado del tema. Me parecían mis principales competidoras. Edward, a pesar de que tenía muy buenas calificaciones, siempre parecía al margen del asunto.

—¿Cómo es posible que vayas a ganar una beca que voy a conseguir yo? —pregunté, arqueando una ceja.

Edward me lanzó una mirada rápida con una expresión divertida mientras negaba con la cabeza.

—Otra casualidad —aseguró sonriendo—. Pero hace que todo sea más interesante, ¿no crees?

Suspiré con suavidad. No era interesante. Necesitaba esa beca. Pero por duro que me resultara reconocerlo, Edward tenía muchas posibilidades de conseguirla también. Hasta ese momento no me imaginaba que tuviera que preocuparme de eso.

Caminamos en silencio durante unos minutos más.

—¿Jessica no se pondrá como loca al saber que tú… proteges a otra chica de los linces?

Me miró confundido.

—¿Jessica? ¿Por qué iba a …? —Se rio—. Oh, ya… —Negó moviendo la cabeza y se pasó la mano por el cabello castaño dorado. Noté que era espeso y brillante, y que se rizaba a la altura del cuello—. Jessica y yo solo somos amigos.
Arqueé las cejas, pero opté por no comentar nada al respecto. Ya tenía suficientes cosas de qué preocuparme para interesarme por a quién estaba besando Edward Cullen.

—Entonces, ¿a dónde irás si ganas la beca? —«Aunque no lo harás».

—Lejos de aquí.

Asentí con la cabeza y me mordí el labio.

—Sí —comenté simplemente. Edward miraba hacia la izquierda mientras caminábamos frente a una casa de madera pintada de azul situada justo detrás de la carretera. El bosque se extendía ante nosotros, sin una sola luz. Cuando volvió a mirarme, hizo una pequeña mueca.

—Bien, gracias, Edward. Has sido muy caballeroso al acompañarme hasta la montaña, ¿sabes? A pesar de que has conseguido que me despidieran, que mi único par de zapatos quedara arruinado y me has robado mi cumpleaños. —Seguí caminando y cuando siguió junto a mí, riéndose por lo bajo de lo que yo había dicho, lo miré interrogante—. Solo tengo que subir por ahí, espero que no haya linces en el trozo que me queda. —Sonreí nerviosa. No sabía si había visto alguna vez la caravana en la que vivía, y no tenía ganas de que lo hiciera ahora.

Pero siguió junto a mí, caminando en silencio.

—Por lo tanto, Isabella… El trabajo, ¿qué pasará? Es decir… —Miró a un lado, incómodo—. ¿Puedo hacer algo por ti?

Me mordí el labio. ¿Qué iba a hacer? Él también cuidaba a su madre enferma. Por lo que sabía, su caso era peor que el mío.

—No, sobreviviré.

Edward asintió, pero cuando lo miré, la mirada de preocupación no había desaparecido de su cara.

Cuando llegamos a la caravana, me detuve y me obligué a sonreír mientras lo miraba.

—Bien, buenas noches —me despedí. Edward miró el remolque en el que vivía durante unos minutos, haciendo que se me encendieran las mejillas. Por alguna razón, mientras estaba allí con él, el lugar me parecía todavía peor que el resto del tiempo. No solo resultaba pequeño y estaba deteriorado, además estaba agrietándose la pintura y había trozos oxidados. En las ventanas había una película de suciedad que no salía sin importar la cantidad de vinagre que usara cuando las limpiaba. Su casa no era mucho mejor, pero aun así no pude evitar la vergüenza que me inundó mientras veía mi hogar a través de los ojos de Edward. Volvió a mirarme, y mi humillación debió de ser evidente en mi cara, porque abrió mucho los ojos y percibí en su expresión algo parecido a la comprensión. Giré sobre mis talones y me dirigí con piernas temblorosas a la caravana.

—Isabella Swan —me llamó, haciéndome saber que, de hecho, él también conocía mi nombre. Me detuve y lo miré interrogante.
Se pasó la mano por el pelo, pareciendo indeciso por un breve momento.

—La razón por la que le he dado el sándwich a Joan Lytle… —Miró a lo lejos, como si estuviera eligiendo las palabras con mucho cuidado—. Siempre hay alguien que tiene más hambre que nosotros. El hambre, todo sea dicho, se presenta en diferentes formas. —Bajó la cabeza—. Intento no olvidarlo —concluyó en voz baja, pareciendo un poco avergonzado.

Se metió las manos en los bolsillos y se alejó de mí, por el camino. Me apoyé en el lateral de la caravana y lo miré hasta que desapareció.

Edward Cullen no era en absoluto como yo esperaba. Y algo de eso me dejaba tan confusa como emocionada, y no estaba segura de que me gustara.

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Hola a todas que les pareció conocer un poquito de Edward bueno el próximo capítulo es de él para conocerlo un poco mas bueno que les está pareciendo esta adaptación muchas gracias por sus comentarios nos vemos el viernes.

7 comentarios:

saraipineda dijo...

Graciasssssss y si vaya que edward es una caja de sorpresas y ahora mi pobre Bella sin trabajo esto si que esta cabrón graciasssssss graciasssssss graciasssssss graciasssssss graciasssssss

beata dijo...

La historia es intensa y la descripciòn de tanta pobreza e injusticias es abrumadora

cari dijo...

Asta el cumpleaños le robo 😉 ojala los dos ganaran la beca y puedan realizar sus sueños d salir d tanta pobreza , ojala ese sueño d salir d ese lugar se les cumpla , gracias nena 😘❤

Unknown dijo...

Gracias por actualizar, me esta gustando el ritmo en que va la historia :)

lidu dijo...

Hola me gusta como suena. Es totalmente diferente. Y es dificil la vida cuando se tiene tanpo esta vida es como la jungla solo k esta es de asfalto y casi sacar uñas de dientes para lograr lo que uno desea.

lidu dijo...

Es dificil la vida frente a su situación pero son fuertes y nada ni nadie los tumbara solo los granden logran lo que uno desea.

Nos seguimos leyendo

Anónimo dijo...

Pfff... si que está dura esta historia a comparación de las anteriores.
En lo personal espero que ambos ganen la beca y salgan
En caso contrario espero realmente que algo bueno les pase por qué en vdd no me gustan las historias tristes :/ pero esta historia me tiene picada así que
Haber qué tal ;)
Gracias :)

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Y sea tu marca de heroina