sábado, 19 de marzo de 2011

LOS BUSCADORES DEL PLACER CAPITULO II

DOS

Cuando sonríe ella es Venus; pero cuando camina es Juno; y cuando habla es Minerva.

Ben Jonson

Bella iba caminando distraída hacia los establos, sintiéndose extrañamente perturbada. Se descubrió repasando la silenciosa confrontación con aquel mirón semidesnudo y musculoso. Un impacto inesperado la había estremecido al encontrar aquellos ojos meditabundos: él le había devuelto una mirada absolutamente descarada con una expresión entre atrevida y sexual.


Ella había ido a Northcote por invitación de su primo Emmett, quien se había presentado en la puerta de la casa de su padre a los tres días que ella llegara de visita desde París. Ella pronto se dio cuenta del motivo. La adorable Rosalie y su madre "el dragón", como la llamaba Emmett, serían las anfitrionas.

Claramente, la presencia de Bella junto al primo tenía la intención de aportar un aire de decoro a la relación entre Emmett y Rosalie, que de haber estado la madre de la joven más al tanto del entorno poco convencional de Bella, hubiese resultado cómico.

Su crianza había sido enormemente diferente de la de sus compañeras. Su madre francesa tenía un espíritu incansable, siempre en busca de nuevas aventuras, traspasando los límites que amenazaban con coartar su libertad, enseñándole a la hija que todo era posible, incluso para una mujer.

Su padre, por el contrario, a veces era demasiado recatado, pesado y ocasionalmente severo. Aunque también era un oso adorable y un gran pensador político con un corazón tan grande como Inglaterra.

Bella nunca había entendido realmente qué era lo que había unido a sus padres. Jamás había existido pareja tan dispar, aunque siempre parecían estar tan enamorados... Pero hacía seis años, ellos habían decidido vivir separados. Ninguno de los dos había confesado el motivo que había impulsado esa decisión, y ninguno de los dos, hasta donde Bella sabía, había tenido amantes. Sus padres eran fieles el uno al otro, de todas las formas posibles.

El padre dividía el tiempo entre atender sus propiedades en el campo y la casa de Londres, y la madre vivía en París con ella. Inglaterra le resultaba a Bella demasiado restrictiva para la artista que llevaba dentro, aunque trataba de volver a casa todas las veces que podía.

Se detuvo ante un barril de agua oculto debajo de una haya retorcida, sumergió las manos y se mojó la cara y el cuello. Cerró los ojos para saborear la frescura en la piel acalorada.

Espontáneamente, las imágenes le vinieron a la mente: un rostro apuesto, hombros anchos adornados con cabellos sedosos y desordenados, como revueltos por las manos de una mujer (que indudablemente había sido el caso) ya que Bella había distinguido una silueta femenina detrás de él, oscurecida entre las sombras.

Bella la envidiaba quienquiera que fuera. Aquel bruto era glorioso. Le gustaría pintarlo, con esos rasgos duros y esas miradas serias. Él exudaba peligro, y en el interior de ella todo respondía.

A menudo, en París, ella pintaba desnudos de modelos masculinos, aunque en su mayoría sus retratos eran de Jacob, su mejor amigo, quien apoyaba su arte en un campo predominantemente masculino.

Pero los artistas eran mucho más abiertos a una mujer entre medio de ellos, que el resto del dominante mundo masculino, en el que las mujeres existían sólo como bobas mentecatas de quienes no se esperaba otra cosa que lucieran bonitas y pasaran el día alimentando fragilidad.

Ciara le dio un golpecito en el hombro para llamarle la atención. Ella le dio unas palmaditas a la yegua en el cuello y se dirigió a los establos, donde se encontró con el mozo de cuadra, un personaje de avanzada edad, arrugado y de sonrisa fácil. Cogió las riendas de Ciara y la guió hasta el casillero para que Bella la acicalara.

El sonido de unos pies corriendo anunció la llegada de un jovencito sin aliento que Bella reconoció como uno de los caballerizos.

-¡Ven rápido, Hap! -lo apuró-. ¡Fantasma ha saltado la cerca y se ha escapado!

-Demonios con esa bestia -masculló el hombre, luego le lanzó una mirada a Bella disculpándose-. Disculpe mi vocabulario, señorita.

-Bastante comprensible -sonrió Bella. Al ver que él se quedaba parado como una estaca, con una expresión de incertidumbre grabada en el rostro maltratado por el tiempo, como si pensara que estaba a punto de abandonarla en tierra salvaje repleta de escorpiones, ella le advirtió:

-Mejor dese prisa.

Él dudó un momento más, frunció levemente el ceño que le juntó las cejas como alambres, como tratando de atrapar algún pensamiento escurridizo. Abandonó sus quehaceres, prometió regresar en cuestión de minutos y salió moviendo con rapidez sus piernas arqueadas.

Meneó la cabeza divertida, y se volvió en dirección al cobertizo de aparejos en busca de un peine de metal y un cepillo de cerda para pasárselo a Ciara.

Entonces un ruido fuerte rasgó el aire.

Al girar en redondo descubrió un enorme semental negro en una casilla al fondo del establo, encaramado sobre las patas traseras, sacudiendo la cabeza, con los orificios nasales abiertos y los ojos encendidos y ligeramente salvajes. Bajó las patas delanteras y astilló la madera de la puerta de la casilla intentando liberarse. Bella se quedó inmóvil un instante ante la imagen de aquella bestia magnífica, hasta que se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.

Ciara estaba en celo y el semental listo para embestir.

Bella corrió para desatar a la yegua, pero el corcel negro ya había atravesado con su cuerpo macizo la puerta hecha añicos. Velozmente se dirigió al centro del pasillo, directo hacia Bella que a duras penas logró apartarse de su camino para evitar que la atropellara.

Mientras ella trastabillaba hasta llegar a lugar seguro, el semental montaba a Ciara. Bella se sentía indefensa, incapaz de hacer otra cosa que no fuera mirar; sólo un tonto intentaría separarlos en ese momento. Sólo ver el daño que el caballo se había hecho tratando de llegar a Ciara era prueba suficiente de su lujuria. Le corría sangre por los cortes en las patas y los flancos.

-¡Khan, abajo! —bramó de pronto una voz masculina enfurecida.

Bella se dio la vuelta y vio al hombre de la ventana entrar corriendo al establo, pero había llegado demasiado tarde. Aunque el corcel respondió a la orden de su amo al instante, el hecho ya estaba consumado.

Una mirada afilada como un cuarzo cortó el aire en dirección a ella.

-¡Maldita sea! ¿Qué ha hecho?

Por un instante, Bella no pudo hacer más que mirarlo fijo, perpleja, no sólo por la imponente presencia física sino por el odio que le dirigía.

Sosteniéndole la mirada furiosa, ella se puso de pie:

-¿Qué es lo que yo he hecho?

-¿Es que no tiene un maldito cerebro en esa cabeza? ¡Su yegua está en celo! ¿Se tomó un segundo para pensar que quizás aquí habría animales que reaccionarían ante el olor?

-Lo que yo esperaba -rebatió Bella con su propia furia en aumento- era que cualquier semental que hubiera aquí estuviera a salvo en el corral lejos de toda tentación. ¿Se supone que yo he de prever un inconveniente como este siendo una invitada?

Él la miró echando chispas, con la leve cicatriz de la mejilla que mostraba un tic nervioso a la altura de la mandíbula, enfatizando el grado de furia que sentía. El hombre era tan soberbio como su semental. Fornido, hermoso e infinitamente peligroso. Emanaba una energía apenas controlada; no había ternura en absoluto en aquella estructura alta y sólida. Resultaba toda una experiencia ser el único foco de atención de aquel hombre portentoso, alterado e insosegable.

-¿Dónde está el maldito mozo de caballeriza? -gruñó-. El caballo debería estar amarrado y atrincherado.

Bella se sacudió el heno de la falda.

-Esto no es culpa del Sr. Rigby. Uno de los caballos saltó el cerco. Él no quería marcharse, pero yo le dije que lo hiciera.

Aquellos ojos oscuros volvieron a entrecerrarse, como calculando el beneficio que le representaría el hecho de matarla:

-¿Y quién la nombró capataz de aquí?

Bella suspiró:

-Ya sé cómo va a seguir... Tal vez si inspira profundo un par de veces, o recita un mantra, se sentirá un poco más racional.

-No creo que le gustara lo que fuera a recitar.

El hombre era realmente insufrible.

-¿Alguna vez le dijeron que tiene los modales de un sepulturero? Si yo no fuera una dama -estaba exagerando, pero él no lo sabía- Me vería tentada de darle un azote con la fusta.

-Entonces yo la echaría sobre mis rodillas y le sacaría ampollas en el trasero.

-Sospecho que sí.

La recorrió con la mirada lentamente, como burlándose de su peso como oponente, y fue subiendo la vista para examinarla sin prisa hasta que sus ojos se encontraron con los de ella. En aquella mirada absorta ahora hervía a fuego lento algo más que furia.

-Diablos -maldijo con furia cuando Ciara, ahora sin tolerar la presencia del semental, comenzó a tirar patadas con las patas traseras para apartarlo-. ¡Encierre el caballo!

Bella pasó junto a él empujándolo y cogió las riendas de Ciara para guiarla hasta la casilla vacía más cercana echando chispas en silencio mientras comenzaba a asear a la yegua

Con el rabillo del ojo, ella observaba cómo el bruto despreciable pasaba las manos por el flanco del caballo la piel del magnífico semental tenía manchas de sangre y algunas heridas feas.

El bárbaro la descubrió y le lanzó una mirada hostil gesto que ella le devolvió. Indudablemente, él pensaba que la atemorizaría con aquellas miradas intimidantes.

Jamás se había cruzado con una persona tan desagradable. El llevaba la amenaza como un aura malvada, con el cabello cobrizo revuelto como un rasgo desafiante, con los mechones sedosos que acariciaban el cuello de la camisa blanca arrugada con las mangas enrolladas hasta los codos, dejando ver unas manos grandes y unos antebrazos de bellos oscuros.

En ese instante, el mozo de caballeriza irrumpió de repente, y una expresión de horror se dibujó en el rostro del pobre hombre al percatarse de lo que había sucedido.

-¿Dónde diablos estabas? -lo increpó el bruto. Bella respondió indignada:

-Afuera, persiguiendo a uno de los caballos, como ya le he dicho.

Unos ojos tan fríos como el Mar de Bering la acuchillaron.

-No se meta. -Antes de que ella pudiera replicar algo, él volvió a dirigir aquella mirada diabólica hacia el encargado-. Coge un poco de ungüento y algunas toallas. Ahora.

-Sí, milord. -Como una liebre asustada, el hombre salió a toda prisa.

Bella lo observó marcharse, con el cuerpo tenso por la indignación.

-Eres un pendenciero, ¿lo sabías?

Aquella mirada desagradable se posó en ella cuando él avanzó hasta la casilla donde estaba Ciara, guiando a su caballo con gracia letal. Se detuvo en la puerta, la yegua se alteró ante la cercanía del semental, y dijo:

-No tienes ni idea. -Su voz advertía que ella lo descubriría en breve. Luego guió al caballo hasta la casilla del final, gruñéndole al Sr. Rigby mientras atendían las heridas del animal.

Bella masculló palabras que la mayoría de las jovencitas no sabían, al quedarse sola se refirió en voz alta a los orígenes del hombre y a lo absolutamente despreciable que era.

Una vez que terminó de atender a Ciara, sacó un terrón de azúcar del bolsillo de la falda. El hocico suave de Ciara le hizo cosquillas en la palma de la mano mientras comía el obsequio.

-Ahora estarás bien -canturreó Bella dulcemente frotando el cuello de la yegua-. No dejaré que esa bestia se te vuelva a acercar.

Salió de la casilla y echó un vistazo hacia el fondo del establo donde ahora sólo estaban el semental y el encargado. El amo de Khan se había marchado. En buena hora.

Bella empezó a marcharse (antes de que el "príncipe de las tinieblas" regresara y ella sucumbiera ante la tentación de ensartarlo con el tridente más cercano), cuando se tropezó con un objeto sólido como un muro, que, para su desgracia, resultó ser el mismísimo Mefistófeles.

Bella alzó la vista y se encontró con unos ojos verdes que la miraban echando chispas con una expresión en ese rostro cincelado, tan oscura y turbulenta como una tempestad aproximándose.

-¿Ibas a algún lado? - le preguntó con voz ronca de alcohol.

-Sí -logró decir, la proximidad de él le causaba estragos a su estabilidad-. Donde tú no estés. -Intentó rodearlo pero él lo impidió bloqueándole el paso-. Apártate de mi camino.

-Tu maldita yegua arruinó a Khan para servir.

¡Qué idiota tan indignante!

-Te ruego que lo expongas en otros términos. Tu condenado semental arruinó a Ciara para aparearse. Apuesto a que no querrá repetirlo después de lo que tu caballo le hizo.

El apretó la mandíbula moviendo un músculo y parecía que la iba a estrangular.

-No creo que llegues a interpretar el significado de lo que acaba de suceder aquí.

-Bien, déjame ver si mi insignificante cerebro femenino logra entenderlo -dijo con dulzura simulada-. Tu semental montó a mi yegua, acto al que le siguieron dos minutos de éxtasis paradisíaco y ahora estamos en problemas, según tú, el maestro de todas las cosas, cuya cabeza está tan repleta de vanidad que sólo espero que el mismo peso portentoso te tumbe en la boca de una fosa sin fondo.

El tic nervioso de la mandíbula de él se aceleró.

-Sí que sabes provocar a un hombre.

-Eso me han dicho. Una gran mancha para lo que de otro modo sería un compendio ejemplar de logros femeninos, si se pasara por alto alguna ocasional nota discordante en el piano y mi mala suerte en las cartas.

El rostro de él seguía sin cambiar de expresión; si poseía algún tipo de estado anímico, estaba tan enterrado como si no existiera.

-Me debes los honorarios de servicio por el privilegio que acaba de recibir tu yegua.

-¿Privilegio? -preguntó Bella casi sin aliento-. Estarás bromeando.

La expresión de él le revelaba que jamás bromeaba.

-Khan es de Anazah, árabe puro criado en el desierto, con un linaje que se podría rastrear hasta Abbas Pasha.

Ella se daba cuenta de que el semental pertenecía a una raza muy refinada; cada línea de su cuerpo lo revelaba: la elegante cabeza, de forma cónica desde los ojos hasta el hocico; los pómulos de corte anguloso; el suave arco que iba desde el copete hasta la cruz; lomo fuerte, grupa alta, y ancas delicadas; la cola prolija y el muslo corto; bragadas llenas y musculosas aunque no pesadas.

Un animal espectacular, mirara por donde se lo mirara. Cualquier potro que pudiera tener Ciara podría llegar a ser no solo hermoso sino veloz como el viento. Aún así, eso al hombre no le daba ningún derecho a reclamarle nada como si ella tuviera culpa alguna.

-La madre de Ciara era una pony Devonshire salvaje-respondió Bella- y su semental un Dongola árabe, traído directamente desde Knight's Folly.

Él permaneció impávido, absolutamente impertérrito.

-Igualmente pagarás honorarios.

-Yo no haré tal cosa. -De haber sido hombre, ella le hubiese dado un golpe en aquella nariz arrogante. Aquel apéndice alguna vez aristocrático ya esbozaba un leve gesto como si la hubiesen golpeado.

Él acortó la escasa distancia que los separaba y Bella tuvo que controlarse para no retroceder, inclusive cuando él estaba parado tan cerca que apenas una brisa susurraba entre sus cuerpos. Un tremendo calor la recorrió, y se dio cuenta que era él quien lo emanaba.

-Pagarás el honorario -le dijo con voz sedosa-, o pagarás las consecuencias.

Ella lo miró fijamente a los ojos.

-¿Me estás amenazando?

-Sí.

Bella sólo atinó a mirarlo fijamente un momento, asombrada por el grado de atrevimiento. Luego rió:

-¿Es que esta actitud barbárica tuya funciona con la mayoría de las personas? Porque conmigo no. Puedes pisar fuerte y encumbrarte por encima de mí y golpearte el pecho hasta que te pongas azul, que aún así no cambiarás nada. Buenos días.

La tensión se mascaba en el aire cuando Bella pasó junto a él rozándolo. Podía sentir cómo la mirada oscura y penetrante le taladraba la espalda.

¿Cómo se atrevía a pedirle que le pagara? Actuaba como si su yegua hubiese entrado pavoneándose en el establo y atraído al semental con un sonido de sirena, en vez de reconocer que su bestia ingobernable no fue capaz de controlar su lujuria.

¿Había tenido siquiera el tino de preguntar cómo estaba Ciara? ¿O ella misma, por el incidente? Su maldito caballo pudo haberla matado, pero a él lo único que le importaba era la paga por el servicio.

De repente, algo la sacudió. Algo la cogió por la espalda. O alguien, pensó ella con creciente furia. Giró en redondo y descubrió la gran bota de ese bruto pisando el ruedo de su falda; quedó atrapada firme en ese lugar.

-¿Estás loco? -le preguntó furiosa-. Suéltame de inmediato.

Inesperadamente, él lo hizo, pero sólo para cogerla de la parte superior del brazo y atraerla hacia él, contra el pecho. Ella casi le rozaba con la nariz la V del escote de la camisa que le dejaba ver en línea recta la piel tersa y bronceada. Un leve perfume de sándalo le incitó las fosas nasales. Muy agradable. Muy masculino.

Un extraño escalofrío recorrió a Bella cuando echó la cabeza hacia atrás y le devolvió la mirada a aquellos ojos verdes que le hacían pensar en hermosas esmeraldas.

Los cabellos sedosos le cayeron hacia delante cuando él le acercó peligrosamente la boca sensual y carnosa:

-Esto no ha terminado -le prometió.

Sensaciones extrañas crepitaron por las venas de Bella, y casi se le para el corazón.

-Suéltame. ¿O es que tengo que gritar?

Él fijó la vista en sus labios, como si pensara en silenciarla de ese modo, y Bella casi se vio tentada de probarlo. Era tan desquiciante, que el patán bien merecía un castigo.

La soltó un poco pero con los dedos le recorrió el brazo, dejando una huella tibia detrás.

Demasiado afectada por aquel leve contacto físico, Bella lo abofeteó y luego giró en redondo sobre sus talones y se marchó.

Edward la observó irse, con la mano apretada en la cara como un bobo. Había visto venir la bofetada y había dejado que ocurriera. Diablos, merecía una paliza por permitirse a sí mismo distraerse con sólo mirarla.

La hija adorada del duque acababa de arruinarle la posibilidad de ser un poco más brusco aún, lo cual lo dejaba mucho más a merced de Tanya.

De tal palo tal astilla, pensó Edward amargamente, con las manos apretadas a los lados. Pero se maldeciría si alguien se aprovechaba de él esta vez. El destino, que siempre había alimentado su desdén, había creído adecuado echarle sobre las piernas un castigo merecido de cincuenta y cuatro kilos... y él sacaría ventaja al máximo, donde fuese, cuando fuese o del modo en que se le presentara la oportunidad.

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COMENTEN NIÑAS A FINAL DE MES PRIVATIZO EL BLOG
LIZZY

12 comentarios:

Lucy dijo...

Me encanto muchisimo! esta nueva historia esta maravillosa y la verdad no me gustaria dejar de leer,como le hago para obtener mi invitación a tu blog Lizzy? :S Un beso

codigomarvix dijo...

ps la verdad preferiria que lo hicieras POV edward o bella, no me gustan las historias en tercera persona, pero es tu historia tu desicion igual me gusta :3

nydia dijo...

Me encanto este capitulo que encuentro el Edward y Bella esto esta buenisimo..Sigue asi..Besos...Lastima que vallas a privatizar el bolg ,ademas a mi me encantaria seguir leyendo tus historias y si deseas desearia contar con tu invitacion..Cuidate...

nany dijo...

hola me esta gustando mucho este fic, y sobre lo de que vas a privatizar tu blog me podrias dar una invitacion o que terngo que hacer

karely.32 dijo...

genial capitulo :D !
pondrass esta historia en fanfiction ?

Cammy dijo...

Me encanta!! tan bruto que es Edward ¬¬ pero ya quiero ver como sigue :)

V dijo...

Hola!!

Antes que nada quiero q sepas q desde hace tiempo soy lectora fiel de tus historias y con esta no sera la excepcion por lo cual me guatria obtener la invitacion para formar parte de tu blog, te dejo mi corro para cualquier cosa: robsten1983 arroba hotmail punto com

Estare al pendiente...

vyda dijo...

Haaaa!!! este Edward sacaría lo peor de una persona jajajaja, pero aún así es tan sexy por dios, ya quiero saber que mas sigue, un beso...

Romiina_cullen dijo...

wuau!! solo habia tenido oportunidad de leer el cap 1 q dejaste en ff.,...este me ha parecido sensacional...ya entiendo un poquitin mas el perfil de esta Bella :)....se vienen buenos encontrones entre estos dos ejjee
saludos.

Magnolia dijo...

Me encanta esta historia, voy a quedar traumada de por vida si es que privatizas el blog y me quedo sin leer esta historia, como ya te he dicho me encantan tus historias, en facfiction me encuentras como Magtam1830.
Un abrazo.

Ana dijo...

Graciaaaas

Ana dijo...

Graciaaaas

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina