domingo, 17 de abril de 2011

CAPITULO XII LOS BUSCADORES DEL PLACER

DOCE

La locura de él no era de la cabeza, sino del corazón....

Lord Byron
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La mansión estaba tranquila cuando Bella entró con Edward. Habían caminado en silencio, como si el momento pasado en el bosque jamás hubiera ocurrido. Una vez más, Bella había quedado excluida.

Pensando en el papel de Edward con respecto al bienestar de la familia de Kate, Bella recordaba los honorarios que él le había exigido por los servicios de Khan. Ella había creído que sus motivos eran puramente maliciosos; ahora se daba cuenta de que quizás en aquel pedido había existido algo más.
Ella nunca había tenido en cuenta el modo en que él estaría forzado a vivir, ni cómo un hombre con tanto orgullo se manejaba con recursos reducidos. El hecho de apoyarse en otra persona era algo que jamás iría con alguien como él. Tal vez la drástica alteración de su estilo de vida era, en parte, el motivo de su rencor; lo que hacía que él mantuviera alejadas a las personas. El hecho de vivir como un invitado en la casa que hubiera sido suya por derecho no debía de resultarle sencillo.

Bella no sabía qué fuerza mantenía a Tanya ahí, qué lazo invisible lo ataba a estas tierras; aunque era evidente. Quizás simplemente era porque allí había fallecido su padre.

Ella estaba convencida de que lo que en realidad había detrás de aquella frustración y aquel rencor era la muerte del padre, aunque no podía deducir si la rabia estaba dirigida hacia él mismo o hacia su padre.

Una carcajada que venía del otro lado del vestíbulo los hizo detenerse un instante, y Bella reconoció la voz de Tanya. La otra voz también era familiar: Lord St. Giles. Reconocería esa risotada en cualquier parte. Había tenido al hombre colgado del hombro durante toda la noche anterior, casi sofocándola con su cercanía.

Al entrar con Edward a la sala para desayunar, Bella encontró a Tanya y al conde en plena conversación, con las cabezas unidas una con otra. Bella se preguntaba qué sentía Edward con lo que veía. ¿Estaría celoso? ¿Sentiría algo por Tanya? Tal vez no era simplemente el atractivo de la casa lo que lo mantenía allí. Quizás el verdadero atractivo era la mujer que los miraba con una sonrisa sensual que se le dibujó en los labios apenas vio a Edward, con aquellos ojos verdes gatunos que se fueron enfriando al posar la vista en Bella.

-¿Dónde has estado, cariño? -le preguntó con voz adormilada y sensual-. Te he estado buscando por todas partes. St. Giles y yo estábamos a punto de tomar un desayuno tardío. ¿Quieres acompañarnos?

El conde registró a Bella con la mirada, con un gesto algo burlón en la profundidad de aquellos ojos grises cuando inclinó la cabeza. Bella se preguntaba si sería capaz de adivinar lo que había ocurrido entre ella y Edward. ¿Es que la cara de una mujer tenía una luz distinta cuando acababa de recibir placer? ¿Y más si el placer había sido enorme?

Bella notó el gran golpe que el conde tenía en la mandíbula, un magullón oscuro y bastante desagradable. Frunció el ceño cuando una extraña imagen fugaz le vino a la mente: sus ojos nublados abriéndose con dificultad en medio de la noche hasta distinguir dos siluetas peleándose en la penumbra de su alcoba. Pero sólo había sido un sueño, se dijo a sí misma. Como el que había tenido con Edward que la cargaba en brazos con ternura y la depositaba en la cama con cuidado.

-Tengo que hablar contigo -le dijo Edward a Tanya con tono entrecortado, después añadió con énfasis-: a solas.

Tanya se quedó sentada, en postura casi desafiante.

-Puedes hablar adelante de St. Giles. Él no es un chismoso-. Y girándose hacia el conde, dijo-: ¿No es cierto, milord?

-Sí, milady. Soy la discreción personificada. -Y mirando a Edward, agregó burlón-: Di lo que tengas que decir, Masen. Estamos entre amigos.

Su mirada dejó a Bella pasmada. Instintivamente se acercó a Edward para que supiera que ella estaba allí y de su lado.

Edward atravesó al conde con la mirada, con los ojos negros achicados al enfocar la cara del hombre.

-¿Cómo amaneció tu mandíbula, St. Giles?

La provocación era evidente. ¿Es que Edward sí había golpeado al conde? Y de ser así, ¿por qué?

La expresión engreída desapareció de la cara del conde mientras se limpiaba la boca con una servilleta.

-Un poco hinchada, pero no vale la pena mencionarlo. Es extraño que ni recuerde cómo sucedió. Podría llegar a pensar que fui víctima de un ataque gratuito. Pero sólo un cobarde haría una cosa así. ¿Conoces a algún cobarde, Masen?

-Sólo a uno -replicó Edward, con clara complicidad.

El conde apretó los puños.

-Edward, querido -interrumpió Tanya con tono apaciguador-. ¿Qué es lo que te tiene tan fastidiado?

Lentamente, la mirada de Edward se volvió hacia ella.

-Tú.

-¿Yo? ¿Qué he hecho?

-No te hagas la inocente.

-Te dije, St. Giles y yo...

-Me importa un comino lo de ustedes dos. Estoy hablando de la familia Doyle.

Tanya cayó en la cuenta y se le notó en los ojos.

-¿Qué les pasa? -preguntó a la defensiva, alzando el mentón.

-No puedes echarlos de la propiedad. Han vivido aquí desde hace veintidós años. Will Doyle es la piedra fundamental que ha colaborado para que Northcote sea lo que es hoy. Él y mi padre trabajaron a la par cultivando los campos.

-Esa es una historia realmente conmovedora, querido. Pero no puedo aceptar tener inquilinos que no contribuyan con el mantenimiento de la propiedad. ¿Qué pensarían los demás si permito que el hombre y su familia vivan gratis en mi propiedad?

-¿Que posees una pizca de compasión, tal vez? El hombre se está muriendo, por el amor de Dios.

Tanya entrecerró los ojos con enfado.

-Aquí no hay espacio para la caridad. Los inquilinos trabajan, o se marchan. Es así de simple.

-Kate te dio la renta de este mes.

-Sí, qué extraño que tuviera el dinero. Uno podría preguntarse de dónde lo sacó. Hace tres meses que el padre está enfermo y sin embargo ella ha tenido el dinero todos los meses. Tú no tendrás idea de cómo hizo, ¿verdad? -Le lanzó una mirada conocedora.

-Tienes tu maldito dinero -dijo Edward con los dientes apretados-. Entonces déjalos en paz.

Ella suspiró y se estudió los dedos adornados con joyas, como si el tema la aburriera.

-Yo no quiero su dinero. Los quiero fuera de mis tierras. -Alzó la vista-. Y esta es mi tierra, si es que no lo recuerdas. Mi casa. Mis inquilinos. Puedo hacer lo que me plazca.

-Su padre se está muriendo.

Como una reina imperial, alzó la taza de té a modo de orden tácita para que uno de los sirvientes la volviera a llenar.

-Ese no es mi problema, ¿verdad?

La mirada dibujada en el rostro de Edward era aterradora, y en ese instante, Bella realmente creía que él deseaba infringirle a Tanya algún castigo físico.

-Si quieres algo: dilo. ¿Qué es lo que costará permitirles que se queden? Pon tu precio. Siempre tienes uno.

Aquellos ojos gatunos brillaron de satisfacción y una leve sonrisa jugueteó en los labios de Tanya cuando se puso de pie y se deslizó en dirección suya de manera seductora.

-Me conoces demasiado bien, mi amor. -Las faldas voluminosas le rozaron las piernas cuando se acercó a él, hasta quedar a una distancia indecentemente corta, casi rozándole el pecho con los senos, mirándolo sólo a él, sin importarle la mirada de los invitados-.Pero me pregunto qué podrías darme tú que no me hayas dado ya. -Algo implícito ardió entre ambos y Edward tensó el cuerpo-. Sospecho que les diste tus últimos chelines a esos mugrosos indigentes.

Ella suspiró y meneó la cabeza.

-Siempre supe que albergas un afecto anormal por los lugareños y estoy bastante molesta contigo por hacer cosas a mis espaldas. De no ser por Chadwick ni me hubiera enterado. -Rió mordazmente cuando Edward apretó la mandíbula con furia-. Te dije que era un hombre de talento. Entre otras cosas, dijo que te vio visitando a esa gente hace varias semanas.

-Y desde entonces has estado esperando para tender tu trampa.

Ella se encogió de hombros con frivolidad, con una mirada triunfal que se deslizó brevemente en dirección a Bella cuando pasó un dedo delgado de uña arreglada por el hombro de Edward.

-Bien, tenía que ver qué sucedería, si tú aparecerías con el dinero. Como rehusaste a aceptar mi oferta, lo único que se me ocurre es que hayas puesto a tu maldito caballo a servir. Siempre te las ingenias para salir bien parado, ¿verdad, milord? Siempre he sabido apreciar tu ingenio.

St. Giles se puso de pie.

-Qué desafortunado, Masen -dijo el conde en tono burlón, con la malicia brillándole en los ojos mientras se frotaba la magulladura de la mandíbula-. Debe de ser difícil ver a la gente de tu padre excluida.

-Cierra la boca -dijo Edward en voz baja y salvaje-. O te haré tragar los dientes.

-¡Edward! -gritó Tanya-. No permitiré que les hables a mis invitados en ese tono. ¡Discúlpate con St. Giles de inmediato!

Edward se acercó a Tanya y Bella alcanzó a ver en ella un destello de temor que la dejó pálida.

-No me disculparía con esta larva ni aunque me cubrieras de parásitos carnívoros y los dejaras hacerse un festín con mi cuerpo por el resto de vida que me quedara.

-¡Pero qué bastardo tan arrogante! -siseó St. Giles- Debiste de haber seguido a tu padre por el acantilado.

El instante siguiente fue borroso, Edward se abalanzó y se zambulló sobre la mesa del desayuno; St. Giles abrió los ojos pasmado mientras la maciza mano de Edward le envolvía la garganta.

Una cacofonía de sonidos estalló con la gente que gritaba, St. Giles que jadeaba y la vajilla que se rompía.

-¡Edward! ¡No! -imploró Bella. Si mataba a St. Giles... Ella intentó quitarle las manos ferozmente atenazadas, pero estaban demasiado apretadas. El conde empezó a ponerse azul.

Sabiendo que Edward mataría a St. Giles si ella no encontraba un modo de detenerlo, Bella se subió a la mesa, rompiendo las copas al tirarlas al suelo mientras trataba de ponerse frente a él, para que la mirara.

-Por favor, Edward -le rogó, poniéndole las palmas de las manos en las mejillas; tenía la piel tan ardiente que casi la quemaba- No lo hagas. Él no vale la pena. Por favor... por favor, suéltalo.

Sus ojos brutales, temibles y oscuros, cortaron el aire en dirección suya como si ella fuera otra amenaza que tenía que aniquilar.

El corazón de ella latía salvajemente y tenía los pulmones oprimidos por el temor. A pesar de ello se mantuvo firme, obligándose a sostenerle la mirada.

-Edward, él no vale la pena. Por favor, déjalo.

Pasó un segundo, luego dos, tres. Finalmente, como un torno cuando se abre, soltó al conde, que retrocedió trastabillando y cayó en la silla cogiéndose la garganta con las manos y jadeando por recuperar el aire.

-Veré que... pagues por esto... bastardo -le prometió el hombre con la respiración agitada, con las marcas de los dedos de Edward como claro recordatorio de lo que acababa de suceder.

-¡Dios santo, Edward! -exclamó Tanya, cuando la conmoción dejó paso al enfado-. ¡Mira lo que has hecho! ¡Esta era mi mejor vajilla de cristal y porcelana!

-¡Al diablo con tu condenada vajilla de cristal y tu porcelana! -exclamó ahogado St. Giles-. ¡Este lunático casi me mata! Insisto en que llames al alcalde. Este canalla debe ser encerrado.

-Si te hubieses metido en tus propios asuntos, nada de esto hubiese sucedido -respondió Tanya bruscamente.

-¿Me estás echando la culpa a mí? -Una ola de furia le sofocó el cuello cuando el conde se puso de pie bruscamente.

-Apártate de mi vista antes de que me tiente con arrojarte algo.

El hombre irradiaba ira, y con la mirada cortaba a Edward en rebanadas. Con una promesa en los ojos que advertía que aquello aún no había terminado se marchó de la sala hecho una furia, disgregando a la multitud que se había juntado en la entrada, con expresiones entre el horror y la fascinación.

-Ven conmigo -insistió Bella con calma, al tiempo que cogía a Edward de la mano y bajaba de la mesa, escuchando apenas el ruido de vidrios rotos cuando Edward la siguió; los pedazos sonaban bajo sus pies enfundados en botas cuando se paró frente a ella, con aquella mirada salvaje que todavía no se le había borrado de los ojos.

Bella se dio la vuelta y encontró a Tanya que observaba sus manos aferradas, con mirada desafiante cuando alzó la cabeza. Bella le devolvió el reto, con una fuerte necesidad de proteger a Edward que crecía en su interior.

Él se soltó bruscamente y se apartó, y a ella esa actitud le atravesó el corazón y el orgullo. Tanya sonrió con satisfacción, burlándose de ella.

-¿Qué es lo que quieres, Olivia? -le dijo, con voz impávida mientras miraba por la ventana que daba a los jardines, con las manos hundidas en los bolsillos de los pantalones.

-Bien -comenzó ella- hay una cosa, como ya sabes, pero creo que obtendré ese deseo. -Lanzó una mirada a Bella, con una sonrisa maliciosa aún dibujada, y Bella supo que ese comentario tenía algo que ver con ella. La falda de Tanya crujió cuando se desplazó hacia Edward como deslizándose hasta detenerse a su lado junto a la ventana-. Al parecer, milord, ya poseo todo lo que alguna vez fue suyo.

Edward se giró apenas para mirarla.

-No todo.

-¿De veras? -Echó la cabeza a un lado-. ¿Qué queda?

-Khan.

-¿Esa bestia? -se burló ella-. ¿Qué podría yo querer de él?

-Khan es el mejor caballo de la región. Ninguno de los tuyos se compara con él. Una vez los criadores viajaron cientos de kilómetros para hacer servir a sus potras con su semen.

Tanya lo observó un instante, luego asintió con la cabeza lentamente.

-Es muy bueno, ¿verdad? Podría cobrar una suma exorbitante por sus servicios, dejando una lista tan exclusiva que la gente reclamaría derechos de reproducción. También podría hacerlo servir a mis yeguas para engendrar generaciones futuras. Sí, -murmuró con una sonrisa creciente-. Reconozco las ventajas.

-Entonces es tuyo con una condición.

-No creo que estés en condiciones de negociar.

-O accedes o no hay trato.

-Cuando escuche tu petición entonces lo consideraré.

-Si quieres a Khan, entonces no podrás echar a los Doyle ni a ningún otro inquilino de estas tierras.

-¿Cómo? ¡Eso es ridículo! Has llegado demasiado lejos...

-Ganarás dinero más que suficiente para compensar cualquier inconveniente. Tómalo, Tanya. Te estás llevando todo.

-Bien -dijo ella finalmente-. De veras me estoy llevando la mejor parte de este trato. Está bien. Acepto. Hay otros modos de mantener a los lugareños a raya. -Sonrió de manera provocadora-. ¿Brindamos por mi buena fortuna?

Edward la ignoró y se marchó, con una ligera risa de ella tras sus pasos. Al llegar al umbral, él se volvió y le advirtió:

-Mantén a St. Giles fuera de mi vista o la próxima vez mataré a ese gallito pedante.

Luego se marchó.
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ACTUALIZACION EL DIA MIERCOLES
LA HISTORIA ES DE 24 CAPITULO MAS EPILOGO PARA LAS
QUE PREGUNTABAN BESOS

8 comentarios:

nany dijo...

hola me encanto tu cap
como odio a tanya me desespera

brigitteluna dijo...

me encanto cada vez se pone mejor la historia..detesto atania es unma arpia

lorenita dijo...

hola,buen capítulo, uf esa tal tania como me cae mal, no tiene sentimientos.....espero que a pesar de todos los obstáculos edward y bella puedan ser felices! saludos a todas!!!

Angeles dijo...

Buenos dias LIzzy, bueno digo, porque aqui en España son las 12 de la mañana. Esta historia está genial. Realmente me está gustando como manejas los personajes, algunas veces es predecible como puede seguir una historia, quizas porque deseas que en ella se vean tus propios deseos, pero aqui no se realmente por donde podemos seguir, pero es intrigante. Sbremos en los proximos cap quienes eran el reverendo y su esposa en la vida de Edwrd y su padre? parecen importantes para él no?. ah! queria decirte que me ha asombrado mucho (me ha encandilado) la situacion donde Edward antepone los deseos de Bella a los suyos para darle placer sin buscar el suyo propio, al menos no fisicamente, pero estoy segura de que existe una satisfaccion interna que sería digna de escuchar. Muy bien. ESperare con impaciencia el prox cap, aunque me voy fuera unos dias y no tendré internet. Gracias por seguir escribiendo.

nydia dijo...

Hola preciosa me encanto este nuevo capitulo y dios si no hubiera estado ella alli creo de el hubiera cometido uan locura...Sigue asi..Besos...

Unknown dijo...

hola lizzy. bueno este cap me hizo enojar!!! es que esa Tanya es despreciable!!! osea el señor se esta muriendo!! y ella quiere echarlos??? asshhhhh

y Edward ofreciendo su caballo!!! awww que bonito gesto de su parte!!

y buena Bella como que no hizo mucho en este cap jajaja pero evitó que matara al otro tipo XD

Gracias por el capi. Saludos

Cammy dijo...

arrrgg! maldita Tanya! y ahora se quedará sin Khan u.u puxa!

Ana dijo...

Yo lo hubiera matado.... Y a Tania. Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina