sábado, 7 de mayo de 2011

CAPITULO XIX DE LOS BUSCADORES DEL PLACER

DIECINUEVE

No es suficiente con conquistar; hay que saber seducir.
Voltaire

 
La boca de Edward le cubrió el suave jadeo de sorpresa, las palabras de él le encendieron una llama de esperanza en el corazón mientras le echaba los brazos al cuello. Una mano enorme la aferró de la cintura y le masajeó suavemente la piel por debajo del vestido, encendiéndole una lumbre que empezó a arder en su interior.

Le besó las mejillas, el mentón, la garganta; ella arqueó el cuerpo cuando él pegó sus labios a la piel que había debajo del canesú. Le acarició todo el costado del cuerpo hasta llegar al pecho, delineando toda su forma y luego lo cubrió descaradamente. Bella gimió dentro de la boca de él con la primera caricia en los pezones.

-Dios -gimió él-. Eres tan dulce y sensible. -Le acarició el cuello con la nariz, con los cálidos labios como en una caricia embriagadora. Bella susurró su nombre, estimulándolo. Apretó la mejilla contra la de ella y con voz ronca contenida le dijo-: Tengo que parar o te tomaré aquí mismo, amor.

A Bella le llevó un instante darse cuenta de que estaban a la intemperie, donde cualquiera podía verlos.

Bajó del regazo de edward casi de un salto. La risa ahogada de él cuando se detuvo confundida la molestó, y miró a su alrededor para ver si había alguien cerca. Afortunadamente, la hora avanzada había dejado el cementerio prácticamente vacío.

Echó una mirada a Edward y notó el brillo divertido en sus ojos, junto con la pasión reprimida.

-Eres perverso -lo regañó, con una sonrisa renuente que le curvaba los labios al verle la expresión de lujuria, con la cicatriz del rostro apenas visible en la oscuridad.

Desvió la mirada hacia aquella línea delgada. Vaciló y luego extendió la mano para acariciarla. Él no la detuvo. La piel era sedosa al tacto, un notable contraste con la textura áspera de la mandíbula.

-Le escribí a mi padre -dijo ella, sintiendo la tensión que invadió el cuerpo de Edward ante el comentario-. Me dijo que jamás se enteró de que habías ido a verlo. Que de haberlo sabido, hubiera hablado contigo. -Le pasó el dedo a todo lo largo de la cicatriz y sintió su leve estremecimiento. Luego se inclinó y la besó.

-Bella -gimió él como una súplica.

-Él está apenado por lo que te ha sucedido, Edward... del mismo modo que siente terriblemente lo que le sucedió a tu padre. Él jamás tuvo la intención de hacerle daño al conde. -Ella se detuvo, con la esperanza de que él dijera algo, pero se quedó quieto y callado-. Me dijo que si deseabas hacerte cargo de tu puesto en la Cámara de los Lores, contarías con todo su apoyo.

La miró largo rato y Bella se preparó, pensando que él iba a explotar, pero en cambio él asintió con la cabeza. La había escuchado, y le había prestado atención. No podía pedir más.

Ella se estremeció cuando una ráfaga de aire fresco le rozó la piel y le hizo recordar que no había llevado su chal. Edward se quitó el abrigo y se lo puso sobre los hombros. El calor de su cuerpo había impregnado el forro: el perfume de sándalo y cigarro le resultaba reconfortante mientras él la ayudaba a ponerse de pie.

Bella se cubrió los labios con la mano y luego apoyó la palma en las dos tumbas de los abuelos:

-Je t´aime -susurró y dejó que Edward la guiara.

Caminaron durante un momento en un agradable silencio, con el viento que les acariciaba las mejillas, el aullido de un búho y el coro lejano de unos gatos cual dulce música para sus oídos.

Al final del sendero, Edward se detuvo.

-¿Qué es eso? -Le preguntó señalándole con un gesto una cripta que había en una esquina, con una triste doncella victoriana adornando el frente.

-Esa es la tumba de Chopin.

-¿Y para qué están allí todos esos pedacitos de papel?

-Los amantes meten notas en las grietas. Se ha convertido un poco en leyenda y dicen que en realidad la doncella es un ángel de la guarda.

Edward miró a la estatua de manera inquisitiva y luego miró el bloc de dibujo de ella.

-¿Te molesta?

Bella negó con la cabeza, y observó como iba hasta el final del bloc y cortaba un pedacito de papel que no servía

Garabateó algo con el extremo fino del lápiz de dibujo al carboncillo. Ella trató de espiar por encima del hombro, pero él le tapó la vista. Luego se acercó y metió el pedazo de papel en el espacio estrecho que había a la altura del talón de la doncella.

-¿Qué has escrito?

El le sonrió.

-Es para que lo sepamos sólo Chopin y yo. -Entrelazó los dedos en los de ella, rehusándose a satisfacer su curiosidad mientras salían del cementerio hacia el bulevar donde él llamó a un coche y le dio la dirección al conductor.

La ayudó a subir. Bella se acomodó las faldas y luego alzó la vista y lo vio todavía parado fuera, con las manos hundidas en los bolsillos y aspecto indeciso.

-¿Vienes? -le preguntó ella.

-¿Quieres que vaya?

La respuesta llegó rápidamente:

-Sí. -Ella no estaba segura de cómo terminaría aquella noche. Tenía deseos de conocer a este nuevo Edward Masen solícito, de saber de él todo lo posible. El vehículo se hundió un poco cuando él subió y cerró la puerta tras de sí, quedando encerrados en un capullo oscuro salvo por la luz tenue de un farol que había a un costado del coche.

El suave ruido de los cascos del caballo sobre los adoquines y la luz que se mecía por el movimiento del carruaje la adormecieron. Edward extendió las largas piernas a ambos lados de las de ella; se miraban fijamente, con el deseo que habían logrado contener aún hirviendo en la superficie.

-Si ahora pudieras estar en otra parte -murmuró ella repitiendo la misma pregunta que él le había hecho antes-, ¿dónde estarías?

Los cojines que tenía debajo crujieron levemente cuando él se inclinó hacia delante, le tomó las manos y le acarició los nudillos y las palmas con movimientos lentos y rítmicos.

-Estaría aquí mismo, donde estoy ahora -le dijo. Luego la besó, suave, respetuosamente, pero con un deseo que la quemaba.

-Edward... -Sus labios susurraban con ansia al tiempo que le acariciaba la mejilla con el dorso de la mano. Él levantó la cabeza y le depositó un cálido beso en el centro de la palma.

-Ven aquí. -La asió de la muñeca y con suavidad la instó a acortar la distancia que los separaba y la volvió a sentar sobre sus rodillas-. Así está mucho mejor.

Le levantó la mano y le besó cada uno de los dedos, luego en la parte interior de la muñeca, subió por el antebrazo hasta encontrar la piel sensible de la unión del codo, con una sensualidad tan diligente que a ella la volvía loca.

Bella cerró los ojos y suspiró con agradecida entrega, consciente de cuánto había deseado tener esta intimidad con él. Le rozó los pechos turgentes con la barbilla hasta llegar al lugar donde no había tela que se interpusiera a sus labios exploradores. Luego la besó de nuevo con posesivo ardor.

El levantó un poco la cabeza y la miró con los ojos entrecerrados. Le tembló un poco la mano cuando subió hasta el cuello y casi le cubrió la clavícula entera.

-Tan frágil. Tan dulce. -Bajó la palma de la mano hasta los pechos y Bella se mordió el labio, aguardando, deseando.

El comenzó a trabajar para soltar los pequeños botones de nácar, y le bajó el canesú hasta que los pechos queda-ron expuestos, con los pezones ya erectos.

-Preciosos -dijo él, con voz ronca y deseo al tiempo que besaba cada una de las puntas doloridas. La caricia casi susurrada la hizo vibrar con anticipada excitación-. Son tan erectos y rosados... -La volvió a probar, la succionó largo tiempo y la hizo retorcerse. -Los siento como seda en mi lengua. Y cuando los chupó fuerte se amoldan a mi boca -Torturó las puntas, lo que le provocó un torbellino de placer en su interior- y tú gimes mi nombre. Sí, así. Como un sonido juguetón en el fondo de tu garganta. Dios, eso me vuelve loco. -Lamió las puntas prominentes.

Bella se sentía esclava de su cuerpo, deseando ardientemente lo que Edward la hacía sentir.

-El cochero -murmuró ella vagamente al tiempo que el carruaje comenzaba a disminuir la velocidad.

Edward la protegió con el cuerpo, bajó el panel que había detrás y le pidió al cochero:

-Siga hasta que yo le diga que se detenga. -Luego cerró el panel con un ruido seco.

-¿Qué va a pensar?

-Me importa un bledo. Y ahora, ¿dónde estábamos? Ah, sí. Tus hermosos pezones y cómo los siento en mi boca. -Se inclinó y se colocó una punta dolorida entre los labios y lo rozó apenas con los dientes, aumentando su sensibilidad.

Bella sintió la mano de él en el tobillo, subiéndole las faldas, su palma cálida rozándole la pantorrilla, incitando ese sitio sensible en la parte de detrás de la rodilla, hasta llegar entre medias de los muslos, invitándola con suavidad a que abriera para él. Ella lo hizo.

Él la cubrió con la mano, deslizando un dedo a través de los vellos rizados hasta encontrar la perla caliente en el interior.

-Se siente tan bien... -le dijo con un tono muy ronco que le brotaba de la garganta-. Pero sabes aún mejor, con una deliciosa crema. Y esto -le dijo al masajear el clítoris en círculos lentos- es como una fresa dulce.

Las palabras provocaron una cascada de calor que invadió a Bella, con imágenes de la boca de él allí abajo, succionan con el mismo ritmo delicioso que lo hacía con los pezones.

Él bajó la cabeza hasta la curva del cuello.

-¿Estás pensando en mi boca ahí?

-Sí -suspiró ella.

Ella podía sentir su sonrisa en la piel. Luego la puso de pie y la sentó de espaldas a él.

-Pon las piernas encima de las mías.

Obediente, Bella hizo lo que le pidió. Él le subió la falda hasta la cintura y ella quedó sentada encima cual mujerzuela, con las piernas abiertas y el sexo expuesto. Él abrió mas las piernas y la abrió hasta que ella quedó tensa y temblo.

Le besó el hombro y la nuca, mientras le apretaba contorno de los pechos y los moldeaba, excitando los pezones al masajearlos con los dedos.

-¿Cómo se siente esto? -le murmuró al oído.

-Sí -dijo ella con un gemido bajo y enronquecido. Oh, sí.

Deslizó una mano lentamente hasta el estómago ella tembló por anticipado cuando él deslizó los dedos en el interior del valle húmedo y volvió a encontrar esa protuberancia palpitante una vez más.

Bella se arqueó y soltó un gemido al sentir tan exquisito el dedo largo de Edward en contacto con la carne inflamada con cada terminación nerviosa que ardía en llamas. Los pechos altos y turgentes en contraste con la caricia suave de los dedos en los pezones le provocaban una sensación mucho más maravillosa.

-Edward -le dijo ella con voz quejumbrosa, con el cuerpo que alcanzaba una cima celestial.

-Sí, amor. Déjame sentirte.

Ella jadeaba mientras él le masajeaba los pezones, con la mano extendida tan ancha que podía cubrir ambas puntas calientes al mismo tiempo, y con el otro dedo le acariciaba su centro, entre los labios inferiores, y lo deslizaba en su interior, entrando y saliendo mientras torturaba el sexo húmedo con el pulgar.

-Piensa en mí dentro de ti -le dijo en tono bajo, ronco, con la respiración cálida pegada al cuello-. Bien adentro, todo lo que dé. Moviéndome así. -Deslizó otro dedo más en su interior y empujó más hasta hacerla elevarse.

Bella se sentía inconsciente, drogada; no existía nada más que Edward y lo que le estaba haciendo.

Él miró cómo sus manos jugaban con los pezones, apretó la mandíbula al rodear los capullos erectos, tirando de ellos, apretándolos y dándoles golpecitos hasta que el útero palpitó y tensó los músculos alrededor de sus dedos.

-Sí, así -urgió él, atrayéndola más hacia sí.

Con un gemido él tiró de una de las puntas dilatadas que había metido en ese infierno ardiente de su boca y con el primer azote de la lengua en la punta dolorida, Bella llegó al orgasmo: las palpitantes convulsiones le brotaban desde lo más profundo de su ser, una tras otra, hasta caer en espiral en un fundido letargo.

-Delicioso -le susurró él al oído, haciéndola ruborizarse al pensar cómo se había retorcido pidiendo más-. Eres tan increíblemente adorable cuando recibes placer... No me canso de ver con cuánta pasión me respondes, o cómo mis manos sienten tu cuerpo.

Bella metió la cabeza debajo de su barbilla, sentía una timidez poco característica.

-Yo también quiero satisfacerte.

-Lo hiciste. -Le levantó la cabeza-. Con sólo tocarte yo también me excito. Cuando te corriste y yo tenía los dedos dentro de tí, esa sensación caliente y húmeda que me apretaba... Cielos, casi me corro al mismo tiempo. Eso jamás me había sucedido antes. Me excitas tanto que siento que voy a explotar. -Empujó suavemente su entrepierna contra el trasero de ella para probárselo-. Pero aquí no. Así no. Te quiero en una cama con sábanas suaves y velas.

Le besó los pezones por última vez al tiempo que se enderezaba. Con gesto amable le acomodó el canesú, le bajó la raída y la acunó en el pecho como lo había hecho antes

Bajo el panel y le habló de nuevo al cochero mientras

Bella yacía lánguida entre sus brazos. Lo había perdonado. Él había ido a París por ella. La había extrañado. Y eso seguramente quería decir que estaba interesado en ella

Un momento después, se detuvieron frente al número doce de Rué de la Chausée d´Antin, la casa de ella. Edward la besó con pasión y con reticencia la devolvió al asiento que tema enfrente; aquellos ojos de azul profundo prometían placeres que ella apenas podía imaginar.

La cogió de la mano y le depositó un suave beso en el dorso mientras el cochero desmontaba para bajar la escalera y luego la puerta se abrió.

Pero no era el cochero quien estaba al otro lado, mirándolos fijamente con una ceja levantada con un gesto recriminatorio y aquella sonrisa cruel.

Sino Tanya.

-¡Cariño! dijo canturreando-. ¡Qué terriblemente malvado por tu parte dejarme esperando! Dijiste que nos encontráramos aquí a las nueve en punto, ¿verdad? Complacer a la jovenzuela te habrá llevado más tiempo del que esperabas, no es así?-Le lanzó una mirada a Bella, claramente intencionada, mientras la evaluaba de arriba abajo sin perderse detalle de los cabellos ni de la ropa desordenada, ni del rubor de sus mejillas y la parte superior del pecho-. A juzgar por las apariencias, es evidente que te fue bien.

Bella se quedó congelada en el último escalón. La mano de Edward le quemaba en la espalda, tenía el cuerpo tenso. La felicidad que acababa de sentir comenzó a desmoronar-se ante sus ojos.

-¿Qué diablos es lo que estás haciendo aquí, Tanya? -exigió edward con tono furioso, al tiempo que ayudaba a Bella a descender el último escalón cuando sus miembros ya no le respondían.

En algún rincón de su mente, Bella se dio cuenta de que él la aferraba fuerte del brazo, como si pensara que fuera a huir, pero ella no lograba reunir fuerzas para soltarse de un tirón, correr escaleras arriba y alejarse de ellos para protegerse de lo que, temía, se avecinaba.

-Como dije, te estaba esperando.

-Ya sabes de lo que estoy hablando. ¿Qué es lo que estás haciendo aquí en París? Te dejé en Devon para que te pudrieras en el infierno.

Tanya rió, dándose coquetos golpecitos en el antebrazo con el abanico, como si estuvieran en medio de un salón de baile en vez de en una calle polvorienta.

-No seas ridículo, querido. Llegamos juntos.

-Lárgate de aquí, Tanya -le advirtió edward-. Y no vuelvas. Si te vuelvo a ver, no te agradarán las consecuencias. -Sin aflojar ni un milímetro, él tiró de Bella hacia la entrada de la casa.

-Ay, querido. Llegué demasiado temprano, ¿no es cierto? Ella aún no pronunció las palabras, ¿verdad?

El tiempo parecía correr ajeno a ese momento cuando Bella se detuvo y miró a Edward; rogaba desde el fondo del corazón que no se hubiera burlado de ella otra vez.

-Maldición, Bella, no la escuches. Yo no vine con ella. Te lo juro. Está mintiendo.

-¿Qué se suponía que tenía que decir yo?



-Nada. Dios... todo cambió, ¿no lo ves? No pude hacerlo. Yo... -Su rostro tenía un manto de arrepentimiento y desesperación-. No pude hacerlo.

-¿Qué es lo que no pudiste hacer?

-Ya no tiene importancia. No lo hice. No lo haría. Se lo dije.

-Mi querida Lady Bella... -Tanya extendió la mano para consolarla y la apoyó ligeramente en su brazo.

Bella retrocedió de un salto.

-No se atreva a tocarme -le ordenó, con una creciente ola de furia que reemplazaba el entumecimiento que la había tenido invadida.

-Comprendo lo que debes estar sintiendo -le dijo Tanya con un tono de falsa afinidad-, pero, por favor, no le eches toda la culpa a Edward. Me temo que yo tengo tanta culpa como él. Sólo fue un juego, ya sabes, ideado por dos amantes agotados que simplemente buscaban una diversión para aliviar su aburrimiento.

-Cállate, Tanya -gruñó Edward con los dientes apretados.

-Ya nos han descubierto, milord. Ya no hay necesidad de seguir fingiendo. Tenemos el deber de confesarle nuestras maldades a la dama. -Volvió a mirar a Bella-. Realmente no pensé que llegaría tan lejos.

-Bella -dijo Edward apenas, al tiempo que se puso frente a ella y apartó a Tanya-. No la escuches. Yo te amo. Te lo hubiera dicho antes, pero... Dios, tenía miedo. Eres demasiado buena para mí. Pensé que podía dejarlo pasar, olvidarte. Pero no pude.

-Dile la verdad, Edward. Dile que la usaste para recuperar tu casa.

-Yo no te he usado, Bella. Yo te deseé. Siempre te he deseado.

-Cuéntale la apuesta que hicimos -lo provocó Tanya.

El miró a Bella de modo suplicante.

-No pude llevarla a cabo.

-Ya ve, milady -continuó Tanya-, lo que no te dije en Devon fue que tu deshonra no sólo tuvo que ver con la venganza. Sí, Edward quería vengarse de tu padre.

-¡Cállate, maldita seas! -amenazó Edward, al tiempo que dio un rápido giro para mirarla de frente.

-Pero también quería recuperar su casa -continuó

Tanya audaz-, y yo también quería algo. Un hijo de Edward. Y él estaba más que dispuesto a dármelo, si no lograba cumplir con su parte del trato.

Edward avanzó y aunque ella retrocedió las palabras se siguieron escuchando.

-¿Qué mejor manera de vengar la muerte del padre que tomando no sólo tu virginidad sino también enamorándote perdidamente? Él no quería tu corazón, querida. Él quería tu alma.

-¡Cállate! -rugió Edward.

-Bastardo enamorado. -Rió ella salvajemente-. Condenado estúpido. ¿Crees que ella podría llegar a interesarse en alguien como tú? Ambos somos de la misma especie, milord. Pecadores hasta el extremo: nada nos preocupa fuera de nuestra propia gratificación personal. ¿Cómo crees que llegaste tan lejos? Porque eres un canalla vicioso. Lo único que te interesaba era meter tu miembro en la próxima mujer dispuesta y dejaste a tu pobre padre sufriendo porque necesitabas satisfacer tu pene.

-Ya basta. -La orden salió de boca de Bella.

-No -dijo Tanya enérgicamente-. No está ni cerca de ser suficiente. Has sido embaucada por un experto, niña. Como yo tenía mucho en juego, tenía que proteger mi inversión. Edward es tan habilidoso en el arte de la seducción... ya ves que yo sabía que iba a llevarte a la cama y te tendría profesándole amor eterno antes de que te dieras cuenta de lo que estaba sucediendo. ¿Crees que él estaría aquí si hubiera logrado que le dijeras que lo amabas en Devon?

Piensa, querida: Edward estaba dispuesto a darme todo lo que deseaba, hacer lo que le dijera o desempeñar cualquier acto sexual que yo deseara, con tal de permanecer en la casa

¿Crees que echaría a perder todo ese arduo trabajo por una tonta virgen como tú? Te he hecho un tremendo favor, querida. Pregúntale tú misma si no me crees.

A Bella le dolía todo el cuerpo por la frustración; con movimiento lento lo miró.

-¿Es cierto lo que está diciendo? ¿Todo fue... todo fue porque querías recuperar tu casa?

El se apoyó en la pared, con la cabeza echada hada atrás y la vista puesta en el cielo nocturno.

-Pensé que sería tan simple... -dijo con voz hueca-

Pensé que sabía cómo jugaría cada parte. Que tú no me importarías; que no te desearía. Y por Dios juro que creí que no te necesitaría.

Pero tú me desafiaste en todo momento. Me cambiaste. -Movió la cabeza contra la piedra dura, con los ojos vacíos al mirarla, como si ya no estuviera allí-. Por un breve instante, hiciste olvidarme de quién era.

-¡Qué sensiblero! -pronunció lentamente Tanya con tono de indignación-. Está tan deshecho por la culpa ¡qué patético! Bien, querido, ya que has llegado tan lejos, bien podrías confesarle a tu amada el resto. Después de todo, es una historia tan interesante...

-No -le rogó él-. Si te importo algo, Tanya, no lo hagas.

-Claro que me importas (tanto como te importo yo a tí y ambos sabemos cuánto es). Te advertí que no me trataras tan cruelmente. Había tanto que aprovechar de tí... incluso tu adorable pene, capaz de hacerle a mi cuerpo, tan sublimes maravillas. Pero St. Giles ha ocupado tu lugar en mi cama y aunque ni sus habilidades ni su virilidad son comparables a las tuyas, hace lo que yo digo. Entonces, ya ves, ya no te necesito Tus servicios han concluido. De todos modos, ya no vales nada. ¿Qué tienes? Nada. Eres un conde desahuciado. Puedes pudrirte en la calle, mi amor. Así es como me importas

-¿Por qué le hace esto? -le preguntó Bella, dolida por Edward; sabia que, sin importarle que él le hubiese roto el corazón, ella sencillamente no podía dejar de amarlo. Tenía que defenderlo, pues él había caído demasiado bajo como para hacerlo por sí mismo.

-¿Por qué? -rebatió Tanya con una fuerte carcajada-Porque puedo. Pero realmente, ¿qué puede saber de esto una simplona como tú? Tú abres guerra con las palabras, cuando contra un hombre una guerra es mejor ganarla con el sexo. Tienen el cerebro en los pantalones, querida mía. Te aconsejo que tengas eso en mente.

-Yo no necesito ningún consejo suyo. Usted es una bruja cruel y calculadora.

-Ah, finalmente lo estás descubriendo. Pero antes de que empieces a ponerme rótulos y sentirte apenada por este débil proyecto de hombre, considera lo siguiente: él se confabuló en contra tuya. Tú fuiste un títere. -Le lanzó una mirada maliciosa a Edward, que estaba desplomado contra la pared, con la cabeza entre las manos-. Ahora cuéntale, Edward. Dile por que debería arrojar toda la culpa sobre tus espaldas. Cuéntale el detalle que empeora mucho más todo lo que le hiciste

-Por favor, Tanya -se quejó él, negando con la cabeza-. No lo hagas.

Ella se burló:

-A juzgar por tu tono, veo que estás absolutamente derrotado. Bien. Se lo diré yo. -Miró a Bella a los ojos mientras con calma se acomodaba los guantes como si no estuviese a punto de aniquilar verbalmente a un hombre en la calle- El padre no saltó desde el acantilado, milady. Su propio hijo lo mató.
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wiiiiiii el otro dia me equivoque y le puse cap xix pero en realidad era el xviii ahora si les dejo el cap 19 bes0s.




13 comentarios:

lorenita dijo...

wow,y más wow!! me quede helada con este capítulo..fue tan intenso!!! cada vez esta muchisisimo más interesante!!! felicidades lizzy!!

RooCh .... (Yop) dijo...

Lizzy!!! el capitulo acompañado con las fotos... Ufff!!! Ducha fría para Rooch!! Jajaajaja Mi mente recreo la escena del carruaje como si fuese la escena de una película, genial la descripción del entorno!! Quiero un Edward!! Grrrrr!! No la soporto a Tanya!!! Que odiosa!! Como Edward no la quiere es rencorosa y mala … Espero que Bella no se deje influenciar por los comentarios de la bruja de Tanya… Me encanta LBDP!!! Besotes!!!

brigitteluna dijo...

woah esa tania es una bruja de lo peor y pobre tania se va a romper de la desilucion

Elizabeth Abigayl Masen dijo...

OMG eso fueeeee realmente muy intenso como siempre no me vas a dejar dormir nena con APUA no e dormido en toda la semana por q me dejaste a medias con ese final y ahora con LBDP
ahhhhhh
me voy a matar ehhhh

Unknown dijo...

haaaaaaaaaaaaaaayyyyyy Lizzy!!! haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Dios primero me lanzas toda esa caballería ardiente y luego ese final de cap super intrigante!!!

Ahora mi pobre Edward está acorralado y esa mendiga Tanya asshhh me choca!! esta bien ardilla!!!

Ojalá Bella no se lo tome tan literal y no sufra más

Gracias por el cap!!

Cammy dijo...

No puedo creer esto!!!! Maldita Tanya! y todo iba taan bien! y ahora? arrrgg!
y como es eso que mató a su propio padre! no entiendo :/

muy bueno el cap :)

karely.32 dijo...

OMG!!!
esta genial1 ! !

vyda dijo...

Haaaaaa!!!, estoy que me desmayo, por dios de verdad el mato a su papá, no lo puedo creer, aunque por favor matemos a Tania, yo digo que la linchemos para que se le quite lo mala leche y no se por que presiento que nuestra Bella va a dejar a Edward, ufff y es que con todo lo que le dijo la arpia esa es lo unico que va a lograr, pero que no sea por mucho tiempo por que nuestro Edward merece una segunda oportunidad, besos y esto esta cada vez mas buenisimo!!!!

Caresme dijo...

Por dios que cosa mas fuerte como q el lo mato , no eso si no
Excelente lo del carrueaje , necesito un baño frio con todo y hielos incluidos ...

nydia dijo...

Hola mi niña me encanto y me as dejado intrigada dios como Tanya pudo confesar eso asi tan cruelmente ,pobre Edward que hara ahora....Besos...

Vianey dijo...

Me faltaba por leer este capitulo que desemboca lo demas y poder entender como salio Tanya en la vez. Fue un capitulo calientito pero tambien intenso con las confesiones de Tanya que ojala tenga su merecido por manipuladora y cruel.

Negriithaah dijo...

OH DIOS MALDITA PERRA INSENSIBLE T___T pobre Bella y Edward como tan estupido que se queda callado AHHHHHHHHH esto esta que arde >.<

Ana dijo...

Qué arpía

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina