miércoles, 12 de octubre de 2011

La novia robada del highlander capitulo 10

Capítulo 10
Edward echó una mirada al reloj sobre la repisa: un cuarto para la medianoche. Pronto estaría golpeando a la puerta de Bella. Pronto estarían aclarando el asunto. Deseaba con todas sus fuerzas que ella bloqueara la puerta con barras de hierro; con la misma intensidad rogaba que ella lo tomara entre sus brazos y lo llevara a su cama.
Era una locura. ¿Qué estaban haciendo? ¿Qué estaba haciendo él? Se sentía tan nervioso como un imberbe muchacho. Se había ganado su membresía en Los Buscadores de Placer de buena ley, y era una cuestión de honor proveer a sus mujeres de tanto placer como ellas le daban a él.
Pero se trataba de Isabella. Ella era un tipo de mujer completamente diferente; acostarse con ella significaba demasiado como para tomarse el asunto a la ligera.
Se peinó el cabello con la mano. Debería haber cancelado todo el asunto en lugar de ponerla en evidencia. Durante toda la noche, había esperado que ella le enviase una nota diciéndole que no había estado en sus cabales, pero no tuvo la suerte. La casa había estado inquietantemente silenciosa. Estaba seguro de que no era así, pero bien podría creer que todo el mundo sabía dónde estaría cuando el reloj diera las doce, lo que agregaba un peso más a su ansiedad.
Cuando los minutos se acabaron, Edward salió de su habitación en camino a la de Bella.
Durante medio minuto, incluso llegó a decirse a sí mismo que si Bella lo deseaba, entonces no había nada de malo en todo esto. Eran dos adultos con mutuo acuerdo; ninguno estaba forzando al otro a hacer nada que no estuvieran perfectamente dispuestos a hacer.
Entonces, ¿por qué se sentía como un cerdo libidinoso babeándose por un cordero perdido?
Y, ¿por qué no daba la vuelta y regresaba a su habitación, cerraba la puerta con llave, y se consolaba con una botella de brandy excelentemente añejada? Solo porque hubiese dicho que iría a ella a la medianoche, no significaba que tenía que ir. Tenía opciones. Alternativas.
Pero nada de eso logró llevarlo de regreso a su habitación.
Atravesó el vestíbulo que separaba el ala este del oeste. ¡Pues, vaya con la teoría de ubicarla en el extremo opuesto de la casa! ¡Vaya con su proclamada fuerza de voluntad! Había aguantado cinco minutos después de la increíble propuesta de Bella. Sus proposiciones fueron poco entusiastas.
Al girar a la esquina, sus meditaciones se vieron interrumpidas cuando algo pesado lo golpeó en la nuca, derrumbándolo al suelo, noqueado.
—s–
Bella enroscaba el lazo del salto de cama alrededor del dedo una y otra vez, consumida por el reloj.
Edward golpearía a su puerta en menos de dos minutos. Unos instantes después de eso, bien podría convertirse en una mujer completa.
Cuando oyó el golpe a la puerta, Bella se sobresaltó. El momento había llegado. Tragó en seco para aplacar los nervios y tiró de los lazos del salto de cama tan fuerte que apenas podía respirar.
Luego, se dirigió a la puerta, inspiró profundo y abrió. Sin embargo, la persona del otro lado no era Edward.
—¿Te desperté?
Bella parpadeó.
—¿Qué estás haciendo aquí?
No sabía por qué Mike estaba en la puerta de su habitación en la mitad de la noche, pero se podía imaginar lo que Edward haría si se encontraba a su medio hermano allí. Tenía que deshacerse de Mike antes de que él llegara.
—Vi tu luz encendida y quería ver cómo te había ido en tu primer día en el castillo Gray — dijo él—. Espero que no te hayan acechado los fantasmas, ¿no? Aunque sí tenemos algunos secretos muertos por ahí.
—Te das cuenta de qué hora es.
—El paso del tiempo es relativo —dijo, encogiéndose de hombros—. ¿Puedo pasar?
—No, sería inadecuado.
Sonrió, maléfico.
—Nunca he sido muy adecuado.
—Ya lo veo.
Mike pasó junto a ella e ingresó a la habitación.
—Edward te ha dado la antigua habitación de su madre. Qué extraño. —Giró hacia ella—. A lady Elizabeth le agradaba estar lo más lejos posible de su esposo. Debo decir que me sorprende que Edward te quiera tener a tal distancia. En su lugar, te hubiese ubicado en la habitación junto a la mía y habría aceitado bien las bisagras de la puerta colindante.
Bella apretó los dedos alrededor del extremo superior de la prenda y abrazó la tela contra el pecho.
Mike rió.
—No temas, dulzura. No tengo intenciones de saquearte, a menos que quieras que lo haga. Estoy dispuesto a complacerte.
—Milord —Bella comenzó a decir.
—No soy un lord. Simplemente un humilde bastardo que vive de la generosidad de su hermano. No es que me moleste, por supuesto. Considero lo que es de Edward legalmente mío.
Soy el primer hijo varón, después de todo. En resumen: me lo deben. Pero, basta de hablar de eso —dijo él, haciendo un ademán con la mano para descartar la idea—. Tengo ganas de celebrar.
—¿Cuál es la ocasión?
—¿Hace falta una?
—Esto no es…
—Si mi memoria no falla, hay una buena botella de oporto en el gabinete de esa mesa lateral. —Caminó a grandes pasos por la habitación y quitó la botella de allí, soplando el polvo que se había acumulado sobre ella antes de elevarla hacia la luz, donde brillaron rojos prismas—. Magnífico. —Quitó el tapón de vidrio y se llevó la botella a los labios, dudando solo un momento para ofrecerle el primer trago.
—No, gracias.
—¡Como quieras! —Tomó una bocanada, y suspiró ruidosamente después de tragar. La miró de soslayo y le dijo—: No fue muy sofisticado, ¿verdad? Pero a Edward le agrada guardar el licor bajo siete llaves. Que Dios no permita que nadie se ponga jocoso en su sagrado hogar, mucho menos yo. Suelo tener mis propias provisiones, pero mi hermano también disfruta de su pequeña venganza al pedirles a los vendedores que se nieguen a venderme la mercancía. Ya que la aldea entera está bajo su pulgar, la mayoría de ellos no se oponen a sus órdenes. Sin embargo — continuó con una sonrisa—, tengo mis recursos.
—Toda esta animosidad entre ustedes dos ¿es realmente necesaria? —preguntó Bella.
—No puedo imaginar un día sin ella.
—Pero, ¿no pierde vigencia?
Mike se encogió de hombros.
—Debo confesar que el muchacho aprendió a dominar su carácter mucho mejor que cuando era un adolescente de buenas intenciones.
—Entonces supongo que tú te rebelas ante las buenas intenciones.
Hizo un gesto con la botella.
—Estás entendiendo. Sabía que lo harías.
—¿No crees que es tiempo que esta contienda termine? Su padre ha muerto, y ustedes son adultos ya.
Mike la observó como si a ella le hubieran salido cuernos y una cola bífida.
—Olvídate de eso. Siento que mi propósito en este mundo es molestar a mi hermano con pretensiones de superioridad moral. ¿Ciertamente no querrás negarme ese placer?
De repente, una voz interrumpió.
—¿Es por eso que me pegaste en la nuca como el cobarde que eres?
Bella giró y se encontró con Edward en el umbral de la puerta. Un hilo de sangre le caía por la sien.
Corrió hacia él y le tomó el rostro con las manos.
—Dios mío, ¿qué sucedió?
Edward le echó una mirada a Mike, con furia en los ojos.
—¿Por qué no le preguntas a mi hermano?
Mike se sentó en el borde de la cama de Bella, con la botella de oporto frente a él.
—¿De seguro no estarás queriendo decir que tuve algo que ver con tu herida? Siempre has sido muy torpe. Recuerdo incontables oportunidades en las que te has tropezado con tus propios pies. Y aquí estás, todo un terrateniente. Es incomprensible. Creí que te habrías caído de un acantilado a estas alturas.
—Estoy seguro de que te habría agradado eso. Quizás habrías apresurado mi partida final con una mano sobre mi espalda.
—No soy más que complaciente —contestó Mike suavemente.
—Maldito bastardo —espetó Edward entre dientes, forzando a Bella a que se quitara del medio y dando unos pasos hacia su hermano.
—Basta —dijo ella en voz baja, pero con convicción—. Por favor, vete a dormir.
—Parece que te has ganado una invitación a la cama de la señorita con tu conveniente derramamiento de sangre —ridiculizó Mike—. Considérate un hombre afortunado.
Bella apretó con más fuerza el brazo de Edward cuando él se tensó, y le echó una mirada iracunda a Mike.
—Debo ver las heridas de tu hermano. ¿Podrías traerme toallas limpias, por favor? —Ella tenía toallas, solo deseaba que Mike se marchase. La mirada en los ojos de él denotaba que se había dado cuenta de la treta.
—Lo que necesites, mi amor —contestó irguiéndose con un ademán exagerado.
—Si te vuelvo a ver cerca de esta habitación —dijo Edward con un tono de voz apenas controlado—, quedarás eunuco en un santiamén.
—Más amenazas vacías. Sin embargo, me iré. Verte sangrar me aburre cada vez más, y la noche aún es joven. Que te mejores, hermano. —Mike elevó la botella en un saludo burlesco y luego, giró para marcharse.
En la puerta, casi choca con Carlisle.
—Ah, ha llegado la caballería. El herido yace por allá. —Silbando, desapareció por el pasillo.
—Dios santo, muchacho, ¿qué te ha sucedido? —exclamó el tío.
—Parecería que me han herido —masculló Edward mientras Bella volcaba agua de una vasija sobre la mesa de noche en un cuenco.
Cogió un pañuelo con monograma y lo introdujo en el agua fresca.
—-Ahora, déjame limpiarte la herida.
Edward extendió la mano para tomar el pañuelo.
—Puedo hacerlo yo mismo —dijo, gruñón.
Bella movió el pañuelo lejos del alcance de él.
—No voy a discutir contigo. Ahora, acuéstate ahí y quédate quieto. De otro modo, podrá doler más de lo que debe.
Carlisle largó una risotada.
—Escucha a la señorita, muchacho. No tolerará tu mal humor. Será mejor que hagas lo que te dicen.
Edward miró a su tío con el ceño arrugado.
—¿Necesitas algo? ¿O estás aquí para verme desangrar hasta morir?
Bella bufó.
—Qué melodrama.
—¿Perdón? —dijo Edward, dirigiendo la mirada hacia ella.
Bella le enfrentó la mirada sin pestañear.
—Dije que estás siendo demasiado dramático. No te morirás desangrado, pero tendrás un antiestético chichón y un enorme dolor de cabeza en la mañana.
—¿Y cómo sabes que no estoy herido en ningún otro lado? ¿Te has fijado?
—No, no lo he hecho. ¿Estás herido en alguna otra parte? ¿O es simplemente una treta para llamar la atención? He visto a niñitos de dos años fingir mejor que tú.
Edward vio la contenida risotada de Carlisle, pero estaba muy ocupado con su enfermera como para que le importase.
—¿Ah, sí? ¿Y cuántos niños de dos años has atendido, si puedo preguntar?
—Los montes y valles de Cornwall estaban atestados de niños jugando y, en última instancia, dando volteretas. Y se oían como tú te oyes ahora. Entonces, si eres tan amable de quedarte quieto, te lo agradeceré.
—Te lo dijo, muchacho —dijo Carlisle con una carcajada—. Sí, ciertamente de lo dijo.
—Tienes tiempo a que cuente hasta tres para salir de esta habitación —le advirtió a su tío.
La sangrante cabeza le latía como si alguien la hubiese utilizado como tambor.
Cuando le pusiese las manos encima a Mike, le retorcería el pescuezo. Derek no tenía dudas de que había sido un gesto de bienvenida de su medio hermano, un gesto que habría sido fatal de haberlo golpeado con más fuerza.
Ya había cumplido bastante con su obligación para con el hombre. Debería haber echado a Mike hacía años. Nadie lo habría culpado de hacerlo; todos en el clan sabían que Mike era un buscapleitos. Ya había sido su víctima lo suficiente.
Edward le había sacado de un apuro tras otro durante años; por qué, no lo sabía. Hubo un momento en que podría haber creído que sería agradable tener un hermano, pero no tenía que tolerarlo más, ¡maldición!
En especial, si involucraba a Bella de alguna manera. Edward había visto algo que no le agradaba en la mirada de Mike. Algo que se parecía mucho a un encaprichamiento.
—¿Satisfecho?
La voz de Bella lo trajo a la realidad. Levantó la vista y la encontró observándolo, con las manos sobre los labios.
–¿Qué?
—Pregunté si estabas satisfecho ahora que has echado a tu tío.
Edward resopló.
—Si Carlisle se marchó fue porque quería hacerlo. Ni siquiera la tierra partiéndose en dos bajo sus pies podría obligar al hombre a moverse si así no lo desea. Entonces, por favor, retrae tus garras. He tenido demasiada violencia para un solo día. —Haciendo una mueca de dolor,
Edward se irguió en la cama.
—Dios mío —resopló Bella, empujándolo hacia atrás mientras le acomodaba los cojines—. Sí que eres obstinado.
La larga cabellera de ella le rozó la mejilla. La textura y el aroma del cabello lo atormentaron y le recordaron energéticamente por qué había atravesado los oscurecidos pasillos del castillo en primer lugar.
El salto de cama de Bella había cedido, dejando a la vista una porción de los pechos, y los pezones estaban levemente erguidos y presionaban contra el delgado camisón.
—Lamento haber arruinado nuestra noche —dijo él.
Un suave rubor tiñó las mejillas de Bella cuando notó la proximidad de sus pechos y el rostro de Edward, y dio un paso hacia atrás. Ambos parecieron comprender al mismo tiempo que él no solo estaba en la habitación de ella, sino que estaba en su cama.
—No tiene que suceder nada, ¿sabes? —le dijo—. De hecho, no esperaba que sucediera.
Simplemente pasar tiempo contigo me hace feliz.
—No he cambiado de opinión.
—¿No?
—No. No mentiré y diré que no estoy nerviosa. Pero esto es lo que quiero. Te deseo.
Edward la trajo para sí, llevándola a sentarse junto a él sobre la cama.
—Yo te deseo también.
Si ella hubiese bajado la mirada hasta los pantalones, habría visto la evidencia de ese deseo.
Edward estaba duro como roca y con la desesperada necesidad de lanzarse a las profundidades heladas del lago, que era donde imaginaba que se dirigiría tan pronto como ella se diera cuenta de que no quería desperdiciar su tesoro con él.
Sin embargo, ella se puso de pie. La mirada nunca lo dejó mientras se desató el lazo del salto de cama y dejó que la tela sedosa se deslizase hacia los pies, enmarcándola como si fuese una ninfa elevándose del mar. El camisón le delineaba las exuberantes curvas del cuerpo; la voluptuosidad de los senos que subían en pendiente, la delgada cintura y las pequeñas caderas, los dedos de los pies se asomaba por debajo del ruedo.
Las manos le temblaban cuando se quitó primero un tirante del hombro, luego el otro. La seda le acarició cuando se deslizó hacia abajo por el cuerpo, deteniéndose brevemente en los pezones para mofarse de él antes de escurrirse por completo, y dejarla gloriosamente desnuda.


2 comentarios:

Vianey dijo...

Mugroso Mike sin duda vive para hacerle la vida pesada a edward y nos dejaste en lo mejor.

Quiero otro capitulo.

karla dijo...

ede mike no les dara nada bueno a esos dos, pobrecito edward yo tambien lo kier curar, y lo k biene creo k estara mejor

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina