viernes, 9 de diciembre de 2011

La llamada de un amante capitulo 3

CAPÍTULO 03
Bella fantaseaba sin cesar con su amante telefónico. Se había descripto a sí mismo para ella, alrededor de un metro ochenta centímetros con el pelo rizado oscuro. Le dijo que su cara no era nada del otro mundo. Tenía los ojos color avellana. Se había roto la nariz con una pelota de béisbol en la secundaria y por eso le dejó una especie de torcedura. Habló de sí mismo con facilidad, riendo con auto-desaprobación. No parecía inseguro sobre su aspecto o con intención de impresionarla. Parecía cómodo en su propia piel.  
¿Se encontrarían alguna vez? La idea revoloteó por su mente, pero ella la rechazó. Él había hecho alguna mención que ella no quería disipar por hacerle verla. Y de todos modos, ella no estaba lista. Tenían más que suficiente ahora con esta loca e intensa relación telefónica ―«Si no está roto, no lo arregles» ―a su padre le había gustado decir, y ahora ella estaba de acuerdo.
La mañana transcurrió felizmente mientras Bella iba de tienda en tienda en el centro comercial, comprando las cosas bonitas que Edward había querido para ella. Compró varios sujetadores que levantan los pechos y estaba encantada con la repentina división en sus senos. Tomó uno, puso su práctico viejo sostén con exceso de lavados en una bolsa y lo arrojó a la basura tan pronto como salió de la tienda.
Compró varios vestidos bonitos para el trabajo, nada llamativo, que no era su estilo, pero estaban muy bien confeccionados y los escotes eran más audaces de lo que estaba acostumbrada. Compró un par de jeans sexy que abrazaban su culo, con un corte mucho más bajo y más apretados de lo que estaba acostumbrada a llevar.
Luego de detenerse en una tienda de electrónica para comprar un auricular de teléfono, pasó bastante tiempo dando vueltas en el mostrador de perfumes. El aroma que eligió era suave, floral, pero con un toque de especias. Mientras caminaba por el centro comercial se quedó oliendo sus muñecas y sonriendo.
Bella se detuvo en el patio de comidas para comprar un café con leche. Sabía que estaba gastando la última parte de su salario. Terminó su café, mirando a su alrededor a los compradores apresurados. Se dio cuenta de que varios hombres miraban con admiración hacia su dirección. Qué extraña sensación, ya no era invisible. O tal vez ella estaba apenas empezando a aceptar que ella no tenía que serlo.


Manejó con nerviosismo hasta el parque de estacionamiento. Había estado esperando un tugurio de mala muerte, con poca luz y con los hombres en gabardinas mirando furtivamente alrededor antes de tomar las revistas masculinas o los paquetes de muñecas de plástico inflables con bocas que prometían un pedazo de cielo.
En cambio, el Gato Púrpura estaba brillantemente iluminado con limpios, anchos estantes bordeados por ¡todo tipo de artilugio sexual imaginable! La persona detrás del mostrador no era un libertino viejo y sucio con un cigarro quemado colgando de sus labios como ella lo había imaginado, sino una mujer más joven que Bella con pelo de punta en rubio-blanco y piercings en la ceja, nariz y labio.
Ella sonrió con indiferencia a Bella y le preguntó cómo podía ayudarla. Bella tartamudeó.
―Oh, yo quisiera ver, eh, es decir, ya sabes... ―murmuró algo ininteligible.
La mujer respondió en voz alta:
―¿Qué? No pude oírte.
―Um ―Bella se inclinó acercándose a la mujer y le susurró: ―consoladores.
La joven sonrió ante la derrota evidente de Bella. Señalando a la fila de penes casi reales alineados como soldaditos de plomo, dijo ―Comprueba estos. ¡Sólo acabamos de recibirlos y no podemos mantener el stock! ¡Se sienten justamente como la cosa real! O al menos eso me han dicho. Yo prefiero a las chicas para mí ―De nuevo la amplia sonrisa cuando Bella se sonrojó.
Para ocultar su turbación Bella se volvió hacia la fila de falos de color carne. Estaban organizados por tamaño, de razonable a ridículo y cada uno tenía su propio conjunto de venas con aspecto-auténtico y surcos, con un juego de bolas en la base. Con cautela estiró la mano y tocó una polla de tamaño mediano.
―Adelante, tómalo. ¡No te va a morder!
Vacilante Bella la tomó, sonrojándose a un rojo más oscuro, decidida a pretender una facilidad que no sentía. Bella tocó el pene, envolviendo los dedos alrededor de su eje, sin ser capaz de resistirse a preguntarse qué sentiría cuando ella lo utilizaba en sí misma. Ella nunca había dudado con masturbarse y, de hecho, lo hacía casi todas las noches. Pero nunca había considerado comprar una ayuda como ésta. Miró la etiqueta del precio. ¡Ochenta y cinco dólares! ¡Eso era ridículo! Rápidamente lo ubicó en su lugar y se paseó por la tienda, con los ojos muy abiertos.
Ella estaba intrigada con los látigos y fustas que se mostraban a lo largo de las paredes. ¿La gente realmente usaba esto? ¿Cómo sería, sentir el aguijón del cuero contra la piel desnuda? Distraídamente Bella se frotó su trasero a través de sus pantalones vaqueros nuevos.
Recordando las instrucciones de Edward, se enfocó en los dildos, comprobando todos los modelos más baratos incluyendo los que funcionaban con baterías, que parecía un poco amenazante para ella. ¡No podía imaginar insertando ese duro falo de plástico en sí misma y excitarse!
Su mirada se dirigió de nuevo a los consoladores de apariencia real que le había recomendado la vendedora. Tal vez no era tan extravagante, después de todo. ¿No valía ella ochenta y cinco dólares? Después de todo, había gastado apenas una fortuna en toda esa ropa y zapatos nuevos. ¿Qué significaban otros ochenta y cinco dólares? Una vez más cogió el pene de tamaño medio y antes de que pudiera cambiar de idea, dijo:
―Me lo llevo.


―¿Hiciste lo que te pedí?
―Sí.
―Cuéntame.
Bella se acurrucó contra la silla, tomando un sorbo del vino a su lado.
―Bueno, fui al centro comercial y compré todas las cosas. Luego llegué a casa y…
―Whoa, ¡vuelve atrás! Quiero escuchar más detalles. ¿Cómo te hizo sentir probarte la ropa interior sexy? ¿Cómo te hacen ver tus vestidos nuevos? Háblame de la boutique de sexo.
Tomando una respiración profunda comenzó a relatarle, tratando de hacer la descripción divertida, dejando de lado su propia incomodidad y vergüenza. Edward se reía y dijo que había hecho muy bien y estaba orgulloso de ella. Rachel sonrió feliz. Por alguna razón, su aprobación se había convirtiendo en algo esencial para ella.
―¿Ya lo has utilizado?
Bella se sonrojó. De hecho, en el momento en que había llegado a casa, Bella había desenvuelto el suave juguete de plástico de su papel de seda púrpura y lo lavó en el fregadero. Lo había llevado con ella a su silla favorita. Desabrochando sus pantalones vaqueros, ella lo había deslizado por sus piernas. Tirando de sus bragas hacia abajo, apoyó el sedoso pene de plástico en su entrada. En el último momento añadió un poco de su lubricante personal a su cabeza y volvió a intentarlo. Con cuidado, había impulsado la punta dentro de ella, moviéndolo para acomodarlo.
Al principio estaba vacilante, temerosa de lastimarse. Ella siempre había tenido una vaga aprensión a los objetos extraños, como el espéculo del ginecólogo, entrando en su cuerpo. Sin embargo, desde que Edward la había instruido para comprarlo, había perdido su aspecto peligroso y se había convertido en su lugar en algo excitante y sensual.
Con cuidado, Bella lo había presionado dentro de su apretado canal, apareciendo finalmente en toda su longitud dentro de ella. Se dio cuenta que se estaba tensando como si espera que la lastime. En lugar de dolor, se encontró con que le gustaba la sensación de tenerlo completamente en su interior. Experimentalmente apretó sus músculos vaginales alrededor del eje, sintiendo un escalofrío erótico a través de sus caderas. Sus dedos habían buscado a su clítoris y se frotó mientras deslizaba la polla adentro y afuera de su coño. ¡Se sentía tan bien!
―Oh fóllame, Edward ―le había llamado en voz alta, casi sintiendo su cuerpo sobre el suyo.
Se había corrido duro, sentada en su silla, con los pantalones y las bragas caídos alrededor de sus tobillos, sus paquetes esparcidos a sus pies. Cuando el corazón de Bella se había desacelerado, miró a su alrededor en un deslumbramiento. Poco a poco se había colocado sus pantalones hacia arriba y tomado el consolador ahora pulido para un lavado con jabón en el fregadero. Esto le recordaba a siguiente orden de Edward.
Ella sonrió, recordando mientras ella comenzó a contarle los sexys detalles a Edward. Bella rara vez se molestaba con los baños, en su lugar saltaba dentro y fuera de la ducha tan rápido como podía enjabonarse y enjuagarse. Pero las órdenes de Edward habían sido muy específicas. Y ella los había seguido al pie de la letra, sintiéndose mimada y sensual cuando lo hizo.
Había encendido varias velas, dejando que su suave esencia se entremezcle con el del vaporoso y perfumado agua. Había derramado dos tapones de algo llamado Sueños de Sándalo, su aroma impregnaba ligeramente la habitación. Se dejó caer en la bañera, disfrutando del agua caliente, suave, preguntándose por qué ella nunca había hecho esto antes. Se sentía sensual y viva mientras sus músculos lentamente se aliviaron.
Ociosamente una mano había bajado hasta su coño y lo frotó suavemente, su mente envolviéndose alrededor de la imagen de Edward. Más tarde la llamaría y le preguntaría si ella había hecho lo que le pidió. Ella pensó acerca de su extraña pero sexy petición por un momento mientras se sumergía en la bañera. Luego de decidir que estaba lista, quitó cerca de la mitad del agua de la bañera y se deslizó hacia adelante, anclándose a horcajadas sobre uno y otro lado del grifo.
Ella se había estimulado en el agua, acomodándose hasta que se sintió cómoda y luego se movió otra vez para que su coño se colocara directamente debajo del chorro fuerte. Se había acurrucado como una rana, mirando el agua caída en cascada sobre su coño abierto. Se sentía lasciva. Traviesa, pero deliciosa.
Apoyándose en los codos, había dejado caer su cabeza hacia atrás para sumergir su cabello en el agua. Su mente se calmó cuando la sensación ocupó su lugar. El agua se sentía más y más intensa pulsando contra su sexo y su respiración se hizo rápida y superficial. Cuando las partes de su cuerpo fuera del agua se enfriaron, se estremeció, sintiendo un empujón en sus nalgas. No le importaba sin embargo. Adoraba la sensación en su sexo que era tan caliente que compensaba sus escalofríos.
De pronto se estremeció, saltando y sacudiéndose debajo del chorro implacable. Por largo rato el agua le hizo el amor mientras ella ondulada debajo de ella. Poco a poco sus espasmos se aliviaron y se desplazó hacia atrás, girando el grifo más caliente. Cuando la bañera se llenó añadió otra tapita de aceite de baño. Finalmente ella salió, se secó con la toalla mullida nueva que había comprado para la ocasión.
Bromeando Edward le dijo:
―Ahora vamos a salir de la bañera, ¿eh, Bella?
Se echó a reír, pensando que él no estaba lejos de ser malo cuando ella ya estaba ansiosa por llegar a la sensación de nuevo. Pero por ahora ella estaba más que contenta sentada acurrucada en su suave sillón reclinable, el auricular en su oído, con las manos libres.
―¿Tienes la cuerda, mi amor, cortada y asegurada como te dije?
―Sí ―Él le dijo que corte dos tramos de un metro y medio de la cuerda de nylon. Ella tenía que atarlos a las patas de su cama, haciendo nudos con lazos al final. Mientras estaba asegurando las cuerdas a su cama, su coño se había mojado, pulsando ligeramente en sus nuevas bragas de seda. Ella había puesto la regla y las pinzas junto a su cama, junto con el tubo de lubricante.
―¿Estás lista, Bella?
Ella asintió con la cabeza, de repente estaba insegura.
―¿Bella?
Por supuesto, él no podía ver el movimiento de cabeza.
―Sí, yo, eh, creo que sí ―Se puso de pie, el auricular inalámbrico, permitiéndole libertad para pasar de una habitación a otra. Lentamente se dirigió al dormitorio. Se sentía elegante y sexy en su nueva bata de seda y bragas. Sus largas piernas estaban suaves y ligeramente bronceadas por su fin de semana de paseos solitarios a lo largo del brazo de río cerca de su apartamento.
―Quítate las ropas y acuéstate en la cama ―Bella se quitó la prenda de seda y las bragas. Nerviosamente, ella se acostó, ajustando el auricular para mayor comodidad ―Pon las cuerdas en tus tobillos. Amárrate a ti misma para mí, Bella. Te quiero atada a la cama. Es otro gesto simbólico para mí de tu buena disposición de sumisión.
Bella se sentó, alcanzando las cuerdas. Se deslizó de uno en uno por vez a través de sus tobillos delgados, sintiendo los nudos demasiado tirantes, cuando ella se volvió a tumbar.
―Listo ―dijo, sintiéndose extraña pero muy excitada. Sus piernas estaban obligadas a separarse por la longitud de las cuerdas atadas debajo de la cama. Su desnudo coño estaba ampliamente extendido.
Bajo la dirección de Edward, apretó un poquito de lubricante en sus dedos. Ella bajó lentamente su mano como él ordenó, tocando y frotando su coño. Las cuerdas tiraban desde sus tobillos, provocando la tensión mientras ella se consumía en su excitación. Cuando ella estaba claramente caliente, jadeando en el teléfono, dijo:
―Para. Toma la regla.
A regañadientes Bella quitó su mano de entre sus piernas. Ella quería correrse pero también sabía que si esperaba, Edward lo haría mucho más intenso y emocionante para ella. Ella estaba excitada por la sensación de sexy vulnerabilidad que las cuerdas habían creado.
Edward ordenó:
―Golpea tus pezones para mí, uno a la vez. Hazlo tan duro como puedas soportarlo. Procede.
Bella obedeció, sintiendo el aguijón dulce, viendo a sus pezones emerger al duro tacto de la madera.
Edward dijo:
―Ahora abofetea tu coño con ella.
Bella asimiló lo que había dicho. No, ella no podría. Los senos eran una cosa, ¿pero su delicado coño? Percibiendo su vacilación, Edward dijo en voz baja: ―Es fácil obedecer cuando es algo que tú ya quieres hacer. Se hace más difícil demostrar tu sometimiento, cuando es algo que te asusta. Si no estás segura acerca de esto, sólo recuerda. Soy yo. Puedes confiar en mí. No te he dirigido mal, aún, ¿verdad? No te alejes de esto sólo porque es nuevo.
¡Zas!. Ella golpeó su propio sexo con el lado plano, sólo a la ligera, pero suficiente para sentirlo. A pesar de sus dudas y su miedo, el calor ya familiar comenzó a difundirse a través de sus venas, emanando como fuego desde su centro. Sin ser dicho, ella se golpeó de nuevo, más fuerte.
―Sí ―oyó canturrear a Edward través del auricular. Ella lo golpeó de nuevo, temblando y soltando la regla. Sin esperar por su orden expresa, empezó a frotar su clítoris, que todavía estaba, por el pinchazo de la regla, hinchado con la necesidad.
―Oh, Edward ―ella gimió. Las cuerdas tiraban de sus tobillos y se imaginó por un momento que era Edward quien la sujetaba. Ella estaba en llamas. Todas las dulces, lentas preparaciones de la jornada, culminando en su extraña pero emocionante petición de golpearse a sí misma con la regla, la había dejado como una perra en celo, retorciéndose en sus ataduras mientras se masturbaba con furia, diciendo su nombre una y otra vez, a pesar de que ella no era consciente de que estaba haciendo un sonido.
Cuando al final llegó, arqueándose hacia arriba, limitada por las cuerdas, su coño se aplastó contra su mano, gritando su pasión. Cayéndose hacia atrás contra la cama, ella se quedó inmóvil, su pecho palpitante, su cuerpo cubierto de un fino brillo de sudor. Edward estaba en silencio en el otro extremo, aunque estaba consciente de su respiración.
¿Podría alguna vez conocer al hombre que la conducía a su salvajismo? ¿Sentir sus labios rozando sobre los de ella, ser sostenida en sus brazos? ¿Estaba preparada para un paso tan grande? En estos últimos días Edward había tejido una deliciosa red de fantasía y placer alrededor de ella. ¿Estaba dispuesta a rasgar sus delicados hilos, tal vez arriesgando lo que compartían, finalmente obligada a admitir que era poco más que un sueño?
―Bella, ¿estás bien?
―Sí ―respondió ella, de repente sintiéndose muy sola.
―Bella. Es hora de que nos encontremos.
¿Cómo se puede conciliar la fantasía y la realidad? Él, finalmente, lo había dicho. Su primer impulso fue gritar «¡No!» Sin embargo, eso era loco, ¿no? ¿No se daba tiempo para conocer al hombre que se había convertido en su mundo? ¿El hombre que despertaba cada uno de sus pensamientos e incluso se deslizaba como el humo rizándose en sus sueños? Edward Cullen, el hombre que ella creía que no iba a hacer nada, ¡finalmente, quería conocerla! ¿Cómo podía decir que no?
«No le gustarás. Eres una perdedora en la vida real. Se dará cuenta y todo habrá terminado.» Bella trató de silenciar la voz desagradable en su cabeza. La misma voz que la había convencido de no ir al baile de graduación de secundaria, que no ensaye para las obras de teatro en la universidad, que no elija una carrera que la ponía demasiado en el centro de atención.
A medida que el largo silencio se extendía Edward dijo suavemente:
―Esperaré, cariño. Tanto como lo necesites. Te llamo en la mañana, ¿de acuerdo? Sólo para ver cómo estás.
Sintió que su corazón se retorcía de culpa por la tristeza que oyó que acechaba detrás de su tono ligero, pero se limitó a decir:
―Está bien. Buenas Noches, Edward.
Bella yacía en su cama mucho después de que había colgado, discutiendo con ella sobre encontrarse con el hombre de sus sueños. No era una perdedora, ya no. A Edward no le gustaría que ella estuviera escuchando esas viejas voces en su cabeza. Él le recordaría cómo se sentía diferente ahora, sexual y viva, ¡hermosa y vibrante! ¿Por qué no iba a conocerlo? Era el siguiente paso natural. Era lo correcto, a pesar de sus temores. Finalmente ella fue capaz de cerrar los ojos, a la deriva para dormir con los pensamientos de su misterioso amante fusionándose en sueños calientes.


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bueno aqui les traigo un capitulo nuevo de esta adaptacion solo falta uno para terminar  el miercvoles subire el ultimo capitulo y tambien subire otra adptacion igual de corta muy buena y espero les agrade...

4 comentarios:

Cristina dijo...

Wow vaya capítulo, me gusto mucho. Gracias

Hebe dijo...

Excelente capítulo, espero que Bella conozca a Edward pronto.

ini narvel dijo...

ue capi lizzy me fascino......edward ya tiene que llegar a la vida de bells ..jajaja:)

Ligia Rodríguez dijo...

Vaya Annel, este capíulo si que ha sido toda una tortura! Buenisimo como todo lo que haces nena!! Besos

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina