miércoles, 14 de diciembre de 2011

La llamada de un amante capitulo 4

CAPÍTULO 04
―Quiero. Sólo estaba siendo estúpida anoche.
Edward se echó a reír cuando Bella soltó estas palabras antes de que él llegara a decir hola. Estaba sentado en el balcón de su pent-house de Los Ángeles, disfrutando del aire fresco de la madrugada, un vaso de jugo recién exprimido a su lado.
Cuando ella no había respondido la noche anterior a su deseo de conocerla, él había sentido que su corazón se paralizaba al darse cuenta de lo mucho que le importaba. Ahora era como si un tornillo se aflojara y podía respirar de nuevo.
―Estoy tan contento, Bella. Puedo volar este fin de semana.
Él alquilaría un jet privado, encontrándola en el restaurante de su hotel. Él sabía que ella se sentiría más cómoda en un lugar neutral. Hablaron durante un momento, Edward suavemente sacando los temores de Bella con respecto a una reunión cara a cara. Le irritaba pensar que ella había pasado la vida sintiéndose «menos que» debido a la desconsiderada crianza y a la crueldad ocasional de idiotas equivocados. ¡Qué ternura que había sentido hacia ella! cuando ella finalmente admitió en una ráfaga de palabras:
―Tú puedes pensar que estoy demasiado delgada, demasiado tímida, podría oler raro, mi trasero es demasiado plano, voy a tener mal aliento, no seré capaz de dar buenos besos...
Edward le confesó que tenía algunos de los mismos temores, que alguien que se encontraba con alguien que les importaba por primera vez estaba destinado a sentirse nervioso. Se sentía confiado, le dijo, que esos temores desaparecerían en el segundo que sus labios se tocaran.


Había planeado compartir la cena con ella en primer lugar, romper el hielo, ayudarle a relajarse. Sentado en el bar del restaurante, se puso de pie cuando él la vio entrar. Sólo podría ser Bella, su Bella. Anchos, oscuros ojos, una boca de capullo de rosa, el pelo castaño ondulado con reflejos rojos brillaban bajo las luces suaves. Su cuerpo era largo y delgado en su bonito vestido rojo, sus pechos altos y dulces, haciendo su boca agua. Parecía nerviosa mientras ella escudriñaba la habitación por un hombre al que nunca había conocido.
¿Por qué nunca se intercambiaron fotos? Al principio todo había sido una broma, una fantasía divertida de desarrollar y explorar con la mujer intrigante en el otro extremo del teléfono. Las fotos podrían arruinarlo, podrían no encajar en sus respectivos sueños idealizados. Entonces, cuando había llegado a conocerla, a apreciar la oblación pura de su sumisión sexual y sensual a él, su imagen no le había importado. Se dio cuenta de que prefería esperar para ver la cosa real.
La mujer que veía ahora era hermosa mientras giraba hacia él, rompiendo su rostro en una sonrisa deslumbrante, sus ojos chispeantes. Se movieron juntos en un abrazo, ella descansando su suave mejilla contra su pecho. Olía maravillosa, él ansiaba besar esos labios. Encontró que sus manos temblaban mientras le acariciaba su suave cabello.
Ella se apartó de él, diciendo lo que él había estado pensando.
―Yo no podría comer ahora mismo. ¿Sería adelantarme demasiado sugerir que subamos a tu habitación? ―Su voz deliciosa, sensual fue incluso más atractiva en persona. Edward sintió que su polla se desplegaba en sus pantalones, su erección dura como una roca.
Subieron en el ascensor con paredes de madera a su piso, compartiendo el mismo con dos hombres de negocios que miraban fijamente hacia adelante. Edward utilizó su tarjeta-llave y abrió la puerta, gesticulando hacia Bella para que entre primero. Cuando él cerró la puerta detrás suyo, su cuidadosamente contenido acopio desapareció. Su promesa a sí mismo de ir lento con ella, a su mismo ritmo de acuerdo a sus necesidades, quedó en el olvido.
Tomándola en sus brazos, él la empujó duro contra la pared. Su boca forzó a que la de ella se abra y su lengua encontró la suya, quitándole la respiración mientras la besaba. Tenía las manos a ambos lados de su rostro, sus dedos enredados en su cabello. Su beso era imposiblemente dulce, sus suspiros entrecortados lo estaban volviendo loco de deseo. Finalmente se retiró mientras a Bella le faltaba el aliento, apoyada débilmente contra la pared.

―Bella ―susurró ―Eres hermosa ―Bella se sonrojó dulcemente, mientras él se inclinaba rozando ligeramente sus labios con los suyos y luego probando la piel suave en el hueco de su garganta. Ella estaba respirando con fuerza y él podía sentir su corazón latiendo contra el suyo. Sabía que tenía que ir más lento pero él estaba en llamas, desesperado por conseguir a la mujer que había provocado y adorado de lejos durante todo este tiempo.
Sus manos encontraron sus pechos, acariciando y luego deslizándose hacia abajo por su cuerpo, por su falda, entre las piernas. Su mano se deslizó debajo el vestido. Él le tomó su coño por encima de su ropa interior, que estaba húmeda con su deseo. Bella gimió, empujando contra él como un animal en celo. Edward logró controlar su impulso de rasgar el vestido de su cuerpo.
En su lugar, comenzó lentamente a desabrochar los pequeños botones que corrían a lo largo de su parte delantera. Ella no trató de detenerlo, aunque alejó la cabeza. Su timidez sólo alimentó su pasión salvaje. Cuando el vestido se abrió, miró fijamente a sus pechos, que estaban hermosamente comprimidos en satén rosa y encajes. Edward inclinó el rostro hacia abajo, sumergiéndose en el escote y respirando profundamente mientras presionaba sus pechos juntos de cada lado.
Al llegar a su espalda, Edward liberó el broche de su sostén por lo que se abrió, colgando inútilmente por encima de sus redondos, altos pechos. Las manos de Bella se levantaron para cubrir su pecho. Suavemente Edward las apartó. Inclinó su cabeza, su boca buscando el pezón. Tomándolo delicadamente entre los dientes, lo sintió agrandarse y endurecerse con el deseo. Ella gimió mientras mamaba el otro seno, con sus manos ahuecando la cabeza de él.
Edward pasó sus manos por su vientre plano y sobre la curva de sus caderas. Arrodillándose, deslizó las manos por sus suaves y delgadas piernas, quitando las correas de sus sandalias de tacones mientras ella amablemente salía de ellas. De pie otra vez, empujó el vestido abierto desde sus hombros, dejando que revolotee en el suelo. Metiendo los dedos en el elástico de sus bragas, tiró de ellas bajándolas por sus muslos largos, arrastrándolas pasado sus pantorrillas hasta los tobillos.
De rodillas, ladeó su cara acercándose a su sexo, inhalando su aroma embriagador. Bella cerró de golpe sus piernas.
―No puedo. Por favor ―suplicó ella.
―Oh mi amor ―susurró tiernamente Edward. Dulcemente frotó la nariz contra sus suaves rizos del pubis ―No te pongas nerviosa, chica angelical. Eres tan suave. Hueles tan dulce. Al igual que la madreselva. Quiero probarte. Recuerda, tú me perteneces. Sabemos ahora que eso es cierto, ¿no? Estamos juntos por fin y me perteneces. Y ahora… ―se puso de pie, le tomó la mano y la llevó hacia la grande, alta cama en el centro de la habitación ―Quiero que lo demuestres.
Se arrodilló entre las piernas de su amante para que su cara quede a la altura del sexo de ella y abrió sus muslos con sus fuertes manos. Bella forcejeaba a pesar de que estaba tan excitada que pensaba que podría correrse por nada más que el roce de sus dedos. Trató de cerrar sus muslos, casi incorporándose, pero él era demasiado fuerte para ella.
―Bella, deja estas tonterías. Te quiero. Quiero probarte ―Abrió sus labios vaginales con los dedos suavemente. Bella forcejeó de nuevo, la sangre golpeando en su cara y en su cuello. Ella nunca había permitido que un hombre la mire ahí abajo mucho menos ¡lamer! ―Por favor ―le rogó, su voz entrecortada.
Edward habló en voz baja, a pesar de sus fuertes manos todavía agarrando sus muslos desnudando su coño a su ansiosa mirada.
―Soy yo, Bella. Olvídate de todas las nociones preconcebidas que tengas sobre tu coño o sobre el sexo oral o cualquier cosa que te esté molestando. No te olvides, tú me perteneces. Ofrécete con gracia, mi chica encantadora.
Su mano estaba tocando su sexo, suavemente trazado las dulces curvas de sus labios con suaves susurros de sus dedos, mientras que la otra mano firmemente todavía sostenía sus muslos. Bella cedió, demasiado necesitada de su toque para resistir más. Cuando Edward rozó su coño de nuevo con los dedos, Bella se estremeció de placer. Sus dedos se deslizaban hacia abajo, buscando su entrada, extrayendo la humedad y volviendo a caer por encima de su clítoris.
―Ooooh ―gimió, bajo y gutural, cerrando los ojos. Lentamente Edward encajó su cabeza cerca de su abierto coño, tocando la capucha de su clítoris con la lengua. Bella se estremeció, pero no se apartó. Edward se inclinó hacia delante, respirando profundamente y luego le pasó la lengua en un largo, dulce barrido, como un gato en su crema. Sus manos estaban en cada muslo, manteniéndolos abiertos cuando su lengua buscó el centro de ella. Ella comenzó a luchar de nuevo, pero él la sujetaba.
El puro placer, la caliente fusión del éxtasis de su boca en su sexo finalmente puso en cortocircuito su cerebro, apagando los temores ―Dulce Jesús ―Bella gritó mientras su lengua bromeaba con ella con su promesa de una intensa liberación. Bella se hundió de nuevo en la cama, cediendo al fin a su invasión amorosa. Él la lamió y la amamantó hasta que ella estaba gimiendo y jadeando, con sus manos agarrándole la cabeza, sujetándolo contra ella mientras bajaba las caderas por la desenfrenada necesidad.
A medida que su cuerpo se estremecía y se resistía en su contra, Edward la siguió besando y lamiendo. Sus gritos se convirtieron en un largo lamento de éxtasis cuando ella se corrió más duro y más largo de lo que alguna vez lo había hecho en su vida. Débilmente ella lo alejó, la sensación abrumando sus sentidos. Edward se sentó sobre sus talones, limpiándose la boca con el dorso de la mano. Tenía los ojos brillantes de lujuria mientras la observaba lentamente sentarse, su largo cabello ocultando su rostro.
Se puso de pie lentamente en frente de su amante desnuda. Él todavía estaba completamente vestido en una camisa amarilla pálida con botones y pantalón negro. Cuando Bella lo observó, él lentamente se desabrochó la camisa y la empujó de sus anchos hombros, dejándola caer a la gruesa alfombra a sus pies.
Su pecho era musculoso y fuerte, con pelo rizado en un triángulo en el esternón, afinándose en una línea recta hasta su vientre.
―Levántate ―ordenó, con los ojos brillantes ―Arrodíllate delante de mí y desabrocha mi cinturón. Quítalo y dámelo a mí.
Los ojos de Bella se abrieron como platos, pero se apresuró a obedecer, de rodillas a sus pies, sus dedos temblando un poco al desabrochar el cinturón de cuero suave. Lo levantó hacia él y sus dedos se cerraron sobre los de ella por un momento, calmando sus temblores en su grande y cálida mano.
Se sentó en una silla y le indicó con gestos a Bella que se cuelgue sobre su regazo. Se puso de pie vacilante, sus brazos alrededor de su torso, mientras se mordía el labio.
―Oh, Edward ―ella empezó a protestar.
―Calla ahora ―amonestó con dulzura ―Tú necesitas esto, mi amor. Es una prueba más de que tú eres mía. ¿No sientes, incluso a través de tu miedo, el anhelo del beso de este cuero suave? ―Bella estaba en frente de su amante, mirando el cinturón de color marrón-meloso que tenía en sus manos. Su parte inferior de hecho se estremeció a la espera de su contacto.
Dejó escapar un suspiro largo y lento. Ella había llegado demasiado lejos como para negarlo ahora.
―Sí ―admitió ―Sí, le tengo miedo, pero sí, lo quiero. Siempre lo he querido, sólo que yo nunca lo supe antes. Por favor, Edward. Úsalo. Utilízalo en mí. Lo necesito.
La voz de ella era baja, el sexo al natural en su tono. Edward sonrió con ternura pero sus ojos estaban ardiendo. Él tiró de ella hacia delante, forzándola sobre sus rodillas. Bella se sostuvo en sus piernas, equilibrándose contra él, apretando sus ojos cerrados, tensando su cuerpo. En lugar del cortante dolor para el que ella se había preparando, sólo sintió el suave golpe del cuero contra su culo, apenas algo más que una palmada.
Se relajó un poco, facilitando su agarre sobre las piernas de él, tomando una respiración profunda. El próximo golpe no fue tan suave. Cada golpe era un poco más duro que el anterior hasta que ella jadeaba, una vez más agarrándose con fuerza a las piernas del pantalón. Su culo estaba en llamas y ella se retorcía y se contorneaba en contra de él, tratando de evitar la constante lluvia de cuero contra sus mejillas. Ella encontró que cada golpe era como un toque directo a su sexo, que estaba ardiendo ahora, chorreando con necesidad.
Finalmente, ella no podía tolerar más y sus manos taparon su parte trasera, tratando de protegerse de los golpes. Edward dejó caer la correa y ella sintió que sus manos acariciaban el escozor en lentos y suaves círculos.
―Qué valiente, maravillosa chica eres ―murmuró, y Bella sintió una oleada de orgullo sumiso. La levantó a una posición sentada en su regazo, mientras suavemente besó su mejilla.
―¿Qué dices? ―Edward preguntó, tratando de lucir severo, aunque sus ojos estaban bailando.
―Gracias ―susurró ella, sintiéndolo.
Poco a poco Bella se puso de pie, todo rastro de timidez o vergüenza se había ido. Ella le tendió la mano y Edward la tomó, lo que le permitió ayudarlo a pararse. Sin decir una palabra, Bella se arrodilló delante de su amante. Primero le quitó sus mocasines. Suavemente le bajó los calcetines, deslizándole cada uno cuidadosamente por su pie. Edward se quedó en silencio, permitiéndole a Bella marcar el ritmo.
De rodillas, ella le desabrochó la bragueta y con un repentino impulso lascivo, arrastró hacia abajo su cremallera con los dientes.
Tiró de sus pantalones pasando por su considerable erección y hacia debajo de sus musculosos muslos y pantorrillas. Él salió de su pantalón y se quedó en calzoncillos de algodón negro, su pene claramente delineado contra la tela.
Rachel estaba como hipnotizada mientras quitaba la ropa interior del cuerpo de él. Ella nunca  había examinado realmente a un hombre desnudo. Los hombres se habían acostado en su cama y utilizado su cuerpo, pero nunca había tenido la inclinación o el impulso erótico de explorarlos de esta forma. Se dio cuenta de repente que ella debía haber sido una amante más bien aburrida.
Se olvidó de los viejos novios cuando ella se centró en el cuerpo desnudo de Edward. Ella se encontraba consumida por este magnífico hombre. Quería inhalarlo, tomarlo en sí misma, para fundirse con él en algún nivel profundo. Olvidando su propia prudencia y temores, hundió la nariz en su vello púbico, saboreando su almizclada, sexual esencia.
Sin su solicitud o, de hecho su permiso, su boca se abrió y Bella lamió la cabeza de la polla de Edward, deslizando su lengua sensualmente sobre su cúpula suave. Le gustaba su textura esponjosa y el tacto sedoso de su eje. Su lengua trazó la línea de una sola vena palpitante que iba verticalmente a lo largo de su centro. Mentalmente comparó su perfecta polla con el juguete que había costado tanto dinero en la tienda de sexo.
Ésta era infinitamente más bella. Era cálida y flexible a sus besos, aunque duro como el hierro por debajo de la piel suave. Edward se quejó en voz baja cuando tomó el eje en la boca, inclinándose sobre él para tomarlo más profundo. Se deslizó hacia abajo, tomando tanto como pudo y luego se deslizó hacia atrás, masajeando con los labios y la lengua mientras ella se movía. Sus manos ahuecaban sus bolas, instintivamente manteniendo un toque delicado, a pesar que su boca se estaba moviendo más rápido ahora cuando su propia lujuria incentivaba sus besos.
―Bella, mi amor ―murmuró Edward, agarrando un puñado de sus cabellos gruesos para mantener el equilibrio en contra de su perfecto ataque. Bella sintió su placer pulsando en su pene. Se sentía salvaje y poderosa, una primitiva diosa del sexo controlando a su amante con la lengua y las manos.
Estaba ansiosa porque él alcance el orgasmo, anticipando el suave disparo de líquido nacarado en contra de su lengua. Pero en lugar de correrse en su boca, él se apartó, su respiración entrecortada, su cuerpo caliente al tacto.
―No, no todavía ―jadeó ―Todavía no. Quiero hacerte el amor.
Ella asintió con la cabeza, los ojos muy abiertos, fijos en él. Se dio cuenta de las líneas de la sonrisa grabada en ambos lados de la cara. Esto era un hombre amable, ella podía ver. Pero ahora sus ojos estaban encapuchados con la lujuria, que encendía aún más su deseo. Alcanzando los pantalones descartados, Edward sacó un paquete plateado. Rápidamente se deslizó el condón pre-lubricado por encima de su erección mientras Bella se acostó en la cama.
Cayó sobre ella, su cuerpo fuerte inmovilizándola mientras le besaba la boca. Él guió la cabeza de su polla a su resbaladiza entrada y Bella gimió, desplazando su cuerpo para recibirlo. Provocativamente él se sostuvo a sí mismo fuera, sólo la punta de su polla tocaba su humedad. Se retiró cuando ella se arqueó hacia adelante hasta que su polla revoloteó ligeramente por encima del coño. Lentamente descendió de nuevo. Esta vez fue un poco más lejos, sólo entrando en ella, haciéndola gemir.
―Por favor ―susurró ella, su voz sazonada con la necesidad.
―Por favor, ¿qué? ―Edward bromeó.
Olvidando su reticencia, sus años de adaptado comportamiento tímido, Bella soltó:
―¡Por favor fóllame! ¡Por favor! ¡Lo necesito tanto!
Bella se sentía como si tuviera fiebre. Su coño desnudo estaba hinchado y brillante. Edward se sumergió en ella, extrayendo un grito de placer de su amante.
―Oh Dios, oh Dios, oh Dios ―gimió ella, retorciéndose y contorneándose debajo de él, desesperada por tener su eje perfecto cada vez más profundamente en su interior. Su boca cubrió la de ella en un beso apasionado cuando él empujó dentro de ella. Con cada movimiento de su pubis contra ella devastaba su congestionado clítoris. Cuando tomó sus muñecas, sujetando sus brazos sobre su cabeza, Bella se sintió exaltada en la cresta de un tumultuoso orgasmo.
Sus manos fuertes y su cuerpo la sostenían abajo mientras él la reclamaba de la más primaria y deliciosa forma, enviado a Bella a precipitarse sobre el borde de un cegador placer. Ella gritó su nombre mientras se corría, corcoveando por debajo de él, mientras él la sostenía. Empujó duro en su interior, su cuerpo estremeciéndose por su liberación en una serie de temblores que finalmente cedió y se cayó pesadamente contra ella.
Los amantes se quedaron inmóviles, bañados en sudor, sus corazones golpeando uno contra otro como tambores. Por último, Edward se levantó sobre los codos y le apartó el pelo con ternura del rostro de Bella, alisando su suave mejilla con el dedo. Ella le sonrió ensoñadoramente mientras él rodaba a su lado, tomándola en sus brazos.
―Bella ―dijo en voz baja ―Te amo.
Bella no respondió de inmediato. Su corazón le dolía de hecho por la alegría en el pecho ante sus palabras. Como el silencio se extendía entre ellos, Edward se movió aún a su lado, su cuerpo tenso. Se dio cuenta de que estaba esperando su respuesta.
―Te amo, Edward ―respondió ella, sabiendo que esto era la cosa más verdadera que había dicho nunca.
El cuerpo de Edward se alivió y él suspiró. Era un suspiro de alivio. Bella se dio cuenta que no había dado por hecho su respuesta. Ahora él la abrazó con fuerza, frotando su mejilla contra su cuello. Sintió una gran ternura apoderarse de ella para el hombre al que miraba con reverencia.
Después de un tiempo ella se apartó de Edward, quien la dejó ir. Se sentó, apoyó la barbilla sobre sus piernas y rodeó sus brazos alrededor de ellas. Riendo con alegría, dijo:
―Hombre, ¡me muero de hambre! Realmente me podría ir con un pobre chico estilo Nueva Orleans. ¿Qué piensas? Conozco ese gran lugar Cajun no lejos de aquí, si no te importa comer en una zambullida.
Edward se echó a reír a su vez, sus ojos verdes brillantes en la penumbra.
―Suena perfecto. ¿Tienen cerveza fría?
―Siempre lista ―Ella sonrió de nuevo, ya que empezó a vestirse.
Abajo en el vestíbulo el portero asintió con la cabeza.
―Buenas noches ―Los ojos del hombre se deslizaron hasta la forma de Bella, la admiración en sus ojos. Al salir del edificio, la mano de Edward cayó casualmente en el culo de Bella, apretándolo a través de la tela del vestido mientras se apoyaba en él.
El portero suspiró mientras observaba a la joven pareja desaparecer en la noche. Con nostalgia le dijo a nadie:
―Algunos chicos tienen toda la suerte.

FIN

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k les aprecio esta adaptacion corta  y de sumision me encontre alguna de este tipo y pues la verdad no se k les parecio tengo otras pero mas fuertes subiditas de tono bueno me gustaria saber si kieren k las suba bueno subire otra pekeña adaptacion muy buena muchas gracias por el apoyo y por lizzy permitirme colaborar en su blog...

7 comentarios:

gabita_as dijo...

por fin estos dos se complementaron, adoro esta pareja y esta adaptacion te quedo muy buena :) espero muchas mas :)que lemons tan largo, pero entretenido *-*

Anónimo dijo...

por fin se encontraron y te quedo muy bien espero que pronto puedas subir mas me encntan y que sexo tan encantador un saludo te espero en el sig es tuyo el de la apuesta el nuevo un saludo

Hebe dijo...

Me gusto mucho la historia...que buen lemom, y por supuesto que quiero que subas las otras...

joli cullen dijo...

me encanti xd sube todas

Ligia Rodríguez dijo...

Annel de mi vida y de mi corazón, en serio te digo me encantó, es de las mejores que he leído, de verdad sigue con ello!

jakyedan dijo...

Me encantan este tipo de historias románticas y eróticas,gracias por adaptarla y dejarla leer,seguiré por aquí para continuar leyendo si me lo permites.

marissa dijo...

me encanta que se amen solo con hablar por telefono,pero asi se sinceraron y se conocieron mas,me gustan las historias de ellos dos.ojala sigas subiendo mas. voy a leer la siguente de tu pag,estoy picada y hasta que no termine unas 3 historias mas,seguire hasta la madrugada

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina